miércoles, 7 de mayo de 2014

10/ EL REINO DE ARAGÓN. (Parte primera).


                                     

                                             
Pamplona y Aragón estarían unidos hasta el año 1035, año en que, a la muerte de Sancho III el Mayor, este dio el condado de Aragón a su hijo Ramiro, quien acabaría consiguiendo independizarse del vasallaje de jure que debía prestar a su hermano García Sánchez III de Pamplona y estableciendo, al sucederle su hijo Sancho Ramírez, el Reino de Aragón.



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Casa de Aragón - Pamplona
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Ramiro I

(1006 - 1064). Primer rey del Reino de Aragón

La creencia de que fue hijo ilegítimo del rey Sancho el Mayor de Navarra y de Sancha, una bella dama de Aibar, y la de una posterior legitimación por su padre no están históricamente demostradas, debiéndose buscar su origen en la animosidad castellano-aragonesa del último tercio del siglo XI y primero del siguiente.
La documentación conservada no señala diferencia alguna de condición ni de trato entre Ramiro I de Aragón y sus hermanos García III de Navarra, Fernando I de Castilla y Gonzalo de Sobrarbe-Ribagorza , hijos los cuatro de la reina Mayor o Munia.


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Leyenda de Don Rmiaro 
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 Nunca se autotituló "Rey de Aragón", sino "hijo del Rey Sancho".

Cuenta la leyenda (que habla de Ramiro I como hijo ilegítimo de Sancho III el Mayor y una dama de Aíbar llamada Sancha):


Que García, hijo mayor del Rey Sancho, convenció a sus hermanos Fernando y Gonzalo para que acusaran a su madre la Reina Munia o Mayor, llamada también Elvira, de adulterio ante el rey y toda la Corte. El motivo fue la venganza. Estando ausente el Rey Sancho, García se encaprichó del caballo favorito de su padre, y rogó a la reina para que se lo prestase. Doña Munia se negó (por recomendación de un caballero de la Corte, pues en principio estaba dispuesta) pues el Rey no dudaría en castigarla por desidia, pues era su caballo favorito y a su mujer lo había dejado en cuidado. García tramó la perdición de su madre, ganandose la complicidad de sus hermanos en la calumnia. El Rey encerró a la Reina en la fortaleza de Nájera mientras decidía su destino, que finalmente, como era costumbre en la época se determinó que su inocencia o culpabilidad se resolviera mediante juicio de batalla. El resultado final de la batalla demostraría la verdad o falsedad de la acusación.


Ningún caballero del Reino quiso arriesgarse a luchar por el honor de la Reina. Entonces Ramiro, salió al campo dispuesto a combatir contra sus hermanos. A punto de comenzar la batalla, un fraile rompió el secreto de confesión y manifestó la inocencia de la Reina (los tres hermanos avergonzados habían confesado su mala acción a aquel fraile). El joven Ramiro, que era un extraño respecto a la Reina, fue colmado de honores y alabanzas.


El Rey Sancho suplicó a su mujer que perdonara a los infantes y ella finalmente accedió a condición de que el primogénito, no heredase Castilla que era de ella. La Reina, agradecida por el valor de Ramiro, le dió sus arras, que era el Condado de Aragón, con aquiescencia del Rey. Doña Munia le adoptó por hijo, haciéndole salir de debajo de sus ropas en un parto simbólico que le legitimaba.


"Puesta ya en el cadahalso un cavallero venía el cual era don Ramiro, moço de gran osadía.
Hijo bastardo del Rey, virtuoso a maravilla,éste repto a los infantes y les dixo que mentían(...)
Respondió luego la Reyna de esta manera dezía: Desheredo yo mis hijos de aquello que dar podía.
Y heredo a don Ramiro de aquello que merecía.
Que hijo mas verdadero reparó la honra mía.
Doyle el Reyno de Aragón para después de mi vida.
Luego el Rey hizo lo mismo porque muy bien le quería.
Assí fue Rey don Ramiro, por su bondad y valía
De los Reynos de Aragón, donde mucho lo querían(...)"

Eso cuenta la leyenda. No hay pruebas de que fuese hijo natural de Sancho, sino mas bien, hijo legítimo junto a sus hermanos. Para Sancho Y Doña Munia. Ramiro habría sido el menor de ellos...¿o no?.


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Nacido probablemente hacia 1006, Ramiro sería el menor de los hermanos. Su educación fue confiada al eitán Jimeno Garcés, senior de Sos, Boltaña y Uncastillo. Siguiendo una costumbre de la Corte pamplonesa, en vida aún de su padre, Ramiro I fue puesto al frente del antiguo condado de Aragón, del que fue rey al morir Sancho el Mayor en 1035. 

Un año después, cuando tendría unos dieciséis de edad, casó con Gisberga-Ermesinda, hija de Bernardo Roger, conde de Carcasona, y de Garsenda, condesa de Bigorra. De una relación extramatrimonial nació su primer hijo, al que se conoce como conde Sancho Ramírez  Antes de 1054 casó en segundas nupcias con una señora llamada Inés. Fueron hijos legítimos su sucesor, el rey Sancho Ramírez, el infante García, que fue obispo de Jaca (1076-1086), y Sancha, que casó con el conde Ermengol III de Urgel. Es posible que tuviera otras dos hijas: Teresa, de quien se dice fue esposa del conde Beltrán de Provenza, y Urraca, que profesaría en el monasterio de Santa Cruz de la Serós.

El 18-X-1035 moría el rey Sancho el Mayor y Ramiro I se constituyó primer rey de Aragón. En 1043 guerreó contra su hermano García III de Navarra y, aunque fue vencido por éste en Tafalla, consiguió incorporar a su reino los castillos de Sos, Uncastillo, Luesia y Biel. Este mismo año o el siguiente sucedió a su otro hermano Gonzalo, muerto sin sucesión, y se intituló rey de Aragón, Sobrarbe y Ribagorza. Al morir García III de Navarra, derrotado en Atapuerca el 1-IX-1054 por Fernando I de Castilla, Ramiro suscribió un pacto de ayuda con su sobrino y nuevo rey pamplonés Sancho IV, en virtud del cual fueron anexionados al reino de Aragón el valle de Escá, el extremo occidental del valle del Aragón y la Valdonsella.

La primera acción guerrera conocida de Ramiro I contra los musulmanes se efectuó en 1057-1058, cuando, con la complicidad de algunos moros y mozárabes, intentó la conquista de la Sotonera islamizada y de la importante plaza de Bolea, seguramente como primer paso hacia la toma de la ciudad de Huesca. No tuvo éxito y sus cómplices fueron duramente castigados. 

Decidido a presentar batalla en otros frentes, confió el gobierno rutinario de Aragón a su hijo y futuro rey Sancho Ramírez, para dedicarse a un ambicioso plan contra la taifa de Lérida en la Baja Ribagorza y contra la de Zaragoza en el Somontano de Barbastro. En septiembre de 1058, los condes aliados Ermengol III de Urgel y Ramón Berenguer I de Barcelona poseían los castillos de Purroy de la Solana y Pilzán. No debió de quedar al margen de la alianza Ramiro I, el cual casó a su hija Sancha con el conde de Urgel que era pariente del barcelonés. En 1062 había conquistado ya la plaza de Benabarre y las poblaciones situadas entre los ríos Guart y Noguera y los condes se habían repartido los castillos meridionales de la zona, que reconocieron pertenecer a la jurisdicción condal de Ribagorza.

El inmediato objetivo fue la conquista de Graus y Barbastro por los ejércitos mandados por Ramiro I y el conde Ermengol III de Urgel. No tuvo suerte el aragonés, que fue muerto en el asedio de Graus el 8-III-1064 en lucha con los soldados de la taifa de Zaragoza, ayudados quizá por hombres del rey de Castilla. A pesar del revés sufrido por los cristianos, Ermengol III, yerno de Ramiro I, coronó el plan con la toma de la ciudad de Barbastro en agosto del mismo año, ciudad que incorporó al reino de su cuñado, el rey Sancho Ramírez.

De la Corte itinerante de Ramiro I, estructurada según el modelo navarro, se conocen los cargos de mayordomo, kaballeriço, taliatore, votiller y skançano, más el de aitán o eitán. El grupo más numeroso de cortesanos era el de los seniores, que tenían a su cargo la jurisdicción civil y militar de los castillos y la formación del ejército real. Formaban también parte de la Corte los obispos de Aragón-Huesca y de Roda, más los abades de los monasterios. La cancillería real usaba en sus documentos la letra visigótica y databa por la era hispánica. La justicia era administrada por el rey y sus barones. En cuanto a la política eclesiástica de Ramiro I, cabe destacar su amistad con el abad Odilón del monasterio borgoñón de Cluny, que intervino en la pacificación entre el aragonés y su hermano García III de Navarra; continuó la obra de su padre en la benedictinización y restauración de antiguas abadías e intentó con relativo éxito la fundación de dos nuevos monasterios, los de Samitier y San Juan de Pano, sitos en las riberas occidental y oriental, respectivamente, del Cinca.

La obra de Ramiro I no se redujo a la simple creación del reino aragonés. Gracias a su iniciativa y, en buena parte, a la suerte, se logró la fijación de los límites occidentales y orientales del territorio heredado de su padre, más que duplicando su extensión. Hay que atribuirle también el inicio de la dinámica expansiva hacia la Tierra Baja islamizada, que tan buenos resultados había de dar en los reinados de su hijo y de sus nietos.


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Religión: Enigmas y misterios
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San Adrián de Sasabe

El primer obispado del condado de Aragón se documenta en el siglo X, en que el obispo de Pamplona consagra a Ferriolo en la sede de San Adrián de Sasabe. Hasta ese momento los aragoneses dependerían del obispo mozárabe de Huesca o del de Pamplona.

El cenobio está levantado en la confluencia de dos barrancos que hacen que la mayor parte del año se encuentre anegado por las aguas. En sus tiempos de esplendor, fue origen del Condado de Aragón y sede episcopal, conformando un gran recinto, donde parece que la Santa Copa estuvo durante más de treinta años. Hoy presenta una pequeña ermita, pero plagada de simbolismo medieval, misterios y leyendas...
Pero ¿porqué y con qué finalidad construyeron el monasterio en aquella zona, propensa a inundaciones?.
Para poder entenderlo debo recordar que para los antiguos Cultos, como el Celta, el Agua  era sagrada por venir del cielo y de los dioses, las fuentes eran sagradas para los Celtas y todas las aguas estaban pobladas de genios y espíritus protectores. Esta simbiosis queda evidenciada por la unión del culto Cristiano y Pagano que debió existir en este edificio (además hay buen numero de dólmenes en la zona), esta fue la Iglesia de un Monasterio ya desaparecido del Siglo X, donde tenían sede los Obispos Aragoneses, antes de que Jaca fuera Obispado y donde como reza en un sillar de la portada Sur “HIC REQUIESCUNT TRES EPISCOPI” (Aqui descansan tres Obispos), lo cual nos enlaza todo lo visto con un Cristianismo primigenio, fuertemente influido por los ritos paganos, que todavía tendrían mucha fuerza en aquella zona en el lejano año 900.

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La leyenda de San Adrián

Cuando se avanza desde Villanúa, pasando por Borau (donde según se dice estuvo alguna vez guardado el Santo Grial), se llega a la iglesia románica de San Adrián de Sasabe, en medio de bosques y montes. En el ábside, la parte mejor conservada, pueden verse aún unas tallas que representan un rostro de mujer y una mano que sostiene una cruz.

Quiere la tradición que dichas imágenes aluden a Santa Natalia y su esposo, San Adrián. Este último era un centurión romano, de la milicia imperial, en la época del emperador Maximiano, a finales del siglo III.
En una ocasión, mientras custodiaba a 33 cautivos cristianos condenados al martirio, estos lo convirtieron a su fe cuando él les preguntó qué recompensa esperaban obtener por el castigo que estaban a punto de sufrir. “La gloria de Dios”, fue la convincente respuesta.
Adrián los dejó libres y, desde luego, fue apresado por órden del propio emperador.
Lo torturaron para que confesara dónde estaban los prisioneros, pero Adrián resistió. Ante su negativa, hicieron traer a su esposa, Natalia, para que presenciara el suplicio.
Ella, que era cristiana en secreto desde hacía algún tiempo, en lugar de presionarlo para que confesara, le dio ánimos para resistir, para que no pensara el mundo terrenal, sino en la gloria divina.
Los torturadores, entonces, cortaron las manos del centurión, que murió desangrado.
Su esposa escondió una de sus manos entre la ropa y huyó, al poco tiempo, junto a otros cristianos en un barco, llevando sólo la mano de su esposo. Pero en mitad de la travesía, una terrible tormenta dejó la nave a la deriva.
Entonces la mano de Adrián tomó el timón y llevó a los fugitivos a un sitio seguro. Luego, Natalia llevó la mano al lugar donde estaba enterrado el mártir, la puso junto al cuerpo y murió abrazada a su esposo.

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Ermita de Santa María de Iguácel

Llevábamos poco tiempo viviendo en el Pirineo. Probablemente menos de tres meses, en un pequeño apartamento en Villanúa, mientras poníamos en marcha nuestro proyecto conjunto de creación de Casa Estarrún. Hace ya más de una década de esa tarde de finales de octubre, si no me falla la memoria, en la que decidimos acercarnos a conocer la ermita de Santa María de Iguácel. Según nos aproximábamos con el coche nos sorprendió el paisaje, tan fantasmático, de La Garcipollera, y al llegar al emplazamiento del templo nos sorprendió aún más su imponente traza, casi naval.

Un día de otoño, entre semana, sólo podíamos hallarnos solos en aquel lugar, por lo que la aparición de Julio Jiménez Betrán, “don Julio”, no pudo ser sino providencial. Vecino de la despoblada Villanovilla, y celoso sacristán de la iglesia, en esa breve horquilla de tiempo que compartimos aquel día no sólo tuvo la generosidad de abrirnos las puertas del recinto para que admiráramos su belleza secreta, sino que supo insuflarnos cumplidamente su amor por esta ermita. Descanse en paz la bella persona que fue d
on Julio, en cuyo recuerdo escribimos hoy estas líneas.

 
Contexto histórico

Y es que la iglesia de Santa María de Iguácel, datada en el siglo XI y declarada “Bien de Interés Cultural” en 1990, es una de las joyas del arte románico que se encuentra en la zona, concretamente en el valle de la Garcipollera, al que se accede desde la carretera (N-330) que comunica Jaca con Canfranc Estación y las pistas de esquí de Candanchú y Astún (a la altura de Castiello de Jaca, de donde sale una pista forestal).

Presenta la particularidad de ser uno de los templos románicos mejor conservados de los valles pirenaicos aragoneses (el cual puede contemplarse en el mismo estado que presentaba originalmente, a excepción de la torre que se le añadió en el siglo XII), así como de ser la única iglesia de nuestro entorno que conserva los frescos del altar mayor in situ, para absoluto deleite del visitante.

Mucho hay que decir, sobre ambos extremos, respecto al protagonismo que en este excelente estado de conservación tuvieron los habitantes de La Garcipollera, cuya devoción al templo y a su Virgen impidió que este cayera en el abandono y que sus pinturas sucumbieran a los estragos de las humedades que lo acometían. También hay que hacer mención del encomiable trabajo desempeñado por la Asociación Sancho Ramírez en lo tocante a su restauración, finalizada en 1982. De hecho, esta entrada pretende ser un compendio de la información proporcionada por tal asociación en la publicación relativa a este templo que vio la luz en el año 1996, la cual se inspiró en las publicaciones anteriores más relevantes.

Para contextualizarla históricamente hay que hacer mención de que la mandaron reformar hasta adquirir su aspecto actual el conde Sancho Galíndez y su esposa Urraca bajo el reinado de Sancho Ramírez, del cual dicho conde fue su preceptor. Hablamos de un templo edificado en torno a 1072, lo cual lo sitúa en los albores de la historia del reino de Aragón, que fue fundado por Ramiro I (padre de Sancho Ramírez) en el año 1035 y que entonces conformaba los territorios aledaños del río Aragón. Sancho Ramírez emanciparía al reino de Aragón de la tutela del reino de Navarra al convertirlo en feudatario de la Santa Sede, y ello y la posterior anexión del reino de Pamplona al de Aragón enriquecería sustancialmente el territorio original. En 1077 la capital del reino de Aragón fue asignada a Jaca, que adquiriría un Fuero con derechos y deberes específicos para sus habitantes.

Desde comienzos del siglo XI y hasta mediados del XII se desarrolló por toda la Europa occidental el arte románico en sus diversas manifestaciones, y en la zona en la que nos encontramos el Camino de Santiago vertebró la construcción de templos tan significativos para este estilo como la Catedral de Jaca, el monasterio de San Juan de la Peña o las iglesias de Santa María de Iguácel y San Adrián de Sasabe, además de extender la cronología del Románico hasta mediados del siglo XIII. Este dato es importante tenerlo presente al observar Santa María de Iguácel por primera vez, dados sus importantes paralelismos (aunque a una escala menor) con la Catedral de Jaca, edificada en la misma época.


El templo y las pinturas murales

En el templo del que nos ocupamos pueden verse representadas dos etapas constructivas, una más cercana al primer Románico, o “primitivo”, que la caracteriza arquitectónicamente, y otra de carácter más ornamental y emparejada con el Románico “pleno” (también conocido como “francés” o”jaqués”), representada en sus elementos decorativos.

Si consideramos la orientación de la edificación, debemos reparar en que, siguiendo la tradición románica, el ábside del templo (lugar donde se encuentra el altar mayor) está orientado al Este, por donde sale el sol, estableciéndose el paralelismo entre la luz que genera la vida y el mensaje universal de Cristo.

En la fachada occidental se halla la portada principal por la que se accede a la iglesia, la cual consta de un trabajo decorativo bastante refinado, en el que destaca uno de los primeros ejemplos de empleo de capiteles corintios en el arte románico español. En dos de ellos, los que sujetan las columnas, los estudiosos han identificado dos escenas contrapuestas simbólicamente: Daniel en el foso de los leones (arquetipo del buen cristiano, y encarnación del triunfo del bien sobre el mal; escena asimismo representada en la portada principal de la Catedral de Jaca), y la figura del avaro (encarnación del mal cristiano, que contraviene el ideal de pobreza cristiano y se  pierde por ello), condenada y hostigada por unas figuras diabólicas.

Precedidos por esta simbología espiritual, en el interior nos encontramos con una edificación sobria, de una única nave, aunque de altura considerable, y con escasas y pequeñas ventanas que procuran una sensación de recogimiento. Llama también la atención el suelo de la iglesia, labrado de cantos rodados y formando un dibujo circular frente al presbiterio (la zona que precede al ábside).

Con todo, al caminar por la nave hacia el ábside resultaremos gratamente sorprendidos, si no impresionados, por las pinturas góticas (s. XV) que lo decoran, pese a haber sido conservadas sólo fragmentariamente. Y es que, además de la belleza de su policromía y de sus motivos, son uno de los escasos ejemplos de pintura mural del periodo (sobresaliente, en Aragón, por la cantidad y calidad de sus manifestaciones artísticas, sobre todo en la pintura sobre tabla), conservadas además in situ. Cabe destacar que las pinturas que hoy observamos fueron cubiertas por varias capas de cal y sólo las labores de restauración realizadas en la tardía fecha de 1989 consiguieron restituirlas para nuestro disfrute, ignorándose si existían pinturas en otras partes del templo. Se trata, asimismo, de una obra anónima, pues desconocemos el nombre del autor o autores que la ejecutaron, lo que era bastante común, en lo relativo a la pintura mural, en este periodo.

Las pinturas se dividen en tres registros horizontales, estando dedicada la franja central a la vida de la Virgen, y destacándose en el centro la naif imagen de la Virgen de la Buena Leche (ya que su pecho asoma a la altura del cuello), amamantando al niño Jesús (representación muy valorada a lo largo de toda la Edad Media, hasta su prohibición por el Concilio de Trento, finalizado en 1563); a su izquierda se representa la Anunciación y a su derecha el Nacimiento de Jesús en Belén, así como la Adoración de los Reyes Magos en el extremo derecho.

En el registro inferior aparecen algunas de las figuras de los Apóstoles, y en el registro superior, el más deteriorado, el Calvario de Cristo.

Si el templo se visita el segundo domingo de julio, en el que se celebra la tradicional Romería a la ermita, será posible, asimismo, contemplar en su interior la espléndida talla románica de la Virgen Madre sedente (s. XII), que durante el resto del año descansa en el Museo Diocesano de Jaca. Se desconoce quién realizó esta talla en madera de la Virgen de Santa María de Iguácel, pero parece que se trataría de un artesano ligado a la escuela navarro-aragonesa de imaginería mariana, muy viva a lo largo de la Edad Media, e igualmente en los templos del Pirineo. La Virgen es representada como Trono de la Sabiduría y por ello sostiene en la mano una esfera roja que simboliza su poder como mediadora entre Dios y el ser humano. El Niño, que reposa en sus rodillas, porta en una de sus manos la Biblia.

En el Museo Diocesano de Jaca,, se podrán contemplar también el frontal que embellecía el altar mayor, con algunas representaciones atípicas de la vida de la Virgen (como el repudio de José o el momento posterior al parto, atendido por dos comadronas), y la reja que separaba el ábside y el presbiterio del resto del espacio del templo, la cual parece ser una de las rejas románicas más antiguas de nuestro país.
 
No merecía el valle de la Garcipollera, integrado por los municipios de Bescós de la Garcipollera (constituido por Bescós, Yosa y Bergosa) y Acín (formado por Acín, Villanovilla y Larrosa), sufrir el éxodo masivo de su población a raíz del plan de repoblación forestal que en 1955 fue implementado a la fuerza desde el Estado, comprando prácticamente todas las tierras del valle. No lo merecía, como no se merecen los Pirineos, el agro en general, padecer la desertización poblacional que es el pan nuestro de cada día. Pero sus habitantes nunca acabaron de marcharse del valle ni de su ermita y hoy Iguácel ha salido victoriosa de su abandono.

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Mucho más relevantes fueron, en cambio, los monasterios, que articularon no solo los aspectos eclesiásticos, sino que supusieron una parte importante de la articulación política, social y cultural del territorio.



Monasterio de San Pedro de Siresa
Historia, mitos y leyendas en un entorno incomparable.
  

Asegura la leyenda que en un hueco abierto en su ábside permaneció oculto el Santo Grial. Una leyenda que bien podría convertirse en una verdad absoluta si nos ceñimos al significado implícito de este tesoro iniciático en lo que se refiere a sabiduría y conocimiento; porque según el testimonio de San Eulogio de Córdoba en el año 848, “su biblioteca ilumina todo el occidente”.

El monasterio de San Pedro de Siresa, del que solo se conserva su extraordinaria y sobria iglesia con dimensiones de catedral, data de principios del s.IX, cuando el emperador Carlomagno o su hijo Ludovico Pío (se desconoce a ciencia cierta quién dio la orden), enviaron colonos desde Aquitania que se asentaron en el Valle de Echo con el objetivo de defender la Marca Hispánica de los avances de las tropas musulmanas.

 (Se especula hoy en día con la ubicación de la batalla de roncesvalles. Si se demostrara que el ejército de Carlomagno hubiese hecho la retirada por los puertos de Siresa, tendríamos una explicación muy lógica de la construcción tan gigantesca que realizaron los carolíngios en una aldea tan pequeña. En mi opinión,  construyeron el monasterio allí, para homenajear a Roland y a miles de soldados francos que cayeron en la emboscada).

Estratégicamente, pocos enclaves pirenáicos ofrecían las condiciones óptimas para la movilidad de la cultura, la sabiduría o las tendencias. Por Siresa discurría la espectacular calzada romana que unía la comarca francesa del Béarn con Caesaraugusta a través del Puerto del Palo; una auténtica obra de ingeniería que siguió operativa durante toda la Edad Media facilitando el paso a personas, pero también a carros e incluso a maquinaria tecnológica de la época.

Fueron el conde Galindo Aznárez y el abad Zacarías -miembros del destacamento de colonos bearneses- los encargados de iniciar la época de esplendor que durante varios siglos vivió la comarca pirenaica. Zacarías compró a Sorbetano -jefe de la población autóctona de origen celtíbero- la villa de Surba -Siresa- donde fundó el cenobio de mayores dimensiones de los Pirineos. 

No obstante, tanto su enigmático diseño arquitectónico como la falta de datos fehaciente sobre su fecha de construcción hacen creíble la teoría de que Almanzor destruyera la primera edificación de corte carolingio allá por el año 999 cuando arrasó toda la zona pirenaica; y que la iglesia que ahora conocemos -románica- se elevara sobre la anterior.

Sea como fuere, tal y como hizo saber San Eulogio de Córdoba al obispo Wilesindo de Pamplona -en una carta enviada en el año 851- el cenobio “ilumina todo el occidente” aumentando así el prestigio de su exquisita biblioteca y de su influencia. El Monasterio de San Pedro de Siresa llegó a albergar en esa época a más de cien monjes, además de leyendas y mitos -como el de la serpiente de La Mora- que se han trasmitido de boca en boca hasta nuestros días.

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Leyenda /  La Serpiente de la Mora

Fue -según la creencia popular- un pastor el que, mientras cuidaba de sus ovejas, descubrió una cueva donde una enigmática mujer con cuerpo de serpiente peinaba sus cabellos ante un espejo. “La Mora” custodiaba un gran tesoro, y el pastor, seducido por su brillo, se hizo con un cáliz de oro y huyó con él a la carrera. Dándose cuenta del agravio, la serpiente con cabeza de mujer lo persiguió sin tregua; mientras, el pastor -viéndose ya perdido-, se dirigió hasta la puerta principal de la iglesia del monasterio pidiéndole a San Pedro que le abriera la puerta. Así fue. Las puertas se abrieron, y, cuando el pastor entró, se cerraron provocando la ira de la serpiente, la cual, tras dar un fuerte latigazo, se convirtió en piedra.
Y allí está, desde hace mil años, prisionera y petrificada su maldad, en la sillería de la entrada de la iglesia; dando cuenta y certeza a los incrédulos de que aquello -según la sabiduría popular- sucedió “de buena tinta”.

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* Una belísima historia sólo superada -quizás- por las supuestas cualidades mágicas de la espiral de poder realizada con guijarros que se encuentra situada en el suelo justo en el centro de la iglesia; la cual, sin embargo, y a pesar de los espolios, conserva valiosísimos tesoros artísticos en su interior como varios retablos góticos dedicados a San Juan Evangelista, la Trinidad, San Esteban y Santiago; Situada frente a la puerta sur, adosada al muro norte, encontramos la talla románica de la Virgen de Siresa en madera policromada. Es una talla sedente, una "Virgen-Trono" sustentando a Cristo sobre su rodilla izquierda. Es obra del S XIII.

El Cristo románico del XII, tallado en nogal policromado que se halló en las obras de restauración del templo. Estaba enterrado en una especie de "sepulcro", probablemente para ponerlo a resguardo de su destrucción en la última gran guerra. Tras su restauración, se expone en el brazo norte del crucero. Magnífico hallazgo que merece la pena contemplar en forma pausada.
Destaca por su expresión de serenidad durmiente, sus barbas geométricas rematadas en volutas de aspecto elegante; y su ombligo en espiral, con aspecto de galaxia.


Pero el Monasterio de Siresa también es -además de mitos, leyendas y arte- un enclave histórico de enorme interés.

Allí se educó Alfonso I de Aragón, apodado El Batallador, durante unos años en los que jamás pensó que tuviera opción alguna al trono. Y sobretodo, desde allí se iluminó occidente en un tiempo de tinieblas, tal y como atestigua San Eulogio de Córdoba.

Durante los siglos IX y X en Aragón se desarrollaron varios conjuntos monásticos que incorporaban a sus dominios territorios de notable extensión. Se observan en sus reglas tradiciones tanto mozárabes como carolingias. No fue hasta el siglo XI, con la fundación del reino, que la influencia del rito romano penetraría en las abadías aragonesas. 

En sus scriptória se utilizó tanto la letra carolina como la visigótica, y las fábricas de sus iglesias combinarán elementos mozárabes de influjo musulmán con otros rasgos prerrománicos de difícil adscripción.

Otros monasterios importantes fueron el de San Martín de Cillas (primera mitad del siglo IX), situado al comienzo del valle de Ansó a poca distancia de la foz de Biniés; el de San Julián de Navasal, en la cabecera del valle de Hecho; San Martín de Cercito (valle de Acumuer, al oeste del condado aragonés) y el comentado anteriorment, San Adrián de Sasabe, fundado a fines del siglo IX y sito en el valle de Borau, que a comienzos del siguiente siglo se convertiría en la primera diócesis de Aragón.

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Conocer más sobre:
El antigüo Monasterio de Siresa

Cuando se visita San Pedro de Siresa la primera sensación que se tiene, aun sin ser un profundo conocedor del arte románico, es la de contemplar un monumento distinto a los demás de la época románica. Bien distinto de los más antiguos como Sásave, San Pedro de Jaca, Buil, Iguácel, San Juan de la Peña, Santa Cruz de la Serós, etc. Y además, grande, muy grande para lo habitual de la época. Sus dimensiones son comparables sólo a la Catedral de Jaca ordenada construir por un Rey con incipiente Reino cuando Siresa llevaba un par de siglos -como poco- de ventaja.

Como escribió el Profesor Guillermo Fatás el 12 de Mayo de 1990 en el Heraldo de Aragón (cuando en el mismo periódico se daba cuenta del hallazgo del cimborrio de Siresa confirmando las teorías de Don Antonio Durán Gudiol sobre el origen carolingio del monumento): "...Por decirlo de algún modo, incluso las veneradas piedras de San Juan de la Peña son unas jovencitas, comparadas con sus hermanas chesas, que arraigan a Aragón en Europa, desde hace más de un milenio." El origen "oficial" data de principios del IX cuando Aznar Galíndez, conde carolingio, consiguió establecerse en este territorio ultrapirenaico dando comienzo a la dinastía condal de Aragón. Importó la "moda" al uso de su lugar de origen y la edificación que surgió, no podía ser sino carolingia... Diferente.
 
En palabras de Durán: "Vi que no había otro momento a propósito en que se pudiera levantar una iglesia tan monumental como ésta salvo cuando la fundación del Condado de Aragón hacia el año 830" (, anterior al S X). Ya antes hubo un monasterio visigótico como se demostró en las excavaciones del verano de 1991 que pusieron de manifiesto estructuras correspondientes a una iglesia de tres naves y ábside rectangular a la altura del actual crucero. (Heraldo de Aragón. 2 de Febrero de 1992). Durán Gudiol abogaba por mantener visibles las estructuras halladas, con técnicas modernas que no interfiriesen con el culto normal del templo. Evidentemente no se le escuchó y se soterraron, "ocultando un excelente documento de identidad del valle de Hecho"

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Historia

Se trata de una antigua fundación, posiblemente visigótica1​ (de hecho, las excavaciones realizadas en 1991 así lo atestiguaron, aunque se volvieron a soterrar los restos localizados en las mismas).2​ Su esplendor en época tan temprana seguramente se vio impulsado por la proximidad de una antigua calzada romana,3​ que seguía el valle de Hecho, desde Zaragoza y Berdún (en el municipio de Canal de Berdún) al Bearne (Francia), pasando por el collado del Puerto de Palo.

La primera noticia documental de este establecimiento se encuentra en una donación de tierras efectuada en 833,4​ concretamente el 25 de noviembre,3​ por Galindo Garcés (conde de Aragón entre 833 y 844) y su esposa Guldegrut. El primer abad del monasterio fue Zacarías, que organizó el monasterio de acuerdo con las reglas fijadas en 816 en un sínodo celebrado en Aquisgrán, inspiradas en la regla de Crodegango de Metz.3​

Más adelante, en una visita realizada en 852, Eulogio de Córdoba transmite noticias a Guilesindo de Pamplona sobre el esplendor del monasterio y de su biblioteca. Encontró en San Pedro de Siresa obras de tradición grecolatina que no habían sido conservadas en la Córdoba del Califato. Relaciona la existencia de la Eneida, obra cumbre de la literatura épica latina, poesía de Horacio y Juvenal, fábulas de Aviano o La ciudad de Dios de Agustín de Hipona, que a partir de ese momento formaron parte de la cultura hispánica andalusí.5​

En 867, Galindo I Aznárez (sucesor de Galindo Garcés, conde de Aragón entre 844 y 867) le cede la villa de Echo, cabeza del valle, además de un importante patrimonio que incluía decenas de viñedos, campos de labor y la villa de Surba.

El monasterio también se benefició de la restauración de la antigua sede episcopal de Huesca, que había desaparecido durante mucho tiempo. De hecho, desde el 922 fue sede episcopal.1​ Durante los años siguientes (siglo X) se van encontrando donaciones y confirmaciones de propiedades por parte del poder, recibiendo por ejemplo la población de Hecho como donación.1​ A ello cabe añadir una política de inversión de las rentas monásticas en la adquisición de nuevas tierras.3​ La donación de Hecho al monasterio fue efectuada el año 864, donación a la que se añadieron todas las tierras del valle de Hecho, desde Javierregay (hoy en término municipal de Puente la Reina de Jaca) hasta el lugar de Aguas Tuertas, en pleno Pirineo, donde nace el río Aragón Subordán, hoy en término municipal de Ansó.3​

El propio conde Galindo Aznárez fundó posteriormente el monasterio de San Pedro de Jaca, en Jaca, que recibió la advocación de San Pedro por ser sus fundadores monjes procedentes del monasterio de San Pedro de Siresa.​

A consecuencia de la expedición contra Pamplona de Almanzor (999), se despobló el monasterio de Siresa. En 1063 pasó a depender de la diócesis de Jaca y más adelante, en 1077, el rey Sancho Ramírez de Aragón estableció una comunidad de canónigos que seguían la regla de san Agustín. A su frente situó a su hermana la condesa doña Sancha, que dirigió el cenobio entre 1082 y fines de 1095. Tenía la categoría de Capilla Real, independizándose en realidad por la vía de hecho de su dependencia respecto de Jaca.

En este monasterio se educó Alfonso (1073–1134), que una vez se convirtió en rey de Aragón (con el nombre de Alfonso I el Batallador) confirmó, en 1113, los privilegios del monasterio, además de otorgarle otras propiedades y beneficios adicionales.

El monasterio inició su decadencia al producirse la unión definitiva con la diócesis de Jaca en 1145.​


El edificio

Es en esta época cuando, posiblemente, se levanta buena parte de la iglesia actual, reflejo de la época de esplendor, y único elemento que ha sobrevivido del monasterio.1​ Concretamente, la edificación se inició en el año 1082, como reforma de la antigua abadía carolingia.6​ Se reanudó a mediados del mismo siglo pero parece que quedó inacabada.

Se trata de una construcción de grandes dimensiones, de planta cruciforme (en cruz latina7​) y con un único ábside semicircular (por su interior, aunque en el exterior es poligonal,4​) bajo el que se encuentra la cripta.1​ Esta iglesia conserva restos de construcciones prerrománicas, a los pies de la nave. En este sentido hay que destacar la maciza construcción que da forma en la puerta principal, exteriormente destaca un cuerpo que se avanza del nivel de la fachada, rematado con un par de arcos de medio punto, y un pequeño campanario dotado desde 1920 con un reloj mecánico, de la empresa Coll de las Cellas, aún en funcionamiento.8​ En el tímpano de esta puerta figura un crismón. Interiormente esta estructura soporta una tribuna elevada.

En el crucero hubo un cimborrio provisto con cúpula semiesférica que, tras derrumbarse por un incendio,4​ fue sustituido en el tramo central del crucero por una bóveda de arista, y los tramos laterales por bóveda de cañón.1​ El ábside tiene tres aberturas, que se combinan con arcos ciegos, interior y exteriormente, decorados tan sólo por cordones.​

En el siglo XIII se llevó a cabo una restauración del edificio, de menor calidad arquitectónica, apreciable a simple vista.6​ Conserva aún una parte de su mobiliario del que hay que destacar un Cristo de un descendimiento, posiblemente del siglo XII, una Virgen del siglo XIII y unos retablos góticos6​ dedicados a San Juan Evangelista, la Trinidad, San Esteban y Santiago.

Es de destacar que, contrariamente a los usos de la zona y período, no existe ninguna escultura en la edificación, que presenta de este modo un aspecto de total sobriedad. De este modo, casi el único elemento decorativo presente en su fachada es el crismón.​

Declarado Monumento Nacional en 1931,​ desde entonces se han llevado a cabo diversas campañas de restauración. Actualmente es la iglesia parroquial del núcleo de Siresa.

 
La lápida romana de Siresa

Volví a San Pedro de Siresa -una vez más- el Sábado Santo de 2005. El tiempo amenazaba lluvia y una buena cantidad de turistas aprovechaban el puente de Semana Santa para acercarse al Pirineo. Cuando Juana, la guía, abrió el templo ya me dijo que "había novedades". Y nada más entrar, casi frente a la puerta de entrada vi que había vuelto al templo la lápida romana que en la Carta Arqueológica de España dedicada a la provincia de Huesca de 1984, se menciona situada en el templo de este modo: "En el altar izquierdo de la iglesia de San Pedro de Siresa". Por fin ha retornado. Ha sido reubicada en el muro norte del tercer tramo de la nave. En la imágenes inferiores la muestro, con su epigrafía repasada a la derecha para su mejor lectura. Es imagen interactiva y situando el cursor sobre la misma aparece resaltada la inscripción

Se trata de una lápida conmemorativa en mármol blanco, de 57 x 78 cm datable entre los años 383 y 388. Da cuenta de la ubicación y los problemas de mantenimiento de la vía romana (Viam Famosam) de carácter militar que desde Caesaraugusta atraviesa el Pirineo por el puerto del Palo (Summo Pyreneo) para continuar en la Galia hacia Foro Ligneo, Aspallvga, Ilvrone y Benearnvm. La unión con Caesaragusta donde convergen un buen número de rutas, le da una especial importancia. Gracias a esta inscripción se puede asegurar la localización del Summo Pyreneo en el puerto del Palo y no en Somport. Ello asegura la importancia de la vía en ese tiempo así como en la época en que los condes carolingios penetran por la misma hacia Aragón. Siresa es una fundación carolingia íntimamente ligada a esta vía romana.

Magno Máximo (MAGNVS CLEMENS MAXIMVS) Emperador del 383 al 388 nació en Hispania, en la Tarraconense. Alto mando del ejército romano en Bretaña bajo el reinado de Graciano. Fue proclamado emperador por sus soldados descontentos del gobierno de Graciano. Máximo invadió la Galia de inmediato. Los soldados abandonaron a Graciano que fue capturado y asesinado en su huida hacia Italia. De esta forma Máximo se convirtió en gobernador de Bretaña, Galia, España y África. Su ambición le llevó a añadir Italia a sus dominios y en 387 invadió la península. Valentiniano II huyó ante él pero Teodosio se enfrenta a él y le vence en la batalla de Poetovio. Fue ejecutado cerca de Aquilea el 28 de Julio de 388. En la inscripción de Siresa se hace mención del Gobernador de la Nova Provincia Máxima (La Tarraconense): Antonivs Maximinvs. Ya no se vuelven a tener noticias de él. Debió de correr pareja suerte que su derrotado emperador. 


Leyenda del Santo Grial en el monasterio de Siresa

Se dice que en un hueco abierto en el ábside se encontró el Santo Grial,​ al que se relaciona también con algunas otras edificaciones religiosas de las cercanías, como el monasterio de San Juan de la Peña, la cueva de Yebra de Basa, la iglesia de San Adrián de Sásabe, San Pedro de la Sede Real de Bailo, o la Catedral de Jaca, hasta su posterior traslado a Valencia, concretamente a su catedral después de pasar por Zaragoza y Barcelona.    

(En el capítulo anterior dedicado al Condado de Aragón, cuento la leyenda del Grial y su paso por diferentes ermitas y monasterios Oscenses. Por lo tanto, seguiremos con los orígenes de Jaca y el Reino de Aragón).     


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Economía y sociedad
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La economía del condado de Aragón fue en sus inicios de gran austeridad, basada en el cultivo del trigo, cebada y avena en las pocas extensiones de cultivo que proporcionaban los angostos valles de la geografía pirenaica, y en la actividad pecuaria, principal recurso de esta economía de subsistencia. También hubo cultivos de vid, aunque escasos debido al inconveniente clima de montaña, ya que la religión cristiana tiene el vino como un producto básico en su tradición cultural.

La actividad industrial estaba reducida a las necesidades indispensables de la población, con una producción artesana y familiar dedicada sobre todo a útiles de trabajo y enseres personales.

La población vivía en pequeñas aldeas e incluso en viviendas aisladas, así como al abrigo de fortalezas y monasterios. Solo a fines del siglo IX comienzan a vislumbrarse ciertos cambios, debido a la evolución de la economía de guerra en la zona fronteriza. Conforme la pujanza bélica se acrecienta, surgen señores que dominan castillos y poblaciones amuralladas, dando origen a una jerarquía social de carácter típicamente feudal. 

Estos magnates acumularon tierras y hombres y dotaron de un impulso económico a los territorios que defendían y explotaban; similar actividad desarrollaron los monasterios, cuyos monjes no repararon, en muchas ocasiones, en mantener y promover la actividad bélica como La Orden del Temple que luego comentaremos.

De cualquier modo, en el Condado de Aragón predominaron los pequeños propietarios, y una sociedad en la que, exceptuando a unas decenas de magnates, no había excesiva diferencia socioeconómica entre los hombres. Fue más notable el desarrollo del feudalismo en los condados orientales de Ribagorza y Pallás, muy influidos por el condado de Tolosa y la monarquía franca. 

En todo caso, la evolución del siglo X hacia el XI está en la línea de una mayor importancia de la actividad guerrera, con el consiguiente aumento de señores y caballeros, que con la creación del Reino de Aragón constituirían una base de barones y ricoshombres que dominarían durante toda la Edad Media la política aragonesa.

No se puede hablar de establecimientos urbanos en los siglos IX y X. Jaca, que sería la primera ciudad del reino, no experimentó su notable crecimiento hasta el siglo XI, con la creación de la catedral, su papel como encrucijada en el camino de Santiago, y la recepción del Fuero de Jaca que permitió atraer a un importante número de hombres libres burgueses, mercaderes y artesanos, ya con el decidido apoyo de los primeros reyes de Aragón.


Los orígenes de Jaca

Las menciones escritas a las tribus de los iaccetanis, al territorio que ocupaban, la Iaccetania, y a la capital de éste Iacca, se inició antes de la Era cristiana.La conformación de esta región hay que situarla en la Proto- historia peninsular. Sabemos que en el año 195 a.d.C. fue dominada la plaza fuerte de Iacca por el cónsul  Marco Porcio Catón, pasando a convertirse en cabeza de la romana Jaccetania y que las tribus autóctonas acuñaban moneda de tipo ibérico (ea probable que fueran de raíz vascona). Tito Livio refiere el ardid con que Marco Poncio Catón hubo de dominar a los ásperos e incultos jacetanos, que impávidos vieron caer sobre su ciudad las águilas de Roma.
A la hora de definir los límites actuales de la Jacetania, tema de por sí aleatorio y discutible, se ha llegado a la aceptable conclusión de hacerla coincidir básicamente con el territorio del primitivo Condado de Aragón, con el del Reino de Aragón en sus primeras andaduras y con el de la casi milenaria Diócesis de Jaca.
Hay un paralelismo muy estrecho entre entre Covadonga y los monasterios de Siresa y San Juan de la Peña, como focos iniciales de la Reconquista contra los musulmanes.

A la muerte de Sancho III Garcés, “el Mayor”  y por disposición testamentaria, un hijo natural de este monarca sería el primer rey del incipiente Reino de Aragón, con el nombre de Ramiro I, al que pronto incorporaría, por muerte violenta de uno de sus hermanos, los vecinos condados pirenáicos de Sobrabe y Ribagorza.
Este primer rey aragonés fijaría la capital de su reino y la sede de la Diócesis de Aragón, hasta entonces intinerante, en el pequeño castro religioso- militar de Jaca, que su hijo, Sancho Ramírez, convertiría en ciudad y a la que otorgaría el famosísimo Fuero de Jaca, en el que posteriormente se inspirarían tantos otros  de Castilla y Navarra.


El Fuero de Jaca

De la colección de pergaminos, destaca entre todos el llamado Fuero de Jaca, del que se conservan dos copias visigóticas, además de la transcripción que se hizo del mismo en el Libro de la Cadena.Se trata de un documento, datado en 1077, en el que el rey Sancho Ramírez concede fuero a Jaca, convirtiéndola en ciudad y derogando “los malos fueros que tenían”. Su fin era atraer pobladores, muchos de ellos extranjeros, que contribuyeran al florecimiento de la nueva ciudad que sería capital del reino. Ofrecía un estatuto de libertad personal a comerciantes, artesanos, hospederos, cambiadores de moneda, etc.
Así, el fuero se compone de una serie de cláusulas, entre las que podemos destacar:
Que cada uno edifique y cierre su vivienda como mejor pueda. No pagará la ciudad la pena de homicidio si algún ladrón fuese muerto cuando estaba robando.
Los ganados de los vecinos podrán pacer hasta donde pudiesen ir y volver en el día.
Nadie podrá ser preso si da la fianza correspondiente
Que ningún habitante de la ciudad respondiese a cualquier juez que no residiese en la misma población jaquesa
Que no se pueda dar ni vender sus fincas ni a la Iglesia ni a los Infanzones.

Todas estas cláusulas establecen numerosas garantías de seguridad jurídica y procesal, que hacían a los jacetanos unos ciudadanos privilegiados para la época. Muy pronto, este fuero será copiado por otros lugares, sobre todo por los situados en los caminos de peregrinación a Santiago. 

El propio Sancho Ramírez lo utilizará en la creación de Estella. Se inspirarán en nuestro fuero los de otros lugares como Sangüesa, San Sebastián u Olorón. Incluso en 1187, el rey Alfonso II, en la confirmación de los fueros de Jaca, señala que “le consta que de Castilla, Navarra y de otras regiones suelen venir a Jaca para aprender sus buenas costumbres y fueros y llevarlos a sus lugares”.El Fuero de Jaca sería confirmado por los sucesores del rey Sancho Ramírez varias veces. Ramiro II lo hará en 1134; Alfonso II en 1187, concediéndoles, además, feria para la fiesta de Santa Cruz de mayo y por quince días; Pedro II lo hará en 1197; y Jaime I los confirmará en 1225, 1227 y 1269.
En el año 2010 se llevaron a cabo los trabajos de restauración de una de las copias visigóticas.


Jaca 
sigue creciendo


A partir de este momento la ciudad y su comarca, se convierten en activo foco comercial y cultural al amparo de la estratégica  posición de Jaca en el cruce de dos importantes y antíguas vías de comunicación; la calzada que unía Zaragoza con el Bearn galo por el puerto del Somport (donde se encontraba el importante hospital de Santa Cristina que ahora comentaré), y la que por la Canal de Berdún seguía el curso del río Aragón camino de Pamplona.
Estas calzadas llevaban a los peregrinos hacia Santiago de Compostela a la vez que canalizaban un intenso comercio entre Africa y Europa.En el siglo XI ya existía una organización aduanera entre Canfranc y Jaca así como una barriada de comerciantes francos exentos de impuestos en la ciudad Jaquesa, lo que constituyó el principal recurso económico de la Jacetania (hoy en día es el turismo el que utiliza estas mismas vías para el desarrollo jacetano).

Hay otras dos vías, también de origen romano que cumplían la misma misión que las anteriores : la del puerto del Palo (que ya hemos comentado anteriormente que supuestamente se produjo la emboscada al ejercito de Carlmagno) y que unía la frontera con Siresa, Hecho y Puente la Reina.
La otra vía era la que discurría por el Portalet, Sallent de Gállego que des ciende por el valle de Tena , Biescas y Sabiñánigo.


Historia del Camino de Santiago en Aragón

Religuiosidad medieval y peregrinaciones.
La peregrinación a lugares sagrados y a los grandes santuarios siempre fue una prescripción común a muchas religiones, que han otorgado al itinerario físico un sentido de camino penitencial, de purificación y de acercamiento a la divinidad. La esperanza que movía al peregrino era alcanzar la curación del alma y del cuerpo, al final del camino.

Los grandes centros de peregrinación de la Cristiandad medieval nacieron alrededor de santos sepulcros: Jerusalén, Roma y Santiago. Pero otros muchos templos de segundo orden atraían a los peregrinos en cada país, región y comarca. Cuando no existían tumbas famosas, se usaban reliquias. En la Edad Media, el afán por conseguirlas estimulaba grandes gastos, luchas o incluso peligrosas expediciones. Todos los santuarios y catedrales ambicionaban su posesión y acumulación, porque multiplicaban su prestigio y atraían a multitud de peregrinos, donaciones y cuantiosos legados.

La peregrinación fue en su origen un fenómeno espontáneo, pero con el paso del tiempo se fue institucionalizando. Las órdenes religiosas y militares mediante la fundación de hospitales o alberguerías para la asistencia de pobres y peregrinos, fijaron los grandes caminos de peregrinación y fueron sus más inspirados propagandistas.
Sin embargo, la naturaleza de la peregrinación no era sólo religiosa. Toda una masa abigarrada de mercaderes, vagabundos, ladrones, juglares y prostitutas se mezclaba en los caminos con los auténticos peregrinos.
En el ámbito económico, el camino de peregrinación se convirtió muy pronto en una ruta comercial de primer orden, coincidiendo con el momento (siglos X-XI) en que se produce una fase de gran crecimiento económico, de renacimiento urbano y de revolución comercial. De esta forma, a su paso, la ruta jacobea concitó la fundación de ciudades y mercados; hizo la fortuna de los antiguos núcleos urbanos; enriqueció a sus regiones y las abrió a las corrientes culturales de la época.
Lo mismo sucedió en Aragón y en las ciudades, villas y mercados que se poblaron al paso del Camino de Santiago: Canfranc, Jaca, Berdún, Ruesta y Tiermas fueron los núcleos principales, dotados con hospitales y también con ferias y mercados. Otros lugares de paso, de menor entidad, también se contagiaron de las diversas influencias y aportaciones jacobeas: espirituales, piadosas, caritativas, asistenciales, mercantiles, picarescas, etc.

Surgimiento de la peregrinación jacobea.
El culto al apóstol Santiago en Galicia comenzó en el siglo IX, con su altar situado sobre un antiguo templo romano dedicado a Júpiter. El origen probable se remonta al obispo Teodomiro (muerto en el 847), quien habría adaptado el culto pagano de Júpiter (Dios del Trueno y del Relámpago) al culto cristianizador a Santiago Zebedeo (que los Evangelios nombra como Hijo del Trueno). Como era habitual en la época, la invención de la leyenda y de la tumba del apóstol que nunca estuvo en Hispania servía a la lucha del clero medieval por extirpar los antiguos cultos paganos, todavía muy arraigados.
Esta aparición fue pronto conocida en la corte carolingia, surgiendo el interés por el nuevo culto en la lejana Galicia, y comenzando las peregrinaciones. Con el tiempo, poco a poco, se irán fijando los diversos itinerarios o caminos que ha tenido el Camino de Santiago. En el siglo IX se utilizan las calzadas romanas que transitan al norte de la España Musulmana.


Rutas del Camino Jacobeo en Aragón

El primer itinerario aragonés atravesaba los Pirineos por el puerto del Palo (valle de Hecho), pasaba por el monasterio de San Pedro de Siresa y se dirigía a Ruesta y a Pamplona. El primer tramo de esta ruta seguía la calzada romana que recorría el valle. Alcanzada la Canal de Berdún, se continuaba por la calzada Jaca-Pamplona. San Eulogio, obispo de Córdoba que visitó la zona en 848, señalaba que en Siresa se atendía exquisitamente a los peregrinos.

En el siglo XI, los primeros reyes de Aragón reconstruyeron y mejoraron la red de comunicaciones de su territorio, reparando las vías romanas todavía en uso, obrando otras nuevas, y construyendo puentes, albergues y baños vinculados a las rutas principales. Así sucedió con el camino jacobeo, transitado desde hace tiempo por muchos peregrinos y viajeros que necesitaban de la protección de los reyes y obispos.


En aquellas fechas la ruta del valle de Hecho cedió el protagonismo al camino del puerto del Somport, donde transitaba la ruta de comercio internacional más importante del naciente reino, que atravesaba el alto valle del Aragón y pasaba por Jaca. El peaje que gravaba el tránsito mercantil se cobraba en el castillo de Candanchú, en Canfranc y en Jaca, y de él estaban exentos los peregrinos. Bajo la mirada del castillo de Candanchú se situó el Hospital de Santa Cristina de Somport, que fue la mayor y la más famosa institución de acogida de todo el reino. Regida por una comunidad de canónigos, poseían delegaciones, hospitales propios y cofradías dependientes en muchos núcleos del camino jacobeo, desde el Bearn hasta Soria.


Al llegar al Campo de Jaca o a la Canal de Berdún, el camino cambiaba su dirección norte-sur por la de este-oeste, siguiendo la ribera del Aragón hasta Tiermas y la frontera con Navarra. Dirección que no abandonará ya hasta alcanzar la tumba del apóstol.


Este camino, en realidad, era una densa y extensa red viaria que incluía centenares de tramos y de ramificaciones. Los ramales partían de los diversos puntos de origen: zona centroeuropea, Inglaterra, Francia, Flandes, Italia y de todos los rincones de la Península Ibérica. La mayoría de estos ramales se juntaban en los Pirineos, para atravesar sus pasos principales. Otros iban por mar, alcanzando puertos como Barcelona y Valencia, y después subiendo hasta Zaragoza, para sumarse a la ruta principal. 

Los peregrinos hallaban, en todas las ciudades, catedrales que custodiaban o decían custodiar las reliquias de grandes santos, discípulos del apóstol, patronos locales u objetos relacionados con Jesús y su Pasión. En la catedral de Jaca se veneraba a Santa Orosia, patrona comarcal, y otras reliquias como un brazo de San Pedro y un maxilar con dos muelas de San Andrés.

La proliferación en época medieval de grandes monasterios y santuarios –propietarios todos ellos de reliquias famosas-, también provocaba la creación de nuevas rutas que se bifurcaban de los itinerarios principales para acercar a los peregrinos hasta sus iglesias. Un ejemplo cercano lo tenemos en San Juan de la Peña, hasta donde se desplazaban muchos peregrinos jacobeos a su paso por el tramo aragonés. Allí se veneraban las osamentas de San Indalecio, obispo de Almería del siglo III (a quien se hizo pasar por discípulo del apóstol Santiago); las de los santos fundadores del cenobio (Voto y Félix); y el mismísimo Santo Grial, que contuvo la sangre de Cristo. Y lo mismo sucedía con los desvíos que conducían hasta San Pedro de Siresa o hasta San Salvador de Leire, custodios de otras tantas reliquias.

Esta compleja y entroncada red viaria de peregrinación contaba con una serie de nódulos o cruces de caminos donde confluían y se ramificaban los distintos tramos; donde se situaban las ciudades y mercados principales; y donde también se multiplicaban los equipamientos, hospitales y centros de asistencia para pobres y peregrinos. En nuestra comarca, los principales nódulos jacobeos fueron Jaca, Astorito y Tiermas, puntos de parada obligada.

El Camino de Santiago entró en crisis en el siglo XVI. La Reforma protestante, principalmente, fue la causa de esta decadencia. Por un lado, la ruptura entre la Europa reformada y la España católica, acompañada por la fortificación y militarización de la frontera. Por otro, el recuerdo en tierras francesas de que también en Toulouse se conservaba un cuerpo del apóstol Santiago. ¿Cuál era el auténtico?.


Candanchú y su desconocido Hospital de Peregrinos

La estación de esquí más antigua de España es, todos los inviernos, el destino elegido por miles de amantes de la nieve para disfrutar de su deporte preferido. Pocos de ellos saben, sin embargo, que a escasos metros de una de sus pistas más ilustres, el Tobazo, se encuentran los cimientos del que fue considerado, desde su fundación en el siglo XI, como “uno de los tres pilares de la caridad en el mundo”. Los restos del antiguo Hospital de Santa Cristina, en pleno puerto oscense del Somport (el Summus Portus), junto a la frontera francesa, pasan desapercibidos para la mayoría de esquiadores.
Los restos están localizados junto a la    curva de entrada a la estación y vigilados por las urbanizaciones cercanas. Los despojos desde hace veinte años están siendo objeto de un meritorio, trabajo de estudio y conservación del hospital de peregrinos aunque discontinuo, esfuerzo arqueológico que debe ser recompensado, al menos, con una visita.

La primera guía de viajes de la que se tiene noticias, el Codex Calixtinus (atribuido al Papa Calixto II), ya hace referencia a este hospital, a mediados del siglo XII, como una de las villas que jalonan el Camino de Santiago. Reunir en un tratado las vicisitudes de la ruta jacobea no era una cuestión menor, pues se calcula que en la Edad Media entre 200.000 y 500.000 peregrinos afrontaban cada año tan difícil travesía. El viajero que se acerque hasta este singular sitio arqueológico difícilmente podrá comprender, a la vista de esos cimientos recuperados del olvido, la importancia que adquirió durante siglos este centro de acogida para peregrinos. Los paneles informativos colocados por el Gobierno de Aragón hablan por esas piedras obligadas a enmudecer durante siglos, pero no está de más recordar aquí un pasaje del Codex Calixtinus especialmente clarificador:

Tres son particularmente las columnas, de extraordinaria utilidad, que el Señor estableció en este mundo, para el sostenimiento de sus pobres, a saber: el Hospital de Jerusalén, el Hospital de Mont Joux (en los Alpes) y el Hospital de Santa Cristina en el Somport. Están situados estos hospitales en puntos de verdadera necesidad. Se trata de lugares santos, templos de Dios; lugares de recuperación para los bienaventurados peregrinos, descanso para los necesitados, alivio para los enfermos, salvación de los muertos y auxilio para los vivos. Quienquiera que haya levantado estos santos lugares, sin duda alguna, estará en posesión del Reino de Dios”.

La paternidad del hospital es confusa.
Mayoritariamente se atribuye al impulso del rey Sancho el Mayor de Pamplona a finales del siglo XI, aunque algunos autores apuntan un origen templario a través de la Orden del Santo Sepulcro. Y la leyenda, siempre la leyenda. Según ésta, la iniciativa fue de dos peregrinos franceses, Arnovio y Sineval, que se vieron sorprendidos -camino de Compostela- por una violenta ventisca en la cima del puerto que separa Francia de España. Atérridos de frío y viendo cerca la muerte se encomendaron a Santa Cristina. De entre la niebla surgió como por encanto una pequeña cabaña donde les esperaban unas viandas para calmar el hambre y una fogata para calentarse. Agradecidos a la santa,prometieron construir un hospital para peregrinos en ese mismo lugar. Una paloma blanca les delimitó el contorno con una cruz de oro que portaba en el pico. Al regresar de Compostela, los peregrinos se pusieron manos a la obra, levantando el primigenio hospital. Desde entonces, una paloma con una cruz en el pico fue el emblema del albergue, del que se harían cargo monjes de la orden de San Agustín.
A los canónigos agustinos les sucedieron al frente del hospital, a comienzos del siglo XVII, los padres dominicos, que también dejaron grabada esa paloma en la piedra de su convento en Jaca. El viajero puede comprobarlo por sí mismo acercándose a la capital de la Jacetania (veinte minutos en coche desde Candanchú). En la actualidad, el viejo convento es el Colegio de las Hermanas de la Caridad de Santa Ana, situado junto al Paseo de Invierno. Allí, sobre la puerta de entrada, están cincelados el emblema del desaparecido hospital y el ruego que salvó la vida a los dos peregrinos franceses: “Santa Cristina ora pro nobis”.
Pero volvamos al Somport. Los viajeros podían permanecer tres días en el hospital, aunque si estaban enfermos eran evacuados a lomos de una mula, montaña abajo, a la cercana villa de Canfranc. El menú que servían los frailes era reconstituyente. Para almorzar, sopa y dos vasos de vino; en la comida, de nuevo sopa, acompañada ahora de carne con legumbres y otros tres vasos de vino; y en la cena, legumbres y carne y… ¿lo adivinan? ¡Tres vasos más de vino! Con semejante dieta no es de extrañar que los monjes tuviesen que poner un límite a la estancia de los peregrinos para no convertir el albergue en un galpón.

En el siglo XIII, el monasterio hospital alcanzó su máximo esplendor, enriquecido por encomiendas papales que extendieron sus dominios a villas del sur de Francia, Navarra, Soria, Aragón y hasta Castilla. Por esa época atendían el establecimiento hospitalario una decena de frailes bajo el mando de un prior. Todo el enclave llegó a contar con una iglesia románica, un monasterio adosado al templo, un cementerio, el hospital de peregrinos (que contó al menos con ocho habitaciones), la residencia del prior y la ermita de Santa Bárbara, situada en la parte baja, junto al antigo puente que salvaba el cauce del barranco. Hoy en día en pleno siglo XXI, todo este terreno que ocupaba tan singular monasterio y hospital, es la actual Candanchú.

¿Qué es lo que puede ver hoy el viajero que se desplace hasta Candanchú del que fue tan renombrado enclave?
Los trabajos iniciados en 1987, actualmente dirigidos por el historiador y arqueólogo José Luis Ona, han sacado a la luz parte de los restos de la iglesia románica (junto al ábside, sus muros alcanzan casi cuatro metros de altura); de la cripta y del mesón construido en el siglo XVI, en plena decadencia del hospital, como fuente de ingresos extra; y el trazado de las calles que unían unas edificaciones con otras. Las mismas filtraciones de agua, procedentes ahora de las urbanizaciones cercanas, que amenazan este hallazgo arqueológico ya traían de cabeza a los canónigos, que se las ingeniaron para encauzar las escorrentías (el desagüe de las aguas pluviales) por medio de drenajes que todavía pueden apreciarse.

Las guerras de religión con los albigenses (los cátaros del otro lado de los Pirineos) y los protestantes del Bearn francés marcan el comienzo de la decadencia del hospital de Santa Cristina a partir del siglo XVI. Felipe II envía tropas a la frontera para mantener a raya a los herejes y todos los monjes, salvo uno que se queda de retén, son evacuados a Jaca. Del palacio donde estuvieron alojados hasta 1597 no queda ni rastro, pues se derribó para construir la Ciudadela, hoy en día todo un emblema de la ciudad altoaragonesa. Los monjes son trasladados entonces al monasterio de Monte Aragón por orden de los superiores dominicos. Uno de ellos, fray Luis Beguería, se resiste y paga su desobediencia con la cárcel.


La puntilla llega con el incendio de 1706 fruto de las contiendas de la Guerra de Sucesión que aupó a los Borbones al trono español. De las cenizas del “unun de tribus mundi” -uno de los tres (hospitales) del mundo- sólo renació el mesón, que fue alquilado junto a los pastos anexos. Asociaciones como la de Amigos del Camino de Santiago de Jaca, que luchan para que no se pierdan la memoria de la desaparecida e ilustre hospedería, reclaman ahora al Gobierno de Aragón que construya junto al enclave original un albergue de peregrinos que perpetúe el glorioso pasado del hospital de Santa Cristina de Somport.
Los políticos, como casi siempre, tienen la última palabra.


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Tierra de misterios: "El Serrablo"
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San Urbez en Nocito
Carlos Ollés Estopiñá es autor de "Lugares mágicos de Aragón"

La austeridad y el estilo de vida de los serrableses desde sus primeros asentamientos en este pequeño rincón aragonés, ha propiciado que cada uno de los días vividos en estas tierras, haya sido una lucha cuerpo a cuerpo contra la soledad y el olvido. El tiempo se ha comportado como un erosionador enemigo de sus gentes y de su cultura, haciendo que la indiferencia se instalase en estas tierras en un intento de engullir sus ricas y coloridas tradiciones milenarias. Por el contrario, la historia ha sido la única que ha hecho justicia a estas nobles gentes, colocándolas en el lugar justo y preciso de la historia de este viejo reino; corroborando que el Serrablo fue, es y será una pieza clave para construir la historia de Aragón y demostrando que esta callada tierra, es un eslabón imprescindible a la hora de conformar esta rica región histórica.

El pueblo de Nocito al fondo peña Guara.
No tendremos que ahondar mucho en la búsqueda para encontrar mitos y leyendas que han aportado personalidad al Serrablo, leyendas que van de la mano de la historia y de los lugares concretos donde han acontecido, haciendo que esta zona permanezca viva en las mentes de todas las personas que han andado sus caminos y han bebido de su rica y ancestral cultura.

En el mismo corazón del Serrablo se mantiene viva e inalterable entre otras la leyenda de San Urbez.
Anacoreta y santo de origen galo, que vivió sobre el siglo VII. Durante su infancia sufrió de persecución en su tierra natal y penosa esclavitud en Galicia siendo, a partir de su liberación, cuando se forja la leyenda de este santo en tierras del Serrablo, al querer retornar a su país natal pero al que nunca llegó, ya que al paso por el Serrablo algo en su interior despertó e hizo que se quedara como ermitaño en la conocida cueva de los Sestrales cercana a la conocida población de Nocito.


Leyenda de:  San Urbez.

La leyenda de este santo es de lo más humano. Siempre volcado en ayudar a los demás, dicen que las gentes de Nocito lo respetaban por ello, sintiendo verdadera admiración por este santo. Pero san Urbez veía con preocupación cómo los vecinos de Nocito se encontraban divididos a causa de una guerra territorial por las tierras que configuraban el término municipal, cuya frontera natural la delimitaba el rio que pasaba por mitad de esta bonita población serrablesa. Cierto día los vecinos de ambas partes del río deciden poner a prueba a san Urbez en un intento de que él mediara en este asunto tan controvertido, al ver en el santo a una persona sabia y neutral. Al hacerle la pregunta los vecinos de a quienes quería más y por lo tanto en qué lado le gustaría quedarse a vivir. San Urbez, lanzando su largo cayado al cielo con fuerza exclamo: "Donde caiga mi garata allí sere enamorato", (donde caiga mi cayado allí querré vivir) yendo a caer el cayado justo en el centro del río, por lo que dedujeron que debían hacer un puente y unir las dos partes para vivir como un solo pueblo.

Dicen de él que vivió cien años, que bendecía el sitio donde se hallaba con su sola presencia y que el trigo nacía por donde pisaba, por lo que podemos deducir que el Serrablo está bendecido en perpetuidad por este santo varón. Cuando murió guardaron sus restos dentro de un arcón con tres cerraduras siendo depositado en la iglesia románica construida cerca del eremitorio de Nocito. Poco a poco y con el paso de los siglos, este santo fue ganado adeptos por sus milagros a la vez que crecía en volumen la iglesia donde se hallaban sus restos óseos, convirtiéndose con el tiempo en santuario. Se puede decir que desde el siglo VIII hasta el XVI no ha dejado de haber remodelaciones importantes en este templo pudiéndose apreciar en él, una mezcla de estilos arquitectónicos de diferentes épocas dándole una riqueza inusitada a este complejo religioso.

Como en tantos otros lugares de la geografía aragonesa, la guerra civil vivida con especial crudeza en Aragón, se ensañó con todo lo referente a lo religioso, destruyéndose gran cantidad de patrimonio eclesiástico de incalculable valor. En Nocito también se vivieron momentos tristes para la historia de esta tierra, al ser quemadas las reliquias del santo y expoliadas las riquezas del santuario de san Urbez. Dichas reliquias eran utilizadas como reclamo para las beneficiosas lluvias, en la celebración conocida como "La mojada de san Urbez". Cuenta la tradición que en esta celebración se sacaban las reliquias del santo en solemne procesión desde el santuario de san Urbez hasta una balsa existente en las inmediaciones del templo donde eran sumergidas las reliquias del santo, para como ya digo, propiciar las lluvias y facilitar las cosechas en estas austeras tierras. Tradiciones ancestrales y leyendas como ésta, afianzan al Serrablo como lugar histórico vivo, dando una lectura clara de su riqueza cultural y humana.


El antiguo monasterio de San Urbez.

Saliendo de Nocito hacia el este, la pista nos conduce a la hoy ermita de San Úrbez, que en otro tiempo fuera iglesia monástica de un renombrado cenobio que hunde sus raíces en el mundo visigodo/mozárabe.
Hubo monasterio visigodo y antes población y quizá templo romano como atestiguaban sendas esculturas de cabezas romanas marmóreas empotradas en sus muros. Hoy están en el Museo de Huesca.
A finales del XI pasó a depender del monasterio de San Ponce de Tomières. Durante siglos constituyó el depósito de los restos de los niños-mártires Justo y Pastor, conservados actualmente en San Pedro el Viejo de Huesca. El monasterio fue el centro religioso y cultural de los valles del Guarga.
Las llaves para visitar el templo las suelen guardar en la casa al sur del templo ("Refugio de San Úrbez", con habitaciones de 4-6 plazas, regentado por Genoveva -974 340142-), o en Nocito (Preguntar en el pueblo). 


Un Camino de Santiago mágico y desconocido

Otras particularidades de esta zona que han quedado ocultas entre las sombras del pasado y olvidadas en el tiempo, como arrinconadas por la historia, tienen matices de gran importancia para el Serrablo y que hoy les daremos alas para que regresen con fuerza, mostrando al mundo que este bello rincón de Aragón tiene todavía mucho que decir. Me estoy refiriendo al "Camino de Santiago": dicho esto, seguro que todos piensan en el que atraviesa el Somport; pues no, mi referencia es a otra vía del camino de Santiago, en concreto me estoy refiriendo al que viene del Mediterráneo, más concretamente de Tierra Santa y que desembarca en costas mediterráneas, camino que desde el gran interés que despierta en mí, he investigado y teorizado siguiendo cierta lógica racional y con pruebas halladas no poco contundentes.

Como curioso e investigador de temas míticos, religiosos y mágicos, me he interesado por todo lo concerniente al camino de Santiago, camino rico en cultura, matices antropológicos y sobretodo humanos, este estudio me ha llevado a descubrir la existencia de este camino de Santiago que parte de las costas mediterráneas y que asciende por toda la geografía aragonesa para unirse al camino que viene del Somport mas o menos a la altura de san Juan de la peña. Mi estudio se inicia en la población de Cretas, en la comarca del Matarraña situada en la provincia de Teruel donde, en esta población se puede observar un viejo y olvidado hospital de peregrinos dedicado a dar descanso al caminante, que viene de la costa después de desembarcar en los puertos tarraconenses y castellonenses proveniente de Tierra Santa y que encamina sus pasos hacia el norte para encontrarse como ya digo con el otro camino que viene cruzando los Pirineos, así pues, su siguiente parada sería con toda lógica, el monasterio de Rueda en la población de Sástago (Zaragoza), otro gran complejo eclesiástico que cuenta con una gran hospedería.

Continuaríamos en este periplo viajero encaminando nuestros pasos hacia el Pilar de Zaragoza, siendo este templo el primer centro mariano creado por el apóstol Santiago en su deambular por esta piel de toro en busca de almas que convertir. En el siguiente paso de mi mapa personal estaría san Pedro el viejo en Huesca capital, joya de nuestro románico donde como curiosidad podremos observar el horóscopo de Jesús en un claro "stellium" o conjunción de planetas que marca la fecha de nacimiento del Mesías y que esta no es precisamente el 25 de diciembre. Desde aquí el caminante se dirigirá hacia las tierras del Serrablo para pernoctar en el santuario de san Urbez en Nocito, ya que como podemos observar, la iglesia tiene adosada una gran casa que hacía las veces de hospedería de caminantes; desde esta localización el peregrino, siguiendo el ocaso del sol, debería dirigir sus pasos hacia san Juan de la peña, lugar emblemático para Aragón, cuna de este viejo reino y donde se guardó durante muchos años el controvertido Santo Grial. Desde este sitio el peregrino dirigiría sus pasos hacia el monasterio de Leire, saliendo de esta manera de nuestro territorio para adentrarse en tierras navarras. Podremos apreciar que este camino del santo compostelano discurre por las tres provincias aragonesas y sin embargo no es nada conocido, ni en nuestra tierra ni en el resto del país. No obstante, la lectura que podemos sacar es que en otros tiempos, los caminos del Serrablo estuvieron transitados por multitud de almas en un intento de purificación personal y penitencia, siguiendo los pasos del apóstol y que muy probablemente el propio Santiago "el mayor" también andó por los mismos caminos que transitó san Urbez.

Deduciremos por lo tanto, que la parte más mágica del camino de Santiago serrablés viene de la mano de nuestro santo anacoreta afincado en estas tierras, ya que su nombre, su persona y su vida nos habla constantemente de este llamado camino de la perfección o de Santiago. La vida de san Urbez nos habla de esclavitud y de sufrimiento, su ida a Galicia como esclavo y su retorno como hombre libre. Creo que todos apreciamos la alegoría de san Urbez, pues el camino de Santiago, es un camino de renacimiento de un nuevo hombre, ya que en él se inicia el viaje de ida con muchas ataduras sociales y en el camino el caminante se va despojando de esas cargas mundanas y despertando a un nuevo hombre, regresando de Galicia libre de ataduras y como un hombre nuevo. Pero si esta similitud entre el caminante y la vida de san Urbez es curiosamente tan plausible, cuando traducimos de la antigua lengua vascona su nombre lo apreciamos con más claridad. "Urbez o Urbicio" vendría a significar Camino de la perfección, es decir, su nombre nos habla categóricamente del camino de Santiago, una prueba más de que este camino iniciático y mágico que trascurría por el corazón del Serrablo, haciendo como ya podemos intuir, que la hospedería de Nocito fuese muy transitada por peregrinos venidos de Tierra Santa.

Queda claro entonces, que el Serrablo aún tiene mucho que aportar a la personalidad de Aragón: la historia de este bello rincón oscense tiene matices insospechados y que están reposando y esperando como el buen vino a que alguien los descorche, para mostrar al mundo la densa riqueza antropológica que posee, ya que miremos por donde miremos en cualquiera de los rincones del Serrablo, encontraremos leyendas, historias y mitos que solo el tiempo ha podido generar, señal inequívoca de que este territorio tiene unas raíces muy profundas arraigadas en el tiempo y en las gentes que con su esfuerzo construyeron este bello rincón del reino de Aragón.

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Misteriosas Iglesias del Serrablo

Introducción:

El Serrablo es una comarca de la provincia de Huesca, cuya capital es Sabiñanigo. La comarca se encuentra en la orilla oriental del río Gállego (Gállicus, el que viene de Francia). 

Se conoce por el nombre de iglesias del Serrablo, a un grupo de pequeñas iglesias construidas en la cuenca alta del río Gállego y su afluente el río Guarga—generalmente en la margen izquierda—, entre los siglos X y XI, sin paralelismo alguno en el resto de España y tan poco en Europa (zona que en la alta Edad Media se conocía como El Serrablo, topónimo también desenterrado recientemente).


Un poco de Historia

El grueso de las iglesias mozárabes la componen un total de diecisiete iglesias levantadas entre los siglos X y XI, erigidas para acabar con la abundante tradición pagana de sus habitantes y para aglutinar a las gentes en pequeños pueblos que nacieron a la sombra de estas iglesias.

El Serrablo, con la espina dorsal en el río Gállego, era zona poblada de mozárabes, cristianos súbditos del Waliato de Huesca, que desconocieron los movimientos de liberación fomentados por la política de la corte carolingia en el siglo IX y que permanecieron fieles a las autoridades musulmanas oscenses. 

Si bien es cierto que las iglesias mozárabes de la comarca son las más conocidas y visitadas, no hay que olvidar un buen número de monumentos religiosos, a los que se podría calificar como románico rural, que ofrecen también un indudable interés. Suelen presentar una sola nave rectangular con cabecera semicircular y pertenecen a los siglos XII y XIII. En la ribera del Gallego destacan las iglesias de Espierre, Sorripas, Rapún, Orna, Latre y Javierrelatre. En el valle de Basa, las de Allué y Orús. Y en la Guardaguera, las iglesias de Ceresola y Arruaba son las que merecen una mayor atención. 


¿Mozárabes o Románicas?

En función de las dos principales corrientes interpretativas acerca de estas iglesias, son consideradas o bien mozárabes construidas desde el siglo X por comunidades cristianas bajo dominio islámico (Antonio Durán Gudiol y la asociación Amigos de Serrablo); o bien (según otros historiadores del arte de la Universidad de Zaragoza) prerrománicas o de un primer románico del siglo XI surgido en los inicios del reino de Aragón. conocido fambién como estílo Románico Jaqués. En tal caso sería una arquitectura de una época temprana del románico con elementos del arte mozárabe tomados de la arquitectura musulmana.

Las poblaciones donde se encuentran las iglesias del Serrablo.
Entre las iglesias del Serrablo cabe citar las de Arto, Basarán (que fue llevada a Formigal), Busa, Espierre, Gavín, San Bartolomé de Gavín, San Pelay, Isún, Ordovés, Lárrede, Lasieso, Oliván, Orós Bajo, Otal, Rasal, Satué y Susín. La iglesia de San Pedro de Lárrede está considerada el prototipo de todo este grupo arquitectónico homogéneo. 


Aclaración:

Como muchas de las iglesias de las que hablamos en esta página se encuentran en lugares abandonados o de difícil acceso, conviene si alguien tiene ganas de visitarlas que se interese por las condiciones del terreno y como se puede acceder a ellas, y quien es el responsable de las llaves de la iglesia en caso de querer visitar su interior.



Características arquitectónicas de éstas singulares Iglesias

El prototipo de templo serrablés consta de una nave rectangular culminada con un ábside visigótico enriquecido con la sustitución de la cabecera rectangular por un diseño semicircular de tradición carolingia. Los maestros serrableses adoptaron del arte musulmán la torre-campanario, las ventanas bíforas y tríforas de arquillos de herradura y el alfiz de puertas y ventanas. Además, de la iglesia visigótica mantuvieron la disposición de la nave con acceso por una puerta de arco de herradura; y del arte carolingio introdujeron la decoración de arcos ciegos y friso de baquetones en el ábside. Este modelo exclusivamente serrablés, destaca por el acierto en la conjugación de tan diversos elementos artísticos y por la innegable belleza resultante.

Cabe señalar que se trata de iglesias de muy reducido tamaño. Sus naves son de planta rectangular, con la excepción de San Pedro de Lárrede, que es de cruz latina, y tienen sus ábsides en el lado oriental. En varios casos disponen de naves laterales adosadas a la principal, como son Basarán, Oliván, Lasieso etc, pero siempre de construcción muy posterior a la edificación original. 

Los muros laterales son distintos, ya que los orientados al norte son totalmente ciegos, siendo el muro sur donde se sitúan tanto las puertas como los vanos que iluminan interiormente (salvo en el caso de Ordovés). Como hemos indicado el muro norte no tiene ningún vano o abertura, lo cual se debe de explicar con arreglo a las condiciones climatológicas de la zona. El paramento sur, correspondiente al lado de la epístola, se organizaba con la base del sistema de fenestraje que ilumina la nave. En él se practicaban de tres a cinco ventanas, caso éste de Lárrede, más la puerta de ingreso a la iglesia. una ventana -de uno o varios vanos- para iluminar la zona del imafronte de la nave.


Las ventanas:

Son varios los modelos de ventanas conservadas, que constituyen el elemento decorativo del mozárabe oscense. Pueden ser de uno, dos o tres vanos, de arco semicircular o de herradura, pudiendo estar o no enmarcadas por un alfiz. 
Ventanas de un solo vano se presentan en las torres de San Bartolomé de Gavín y Yésero, en arco de herradura de labra muy tosca. De dos arcos concéntricos de medio punto, enmarcados en alfiz, tenemos ejemplos en Lárrede y sin estar enmarcados por el alfiz se pueden ver en Isún y Orós Bajo. Las iglesias de Rasal y Ordovés presentan ventanas de un solo vano que son simplemente aspilleras. 

Dentro de la teoría de ventanas, el muro occidental de Lárrede y el meridional de Susín poseen ventanas con dos pequeños arcos de herradura muy cerrados, enmarcados por otro semicircular y enmarcado por alfiz. 
Con tres arcos de herradura y alfiz se pueden ver en el muro occidental de Busa y en el cuerpo superior de la torre de Lárrede. Estas tríforas son características de la torre-campanario que tipifica el grupo. Asi como las vemos en arco de herradura con alfiz en Lárrede y Busa, las de San Bartolomé de Gavín debido a su mayor antigüedad no presentan alfiz. Lasieso presenta, en su torre, triforas en arco de medio punto, de labra tosca, que preludian el primer románico aragonés. 
Hay que señalar que la torre de Oliván, recientemente restaurada presenta indicios claros de haber poseído una trifora antiguamente.


Las torres- campanario:

El otro elemento más característico de estas iglesias es la torre-campanario de inspiración siria. Se trata de torres muy esbeltas, con decoración de ventanas tríforas y frisos de baquetones en los más destacados casos, que van reduciendo su tamaño conforme van ganando altura. Van cubiertas con bóvedas esquifadas y tejados a dos o cuatro vertientes. 

Las ventanas que se sitúan en estas torres o a veces en los muros, tienen un elevado contenido decorativo y son de uno, dos o tres vanos, construidas con arcos de herradura o de medio punto. En algunos casos van enmarcadas por un alfiz. Tal vez las mas bellas sean las de San Pedro de Lárrade, San Bartolome de Gavín o la parroquial de Susín. 

Torre campanario con elementos Sirios.
Existe una clara relación entre este grupo de iglesias y la mezquita siria de El Omaria, en la ciudad de Bosra. Es obvio reiterar la extraordinaria esbeltez de estas torres -como la de Larréde- que las pone en relación con la esencia arquitectónica de los minaretes del mundo islámico. 

El paso del tiempo ha estampado sus huellas en sucesivas alteraciones de su estructura primitiva. Así se puede ver en la torre de Larréde, en la cual se rompió una trífora para colocar dos ventanas en arco de medio punto, lo suficientemente amplias para poder servir al fin de campanario. En Oliván, sin embargo, fueron tapiadas las tríforas y quizás destruidas a finales del siglo XVI posiblemente. 

La torre-campanario, esbelta al uso de los minaretes, presenta como únicas aberturas las tríforas de sus cuatro caras siempre en su parte superior. Sobre la franja que las incluye, rematando los paramentos, corre un friso de baquetones típico de los ábsides serrableses. Se cubre con tejado, de losas de pizarra del país, a cuatro vertientes apoyado al interior en la bóveda esquifada que cubre el espacio interno de la torre. 

En la franja intermedia de la torre se pueden apreciar ventanas de doble arco en Lasieso y en Guasillo, esta última ya en el Campo de Jaca. La parte baja de la torre presenta vanos en los casos de San Bartolomé de Gavín y en Yésero consistentes en ventanas, a modo de saetera, de tosca factura y con arco peraltado -en Yèsero- y de herradura en el caso de Gavín. 
Esta última torre de Gavín presenta dos rosetas en cada cara, compuestas por una docena de dovelas dispuestas en circulo y abiertas en óculo en su centro. Este conjunto decorativo es único en todo el arte oscense y nos parece que pertenece a la tosquedad y rusticidad de la decoración arquitectónica prerrománica del siglo X. 

La puerta típica de estas iglesias es, sin duda, la puerta en arco de herradura, bien esté circunscrito o no dicho arco en el típico arco rectangular musulmán denominado alfiz o arrabá. San Bartolomé de Gavín y Cartirana no presentan alfiz mientras lo tienen las puertas de acceso de Lárrede y Busa. 

No puede descartarse, dentro del grupo, la puerta de arco semicircular, o de medio punto, construida a base de sencillas dovelas como se da en Isún de Basa. Único es el caso de Rasal en el que la puerta de acceso está terminada por una gran losa colocada a modo de dintel. 

En la puerta de Busa, en su lado interior, se puede ver un arco semicircular de descarga que se repite en algún caso más. Por último hay que señalar que en San Bartolomé de Gavin y en Lárrede se accede al cuerpo de la torre por una puerta en arco de herradura. 

Los arcos utilizados son el arco de herradura y el arco semicircular. En Lasieso se puede constatar la presencia, excepcionalmente del arco peraltado en una ventana amainelada aprovechada en la iglesia grande o canonical de Lasieso. En la tipología del arco de herradura se observan dos modelos, que nos han conservado estos monumentos, en el típico arco de herradura y en el ultrasemicircular. El ultrasemicircular no presenta la tipología propia de ese arco, sino que corresponde a un cuarto de circulo, cuya curvatura es continuada por arcos de otras circunferencias, inscritas en aquella, hasta formar los entrantes de la herradura. Se ha denominado arco de herradura rebajado y es propio del arte mozárabe oscense. Este arco nos da la impresión de ser un arco de herradura mal resuelto, tal vez por falta de espacio para su trazado ortodoxo. Este arco se emplea, exclusivamente, como arco de entrada al ábside y como tal se halla en Lárrede, Busa, Oliván y Rasal. 

Las cubiertas de estas iglesias solían ser de armadura de madera en prácticamente todos los casos, aunque reformas posteriores se hicieron en piedra en algunos casos, constituyendo bóvedas de cañón, como en el caso de San Pedro de Lárrede. Para apoyar la labor sustentante de los muros, en algunas de ellas se construyeron contrafuertes. Los ábsides llevan la cubierta con bóveda de horno. 

También cabe reseñar que la decoración de estas iglesias están hechas con la arquitectura, careciendo de cualquier tipo de tallas o inscripciones (con salvedad de Gavín en la torre) o los caracteres cúficos en la portada de Busa.

Esta decoración arquitectónica se basa en los arcos ciegos y los frisos de baquetones de los ábsides, en las ventanas tríforas o simples, y en los alfices que enmarcan puertas y ventanas. Con estos simples elementos se consiguen soluciones de gran capacidad estética, de las que algunas iglesias toman todos los elementos o algunos de ellos aisladamente. 


RESUMEN

Una iglesia típica serrablesa seria: 

• Un templo rectangular de dimensiones 4 metros X 11 metros terminada en ábside semicircular o rectangular casi siempre el ábside orientado a Oriente. 

• Verticalizada con una esbelta torre campanario que se levanta tanto en el flanco norte como en el sur .

• Ventanas semicirculares y de herradura .

• Puerta o portada de arco de herradura.

• Tejado de madera a dos vertientes .

• El ábside suele estar decorado con friso de baquetones y arcadas murales ciegas.


Cronológicamente, se advierten cuatro etapas constructivas entre el 950 y el 1050.

El "primer mozárabe", hacia el 950 comprende tres iglesias de nave única terminadas en ábside rectangular y sin alfiz. Son las de San Bartolomé de Gavín y las dos de Espierre, San Juan y Santa María. 
Entre 960 y el 1000, se desarrolló un "segundo mozárabe", el que aparece el alfiz, el friso de baquetones, las arcadas ciegas, el arco de herradura y las torres-minarete (de influencia siria). Se engloban en este grupo las iglesias de Lárrede, Busa, Otal, Basarán, Rasal y Gavín, actualmente restaurada en el Parque de Sabiñanigo. Debieron ser construidas por una cuadrilla del país conocedora del arte musulmán oscense y de los modelos carolingios. 
El "tercer mozárabe" abarca desde el año 1000 al 1024. Se caracteriza por el abandono del arco de herradura y el alfiz, aunque conserva la torre y la decoración exterior del ábside. Buenos ejemplos son las iglesias de Lasieso, Orós Bajo, Satué, Ordovés e Isún, obras de diferentes maestros que mezclaron la tradición con las tendencias europeas de los monjes de Cluny. 
El "cuarto mozárabe" o "mozárabe lombardo" se extiende hasta el año 1040. En este mozárabe lombardo se hereda la tradición indígena el friso de baquetones y se aporta, como novedad vanguardista 
para el momento, la teoría de arcuaciones lombardas. Sus ejemplares conservados se encuentran en la comarca del Campo de Jaca, concretamente en Banaguás y Lerés.


CONCLUSIONES

Los templos de Serrablo permanecieron lejos del gran público hasta 1924, cuando Rafael Sánchez Ventura descubrió un grupo de iglesias en el curso del río Gállego. Once años después publicó un estudio donde afirmaba que "parecen traducir estas iglesias un mozárabe mal interpretado y peor conocido, de principios perdidos y lejanos, algo así como un sentido tradicional sin modelos directos". Fue el inicio de una larga polémica sobre el origen y las influencias de estos templos que culminó en 1973 con el reconocimiento del mozarabismo de estas construcciones. 

Una modesta opinión de Ramón Herrando...
Hay un detalle crucial que a mì personalmente me hace inclinarme hacia la teoría de iglesias mozárabes y es que los ábsides suelen estar orientados hacia oriente al igual que en las grandes mezquitas musulmanas están orientadas hacia La Meca o lo que es lo mismo hacia oriente.

Para José Antonio Duce, reconocido fotógrafo profesional, "es un placer fotografiar la belleza del arco de herradura en puertas y ventanas, la elegancia del alfiz que las enmarca, la esbeltez de las torres cual islámicos minaretes alzados al cielo y el friso de medios cilíndricos o baquetones en los ábsides, que en su vertical y simétrica reiteración proporcionan increíbles encuadres". El fotógrafo zaragozano subraya, asimismo, el espectacular paisaje que circunda estas joyas arquitectónicas: "El valle que alberga las iglesias en la vega del Gállego rodeado de protectoras montañas de las que descienden las brumas y las nubes de un cercano amanecer o teñidas de rojo cuando el sol se pone".


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ARTE: El Románico Jaqués
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Cronológicamente siguen a éstas iglesias de Serrablo, el grupo de iglesias propiamente románicas encabezadas por la catedral de Jaca, “monumento capital del románico español”, (que mas abajo analizaremos)  y el ilustre elenco constituido por las de Santa María de Santa Cruz de la Serós, San Pedro de Siresa, (que ya hemos hablado anteriormente), San Juan de la Peña,(igualmente comentada), Santiago de Aguero, etc., todas ellas de lo mejorcito del llamado “románico europeo”, y con categoría de Monumentos Nacionales.

Menos abundantes, aunque selectas,, son las muestras que hasta nosotros han llegado de los periodos gótico y renacentista como la catedral y ayunyamiento de Jaca, parroquias de Ansó y Sallent de Gallego, etc.


Monasterio de Santa Cruz de la Serós

Fue fundado por Ramiro I de Aragón hacia el año 1060 y destinado originalmente como cenobio femenino reservado a las propias hijas del rey de la alta nobleza aragonesa.

La Iglesia de Santa María es un edificio del denominado románico internacional, conocido también como románico jaques.

Se comenzó a construir en el último tercio del siglo XI .
Presenta una portada que es réplica de la Catedral de Jaca. Templo de una sola nave con planta de cruz latina. En los brazos del crucero se encuentran dos capillas semicirculares. Cuenta también con una cámara con cúpula sobre bóveda de crucero y una ballísima torre de cuatro cuerpos, sobre el brazo meridional este. En la parte central se encuentra el crismón al cual flanquean dos leones en relieve.

Santa Cruz de la Serós (apócope de "las Sorores" por alusión a las monjas benedictinas dependientes de San Juan de la Peña, que lo habitaban) es una pequeña y pintoresca población cercana a la margen izquierda del río Aragón situada en el camino de subida hacia el monasterio de San Juan de la Peña. 

Ramiro I concedió bienes al monasterio femenino de Santa María para mantener una hospedería y les confíó como religiosa a su hija menor Urraca. Pero el mayor esplendor se alcanzó cuando otra hija de Ramiro I, Doña Sancha, viuda del Conde Ermengol III de Urgel ingresa en él como Abadesa y le presta su protección más decidida (1070). En 1095,la condesa doña Sancha hizo testamento a favor de esta Iglesia, falleciendo algo después y siendo enterrada en el maravilloso sarcófago que hoy se guarda en el Real Monasterio de Benedictinas de Jaca.

Doña Sancha fue uno de los personajes más influyentes en la corte del naciente reino. Ayudó o "encaminó" a su hermano Sancho Ramírez hacia la política europeísta en contraposición con su otro hermano, el obispo García, a quién doña Sancha consiguió arrebatarle la sede episcopal pues fue "nombrada obispo" de Pamplona en su lugar, a la par que el rey le advertía a su hermano con "Sacar los ojos de su cabeza" si le traicionaba. No es de extrañar que falleciera en Anzánigo, quizá de causa natural. Pero no queda ahí la labor de Doña Sancha. Desde el monasterio de Santa Cruz con sus inmensos rebaños de ovejas contribuyó decisivamente a la financiación de los negocios del reino. Y ya con anterioridad había marcado el camino a seguir educando en San Pedro de Siresa a su sobrino Pedro, que sería el sucesor de Sancho Ramírez tras morir de certero saetazo a las murallas de Huesca.

Como apunta Domingo Buesa, las mujeres tuvieron una influencia decisiva en el reino de Aragón. La condesa Sancha, la reina Berta (Reina en el Reino de los Mallos) o la reina Petronila son tres magníficos ejemplos de esta idea.

El descenso de las "Sorores" a Jaca en el siglo XVI propició el abandono del monasterio y su ruina. Sólo se conserva, como en tantos otros, su iglesia. 


Ermita de San Caprasio

Fue construida en el primer cuarto del siglo XI. y restaurada en los años sesenta.

La iglesia está constituida por una sola nave, con un grueso muro decorado en el exterior con las características bandas lombardas unidas por arquillos ciegos..
En su interior se puede apreciar que la nave se divide en dos tramos desiguales mediante un arco fajón cubriendose con bóvedas de arista. También se puede observar un corto presbiterio trapezoidal cubierto con bóveda de cañon y finalmente, el ábside semicircular con bóveda de cuarto de esfera.En el exterior y conpletando el conjunto destaca una torre campanario con sus ventanales ajimezados, obra del siglo XII.

El santo que le da el nombre, fue un monje gran elaborador de pócimas y brebajes. Iglesia que además, fue construida bajo parámetros astrológicos, que dan como resultado el número siete, símbolo medieval del cosmos que unía el cielo y tierra, en sus combinaciones.


Historia y misterios del románico en Agüero

Agüero es un pequeño pueblo del Alto Aragón que se encuentra a 43 kilómetros de Huesca, en la comarca de la Hoya, y tiene 160 habitantes censados. Está asentado a los pies de unas singulares formaciones rocosas -los mallos- que constituyen el límite entre la montaña pirenaica y el somontano. Su emplazamiento es montaraz y extraordinariamente pintoresco. A pesar de hallarse retirado (la pequeña carretera provincial por la que se accede al pueblo muere en él), tiene un flujo regular de visitantes muy interesados en el lugar. La belleza paisajística, el arte románico, las posibilidades de senderismo y escalada en un entorno de gran valor natural, un ramal secundario del Camino de Santiago y su interés etnográfico (conserva el viejo aragonés y tiene un singular carnaval llamado As Mascaretas) son sus principales atractivos.

La palabra mallo procede del latín malleus (mazo, martillo) y se utiliza para dar nombre a unas formaciones geológicas características de la cuenca del Ebro. Son grandes farallones y agujas de conglomerado rocoso, formados por cantos de tamaño medio envueltos en arcilla y arena y cementados con materiales calcáreos y sedimentos depositados a lo largo del Mioceno por los afluentes del Ebro que bajaban desde el Pirineo. Al ser moldeados por la erosión se convirtieron en promontorios adosados a las laderas de las últimas sierras pirenaicas, con cumbres redondeadas por la acción combinada del agua, el viento, el hielo y el sol. Con sus paredes verticales de unos 200 metros de desnivel, los mallos marcan el límite entre el Prepirineo y el somontano. Aunque los más conocidos y espectaculares son los de Riglos, los mallos de Agüero y su vecino barranco de la Rabosera han sido declarados Punto de Interés Geológico y Monumento Natural de Aragón. Desde las pistas y senderos del barranco de la Rabosera, y desde el sendero circular que rodea los propios mallos, hay varios paseos que permiten observar diversas formaciones geológicas (farallones, capas, pliegues) inmersos en un paisaje de belleza espectacular.

Agüero es una localidad de largo pasado. La primera referencia documental a ella se remonta al siglo X, concretamente al año 992, cuando con el nombre de Avero es citada en la larga lista de lugares que se cedieron como renta para el rico monasterio femenino de Santa Cruz de la Serós. La segunda mención conservada es del año 1036, en un documento donde el rey Ramiro I de Aragón dona a su esposa Gisberga varios pueblos, fincas y castillos entre los que se encontraba Agüero. El lugar era una villa de realengo dependiente directamente de los monarcas. La corona tenía la potestad de entregar la autoridad sobre el lugar a personas designadas por ella y se conserva referencia documental de varios caballeros que fueron seniores de Agüero a lo largo de la Edad Media. Otro documento de 1105 otorgaba los lugares de Agüero, Murillo, Riglos, Marcuello, Ayerbe, Sangarrén y Callén a la reina Berta, viuda de Pedro I, y de esa posesión proviene el que la localidad fuera llamada en el pasado Agüero de la Reina y que todavía hoy se conozca a este grupo de pueblos como Reino de los Mallos. A partir del siglo XIV, sin embargo, Agüero pasó a formar parte de las tierras de una de las grandes familias nobiliarias aragonesas, la Casa de Gurrea. En la Edad Media existió en Agüero un castillo del que hoy no queda absolutamente nada. Cuenta la leyenda que mientras se alojaba en él tuvo el rey Alfonso el Batallador un sueño griálico. De todo lo anterior se puede deducir que el lugar tuvo un pasado de relativa grandeza y esplendor que hoy cuesta imaginar en un pueblo tan pequeño (1). Por Agüero pasaba, además, el ramal secundario del Camino de Santiago que utilizaban los peregrinos que marchaban desde la ciudad de Huesca. El itinerario que seguían iba por Ayerbe, Agüero, San Felices, Longás, Urriés y Sangüesa, localidad esta última donde los peregrinos se incorporaban al itinerario principal del Camino.

Agüero tiene dos iglesias románicas, la parroquial de san Salvador en el corazón de la localidad, y la solitaria e inconclusa iglesia de Santiago, enclavada en lo alto de una colina a menos de un kilómetro del pueblo y semioculta por la vegetación. En la Iglesia del Salvador hay un órgano del siglo XVIII, todavía apto para el uso, y un  interesante museo dedicado a este instrumento. Y en las inmediaciones de la localidad siguen en pie varias ermitas medievales como la de la Virgen del Llano y la de san Esteban. Pero es la enigmática iglesia de Santiago el elemento patrimonial que despierta, no sólo más interés, sino incluso verdadera pasión entre los amantes de la cultura medieval. Muchos viajeros vienen desde los lugares más diversos por visitar esta iglesia, cuya edificación quedó abortada cuando se había levantado sólo la cabecera. Los elementos que provocan tanto interés son el carácter majestuoso de la construcción, su indiscutible belleza artística y los enigmas históricos, simbólicos y constructivos que rodean al edificio. No hay ninguna referencia documental al templo, algo ciertamente extraño tratándose de un proyecto tan ambicioso. No se sabe ni quién encargó esta construcción, ni para qué, ni cuál fue la razón por la que el proyecto se abandonó, ni por qué no hubo voluntad en siglos posteriores de concluir la construcción. Además, hay en su programa simbólico e iconográfico elementos lo bastante enigmáticos como para despertar los más encendidos debates entre los interesados en el arte románico. A pesar de tratarse de un edificio inconcluso fue declarada monumento nacional en 1920.
 
Los misterios de Santiago de Agüero no se limitan a su génesis, sino que alcanzan a elementos del propio templo. Por ejemplo, ¿a quién corresponde la cabeza coronada que aparece como único elemento figurativo en los capiteles del ábside central? Daniel Zabala (2) mostró que dicha cabeza recibe durante unos nueve minutos el asoleo directo en el mediodía del solsticio de invierno a través de uno de los vanos laterales, concretamente el número 5, orientado al sureste. Es este un hecho de innegable significado simbólico, porque el solsticio de invierno es la expresión del renacimiento de la luz de entre la oscuridad. Que el capitel reciba los rayos del sol justo en el mediodía del solsticio de invierno, además de testimoniar unos conocimientos aplicados a la construcción que asombran, marca a esa figura como una expresión de la naturaleza solar. A partir de este punto empiezan las polémicas. ¿La testa coronada es un puro símbolo del principio solar o representa a algún individuo concreto a quien se consideró repositorio de esa potencia luminosa? Como el símbolo es algo que resulta bastante ajeno al Hombre contemporáneo, a todos parece gustarles más la idea de que el capitel de Agüero retrate a un individuo concreto. Y aquí empieza a volar la fantasía, porque elementos fundados para pronunciarse a favor de tal o cual personaje no hay ninguno y todo son puras elucubraciones. Hay quien quiere ver en el capitel a un rey de Aragón y los más mentados son Ramiro II el Monje, que a lo mejor quería construirse un nuevo monasterio, o Pedro I, en cuya memoria su viuda Berta tal vez quiso erigir esta iglesia. Pero otros rechazan a los candidatos regios alegando que la corona que aparece en el capitel no es una corona de rey y que a lo que más se acerca es a una corona de vizconde.

Si se piensa en un vizconde importante en el Aragón del siglo XII, alguien digno de este “misterio de la cabeza”, ciertamente hay uno y sorprende que nadie lo haya propuesto para este concurso de candidatos a míster capitel. El vizconde Gastón IV de Bearn, esposo de Talesa de Aragón, prima del rey Alfonso I, reconquistó Zaragoza junto a su regio pariente en 1118 y fue el primer señor de la ciudad tras la vuelta de esta al dominio cristiano. Zaragoza lo recuerda aún hoy incluyendo su figura en la popular comparsa de los Gigantes y Cabezudos y haciendo de Gastón un gigante cuyo rostro, curiosamente, se parece bastante al de la testa coronada de Agüero. Para cuando se produjo la reconquista de Zaragoza Gastón llevaba tiempo siendo uno de los guerreros cristianos más significados en la lucha contra el islam. En la Primera Cruzada para la recuperación de los Santos Lugares el vizconde de Bearn fue el encargado de las máquinas de guerra usadas contra los otomanos y  fue el primer caballero cristiano que entró en el perímetro amurallado de Jerusalén (año 1099) una vez rotas las defensas musulmanas. Excelente estratega militar y poderoso guerrero en el cuerpo a cuerpo, el vizconde era uno de los nobles cristianos más aborrecidos por los ejércitos islámicos de la época. Por eso, cuando cayó en combate en el año 1131, su cadáver sufrió el ultraje de la decapitación y la cabeza del vizconde fue paseada entre vítores clavada en una lanza por las calles de Granada. El fin de Gastón «devolvió la sonrisa al emir de los musulmanes, Ali ben Yusuf, que estaba en Marrakech», según escribió José María de Lacarra. El cuerpo mutilado del vizconde se trasladó a Zaragoza y fue enterrado en la primitiva iglesia románica de Nuestra Señora del Pilar. Pero aunque parezca increíble, los restos de Gastón se «perdieron» en alguna de las demoliciones y posteriores agrandamientos de dicho templo. Una desidia sorprendente, porque el olifante bizantino que el vizconde se trajo de la Primera Cruzada se ha conservado hasta hoy y está en el museo de la Basílica del Pilar. Los restos del primer señor cristiano de la Zaragoza reconquistada fueron cuidados con menos esmero que ese hermoso objeto. O al menos, eso es lo que la historia nos ha transmitido. Gastón fue, en fin, un gran promotor del Camino de Santiago y financió construcciones románicas a ambos lados del Pirineo, una vocación que siguieron también otros miembros de su linaje.

Los misterios de la iglesia inconclusa de Agüero no se limitan al capitel de la testa coronada. Decenas de llaves, finamente talladas en los sillares de piedra, están diseminadas por toda la construcción. Meras marcas de cantería para unos, signos esotéricos para otros, lo cierto es que fueron cinceladas con demasiada finura como para ser meramente lo primero. La llave ha sido tradicionalmente un símbolo de la iniciación, del acceso a conocimientos y estados de conciencia que escapan a la experiencia ordinaria. Referida a un lugar indica que hay en él «un misterio que penetrar, un enigma que resolver, una puerta a la iluminación»(2) y avisa de que estamos ante un axis mundi donde es posible para quienes sean aptos «el paso a otro nivel».  Asociar estos significados al templo agüerano equivale a colocarlo en un ámbito distinto del de la religiosidad credencial, ortodoxa. ¿Es forzado hacerlo? No podemos saberlo, y menos considerando que su programa iconográfico está incompleto. Pero lo cierto es que en otro capitel se ve a un niño desnudo a quien dos águilas reales le pican –le abren– la coronilla. El infante desnudo es símbolo del Hombre que ha experimentado la muerte y el nacimiento iniciáticos, del nacido dos veces. Y el águila, como dicen Chevalier y Gheerbrant, «simboliza la potencia más elevada, la soberanía, el genio, el heroísmo y todo estado transcendente. Es el símbolo de la ascensión espiritual, de una comunicación con el cielo, que confiere un poder excepcional». Es ese poder el que produce la «apertura de la coronilla», del chakra Sahasrara, que dirían en Oriente. A cualquiera familiarizado con la tradición yóguica no hace falta explicarle qué significa esa imagen.

La lista de misterios no se agota aquí. Un canecillo con el rostro del demonio, esquemático pero lleno de malignidad, marca el punto donde la construcción del templo hubo de abandonarse, enviándonos el mensaje de que aviesos designios impidieron que la obra culminara. El famoso verso de las Bucólicas de Virgilio «Amor vincit omnia» (el Amor lo puede todo, el Amor vence todo) aparece inscrito y desgastado en uno de los pilares. En otro pilar un nombre femenino -Decia d’Aresa- es acompañado por un «me fecit», «me hizo». Cuarenta y ocho sillares tienen grabada la inscripción ANOLL, que para unos pudo ser el nombre del arquitecto, para otros el de la cantera de donde se trajeron las piedras y para otros más una referencia a los becerros del escudo de los vizcondes de Bearn. En el ábside central por la parte exterior, allá por donde el templo mira a Jerusalén, muchos ven una referencia griálica en la mano divina que sale de entre las nubes y bendice una copa que le presenta un ángel. Este es otro asunto para el debate, porque las tradiciones griálicas primeras son distintas de la leyenda piadosa del Santo Grial que fue asumida luego por la Iglesia. René Guenon, Julius Evola y René Nelli analizaron la tradición griálica originaria y concluyeron que se trató de la expresión literaria de una vía iniciática caballeresca, heterodoxa y secreta. Tanto Evola como Nelli la asociaron a una concepción de la Cristiandad de carácter gibelino, a una espiritualidad de tipo heroico y sapiencial y a una erótica mística con ciertas concomitancias con el tantrismo. «Toda la literatura del Graal», escribió Evola, «se condensa en un periodo relativamente breve: ningún texto parece ser anterior al último cuarto del siglo XII. A partir del primer cuarto del siglo XIII, cesa de golpe, como si mediara una consigna; se deja de hablar del Graal. Sólo después de muchos años, y ya con un espíritu diferente, se volverá a escribir sobre él. Pareciera pues como si en cierto momento una corriente subterránea hubiera aflorado para volver a ocultarse enseguida» 

El programa escultórico de Santiago de Agüero remarca el carácter de rey sagrado de Jesús. El infante de estirpe davídica (su madre porta corona) recibe la triple investidura de los Reyes Magos de Oriente que, como señaló Guenon, son una especie de trasunto de los tres jefes de Agartha. «El Mahanga ofrece a Cristo el oro y lo saluda como Rey. El Mahatma le ofrece el incienso y lo saluda como Sacerdote. Y el Brahatma le ofrece la mirra (el bálsamo de incorruptibilidad, imagen de la Amrita) y lo saluda como Maestro espiritual» (6). Esta escena es la que se representa en el tímpano de la puerta. En el interior se encuentran el sueño de los Reyes Magos, la huida a Egipto y la matanza de los inocentes.

En los dos modillones de la entrada una figura masculina con armadura que porta una espada y una maza y otra femenina desnuda con la mano izquierda sobre el plexo solar y la mano derecha alzada salen de la boca de sendas cabezas de león-dragón. Se podría sospechar en estas imágenes un eco a esa «iniciación al Amor y a la Mujer» que René Nelli y Jean Markale estudiaron en el eros caballeresco medieval. El objeto de tal ascesis amorosa era integrar en el guerrero solar la fuerza del principio femenino luminoso a través de una erótica mística que aunaba la pureza y la pasión intensa. La fusión andrógina así conseguida provocaba una exaltación de la potencia interior y una apertura a estados ampliados de conciencia. Esta erótica «muy misteriosa», al decir de René Nelli, «en algunos elementos se parece a la de los trovadores», pero no es la misma, porque excluye el carácter adúltero que tiene esa última. Los reyes y caballeros del Grial deben ser puros «y sólo pueden enamorarse de mujeres elegidas cuyo nombre sea designado por el propio Grial (¿por la propia organización iniciática?). Y deben casarse con ellas» (7).  Como señala Nelli esa unión es más una hierogamia que un matrimonio convencional y en ella el papel central de la mujer es el de inspiradora, compañera y amante del caballero, no el de madre. Es el mismo tipo de unión conyugal que Chrétien de Troyes presentó en Erec y Enid.

La iglesia agüerana tiene mucho más: animales mitológicos o de fuerte carga simbólica, escenas bélicas con combates entre cristianos y musulmanes, damas tocando música o bailando… Mención aparte merece el motivo de la bailarina acróbata, característico de los templos en donde intervino el taller del supuesto Maestro de Agüero. El bailarín acróbata es un símbolo utilizado en muchas tradiciones para expresar el éxtasis a la vez físico y espiritual. La figura en posición invertida significa, además, «la gozosa libertad de aquellos que están eximidos de las condiciones comunes», seres que se atreven a una «reversión del orden establecido, de las posiciones habituales, de las convenciones» no para caer en «una fase regresiva», sino para alcanzar un estado liberador (Chevalier y Gheerbrant).

Todo frecuentador de Santiago de Agüero tiene, en fin, su teoría fantasiosa sobre esta iglesia tan singular. Las hay para todos los gustos. Sin embargo, nunca he oído a nadie considerarla el frustrado templo iniciático de una sociedad secreta caballeresca, tal vez fundada por el vizconde Gastón de Bearn. No se dirá que no es un buen argumento para una novela ambientada en la Edad Media ¿no?

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Ya hemos señalado anteriormente que Jaca tiene origen protohistórico, Iak, y cómo durante la ocupación romana los cronistas mencionan a Iacca como capital de la Iaccetania que posteriormente los árabes la denominaron Ghakat, fue la última ciudad en doblar su frente al poder de Ayub cuatro años después de la fatal batalla de Guadalete, y la primera en levantarse con esfuerzo 758 al 795 a la voz del conde Aznar, su libertador.
Pero el impulso definitivo lo recibió Jaca cuando a mediados del siglo XI fue elegida por Ramiro I, primer rey de Aragón, como capital del nuevo reino y, poco después como sede de la Diócesis de Aragón.
Su sucesor, Sancho Ramírez, le otorgaría el título de ciudad, con asiento y voto en Cortes, así como el célebre Fuero de Jaca, que constituyó una verdadera revolución en su tiempo.

Se crearon a las afueras de la ciudad barrios para asentamiento de mercaderes francos que fueron el origen de la prosperidad económica de la zona. Al poco tiempo se estableció la ceca donde se acuñaban los famosos “sueldos jaqueses”, única moneda que circuló durante siglos por el reino.


Debido al enorme trasiego que había de comerciantes, mercaderes y peregrinos Jaca tenía una unidad propia para medir longitudes denominada “vara jaquesa”, que aun hoy en día se puede ver el patrón que está tallado en la puerta lateral de la catedral.


La Catedral de Jaca

La Catedral de Jaca está considerada uno de los monumentos más importantes del arte románico español, no sólo por su reconocida antigüedad sino también por presentar una síntesis personal entre elementos propios y ajenos, dentro del ámbito de las rutas del Camino de Santiago. Esta importante vía de peregrinación, que en época medieval ponía en comunicación toda Europa y convirtió al arte románico en el primer "arte internacional", penetraba en Aragón salvando los Pirineos a través del Puerto de Somport y bajaba hasta Jaca para, a partir de aquí y en un acusado giro de noventa grados, dirigirse a tierras navarras.

El origen de la catedral y su relación íntima con la villa de Jaca debe situarse en ese mundo de las peregri
naciones jacobeas, tremendamente rico en flujos e intercambios de personas, productos e ideas, y en un preciso momento histórico en el que los reinos cristianos hispanos luchaban contra el invasor musulmán y avanzaban lentamente desde la montaña hacia el valle dejando a su paso testimonios de la fe restablecida.

Así, conquistada Jaca a comienzos del siglo X, inmediatamente se amuralla y se organiza su vida religiosa mediante la fundación de un viejo monasterio puesto bajo la advocación de San Pedro (llamado luego el Viejo, para diferenciarlo de la propia catedral, que recibió el mismo nombre). Jaca recibe sus fueros del rey Sancho Ramírez en el año 1077 y de esta forma alcanza la categoría de ciudad y la importante función de capital del Reino de Aragón, que desempeñará hasta la conquista de la ciudad de Huesca en 1096. El nuevo rango de ciudad viene acompañado de la instauración como sede episcopal, que inmediatamente precisa de un edificio para su obispo. Es éste un momento religioso de gran agitación debido a la llegada a tierras altoaragonesas de la poderosa orden cluniacense, establecida en el monasterio de San Juan de la Peña, que traerá consigo la reforma gregoriana y la sustitución del rito mozárabe por el nuevo rito romano.

La construcción de la catedral románica se desarrolla en dos fases bien diferenciadas, correspondientes a periodos de especial sintonía entre los reyes de Aragón y los obispos jacetanos:

EL PRIMER PERIODO ENTRE 1077 Y 1082, que se corresponde con el reinado de Sancho Ramírez y el obispado de su hermano el infante García.

EL SEGUNDO PERIODO ENTRE 1104 Y 1130, cuando Alfonso I el Batallador y Esteban de Huesca ceñían la corona y la mitra, respectivamente.

Una vez levantado el templo románico se fueron añadiendo dependencias necesarias para la vida capitular y la catedral fue creciendo.
Su estructura inicial se vió modificada por sucesivas reformas, ampliaciones y destrucciones, que le han dado su configuración actual, pero siempre ha conservado esa conexión íntima con la ciudad y con sus habitantes.


La construcción de la Catedral de Jaca

El poderoso rey Sancho Ramírez, ya vasallo del Papa, y rey de aragoneses y pamploneses, tras acometer la construcción de su ciudad real ya a la vuelta de Roma, crea el Obispado de Jaca y designa a su hermano el infante García como obispo.

Es en 1077 cuando decide crear su ciudad al modo romano: cardo y decúmano, amurallamiento del recinto y traslado de su palacio desde el castro real (las Benitas) hasta una zona más céntrica (la Torre del Reloj)
Pero si hay obispo, ha de haber cátedra, y se inicia la construcción de la Seo Jaquesa, poco a levante de donde se alzaba la primitiva iglesia de San Pedro "el viejo", así llamada para evitar confusiones en su nominación. El auge de la catedral supuso la desaparición del primitivo templo, del que no quedan sino vestigios arqueológicos.

Una primera etapa constructiva se fija entre 1076 y 1082, comenzando por la cabecera y estando ya definida su planta basilical, de tipo rectangular, sin transepto saliente; moda que se repite en Frómista, Silos, Arlanza, Dueñas.. (En contra de esta cronología se alza la inscripción de Iguacel, templo datado en 1072 y redecorado al estilo jaqués.. Luego Jaca y su estilo ya eran un hecho)
En 1075 se había iniciado Santiago de Compostela y en 1080 la primera catedral de León.
En 1082, el perímetro de la catedral está acabado, así como la mayor parte de sus ábsides; pero debido al enfrentamiento del obispo-infante García con su hermano el rey Sancho; las obras se paralizaron por completo. Detrás de esta mala relación, se piensa que estaba la condesa Doña Sancha de la que se dice era "una de las mentes más intrigantes del reino".

En septiembre de 1082, es grande el prestigio de la condesa. El rey le encomienda la presidencia del monasterio de Siresa y al poco, le arrebata a García el Obispado de Pamplona para encomendárselo también a Sancha.
La cuestión era de enfrentamiento de García y sus partidarios a la intromisión de intervención extranjera en asuntos del reino por la que abogaban, en clara tendencia "europeísta", la condesa Sancha y el Rey quienes a la postre triunfaron posibilitando a la Santa Sede el control espiritual del reino y el cambio del viejo rito hispano mozárabe por el oficial de Roma. Cluny halló de esta forma muy favorecida su tendencia expansiva a través de territorio hispano.
García muere en Julio de 1086 en Anzánigo. A su muerte fue llevado a la cripta de la iglesia de Sos del Rey Católico; y no sería descabellado ver en la columna-estatua del lado este, que representa a un obispo, la imagen de su persona. Le sucedió el obispo Pedro de Jaca, procedente de San Juan de la Peña.

Entre 1086 y 1099 las inversiones reales se destinan hacia la construcción de Montearagón (comenzada en 1093) y la continuación de las obras en Loarre; obra predilecta de García e iniciado en su fase plena después de 1071.

Asimismo se trabaja en la iglesia superior de San Juan de la Peña, consagrada en 1080.

Una segunda etapa constructiva, entre 1104 y 1130, reinando Alfonso I el Batallador, permitió la conclusión de la fábrica y su decoración escultórica. En esta etapa trabajo el "Maestro de Doña Sancha", quien también dejará obra en Santa Cruz de la Serós. Tras su conclusión hacia 1130, languideció en su actividad, al trasladarse los centros de poder hacia el sur. El obispo residía en Huesca, y sólo de forma esporádica acudía a Jaca.

El magnífico ábside sur, es el único que permanece original de la construcción de la catedral. Su decoración es del Maestro de Jaca.
Se estructura en tres niveles horizontales, separados por moldura de ajedrezado jaqués que corre bajo el nivel de la ventana, y continuando los ábacos de los capiteles.

En el exterior del ábside norte, a pesar de su poco agraciada estética actual, reversible, aporta sustanciosos datos acerca de la antigüedad real del comienzo de Jaca. Bernabé Cabañero, señala el estilo lombardista de las primeras siete hiladas de este ábside norte, que luego continúa al igual que la base del sur con aparejo del primer arte jaqués. Para él, el templo se inicia en la base del ábside norte, continuando luego ya con otro ritmo en el sur a la vez que se edifican los dos pilares cruciformes centrales - de triple esquina-. Define la situación en ese momento como un verdadero "caos edificativo", con varios proyectos en marcha, variándose al compás de las circunstancias. Templo con magnífica escultura, referente en el momento, inmerso en un auténtico caos edificativo.

Para acabar este resumen sobre la construcción de la Seo de Jaca hay que resaltar que se encontraron seis piezas escultóricas repicadas y recolocadas correspondientes sin lugar a dudas a un zodiaco que probablemente decoró las metopas del desaparecido ábside central original.


El taqueado Jaqués o ajedrezado
                                                                                           
Es un tipo de ornamentación basado en pequeños cilindros alineados que se encuentra en edificios románicos, tanto en frisos como arquivoltas de puertas y ventanas. Es similar al friso de rolleo o de rodillos, empleado en el románico normando, pero en ese caso los cilindros alternan con áreas planas.


Este tipo de decoración es típica del románico de Jaca, en cuya catedral se empleó con profusión. Desde Jaca se extendió por el Camino de Santiago hacia el este de la Península Ibérica. Ejemplos son el monasterio de Leyre, las iglesias de San Martín de Frómista, San Isidoro de León, Santo Tomé de Zamora o la misma catedral de Zaragoza.
Otros nombres que se dan a esta decoración son ajedrezado, billetes, tacos, escaqueado odados.


Misterios ocultos en la Catedral de Jaca

En una de mis visitas por tierras de la Jacetania
 tuve la ocasión de admirar y tomar algunas notas sobre la Catedral de Jaca, este misterioso templo románico, alberga en sus muros una oculta simbología que en parte aquí desvelaré.

La “Hermandad” dejó su impronta en la iconografía exterior de este templo, También en la interior, pero hubiera necesitado escribir muchas hojas de papel para contar, lo que dentro de sus muros pude ver. Intentaré resumirlo.
En el enigmático crismón que corona los pórticos de las dos entradas públicas de esta catedral, descubrí su vinculación con la antigua Asiria y la interesante relación que hay efectuada entre ciertas claves de iconos actuales.

El tímpano que corona esta "Magna Porta", en expresión de Ramiro I, es emblemático. El crismón con su mensaje trinitario flanqueado por los dos leones fue repetido e imitado multitud de veces.
La gran novedad de este crismón con respecto a los que ya había desde tiempos de Constantino I el Graade es el hecho de que resalta el Misterio de la Trinidad. Y además lo explica en la inscripción cuidadosamente realizada sobre su aro marco.
La "P" es el Padre, la "A", el Hijo, la "X", el Espíritu Santo.
¿Por qué surge esta necesidad de explicitar con texto el mensaje trinitario?. Se apunta a herejías existentes en ese momento que ponen en tela de Juicio el Misterio de la Trinidad o la naturaleza Divina de Cristo. El reino de Aragón da un paso al frente a la hora de defender la Trinidad. Lo hace por medio del crismón esculpido en piedra y explicado en Jaca y lo difundirá a todos los lugares donde tuvo dominio, relaciones o influencia: Cataluña, sur de Francia, Navarra, Castilla..

PAX, como icono, equivale a un crismón trinitario. P (padre), A (hijo), X (Espíritu Santo). Este símbolo (PAX) aparece grabado en uno de los anillos de oro que se rescataron de las tumbas reales de San Juan de la Peña. Los reyes privativos de Aragón, adoptaron este símbolo incluso como sello real (está en la parte posterior, externa, grabado en posición inversa para poder ser usado como sello)
<<Pero no fue el soberbio crismón de ocho brazos lo que provocó mi estupor, sino los dos magníficos leones que lo flanqueaban, ya que, además de que su perfección era incomparable pocas ve­ces los había visto tan bellamente reproducidos, ambos esta­ban gritando, para quien supiera oírles, que aquella edificación contenía «algo», «alguna cosa» tan principal y sagrada que era necesario entrar en el recinto con los cinco sentidos bien des­piertos. El león es un animal de significación solar, estrechamen­te unido al concepto de luz. Leo es, además, el quinto signo del Zodíaco, lo que significa que el sol pasa por este signo entre el 23 de julio y el 22 de agosto, es decir, la época más caliente y lumi­nosa del año. Para la tradición simbólica universal, el león es el centinela sagrado del Conocimiento mistérico, cuya representa­ción críptica es la serpiente negra. Y precisamente era una ser­piente lo que había bajo el león de la izquierda, o para mayor precisión, el león de la izquierda aparecía en actitud de proteger a una figura humana que sujetaba una serpiente. El león de la de­recha, por su parte, aplastaba con su pata el lomo de un oso, sím­bolo, por su letargo, de la vejez y la muerte. Pero lo más intere­sante del conjunto era la cartela situada al pie del tímpano, que decía lo siguiente: Vivere si queris qui mortis lege teneris. Huc splicando veni renuensfomenta venení. Cor viciis munda, pereas ne morte secunda.

¿A qué otra cosa podía estar refiriéndose aquella llamada -«Si deseas vivir, tú que estás sujeto a la ley de la muerte, ven suplicante…»-si no era al comienzo mismo del proceso iniciático? ¿Acaso no era Jaca la primera ciudad del Ca­mino sagrado, marcado desde el cielo por la Vía Láctea y segui­do por millones de personas desde que el mundo era mundo? Santiago no fue más que la explicación de la Iglesia a un fenóme­no pagano de remotísimos orígenes. Mucho antes de que Jesús naciera en Palestina, la humanidad ya viajaba incansablemente hacia el Final del Mundo, hacia el punto conocido como Finiste­rrae, el «fin de la Tierra».
¿Qué era aquello tan importante que la catedral de Jaca guar­daba en su interior? No tenía más remedio que entrar y buscar­lo, porque estaba claro que los leones podían avisar, pero jamás desvelarían un secreto.>>
 


Sáncho Ramírez
Rey de Aragón y Pamplona


Los precedentes históricos

Durante el primer tercio del S. XI, asistimos a un doble proceso de desmoronamiento del poderoso estado amirí musulmán y de fortalecimiento del mundo cristiano peninsular personificado en la figura de Sancho III, el Mayor, de Navarra. A su muerte, le sucederán en Pamplona, García III Sánchez, en el condado de Castilla -que acabará siendo también titular del reino de León- y en el condado de Aragón, Ramiro I.

Las secuelas del reinado de Sancho III de Navarra, marcarán este período, produciéndose diversos conflictos y enfrentamientos derivados de reclamaciones territoriales pero, será el fortalecimiento territorial de estas entidades políticas y su consolidación institucional -los condados de Castilla y Aragón acabarán convirtiéndose en reinos-, sumado a la fragmentación de al-Andalus en taifas, lo que marcará un nuevo ritmo en los distintos estados peninsulares. No podemos, no obstante, pasar por alto el papel del Papado -en proceso, él mismo, de fortalecimiento- en la consolidación de dichos reinos y en la canalización de las energías cristianas en la tarea de la Reconquista.

Inicialmente, Fernando I, como conde de Castilla y Ramiro I como conde de Aragón, inician una política de consolidación de los estados de los que son titulares, de lo que la reincorporación de comarcas en torno al reino de Navarra por parte del castellano, y de Sobrarbe y Ribagorza por parte del aragonés Ramiro I, son una muestra. A éste proceso de fortalecimiento y consolidación podríamos llamar 'interna' le seguirá una fase de proyección exterior a base de los territorios musulmanes, una fase en la que proyectar las energías y fuerzas recobradas tras el oscuro período de Almanzor.

Dada la fuerza territorial y humana de Castilla, Fernando I pudo mostrarse especialmente activo, tanto en el Oeste -presionando sobre la actual Portugal-, como en el Este, donde sometería Zaragoza a vasallaje. El establecimiento del protectorado castellano sobre Zaragoza suponía, sin embargo, bloquear los movimientos expansionistas de Navarra y Aragón: De hecho, el infante Sancho y un todavía desconocido Rodrigo Díaz de Vivar acudirían en ayuda de al-Muqtadir de Zaragoza, cuando Ramiro I arremetió contra la taifa, muriendo, de hecho, el aragonés, en el sitio de Graus.


Sancho Ramírez y los problemas de la expansión de Aragón

El sucesor de Ramiro I, Sancho Ramírez, ya como Sancho I, era consciente de que el apoyo castellano a la taifa suponía un impedimento realmente serio a los proyectos de expansión aragoneses en el valle del Ebro, lo que sumado a la competencia del condado de Barcelona en el Pirineo y el Mediterráneo, podía conducir al aislamiento de Aragón con respecto a la empresa reconquistadora.


En aquel momento, por su parte, el Papado estaba desarrollando una profunda reforma uno de cuyos objetivos más notables era sacudir el control ejercido por los poderes laicos sobre la Iglesia, pero para ello, necesitaba que esos mismos poderes laicos se comprometieran a la defensa de esa independencia del Papa y la Iglesia.

Ésta buscará poderes emergentes, como son los condados de Castilla y Aragón, y más tarde el condado de Portugal, para que hicieran de contrapeso a poderes que, como los del emperador del Sacro Imperio, pretendían mantener dicho control: los estados emergentes se mostrarían receptivos a las reformas que el Papado impulsaba para asegurar la independencia eclesiástica y la consolidación jurisdiccional del Papado sobre los obispados controlados por príncipes y nobles, y a cambio, el Papado, como institución moral y jurídica internacionalmente reconocida, arbitraría a su favor y les dotaría de esa justificación moral y jurídica que necesitaban.

Dado que Sancho Ramírez no podía contrarrestar militarmente a Castilla, el aragonés recurrió al Papa para paralizar la ayuda castellana a Zaragoza:
En 1063, el papa Alejandro II llamará a los europeos a la Cruzada en Aragón, hecho que ha pasado a la Historia, por constituir la auténtica primera convocatoria de Cruzada de la Edad Media, previa a la que daría lugar a las Cruzadas del Oriente Medio. Efectivamente, y amparado en la bula de cruzada, un ejército franco-aragonés tomará Barbastro (1064), plaza perdida en abril de 1065.

Ese mismo año, Fernando I de Castilla, viendo que Aragón tomaba la iniciativa en el sureste, decide atacar a los musulmanes en dirección a Paterna, aunque tampoco logra consolidar su posición.

En 1067, Navarra y Aragón deciden dar un paso más: A fin de forzar a Castilla a retirar la protección sobre Zaragoza, Sancho I de Aragón y Sancho IV de Navarra, arremeterán contra Sancho II de Castilla, en lo que ha venido conociéndose como Guerra de los Tres Sanchos. Sancho Ramírez de Aragón derrotará a los castellanos en Viana, pero los musulmanes de Huesca, aliados al castellano por temer a los aragoneses, atacarán por el este al monarca aragonés, que se ve obligado a atender este frente. Sancho IV de Navarra, sólo, se vio obligado entonces a negociar.

Dada la situación internacional, y dado que esto también le convertía en autoridad moral y jurídicamente reconocida frente a los nobles, en 1068, Sancho Ramírez acabará declarándose vasallo del Papa, gracias a las gestiones del legado Hugo Cándido.

De alguna manera, 1068 constituye un año fundamental para Sancho I y para el reino de Aragón: ese mismo año, el monarca aragonés viajaba a Roma y asumía la reforma gregoriana y la cultura europea.

En 1071, tras morir su primera esposa Isabel de Urgel, Sancho se casará con Felicia de Roucy, biznieta del rey de Francia, Roberto el Piadoso, y hermana del conde Eblo II, personaje clave de la cancillería pontificia.
Precisamente, en 1071 se introduce el rito romano en Aragón, acabando con el rito hispano-visigodo, también llamado mozárabe. En 1076, Sancho Ramírez accede al trono de Navarra como Sancho V: quizás su buena predisposición para con el papado y la reforma que llevaba a cabo, pudo contribuir a reforzar su candidatura; lo cierto es que en 1078 el hermano del rey, García, se convertía en obispo de Pamplona, dignidad que sumaba a la de obispo de Jaca. Aunque estos nombramientos iban dirigidos a implementar la reforma en ambos reinos, García acabó posicionándose en el bando mozarabista, que quizás era también el nobiliar, dándose la sorprendente circunstancia de que fuera una mujer, la condesa Sancha, partidaria del fortalecimiento del poder real y el papal, la que, en sustitución de García, ocuparía el obispado a modo de encomienda.

Esta política de apertura a las corrientes religiosas y culturales romanas y francesas, también tuvieron su proyección en el terreno económico. El rey del cada vez más poderoso y prestigioso Reino de Aragón, necesitaba una Corte digna del mismo, siendo elegida Jaca, que recibió fuero en 1077, estimulando la instalación de artesanos de origen francés. A esta medida habría que añadir la aplicación de exenciones fiscales para los peregrinos que, con el objeto de llegar a Santiago de Compostela, penetraran por Jaca y Pamplona, lo que estimularía la afluencia de centenares de consumidores y, con ello, el dinamismo comercial y económico.
No debemos olvidar tampoco, que Aragón estaba experimentado un incremento de la producción agro-pecuaria, de excedentes y de población -lo que se traducía en consumidores y tributarios-, como tampoco podemos olvidar que la toma de Barbastro y otras plazas musulmanas, y el cobro de parias, había procurado la circulación de metales preciosos que, monetarizados, contribuyeron a estimular el consumo y los intercambios comerciales.

Este fortalecimiento político, económico y cultural, será fundamental para relanzar la tarea reconquistadora, tomándose Graus en 1083 y Monzón en 1089: La toma de ésta última plaza abrirá el camino de los aragoneses a Lérida y Tortosa, si bien, de nuevo el Cid, frenará la progresión aragonesa hacia el Mediterráneo. Pocos años después, en 1093, ante la amenaza que suponía la marea almorávide, los antiguos adversarios se unirán para tomar esta plaza, llegando incluso hasta Salou.

Huesca se presentaba como el siguiente objetivo a vatir, pero sería precisamente durante el cerco levantado en torno a esta importante fortaleza musulmana cuando murió a causa de una flecha, el monarca que había puesto las bases de un reino fuerte, dinámico y culturalmente activo.

Sus restos son trasladados al Castillo de Montearagón, donde reciben sepultura.
Finalmente al Monasterio de San Juan de La Peña donde actualmente descansan.


Matrimonios y descendencia de Sancho Ramírez:

Se casó en primeras nupcias, posiblemente en 1062/1063, con Isabel de Urgel, hija del conde Ermengol III de Urgel, quien desaparece de la documentación aragonesa en 1068, posiblemente repudiada. De esta unión nació:

Pedro I Sánchez «el Católico» (hacia 1068–1104), rey de Pamplona y Aragón (1094–1104).

Se casó en segundas nupcias hacia 1071 con Felicia de Roucy, hija del conde Hilduino III de Roucy. De esta unión nacieron:

Fernando Sánchez de Aragón (1071–1094);9
Alfonso I Sánchez «el Batallador» (1073–1134), rey de Pamplona y Aragón (1104–1134);
Ramiro II Sánchez «el Monje» (1086–1157), rey de Aragón de 1134 a 1157.

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El recuerdo ha un gran monarca que reformó el antiguo reino de Aragón, dotándolo de aire fresco, debido a las nuevas influencias europeas que venían a través del Camino de Santiago. Ese gran rey, para muchos desconocido fue Sancho Ramírez.

En este video que os presento, está su vida contada de una forma peculiar. La narración está hecha en primera persona. Nos cuenta la historia el propio monarca. cuando estaba a punto de exhalar su último aliento, a las puertas de Wasqua (Huesca).

El documental está patrocinado por el Ayuntamiento de Jaca. Con la colaboración de la Escuela Militar de Montaña y de varios investigadores e historiadores expertos en la época medieval.

Todo lo que se cuenta es verídico y tratado con rigor histórico, como no podía ser de otra forma.




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Ampliación sobre el reinado de Sancho Ramírez:
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Se cree que nació en Jaca pero no está documentado. Sin embargo el año si que esta controlado al igual que el de su muerte. Nació en el 1043 y murió en Huesca, el 4 de abril  de 1094.

Rey Sancho I de Aragón (1063-1094) y
Rey Sancho V de Pamplona (1076- 1094)
Hijo de Ramiro I, el primer rey de Aragón, y de Gisberga o Ermesinda de B e. igorre.

El testamento que Ramiro I de Aragón dictó el 1061 le nombra heredero al trono. Es posible que, a partir de ese momento, Sancho fuera asociado al trono, pues hay alguna noticia que le califica en esa época como rex, en coexistencia con su padre.

Se carece de información sobre la juventud de Sancho, aunque se sabe que una parte de ella se realizó bajo la dirección de un aitán o tutor: un noble llamado Sancho Galíndez.
A principios de la década de 1060, Ramiro I había consolidado de manera definitiva el reino aragonés, pero tropezaba con problemas importantes en las fronteras orientales, donde los condes de Barcelona, Urgell y Pallars pugnaban por ocupar diversas fortalezas musulmanas entre los ríos Noguera Ribagorzana y Cinca, circunstancia que amenazaba cualquier proyecto de expansión de Aragón hacia Lérida y los territorios occidentales de la taifa de Zaragoza.

Ramiro I intentó hacer frente a esta amenaza mediante una alianza con Armengol III de Urgel —para aislar al conde barcelonés—, ratificada con un doble enlace por el que Sancho Ramírez se casó con Isabel, hija de Armengol, y éste, a su vez, con Sancha, hija de Ramiro.

La conquista, en el otoño de 1062, de Benabarre y parte de la Baja Ribagorza, junto con el vasallaje prestado por Armengol III y el vizconde de Ager, Arnau Mir de Tost, confirmaron el éxito de esta estrategia.

La ambición combinada de estos tres personajes, Ramiro, Armengol y Arnau Mir, les empujó al año siguiente a realizar una campaña contra la poderosa fortificación musulmana de Graus, llave del valle del Cinca, cosechando un rotundo fracaso. En la batalla librada el 8 de mayo de 1063, Ramiro I pereció y sus tropas fueron vencidas por al-Muqtadir de Zaragoza.


Gobierno como rey de Aragón (1063-1076)

Sancho Ramírez se convirtió entonces en rey de Aragón, En ese momento el reino comprendía las comarcas del Pirineo Central que se extienden al norte entre los valles de Ansó y Barrabés —en la Ribagorza— y los cauces del Aragón y el Noguera Ribagorzana. Y al sur, las sierras prepirenaicas creaban la frontera con la taifa de Zaragoza, defendida por una cadena de importantes fortificaciones  

El reino de Aragón se hallaba bajo un pacto vasallático firmado en 1063, con respecto a Pamplona. El reino, sin embargo, manifestaba una firme estabilidad interna y los monarcas una notable capacidad para dirigir los grupos aristocráticos. Al contrario de lo que ocurría bajo el gobierno de Sancho IV de Pamplona.


Primera toma de Barbastro (1064)

A pesar de ser una zona de expansión del reino aragonés, Sancho Ramírez no participó en la toma, aunque efímera, de la fortaleza de Barbastro, una ciudad musulmana que defendía la zona del Cinca.
En julio de 1064, un ejército alentado por el papa Alejandro II y formado por guerreros francos procedentes de Poitou, norte de Francia y Normandía, Champaña e Italia, tomó al asalto la ciudad musulmana de Barbastro, ayudados por Armengol III. Pero el contraataque de al-Muqtadir de Zaragoza en abril de 1065 consiguió que la ciudad volviera a manos musulmanas.
 
Ene stos primero años, Sancho Ramírez apenas hizo incursiones contra la taifa zaragozana. Únicamente logro tomar de Alquézar (1067), pues la resistencia ofrecida por al-Muqtadir, apoyado por los mercenarios castellano de Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid, opusieron una dura resistencia.


Viaje a Roma (1068) y la infeudación ante el Papa

En la primavera de 1068, viajó a Roma en peregrinación. Allí —o en Perugia, donde el Papa residió de marzo a diciembre de ese año— “cuando tenía veinticinco años, por deseo de Dios acudí de buen grado ante la morada en honor de San Pedro y entregué mi reino y a mí mismo a Dios y su potestad para servirle”, según sus propias palabras.

Se trataba de una infeudación que convertía al rey en un aliado privilegiado de un papado cuya autoridad e influencia crecían de manera extraordinaria en esta fase de la denominada “Reforma gregoriana”.
Impuso a la Iglesia aragonesa el cambio de rito (1071), con la adopción de la liturgia romana en detrimento de la hispana, de origen visigodo, en un signo evidente de buena voluntad hacia el Pontífice, que, en este momento, reclamaba una uniformización de los rituales eclesiásticos a escala europea.


Gobierno como rey de Aragón y Navarra (1076-1094)

En el 1076 Sancho IV Garcés es asesinado en Peñalén por una conjura de los nobles y de los propios miembros de la familia real. La rápida intervención de Alfonso VI de Castilla y León y de Sancho Ramírez impidió la búsqueda de algún tipo de solución pactada dentro de la familia real navarra y condujo al alineamiento de los grandes magnates alrededor de los monarcas vecinos.

El reino fue fragmentado y Sancho Ramírez obtuvo la fidelidad de los nobles que dominaban las regiones septentrionales, desde Guipúzcoa hasta el valle de Roncal, Pamplona, la Tierra de Estella, Sangüesa y Aibar, así como la franja formada por el curso medio del Arga y el Aragón, que se abría hacia el valle medio del Ebro musulmán.

De este modo doblaba la extensión del territorio de sus posesiones. El rey adoptó inmediatamente decisiones significativas que manifestaban una clara conciencia de las transformaciones que había experimentado el reino.

La primera fue que erigió Jaca en ciudad y sede real por excelencia, con la atribución de un fuero (1077), e instaló el obispado aragonés en ella, con su hermano García Ramírez al frente. Con ello, puede decirse que hizo de Jaca una especie de capital, si es que puede hablarse de una sede estable para una realeza básicamente itinerante.

Es probable, además, que robusteciese sus vínculos con el monasterio de San Juan de la Peña, fundado por su abuelo y al que su padre había convertido en panteón real y el centro en el que se conservaba la memoria dinástica.

 
Acciones contra la taifa de Zaragoza

En este segundo período de gobierno, Sancho Ramírez intervino de forma más activa en las taifas islámicas fronterizas.
Coincidió con un período de esplendor de la taifa de Zaragoza. Desde el 1076 su regente, al-Muqtadir, dominaba también las taifas de Tortosa y Denia, con lo que su poder era reconocido desde Medinaceli a a Alicante.
 
A fines del 1081 murió al-Muqtadir y sus territorios fueron divididos entre dos de sus hijos: al-Mu’tamin, que recibió Zaragoza y las serranías ibéricas, y Mundir, que conservó Lérida, Tortosa y Denia. Durante los veinte años siguientes, las luchas entre estos reinos taifas y sus aliados cristianos dibujaron el escenario político del levante peninsular.
En este contexto, Sancho Ramírez se decantó por la alianza con Mundir de Lérida por diversas razones, entre las que destacan sus aspiraciones sobre Huesca y Barbastro, así como la presencia del Cid en Zaragoza desde 1080, que hacía patente la influencia castellana.
En abril de 1083, cayeron en poder aragonés Graus y Ayerbe, dos importantes poblaciones fortificadas de la frontera superior, que impedían la circulación de las huestes feudales a lo largo del valle del Ebro. Era el primer síntoma de la descomposición del sistema defensivo islámico, que tuvo otros hitos en la ocupación de Arguedas (1084) y la construcción del castillo de Montearagón, en las afueras de Huesca (1086).
Como consecuencia de estos avances, muchas localidades de la plana de Huesca y el Somontano de Barbastro negociaron el pago de parias o tributos al margen de las autoridades estatales de la taifa y es probable también que empezase lentamente un éxodo de campesinos musulmanes.


Derrota en la batalla de Morella (1085) 

La actividad de Rodrigo Díaz en la primera mitad de la década de 1080 tuvo efectos notables sobre la capacidad de resistencia de la taifa de Zaragoza. No sólo detuvo a Mundir y sus aliados —Sancho Ramírez y los condes catalanes, en especial el de Barcelona—, sino que recuperó para al-Mu’tamin una cierta tutela sobre Valencia, en 1085, en concreto tras la batalla de Morella, librada el año anterior, en la que Sancho Ramírez fue derrotado por el noble castellano. Esta situación estaba destinada a durar poco.


Participación en la batalla de Sagrajas (1086)

La conquista de Toledo por Alfonso VI y la intervención almorávide en al-Andalus en el verano de 1086 cambiaron las pautas tradicionales de la actuación de los diferentes protagonistas, musulmanes y cristianos, que se remontaban a una generación atrás.

Varios autores sugieren que, en esta coyuntura, Alfonso VI y Sancho Ramírez llegaron a un acuerdo que sancionaba de manera definitiva el reparto de Navarra y cabe también la posibilidad de que el monarca castellano-leonés aprobase la existencia de una esfera de influencia levantina en favor de su homólogo aragonés. Eso supuso probablemente la participación de un contingente de tropas en la batalla de Sagrajas, tal vez dirigido por el infante Pedro.
 

Toma de Estada (1087) y Monzón (1089)

El desastre cristiano ante los almorávides no impidió que Sancho Ramírez mantuviera su lucha frente a Zaragoza. Sancho se apoderó de Estada en 1087 y asedió Monzón unos meses después: el 24 de junio de 1089, esta ciudad se rindió al rey, juntamente con un extenso territorio que lindaba con Lérida y Barbastro. Sancho concedió Monzón a su hijo Pedro.

Decenas de almunias —propiedades rurales— y numerosas posesiones urbanas fueron distribuidas entre la elite nobiliaria, en lo que constituyó el primer reparto masivo de tierras arrebatadas a los musulmanes, que preludiaba los que tendrían lugar en los años siguientes. Además, debilitó de forma definitiva el sistema defensivo de las taifas de Lérida y Zaragoza.


Años finales de su reinado (1089-1094)

Durante sus últimos años de gobierno, las acciones de Sancho Ramírez estuvieron ligadas a dos grandes objetivos:

Apoderarse de Huesca;
Obtener el reconocimiento a su derecho de conquistar la totalidad de la cuenca del Ebro, hasta Tortosa y las serranías ibéricas.
En ese contexto hay que situar las alianzas contraídas por Sancho con algunos nobles de más allá de los Pirineos. Desde finales de los años setenta, su tío Bernardo II de Bigorre participaba con él en expediciones contra los musulmanes y hacia 1082 el sucesor de Bernardo, Céntulo, vizconde de Béarn y conde de Bigorre, se había convertido en su vasallo.

El hijo de Céntulo, Gastón, que posiblemente corroboró la fidelidad de su padre poco después de 1090, se casó con Teresa o Talesa, hija del hermanastro del rey, el conde Sancho Ramírez.

Por otro lado, Sancho Ramírez había engarzado su familia con otras parentelas nobiliarias del norte de Europa y, a través del matrimonio del infante Pedro con Inés de Aquitania (enero de 1086), con los condes de Poitou.

En esta misma línea, el rey actualizó —y mejoró— el vínculo que había establecido con la Santa Sede dos décadas atrás. Dirigiéndose a Urbano II, Sancho se declaró contrito por no haber sido demasiado respetuoso con el pacto de 1068 y lo reafirmó con el compromiso de pagar 500 “mancusos” de oro hasta su muerte.

Finalmente, la relación con Alfonso VI de castilla y Leónera en este momento lo bastante estrecha como para que Sancho acudiera a Maqueda en el verano de 1090 para contrarrestar la ofensiva almorávide contra Toledo.

Si se añade que, desde 1088, el Cid combatía a lo largo de todo el Levante para aislar Valencia, su objetivo final, y que en 1091 selló un pacto de no agresión con el monarca aragonés, cabe afirmar que Sancho Ramírez tenía bien sujetos los hilos diplomáticos que le permitían neutralizar cualquier oposición a la conquista de los territorios del norte del Ebro.

Para ello, comenzó el año 1091 fortificando una posición denominada expresivamente “Sobre Zaragoza” (El Castellar) y, dos años después, Almenar, en las inmediaciones de Lérida, con la finalidad de debilitar la autoridad de los dirigentes taifas en la periferia de sus propias capitales.

Entre estos años, Sancho organizó una vasta campaña contra Tortosa, en la que probablemente colaboró con la flota genovesa, que le permitió ocupar Salou y varios castillos en el Maestrazgo valenciano y la Plana castellonense, entre las que destacan Culla, Oropesa, Castellón y Montornés.

Aparte de constituir una cadena de fortalezas que aseguraba el flanco septentrional de la Valencia cidiana, se trataba de núcleos desde los cuales las guarniciones aragonesas depredaban las comunidades campesinas de amplias zonas del Mediterráneo andalusí.

A la altura de 1093, Sancho Ramírez y sus nobles contemplaban con confianza la posibilidad de ocupar las tierras vertebradas por el Ebro, entre Tudela y Tortosa, en un plazo de tiempo no excesivamente lejano. La debilidad militar de las taifas una vez desaparecidos los mercenarios castellanos, les autorizaba a mantener esta creencia, con una convicción cada vez mayor, producto de una acelerada intensificación del sentimiento antimusulmán muy visible en este período final del siglo. Todo ello a pesar de la amenaza de los almorávides, que gravitaba más bien sobre Valencia, ocupada por Rodrigo Díaz en junio de 1094, una amenaza que tardaría todavía en concretarse en esta región del noreste peninsular.

De este modo, Sancho dedicó los meses iniciales de 1094 a preparar el asedio de Huesca, una ciudad fundamental en la red urbana del norte de la taifa zaragozana, que aguantaba el armazón de fortalezas que subsistía después de las conquistas aragonesas de 1083.

La ciudad estaba bien defendida y en el transcurso de los combates que tuvieron lugar en los primeros días del sitio, el 4 de junio de 1094, el Monarca recibió una herida mortal.
 

Muerte de Sancho Ramírez

La Historia Roderici, una de las crónicas más cercanas a los acontecimientos, concluye diciendo

Entonces murió Sancho, rey de los aragoneses, de buen recuerdo, que vivió cincuenta y dos años y después acudió ante Cristo en paz, y está sepultado honrosamente en el monasterio de San Juan de la Peña.

Este último dato es exacto y se sabe que Sancho fue inhumado en esta sede con motivo de la consagración de la iglesia pinatense, en diciembre de 1094.


Matrimonios y descendencia de Sancho I Ramírez

Como resultado de la negociaciones diplomáticas de su padre, Sancho Ramírez contrajo matrimonio con Isabel de Urgel, hija de Armengol III de Urgel. Sus contactos con el papado le permitieron repudiar a su primera esposa en torno al 1070.

De este primer matrimonio tuvieron al menos a : 
Pedro I de Aragón y Navarra, rey entre los años 1094 y 1104.
Su segunda esposa fue Felicia de Roucy, con quien se casó en el 1070. Felicia era hija de Hilduin IV, conde de Montdidier y de Roucy y de Alix de Roucy, y su linaje descendía por vía materna de los Capetos y del emperador Enrique I de Alemania. Sus hijos fueron:

Fernando Sánchez (c. 1071-c. 1086).
Alfonso I el Batallador, rey de  
Ramiro II, rey de Aragón.


Acuñaciones de Sancho Ramírez: las monedas jaquesas

Sancho Ramírez fue el primer rey de Aragón y de Pamplona que acuñó su propia moneda.

Las primeras emisiones aragonesas se producen en torno al año 1085, durante el reinado de Sancho Ramírez. Son las denominadas monedas jaquesas por haber sido acuñadas en Jaca.
 
Se trata de dineros de vellón y medios dineros, llamados meajas, contabilizados según el sistema carolingio. La base ponderal del sistema carolingio era la libra, de aproximadamente 409 gr , y su unidad era el dinero de plata. Cada libra se dividía en 20 sueldos y cada uno de ellos en 12 dineros. Lo que daba lugar a la acuñación de 240 dineros de 1.7 gr por cada libra. Se les llamaba monedas cuaternales, es decir, con cuatro dineros de ley, un tercio de plata en la aleación del vellón.

Los primeros dineros de Sancho Ramírez representan en el anverso la cabeza del monarca desnuda de perfil y en el reverso una cruz sobre vástago con decoración vegetal, que se ha identificado erróneamente con el Árbol o la Encina de Sobrarbe.

Solo ocasionalmente aparecen inscritos topónimos específicos como IACCA, MONSON, NAIARA, y otros genéricos como ARAGON o NAVARA. Las meajas presentan las mismas características, pero existen emisiones que no incluyen el árbol y sólo representan una cruz.

Asimismo está documentado un raro caso de acuñación de moneda de oro de Sancho Ramírez, el mancuso jaqués (mancusos iacensis o auro de Iacca), que respondía a la misma tipología del dinero de vellón y adoptó una ley baja (oro de unos 18 quilates). El ejemplar tiene 1,95 g de peso, con el rótulo ARAGON y el nombre “Snci(i) N(ostr)i m(an)c(usus).

Es posible que fuera una emisión especial, que no llegó a circular, y que se debió a la necesidad del pago de medio millar de mancusos de oro anuales a la Santa Sede al ser reconocido Sancho Ramírez como rey de Aragón por el papa e infeudado por esta cantidad a los Estados Pontificios tras el viaje del rey aragonés a Roma de 1068.

Igualmente existió moneda divisionaria del dinero: el óbolo, cuyo valor y peso era la mitad de un dinero.


El Origen de las Barras de Aragón.
Fruto del sometimiento feudal de Sancho Ramírez

Los libros del escritor aragonés nacido en Daroca José Luis Corral me han proporcionado muy buenos ratos, especialmente su "Historia de Aragón contada a los niños". Ya era hora de que alguien de prestigio y con conocimiento del tema reivindicara para Aragón una de tantas partes que de su historia, y lamentablemente no sólo de su historia, le han sido arrebatadas. Corral ha tenido el especial acierto de hacerlo en un libro dedicado a los niños, aunque igualmente deberían leerlo los mayores.

Hay que resaltar el cuidado exquisito, tal vez demasiado, que ha puesto en no afirmar de manera taxativa nada que no pueda demostrarse por documento absolutamente irrebatible. Algo que para nada han tenido en cuenta quienes a lo largo de dos siglos, con gran imaginación, inventaron hechos que o no sucedieron o no pudieron suceder.

El documento más antiguo de que hasta hoy se dispone, que yo sepa, sobre las barras de Aragón no es precisamente un texto escrito, sino unos sellos de Ramón Berenguer IV, de cuando ya era Príncipe de Aragón, Conde de Barcelona y Marqués de Provenza por este orden, y en latín, que es como se tituló siempre porque nunca se tituló rey. La reina era su esposa, una niña aún, Doña pETRONILA. Naturalmente él tenía, y muy bien tenidas, todas las competencias. No hay sellos anteriores a los desposorios y Ramón Berenguer era Conde de Barcelona desde bastantes años antes, pues lo heredó de su padre a la edad de 15 años. 

Los colores de las Barras, no hay duda, eran los colores de Roma y a la decadencia y caída del imperio romano pasaron al Papado como casi todo, o más bien todo, y desde luego los símbolos. Un par de consideraciones nos llevarán al conocimiento de cómo y cuándo pudieron pasar, y seguramente pasaron, a la Corona de Aragón.

La segunda mitad del siglo XI marcó el apogeo del Papado. El Papa Alejandro II (1068 a 1073) fundado en un documento del emperador Constantino, que siglos después se descubrió que era falso, reclamó la soberanía de los reinos de España, mejor dicho, de la parte de España que se había reconquistado y de la que se fuera reconquistando. El rey de Castilla hizo oídos sordos, pero no así el rey de Aragón, Sancho Ramírez.

No cabe duda de que la familia real aragonesa era católica. Alfonso I dejó su reino en herencia a las órdenes militares; su hermano Ramiro II era fraile y volvió al convento en cuanto dejó su reino y sus hija, en las seguras manos de Ramón Berenguer y Doña Toda Ramírez (Doña Toda de Moncayo)m fundó el convento de Trasobares del que fue primera abadesa.

Estos eran los hijos de Sancho Ramírez. Naturalmente que el padre no solo atendió la llamada sino que inmediatamente se puso en camino a Roma en 1068 para "poner su persona y su reino en manos de Dios y de San Pedro", sometimiento que se completó el año siguiente, pues su estancia en Roma fue larga, declarándose feudatario del Papa y pagando el tributo correspondiente. Tal situación perduraría muchos años con relaciones muy fluidas, intercambio de visitas a través de personas de confianza de una y otra parte. Por Aragón casi siempre el abad de San Juan de la Peña.

En 1073 Gregorio VII, el nuevo Papa, escribía: "No se os oculta que el reino de España fue desde antiguo de la jurisdicción propia de San Pedro, aunque ocupado tanto tiempo por los sarracenos, pertenece todavía por ley de justicia a la Sede Apostólica solamente y no a otro alguno".

Este sometimiento feudal y tributario de Sancho Ramírez, que en 1078 era además también rey de Pamplona, algo merecería por parte del Papa junto con su bendición ¿Y qué tenía más a mano el Papa que los colores de Roma que además no le suponían coste alguno?

Todo apunta a que éste fue el origen de las barras que pertenecen por tanto a la Casa Real de Aragón. Antes esos símbolos no se utilizaban y en aquel tiempo no tenían la importancia que adquirieron luego. Este regalo sería considerado como poco más que la estampita especial con que suelen mostrar su agradecimiento los miembros de la Iglesia.

Fue más tarde cuando las barras adquirieron la importancia que merecieron y ésa fue obra de aragoneses y catalanes primero, y de todos los territorios que se fueron conquistando más tarde. Por tanto, son de todos y pertenecen a todos por igual.

No tiene sentido y es penoso leer en obra tan importante y seria como Espasa en su apartado de Ramiro el Monge: "Este fue el último rey verdaderamente aragonés". Resulta que Doña pETRONILA que era verdaderamente aragonesa además del hijo, el futuro Alfonso II, el primero que se titula Rey de Aragón y Conde de Barcelona, puso también la corona.

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El Castillo de Loarre

El Castillo de Loarre se halla situado en la sierra del mismo nombre, a unos 35 kilómetros de Huesca. La Historia del castillo de Loarre se remonta más allá de la Alta Edad Media: la aparición de monedas romanas y aún íberas en sus proximidades hacen pensar en que podría ser la "Calagurris Fibularia" romana. Hacia el año 1020, el rey Sancho el Mayor de Navarra anexiona el castillo y sus territorios a su reino, convirtiendo el castillo en baluarte defensivo frente a la poderosa fortaleza musulmana de Bolea y controlando la vertiente izquierda del Gállego. A la muerte de Sancho, su hijo Ramiro I mantiene el yugo sobre La Sotonera islámica, con frecuentes incursiones sobre las plazas cercanas y, después de él, Sancho Ramírez revitaliza la fortaleza de Loarre en su uso militar-eclesiástico, fundando en 1071 un monasterio de canónigos de San Agustín cuya grandiosidad y magnificencia no tienen parangón en el país. Este monarca aplica las dos tendencias renovadoras de la época: la cluniacense y la gregoriana, lo que propicia el acercamiento a la Iglesia romana y con ello la apertura de Aragón a Europa. El castillo de Loarre se convierte así en "capilla real" gozando de condiciones especiales, diezmos y rentas, privilegios que perderá gradualmente en favor del castillo de Montearagón al iniciarse en 1088 su construcción en las cercanías de Huesca.

En 1094 muere Sancho Ramírez ante las murallas de Huesca, siguiéndole en el trono su hijo Pedro, quien en 1096 conquista la ciudad.

El joven rey constituye Montearagón como cabeza de la congregación, dadas sus evidentes ventajas por su proximidad a Huesca. Loarre pierde su carácter monástico, se seculariza y vuelve a la Corona aragonesa, que confiará su custodia a tenentes o seniores. En 1101 Pedro I conquista definitivamente Bolea, última plaza musulmana de La Sotonera, siendo a partir de entonces cuando el castillo de Loarre pierde su carácter defensivo y su importancia militar. Durante el siglo XII y en adelante la población va asentándose en núcleos más adecuados para la explotación de la tierra, por lo que el castillo inicia un prolongado declive. Esporádicamente jugará importantes papeles en algunos episodios de la historia de la Corona de Aragón, como los sucedidos durante los reinados de Jaime I el Conquistador, Pedro III, Jaime II, Pedro IV o el Conde de Urgell. En el nivel superior encontramos el monasterio fortificado, primer enclave sobre la roca, del que hoy se conservan notables piezas del arte románico: la capilla de Santa María de Valverde, adosada a un acantilado casi vertical; algunos muros de pabellones anexos; la cimentación de una torre en el patio superior y la llamada Torre de la Reina, en el norte, que protegía la puerta de entrada. Por último, la Torre del Homenaje, con sus 22 metros de altura, cimentada mucho más abajo, y por tanto construida como torre albarrana exenta de la primera edificación. En el nivel medio está la magnífica Capilla Real o de San Pedro, de estilo románico aragonés. Encontramos también los pabellones del ala monacal, al norte, detrás de la Torre del Homenaje. Los arranques de sus arcadas sugieren tres alturas. Desde ellos se accede a cuatro salas que debieron constituir almacenes. Bajo la iglesia de San Pedro, en el nivel inferior, la escalera de acceso, a cuyos lados encontramos el cuerpo de guardia y la cripta, antiguamente la capilla de Santa Quiteria, donde se veneraban las reliquias de San Demetrio, patrón de los gladiadores, que hoy podemos contemplar en la iglesia parroquial de Loarre. Ya fuera de la edificación, la torre albarrana frente a la entrada principal, pudo ser una primera defensa. Por último, la muralla exterior, que rodea todo el conjunto de unos 10.000 m2 por el sur, la zona menos protegida por los naturales riscos. Parece haber sido construida en una época muy posterior, hacia 1287, como defensa de la aldea que se alojaba a los pies del castillo. Conserva unos 200 metros de lienzo tachonado de torreones, todos ellos circulares menos uno rectangular: una torre-puerta, con paso en recodo para evitar la entrada a posibles invasores.

Llegados a este punto y Como no podía ser de otra forma,..


Misterios y enígmas en Loarre

Hace mil años se erigió en el Pirineo aragonés una colosal fortaleza que hoy presume de ser el castillo románico mejor conservado de Europa. Luis Zueco novela cómo se llevó a cabo esta proeza y da respuesta a algunos enigmas aún sin resolver.
Cuentan que entre sus muros falleció el conde Don Julián y que enterraron al mayor traidor de la historia de España a la entrada de la iglesia, para que todos pisotearan sus restos por haber abierto las puertas de la Península a los musulmanes. Hasta alguno asegura haber visto a su fantasma o al de la abadesa doña Violante, sobrina del Papa Luna, cuya tumba tampoco ha sido aún hallada. Son algunas de las leyendas que circulan en torno al castillo de Loarre, pero esta colosal fortaleza encierra otros misterios, más reales, algunos a la vista de todos y aún sin respuesta.

¿Cómo construyeron en ese enclave montañoso del Pirineo aragonés una cúpula en la iglesia sin parangón alguno en la España de la época? ¿Cómo fueron a parar allí unas reliquias tan destacadas como las de San Demetrio? A estas y otras preguntas Luis Zueco da su particular solución en «El Castillo» su última novela en la que aborda la proeza que supuso hace mil años la construcción de Loarre.

«Loarre es el prototipo de los castillos de España», explica este novelista e historiador, vicepresidente de la Asociación de Amigos de los Castillos de Aragón. «Aquí no tenemos los castillos del Loira o el Rhin, más palaciegos. Los nuestros son castillos militares, que es para lo que realmente servía un castillo, y si se piensa en un castillo militar, Loarre cumple con todos los requisitos de lo que es un castillo español», añade el escritor que explica cuáles son estas características. La primera, «una ubicación que al verlo dices: ¡madre de Dios, cómo lo pudieron construir allí!», la cumple Loarre con creces. A mil metros, en la montaña pirenaica, es un nido de águilas, un lugar estratégico que podría defenderse hasta sin castillo como de hecho ocurre en la novela.

Es una fortaleza militar, que no está pensada para vivir sino para albergar a una guarnición, sin fosos de agua, sino defensa en altura. «Los españoles son castillos con muchas torres, algunas de ellas albarranas (que se quedaban independizadas en caso de ataque)...todo pensado para la guerra», describe Zueco.

Sancho tercero el Mayor, mandó construir este castillo como parte de la línea defensiva que protegía los dominios del reino de Pamplona, en su máximo esplendor en aquellos inicios del siglo XI. A esa función militar, Loarre añadía un destacado simbolismo, según este historiador, ya que «se construyó justo donde acaba la montaña y empieza el llano, la hoya de Huesca». Los cristianos de Loarre veían desde allí las huertas y las ricas ciudades musulmanas, «lo que no tenían ellos, que malvivían en las montañas, y eso incrementaba su deseo de conquista, algo muy importante para un reino que quería crecer». Veinte años después, se había conquistado Huesca y se estaba en camino de Zaragoza. «Ya se había llegado al llano, que era el gran objetivo», señala Zueco.

Maestros lombardos construyeron el castillo primitivo con sillarejo, utilizando la piedra a modo de ladrillo, como aún puede verse en la parte más alta de Loarre. El autor de «El Castillo» relata cómo «en el año 1000 los lombardos eran los que sabían construir esas iglesias y castillos, pero en un momento dado desaparecen, no se sabe bien por qué, dejando edificios a medio terminar. Algo pasó para que se fueran todos, pero no se sabe a ciencia cierta».


EL RITO ROMANO.

Trabajadores locales que habían aprendido de los lombardos quedaron al frente de la obra, apenas manteniendo lo construido. Fue con el segundo rey de Aragón, Sancho Ramírez, cuando Loarre experimentaría su impulso definitivo y cobraría gran importancia religiosa. «El reino de Aragón era en aquella época vasallo del reino de Pamplona, pero Sancho Ramírez hace una jugada maestra al ir a Roma y convertir el reino en vasallo directo de Roma de forma que nadie podía dudar ya de su legitimidad», explica Zueco. A cambio, Aragón adoptó el rito romano que Roma había intentado sin éxito introducir en los reinos y condados de la Península, donde el clero español seguía fiel al rito mozárabe. «La primera misa en rito romano fue en el monasterio de San Juan de la Peña, próximo a Loarre, y la segunda o tercera sería en el castillo», afirma el historiador.

A su vuelta de Roma, Sancho Ramírez ordenó construir en Loarre una gran iglesia, para la que no había espacio. Hubo que ganar terreno a la montaña, se hizo un falso crucero, se habilitó el acceso al castillo por debajo de la nave de la iglesia... «tuvieron que pensar en mil soluciones arquitectónicas para encajar una iglesia inmensa en un castillo militar».

El rey aragonés llevó a Loarre a una congregación de monjes agustinos con los que llegó el arte románico. Se trajo a escultores de Toulouse para realizar los 82 capiteles con que cuenta la iglesia, con sus monos, grifos, basiliscos... hasta una sirena que no deja de resultar chocante en el Pirineo.


UNA BÓVEDA SIN PARANGÓN.

Otro de los misterios de Loarre reside en la bóveda de la iglesia, «sin parangón» en la Península en aquella época. «La bóveda es el círculo que simboliza a Dios y cuando el rey se colocaba debajo quedaba simbólicamente legitimado por Él», anota Zueco.

«No hay otra igual, pero quien construyó esa cúpula tuvo que ver otra en algún sitio. En el año 1000, en el Pirineo, no se iban a ir a Constantinopla a ver cómo está hecha Santa Sofía... ¿Cómo supieron construirla? De esas dimensiones y en el Románico, es la más antigua», destaca el investigador, que en su novela ofrece su solución.

En Loarre se vivió una dualidad religioso-militar, según explica Zueco. Los soldados y los religiosos no se cruzaban. Sus dependencias estaban separadas, con accesos diferentes a la iglesia para unos y otros. «Es de las primeras veces en que conviven monjes y soldados dentro de un conjunto religioso-militar, algo curioso en una época anterior a las cruzadas y las órdenes militares», subraya.


¿UNA PORTADA OCULTA EN LA CRIPTA?

Sancho Ramírez también encargó la construcción de una cripta para albergar las reliquias de San Demetrio, que según la tradición llegaron milagrosamente hasta Loarre. «Era un santo importante, que además era soldado, lo que encaja a la perfección con que sus restos estén en un castillo y además da más fuerza al enclave», señala Zueco.

Se cree que la portada de entrada del castillo, que no sconserva actualmente, se reutilizó boca abajo en el suelo de esta cripta. «Si algún día alguien se atreviera a levantar el suelo y darle la vuelta igual nos aparecería la portada de entrada al castillo», aventura el historiador.

Hay cerca de 10.000 metros en Loarre, donde se cree que estuvo la aldea de quienes trabajaron en su construcción, que aún no ha sido objeto de ninguna excavación arqueológica. «Podría salir de todo», cree Zueco, porque «Loarre se quedó suspendido en el tiempo». La frontera avanzó y el castillo quedó solo como monasterio, pero no llegó a tener gran magnitud y acabó por ser abandonado hacia el siglo XV-XVI.

«Si se hiciera una excavación se cree que saldría una necrópolis, otras construcciones, mucho material... pero es complicado porque no deja de ser un monumento turístico que visitan unas 100.000 personas al año», justifica.


UN HOMENAJE A SUS CONSTRUCTORES.

Los muros, pasadizos y salas de este castillo, donde se rodó parte de la película de « El reino de los cielos» de Ridley Scott, se mantienen hoy tal y como estaban en el siglo XI,sin luz eléctrica ni paneles informativos. Un lugar donde resulta fácil imaginar a Eneca, Fortún y la multitud de personajes de esta novela histórica de Zueco, que abarca el periodo en que se levantó la fortaleza, entre el año 1027 y el 1082.

«Se construyó en unos 60 años, lo que pone más en valor a la gente que llevó a cabo esta proeza, con los medios de entonces. La novela es un homenaje no a los reyes ni a los nobles que mandaron construirlo, sino a los constructores, carpinteros... y a las mujeres que lo hicieron posible», explica el autor. Aquellos cientos de personas de toda condición que se jugaron la vida en esta peligrosa zona de frontera con la esperanza de progresar.




Castillo - Abadía de Montearagón

Sancho Ramírez, Rey de Aragón desde 1063, supo aunar magistralmente religión y espada sometiéndose al vasallaje de la Santa Sede y abriendo su incipiente reino a las corrientes europeístas en lo tocante a liturgia (trocó mozárabe por liturgia romana: Según las Crónicas Pinatenses, "Era martes 22 de Marzo de 1071. La hora tercia fue la última mozárabe y la sexta la primera en rito romano. Era segunda semana de Cuaresma, con el Rey y la Corte en el Monasterio de San Juan de la Peña, como solía acostumbrar por estas fechas".). También abrazó e impulso el arte cluniacense (la expansión del arte "francés" -el románico- se extendería a la vez que sus dominios).

Reconquistada y consolidada la parte montañosa del Alto Aragón de poca población "infiel", con una frontera planteada por su abuelo Sancho III el Mayor rey de Pamplona defendida por castillos y asomado a las llanuras oscenses desde el singular enclave de Loarre, planea la toma de Huesca importante por si misma y como pieza clave en el acceso hacia la reconquista de Zaragoza.
Para ello, ordena edificar una fortaleza desde la que comenzar el asedio. A tal fin, eligió un cerro distante apenas 5 Km. al este de de la ciudad. Allí se erigió el castillo-abadía de Montearagón.

Asentado el lugar, inició la construcción de su iglesia en 1093, como era norma en las fortalezas religioso-militares a lo largo y ancho del reino-. Fundó un monasterio bajo la dirección del abad Jimeno, confiándolo a los canónigos de la orden agustiniana que antaño estuviesen en Loarre. Bajo su jurisdicción puso los lugares de Loarre, Siresa y Fanlo.

La edificación de este castillo destinado al asedio y toma de Huesca supuso que el de Loarre quedase en el olvido al poco de haber sido acabado. Los canónigos loarreses de san Agustín fueron trasladados a Montearagón. Esta circunstancia fue fundamental para la conservación de Loarre. Montearagón tomó el relevo y sufrió las consecuencias de ser habitado y por tanto sometido a las modas, reformas, incendios, guerras..

A la vez que Sancho Ramírez erigía su fortaleza frente a Huesca, exploraba los puntos débiles de la misma para plantear su conquista. Según relata la historia, reconociendo la muralla oscense para decidir su asalto, recibió un certero flechazo de uno de sus defensores. Murió el 4 de junio de 1094.

Sería su hijo Pedro I quien tomase Huesca el 19 de Noviembre de 1096, saliendo vencedor de la primera batalla épica contra los sarracenos reforzados por las tropas que Alfonso VI el de Castilla envió en apoyo de estos. Los intereses bélicos de los monarcas hacían"curiosos compañeros" en la batalla.

Dicho encuentro se desarrolló en los llanos del Alcoraz, en las afueras de Huesca, siendo derrotado un ejército compuesto por 40.000 hombres (si bien es cierto, que con la ayuda de la aparición sobrenatural del Caballero San Jorge).
Memoria de esta gesta queda en el cuartel inferior izquierdo del escudo oficial de Aragón: Cuatro cabezas de los jefes sarracenos muertos en esta batalla.
(Tengo yo mis pálpitos acerca de la "idoneidad política" actual de esta simbología; cuando el respeto versallesco hacia minorías étnicas prima incluso sobre la historia de nuestro reino.

Desprovisto el escudo de la ciudad recientemente de sus lemas, "políticamente inconvenientes", no sé cuánto tardará "San Jorge matamoros" en ser descabalgado y recluido en algún inaccesible estante de biblioteca pública, acompañando al mencionado escudo heráldico.)
Ya hace más de un año que redacté las líneas superiores, cuando el 18 de Octubre de 2004 me topé de bruces y sin preaviso con la declaración de intenciones del máximo responsable de la Comunidad Autónoma de maquillar el escudo del reino por ser "políticamente inconveniente".

¿Rescribiremos nuestra historia para no molestar?. ¿Olvidaremos nuestras raíces?. ¿Será verdad que los pueblos que desconocen su historia se ven abocados a repetirla?... Mal, mal, mal...

¡Por Dios!... Que no se den cuenta de que Montearagón, Loarre y tantos otros castillos fueron edificados para luchar contra el infiel. De lo contrario, igual se les ocurre alguna otra genialidad

Para llegar hasta el castillo hay que salir de Huesca por la N-240 en dirección hacia Barbastro, tomar el desvío a la izquierda, hacia el pueblo de Quicena desde donde sale una pista asfaltada que bordeando una urbanización conduce al mismo.

He de advertir que lo bello del castillo es su lejana estampa todavía acechando Huesca, las vistas de la hoya de que desde el mismo se contemplan y el sentimiento interior de saber cómo desde allí se fraguó la historia... Porque del castillo románico queda muy poco. Y lo poco que queda ha sido abandonado a su suerte durante largo tiempo.

La exclaustración de 1835 y el devastador incendio que sufrió diez años más tarde, lo redujeron a las ruinas que hoy son.
El que fuera panteón real -pues allí fue enterrado Alfonso I "El Batallador" (actualmente en San Pedro el Viejo de Huesca, frente a su hermano y sucesor Ramiro II)- es hoy una bonita estampa de postal, "desde la lejanía".
Tiene su perímetro amurallado una forma de hexágono irregular con la iglesia adosada y formando parte mediante su paramento norte de la muralla La puerta principal de acceso al recinto defensivo se situaba hacia la mitad del muro sur, en ángulo de 90º siguiendo el estilo del influjo musulmán, en torno a una torre hoy desaparecida.
La torre albarrana se sitúa frente al lienzo sudeste del hexágono. Hoy se halla unida a la muralla por medio de un paso elevado desde la misma al recinto edificado sobre una bóveda de medio cañón que transmite la sensación de "puerta" del castillo, sin serlo.

La torre del homenaje, adosada a la cabecera sur de la iglesia, ha dado en ser "torre-campanario" de la misma.
En el centro del lienzo situado hacia el sudoeste, hallamos otra torre, almenada y decorada en lo alto con el escudo del poderoso abad mitrado de Montearagón.

En el lienzo que subsiste, junto a la base de la iglesia, una puerta de arco de medio punto, permitía el acceso al templo de los habitantes establecidos entorno al castillo.
En el Museo Arqueológico de Huesca se guarda un bello capitel procedente de uno de los claustros que hubo en Montearagón.
Una prueba más de lo pequeño que se nos ha vuelto el mundo gracias a internet es el hecho de que en la primavera de 2012 he recibido un correo de Marina Formina, residente en Istra, en la cercanía de Moscú advirtiéndome acerca de la probable simbología de la escultura de este capitel de Montearagón. Para ella, haría referencia al hecho del expolio de las campanas de Santiago de Compostela por los moros que aquí aparecen en forma de monos cautivos portando pequeñas campanas sobre un probable símbolo jacobeo.

En ocasiones, desde la distancia las cosas pueden verse mejor por investigadores lejanos, como ya ocurriese con la japonesa Hitomi Asano y dos de los capiteles del claustro de San Pedro el Viejo en Huesca de los cuales ella descubrió su trama: La conversión y bautismo de Constantino.
Hay que hacer patente que este castillo-abadía, de hondas raíces en nuestra historia, no está sino comenzado a estudiar y a restaurar. Los miembros de la activa "Asociación de Amigos del Castillo de Montearagón" no cejan en luchar por ello y poco a poco se van obteniendo algunos frutos. El templo, que estaba en situación de ruina, se ha rehabilitado, ofreciendo un digno marco tanto para liturgia como para actuaciones musicales.
Basta asomarse hacia lo profundo desde las rejillas que hay sobre el desaparecido claustro adyacente al muro sur del templo, o deambular sobre el enrejado metálico adosado al interior del lado sur de la muralla (siempre me da un poco de "cosa" hacerlo), para darse cuenta de que hay un importante resto histórico colmatado en todo el recinto interior del castillo. Su excavación arqueológica, previa a la restauración de los elementos que aparezcan así como la adecuada infraestructura para hacerlos visitables pueden hacer este lugar cercano a Huesca tremendamente atractivo.

Cuando tras una tarde de tormenta, el sol cae una vez más en el horizonte, los tonos rojos evocan el desastre del incendio del castillo abadía de Montearagón en 1935. Desde la lejanía Montearagón aparece con la belleza de quienes lo soñaron como punto de conquista de la "Waska" islámica, "la de las cien torres".

En el año 1094: Pedro I de Aragón sucede a su padre Sancho Rmaírez.



Pedro I
Rey de Aragón y Pamplona


El 4 de junio de 1094 Pedro I sucedía a su padre Sancho Ramírez, que moría al tratar de conquistar la ciudad de Huesca. Pedro I fue un monarca noble y valioso, algo enfermizo y por ello de corto recorrido, que tuvo en su descendencia su principal obsesión. Casó muy joven, a los diecisiete años,    con Inés de Aquitania, con quien tuvo dos hijos,   Pedro e Inés, de precaria  salud como sus padres.
En 1097, ya rey de Aragón, se casó en segundas nupcias con una dama italiana de nombre Berta, que no le dio hijos. Su primogénito Pedro llegaría a casar con una hija del Cid, María Rodríguez, pero fallecería en 1103, dejando el trono aragonés sin heredero.

El 18 de noviembre de 1096, Pedro I vencería al rey taifa de Huesca en la batalla de Alcoraz y completaría la empresa en la que su padre había dejado la vida.
En el asedio se distinguiría un joven guerrero que llegaría a ser tan legendario como el mismo Cid, el infante Alfonso, hermano de Pedro I y futuro Alfonso I el Batallador. Rendida Huesca, el rey aragonés pudo socorrer a Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid, con quien mantenía una estrecha relación de amistad, anterior incluso al matrimonio entre sus hijos. El Cid Campeador había sido el único guerrero capaz de vencer a los temibles almorávides, lo había hecho en los campos de Cuarte y desde entonces aguardaba la revancha mermado de efectivos. Pedro I acudió con sus tropas y también lo hizo Alfonso VI de Castilla. 

Por primera vez castellanos y aragoneses se unían para frenar a los africanos. En enero de 1097 los almorávides caían en la batalla de Bairén, en Gandía. De nada había servido el frente combinado por tierra y mar de los musulmanes ante la alianza castellano-aragonesa acaudillada por el Cid.

Pedro I tuvo un reinado breve, de sólo diez años, durante los que luchó sin descanso por ampliar las fronteras de la Reconquista y servir de apoyo a su amigo Rodrigo Díaz de Vivar en Levante. Participó en victorias legendarias, como Huesca, Bairén o Barbastro, y fracasó a la hora de dejar un descendiente a su reino. No haría falta, quedaba en las mejores manos, las de su hermano Alfonso I.


Barbastro ciudad estratégica.

El 18 de octubre del año 1100 Pedro I conquistó Barbastro. Posiblemente la ciudad ya existiera en época de la Antigua Roma, ya que se hablaba de una terra Barbotana. No obstante, no estaría emplazada en la actual Barbastro. En Coscojuela de Fantova se encontró una inscripción dedicada a Publio Emilio Ducto en la que aparece el prefijo “BARB”, que se supone que hace referencia al origen territorial del personaje. Pudiera ser, pues, que en Coscojuela de Fantova se hallara una pequeña ciudad romana con prefijo BARB, que diera lugar a que se hablara de una terra barbotana, denominación que respetarían los musulmanes, creando el distrito de la Barbitaniya y fundando su capital, Barbastro, en el siglo IX.

Esta ciudad, desde su fundación fue un baluarte defensivo que frenaba el avance de los reinos cristianos del norte, capital de un distrito que incluiría los castillos de Alquézar y Boltaña y que se interponía entre los reyes de Aragón y el valle del Ebro.

Retrotrayéndonos en el tiempo, hay que recordar que, en el año 711 d.C., desde Marruecos, Al-Tariq desembarcó en Gibraltar con su hueste de bereberes. En el 712 llegaron 10.000 árabes más y rápidamente, siguiendo las calzadas romanas, se hicieron con el control de la mayor parte de la península. En el año 714 ya se hicieron con Zaragoza. Llegaron a atravesar los Pirineos y en el año 732 d.C. fueron frenados por los francos en la batalla de Poitiers, lo que les obligó a replegarse al sur de los Pirineos.

Sin embargo, en un principio la población musulmana era una minoría frente a una inmensa mayoría de población hispano-visigoda, así que la mayor parte de las conquistas, incluido el valle del Ebro, se produjeron por pactos y capitulaciones. A la población local lo mismo le daba estar sometida a la aristocracia visigoda que a los musulmanes e incluso algunos sectores, como los judíos, puede que los vieran como libertadores, ya que habían sido perseguidos durante décadas y con el cambio de autoridades su situación podía mejorar.

El cristianismo no era perseguido. Los cristianos podían seguir siéndolo a cambio de pagar un pequeño tributo que, en muchos casos, suponía una carga fiscal menor que la que soportaban con los visigodos. Estos pasarían a ser llamados mozárabes. No obstante, algunos nobles visigodos y altos cargos de la Iglesia emigraron al norte, buscando refugio en las montañas de los Pirineos. Esta área de la cordillera pirenaica seguía siendo posesión de Al-Andalus pero era una zona donde la autoridad estatal apenas llegaba, debido a su lejanía y la ausencia de grandes núcleos urbanos. Allí, la presencia musulmana era menos efectiva y las nuevas aristocracias musulmanas se entroncaban con las aristocracias locales, que nunca perdieron su poder en aquel lugar.

En el siglo VIII d.C. el emperador de los francos, Carlomagno, pretendía crear una Marca Hispánica, que abarcara de los Pirineos al Ebro, para proteger su reino de incursiones musulmanas. En el año 778 se lanzó en una expedición por tierras hispánicas, sufriendo la famosa derrota de Roncesvalles, pero que dejó su impronta en el territorio. Fue el germen que dio origen a la creación de los condados pirenaicos, entre los que estaba Aragón, formados por esas gentes del norte que siempre habían escapado al control de los gobernantes andalusíes.

Estos condados cristianos se convirtieron en una amenaza ante la que defenderse y en ese contexto, en el siglo IX, nació Barbastro, como baluarte defensivo que frenaba la expansión de los reyes de Aragón y que les dio más de un dolor de cabeza a los monarcas aragoneses.

Ramiro I, primer rey de Aragón, ya intentó apoderarse de esta localidad. Sin embargo, las tropas del condado de Aragón eran muy débiles y escasas en número. Tan solo podían atacar en terreno montañoso y hacer incursiones, pero, para atacar en llano y sitiar ciudades, necesitaban un gran ejército, como demostraría la derrota en el sitio de Graus, que le costó la vida en el año 1063.

Sancho Ramírez, por medio del papa Alejandro II, que hizo una llamada a la cruzada contra los infieles, consiguió tropas de los condados francos y, en 1064, tan sólo un año después de acceder al trono, tomó Barbastro. Era la primera gran victoria para Aragón. Pero poco duró la alegría, pues Al-Muqtádir hizo un llamamiento en todo Al-Andalus a la yihad contra los cristianos y en 1065, recuperó la plaza. Entonces al año siguiente, Sancho Ramírez que gracias al llamamiento a la cruzada del papa Alejandro II ya contaba con un poderoso ejército, tomó el castillo de Alquezar. Murió en el año 1094 en el asedio de Huesca pero había conseguido expandir su reino hasta el fin de los pre-Pirineos.

Finalmente, fue su hijo Pedro I quien se llevó el gato al agua, conquistando Huesca y Barbastro, haciéndose con el control de los altos, desde donde se podía hostigar a la ciudad de Saraqusta, que definitivamente conquistó en 1118 su hermano Alfonso el Batallador.

Santiago Navascués Alcay.

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(Antes de introducirnos en La Batalla del Alcoraz, vamos ha conocer una bonita y enigmática historia).
Leyenda e historia se dan la mano en:


Berta de Aragón: La reina de los Mallos

Berta fue la segunda esposa del Rey Pedro I de Aragón, se casaron el 16 de agosto de 1097 en la Catedral de Huesca.
La reina Berta al casarse con el rey de Aragón recibió como dote los lugares de Agüero, Murillo, Riglos, Marcuello, Ayerbe, Sangarrén y Callén además de una almunia próxima a Berbegal.

El rey murió sin descendencia en 1104 y el reino recayó sobre su hermano Alfonso I “el batallador”, mientras que la reina-viuda Berta según cuenta la leyenda permanece como soberana del Reino de los Mallos ” bajo la gracia de mi señor el rey Don Pedro, que ya está muerto, y con el amor del dicho cuñado mío “.

Pero el motivo es mucho menos romántico. La reina es retenida durante el plazo de un año para tener certeza de que no está gestando un hijo del rey muerto que pudiera reclamar su derecho al trono.
A pesar de todo se sabe por los documentos hallados que Doña Berta sigue firmando asuntos importantes con el titulo de reina por ser el título jerárquico que posee (al haber sido esposa del rey) y que una vez viuda no pierde.
Doña Berta joven, reina y viuda siguió disfrutando de su asignación dotal (en los términos concedidos por su marido)  durante el periodo en el que su cuñado, el nuevo rey, era soltero y sin sucesión directa.

Cuando comprobaron que no había una gestación póstuma, Doña Berta desapareció de la historia dando pábulo a la leyenda de un reino dentro de otro reino.

Algunos historiadores piensan que se fue a Francia y otros dicen que a Italia, pero no hay nada fundamentado.


Un relato cargado de nostalgia: El Reino de los Mallos

Bajando desde Jaca a Huesca, siempre veía al lado del modesto río Asabón, el desvío que conduce a Villalangua. Siempre que por ahí pasaba, imaginaba un aspecto rural o de abandono de tal pueblo, que tan pocas veces aparece en las historias. Pero un día, decidí entrar en él y quedé maravillado por encontrar un pequeño pueblo, que no tenía ruinas entre sus casas, con una bella iglesia y un Hotel-Posada, que en un alto acantilado sobre el río Asabón, ofrecía a la vista un verde valle, con una corona de Mallos, señalando el cielo, que recuerda los de Riglos, los de Agüero, de Loarre y todos los del viejo Reino de Doña Berta, que dominan el valle. Estábamos en invierno y no vimos a nadie, pero se adivinaba un pasado glorioso y tranquilo, cerca de Navarra, ya que por Biel se caminaba para ir a Pamplona, pasando por el primer pueblo navarro, es decir el de Sangüesa. En el mapa del antiguo Reino no aparece Villalangua, pero dicen que este pueblo, fue siempre un refugio de pastores, hasta el siglo XVII, en que se fundó el pueblo. Pertenece al Ayuntamiento de Riglos y como este pueblo exhibe sus mallos, palabra que en lengua vasco-ibérica significa “formación rocosa”. Son los mallos como columnas de piedra roja de distintas alturas, que se elevan al cielo y surgen de distintos puntos del Reino de los Mallos. Existió este Reino durante un escaso tiempo, ya que Pedro I, rey de Aragón y de Navarra e hijo del Rey Sancho Ramírez, muerto en la muralla de Huesca por las flechas de los moros, se casó el año 1097 con Berta, de la que se sabe únicamente que era italiana. Murió Pedro I en 1104 y le dejó como dote, entre otros pueblos Murillo de Gállego, Riglos, Marcuello, Ayerbe y otros, ya en la tierra llana. Ella era Reina y Ubieto Arteta le completó el nombre al Reino llamándolo el de los Mallos. No había tenido Pedro I hijos con su primera mujer y tampoco los tuvo con la Reina Berta. Allí quedó de Reina, y los nobles la observaban, para ver si daba síntomas de estar embarazada. No dio a luz y al poco tiempo, en 1110, desapareció del Reino, sin conocerse nada de su vida. ¡Dios mío, que tierras aquellas en que no nació ningún niño para ser Rey de Aragón, cuando de esas mismas tierras habían salido aquellos mallos, que en lugar de indicar la dirección de Zaragoza, señalan todavía el cielo!. Si, a Zaragoza se dirigió el hermano de Pedro I, que fue Alfonso el Batallador, como bajaban las aguas del río Gallego al Ebro. En el Reino nominal de los Mallos, permaneció Agüero, situado en un terreno legendario, pues en él está la iglesia de San , donde se encuentra esculpido el Rey Sancho Ramírez y por aquellos caminos por los que iban a Navarra, se encuentra Villalangua y muy cerca el desparecido pueblo de Salinas de Jaca, donde vivió mi amigo Sebastián Grasa, que corrió aquellos parajes, llegando al pueblo navarro de Sangüesa, al que acudía al Notario. De Sangüesa a Sos del Rey Católico, tuvo que acudir la madre del Rey Fernado el Católico, para ser Rey de Aragón. A Salinas Viejo acudía a veces Sebastián Grasa pasando por la “osqueta” de la Foz de Salinas. Entre Salinas y Agüero se alza el monte de los Tres Obispos a 1224 metros sobre el nivel del mar; allí se reunieron tres obispos medievales, en una zona hermosa, que vive del turismo. Por Marcuello pasaba la Vía Romana y desde su castillo se observaba la tierra de la Sotonera. Está aquella tierra solitaria de hombres sin embargo es el reino de los buitres. Dicen que San Juan de la Peña es el panteón de aquellas tierras, Jaca la Catedral y subiendo por Marcuello, se llega a Loarre, que es el observatorio hecho por el hombre, para engrandecer a estas tierras de los Mallos. El río Gállego recorre dicho Reino y se guardan sus aguas en el Pantano de la Peña; saliendo de éste, se llega a Murillo de Gállego, donde se encuentran la Montaña con La Tierra Baja. Hace años subí a lo más alto del pueblo a visitar la mula de un pastor; allí mismo se encontraba una ermita que me inpresionó. Al lado del pastor vivía una señora viuda, con su vestido negro y su toca que le tapaba sus cabellos blancos y entramos en conversación y ella, en su soledad, me invitó a tomar agua fresca, que yo le agradecí y todavía me acuerdo de ella y de su obsequio. En la carretera hay una Bodega, productora de vino. Entré a ver a su dueño, que es amigo mío y le compré una botella de buen vino. Porque en Murillo empieza la Tierra Baja y en ella se encuentran viñas fecundas y abundantes. Desde la fachada de la Bodega, parecen expuestos a la vista de los vecinos de Murillo, los Mallos de Riglos que son un espectáculo maravilloso. Están Riglos y Murillo separados por el río Gállego o Galaico, porque nace en las Galias. Por este río navegan multitud de canoas, muchas de las cuales las traen del País Vasco. La abuela del “cobalto” de Murillo, al lado de una ermita, para mí, representa el pasado de Murillo y las aguas del Gállego, surcadas por las canoas, parece ser que buscan el progreso, camino de Zaragoza.

Se ven las llanuras de Ayerbe, desde Agüero, Murillo, Marcuello y Loarre. Era Ayerbe la capital del Reino de los Mallos. Desde este pueblo hay una carretera por la que se va, pasando por Biscarrués, a Fuencalderas y a Biel, al lado de Navarra. Se nota un ambiente de que Ayerbe iba a más, pero se ha quedado fuera de la autopista que va por Sabiñánigo y la ha dejado aislada de Pamplona. Por Erla y Egea de los Caballeros se llega a Sádaba, donde se alza un enorme Castillo y desde este pueblo al navarro Carcastillo, la carretera es buena hasta la provincia de Navarra, pero parece que a ésta no le interesa la comunicación con las Cinco Villas aragonesas, porque su parte de carretera es mala. El Reino de los Mallos quería imitar a Zaragoza, pero no puede salir de lo viejo más que de lo antiguo. Quedan los brujos de San Felices, las brujas de Salinas de Jaca, con las que convivió mi viejo amigo Sebastián Grasa y queda el recuerdo del Saltamontes de Murillo, pero el progreso de Zaragoza y de Navarra, que tiene el terreno de Pitilla de Aragón en las Cinco Villas y que en tiempos pasados hablaron el vasco, lo evitan los modernos gobiernos, que pueden decirse demócratas, pero olvidan la belleza del Reino de los Mallos y de su capital Ayerbe, en que vivió Ramón y Cajal y que es un lugar que nos comunicaría con el pueblo navarro, que de sus pantanos saca agua para todas sus comarcas, para beber sus habitantes y para industrializar las diversas zonas de Navarra.




La Batalla de Alcoráz y el Milagro de San Jorge


Historia. El rey D. Sancho Ramírez murió en 1094 ante los muros de Huesca, ciudad que sitiaba, y su hijo y sucesor, Pedro I, continuó el asedio con gran empeño porque así lo había jurado ante su padre, moribundo, y porque importaba mucho al naciente reino de Aragón conquistar el pueblo más importante entre las riberas del Ebro y los Pirineos. El rey moro de Huesca, Abd-er-Rahmán, pidió socorro a los demás reyes musulmanes y aun a príncipes cristianos rivales del aragonés, y en Zaragoza y Castilla se organizaron numerosas huestes. En aquella capital se reunieron, y al ponerse en marcha ocupaban desde el arrabal de Zaragoza hasta la villa de Zuera, o sea una distancia de más de 4 leguas. Era tal la superioridad del ejército que iba a socorrer a Huesca respecto del aragonés que la sitiaba, que hay escritor que dice que por cada soldado del rey D. Pedro tenía más de 20 el rey de Zaragoza.

El conde D. García de Cabra, que mandaba las tropas castellanas, escribió a D. Pedro para aconsejarle que desistiera de su propósito y levantara el sitio, pues era empresa por demás aventurada hacer frente al poderoso ejército que contra él venía. No aceptó el consejo ni se intimidó el aragonés; antes al contrario, se preparó resueltamente para el combate. Dividió el ejército en tres partes; la vanguardia, cuyo mando encomendó al infante D. Alfonso; el centro, a las órdenes de D. Briocalla, tercero de la ilustre familia de los Luna, y la retaguardia, mandada por el mismo rey, pues ofrecía el mayor peligro si, como era de presumir, salían los sitiados a proteger a sus aliados. Vinieron a aumentar las fuerzas cristianas 300 montañeses acaudillados por Fortún de Lizana, que traía consigo diez cargas de mazas para que con ellas lucharan los suyos.

Al tener noticia de la aproximación del enemigo, D. Pedro, desde el Real, situado en el Pueyo de Sancho, salió a esperarlo al camino de Zaragoza, y en un inmenso llano, llamado Alcoraz, que está hacia la parte meridional de Huesca, desplegó D. Alonso su caballería y atacó audazmente a los moros, causando la mayor confusión en ellos. Pero acudieron nuevos escuadrones muslimes, adelantaron también el centro y retaguardia aragoneses, y se generalizó la batalla; los maceros de Fortún hacían prodigios de valor y magullaban ferozmente a sus contrarios; una y otra vez intentaban los sitiados salir de la ciudad, siempre rechazados por los soldados de don Pedro, y cuando más arreciaba el combate y el extenso campo estaba cubierto de cadáveres y tinto en sangre, apareció, según piadosa tradición, un apuesto guerrero, montado en blanco corcel, que llevaba a las ancas otro jinete, ambos bien armados, que, acometiendo a los infieles, llevaron la destrucción y el espanto a sus filas. Eran el primero San Jorge, y el segundo un hijo del emperador de Alemania según unos, un caballero de la ilustre familia de los Moncadas según otros. Todo el día duró la batalla, y al caer el sol los musulmanes, cansados y extenuados ya de tan larga y encarnizada pelea y comprendiendo que era inútil toda tentativa para salvar a Huesca, emprendieron la retirada por el camino de Almudévar en dirección a Zaragoza. Mas de 40.000 musulmanes se dice que perecieron en esta sangrienta jornada, y entre los cadáveres se encontraron cuatro cabezas coronadas de otros tantos reyes moros. El conde castellano D. García quedó prisionero, pero fue puesto en libertad por D. Pedro. La batalla se dio el 25 de noviembre de 1096. Para conmemorarla, el rey acordó adoptar por blasón de su reino la cruz roja de San Jorge sobre campo de plata y en cada uno de sus cuatro cuarteles una cabeza negra de moro ceñida con banda blanca. Dos días después se rindió la ciudad de Huesca.

En los campos en que se dio la batalla se han encontrado con alguna frecuencia, al hacer excavaciones, armas, monedas antiguas y otros efectos que proceden del botín abandonado después de la batalla, pues allí no se ha dado ninguna otra hasta la que sostuvieron en 27 de mayo de 1837 isabelinos y carlistas. También se han hallado huesos humanos y aun esqueletos completos.


Pero qué sabemos de San Jorge

La leyenda, posiblemente originada en el siglo IV, cuenta la historia de Jorge, un romano que tras morir su padre, un oficial del ejército romano de nombre Geroncio, se trasladó con su madre Policromía hasta la ciudad natal de ésta: Lydda  (actual Lod, Israel). Allí fue educado por su madre en la fe cristiana. Más tarde se incorporó al ejército romano donde no tardó en ascender y antes de cumplir los 30 años fue tribuno y comes. Fue destinado a Nicomedia cómo guardia personal del emperador Diocleciano (284-305).

En el año 303, la tetrarquía formada por los Augustos  Diocleciano y Maximiano, como coemperador,  y los césares  Galerio y Constancio emitió una serie de edictos que abolían los derechos de los cristianos y exigían a la vez que cumplieran con las prácticas religiosas tradicionales.  Se iniciaba una nueva persecución del cristianismo.  Las persecuciones más violentas se produjeron en las provincias orientales. Jorge no cumplió las órdenes de y manifestó que él también era cristiano. Fue decapitado frente a las murallas de Nicomedia el octavo día antes de las calendas de mayo a la hora sexta que equivale al mediodía del  23 de abril del año 303.  Este dato aparece en la versión más antigua de la pasión del mártir que debemos a Pasícrates y que es tachada de extravagante por la Iglesia.
Los testigos de sus torturas y posterior muerte acudieron a la emperatriz Alejandra de Bizancio para contarle aquel momento.   Los mismos convencieron a la emperatriz  de que se convirtiera al cristianismo.   Su cuerpo fue enviado a Lydda (también conocida como “Hagio Georgiopolis”) para que fuera enterrado. Su tumba todavía es venerada por los cristianos, principalmente por los cristianos ortodoxos griegos. En Israel se cuenta que el venerable nació en Lydda (Israel) y no en Capadocia, como cuenta la leyenda.

Esta  historia es dudosa. Sin embargo, su veneración como mártir comenzó relativamente pronto. Se tienen noticias a través de relatos de peregrinos que iban a una iglesia construida en su honor en Diospolis (la antigua Lydda) durante la época de Constantino.
Hacia los años 518–530, el archidiácono y bibliotecario Teodosio relata que Diospolis era el centro del culto a Jorge.
La iglesia fue destruida en 1010 y más tarde reconstruida por los cruzados. En 1191 y durante la Tercera Cruzada (1189–1192), la iglesia fue destruida de nuevo por las fuerzas de Saladino. Una nueva iglesia fue erigida en 1872 y aún se mantiene en pie.

En el mismo siglo IV  la veneración al santo se extendió al resto del Imperio Romano de Oriente. Más tarde, en el siglo V se extendió a la parte occidental del imperio.

En 494 Jorge de Capadocia fue canonizado por el papa Gelasio I, pero lo incluyó junto con «...aquellos cuyos nombres son justamente reverenciados, pero cuyos actos sólo son conocidos por Dios». Esta afirmación no evitaría la creación de diversas historias apócrifas sobre su vida. Según la Enciclopedia Católica, el texto más antiguo preservado sobre la vida del santo se encuentra en el Acta Sanctorum, identificado por estudiosos como un palimpsesto del siglo V, «lleno de extravagancias y maravillas más allá de cualquier credibilidad».

Hacia finales del siglo VI, el abad irlandés Adomnanus de la abadía de la isla de Iona relata algunas de las leyendas orientales de Jorge recogidas por el obispo galo Arkulf en su peregrinaje a Tierra Santa en el año 680.

También poseemos el testimonio de las actas griegas realizadas por San Andrés de Creta a finales del siglo VII o comienzos del VIII, más aceptadas por la iglesia. Estas actas contienen la versión “normal” aceptada por todos oficialmente.  Las Actas Griegas de San Jorge se conservan en la edición de Lipomano y Surio, según un manuscrito vaticano en latín. Según esta fuente, Jorge nació en Capadocia de padres cristianos. Después de que su padre fuera martirizado, su madre se refugió con él en Palestina. Ingresó en el ejército. Cuando tenía 20 años, muere su madre y hereda una gran fortuna. Marchó a la residencia imperial de Diocleciano en Nicomedia. Cuando estalló la gran persecución de 303 d.C. distribuyó su riqueza entre los pobres y declaró su fe ante el emperador. Fue condenado a muerte, siendo torturado durante 7 días (7 años según las actas latinas). Se relatan sucesos como la aparición de un ángel al santo, la victoria sobre el mago Atanasio, su vuelta a la vida desde la muerte, la conversión de la emperatriz Alejandra, la destrucción de las imágenes de los dioses paganos… Esta versión aglutina las versiones anteriores.
No obstante la popularización de San Jorge vino definitivamente con la difusión de “La Leyenda Dorada” de Fray Santiago de La Vorágine en torno al 1264 que dio a conocer la leyenda del dragón traída desde Siria por los Cruzados. La leyenda del dragón convirtió a San Jorge en un caballero vencedor de la tiranía.
Cuenta Santiago de la Vorágine que Jorge llegó a la ciudad de Silca, en la provincia de Libia. Cerca de la población había un lago donde vivía un dragón muy feroz que tenía atemorizada a la población. Para sobrevivir, los habitantes le ofrecían dos ovejas cada día; pero cuando se terminó el rebaño no tuvieron más remedio que entregar al monstruo, mediante un dramático sorteo, una persona cada día. Un día la suerte recayó en la hija del rey. Cuando la doncella, llorando, caminaba hacia su destino, se encontró con el caballero, quien le dijo: “En nombre de Cristo, te ayudaré”.

San Jorge fue a buscar al dragón, y tras una dura lucha hundió su lanza en el cuerpo de la bestia. Una versión de la leyenda dice que lo mató allí mismo, y que de su sangre brotó un rosal de flores rojas. Otra sostiene que llevaron al animal herido a la
ciudad, y que San Jorge dijo al rey que si se convertían y se bautizaban mataría al dragón. Los habitantes se convirtieron y el San Jorge mató al dragón.

La Capilla de Aragón de la catedral de San Juan en Malta está dedicada a San Jorge. La pintura titular es obra de Mattia Preti y es considerada como una de sus obras maestras.




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