martes, 11 de marzo de 2014

6/ LOS FRANCOS: MEROVINGIOS Y CAROLINGIOS.


























INTRODUCCIÓN:


El Imperio carolingio supone, aún a día de hoy, un amplio debate acerca de cómo se debe entender éste. El final del Imperio romano de occidente había supuesto el final de la unidad política, pero muchas de las estructuras sociales, económicas y culturales se habían manteniendo en un largo periodo conocido como Tardoantigüedad. Claramente, a lo largo de éste periodo, lentamente se van produciendo cambios sustanciales –difíciles de averiguar por los historiadores–. En cualquier caso, el Imperio Carolingio parece ser la bisagra entre esta Tardoantigüedad y la plena Edad Media (la época feudal).

No hay un acuerdo entre los historiadores entre si hay que situar la época carolingia como el fin del mundo antiguo, el último gran Imperio con unas características que intenta una reestructuración –aunque más germánicas que romanas– del antiguo Imperio de occidente, o, por el contrario, supone el principio de la formación de Europa. Probablemente no sean dos hipótesis contrapuestas, debiéndose entender como fin y principio al mismo tiempo.

Sea como fuere, lo importante es que Europa –de hecho la Europa en la manera que la concebimos hoy se inicia en este periodo– empieza a crecer en dos sentidos distintos. Por una parte, se produjo una expansión del cristianismo por el este, característica que la definirá. Por otra parte, creció en población tras los siglos anteriores de caída demográfica.

El Imperio carolingio es, en cualquier caso, una época de resurgimiento, puesto que tras siglos de oscuridad documental, se vuelven a tener abundantes fuentes escritas que iluminan la Historia.




Un poco de historia: Los Francos


La historia de los francos en Galia es particularmente instructiva, no sólo porque estos bárbaros fueron los únicos que crearon una obra durable, sino también porque establecidos en un país rico y civilizado, fueron más perseverantes que los Otros bárbaros en aceptar los beneficios de la civilización romana. Inglaterra se había romanizado mucho menos profundamente que Galia. Los visigodos mostraron ser más aptos que los francos para asimilarse la civilización. En la Galia franca fue, pues, donde se efectuó, mas que que en ninguna otra parte, la transformación de las instituciones y de las costumbres.

Agustín Thierry ha hecho de los francos este célebre retrato:
« Llevaban los cabellos, que eran de un rubio rojizo, abollonados y atados encima de la frente formando un a modo de penacho que caía hacia atrás cual cola de caballo. Llevaban la cara completamente rasurada a excepción del espeso bigote, cuyas largas guías les calan a cada lado de la boca. Llevaban una especie de ropón de lienzo ceñido al cuerpo con un ancho cinturón del que pendía la espada, y les cubría los brazos.

Su arma favorita era un hacha de uno o dos cortes, cuyo hierro era grueso y aislado, y de mango muy corto. Empezaban el combate lanzando desde lejos la expresada hacha, ya a la cara, ya al escudo del enemigo, y raramente erraban el golpe en el sitio preciso que querían herir. Además del hacha, a la que daban el nombre de francisca, tenían un arma arrojadiza que les era peculiar, y que en su lengua llamaban hang, es decir anzuelo. Esta era una pica de mediana longitud y capaz de servir igualmente de cerca como de lejos. »

Los francos habían entrado a servir el imperio en tiempo de Juliano, el cual les había dado el título de auxiliares perpetuos y establecido entre el Mosela y el Rin, desde Maguncia hasta el mar. No formaban un pueblo, sino que estaban divididos en dos grupos francos aliados, que habitaron primero en la Holanda actual, y francos ripuarios o ribereños, a orillas del Rin.

Cada uno de estos grupos se subdividía en tribus, y cada tribu tenía su rey. Una de las tribus de los francos salianos, la de los sicambros, que probablemente no contaba más de cinco a seis mil guerreros, se habla establecido en Turnay, en Bélgica. En 481, dicha tribu estaba gobernada por el rey Clodoveo.

En la última parte del siglo V se empieza a construir al norte y al este de las Galias, el reino de los francos. El reino franco fue conquistando lo que hoy es Francia y Clodoveo I se convierte en el primer rey germánico. Clodoveo llegó a ser la principal figura del cristianismo de toda la Galia y recibió el apoyo de la Iglesia en todas sus campañas. El estandarte de Clodoveo era acabar con el Arrianismo (herejía de los arrianos) y el papado le da el poder al cristianismo franco. Con Clodoveo se inicia la dinastía Merovingia todos los reyes de esta dinastía eran hombres inmorales vagos conocidos como los reyes holgazanes.



LOS MEROVINGIOS

La dinastía merovingia fue una familia de estirpe germánica que gobernó la actual Francia, Bélgica, una parte deAlemania y de Suiza entre los siglos V y VIII. Eran descendientes de Meroveo, jefe militar franco, fundador de la dinastía. El primer representante histórico de la dinastía merovingia, Childerico I, hijo de Meroveo, dominó la antigua provincia romana de Belgica Segunda que comprendía los territorios de Ciuitas Remorum, Ciuitas Suessionum, Ciuitas Veromanduorum,Ciuitas Atrebatium, Ciuitas Silvanectum, Ciuitas Bellovacorum, Ciuitas Ambianensium, también conocida comoAmbianorum, Ciuitas Morinorum, Ciuitas Camaracensium, antigua C. Nerviorum, Ciuitas Catalaunorum y Ciuitas Bononensium.

Pero fue Clodoveo I (481–511) nieto de Meroveo, quien por sus campañas militares agrandó verdaderamente el reino de los francos (Regnum Francorum) al este en Alemania y al sur-oeste en Aquitania, dominada hasta entonces por los Visigodos. Esta expansión fue posible después de su conversión y bautismo hacia el 496 y gracias al apoyo de la aristocracia galorromana y la Iglesia occidental. Instaló la capital en París en 507.

A su muerte el reino franco fue dividido entre sus hijos según la costumbre de los merovingios: Clotario I, rey de Soissons (511–561), de Reims (555–561) y de los francos (558–561), Childeberto I, rey de París (511–558), Clodomiro, rey de Orleans (511–524) y Teodorico I, rey de Reims (511–534).

Otro monarca destacado de la dinastía fue Dagoberto I (629–639) que, después de muchos años de división territorial, volvió a unir los reinos francos bajo su gobierno. Después de Dagoberto I, el poder de los merovingios se fue disgregando y, a medida que pasaba el tiempo, los Mayordomos de palacio acabaron siendo los verdaderos dirigentes del reino franco. Los mayordomos de palacio Carlos Martel y su hijo Pipino el Breve, fundador de la dinastía Carolingia, acabaron con el poder de los monarcas merovingios y Pipino destronó al último rey merovingio, Childerico III, para proclamarse rey de los francos. La dinastía merovingia fue sustituida en ese momento por la dinastía Carolingia.



LOS CAROLINGIOS

Y así empezó la dinastía Carolingia, porque el papa León III aprobó al rey Pipino el breve.

Pipino en agradecimiento peleó en Roma con los lombardos y en el año 756 le devuelven Roma al papado, parte de los territorios que se le despojaron a los lombardos y así se da el inicio del Vaticano.


Los Merovingios:
El misterio de una estirpe real


Según algunas leyendas este linaje, fundamental para la historia de Francia, fue custodio de uno de los mayores secretos religiosos de todos los tiempos. Su presunta protección sobre la sangre real de Jesucristo les convirtió en objeto de estudio y atención por parte de los mejores investigadores históricos. Hoy en día su misterio continúa…

Tras la caída del Imperio Romano en occidente, y con ello sus formas de gobierno a través de las instituciones creadas durante siglos, el poder de los bárbaros germanos se extendió durante el siglo V por buena parte de los otrora territorios bajo la influencia romana. En el caso de las Galias, geografía perteneciente a la actual Francia, diversos pueblos como visigodos y francos se asentaron en aquella latitud dando inicio a una suerte de reinados, que a la postre fueron el fundamento esencial para el futuro Estado francés.

La dinastía merovingia quedó instaurada a mediados de esa centuria con Meroveo, alzado en padre de esta saga tan peculiar como misteriosa, dado que ni siquiera los orígenes del fundador están claros. Aunque sí su reinado, que parece haberse desarrollado entre los años 448 y 457-58 d. de C. A él le cupo el honor de haber asistido a la trascendental derrota de Atila y los hunos, mientras que a sus sucesores hay que atribuirles otros méritos.


La santa que protegió a los merovingios

Uno de los personajes más atractivos de este periodo es sin duda Genoveva de París, una carismática mujer que supo estar al lado de los reyes merovingios en momentos decisivos.

Nacida hacia 422 d. de C, en Nanterre, una pequeña aldea cercana a París (Francia), era hija de Leoncia y Severo, un matrimonio de galo-romanos que asumieron muy pronto los dones y virtudes demostrados por su pequeña descendiente. Genoveva, como tantos de su generación, vivió en primera persona el desmembramiento del Imperio Romano en Occidente, y con tan sólo seis años se consagró a Dios por mediación de San Germano de Auxerre, quien iba de paso hacia Britania. Con 15 años de edad ofreció, en compañía de otras dos amigas, su virginidad a la causa cristiana, si bien nunca llegó a profesar su vocación en convento alguno, siendo una comunidad seglar la morada elegida para sus acciones caritativas. Con el tiempo sus predicaciones y famosos ayunos la destacaron como personaje relevante de la primigenia ciudad luz, y algunos reyes del incipiente linaje merovingio como Childerico –458-481–, accedieron a liberar numerosos presos gracias a las peticiones de la religiosa, la cual vio su fama incrementada cuando el feroz Atila amenazaba con devastar París. Fue entonces cuando de forma enardecida animó a los parisinos que huían de la ciudad presos del pánico a quedarse y orar con el fin de anteponer un escudo sobrenatural frente a los invasores bárbaros. Nunca sabremos si fueron los rezos o una decisión caprichosa de Atila, pero lo cierto es que los hunos sortearon incomprensiblemente París para dirigirse a Orleáns, sufriendo al poco una terrible derrota en los campos Catalaúnicos a manos de los romanos y sus aliados visigodos. Más tarde, la futura santa trabó amistad con el influyente monarca Clodoveo I –481-511–, vencedor de los poderosos alamanes, una tribu que amenazaba constantemente la frontera establecida por los francos en los territorios que hoy pertenecen al país germano. Su casi milagroso éxito sobre la confederación de tribus germánicas provocó su conversión al catolicismo, motivado, en buena parte, por la acción de su mujer cristiana, la burgundia Clotilde, quien hizo ver a su esposo que todas las victorias sobre sus enemigos venían dadas por la acción directa del Dios único y verdadero, y por Genoveva de París, la cual, gracias a sus conversaciones religiosas con el merovingio, consiguió inculcarle un gran amor por la causa de la cruz. Clodoveo se bautizó con absoluta devoción en 496 recibiendo bendiciones y parabienes del sumo pontífice romano, que desde entonces recibió el apoyó incondicional de su nuevo aliado franco. Por su parte, Genoveva prosiguió con una vida de entrega a los demás, consiguiendo trigo y otros alimentos en momentos de escasez y obrando prodigios cuando la moral ciudadana andaba escasa de ánimo espiritual. Falleció en 502 d. de C., rodeada por el cariño de todos aquellos que la habían conocido. Hoy en día es la santa patrona de París, y en compañía de Juana de Arco uno de los personajes más queridos por la Francia católica.

En 507 d. de C., Clodoveo I, ya convertido en uno de los principales exponentes de una dinastía llamada a perdurar más de tres siglos, obtuvo otra importante victoria sobre los visigodos de Tolosa, pésimamente dirigidos por Alarico II en la batalla de Vouille, y que dio al traste con las aspiraciones godas en los territorios galos, dejándoles relegados a una pequeña franja mediterránea llamada Septimania y en la península Ibérica. Los territorios anexionados por Clodoveo en esta campaña son precisamente el lugar donde se ubica el enigma creado en torno a la supuesta descendencia carnal de Jesús de Nazaret, siendo los merovingios los principales depositarios de este secreto sagrado.


Los merovingios están de moda

Pero, ¿a qué se debe el inusitado resurgimiento de los merovingios en nuestros días? La causa debemos buscarla principalmente en la publicación de libros como El último merovingio, de Jim Hougan, El enigma sagrado, de Henry Linlcon, Michael Baigent y Richard Leigh, o el nombradísimo El Codigo da Vinci, de Dan Brown, por citar algunas de las decenas de obras que se han escrito en los últimos años y que han abordado la sugerente cuestión de un supuesto Santo Grial oculto en la zona francesa del Languedoc. En esos títulos y en diversas leyendas populares se relaciona directamente a los merovingios con la custodia física y espiritual del citado Grial, encarnado en una supuesta descendencia de María Magadalena –cuya capilla de entierro en Santa María de Vezelay abre esta sección– y Jesús de Nazaret. Según éstas heréticas conspiraciones la familia real franca estaría directamente entroncada con este linaje crístico, llegando sus reminiscencias a nuestros días con varias casas reales europeas resultantes de aquella divina mezcolanza. Serían los casos de los Hagsburgo, Orleáns, Borbón y, si indagamos con más profundidad, la práctica totalidad de monarquías reinantes, o no, que hoy tenemos en Europa.

En cuanto a los merovingios no podemos asegurar que mantuvieran esa misión en su tiempo de poder; lo que sí barajamos son determinados datos históricos que nos ponen en la pista de unas cabezas coronadas más pendientes de la holganza vacacional que de sus compromisos a la hora de dirigir el reino –o reinos– asignados a ellos. La unificación territorial bajo los cetros de Clodoveo I o Dagoberto I, fueron meros destellos, ya que la posterior disgregación en entidades independientes como Neustria, Austrasia o Borgoña, fueron debilitando el poder real en beneficio de la emergente clase aristocrática representada fielmente por los mayordomos de palacio. 

Finalmente, la influencia, el dinero y el apoyo eclesial y político provocaron la caída de los merovingios en un golpe que hoy llamaríamos de Estado, y cuyos artífices fueron, como era de esperar, los mayordomos tutores del país, los cuales crearían una nueva dinastía –la carolingia– con personajes relevantes para la historia europea como Carlos Martell, Pipino el Breve, o Carlomagno, el que daría título al nuevo linaje galo. En cuanto al último merovingio del que tanto se habla y del que tanto se hablará, sólo diremos que lejos de cualquier especulación imaginativa por parte de autores arriesgados, el auténtico legitimado para decir que puso fin a esta saga es Childerico III, quien reinaría entre 742-751, año en el que Pipino el Breve, llamado así por su escasa estatura, le depuso con la aquiescencia del Papa Bonifacio, acaso trémulo ante el revelador misterio que guardaban celosamente los merovingios. La verdad es que el último representante de esta casa real acabó sus días recluido en el convento de Saint Omer, falleciendo en 756 y llevándose el secreto familiar a la tumba, sin que sepamos con certeza si esa hipotética relación con los descendientes del Mesías se mantuvo con otras sociedades y órdenes posteriores como cátaros y templarios, o más bien, se difuminó en los cielos del sur de Francia hasta ser resucitado a mediados del siglo XX, gracias a un extraño invento conocido como Priorato de Sión, y que se arrogó el derecho de ser continuador de la estirpe merovingia.



Literatura esotérica y misteriosa


En algunas novelas y ensayos de esoterismo se ha postulado que los merovingios son descendientes de una supuesta relación entre Jesús de Nazaret y María Magdalena, quienes habrían tenido una hija, Sara o Sara la Negra, que migró desde Judea al sur de Francia, desde donde se habría desarrollado un linaje cuya estirpe llegó al poder del reino franco con los merovingios.

Entre estas obras destacan el bestseller esotérico Sangre santa, Santo grial, escrito por Michael Baigent, Richard Leigh y Henry Lincoln, sobre todo, por la novela esotérica de Dan Brown, El código Da Vinci. También el eminente medievalista Umberto Eco menciona esta teoría con el fin de ridiculizarla, por pseudo-científica, en su novela El péndulo de Foucault.

Por otra parte, a nivel de estudios genéticos en el año 2006, el programa televisivo Buscando la verdad (Digging for the Truth) del canal The History Channel realizó un análisis genético de Aragunde (Arnegonda), quinta esposa del rey de linaje merovingio Clotario I. El resultado del análisis concluyó que el ADN de Aragunde «no tenía los marcadores que podrían esperarse de la población de Medio Oriente; en cambio, su ADN mostraba que provenía de Europa».

Gérard de Sède sorprendió al mundo, con sus informaciones relativas al tesoro y los pergaminos que un sacerdote de Rennes-le-Château (Francia), localizó durante la restauración de su Parroquia, dieron lugar a casi 500 artículos y publicaciones; Como la obra The Holy Blood and the Holy Grail, de Baigent, Leigh y Lincoln donde se nos habla de descendientes directos de Jesús hasta nuestros días, rastreo de Occitanos (cátaros) y templarios, complejas tramas de sociedades iniciáticas y secretas…



La dinastía Merovingia. Los Reyes Perdidos
(de la obra de Henri Lobineau (Henri de Lénoncourt)


Entre los reyes merovingios que fueron conspiratoriamente depuestos del trono francés hace más de mil trescientos años se citan asimismo a los sicambros, descendientes de la tribu judía de Benjamín, que emigraron sucesivamente a la Arcadia, a Sicilia, a los Alpes y a las orillas del Rin. De Meroveo hasta Clodoveo, los reyes merovingios, apodados los Ursus, fueron paganos entregados al culto de Diana. El famoso jarrón de Soissons contenía muestras de la sangre de los treinta y nueve primeros reyes francos, que fueron merovingios.

La dinastía de los carolingios y la de los capetos (el rey Felipe el Hermoso, destructor de la Orden del Temple, era un Capeto) no eran legítimas, ya que el último rey merovingio, Dagoberto II, asesinado en el año 679 cerca de Stenay, en las Ardenas, tenía un hijo, Sigisberto IV, que escapó a la suerte de su padre, fue salvado por un tal Meroveo Levy, puro sicambro, quien le llevó en secreto a Rennes-le-Château. Sigisberto IV, llamado Plant-Ard (Retoño Ardiente), se casó con la hija del rey visigodo español Wamba y dio nacimiento al linaje de los condes del Razès, del que provenían también los Blanchefort.

Este linaje es el único que puede pretender legítimamente al trono de Francia. Tal era, según el secreto genealógico-dinástico contenido en los pergaminos encontrados por el abate Saunière en la Iglesia de Rennes-le-Château y que estaban acuñados, por el sello de Blanca de Castilla. El linaje cripto-merovingio se perpetuó en la sombra hasta nuestros días, de modo que el "Rey Perdido", el "Gran Monarca" (pues este regio linaje tendría su origen en el vástago del propio Jesús tras su unión con Maria Magdalena, que fue llevada tras la crucifixión clandestinamente a la Galia donde se refugio, pues ya existían allí comunidades judías), está presente de incógnito entre nosotros. Cuando llegue el momento, se manifestará.

Pero el Rey Perdido no lo estaba para todo el mundo, ya que hacía mucho tiempo que una temible sociedad secreta, el Priorato de Sión, conocía el secreto. Esta sociedad tuvo su nacimiento en la unión de tres grupos de iniciados:
los monjes de la abadía del Monte Sión, fundada en 1099 en Jerusalén por el jefe de la Primera Cruzada, Godofredo de Bouillon, que era un sicambro;
los seis (o trece) Sabios de la Luz, discípulos de un tal Ormus y que tenían como emblema la Rosacruz y,

finalmente, por los últimos esenios, la secta judía de la que procede el Cristianismo y a la que se deben los manuscritos del Mar Muerto. 



EL PRIORATO DE SIÓN

 El Priorato de Sión se proponía como doble objetivo propagar el Cristianismo esotérico de San Juan y defender la cripto-dinastía merovingia. La Orden del Temple, creada en 1118, no era más que su brazo secular, al que proporcionaba ya fuese sus Grandes Maestros oficiales, ya fuese sus Grandes Maestres secretos.

Estos hechos no pueden ser totalmente ignorados debido a ciertos detalles históricos: En el año 886, el "Retoño Ardiente" de la estirpe merovingia, Sigisberto IV, ya había devenido en un amplio y complejo árbol genealógico. Bernard Plantavelu y los duques de Aquitania constituían una de sus ramas genealógicas. Había otras ramas también, pues los documentos Prieuré declaran que Sigisberto VI, el nieto de Sigisberto IV, era conocido como el "príncipe Ursus". Entre 877 y 879 el "príncipe Ursus", fue proclamado oficialmente "rey Ursus", al parecer en una extraña ceremonia eclesiástica celebrada en Nimes.

Con la colaboración de los nobles Bernard de Auvergne y el Marqués de Gothie encabezó una insurrección contra Luis II de Francia en un intento de recuperar su legítimo patrimonio. Varios historiadores nos confirman que tal insurrección tuvo lugar entre 877 y 879. Estos historiadores aluden a Bernard de Auvergne y al marqués de Gothie, si bien no dicen que el líder de la insurrección fuese Sigisberto VI, pero hay alusiones a un individuo llamado el "príncipe Ursus".

Según los documentos Prieuré, Godofredo de Bouillon - en virtud de su bisabuela, que casó con Hugo de Plantard en 1009 - era descendiente por línea directa de la familia Plantard. O sea que; Godofredo llevaba en su estirpe sangre merovingia ya que descendía directamente de Dagoberto II, Sigisberto IV y el linaje de reyes merovingios.

Durante cuatro siglos la sangre real merovingia se mezcló a través de numerosos árboles genealógicos. Finalmente, parece que dio fruto. Y el fruto fue Godofredo de Bouillon, duque de Lorena. Y aquí, en la casa de Lorena, estableció un nuevo patrimonio.

Para sus propios ojos, y ante los de sus seguidores, Godofredo sería más que duque de Lorena. De hecho, sería un rey legítimo, un pretendiente legítimo de la dinastía depuesta con Dagoberto II en el año 679. Pero si Godofredo era rey legítimo, era también rey sin reino; y la dinastía capeta de Francia (apoyada por Roma) estaba demasiado consolidada para que pudiera destronarla.




Baigent, Leigh y Lincoln se preguntan: ¿Qué se puede hacer si se es rey y no se tiene reino?

Quizá buscar un reino. O crearlo. El reino más precioso de todo el mundo: Palestina, la Tierra Santa, el suelo que pisara el mismísimo Jesús. ¿Acaso el gobernante de semejante reino no sería comparable a cualquier otro de Europa? ¿Y acaso, al presidir el más sagrado de los lugares de la Tierra, no se cobraría una dulce venganza de la iglesia que traicionara a sus antepasado cuatro siglos antes?.

La pregunta queda ahí... pero entendemos que la respuesta es lógica y clara y más si tenemos en cuenta la importancia que tenía Jerusalén para todo el Cristianismo, hasta el punto de que muchos reyes y emperadores abandonaban sus reinos para ir a conquistar estas tierras santas poniendo en peligro no solo el reino abandonado en Occidente sino que también hasta su propia vida.




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La religión cristiana con el Papado, se expande por la fuerza

Biografía: Carlos Martell

Fundador de la dinastía Carolingia, que reinó en Francia y Alemania entre los siglos VIII y X -aunque él mismo no recibió nunca título de rey- (?, h. 688 - Quierzy-sur-Oise, Francia, 741). Carlos era hijo bastardo del mayordomo de Austrasia, Pipino II de Herstal, que se hizo con la gobernación del reino franco aprovechando la debilidad de los últimos soberanos Merovingios. Sucedió a su padre en el 714, pasando por delante de los hijos legítimos de aquél. Tras hacer frente a las tendencias secesionistas de Neustria, sometió Frisia, Sajonia, Turingia y Baviera, restableciendo la unidad del reino franco y extendiendo sus dominios.

Pero su lugar en la Historia se lo debe, sobre todo, a su victoria en la batalla de Poitiers (732), en la que derrotó al emir árabe Abderramán, deteniendo el avance del Islam hacia Occidente. Aprovechó la victoria para someter las regiones meridionales del reino, Provenza y Aquitania (cuyo duque había sucumbido al avance musulmán). De esa época data su sobrenombre de Martel, que alude a la fuerza con que modeló, como un martillo, la Europa de su tiempo.
Aunque de hecho fue un rey, no se atrevió a asumir la soberanía en detrimento de los Merovingios, paso que daría su hijo; él se limitó a titularse mayordomo único del reino de los francos (desde el 737).
Su costosa obra de unificación territorial estuvo a punto de desaparecer tras su muerte, pues dejó repartidos sus dominios entre sus hijos Carlomán y Pipino. Sólo la posterior retirada de Carlomán a un monasterio (751) reunificó la herencia carolingia en el que sería primer rey de la dinastía, Pipino, el Breve.



LA BATALLA DE POITIERS en el año 732

La Batalla de Poitiers (conocida por la historiografía europea como Batalla de Tours para no confundirla con la Batalla de Poitiers de 1356, tuvo lugar el 10 de octubre de 732 entre las fuerzas comandadas por el líder franco Carlos Martel y un ejército islámico a las órdenes del valí (gobernador) de Al-Ándalus Abderrahman ibn Abdullah Al Gafiki cerca de la ciudad de Tours, en la actual Francia. Durante la batalla, los francos derrotaron el ejército islámico y Al Gafiki resultó muerto. Esta batalla frenó la expansión islámica hacia el norte desde la Península Ibérica y es considerada por muchos historiadores como un acontecimiento de importancia macrohistórica , al haber impedido la invasión de Europa por parte de los musulmanes y preservado el cristianismo como la fe dominante durante un periodo en el que el islam estaba sometiendo los restos de los antiguos imperios romano y persa, expansión que comenzó en el 632 tras la muerte de Mahoma. Las fuentes de esta batalla son escasas, y ni siquiera se sabe con certeza el año de la batalla, puesto que las fuentes musulmanas españolas de la época la situaron en torno al 732, pero la Crónica de 754, cristiana, española y contemporánea sugirió que el combate se produjo a finales de 733 o 734, probablemente en octubre.




Localización

Pese a la gran importancia asignada a esta batalla, el lugar exacto donde tuvo lugar es desconocido. Muchos historiadores asumen que los dos ejércitos se encontraron en el punto donde los ríos Clain y Vienne confluyen, entre Tours y Poitiers.



La batalla


Carlos Martel situó a su ejército en un lugar por donde esperaba que pasara el ejército musulmán, en una posición defensiva. Es posible que su infantería conjuntada, armada con espadas, lanzas y escudos presentara una formación del tipo falange. Según las fuentes árabes, se dispusieron formando un gran cuadro. Ciertamente, dada la disparidad entre los dos ejércitos —los francos eran casi todos soldados de infantería, en tanto que los musulmanes eran tropa de caballería, ocasionalmente con armadura— Carlos Martel desarrolló una batalla defensiva muy brillante.
Durante seis días, los dos ejércitos se vigilaron con sólo escaramuzas menores. Ninguno de los dos quería atacar. Los francos estaban bien equipados para el frío y tenían la ventaja del terreno. Los árabes no estaban tan bien preparados para el frío, pero no querían atacar al ejército franco. La batalla empezó el séptimo día, puesto que Al Gafiki no quería posponer la batalla indefinidamente.
Al Gafiki confió en la superioridad táctica de su caballería, y la hizo cargar repetidamente. Sin embargo, esta vez la fe de los musulmanes en su caballería, armada con sus lanzas largas y espadas, que les había dado la victoria en batallas anteriores, no estaba justificada. En una de las raras ocasiones en las que la infantería medieval resistió cargas de caballería, los disciplinados soldados francos resistieron los asaltos, pese a que, según fuentes árabes, la caballería árabe consiguió romper varias veces el exterior del cuadro franco. Pero a pesar de esto, la fuerza franca, no se rompió.
Según una fuente franca, la batalla duró un día —según las fuentes árabes, dos. Cuando se extendió entre el ejército árabe el rumor de que la caballería franca amenazaba el botín que habían tomado en Burdeos, muchos de ellos volvieron a su campamento. Esto le pareció al resto del ejército musulmán una retirada en toda regla, y pronto lo fue. Mientras intentaba frenar la retirada, Al Gafiki fue rodeado y finalmente muerto. En lo que fue la carga definitiva de la caballería del Duque Eudes, que aguardaba oculta en los bosques al norte de la posición del cuadro de Carlos Martel, resultando un movimiento envolvente a la manera de los ejércitos francos, como si de un martillo contra un yunque se tratara, acabando con toda posibilidad de reagruparse del ejército enemigo. Los musulmanes supervivientes regresaron a su campamento.

Al día siguiente, cuando los musulmanes no volvieron a la batalla, los francos temieron una emboscada. Sólo tras un reconocimiento exhaustivo del campamento musulmán por parte de los soldados francos se descubrió que los musulmanes se habían retirado durante la noche. No se sabe con exactitud cual era el arma que ayudo a Carlos Martel ganar la batalla, pero las armas que el más dominaba fueron la lanza y el escudo.


Importancia de la batalla


Contemporáneos cristianos, desde Beda el Venerable hasta Teófanes, el cronista bizantino, registraron cuidadosamente la batalla y fueron rápidos en extraer lo que veían como sus implicaciones. Estudiosos posteriores, tales como Edward Gibbon, opinaron que, si Carlos hubiese sido derrotado, los árabes hubieran conquistado fácilmente una Europa dividida. Gibbon escribió: «Una marcha victoriosa se había extendido mil millas desde el peñón de Gibraltar hasta las orillas del Loira; la repetición de un espacio igual hubiera llevado a los sarracenos a los confines de Polonia y a las Tierras Altas de Escocia; el Rin no era más infranqueable que el Nilo o el Éufrates, y la flota árabe podría haber navegado sin una batalla naval hasta las bocas del Támesis».

Algunas estimaciones modernas del impacto de la batalla se han apartado de la posición extrema de Gibbon, pero su conjetura recibe el apoyo de otros muchos historiadores. Aun así, dada la importancia que los registros árabes de la época dieron a la muerte de Al Gafiki y a la derrota en la Galia, y a la consiguiente derrota y destrucción de las bases musulmanas en lo que ahora es Francia, es muy probable que esta batalla tuviera una importancia macrohistórica al frenar la expansión del islam en Occidente. Esta derrota fue el último gran esfuerzo de la expansión islámica mientras hubo todavía un califato unido, antes de la caída de la dinastía de los Omeyas en 750, sólo 18 años tras la batalla.
Según otros historiadores «Carlos Martel rechazó solo una de las constantes razzias que los musulmanes emprendían estacionalmente en busca de botín. Antes, los francos habían derrotado ya algunas de estas incursiones sin ánimo expansionista, y las mismas se siguieron produciendo después hasta que Pipino el Breve acabó con los restos del poder musulmán en Francia en 759 y su hijo Carlomagno pasó a combatir en España. Actualmente se cree que aunque la campaña que llevó a la batalla fue solo de saqueo y no de expansión, esta fuerza era sin duda la mayor que pisó territorio francés. Con esta batalla se debilitó mucho el poder musulmán en el sur de Francia, perdió a su mejor comandante y cualquier intención posible de expansión se terminó.


Pipino el Breve

Pipino el Breve (715-768 d. C.) fue el primer rey de la dinastía carolingia en el reino franco (751-768 d. C.). Descendía por rama paterna de la alta nobleza austrasiana, concretamente de la familia de Pipino el Viejo, que fue mayordomo de Palacio hasta la entronización de Dagoberto I (629-639 d. C.), recuperando su posición después de la muerte de este rey. Sus descendientes ocuparon las mayordomías de los reinos francos en adelante. Pipino III, o el Breve logró hacerse, además, con la corona real, paso determinante en la evolución política de la familia carolingia y de la Historia de Francia. Al parecer, el sobrenombre de “el Breve” le viene de su baja estatura.

Su padre, Carlos Martel (686-741 d. C.) había sido mayordomo de Palacio después de superar los obstáculos que contra él se levantaron con motivo de su origen ilegítimo, y ejerció su cargo desde 715 hasta su muerte. Carlos logró reunir bajo su mando todos los reinos francos, que se desintegraban ante las ambiciones de la nobleza y la debilidad del poder de los reyes merovingios, y tras décadas de batallas en el seno del propio reino (contra los árabes en Poitiers, 732 d. C.), depuso a Childerico II (año 737), quedando el trono vacante (aunque Carlos nunca se proclamó rey), y consiguió legar a sus hijos, Carlomán y Pipino, sus cargos como mayordomo de palacio. A Carlomán le dejó la mayordomía de Austrasia; a Pipino, la de Neustria.

Carlomán fue mayordomo del palacio de Austrasia hasta que en 747 abdicó en Pipino, por motivo de sus fuertes convicciones religiosas, muy patentes en sus seis años como mayordomo. Al convertirse en monje, su hermano tomó el cargo de Austrasia, que llevaba desempeñando en Neustria desde el 741.

La actividad política de Pipino lo llevó a enfrentarse a su hermanastro Grifón, conflicto que precipitó duros enfrentamientos con las áreas más orientales del reino, en Alemania, y que el mayordomo de Palacio superó con el acto simbólico de restablecer en el trono a Chilperico (año 743), que había sido enclaustrado por su padre en 737.

No obstante, ante la ineptitud del rey merovingio, Pipino desplegó una estrategia encaminada a elevarle como rey de los francos, y envió a Roma una delegación encargada de recibir el apoyo papal a sus pretensiones. El papa Zacarías consintió en el destronamiento de Childerico, que fue tonsurado y encerrado nuevamente en un monasterio. Pipino fue en 751 coronado y ungido con oleos santos por San Bonifacio, en una ceremonia que ya estilaban los godos (la unción regia) y que imita la unción del rey David descrita en la Biblia. Con este acto simbólico, el rey se convertía en un “enviado divino”, cabeza del pueblo cristiano que le había tocado regir por deseo de Dios. Tal acto venía asimismo a reforzar su figura como rey, después de una más que sospechosa e ilegítima usurpación contra los detentadores del poder real, los merovingios.

Todavía fue Pipino consagrado de nuevo, cuando en 754, el papa Esteban II, huido de Roma a causa de la amenaza que representaban los lombardos, acudió a la Corte instalada en Champaña para solicitar el apoyo del rey franco contra aquéllos. Como nuevo rey cristiano “por derecho divino”, Pipino se vio obligado a auxiliar al Papa y declarar la guerra a los lombardos, después de que estos rechazaran sus reivindicaciones diplomáticas. Entre 756 y 758, Pipino acaudilló tres expediciones que arrebataron a los lombardos grandes espacios de territorio de la Italia central, entregados por el rey franco a la Santa Sede como área de “seguridad” frente a sus enemigos, conocidos como los Estados Papales.

La lucha contra los lombardos no fue la única que Pipino debió enfrentar. Al este del reino, en Alemania, los francos se mantenían en una situación de inestabilidad, especialmente en Baviera. Esto no impidió que el rey recuperara la provincia Aquitana a su levantisco duque Gaifier (768 d. C.), al que hizo ejecutar, y logrará expulsar a los árabes de Septimania tras una serie de campañas entre los años 759 y 768.

Contrajo nupcias con Bertrada de Laón en 744, matrimonio del que nacieron Carlomán y Carlos, este último, futuro emperador de Occidente. Murió en septiembre del año 768, no sin antes haber dividido el reino entre sus dos hijos, cuando contaba cincuenta y tres años de edad. Fue sepultado en la abadía de Saint Denis, cerca de París.


El origen del Vaticano


Pueden encontrarse al menos tres significados en la etimología de la denominación latina de "Vaticanus": (1) Vates (adivino o brujo) + canus (canto); (2) el lugar que en Roma se llamó Ager Vaticanus (el cerro de las adivinaciones); ó (3) el antiguo emplazamiento en esa zona de un pueblo etrusco (los vaticum). En cualquier caso parece tener mucho que ver con un concepto esotérico del lugar de marras.

En el 312 Milciades era ya dueño del Palacio de Letran: a la postre, la prevalencia de Roma dio comienzo poco después bajo el mandato imperial de Constantino I El Grande, el que forjó al Cristianismo con muchas sus características institucionales además de otorgarle rango de religión oficial del Imperio Romano.

A la ribera occidental del río Tíber: 44 hectáreas donde se condensan el lujo ostentoso, el oro, el marfil, las estatuas, las pinturas, los tesoros ocultos...

Hay un episodio llamativo e impresionante sobre la extraordinaria capacidad de fraude de la Iglesia Apostólica Católica Romana. Es el documento titulado Donatio Constantini o también Privilegium Sanctae Romanae Ecclesiae, la "Donación de Constantino", una de las falsificaciones que mayor rentabilidad ha aportado a la Iglesia. Fechado en 315, este texto, que se presentó como redactado por el propio emperador Constantino otorgando una serie de concesiones a la Iglesia de Roma entre las que se incluye la soberanía sobre los países de Occidente, literalmente dice:

Tanto más cuanto que nuestro poder imperial es terrenal, venimos en decretar que su Santísima Iglesia Romana será venerada y reverenciada y que la sagrada sede del bienaventurado Pedro será gloriosamente exaltada aun por encima de nuestro Imperio y su trono terreno. [...] Dicha sede regirá las cuatro principales de Antioquía, Alejandría, Constantinopla y Jerusalén, del mismo modo que a todas las iglesias de Dios de todo el mundo. [...] Finalmente, hacemos saber que transferimos a Silvestre, papa universal, nuestro palacio así como todas las provincias, palacios y distritos de la ciudad de Roma e Italia como asimismo de las regiones de Occidente. 


Y ahora, la explicación:

Tal engaño fue encargado por el papa Esteban II (752-757), para forzar la alianza militar del rey franco Pipino y de su hijo Carlomagno con la Iglesia para combatir a los longobardos, que amenazaban las riquezas y poder del Papado Romano. Tras la derrota de los longobardos, el rey Pipino, convencido por esta trampa de que Esteban II era el sucesor de San Pedro y del emperador Constantino, devolvió a la Iglesia Católica todas las tierras que "por derecho" le pertenecían según la donación de Constantino. Así nacieron los Estados Pontificios. Gracias a esta estafa macanuda, la Iglesia acumuló un patrimonio y un poder tan inmensos que aún hoy vive de los beneficios de aquella fechoría. De los siglos XI al XVI se hizo uso y abuso de este documento falso para reforzar el poder de los papas, anexionarse territorios, etc. Aunque ya el emperador Otón III en el 1001 denunció este fraude, no fue hasta 1519 que se publicaron las pruebas de la falsificación... y hasta el s. XIX la Iglesia Católica continuaba defendiendo la autenticidad del documento original sobre el que basó su vergonzoso poder terrenal.

Durante todo este tiempo los Estados Pontificios ocuparon, con variaciones, gran parte de la península itálica hasta que en 1870, fruto del proceso de Reunificación italiana, el entonces papa Pío IX vio su poder administrativo reducido al Palacio Vaticano. En 1929, por el Tratado de Letrán, se formalizó la actual ciudad-Estado de forma que Mussolini reconocía ante Achille Ratti (Pío XI, simpatizante de la causa fascista) la independencia y soberanía del Vaticano. Las declaraciones del papa son ilustrativas: Mussolini ha devuelto Dios a Italia, e Italia a Dios. Él es un don de la Providencia. Además, Il Duce concedió numerosas prevendas a la Iglesia, poderes a organizaciones religiosas y subvencionó con cientos de millones de liras al propio Vaticano, lo que supuso una importante inyección de liquidez gracias a la cual en las siguientes décadas la Santa Sede emprenderá una serie de negocios e inversiones.



Carlomagno:.El "Emperador"


Un hijo de Pipino, llamado Carlomagno, pone a disposición del papa, un ejército y los lombardos son derrotados definitivamente. Durante el reinado de Pipino el Breve y su hijo Carlomagno, los carolingios conquistaron vastos territorios y unificaron una gran parte de Europa occidental en los siglos VIII y IX. Después de la muerte de Pipino, en el año 768, el reino franco es repartido entre sus hijos: Carlomagno pasa a reinar sobre los territorios de Neustria, Austrasia y el occidente de Aquitania; y su hermano Carlomán lo hace sobre Borgoña, Provenza y el oriente de Aquitania.

En el año 775 Carlomagno, inicia la campaña para conquistar y cristianizar a los sajones, y en el año 778 Carlomagno cruzó los Pirineos, después de que los propios reyes musulmanes de Zaragoza y Barcelona le solicitaran ayuda para hacer frente al emir Abd-al-Rahman I. Sin embargo, cuanto el caudillo franco llegó al valle del Ebro, la situación había cambiado. Acampado junto a las murallas de Zaragoza –cuyo rey se negó a abrirle las puertas–, tuvo finalmente que abandonar el territorio. Cuando se retiraba, sufrió una derrota, la de Rocesvalles –lugar que aún no ha acabado de ubicarse–, a manos de los vascones en el 778. Quedó plasmada en el Cantar de Roldán - elaborado en el siglo XI–, el cual transformó la derrota en epopeya y a los guerreros francos en héroes. Incluso Carlogmano será presentado como el primer peregrino a la tumba del apóstol Santiago. Tras estos sucesos tan amargos, se crea el territorio fronterizo denominado Marca Hispánica y en el año 796 conquista el territorio ávaro. Convierte a Aquisgrán en la capital de su Imperio y asienta definitivamente en ella a su corte, después de emplearla como tal desde dos años antes.

Finalmente en el año 800, Carlomagno fue coronado emperador del Imperio de Occidente, por el papa León III que más tarde sería conocido como el Sacro Imperio Romano Germánico. La Iglesia Católica estaba encargada de la educación, recordemos que para el Imperio Carolingio era importante contar con los servicios del clero para difundir el dogmatismo, el memorismo que la religión brindaba, para concientizar a la población en el cumplimiento, la obediencia, la resignación y el fatalismo. Carlomagno finalmente murió en el año 814 y entonces empieza la desintegración del Imperio.



El imperio de Carlomagno en el año de su coronación: Año 800.

La extensión geográfica del reino de Carlomagno correspondía a la totalidad de lo que hoy son Francia, Suiza, Austria, Bélgica, Holanda y Luxemburgo, y la mayor parte de Alemania, Italia, Hungría, la República Checa, Eslovaquia y Croacia. Ha sido considerado por ello un predecesor de la unidad europea. Ningún monarca había reunido en su mano un territorio tan extenso desde la caída del Imperio Romano (476); por lo que no es de extrañar que la idea de la restauración imperial se abriese paso, ligada a la alianza estable que Carlomagno mantuvo con el Papado.

El día de Navidad del año 800 el papa León III coronó a Carlomagno emperador, dando comienzo así un nuevo Imperio germánico, que perviviría hasta comienzos del siglo XIX. Aunque la continuidad de este Imperio germánico con el Imperio Romano de Occidente, desaparecido tres siglos antes, era una ficción, la restauración de la idea imperial significaba una aspiración a un poder universal por encima de los príncipes de los distintos reinos, que sería la contrapartida temporal de la supremacía del papa en lo espiritual. Esta peculiar alianza y complementariedad del emperador con el papa daría lugar a una pugna por la supremacía entre ambos poderes, que se prolongaría a lo largo de la Edad Media.

En una época caracterizada por el alto grado de violencia y de anarquía que presidía la vida social, el Imperio carolingio fue un gran esfuerzo de organización político-administrativa. Aunque no había una capital fija (la capital del Imperio estaba donde se encontrara el emperador con su corte), la ciudad germánica de Aquisgrán cumplió esas funciones de manera casi permanente. Desde allí, una Cancillería, a cuyo frente se encontraba un clérigo culto, dirigía los asuntos tanto civiles como eclesiásticos; el control del territorio estaba en manos de los condes, salvo en las marcas fronterizas, organizadas militarmente; y unos enviados del emperador (missi dominici) supervisaban la administración en cada rincón del territorio.

La religión cristiana constituía un elemento cultural de integración, de estabilidad y de orden social, que el emperador se encargó de cultivar: protegió a los monasterios y procuró extender la fe cristiana hacia el norte (imponiéndola por la fuerza a los sajones).

Sin embargo, aquel gran conglomerado territorial no sobrevivió mucho tiempo. El propio Carlomagno había previsto que, a su muerte, el Imperio se repartiera entre sus tres hijos; pero la muerte de dos de ellos retrasó la fragmentación hasta el momento en que murió el único sucesor superviviente, Ludovico Pío, que también dividió el Imperio entre sus tres hijos (Tratado de Verdún, 843). La dinastía Carolingia siguió al frente del Imperio hasta comienzos del siglo X, y en el Trono de Francia, hasta el 987.

Aachen: (Aquisgrán en la Edad Media) .


Es una ciudad en el distrito gubernamental de Colonia en Renania del Norte-Westfalia. 

Se encuentra junto a las fronteras con Bélgica y los Países Bajos y cuya población de la ciudad supera 300 mil habitantes. Fue un asentamiento celta hasta la conquista de los romanos, que la utilizaron probablemente como lugar de retiro y cura de los legionarios, aprovechando sus aguas termales (se han descubierto restos de termas romanas). Ellos dieron el actual nombre a la ciudad, dedicada al dios “Granum”, a quien se le atribuía cualidades curativas.

Fue la ciudad donde Carlomagno instaló su gobierno, y donde finalmente moriría, convirtiéndola en el centro cultural cristiano más importante del momento, lo que los historiadores llaman “renacimiento de la Edad Media”. Allí erigió su palacio (en el solar del actual Ayuntamiento) y la Capilla Palatina, núcleo de la actual Catedral. Entre los años 813 y 1531, 32 emperadores del Sacro Imperio Romano Germanico fueron coronados en esta ciudad y a ella le debemos en gran parte la creación de la Europa en la que vivimos hoy en día.




Para conocer más:
Quienes eran los Francos


Tras la caída del Imperio Romano de Occidente, muchos reinos "bárbaros" se establecieron en sus territorios: los visigodos en España, los vándalos en el Norte de África y los francos en Galia. Los francos fueron gobernados en un principio por los descendientes del rey Meroveo (los merovingios).


¿Cómo surgió el Imperio Carolingio?

En principio, el de los francos fue un gran reino, pero sufrió numerosas divisiones, porque según el derecho germánico, a la muerte de un rey, su patrimonio y su poder se dividían entre sus hijos. De esto surgían largos pleitos de los que se aprovechaban los "mayordomos de Palacio", o sea los jefes de la administración estatal. Uno de ellos, Carlos Martel, alcanzó gran reconocimiento tras derrotar a los árabes en la Batalla de Poitiers del año 732. Esta hazaña lo hizo tan poderoso que a su muerte, su hijo, Pipino, apodado “el Breve”, fue coronado rey de los francos, dando comienzo a la dinastía Carolingia.



¿Cómo llegó al poder Carlomagno?

Pipino tenía dos hijos, pero la muerte de uno de ellos dejó como único heredero a Carlos, llamado más tarde "Magno", el grande, al crear el reino romano-germánico más grande de la historia.


¿Otra vez los emperadores?

En la navidad del año 800, el papa León III coronó a Carlomagno como "gran y pacífico emperador de los romanos". Carlos parecía alcanzar sus objetivos: reconstruir el imperio romano, revigorizándolo con las energías y costumbres de los pueblos que lo habían destruido, y mantenerlo unido con la fuerza de la religión cristiana.


¿Cómo surgieron los condes y marqueses?

Carlomagno no era directamente el "señor" del territorio imperial. Sus propiedades personales eran relativamente pocas. Pero sólo él podía conceder autoridad a los nobles que gobernaban los distintos territorios: los "condes" (del latín "comites", compañeros) y los marqueses (del alemán "marka", signo de frontera). Pero no perdía el control porque los vigilaba con sus "missi dominici" (enviados del señor), que a su vez eran vigilados para que no se dejaran corromper.


¿Cómo era la vida de Carlomagno?

Dormía poco, comía moderadamente y bebía muy poco. Aunque creció analfabeto, como era costumbre, aun para un rey, se empeñó en aprender a leer y escribir. Hablaba muchos idiomas a la perfección. Su corte, ubicada en Aquisgrán fue un centro artístico, cultural y religioso tan importante que a esta época se la llamó "renacimiento carolingio".


¿Cuántas esposas tuvo?

Cinco, aunque Ildegarda fue su preferida. Con ella tuvo tres de sus casi veinte hijos oficialmente comprobados. Pero seguramente existieron más, porque Carlomagno era muy sensible a la fascinación femenina.
La primera fue Himiltrudis. Carlos tenía 18 años por entonces.

Ella era bonita, virtuosa, dulce y se cree que también bastante fría, lo que no impidió que le diera un hijo al que llamaron, con justa causa, Pipino el Jorobado. 
En realidad no está claro si llegó a casarse con Himiltrudis o si se trataba de un concubinato. El Papa debía considerar legítima su unión, puesto que cuando la madre de Carlomagno, Bertrada, quiso casarlo con Desiderata, la hija del rey de los lombardos, se encontró con que la Santa Sede se oponía alegando precisamente ese motivo. 

Los deseos de Carlomagno para desposar a Desiderata eran estrictamente políticos. Buscaba sujetar a su hermano, el turbulento Carlomán, e impedirle que se aliara él con el rey de los lombardos. 

La nueva novia venía desde Pavía. Era apagada, mustia y se dice que no poseía ningún encanto. Pero el Estado tenía unas razones y el corazón otras, por lo que Carlos tuvo que repudiar a Himiltrudis y enviarla a un convento. 

Desiderata no le gustaba en absoluto, aunque su carácter ya estaba formado y supo ocultar la repulsión que la joven le inspiraba. Incluso, de vez en cuando, tenía una atención con ella. Pero al cabo de un año Carlomán murió, y Carlos, no viendo ya la necesidad de una alianza con los lombardos, devolvió a Desiderata a su padre. 

Fue entonces cuando, en el 771, conoció a la graciosa Hildegarda. Carlos se enamoró y se casó con ella. Era tan hermosa que el autor de su epitafio no dudó en escribir: “Sus encantos no tenían comparación con ninguna muchacha del país”. Hildegarda era alegre, vigorosa y de temperamento ardiente.

Ejerció una gran influencia sobre su esposo, hasta el punto que hay quien dice que fue ella quien forjó a Carlomagno, a quien supo transmitir su optimismo, su fuerza y su buen humor. En palabras de Haureau en su obra Carlomagno y su Corte, “La emocionante simplicidad de Hildegarda y el placer de su convivencia corrigieron esa rudeza que hace buenos soldados, pero que no puede hacer buenos reyes”.
Poco tiempo después Carlos organizó la primera expedición contra los sajones. Hildegarda, de quien no podía separarse, estuvo a su lado durante toda la campaña. Ella dormía en los carros, caminaba por el barro, atravesaba los ríos en el puente de los barcos y compartía la vida de los guerreros francos. 

Carlos volvió vencedor de Sajonia y marchó a Roma para defender al Papa, amenazado por los lombardos. Hildegarda también lo acompañó. La campaña fue dura y larga. Por fin, después de haber sitiado Pavía, Carlos derrotó a su ex suegro, el rey Didier, y lo hizo enclaustrar en Neustria. 

Carlomagno se hizo coronar rey de los lombardos, pero no pudo quedarse mucho tiempo en Pavía, porque los sajones se habían rebelado. Montó sobre su caballo e Hildegarda lo siguió nuevamente en un carro. Durante varios años la joven recorrió a su lado los caminos de un imperio en formación. 
La reina dio a su esposo nueve hijos. 

Cuatro fueron varones: Carlos, Pipino, Luis y Lotario; y cinco niñas: Adelaida, Rotrudis, Berta, Gisela e Hildegarda. 
Falleció al cabo de once años de matrimonio, y todo el mundo la lloró. El primero su esposo, lo que no impidió que meses más tarde volviera a casarse, esta vez con la hija de un conde franco, la altanera Fastrada.

 También ella ejercería sobre él un gran poder que todos los cronistas coinciden en deplorar. Se dedicaba a azuzar a Carlos contra aquellos que ella detestaba, haciendo destituir a numerosos servidores y persiguiendo a buenas gentes sin otro motivo que haber incurrido en su desagrado. 
Malvada y envidiosa, sentía celos de las mujeres de los grandes del país y empujaba a su marido a represiones contra conspiradores imaginarios. 

Todo ello impulsó a Eginardo a escribir: “Más de una vez, Carlos se desprendió de su natural bondad para dar satisfacción a la crueldad de su esposa…” 

Débil ante Fastrada, el futuro amo de Europa cometió equivocaciones que motivaron gran descontento. Sus enemigos aprovecharon la ocasión para conspirar contra él. Avisado del peligro, volvió de Sajonia, donde se encontraba guerreando, y los hizo detener. 

La hipócrita Fastrada le inspiró entonces una maniobra muy poco elegante: después de haber fingido perdonarlos, Carlos los mandó a una iglesia para que rezaran.
—Cuando hayáis acabado de orar, no me veréis nunca más enfadado —les dijo.

Y fue cierto, porque a la salida del templo unos soldados los esperaban para arrancarles los ojos.
Los grandes, decididos a suprimir a Fastrada, se agruparon en torno a Pipino el Jorobado, el hijo que Carlos había tenido de Himiltrudis, sabiendo que éste estaba animado por el odio que albergaba al saberse eliminado de la sucesión. Conspiraron entonces para provocar la muerte de la reina y del rey.

Finalmente la conjura no tuvo éxito porque un diácono, escondido bajo el altar mayor de una iglesia, sorprendió una conversación entre los amigos de Pipino. Todos los conjurados fueron condenados a muerte. Pipino, tras haber sido azotado y tonsurado, terminó su existencia en un convento.

La alarma había sido grande. A partir de aquel momento Carlos hubiera desconfiado de los consejos de su mujer si ésta no hubiera tenido la buena idea de morirse. 
El viudo buscó entonces una compañía más tranquila. Conoció a la hija de un conde alemán, llamada Liutgarda. Le parecía que reunía todas las cualidades que un día había tenido Hildegarda: era hermosa, generosa y alegre, de modo que se casó con ella en el 794. 

Carlomagno ya no era joven, pero se dice que ella se enamoró perdidamente. Liutgarda tenía aproximadamente la edad de las hijas de su marido, de manera que compartía sus juegos y sus tareas. A su lado el emperador encontró una nueva juventud y la fuerza para emprender nuevas acciones.

Feliz en el amor, también lo fue en la política: confiado en su buena estrella, se dirigió a la ceremonia que debía celebrarse en Roma el día de Navidad del año 800. Por desgracia la encantadora Liutgarda no iba a poder compartir ya ese momento: había muerto, sin dejar hijos, el 4 de julio del año 800, en Tours.

Por un extraño capricho del destino, este hombre, que no podía vivir sin tener a su lado una mujer, estuvo solo el día de su mayor gloria.


¿Cómo terminó este imperio?


El defecto del Imperio de Carlomagno fue que estaba hecho a su medida. Tras su muerte, ocurrida en el 814, se dividió rápidamente entre sus numerosos hijos.




El Palácio de Aquisgrán y el tesoro de Carlomagno


El Palacio de Aquisgrán

El palacio estaba ubicado en la actual ciudad de Aquisgrán, al oeste de Alemania, en el actual estado federado de Renania del Norte-Westfalia.

Era todo un conjunto de edificaciones de tipo residencial, político y religioso, que edificado por el emperador Carlomagno como centro del poder carolingio.

Las partes esenciales del palacio fueron construidas en la última década del siglo VIII, pero los trabajos tuvieron continuidad hasta la muerte del propio emperador Carlomagno, en el año 814.

La mayor parte del Palacio quedó destruido a lo largo de los siglos, pero todavía subsistela capilla palatina, que está considerada como uno de los tesoros de la arquitectura carolingia, así como un característico ejemplo de la arquitectura típica del llamado Renacimiento carolingio.

La capilla, junto a la Catedral de Aquisgrán, está catalogada por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad desde 1978.

Ya en la Antigüedad, los romanos eligieron el lugar de emplazamiento de la actual Aquisgrán debido a la existencia de unas fuentes termales, así como por su posición de puesto avanzado hacia la provincia de Germania Inferior.

Denominada Aquae Granni, el lugar fue acondicionado con termas que estuvieron en uso entre el siglo I y el siglo IV.

En el siglo IV, tanto la ciudad como el palacio romano fueron destruidos en la Invasión de los bárbaros.

Mientras que Clodoveo I hizo de París la capital del Reino Franco, el Palacio de Aquisgrán quedó en el abandono hasta el advenimiento de la familia de los carolingios.

La corte franca era nómada, y los soberanos se desplazaban según las circunstancias y necesidades.

Hacia 765, Pipino III el Breve hizo construir un palacio sobre los restos del antiguo edificio romano; ordenó que restaurasen las termas, y eliminó los ídolos paganos.

En el año 790, CarloMagno decidió instalarse en una residencia fija para gobernar su imperio de un modo más eficaz.

Tras llegar a ser rey de los francos, Carlomagno había llevado a cabo numerosas expediciones militares que le permitieron enriquecer su fabuloso tesoro y agrandar su reino, especialmente hacia el

Había conquistado la Sajonia pagana entre 772 y 780, pero la región se resistía, siendo necesarias constantes guerras contra los sajones, con una duración total de treinta años.
Carlomagno acabó por instalarse en una auténtica capital.

Por razón de su edad, fue disminuyendo el ritmo de sus expediciones militares y, después de 806, prácticamente ya no abandonó nunca Aquisgrán.

La situación geográfica de Aquisgrán fue decisiva en la elección hecha por Carlomagno, ya que se encontraba en pleno centro de los territorios bajo dominio carolingio, en Austrasia, una región que era además la cuna de su familia, al este del río Mosa, y Aquisgrán se hallaba además en un cruce de caminos y al borde de un afluente del río Rin, el Wurm.

Así, Carlomagno cedió la administración de sus dominios meridionales a su hijo Luis, nombrado rey de Aquitania.
De este modo, controlado el flanco sur de su reino por su hijo, Carlomagno pudo pasar a residir en el norte.

El hecho de haberse instalado en Aquisgrán permitió también a Carlomagno controlar más de cerca los asuntos referentes a los sajones.

Carlomagno vio igualmente todas las ventajas que ofrecía el lugar: rodeado de bosques abundantes en caza, contaba con realizar abundantes cacerías en las cercanías, como correspondía a un miembro de la nobleza por esas fechas.

Por otro lado, a medida que su edad aumentaba, el emperador se alegraba de poder aprovechar los manantiales de agua caliente de Aquisgrán.

Las obras del palacio se iniciaron en el año 794 y se prolongaron durante varios años.

Aquisgrán se convirtió rápidamente en la residencia favorita del monarca, hasta el punto de que después del año 807 casi nunca se ausentó de la ciudad y de su palacio.

El plan de trabajo adoptado era de una gran simplicidad geométrica: Eudes de Metz decidió conservar el trazado de las antiguas calles romanas, inscribiendo el palacio en un cuadrado , dividido a su vez en cuatro, por un eje norte-sur (correspondiente a una galería de mampostería) y un eje este-oeste (correspondiente a una antigua calle principal romana, el decumano).

En la zona norte de dicho cuadrado se encontraba la sala de la Asamblea, al sur la capilla palatina.
El arquitecto trazó un triángulo hacia el este para enlazar las termas con el complejo palatino.

Los dos edificios mejor conocidos son la sala de las asambleas y la capilla palatina, que actualmente se encuentra integrada en la catedral de la ciudad.

El resto de edificios siguen estando poco identificados.
Todo el complejo palatino quedaba cercado por una muralla.

La instalación en Aquisgrán de la Corte imperial y las propias obras de construcción de todo el complejo del palacio estimularon sobremanera la actividad urbana de la ciudad, que fue agrandada a finales del siglo VIII y nuevamente a principios del siglo IX.

Efectivamente, artesanos y mercaderes habían buscado instalarse en la proximidad de la corte, y algunos de los grandes señores del reino alquilaron por su parte residencias en la ciudad.


La sala de la asamblea en el Palacio , estaba ubicada al norte del complejo palatino, y estaba destinada a acoger las «quejas generales», una vez al año.

Se trataba de la reunión de los Grandes del reino, es decir, altos dignatarios que ocupaban los resortes del poder: condes, fidelis y vasallos del rey, obispos y abades. La asamblea general tenía lugar habitualmente durante el mes de mayo; los participantes en la misma discutían allí de los asuntos políticos y judiciales de importancia.

La estructura estaba construida con ladrillos y su forma era la de una basílica provista de tres ábsides: el mayor, situado al oeste, estaba destinado a acoger al rey y a su entorno más inmediato.

Los otros dos ábsides eran menores, y se hallaban dispuestos al norte y al sur.

La luz penetraba a través de dos filas de ventanas.
El interior se hallaba posiblemente ornamentado con pinturas representando escenas de héroes de la antigüedad.

Una galería en madera rodeaba todo el edificio, desde donde se veía el mercado que se celebraba al norte del palacio.




La Capilla palatina de Aquisgrán

Situada al otro lado del complejo palatino, hacia el sur.
Estaba unida al aula regia por medio de una galería de mampostería y representaba el otro aspecto del poder de Carlomagno, el poder religioso.

El papa León III consagró el edificio en el año 805, consagrándolo a la Virgen María.
Los clérigos encargados de la capilla ocupaban varios edificios, que presentaban una planta en forma de cruz latina: al este una curia, al norte y al sur unas oficinas o áreas de trabajo y al oeste un antecuerpo y un atrio con exedras.

La capilla, estaba cubierta por una cúpula octogonal, y tenía ocho pilares que soportaban el empuje de las grandes arcadas.

En la planta baja, se encontraban los servidores del palacio.
La capilla poseía dos coros, emplazados a este y a oeste de la misma.
El monarca se sentaba en un trono formado por placas de mármol blanco, en la primera planta, al oeste; estaba acompañado por los más próximos de la corte. De este modo, podía gozar de vista hacia tres altares: el del Salvador, justo enfrente, el de la Virgen en la planta baja y el de san Pedro, al fondo del coro oriental.

Carlomagno había querido una suntuosa decoración para adornar su capilla: había hecho fundir en una fundición cercana a Aquisgrán puertas macizas de bronce. Los muros se hallaban revestidos de mármol y piedras policromadas.

Las columnas, aún visibles hoy en día, fueron arrancadas de edificios de las ciudades italianas de Rávena y de Roma para su reutilización en el edificio, con la autorización del papa Adriano I.

Los muros y la cúpula estaban cubiertos por mosaicos, realzados por luminarias y por la luz exterior que penetraba por los ventanales.



Eginardo, la describió:

"También construyó Carlomagno en Aquisgrán una basílica de extrema belleza, que adornó con oro y plata y candelabros, así como de balaustradas y puertas macizas de bronce; y, como no podía procurarse en otra parte las columnas y los mármoles necesarios para su construcción, las hizo venir de Roma y de Rávena. La dotó en abundancia, con vasos sacramentales de oro y de plata y con una cantidad suficiente de vestimentas sacerdotales".

Eudes de Metz tuvo en cuenta el simbolismo cristiano de cifras y números.
El edificio estaba concebido como una representación de la Jerusalén celestial , del reino de Dios, tal como aparecía descrita en el Apocalipsis.

El tesoro y los archivos del palacio se encontraban en una torre adosada a la gran sala, al norte del complej
El complejo termal, estaba emplazado al sudeste, y comprendía varios edificios construidos próximos a las fuentes del emperador y de Quirino.

Eginardo también las describió como una piscina al aire libre capaz de atender simultáneamente a cien nadadores:
"A Carlomagno le gustaban las aguas termales y se entregaba a menudo al placer de la natación, en la que destacaba hasta el punto de que nadie le ganaba.


Fue eso lo que le condujo a construir un Palacio en Aquisgrán y a residir en él constantemente durante los últimos años de su vida.
Cuando se bañaba, la compañía era numerosa: además de sus hijos, los grandes, los amigos e incluso, de vez en cuando, el conjunto de su guardia personal, eran invitados a compartir sus chapoteos en el agua y hubo ocasiones en que llegó a haber en el agua junto a él hasta cien personas o incluso más.

El resto de los edificios están por ahora poco identificados a falta de fuentes escritas lo suficientemente detalladas. La zona de residencia privada de Carlomagno y de su familia parece haber ocupado la parte nordeste del complejo palatino; su habitación se encontraba probablemente en el primer piso.

Los funcionarios y los criados de palacio residían, algunos, en la parte occidental, y otros en la ciudad de Aquisgrán.
Se sabe que el emperador era propietario de una biblioteca pero es difícil conocer su emplazamiento exacto

El palacio albergaba centros de producción de obras de arte: un scriptorium que produjo varios preciosos manuscritos (como el Misal de Drogon, y el Evangeliaro de Godescalco entre otros) y un taller que elaboraba piezas de orfebrería y de marfil. Había también una ceca para la acuñación de moneda, que todavía seguía en uso a finales del siglo XIII.

El palacio se convirtió en un centro de actividades literarias donde se reunían un círculo de letrados, ya que a Carlomagno le gustaba escuchar recitar poemas en cualquier lugar, ya fuese en la piscina o en la propia mesa, durante las comidas.

La escuela del palacio educaba a los hijos del soberano, y a hijos de la aristocracia que se destinaban al servicio de la monarquía.

Ya fuera del complejo palatino había un gineceo, un cuartel, un hospicio, un parque para la práctica de la caza y una casa de fieras en la que vivía el elefante Abul-Abbas, un regalo ofrecido por el califa de Bagdad Harún al-Rashid.

Al establecer en Aquisgrán la sede del poder civil y de la Corte, Carlomagno sabía perfectamente que iba a poder controlar mucho más fácilmente su entorno. El Palacio de Aquisgrán era, pues, el lugar en el que se concentraban los altos dignatarios del Imperio carolingio, el corazón de la capital del Imperio.

El emperador fue inhumado en la capilla palatina en el interior de un sarcófago antiguo reutilizado del siglo II, manufacturado en mármol y en el que aparece representado el tema del rapto de Proserpina.




El Tesoro de CarloMagno

El monarca galo , fue el rey mas poderoso de su tiempo.
Su imperio se extendió por toda Europa.
Por el sur y a través de la llamada Marca Hispánica, traspasaba los Pirineos, llegaba hasta Barcelona y tenía como frontera natural el río Ebro.
Buena parte de Italia también estaba bajo su poder: Lombardía y algunas regiones del centro y del sur.

Su poder era reconocido en la Panonia y hasta el Danubio, poco mas o menos hasta los bosques de Viena.
Al norte venció a los bávaros y a los sajones llegando hasta Dinamarca.
Al noreste, los pueblos eslavos tributaban a la corte de Aquisgrán.

Como gran protector de las artes y las letras, era venerado como santo en Aquisgrán, "El dulce emperador de la barba florida", y tenido como un hábil y despiadado guerrero, lo que le permitió consolidar su gigantesco imperio.

Solo sufrió una gran derrota, y fue en España, en el desfiladero de Roncesvalles, cuando una coalición de montañeses vascos y musulmanes hispanos arrollaron y destrozaron lo mejor de su caballería, el resto de sus expediciones guerreras fueron victoriosas, y su fin principal era el botín.

Los tesoros que llegó a acumular a lo largo de su reinado estaban en consonancia con su fuerza y poder.
Entre las tribus germánicas y en el resto del mundo medieval, el tesoro real era el símbolo del poderío del príncipe.

Carlomagno llegó a acumular a lo largo de su vida, un fabuloso tesoro, de bárbara riqueza, con tal acumulación de oro, plata y piedras preciosas difíciles de concebir en nuestros días.
Armas de oro y plata, empuñaduras de espadas recamadas con piedras preciosas, sobre todo rubis y esmeraldas.

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Todas las riquezas de los reinos vencidos, las del lombardo Desiderio, trasportadas desde Pavía, las de Tasilón y las de Sajonia.

Su hijo Pipino, desde el este, le trajo todo el botín que la tribu de los avaros habían guardado durante siglos, en mas de 16 carros de bueyes con metales preciosos.
Desde Hispania recibió bellísimas piezas de orfebrería oriental.
De Bizancio, llegaron mesas de oro y plata macizas , delicadamente trabajadas

y sobre las que se podía ver grabados planos de Roma y de Constantinopla, así como un mapamundi de la época.

No faltaban objetos curiosos, como un órgano y un mecanismo de un reloj con doce caballeros que salían, a dar las horas, de doce ventanas, que seguramente era de origen árabe, pues es sabido la gran afición que tenían en fabricar este tipo de mecanismos.

Cuando en el año 800 fue coronado emperador en Roma, llegaron magníficos presentes de todos los confines del imperio y aún de otras cortes. La mayoría eran de tipo religioso como cruces o imágenes de santos trabajados en metales nobles adornados con piedras preciosas, además de reliquias, que tan apreciadas eran en la Edad Media.

Entre estas reliquias destacaba la capa de san Martín, todo un símbolo nacional que se custodiaba en la capilla de Aquisgrán donde se encontraba el trono de Carlomagno.

Es difícil calibrar la magnitud del tesoro que llegó a acumular el emperador.
Muchas de las piezas de oro y plata llegadas a la corte desde lugares bárbaros fueron fundidas y con ellas se elaboraron otras, casi todas también de caracter religioso, que dieron lugar al lamado arte carolingio y algunas de las cualess han llegado hasta nuestros días.

Formando parte del tesoro imperial había libros, que por aquel entonces eran una gran rareza, y que representaban todo un orgullo para Carlomagno, pues como todo el mundo sabía , era un gran protector de las artes y las ciencias.

También ordenó que se trasladaran a su corte todo tipo de antiguedades clásicas, tales como columnas de marmol, sarcófagos romanos, imagen de la loba capitolina en bronce, marfiles, grandes gemas y esculturas y objetos que consideraba de interés.

Pero nadie sabe a ciencia cierta que fue del fabuloso tesoro de Carlomagno.
Gran parte de él, fue distribuido a órdenes religiosos por mandato del emperador.
Se cree que para aprovechar el enorme caudal de riquezas que representaba fue vendido, o fundido para extraer el oro, la plata y las piedras preciosas , por lo que la mayoría de las piezas de arte carolingio desaparecieron.

Parece ser que Carlomagno no se hizo enterrar , como era costumbre entre los reyes germánicos , con parte del tesoro, pero el caso es que se disipó sin que se haya podido dejar rastro.
Los francos, ocultaron su tumba, como era costumbre entre los bárbaros, así que fue muy dificil encontrarla. Se dice que tras la muerte de Alarico, sus hombres desviaron el curso del río y enterraron al gran guerrero bajo su lecho, para luego volver a restituir el cauce normal , de manera que jamás nadie pudiera violar el enterramiento.

Los francos no llegaron a tanto, pero ni los normandos, en el año 881, pudieron encontrarla.
Solo uno de sus sucesores, Otón III, mas de cien años después, y tras muchas investigaciones, aseguró que la tumba se encontraba bajo lo que había sido su trono.



Los Sucesores: Un Imperio en crisis


A Carlomagno le sucedió Luis el Piadoso en el 814 –coronado en Reims, cuyo ceremonial se mantuvo a lo largo del tiempo-, quien tuvo que mantener un Imperio que se empezó a desmoronar –quizás porque ya no existieron campañas militares que dieran un objetivo común a la aristocracia del reino–.

La propia pérdida del poder del monarca acabó por deteriorar el sistema organizado por Carlomagno.

Condes y duques, que en la teoría eran cargos públicos, privatizaron sus puestos, los cuales los hicieron hereditarios. De igual modo, todos aquellos que recibieron territorios en usufructo acabaron por hacerse propietarios de estos, ejerciendo además competencias políticas y jurídicas sobre ellos. Poderes locales y territoriales se hicieron más fuertes, amenazando la integridad del regnum francorum.

El primer golpe para la unidad del Imperio vino con la muerte de Luis en el 840. Sus hijos hacía tiempo que tenían un acuerdo para dividirse el reino. En el 823, los hijos del primer matrimonio –Lotario y Luis el Germánico– se repartieron éste. Pocos después, el hijo del segundo matrimonio –Carlos el Calvo- tuvo que ser incluido en el acuerdo. En el momento en que se tuvo que realizar los repartos, el hijo primogénito, Lotario, intentó apoderarse del reino en su conjunto. Los otros dos pretendientes se unieron contra éste mediante el juramento de Estrasburgo en el 842.

Al año siguiente, el tratado de Verdún entre los tres hermanos acordó la división. La Francia occidentalis –el territorio de la actual Francia– quedó en manos de Carlos. Luis con la Francia orientalis –la futura Alemania–. Y Lotario con el territorio que quedaba entre ambos, incluyendo los territorios italianos y Aquisgrán. Una división, esta última, totalmente artificial a la que se le dio el nombre de Lotaringia.

Pero a esta división, se le unió otra mucha más profunda. La aristocracia.

Estos aristócratas crearon sus propios ejércitos mediante lazos vasalláticos, de tal forma que estos guerreros no debían fidelidad al monarca sino a sus propios señores. Y estos, a su vez, solían ser vasallos de otros señores. Los más fuertes –normalmente los condes y duques– consiguieron crear principados territoriales que se ajustaban a una geografía y étnica concretas, por ejemplo el condado de Aragón situado en la Marca Hispánica en los Pirineos.

Entre el 875 y el 888, la estructura política del Imperio desapareció totalmente. Distintos monarcas se sucedían al frente de los tres reinos –muchas veces con nuevas divisiones momentáneas–, con cambios de fronteras y de fidelidades.




La Caída del Imperio Carolingio


El Imperio Carolingio estaba destinado a desaparecer, de hecho, se empezo a desintegrar tan pronto murio Carlomagno en el 814. Un imperio no puede mantenerse sin comercio, y el Imperio Carolingio carecia de esto, su economia era la agricultura de sustento, las tierras solo producian lo que la poblacion local necesitaba y el excedente era donado a la Iglesia Catolica. Las ciudades estaban escasamente pobladas, y los nobles tenian autonomia por sobre el emperador. Sumado a esto, el sucesor de Carlomagno, Luis I el Piadoso, era un incompetente, y sus cuatro hijos se disputaron el poder en varias guerras hasta que el Imperio se separo definitivamente en el 843 con el Tratado de Verdun, en el que los tres hijos sobrevivientes partieron el Imperio en tres reinos: Carlos II el Calvo se quedo con Francia del Oeste,Lotario se quedo con el centro del reino, Lotaringia, y Luis II el Germanico, se quedo con la parte este, que llegaria a ser Alemania

Tambien en el 843 los musulmanes invadieron Italia y casi capturan Roma, asi como tambien se adueñaron de Sicilia y destruyeron las fortificaciones de la Marca Hispana. En Lotaringia se encontraban las ciudades de Aquisgran, Alsacia, Lorena, y muchas otras ciudades importantes que serian fuente de eternas disputas entre Alemania y Francia. Ademas, el poder de los nobles aumento a tal grado que los campesinos preferian vivir en sus tierras que participar en las guerras de los reinos; Francia y Alemania comenzaron a adquirir identidades propias: hablaban idiomas diferentes y tenian cultura propia. Las cosas empeoraron a finales del siglo IX, con las invasiones de los magiares (hunos), un pueblo de Asia Occidental que habia sido forzado a migrar por el Imperio Bizantino a las planicies de Hungria. Desde ahi comenzaron una serie de invasiones a Europa Occidental pero finalmente fueron derrotados en la Batalla de Lechfeld en el 955 y crearon el Reino de Hungria. Luego en el año 1000, el Rey Hungaro se convirtio al cristianismo y se volvio San Esteban, cristianizando asi el Reino de Hungria. Pero lo peor aun estaba por venir...

Los vikingos, un pueblo nordico proveniente de la Peninsula Escandinava (Suecia y Noruega) y Dinamarca, arrasaron con violencia nunca antes vista los territorios del norte. Nadie esta seguro de sus motivos, puesto que hasta entonces habian sido pastores y ganaderos. Una explicacion es la sobrepoblacion, pero yo prefiero decir que a los vikingos simplemente les emocionaba la aventura y el pillaje, cosa que demostraban destruyendo iglesias y saqueando pueblos. Los vikingos tambien eran grandiosos navegantes, sus barcos dragon podian trasladar a 50 guerreros tanto por rios como por mares. Sus logros en Irlanda, Inglaterra y Francia eran tan atroces que la gente los consideraba un castigo por sus pecados. En el 911, el rey franco Carlos III el Gordo le cedio territorios a los vikingos con la condicion de que se convertirian al cristianismo, y desde ese momento se les comenzo a llamar Normandos, y a sus tierras Normandia. Para el siglo XI las invasiones vikingas cesaron y estos se occidentalizaron, pero debido a que los reyes no pudieron proteger a sus subditos de los invasores, estos decidieron acudir a los nobles por proteccion, a cambio de trabajar en sus tierras, inventando asi el contrato feudal y hundiendo al mundo en el oscurantismo del Feudalismo.

El Imperio Carolingio se desintegro mas rapido de lo que le tomo formarse, pero dejo la cultura occidental como resultado, asi como los reinos de Francia, Holanda, Suiza, y el Sacro Imperio Romano. Los gobernantes incompetentes y pendencieros dieron paso a la nueva dinastia, los Capetos, quienes se llegarian a extender por Europa y eventualmente restaurarian el poder y autoridad real. El feudalismo no termino abruptamente, sino que fue desapareciendo progresivamente a medida que las bases de este fueron expirando. Europa ahora tenia una identidad, y durante la Edad Moderna se haria cargo de transmitirla al continente Americano, y con el Imperialismo al resto del mundo, todo gracias a un hombre que quiso restaurar el Imperio Romano pero fallo debido a que el mundo que permitio la fundacion de Roma ya no existia. 


Conclusión :

El Imperio carolingio fue el final de una época en el que se mantenía características de la Antigüedad. Al mismo tiempo, fomentó el cambio que caracterizará a la Europa feudal. De esta época surgió el concepto de Europa en la forma que la conocemos, así como una ampliación de ésta y de la religión cristiana hacia el este –suponiendo una primera ampliación–. Al final de la época carolingia, se habían conformado los principales reinos europeos que sobrevivirán a lo largo de los siglos siguientes.


Sacro Imperio Romano Germánico.


El Sacro Imperio Romano Germánico tuvo su origen en el reino de Germania, un de las tras partes que fue dividido el Imperio Carolingio.
El tratado de Verdún dividió al Imperio Carolingio en tres reinos: Germania, Francia y Lotaringia. De estos reinos, el que logró sostener con mayor vigor la autoridad real fue el de Germania. Sin embargo, algunos grandes duques dominaban el país.
Uno de ellos fue Enrique el Pajarero, duque de Sajonia, fue elegido rey en el año 918 e intento afianzar su poder en oposición a los grandes duques. En aquel entonces, Germania estaba amenazada por las constantes invasiones de los normandos, húngaros y eslavos. Éstos últimos provenían, al igual que los húngaros de Europa Oriental.
Éste fue el reino que el año 936 heredó Otón I, hijo de Enrique el Pajarero. A diferencia de los últimos carolíngios en Francia, Otón I defendió su reino de las invasiones y detuvo las ambiciones de la nobleza.
Por esta razón, en el año 962 Otón fue proclamado emperador. De esta manera nació el Sacro Imperio Romano Germánico, cuya larga vida recién concluyo en 1806. Este imperio, que fue un nuevo intento por reconstruir el Imperio Romano de Occidente y que tuvo en Carlomagno un gran inspirador, se transformó en la principal potencia de Europa.
A esta reconstrucción se le añadió el título de sacro o santo, porque se trató de un imperio cristiano que hizo renacer la idea de unidad de la cristiandad. Se le llamo, además, germánico, porque su base fue el reino de Germania. Este imperio fue el estado territorial más grande de Europa medieval. A lo largo de su historia fue gobernado por cuatro dinastías: la Sajonia, la Franconia, los Hohenstaufen y los Habsburgos.


El Imperio de Otón I:

Al asumir Otón el trono en el año 936, su principal objetivo fue convertir a los nobles en funcionarios leales al rey. Sin embargo, muy pronto este monarca tuvo que enfrentarse a las revueltas que protagonizaron todos los duques del reino, desafiando su autoridad.
Otón controló estas insurrecciones, pero quedó convencido de que no podía contar con los duques para consolidar su poder. Entonces, encontró en la Iglesia una aliada poderosa contra la nobleza alemana.


Las relaciones con Bizancio:

Para reafirmarse como emperador de los romanos, Otón I quiso casar a su hijo con una princesa bizantina. Pero el emperador de Bizancio, Nicéforo II, se negó rotundamente, y el embajador de Otón I recibió como respuesta que su señor no era ni emperador, ni romano, sino un sencillo rey bárbaro, y que un matrimonio entre su hijo y una princesa imperial no estaba en discusión. Sin embargo, durante el reinado del emperador bizantino Juan II, se logró la unión entre el hijo de Otón y la griega Teófana, lejanamente emparentada con el emperador bizantino.


El apoyo de la Iglesia al Sacro Imperio Romano Germánico:

Los obispos se hallaban en luchas contra los duques que pretendían arrebatarles sus tierras. Otón salió en su defensa, les prestó ayuda militar y dinero, y ademas, les otorgó más tierras. A cambio de ello, la Iglesia debía ayudarlo en la administración del reino y del ejercito.
De esta manera, los obispos se convirtieron en funcionarios del estado. Por ello fueron frecuentemente representados con un báculo, símbolo de su poder religioso, y a la vez con una espada, que representaba su poder terrenal.
Gracias al apoyo que el brindó la Iglesia. Otón venció a los húngaros en la batalla de Lech (955); frenó las invasiones de los normandos y de los eslavos y mantuvo su reino en paz.
El año 961, Otón I acudió al llamado del Papa Juan XII, amenazado por el rey italiano Berengario II. Al frente de un magnífico ejército, cruzó los Alpes, mientras Berengario huía, y se nombró rey de Italia.
El año 962, Oton I fue proclamado emperador por el Papa. Otón reconoció la legitimidad del poder papal. Sin embargo se adjudicó el derecho de nombrar al Sumo Pontífice y, además, de intervenir en la elección de todos los obispos. De ahí en adelante, el destino de la Iglesia estuvo unido al de los emperadores germanos.
Otón I pasó en Italia los últimos años de su vida. Tres veces dirigió expediciones al sur de Italia: contra los musulmanes y contra los propios bizantinos. Al morir, en el año 973, lo sucedió su hijo.


Vínculos con la Iglesia:

Poco después de la coronación de Otón I, él promulgó un edicto confirmando la donación de tierras que Pipino el Breve le había otorgado al Papa y ordenando que, en lo sucesivo, el Papa debía presentar un juramento de fidelidad al emperador y que, además, los monarcas germanos debían participar en las elecciones pontíficas. Ejerciendo este derecho, Otón I destituyó al propio Juan XII, que fue el Papa que lo coronó, e impuso a su sucesor el Papa León VIII.
 

Sucesores de Otón I:

Para los sucesores de Otón la tarea no fue fácil, pues los duques, los monarcas conquistados, los eslavos y los húngaros esperaban la oportunidad para rebelarse. Por eso, el reinado de Otón II ( 973-983 ) estuvo plagado de revueltas.
Pero, además, Otón II se enfrento a los reyes de Dinamarca y Francia, y a los constantes asedios en la frontera oriental. Murió poco tiempo después de ser derrotado por los musulmanes en el sur de Italia.
El tercero de los Otones tenía solo tres años cuando heredó el trono, por eso, la regencia pasó a manos de su madre, Teófana. Otón III retomó con fuerza el proyecto imperial de su abuelo. Sin embargo, la Iglesia y los nobles se rebelaron contra el poder de los emperadores germanos.


Obsesión Imperial de Otón III:

Entre los emperadores germanos, uno de los más obsesionados con la idea de la renovación imperial fue Otón III, quien nombró a Roma capital del imperio. Al mismo tiempo, este monarca apelaba al legado de Carlomagno. Cuentan las crónicas que para impregnarse de la fuerza del antiguo emperador, Otón III conservaba las uñas, un diente y una cruz pectoral de Carlomagno que desenterró de la tumba del monarca en Aquisgrán.


Resto de Europa:

Francia comenzaba a ser dirigida por señores feudales, aunque se encontraba bajo la soberanía nominal de la familia de los Capetos. Inglaterra, invadida por los vikingos, pugnaba por reorganizarse. En España, los pequeños reinos cristianos del norte iniciaban la reconquista de los territorios en manos de los musulmanes. Finalmente, Italia vivía una gran confusión como resultado de las luchas entre el Papado y el emperador bizantino, a las que se sumaban las rivalidades entre los nobles y los saqueos de los sarracenos.



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La Marca Hispánica.
( Fronteras carolingias en el siglo VIII )


La Marca Hispánica era el territorio comprendido entre la frontera político-militar del Imperio carolingio con Al-Ándalus y los Pirineos, desde finales del siglo VIII hasta su independencia efectiva en diversos reinos y condados. A diferencia de otras marcas carolingias, la Marca Hispánica no tenía una estructura administrativa unificada propia.

Tras la conquista musulmana de la Península Ibérica, los carolingios intervinieron en el noreste peninsular a fines del siglo VIII, con el apoyo de la población autóctona de las montañas. La dominación franca se hizo efectiva entonces más al sur tras la conquista de Gerona (785) y Barcelona (801). La llamada «Marca Hispánica» quedó integrada por condados dependientes de los monarcas carolingios a principios del siglo IX. Para gobernar estos territorios, los reyes francos designaron condes, unos de origen franco y otros autóctonos, según criterios de eficacia militar en la defensa de las fronteras y de lealtad y fidelidad a la corona.

El territorio ganado a los musulmanes se configuró como la Marca Hispánica, en contraposición a la Marca Superior andalusí, e iba de Pamplona hasta Barcelona. De todos ellos, los que alcanzaron mayor protagonismo fueron los de Pamplona, constituido en el primer cuarto del siglo IX en reino; Aragón, constituido en condado independiente en 809; Urgel, importante sede episcopal y condado con dinastía propia desde 815; y el condado de Barcelona, que con el tiempo se convirtió en hegemónico sobre sus vecinos, los de Ausona y Gerona.


Evolución :

La Marca Hispánica a comienzos del siglo IX. Se señala, entre otros, el emplazamiento de la Batalla de Roncesvalles.
La península Ibérica entre el 1076 y el 1080. En otros momentos de este siglo también existieron las taifas de Tortosa y Lérida. El resto del campo de Tarragona y su ciudad fue conquistado por el conde de Barcelona en el 950, aunque se mantuvo despoblado. A partir de ese momento la frontera se fue acercando y retrocediendo hacia Lérida y Tortosa.

Durante el siglo IX, los condados carolingios se fueron consolidando y sus gobernantes adquirieron una autonomía creciente, a medida que el Imperio carolingio entraba en crisis a causa de las divisiones internas. Algunos de estos condados iniciaron políticas de acercamiento con los estados vecinos musulmanes y mantuvieron buenas relaciones con ellos.

La independencia de los condados occidentales respecto del rey Carlomagno se decidió en el fracaso de la toma de Saraqusta. El interés de Carlomagno en los asuntos hispánicos le movió a apoyar una rebelión en el Vilayato de la Marca Superior de al-Ándalus, de Sulaymán al-Arabi, valí de Barcelona, que pretendía alzarse a emir de Córdoba con el apoyo de los francos, a cambio de entregar al emperador franco la plaza de Saraqusta.
Carlomagno llegó en el año 778 a las puertas de la ciudad. Sin embargo, una vez allí, el valí de Zaragoza Husayn se negó a franquearle la entrada al ejército carolingio. Debido a la complejidad que supondría un largo asedio a una plaza tan fortificada, con un ejército tan alejado de su centro logístico, desistió.

El 15 de agosto de 778, camino de vuelta a su reino por el paso de Roncesvalles, entre el collado de Ibañeta y la hondonada de Valcarlos, Carlomagno con el más poderoso ejército del siglo VIII, tras reducir a ruinas la capital de los vascones, Pamplona, aliados de los Banu Qasi, sufrió una contundente emboscada por partidas de nativos vascones, probablemente instigados por los fieles a los hijos de Sulayman: Aysun y Matruh ben Sulayman al-Arabí, quienes provocaron un descalabro general a la retaguardia de su ejército, mandada por su sobrino Roldán, a base de lanzarles rocas y dardos. La Chanson de Roland inmortalizó el evento de la Batalla de Roncesvalles.


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¿Roldán murió en Roncesvalles?

Literatura frente a historia. Roldán provablemente murió en Aragón.

El ‘Cantar de Roldán’ (siglo XII) sitúa su muerte en Roncesvalles. Pero ¿qué sabía de los Pirineos quien lo escribió más de 300 años después de los hechos? ¿Dónde sucedió realmente la batalla? Un grupo de investigadores sigue los pasos del ejército de Carlomagno a través del valle de Hecho; una vía de regreso mucho más plausible, según el historiador Antonio Ubieto Arteta. La investigación historiográfica podría desdecir lo que canta la literatura.


¿Qué verdades históricas se esconden en la literatura?

La versión del ‘Cantar de Roldán’ del siglo XII narra cómo el año 778 Carlomagno llega con sus ejércitos a Zaragoza. Le acompaña Roldán, que halla su muerte en Roncesvalles a su regreso a Francia. Pero, ¿qué autoridad tiene un cronista cuando nos habla casi 400 años después? La literatura adorna la realidad histórica con tópicos propios de su género.

El medievalista Antonio Ubieto acometió la búsqueda de la realidad histórica y, tras años de investigación, planteó una teoría sorprendente y tremendamente atractiva, avalada por multitud de datos: la batalla, o más bien emboscada, en la que murió Roldán, tuvo lugar en los puertos de Siresa en el valle de Hecho, y no en Roncesvalles.


¿Qué se cuenta en el ‘Cantar de Roldán’?


El ‘Cantar de Roldán’ es el cantar de gesta más antiguo, largo y conservado en su totalidad en lengua romance (francés antiguo). Escrito (o dictado) a finales del siglo XII por un monje llamado Turoldus, convierte un hecho real, ocurrido en el año 778, en una obra literaria de primera magnitud. El ‘Cantar de Roldán’ narra cómo, el año 778, Carlomagno llega con sus ejércitos a Zaragoza. Le acompaña Roldán, que halla su muerte en Roncesvalles a su regreso a Francia.


¿Existió alguna calzada romana en Roncesvalles?

Los ejércitos medievales –como los de todos los tiempos– precisaron utilizar caminos claros y terminantes para sus desplazamientos. En la Europa medieval las vías de comunicación terrestre más usadas seguían siendo las calzadas romanas. Las tropas de Carlomagno usaron calzadas romanas para aproximarse en dos columnas hasta Zaragoza, y era lógico suponer que su retirada se realizara también por calzadas romanas y en dos columnas. Sin embargo, en Roncesvalles nunca existió una calzada romana, por donde pudiera pasar un ejército. De hecho, el resto arquitectónico más antiguo que se encuentra allí es el llamado ‘Silo de Carlomagno’, que data del siglo XII. Es más, Roncesvalles se nombra por primera vez hacia el año 1065 en las ‘Glosas Emilianenses’. El año 778 el nombre de Roncesvalles todavía no existía.


¿Hubo alguna calzada romana que atravesase los Pirineos por Aragón desde Zaragoza?

La calzada romana que iba más directa desde Zaragoza al Bearne se puede reconstruir por los restos romanos que se han encontrado y que están relacionados con las calzadas. Entre ellos se encontraban –además de puentes y calzadas– las mansiones romanas, donde se atendía a los viajeros y sus monturas (caballos, mulas, burros); los miliarios o señales de tráfico, que indicaban la dirección a seguir y las distancias entre lugares; y las lápidas conmemorativas, donde se grababa algún acontecimiento importante que se deseaba que pasara a la posterioridad.

Entre esos restos arqueológicos podemos identificar distintos tramos de la calzada romana que unía Zaragoza con el Bearne francés, entre Siresa, sobre la Boca del Infierno, y el puerto del Palo, en el valle de Hecho (Huesca). También se conserva una lápida romana de mármol del siglo IV, en el monasterio de San Pedro de Siresa (fundado a principios del siglo IX), que dice: "Allané la vía famosa (que va) por los desfiladeros de las rocas, devastada por las aguas invernales".

A todo ello hay que añadir que entre la documentación procedente del monasterio de Navasal, cenobio carolingio cercano al de San Pedro de Siresa en el valle de Hecho, se escribió un documento que se data "114 años después de la venida del rey Carlos (Carlomagno) a Hispania". El hecho de que se recuerde que "el rey Carlos vino a Hispania" en un documento procedente de dicho monasterio puede marcar la importancia que para esas gentes supuso que dicho Rey estuviera por allí.


¿Qué nos dice la toponimia sobre la ubicación de la batalla?

Algunos nombres de lugares geográficos concretos, que aparecen en la ‘Chanson de Roland’ además de Roncesvalles, son los puertos de Sicer, que podemos identificar fácilmente en la actualidad con los puertos de Siresa, y el valle de Aspe, que se encuentra al otro lado de los Pirineos oscenses, ya en Francia. Una de las poblaciones de ese valle es Lescún. Otra interesante toponimia es la de la Corona de los Muertos, en la Selva de Oza, lugar en el que podrían haber sido enterrados los francos muertos en la batalla y en la que se han encontrado artefactos metálicos (puntas de lanza y fragmentos de espada) compatibles con esta época y posteriores.


¿Aporta la geología datos a esta investigación histórica?

La geología ayuda a situar el lugar donde falleció Roldán: "Siente Roldán que la muerte le está cercana. (…) Se dirige a un barbecho situado hacia España a un tiro que puede lanzar una ballesta. Sube a un cerro: bajo dos hermosos árboles hay cuatro gradas hechas de mármol. Ha caído boca arriba en la hierba verde y allí se ha desvanecido porque la muerte le está cercana. Altas son las montañas y muy altos los árboles".

El perfil de peña Forca, una peña calcárea (de color blanquecino-grisáceo), que mide 2.391 metros de altitud y cuya silueta se asemeja a cuatro escalones de mármol, podría responder a la poética descripción que el Cantar hace del lugar de la batalla. No existe nada igual en Roncesvalles, cuyas lomas cubiertas de hierba tienen un contorno redondeado y un desnivel poco llamativo.

La ciencia sigue haciéndose preguntas Todavía no se puede afirmar con rigor científico que la batalla ‘de Roncesvalles’ tuviese lugar en realidad en el valle de Hecho. Para la ciencia histórica este es un tema abierto, y todavía no está resuelto, por lo que aún queda mucho trabajo científico por realizar. Las pistas que durante años recopiló el profesor Antonio Ubieto son sólidas y parecen apuntar en esa dirección, pero son circunstanciales, y la ciencia necesita pruebas irrefutables que, a día de hoy, no se tienen. Se trata, por tanto, de un problema histórico que todavía ha de ser resuelto.

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(sigue de Evolución)

El valí de Barcelona Sulayman ben al-Arabí, junto a otros valíes contrarios a Abderramán I, buscó la ayuda de Carlomagno para contrarrestar el poder del emirato en 777. El acuerdo no prosperó y Sulayman, que marchaba junto a sus tropas a unirse a las fuerzas rebeldes al emir y al ejército de Carlomagno, fue capturado por éste frente a Saraqusta como traidor. Durante la Batalla de Roncesvalles fue liberado por el ejército combinado de vascones y musulmanes y retornado a Zaragoza. Sulaymán envió a su hijo Matruh a controlar Barcelona y Gerona. A la muerte de su padre en 780, Matruh dispuso Barcelona a favor del emirato de Córdoba, al que ayudó sitiando Zaragoza en 781. Hacia el año 748, Musa ibn Fortún se casa con Oneca y fueron padres, entre otros, de Musa ibn Musa. Oneca había estado casada anteriormente con el vascón Íñigo Jiménez de la Dinastía Jimena y era la madre de Íñigo Arista, que más tarde sería el primer rey de Pamplona, lo cual convertía en hermanastros a Íñigo Arista y Musa II.
En el 785 se entrega sin lucha Gerona, fundando Carlomagno el condado de Gerona. En 789 el valí Husayn de Zaragoza se subleva de nuevo y toma el control de Zaragoza y Huesca (Wasqa).

A la muerte de Matruh en 792, tomó el poder de Barcelona Sadun al-Ruayni. Sadun viajó a Aquisgrán, capital del imperio carolingio, en 797 para solicitar de nuevo ayuda al emperador contra el Emirato de Córdoba, entonces bajo el control de Al-Hakam I. A cambio ofreció Madinat Barshiluna. Carlomagno envió a su hijo Ludovico Pío que, junto a otros nobles, pretendía tomar Barcelona pacíficamente, ya en otoño de 800. Sadun no cumplió su palabra y se negó a entregar la ciudad, por lo que los francos la atacaron. El asedio fue largo y Sadun escapó en busca de la ayuda de Córdoba. Fue capturado, y tomó el poder Harun, último valí de Madinat Barshiluna. Partidario de seguir defendiéndose del ataque franco, fue destituido por sus allegados y entregado a los francos, probablemente el 3 de abril de 801. Ludovico Pío avanza hasta Tortosa. En 804 y en 810 fracasan dos expediciones para la toma de Tortosa y la contraofensiva islámica le hace retroceder hasta el Llobregat.

El Imperio carolingio se disgregó pocas décadas después, tras la muerte del hijo de Carlomagno, Luis I el Piadoso o Ludovico Pío. Los tres hijos de éste (Carlos, Lotario y Luis) se repartieron el imperio mediante el Tratado de Verdún (843). La Marca Hispánica correspondió a Carlos, apodado «el Calvo». Además de sus conflictos con sus hermanos, hubo de afrontar las invasiones normandas entre 856 y 861 en su territorio.

La costa mediterránea, cuajada desde antiguo de torres de vigía contra la piratería berberisca, sufre a partir del 858 el ataque de los normandos, que suben por el Ebro desde Tortosa, lo remontan hasta el reino de Navarra, dejando atrás las inexpugnables ciudades de Zaragoza y Tudela, suben luego por su afluente, el río Aragón, hasta encontrarse con el río Arga, el cual también remontan, llegan hasta Pamplona y la saquean, raptando al rey navarro. Y lo mismo hacen en Orihuela, remontando el Segura.


Vikingos en Aragón:. Cuando el Ebro era navegable.

Los daneses, en aquellos tiempos, eran un pueblo de navegantes, más bien piratas que, al mando de los vikings o reyes del mar, se dirigían a asaltar las costas y apoderarse de botín.

Aunque en un principio sus correrias tenían un alcance limitado, se fueron extendiendo, llegando hasta las profundidades de Rusia y el mediterraneo.

De su presencia en Aragón hay pocas citas ya que nunca ocuparon ningún lugar ni siquiera temporalmente, y sus ciudades bien amuralladas eran una difícil presa.

Pero hay algunas citas que son de Interés: 

"Descendieron por el litoral Atlántico y quemaron la mezquita de Algeciras, pasando luego al África y las Baleares, de donde, por la ruta fluvial del Ebro, llegaron hasta Pamplona y, descendiendo de nuevo, saquearon las costas de Cataluña ..."

Más curioso es el relato hecho por Abenalatir, En-Nouari y Abenjaldún acerca de una invasión de normandos que penetraron hasta Pamplona, haciendo prisionero al jefe franco García, que tuvo que rescatarse por 70.000 (Abenjaldún) ó 90.000 dinares (Abenadari). Este hecho tenía lugar el año 859.

Lo que si da idea de de la relatividad de las fronteras en estos tiempos, es que en medio de una guerra entre musulmanes y cristianos con ejercitos activos y vigilantes, unos aventureros pudieran entran 600 kilometros en barco tierra adentro, tomar botín y volver a salir sin mayores problemas.

También es de destacar que tanto el Ebro, como el río Aragón fueran una ruta de comunicación conocida hasta en lejanas tierras, como sucedia desde tiempos de los romanos.

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¿Existía Cataluña hace 1000 años?


En la Edad Media no existe el concepto de nación moderno. El pueblo, además de tener escasos derechos, se debe a su señor y está sometido a él. Los señores, por otro lado, mantienen relaciones basadas en lazos feudales y los territorios que gobiernan cambian según herencias, conquistas y reparticiones. El pueblo siente una única pertenencia: a su terruño, como mucho a su comarca y, sobre todo, a su religión.
 
Cataluña no era nación. Ni Castilla. Ni España, que tampoco existía como tal. Ni ninguna otra entidad política del resto de la Europa medieval. Los fueros eran privilegios otorgados a los grandes señores territoriales y eclesiales y, en contadas ocasiones, a ciertas ciudades, o mejor dicho, a la élite que las gobierna. Pero no son derechos del pueblo.

La región que actualmente comprende la Comunidad Autónoma de Cataluña en el año 1017 estaba dividida prácticamente en dos por sendas culturas muy diferenciadas. Por un lado, una serie de condados cristianos surgidos tras la ocupación franca y la posterior fragmentación de la Marca Hispánica.

Por otro lado, el suroeste y sur de la actual Cataluña era andalusí, es decir, formaba parte de los dominios del califato de Córdoba que, además, empiezan a fragmentarse en varios reinos de taifas.


Situación de los condados catalanes en el 1017.

En ese momento existen exactamente siete condados de origen franco distintos e independientes que configuran ( y superan) el actual espacio catalán:
El condado de Ampurias y Rosellón, regido por Hugo I, quien en el 1013 invadió el condado de Rosellón tras la muerte de su hermano Guislaberto I. Abarcaba también la parte oriental del Rosellón, actualmente en Francia.
El condado de Barcelona, Gerona, Osona y Manresa. En septiembre de 1017 fallece Ramón Borrell I y le sucede su hijo Berenguer Ramón I, menor de edad. Ejerce la regencia su madre Ermesenda.
El condado de Cerdaña, Berga y Conflent, regido por Wifredo II. Se expandía también las áreas actualmente francesas de Conflent, Capcir y Donasà.
El condado de Besalú, Ripoll y Vallespir, en manos de Bernardo I Tallaferro, hermano de Wifredo II de Cerdaña. Incluía también zonas actualmente francesas como el Vallespir, la Fenolleda y partes del Rosellón.
El condado de Urgel, que tiene como dirigente a Armengol II, menor de edad, y cuya regencia es ejercida por los condes de Barcelona. Incluía en ese momento Andorra.
El condado de Pallars-Jussà, con Ramón III.
El condado de Pallars-Sobirà, con Guillermo II.
Por otro lado, una pequeña zona pirenaica occidental pertenecía al condado de Ribagorza, en ese momento regido por la castellana Mayor García de Castilla y que poco tiempo después va a pasar a formar parte del reino de Pamplona.

Por último, el valle de Arán aunque teóricamente pertenecía a Ribagorza, no reconocía dicha autoridad. Ese mismo año falleció el conde Guillermo de Ribagorza cuando invadió el valle para hacer valer sus derechos.

Los condados, aunque teóricamente bajo soberanía franca, en este momento realmente los distintos condes son independientes de facto del soberano franco.

Sin embargo, por estas fechas no existe ningún testimonio de que existiera ni siquiera la palabra Cataluña para englobar toda esta región. El único factor integrador existente es la ambición de la casa condal de Barcelona por someter al resto de condados vecinos, esfuerzo que va a ser parte de su seña de identidad durante todo el siglo XI. Pero no lo conseguirá totalmente hasta el siglo XIII, ya plenamente integrada en la Corona de Aragón.
 

Situación en la parte andalusí de Cataluña en el 1017.

En el año 1017 estaba ya muy avanzada la fitna, la guerra civil cordobesa que desmembró el califato de Córdoba en decenas de reinos de taifas y que provocó su caída en el 1031.
En la actual geografía catalana, ya existía un reino taifa independiente, el reino de Tortosa, regido por Labib, un esclavo que había sido cliente de Almanzor. Este reino dominaba prácticamente toda la actual provincia de Tarragona y continuaba hacia el sur, seguramente hasta Sagunto, donde lindaba con la taifa de Valencia.

El resto de la zona andalusí de la actual Cataluña, con Lérida y Balaguer como centros más importantes, se integrará luego en el reino taifa de Zaragoza, aunque, en este momento, pertenecía teóricamente al califato de Córdoba.

Esta era la situación de Cataluña hace 1000 años: un mosaico de condados de origen franco, aún lejos de estar unidos, que estaban tratando de expandirse hacia el sur aprovechando la debilidad del poder musulmán.



El Origen de lo que hoy llamamos Cataluña


Con el debilitamiento del poder de los francos y sus divisiones internas, todos los condes de la Marca Hispánica, en rebeldía, intentaron de hacer su cargo hereditario y tan solo Aragón y Pamplona consiguieron convertirse en reinos tras la desintegración del Imperio carolingio.

De esta forma, será con la llegada de Wifredo el Velloso (870-898) como conde de Barcelona quien logrará unificar territorios condales de entidad sustancial y, lo más relevante, que sea hereditaria la sucesión del mismo. Los que eran condes meros administradores carolingios con la Marca Hispánica pasan a convertirse en verdaderos señores feudales que, si bien deben vasallaje al rey de los francos, son dueños de su propia realidad y la transmiten a sus herederos.

Wifredo el Velloso se convertirá en conde de Urgell y de la Cerdanya y a partir de 878 de Girona-Besalú y Barcelona y Ampurias, para constituir así la verdadera Marca Hispánica o nacimiento de lo que siglos mas tarde se conocería como Cataluña.
Wifredo centralizó la jerarquía eclesiástica de todos estos lugares en el obispado de de Vic y repobló toda la zona despoblada del Ripollés, Osona…
El 16 de junio de 877, Carlos el Calvo firmó la capitular de Quierzy, con la que se pretendía regular la buena marcha del imperio, estableciendo la heredad de los principados y cargos condales. Esta disposición favoreció el proceso de los condados de la Marca Hispánica hacia su independencia de facto a finales del siglo IX.


Wifredo el Velloso

Wifredo el Velloso fue conde Cerdaña y Urgel (870-897) y de Barcelona, Gerona y Besalú (878-897), llegando a ostentar también el título de marqués. Su obra más importante fue la incorporación de los territorios que pasarían a formar el condado de Osona. Allí fundó los monasterios de Ripoll y de Sant Joan de les Abadesses, convertidos en puntales de la repoblación, y promovió la restauración del obispado de Vich.

Wifredo, además, supo aprovechar las dificultades por las que atravesaba la monarquía franca en esos años para fortalecer su posición al frente de los condados y consolidar su independencia. Así, se convirtió en el último conde nombrado directamente por un rey franco, pues, tras su muerte, sus hijos se convirtieron en herederos de sus estados sin que se produjera la intervención de la monarquía carolingia.


Nacimiento y orígenes familiares


Wifredo el Velloso (840?-897) fue hijo del magnate Sunifredo de Urgel y de su esposa Ermesinda, con la que tuvo, al menos, otros cuatro hijos: Sisenando, Sunifredo, Radulfo y Miró.

La genealogía de Sunifredo no está tan clara y ha sido objeto de un encendido debate por parte de los especialistas. J. Calmette afirmó que era hijo de Aznar Galindo y que, en el momento de su designación por Carlos el Calvo como conde de Barcelona, ya estaba al frente del condado de Urgel; Dom Vaissette le hizo descender de un tal Borrell, conde de Ausona por nombramiento de Carlomagno, y Ramón d´Abadal le considera hijo del conde Belló de Carcasona, siendo ésta la hipótesis más aceptada.

Sunifredo, por tanto, pertenecía a la casa condal de Carcasona. De acuerdo con esta interpretación, la rama mayor de la familia conservó el condado de Carcasona, mientras que la menor, integrada por Sunifredo de Barcelona y su hermano Suñer de Ampurias, pasó a Cataluña, donde personificarían la lealtad a Carlos el Calvo y sus descendientes.



Carlomagno, padre de Europa y padre de Cataluña


   Carlomagno, rey de los francos y asociado al trono con su hermano pequeño Carlomán, ordenaba la recuperación del castillo de Ruscino, la repoblación del valle bajo del río Tet, y la restauración del viejo condado del Roselló, creado el 570 por los duques visigodos de la Septimania (actual Languedoc) y liquidado por la invasión árabe del 720. Durante medio siglo (720-770), el territorio del Roselló había sido un inmenso despoblado en tierra de nadie sobre una frontera de docenas de kilómetros de amplitud, que separaba los dominios consolidados del reino de los francos y del emirato de Córdoba. Con la provisión de aquella estructura administrativa y militar, se daba el pistoletazo de salida a la creación de la futura Catalunya.


¿Quién era el arquitecto del proyecto carolingio? 

Cuando Carlomagno y Carlomán alcanzaron el trono (768), recogieron el proyecto político de su madre, la reina Berta de Laon (conocida como Berta del Pie Grande a causa de una malformación congénita). Berta —y no su marido el rey Pipí—, dotada de una inteligencia política extraordinaria, era la verdadera arquitecta del proyecto de expansión carolingio: la reunificación de Europa, en aquel momento dividida en docenas de reinos y dominios independientes desde que se había hundido la superestructura imperial romana (siglo V). La reina Berta había planeado varios frentes de expansión, y uno de estos era la ocupación del territorio entre el vierteaguas de los Pirineos (desde el Atlántico en el Mediterráneo), hasta el margen izquierdo del río Ebro (la orilla norte).


Carlomagno, los vascones y la Marca Hispánica  

Aquel proyecto encontró la oposición armada de los territorios Vascones  que, en aquel momento, estaban articuladas en pequeños dominios independientes que ocupaban los Pirineos centrales y occidentales (los actuales territorios de Aragón, Navarra y Bearn). La historia revela que Berta y Carlomagno se olvidaron del componente diplomático y lo fiaron todo a la fuerza militar. Y los vascos, que tenían una intensa relación política con los valínes árabes del valle del Ebro, se negaron a colaborar en una empresa que amenazaba el difícil equilibrio que sostenía su independencia. La Marca Hispánica no llegó a existir nunca porque Carlomagno, después de una serie de dolorosas derrotas militares, renunció a dominar la parte central y occidental de los Pirineos.

El abandono prematuro de la empresa en los frentes central y occidental (778-780) aceleró la penetración por el flanco oriental. También jugó a favor el hecho que sobre el territorio de la futura Catalunya no había ningún tipo de dominio enclavado, celoso de su independencia y de los equilibrios que la garantizaban, como pasaba en la zona central y occidental. El territorio de la antigua diócesis Tarraconense (romana y visigótica) era un páramo gigantesco, desde que las oligarquías rurales y todas sus redes de subalternos (mayorales, jornaleros y esclavos) se habían refugiado en territorio de los francos durante la invasión árabe (714-721). Làreda (Lleida) y Turtuxa (Tortosa) habían sido convertidas en grandes ciudades de la frontera superior árabe, y concentraban más población que en la anterior etapa.


Carlomagno y la Tarraconense 

Pero, en cambio, Tarragona —la gran ciudad del territorio— había perdido la práctica totalidad de los 15.000 habitantes que tenía el 714, y había quedado convertida en una ciudad fantasma. Las estimaciones más optimistas hablan de una población de unas doscientas personas semiocultas entre los grandes edificios de la ciudad, que, progresivamente, se convertirían en ruinas. Barcelona, Girona, Empúries, Urgell y Elna eran una sombra de lo que habían sido, y se gobernaban como una especie de repúblicas oligárquicas municipales, vigiladas desde lejos por los valís, y desde más cerca por pequeñas guarniciones árabes que en ningún caso pasaban de los cien soldados. Todas estas pequeñas ciudades semiindependientes abrieron las puertas, con más o menos negociaciones, a los ejércitos de Carlomagno.

Y también jugó a favor de que los nietos y los bisnietos de aquel éxodo del 714 —naturalmente, las oligarquías— se comprometieran a formar parte activa del proyecto. Las fuentes de la época —escasas pero reveladoras— delatan un estado de entusiasmo por la empresa de recuperación, oportunamente disfrazada con una vestimenta religiosa. Y en menor medida de las clases subalternas. Pero muy poco pudieron decir, porque su concurso en aquel contexto resultaba imprescindible: difícilmente se podía mantener el dominio sobre un territorio sino que no había una mínima estructura productiva: los nietos y bisnietos de los mayorales, jornaleros y esclavos exiliados el 714 serían los que a buenas o a malas y con el sudor de su trabajo tendrían que garantizar el mantenimiento de la estructura administrativa y militar en los nuevos territorios.


¿Marca Hispánica o Marca Gotia? 

Catalunya es un país de fábrica netamente carolingia. Como lo son todos los actuales países del centro y del oeste de Europa. La empresa carolingia sobre el solar de la futura Catalunya progresó con facilidad y rapidez: el 783 consolidaba el condado del Roselló, el 785 creaba los condados de Girona, Cerdanya, Urgell y Empúries, y el 801 creaba el condado de Barcelona. Durante dos siglos largos (783-985), los condados catalanes formarían parte de la Marca de Gotia, la región más meridional del imperio de Carlomagno, el padre de Europa. Y la formación de su cultura, de su lengua, de sus instituciones políticas, de sus ritos religiosos y de su actividad económica estaría indisociablemente relacionada con la Europa de Carlomagno y de sus descendientes.


Los Belónidas carolingios

Este escenario es el que explica que los Belónidas, la principal estirpe condal catalana, acabaran convertidos en una rama menor de la familia imperial carolingia. Wilfredo el Velloso (840-897) se convertiría en el primer conde que transmitiría el cargo por herencia. Sería el fundador de la Casa  de Barcelona, que gobernaría Catalunya durante cinco siglos largos. Pero uno de sus principales éxitos políticos sería su matrimonio con Guinidilda d'Empúries, hija de la condesa Judit de Flandes y tataranieta de Carlomagno. Su hijo y heredero Wilfredo II (874-911) y todos sus descendientes hasta 1410 (condes dependientes e independientes), en el transcurso del tiempo acabarían siendo la última rama carolingia superviviente, la que había fundado Carlomagno, padre de Europa.



Los mitos fundacionales de Cataluña: Wifredo el Velloso

Los núcleos cristianos de las zonas montañosas de los Pirineos pasaron bajo la dependencia y protección de los reyes francos Carlomagno y Ludovico Pío. Era la zona que se conocía como la Marca Hispánica, un territorio situado entre el reino franco y la España musulmana, en la que los numerosos condados de un lado y otro de los Pirineos gozaban de alguna autonomía, pero dependían del reino de los francos. Fue en este contexto en el que surgió la figura de Wifredo el Velloso (Guifré el Pilós, para los catalanes), investido en 870 por Carlos el Calvo conde de Urgel y Cerdaña. En las luchas intestinas que se sucedieron entre los señores feudales partidarios de Carlos el Calvo y después su hijo, Luis el Tartamudo, y Bernardo de Gothia, Wifredo el Velloso supo hábilmente ponerse del lado del vencedor, es decir, Carlos el Calvo, que lo recompensó entonces con algunos de los condados de los que había sido despojado el de Gothia, como eran los de Barcelona, Osona, Gerona y Besalú.

Wifredo el Velloso aprovechó la desintegración de la monarquía carolingia, particularmente después de la muerte de Carlos el Gordo en 888 y las luchas intestinas que siguieron, para instaurar la transmisión hereditaria de los condados, en vez de ser por designación regia. Desde finales del siglo IX, los condes no eran ya los delegados de los reyes, sino que actuaban con total independencia en sus dominios.

Al Wilfredo el Velloso histórico se superpuso la imagen mítica de un Wifredo el Velloso, padre de la patria catalana, que tuvo su origen en la Gesta comitum barchinonensium (Gesta de los condes de Barcelona), escrita por los monjes de Ripoll en el siglo XII, en la que, para justificar la transmisión hereditaria de los condados, se exalta la figura de Wifredo el Velloso como fundador de la casa condal de Barcelona. En resumidas cuentas, gracias a su lucha, por un lado, contra los musulmanes, y, contra los reyes francos, por otro, habría conseguido la independencia del condado de Barcelona y de los que de él dependían. El nombre de Cataluña (Catalunya, en catalán), que no existía hasta entonces, surgió asimismo en el siglo XII. A Wifredo el Velloso se le atribuye también ser el creador de la bandera catalana de las cuatro barras rojas.

Según esta leyenda, surgida mucho más tarde, en el siglo XVI, habiendo resultado herido Wifredo el Velloso en una batalla contra los musulmanes, el emperador carolingio mojó su mano derecha en la sangre que manaba de la herida del conde, colocando luego los cuatro dedos ensangrentados encima del escudo dorado. Así nacería la llamada señera, que pasó a ser el escudo del Reino de Aragón, tras la unión personal del condado de Barcelona con el reino de Aragón por el matrimonio en 1150 de Petronila, hija del rey aragonés Ramiro II, con el conde de Barcelona Ramón Berenguer IV. Esta unión personal o dinástica solo sería, no obstante, efectiva a partir de 1164, en que el hijo de ambos, Alfonso II, por renuncia de su madre, Petronila, a la Corona de Aragón, reunió, junto a ésta, el condado de Barcelona.


Todos los mitos creados en torno al personaje de Wifredo el Velloso por los monjes de Ripoll en el siglo XII serían retomados por los ideólogos de la Renaixença en el siglo XIX, que harían de este personaje un héroe legendario, como adalid de la independencia de Cataluña del Imperio carolingio. Frente a esta versión manipuladora de la historia, el relato que hace el historiador Rafael Altamira de Wifredo el Velloso y los orígenes del condado de Barcelona se basa en una interpretación rigurosa y racional de los hechos, sin concesiones a la leyenda o el mito.






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