Los grandes hechos y procesos históricos nunca tienen una sola causa, son multicausales. Este es el caso de la caída del Imperio Romano cuya decadencia comienza en el siglo III y culmina con la invasión de Roma por los germanos en el año 476.
Decadencia y división del Imperio romano
1. CAUSAS INTERNAS
1.1 Debilidad del gobierno romano
Tuvo su origen en la mala gestión de los gobernantes, corrupción de los funcionarios y la ambición de los generales, los cuales desataron las guerras civiles por más de un siglo
En estas condiciones el ejército se torno poderoso y ambicioso, eligiendo como emperadores a sus generales, y después de un tiempo lo asesinaban.
Otra causa fueron las persecuciones de los emperadores contra los cristianos y la crisis social y económica.
1.2 División del Imperio
Teodosio el último emperador romano de origen español, antes de morir dividió el Imperio entre sus hijos. Arcadio y Honorio, en el año 395 d.C.
Arcadio, el mayor, gobernó el Imperio Romano de Oriente: que comprendía los territorios de Grecia, Macedonia, Turquía, Siria, Palestina y Egipto. La capital fue Constantinopla.
Honorio el menor, reino en el Imperio Romano de Occidente; los territorios que en la actualidad pertenecen a Italia, Francia, España, Portugal, Inglaterra y el norte de África. La capital fue la ciudad de Milán, pero en la práctica siguió siendo Roma.
2. CAUSAS EXTERNAS
2.1 Las invasiones bárbaras
Los bárbaros era tribus que vivían fuera de los límites del Imperio Romano y que no habían sido dominados. Eran pueblos que se dedicaron a la agricultura y el pastoreo.
Procedentes de diversos puntos de Europa y Asia, invadieron el Imperio Romano en distintas épocas. Algunos grupos ingresaron de forma pacífica a servir al ejército, en las labores del campo y de la industria.
2.2 Las principales invasuines
a. Los Visigodos
Procedentes de la región del Danubio. Ocuparon el sur de las Galias y la península Iberica, donde implantaron el Reino Visigodo, con su capital en Toledo.
b. Los Ostrógodos
Empujados por los hunos, de las orillas del mar Negro, invadieron Italia y allí fundaron el Reino Ostrogodo.
c. Los Anglos y los Sajones
Tribus de las costas del mar del norte, cruzaron el Canal de la Mancha y se establecieron en Inglaterra.
d. Los Suevos, Vándalos y Alanos
Ante la presión de los Hunos, los Alamos abandonaron sus tierras al sur de Rusia y por el río Danubio llegaron al territorio de los Vándalos y Suevos. Estas tribus unidas, franquearon el río Rin y fueron rechazados por los romanos en Galia. Vencidos se dirigieron hacia el oeste y ocuparon España.
e. Los Vandalos
Ocuparon posteriormente el norte de África; desde allí cruzaron el Mediterráneo y saquearon Roma.
f. Los Huno
Procedentes de Mongolia, al mando de Atila, atravesaron el río Rin, devastaron Bélgica y llegaron al norte de Galia. Atila llamado el Azote de Dios, fue vencido por un ejercito bárbaro-romano al mando del general romano Aecio, en la batalla de los Campos Catalaunicos a orillas del río Marne. El siguiente año desde Germania, invadieron nuevamente Italia, pero no devasto Roma gracias a la intervención del Papa León I. Después de aterrar por medio siglo, Atila se retiro a la región del Danubio, donde murió, disipándose la amenaza de los Hunos sobre Europa.
g. Los Francos y Burgundios
Ellos vinieron desde Germania, cruzaron el río Rin y se establecieron en Galia.
3. CAIDA DEL IMPERIO ROMANO DE OCCIDENTE
Después de una serie de emperadores en Roma, asumió el poder Rómulo Augústulo, un niño de diez años. De esta situación se aprovecho Odoacro, jefe bárbaro de los Hérulos, quien el 476 d.C. a la cabeza de su tropa invadió Italia y depuso al emperador.
El Imperio Romano de Occidente llegaba a su fin. Solo continuo vigente el Imperio Romano de Oriente, con su capital en Constantinopla.
¿Qué es una crisis?
Es un período de cambios y transformaciones en el que lo viejo es cuestionado pero no desaparece del todo, sino que se transforma en algo nuevo y diferente. Esto es lo que ocurrió en Roma a partir del siglo III cuando la capital comenzó a perder su tradicional autoridad como centro del Imperio y las provincias adquirieron cada vez mayor autonomía. El Imperio era muy grande y difícil de controlar. Cada uno de los ejércitos regionales trataba de imponer a sus generales como emperadores provocando conflictos internos y aumentando la debilidad de Roma.
¿Qué pasaba con la economía romana?
Frente a la inseguridad provocada por la crisis del siglo III, las actividades comerciales y artesanales comenzaron a detenerse. Muchas ciudades romanas, que vivían de la recaudación de impuestos al comercio, comenzaron a despoblarse. Roma ya no conquistaba más, estaba a la defensiva y al no haber nuevas conquistas se perdió una de las principales fuentes de las riquezas imperiales. Los esclavos se tornaron escasos y por lo tanto más caros.
¿Qué era el colonato?
Ante la crisis, muchos propietarios rurales liberaron a sus esclavos. A estos ex esclavos se los llamó colonos y fueron la base de este sistema que consistía en la entrega de una porción de tierra, elementos de labranza y una parte de la cosecha para el mantenimiento del trabajador y su familia. A cambio el colono debía pagar fuertes tributos al dueño de la tierra. Dentro de la propiedad había también artesanos que producían lo necesario para la comunidad. Esto llevó a que las grandes propiedades se autoabastecieran y se apartaran de los circuitos comerciales. Allí el propietario se fue convirtiendo en un soberano que gobernaba su región y a sus colonos. Este sistema perjudicó seriamente al Imperio.
¿A qué se llamó la Tetrarquía?
uando a fines del siglo III Diocleciano se propuso reorganizar el Imperio, se le ocurrió una nueva forma de gobierno: lo dividió en dos regiones: la oriental y la occidental. El Imperio pasaría a estar gobernado por dos Césares, con poder militar, y dos Augustos, con poder político. A este sistema se lo llamó "tetrarquía", gobierno de cuatro.
¿Cómo surgió Constantinopl
La tetrarquía no solucionó los problemas y siguieron las luchas internas hasta que en el 324 Constantino se proclamó emperador único. El nuevo gobernante fundó en Bizancio (actual Turquía) la nueva capital del Imperio Romano. Inauguró una política de tolerancia con el cristianismo adoptando él mismo esta religión, lo que dio un gran impulso a su difusión.
¿Quién dividió definitivamente al Imperio?
El emperador Teodosio, quien al morir dejó como herencia el Imperio a sus dos hijos. A Honorio le cedió el Occidente y a Arcadio, el Oriente. Esta división terminó de debilitar al Imperio. Nuevas invasiones exteriores como la de los godos, vándalos y burgundios, que ocuparon la Galia (Francia), Hispania (España) e Italia, dieron el golpe de gracia a lo que quedaba de la gloria de Roma.
¿Cómo termina esta historia?
En el año 410 el rey visigodo Alarico ocupó y saqueó Roma. A partir de entonces se sucederán las invasiones hasta que en el 476 el último emperador de Occidente, Rómulo Augusto, fue depuesto por el germano Odoacro. El Imperio Romano de Occidente llegaba a su fin con un emperador que llevaba el nombre de uno de los fundadores de Roma. El Imperio de Oriente sobrevivirá en Bizancio hasta la invasión turca de 1453.
Caídas que marcaron la historia
Con la caída del Imperio Romano de Occidente en el 476 se inicia la Edad Media, que termina con la caída del Imperio Romano de Oriente en 1453. Entonces comenzará la Edad Moderna, pero esa es otra historia.
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Crisis del Império romano en el siglo III.
Para conocerMás, pinchar en el enlace:
La crisis del Imperio Romano en el siglo III (nationalgeographic.com.es)
Constantino I el Grande (c. 274-337), emperador romano (306-337), el primero de ellos convertido al cristianismo. Fundador de Constantinopla (la actual Estambul), capital del Imperio romano de Oriente (y más tarde Imperio bizantino) hasta 1453.
Era hijo de un militar al servicio de Diocleciano, Constancio o Cloro, que asumió la gobernación de la parte occidental del Imperio al abdicar aquél (305).
No se sabe con seguridad la fecha real de su nacimiento, que se sitúa entre los 270 a 288, aunque si se tiene la certeza que nació en (Naissus, Dacia, actual Serbia) ,hijo bastardo de Constancio Cloro y una sirvienta de hospedería, Elena. Fue proclamado emperador a la muerte de su padre (306), pero debido a la confusa situación dinástica de la época no consiguió el poder absoluto hasta 324, después de derrotar a sus diferentes enemigos en una larga serie de guerras civiles.
Muerto Constancio al año siguiente en Britania, las tropas allí estacionadas proclamaron emperador a Constantino; pero hubo de librar duros combates contra sus rivales hasta que, en la batalla del puente Milvio (312) se impuso a Majencio y se hizo con Roma. Con ello obtenía la parte occidental del Imperio, mientras que la oriental, controlada por Licinio, no pasó bajo su poder hasta el 323 (batalla de Adrianópolis). Desde entonces hasta su muerte ejerció como emperador único (Totius orbis imperator).Se dice que antes de la batalla del puente Milvo, año 312, Constantino hizo poner en el escudo de sus soldados un signo mágico, que pudo ser un símbolo de la religión solar de su padre, o si se trataba del símbolo cristiano de la cruz. La Iglesia católica afirma que en la víspera había tenido una visión de una brillante cruz bajo la que se podía leer "in hoc signo vinces" (bajo este signo vencerás), y, después de conseguir la victoria bajo su protección, se convirtió al cristianismo.
La trascendencia del reinado de Constantino para la historia occidental procede de las consecuencias que tuvo su conversión al cristianismo (en algún momento indeterminado del proceso de conquista del poder, aunque no se bautizó hasta poco antes de morir);descartada la sinceridad de su sentimiento religioso, es posible que dicha conversión se debiera al fracaso de las persecuciones de los reinados anteriores, así como a la búsqueda de elementos de unidad que contrarrestaran las tendencias disgregadoras del Imperio.
Mucho es lo que se puede decir de Constantino, el gran emperador romano que se destacó como militar y hombre de mando férreo. Como reseña de su vida de césar y augusto se puede decir que venció a todos los enemigos internos, todos grandes hombres, Maximiano, Licinio, Majencio, aún con ejércitos menores en número. Cuando estuvo solo al frente de Roma consolidó las reformas de Diocleciano, aunque él fuera el principal responsable del derrumbamiento de la Tetrarquía, debido a sus ambiciones personales. En cuanto al ejército dio mayor importancia a la caballería, tanto en número (aunque seguía siendo inferior a la infantería) como en la parte estratégica.
Por el Edicto de Milán (313) acabó con el culto estatal pagano en Roma, decretó el fin de las persecuciones contra los cristianos y la devolución a éstos de los bienes expropiados. Aunque no convirtió al cristianismo en religión oficial del Estado (un paso que daría Teodosio en el 391), concedió importantes privilegios y donaciones a la Iglesia, apoyó la construcción de grandes templos y dio preferencia a los cristianos a la hora de seleccionar a sus colaboradores. A cambio, otras comunidades religiosas comenzaron a ser perseguidas dentro del Imperio, como sería el caso de los judíos. Temeroso de que las disputas teológicas rompieran la unidad de la religión cristiana, puso el poder a disposición de la jerarquía eclesiástica para combatir las numerosas herejías de la época.
Constantino fue generoso, y pródigo en sus donaciones y adornó las iglesias Cristianas con magnificencia. Puso mas atención a la literatura y el arte de lo que pudiera esperarse de un emperador de su época, a pesar de que mucho de lo anterior fue hecho por vanidad, como se comprueba por su agradecimiento a las dedicatorias hechas a él de trabajos literarios.
Ya en el 317 dictó leyes contra los donatistas, a quienes el Concilio de Arlès había situado fuera de la ortodoxia cristiana. Repitió la operación contra los arrianos, convocando y haciendo aplicar el primer concilio general de la Iglesia (Nicea, 325), en el cual se aprobó el Credo que recogía las propuestas de san Atanasio frente a las de Arrio. Constantino reconstruyó y amplió la ciudad griega de Bizancio (la actual Estambul), a la que cambió el nombre por el de Constantinopla (330) y convirtió en capital cristiana del Imperio, en sustitución de Roma, símbolo del paganismo. Con ello hizo bascular el centro político del Imperio hacia el este, suministrando una capital magnífica al futuro Imperio Romano de Oriente (Imperio Bizantino) y, desde 1453, al Imperio Otomano.
En el 330, trasladó la capital del imperio a orillas del Bósforo, a la antigua colonia griega de Bizancio, ciudad que fue reconstruida y cambió su nombre por el de Constantinopla. Tras haber derrotado a los godos (332), el emperador falleció cerca de Nicomedia, en el año 337, mientras preparaba una campaña contra los persas.
Constantino prefería la compañía de los obispos Cristianos a la de los sacerdotes paganos. El emperador invitaba con frecuencia los obispos a su corte y les permitía el uso del sistema de correos imperial, los sentó a su mesa, los llamó sus hermanos y cuando habían sufrido por la Fe, besó sus cicatrices.
En lo político, puede decirse que con Constantino culminan las tendencias autoritarias y dirigistas del reinado de Diocleciano, completando la evolución del Imperio hacia el absolutismo: los Senados de Roma y Constantinopla pasaron a ser asambleas representativas meramente municipales; se reforzaron el ejército -especialmente el del interior-, la policía y los servicios de información; se reestructuró la Administración en un sentido centralista; se desarrolló una burocracia jerárquicamente organizada a las órdenes de un Consejo de la Corona; y se estableció un riguroso ceremonial cortesano tendente a resaltar la supremacía del emperador y su carácter divino. Otras reformas importantes del reinado de Constantino tuvieron lugar en el terreno económico, en el que intentó poner freno a la grave crisis que arrastraba el Imperio desde el siglo anterior. Para contener la inflación reformó el sistema monetario, basándolo enteramente sobre el oro (creación del solidus). Decretó el carácter hereditario de los oficios.
El arco de Constantino (Roma, 312-315) fue edificado para conmemorar la gran victoria de Constantino sobre Majencio.
Fue el primer emperador romano que se convirtió al cristianismo y completó el proceso de vinculación de los colonos a la tierra que cultivaban, poniendo las bases de la institución medieval de la servidumbre. Por todo ello, puede considerarse que en el reinado de Constantino se dieron pasos decisivos hacia la configuración de la Edad Media europea. Tras su muerte se desataron ásperas disputas sucesorias entre sus hijos, en las que resultó victorioso Constancio II.
Constantino unificó un imperio tambaleante, reorganizó el Estado romano y preparó el terreno para la victoria final del cristianismo a finales del siglo IV.
Teodosio I "El Grande":
El final del Imperio romano de Occidente
(Flavio Teodosio)Emperador romano que impuso el catolicismo como religión oficial y dividió el Imperio entre Oriente y Occidente.
(Teodosio I el Grande nació en Coca, Hispania en el año 346. Coca es una localidad y municipio español de la provincia de Segovia en el territorio de la Campiña Segoviana, en la comunidad autónoma de Castilla y León, murió en - Milán,en el año 395 d.c).
Adquirió experiencia militar combatiendo en Gran Bretaña bajo el mando de su padre; luego él mismo fue dux de Mesia (actual Serbia) en el 374,defendiendo eficazmente aquella provincia fronteriza frente a los sármatas. Pero se retiró a sus dominios en la actual Coca (Segovia) tras la ejecución de su padre. Y allí estaba en el 378, cuando le llamó el emperador Graciano para encargarle la defensa de Mesia frente a la invasión de los godos.
Así, en el 379 fue nombrado augusto con potestad en Oriente, comenzando su reinado sobre aquella parte del Imperio. Venció a los visigodos y pactó con su rey Atanarico la instalación de este pueblo germánico en Mesia como federados del Imperio (es decir, aliados bárbaros a los que se encomendaba la defensa de la frontera). Luego transmitió el título de augusto a su hijo Arcadio, con lo que estableció una nueva dinastía imperial, que de momento reinaría sólo en Oriente.
Mientras tanto, en Occidente Graciano fue destronado por otro militar español, Máximo; pero su poder fue disputado por el hermano de Graciano, Valentiniano II. Teodosio, que había reconocido inicialmente la autoridad de Máximo, se alió luego con Valentiniano, e incluso emparentó con la familia imperial de Occidente, al casarse con Gala (hermana de Valentiniano y de Graciano) en el 387. Al año siguiente venció a Máximo en la batalla de Aquileya, extendiendo su autoridad a todo el Imperio, si bien mantuvo formalmente en el Trono occidental a Valentiniano II (388).
Teodosio era cristiano católico, es decir, fiel a la doctrina de Atanasio, adoptada como línea ortodoxa desde el Concilio de Nicea del 325. Fue él quien adoptó el catolicismo como religión del Imperio, prohibiendo el arrianismo (doctrina cristiana de los seguidores de Arrio, muy extendida en Oriente) por el Edicto de Tesalónica (390). No obstante, su actitud inicial fue más conciliadora hacia los paganos, pues trató de mantener un equilibrio en su administración entre cristianos y paganos, al tiempo que se resistía a los intentos del clero cristiano por imponer su supremacía.
Su actitud cambió después de ser excomulgado por el arzobispo de Milán, san Ambrosio, a causa de la represión de la revuelta de Tesalónica, en la que murieron unas 7.000 personas (390). Teodosio hizo penitencia pública para obtener el perdón y, desde entonces, se convirtió en instrumento político de la intolerancia eclesiástica: prohibió los cultos paganos en Roma (391), medida que luego extendió a todo el Imperio (392).
El descontento creado por la persecución del paganismo provocó la revuelta del usurpador Eugenio, quien, con apoyo del jefe de la milicia de Occidente -el franco Arbogasto- se adueñó de las Galias, Italia y África, dio muerte a Valentiniano II y se hizo proclamar emperador de Occidente (392). Teodosio estaba en Constantinopla, como era su costumbre, absorbido por los problemas de la frontera oriental, en donde acababa de negociar la paz con los persas y el reparto de Armenia.
En cuanto pudo regresar a Italia, se enfrentó a Eugenio, le venció y le dio muerte cerca de Aquileya, y restableció momentáneamente la unidad del Imperio, pues se proclamó oficialmente emperador de Oriente y de Occidente, (394). Pero las diferencias culturales, económicas y políticas entre los territorios occidentales (controlados desde Roma) y los territorios orientales (controlados desde Constantinopla) era ya demasiado grandes como para que resultara viable la unidad.
Cuando murió al año siguiente, Teodosio reconoció esta realidad dejando la herencia imperial dividida entre sus dos hijos: Arcadio (con 17 años) en Oriente y Honorio (un niño de 11) en Occidente, bajo la tutela de Estilicón. La división fue irreversible y permitió que, mientras el Imperio Romano de Occidente sucumbía después de ochenta años de crisis y penetración de los bárbaros, en Oriente se consolidara un Imperio Bizantino que habría de du
El saqueo de Roma por los Godos.
Corría el verano del año 410. El 24 de agosto de aquel año, una orda de aguerridos visigodos, encabezados por su recio rey Alarico I, ponen en sitio a la gran urbe de Roma, y tras cruzar sus muros, toman la ciudad y sus símbolos de poder.
El saqueo fue una temida acción de rapiña. La sociedad romana de todo el Imperio quedó conmocionada.
“Desde que tomé Roma en mis manos, nadie ha vuelto a menospreciar el poder de los godos. Lo que impulsó el afán de conquistas y el deseo de aventuras dio grandeza a un pueblo necesitado de patria”. (Alarico tras la toma de Roma)
El Imperio Romano, -debilitado y fragmentado desde hacía décadas-, trataba de combatir, en distintos frentes, la furia de los pueblos bárbaros que acechaban más allá de las fronteras del Rin y del Danubio.
Roma que había reducido su perímetro y se recogía dentro de los límites del muro Serviano, ya, ni siquiera era la capital de aquel Imperio y se sentía cada vez más vulnerable…
La ciudad eterna se estremecía ante la sóla idea de revivir la tragedia ocurrida siete siglos antes, cuando los galos comandados por su jefe Breno saquearon la capital de la República, quemando la memoria escrita de un valioso legado, del que, sólo quedó la leyenda.
Después de aquello, la ciudad se mantuvo inviolable gracias a que Servio Tulio en el s.VI a.C, ensanchó los límites de la urbe con una doble muralla en los puntos más vulnerables.
Pero la humillación vivida nunca fue olvidada.
Ahora, el destino de la Roma Imperial, -que, a pesar de todo, seguía conservando su prestigio y sus símbolos de poder-, estaba escrito.
La pesadilla del aquel lejano pasado volvería a repetirse…
El fin del mito de la inexpugnable Roma
El saqueo del año 410 causó una gran conmoción en la sociedad romana, y en todo el mundo civilizado de la época. Desde la invasión gala de otros tiempos, ningún enemigo había traspasado el umbral de la ciudad. El asalto de los godos devolvía a la urbe a una terrible realidad y terminaba con el mito de la inexpugnabilibad de Roma.
El saqueo de Roma por Sylvestre «Le Sac de Rome» en 1890.
En la noche del 24 al 25 de agosto la puerta Salaria se abrió “extrañamente”. Sin mayor problema, por ella entraron los godos con nocturnidad y alevosía, comandados por el fiero Alarico. Roma sería saqueada durante tres dias.
Cómo se abrieron las puertas a los enemigos bárbaros todavía sigue siendo hoy una incógnita. Ninguna de las dos explicaciones que ofrecieron los historiadores de la época resulta convincente;
Una apunta que unos esclavos con los que Alarico había obsequiado al Senado, fueron los traidores.
la otra, urdida por los paganos, acusa a los cristianos como responsables de la traición.
El saqueo
Traspasado el umbral, parece que el jefe visigodo intentó contener la furia de sus guerreros que ansiaban arrasar la legendaria ciudad.
Se provocaron incendios en los distritos donde residían los senadores del Celio, el Aventino y el Esquilino quedando prácticamente destruidos. Se saquearon casas y templos, incluidos los cristianos. Durante aquellos días robos, asaltos, violaciones y asesinatos, se sucedieron. Aunque el centro de Roma y sus monumentos, no sufrieron especialmente los actos del pillaje.
Curiosamente, si atendemos a las fuentes escritas, el saqueo de los bárbaros en el 410, no fue extremadamente violento, en cuanto a la sangre derramada o víctimas de violación. Sin embargo, el efecto del asalto sobre los ciudadanos romanos fue devastador
Los godos consiguieron un importante botín e hicieron numerosos prisioneros, entre ellos tomaron como rehén a Gala Placidia, hermana de Honorio. La princesa era medio hermana del emperador Honorio, y representaba la facción cristiana en Roma.
Los antecedentes
Desde hacía décadas los pueblos bárbaros acechaban más allá de las fronteras del Rin y del Danubio codiciando el poder que Roma seguía representando. Suevos, vándalos y alanos atravesaron el Rin y las «invasiones bárbaras» comenzaron a ser habituale
Pero además Roma sufría el embate de otro pueblo germano que desde hacía años rondaba por el Imperio: los godos. El emperador Teodosio inventó una nueva fórmula política estableciendo un pacto con los godos que se convertían en nación independiente aunque bajo la autoridad del emperador romano. Aquella, parecía la solución al problema de los bárbaros para frenar sus ataques. Sólo aparentemente.
La muerte de Teodosio, volvió la balanza a favor de los bárbaros. La sucesión de Honorio como nuevo emperador, no hizo sino complicar el frágil acuerdo alcanzado. Ante la pasividad de Honorio, quien, ni supo encauzar la evolución de aquel frágil acuerdo, ni buscar nuevas soluciones al conflicto; sucedió lo inevitable.
Alarico por entonces, rey de los godos y hombre de acción, saquea la ciudad en el año 410.
Conclusión
A pesar de que las tropas visigodas, saquearan la Roma clásica y causaran gran conmoción en todo el mundo romano; Alarico, no pudo disfrutar de su momento de gloria, se vió superado por la necesidad de un ejército hambriento. El rey godo, no consiguió su objetivo de asentar a los suyos en la antigua capital del Imperio. Alarico tuvo que abandonar Roma camino de Sicila para embarcarse hacia el norte de Africa con todo su séquito, probablemente en busca de avituallamiento. Pero su empresa naval fracasó. La muerte sorprendió a Alarico a los pocos meses en Cosentia (Cosenza, Calabria) a los 35 años de edad. Ataulfo se convertiría en el nuevo rey de los visigodos, y en esposo de Gala Placidia estableciendo su sede en Hispania y su capital en Barcino (Barcelona). Pero esa ya es otra historia…
El primer gran saqueo de la Roma clásica en el 410 de nuestra era, es considerado, por muchos historiadores, como un hito clave que determinó el declive del Imperio Romano de Occidente. Roma quedaría exenta del acoso bárbaro por unos años…
Pero la tregua duraría poco. En el año 455, Roma volverá a ser atacada por otro pueblo germano, los vándalos.
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Biografía de: Alarico I
A mediados del siglo IV el poder de la otrora todopoderosa Roma presentaba una debilidad manifiesta y fue Alarico I, considerado como el primer gran rey de los visigodos, el encargado de asestar el golpe de gracia a la decadente potencia latina. Pese a que los visigodos pertenecían a las tribus germánicas que los romanos tachaban de salvajes y bárbaras, lo cierto es que fueron los más civilizados entre sus congéneres aunque sin renunciar a sus orígenes guerreros. Alarico nació en en el año 370 en la isla de Perice, situada en el Delta del Danubio, lugar en el que se asentaban los baltingos (llamados así en honor a Baltha, uno de sus grandes jefes tribales).
Para ponernos en antecedentes diremos que su expansión había comenzado sobre el año 50 aproximadamente, y que al llegar al continente se dividieron en tres grupos principales llamados greutungos (de las piedras), tervingos (de los bosques) y visos (de las praderas), que luego fueron absorbidos por los gauti o gautas (de donde proviene la palabra «godo»). Este gran grupo se dividió en dos: Ostrogodos (o godos orientales) y Visigodos (godos occidentales), y fueron los visigodos quienes primero se toparon con los romanos.
Durante el siglo IV fueron muchos los conflictos entre romanos y visigodos, llegando a firmar un pacto en el año 332 por el que Constantino otorgaba a estos bárbaros el título de «Federados» iniciando una amistad tan frágil como inestable, pero que de momento beneficiaba a ambos. Además, el contacto entre ambas culturas hizo que el cristianismo arriano fuese adoptado por los godos, gracias a la labor del obispo godo Ulfilas, quien tradujo la Biblia al lenguaje nórdico. El Cristianismo estaría presente entre los visigodos hasta el Segundo Concilio de Toledo, celebrado en el año 589.
Alarico fue coronado rey de los visgodos en el año 395, en un tiempo en que la mayoría de tribus habían abrazado el Cristianismo y en que el Imperio de Roma se había partido en dos. Curiosamente, en este año fatídico para Roma también nacía el futuro azote de las praderas, Atila el huno. Las otrora poderosas legiones romanas estaban tan diluidas por la presencia de mercenarios y civiles alistados con prisas que poco podían presumir ya de su esplendor guerrero de antaño, además muchos de sus generales y oficiales eran de origen godo.
El fallecimiento de Teodosio en el 395 y el reparto del Imperio entre sus hijos Arcadio y Honorio, quienes decidieron no pagar a Alarico I sus servicios por la guerra recientemente librada contra las tropas paganas de Eugenio, supuso el punto de inflexión para el pueblo visigodo. Alarico I fue proclamado rey de los visigodos al método tradicional, por aclamación popular, dando comienzo a la dinastía baltinga, y decidió buscar un nuevo sentido a la existencia de su pueblo y decidió marchar con su ejército en dirección a la mismísima Roma. Alarico I confesó en varias ocasiones que escuchaba voces en sueños decirle: «Intraris in urbem» (entrarás en la ciudad), y que aunque profesaba la fe cristiana se veía a sí mismo empujado por un demonio a entrar en Roma y destruirla.
Alarico I atravesó Macedonia, Tracia (por el célebre Paso de las Termópilas), Fócida, Beocia, Atenas, Corinto, Esparta, Argos y Megara y otras muchas ciudades a su paso, saqueando e incendiando algunas y cobrando ominosos «impuestos» a otros, encontrando la primera línea de resistencia romana a escasos kilómetros de Constantinopla.
Alarico tuvo que retroceder ante las tropas del general romano Estilicón, pero el emperador decidió ofrecer un pago en tierras a los visigodos con la esperanza de que abandonasen su plan de atacar Roma y Alarico aceptó ser el gobernador de Iliria, en los límites entre los imperios de Oriente y Occidente. Allí pasó un tiempo bajo la vigilancia del propio Estilicón, pero poco después y ante la ausencia de su vigilante decidió embarcarse en una nueva campaña militar.
En el año 400 Alarico I vuelve a entrar con sus tropas en la Península Itálica y avanza imparable en dirección a Roma, pero dos años más tarde Estilicón logra derrotarlo en la batalla de Polenza y Alarico escapa con una pequeña parte de su ejército vadeando el río Po, siendo perseguidos y alcanzados en las proximidades de Verona. Estilicón volvió a derrotar a Alarico pero en lugar de ejecutarle le permitió escapar de Italia tras cobrarle una importante cantidad de oro. La doble derrota de los visigodos fue conmemorada con un Arco de Triunfo erigido en el año 404.
El emperador Honorio deseaba reunificar de nuevo ambos imperios, aunque ello significase luchar contra su hermano Arcadio, así que buscó la ayuda de su antiguo enemigo Alarico contando con la aprobación de Estilicón, testigo personal del ímpetu belicoso del rey visigodo. Pero mientras se hacían los preparativos para esta campaña se produjo un hecho que lo cambiaría todo, la inesperada muerte de Arcadio. Honorio ordena a Estilicón y Alarico que detengan la campaña militar, pero debe pagar a los visigodos los 1.814 kg de oro acordados por el trabajo, algo que Estilicón estima muy conveniente para evitar problemas con Alarico.
El emperador romano comete dos errores muy graves, en primer lugar ejecuta a Estilicón a las puertas de una iglesia en agosto del 408 y después decide no pagar a Alarico, creyendo que ambos estaban confabulados contra él. Esto desencadenó un hecho sin precedentes, que 30.000 soldados que habían servido bajo el mando de Estilicón se pasaran a las filas de los visigodos. Alarico comienza una tercera marcha hacia Roma pero esta vez y gracias a Honorio ya no habrá un brillante general para detenerle y en pocas semanas logra alcanzar las murallas de la ciudad.
En esta ocasión Alarico exige a los romanos 5.000 libras de oro, 30.000 de plata, 3.000 de pimienta y 4.000 piezas de seda que le son pagadas inmediatamente. Luego pone rumbo a Rávena, donde se encontraba entonces la capital administrativa de Roma y el propio Honorio, con quien negocia el pago de nuevas tierras pero vuelve a recibir el desprecio del emperador, quien prolonga innecesariamente las negociaciones y entonces decide regresar a Roma, esta vez para arrasarla.
El 24 de Agosto del año 410 los visigodos entran en Roma por la puerta Salaria (al nordeste) con órdenes de saquear todo excepto las iglesias cristianas, amén de respetar los monumentos más importantes dada su fe cristiana y su gusto por el arte. Durante seis días y seis noches duró el saqueo, acompañado de asesinatos, incendios y torturas, tras los cuales Alarico decidió continuar su marcha hacia el sur. Entre los objetos de valor que se llevó de Roma se encontraba nada menos que la mesa del rey Salomón.
Alarico planeaba llegar hasta Brindisi con intención de viajar luego hasta Sicilia, donde podrían fletar una armada suficientemente poderosa y viajar a las tierras del norte de África, de donde provenían la mayor parte de las cosechas de grano de Roma. Bajo su mando marchaban soldados de diversos orígenes, esclavos y rehenes capturados en diferentes lugares, y entre ellos se encontraba Gala Placidia, la hija de Teodosio y hermana de Arcadio y Honorio, con la que pensaba obtener ventajas a la hora de negociar en un futuro. Atravesando y arrasando ciudades como Campania, Apulia o Calabria, los visigodos finalmente llegan a Cosenza, la última ciudad que vieron los ojos de Alarico.
Primero una terrible tempestad hundió la mayor parte de la flota que le esperaba en Sicilia, y luego Alarico falleció en medio de fiebres y convulsiones en Cosenza, posiblemente víctima de la malaria, poniendo así punto y final a sus planes de llegar a África. Los visigodos entierran su cuerpo en algún lugar bajo el cauce del río Busento, río que miles de esclavos tuvieron que desviar para cavar la tumba y volver a encauzar después de enterrarle, y cuyo supuesto lugar marca el llamado Puente de Alarico. Tras la obra y para conservar el secreto del emplazamiento se ejecutó a los esclavos que la habían cavado. Los visigodos eligieron a Ataúlfo, cuñado de Alarico, como rey sucesor y emprendieron retirada de la Península Itálica, mientras las tropas de Roma se reagrupaban.
La increíble historia de: Gala Placidia
A pesar de todas las innovaciones y modernizaciones que el Imperio Romano trajo consigo, las mujeres no gozaron jamás de auténtica libertad personal. Si bien aquellas pertenecientes a la nobleza pudieron disponer de cierta libertad de movimientos (algo que no puede decirse de las plebeyas), ésta fue más simbólica que real, y siempre estuvo supeditada a las decisiones de sus padres, maridos, hermanos e hijos. Sin embargo, unas pocas tuvieron oportunidad de ejercer su influencia sobre los hombres que las rodearon y, si bien no pudieron ejercer el poder por ellas mismas, sí tuvieron en sus manos el destino de Roma. Hoy nos acordamos de una de ellas: Gala Placidia, hija, hermana, esposa y madre de emperadores, y, también, reina de los visigodos.
INFANCIA Y PRIMEROS AÑOS
Aelia Gala Placidia, pues tal era su nombre completo, vino al mundo en la eterna Roma, en el año 392 D.C. Era hija del emperador Teodosio I, uno de los grandes emperadores hispanos junto a Adriano y Trajano, y de su segunda esposa, Gala, de quien heredó el nombre. Lo cierto es que quedó huérfana muy pronto, ya que su madre falleció a resultas de un parto en 394, y un año más tarde lo hacía su padre, Teodosio. A la muerte de éste, el Imperio Romano quedó fracturado en dos partes: Oriente para Arcadio, Occidente para Honorio. Mientras sus hermanos se repartían el Imperio, Gala Placidia se fue a vivir con Estilicón, un magister militum -jefe militar, cuyo rango equivaldría hoy día al de un mariscal de campo- de origen vándalo (a través del cual pudo tomar contacto con el arrianismo, una herejía del cristianismo muy popular en aquella época), y su esposa Serena, sobrina del fallecido Teodosio; en tanto aprecio tenía la familia imperial a Estilicón y Serena que se concertó el matrimonio de Gala Placidia con el hijo de éstos, Euquerio, al mismo tiempo que su hermana María se casaba con Honorio, el Emperador de Occidente.
Sin embargo, al morir Arcadio en 408, Estilicón trató de dar un golpe de estado y deponer al hijo de éste, Teodosio II, de sólo siete años de edad, en favor de Euquerio; enterado de ello, Honorio hizo arrestar a Estilicón y Euquerio, ejecutándoles poco después, con lo que Gala Placidia no llegó a casarse con su prometido. Paradójicamente, esta acción de Honorio desencadenaría los sucesos que marcarían el futuro de Roma, de Gala Placidia, y de toda una raza: los visigodos.
EL SAQUEO DE ROMA Y LA CAPTURA DE GALA PLACIDIA
La venganza de Honorio contra Estilicón y los suyos fue sangrienta: no sólo hizo ejecutar al magister militum y a su hijo, sino que también ordenó la ejecución de los foederati, esto es, de los pueblos que prestaban tropa auxiliar al ejército romano, a los que consideraba partidarios de Estilicón. Con ellos, hizo ejecutar también a sus esposas e hijos a lo largo de toda la península italiana, lo que hizo que los supervivientes de la matanza -unos 30.000- buscaron refugio en las tierras de Alarico I, el rey de los visigodos, ante el que clamaron venganza contra el Emperador. En septiembre de 408, la inmensa mole guerrera de los visigodos atravesó los Alpes y llegó hasta la mismísima Muralla Aureliana, último bastión de las defensas de Roma. Allí comenzaría un largo asedio que duraría casi dos años y que culminaría, el 24 de agosto de 410, con el saqueo de Roma por parte de los visigodos. Entre otros muchos tesoros, los visigodos se llevarían la Mesa de Salomón (donde se suponía que el rey había escrito todo el conocimiento del universo) y el Menorah (el candelabro de siete brazos judío), que se encontraban en el Templo de la Paz.
Antes de que Roma cayese, no obstante, Gala Placidia cayó en manos de los visigodos, aunque las circunstancias de su captura nos son desconocidas. Con ellos se trasladó, en su huida de las tropas de Honorio, desde Italia hasta la Galia; para cuando llegaron allí, en 412, Alarico había fallecido en Cosenza (Calabria), probablemente víctima de la malaria. Tenía sólo 40 años, y, según la leyenda, yace enterrado junto al tesoro real romano en el lecho del río Busento, cuyo cauce fue desviado con una gigantesca presa que después fue destruida para devolver el río a su curso natural, al tiempo que se sacrificaba a los esclavos que la construyeron. A Alarico le sucedió, por elección unánime, su cuñado Ataúlfo.
MATRIMONIO CON ATAÚLFO
A pesar de que Ataúlfo era unos 20 años mayor que Gala Placidia, parece que realmente el visigodo y la romana se enamoraron y, tras una cierta mejora de las relaciones entre Ataúlfo y Honorio al derrotar el primero a los usurpadores galos Jovino y Sebastiano (cuyas cabezas envió a la corte de Honorio en Rávena), Ataúlfo y Gala Placidia se casaron en Narbona, por el rito arriano, el 1 de enero de 414. Sin embargo, Honorio no reaccionó como ellos esperaban y montó en cólera, provocando un bloqueo comercial a los puertos visigodos en la Galia y enviando tras ellos a su mejor magister militum, Constancio, antiguo pretendiente de Gala Placidia, lo que obligó a Ataúlfo a desplazar a su pueblo hacia el sur, hacia Hispania.
Los visigodos entraron en Hispania por los Pirineos, y, tras desplazar hacia el sur a los vándalos, se instalaron en Barcino, la actual Barcelona, donde establecieron la capital de su nuevo reino; así, podemos situar a Ataúlfo como el primero de los reyes visigodos españoles, cuya línea se extendería hasta la invasión musulmana de la península en 711. Allí nacería el único hijo de la pareja, un varón al que pusieron por nombre Teodosio; parecía la oportunidad perfecta para un entendimiento entre ambas culturas, el primero de una línea de nuevos gobernantes romano-visigodos. Lamentablemente, el pequeño Teodosio falleció unos pocos meses después, cortando de raíz esa posibilidad y sumiendo en la tristeza a sus padres. El cuerpo del pequeño fue depositado en un ataúd de plata y enterrado en la catedral de Barcino; años más tarde, sería exhumado y enterrado de nuevo en el mausoleo imperial de la Basílica de San Pedro, en Roma.
Casi al mismo tiempo que fallecía su hijo, Ataúlfo cometió una imprudencia que resultaría fatal: aceptó a su servicio a un tal Dubius, quien resultó ser un antiguo criado de Sarus, jefe germánico muerto a manos de los visigodos durante su guerra contra Jovino y Sebastiano. Deseoso de vengar la muerte de su señor, Dubius acabó con la vida de Ataúlfo mientras este tomaba un baño, a finales del verano de 415. La confusión del momento fue aprovechada por el hermano de Sarus, Sigerico, para hacerse con el poder y autoproclamarse rey de los visigodos. En los siete terribles días que duró su mandato, Sigerico hizo asesinar a los hijos que Ataúlfo había tenido de un matrimonio anterior, y sometió a Gala Placidia a todo tipo de crueldades y humillaciones, como hacerla caminar descalza junto a los esclavos durante más de 20 kilómetros. Los sufrimientos que Gala Placidia soportó con estoicismo fueron una de las causas que llevaron a los enemigos de Sigerico a levantarse en armas contra él, asesinándolo y reemplazándolo por Walia, el hermano de Ataúlfo.
La necesidad crónica de alimento para su pueblo llevó a Walia a negociar un tratado de paz con Roma. Y así, a cambio de 600.000 modios de trigo (un modio son unos 8’75 litros) y de que los visigodos se convirtieran en foederati, Gala Placidia fue devuelta a su mundo romano, cinco años después de su partida. Nunca volvería a tener el más mínimo contacto con los visigodos.
REGRESO A ROMA
A su regreso, el rencoroso Honorio obligó a Gala Placidia a casarse con el que había sido el gran enemigo de los visigodos, Constancio. Por una cruel ironía del destino, el matrimonio se celebró el 1 de enero de 417, justo el día en que se cumplían tres años de su matrimonio con Ataúlfo. Con Constancio tendría dos hijos: Justa Grata Honoria, nacida en 417 (y que a punto estaría de casarse con el mismísimo Atila), y Flavio Placidio Valentiniano, quien vino al mundo el 2 de julio de 419 y ascendería al trono como Valentiniano III.
Entre los nacimientos de sus dos hijos, Gala Placidia tuvo oportunidad de ejercer por primera vez su influencia. El 26 de diciembre de 418 el papa Zósimo falleció, y se formaron dos facciones entre la curia romana: unos eligieron a Eulalio, mientras que otros se decantaron por Bonifacio I. Ambos reinarían en oposición durante casi cuatro meses entre tumultos y luchas entre las dos facciones. El Prefecto de Roma, Símaco, solicitó la intervención imperial, y aquí entra en juego Gala Placidia; ésta abogó por la candidatura de Eulalio, siendo respaldada en este particular por Constancio. Entre ambos consiguieron convencer a Honorio para que confirmase a Eulalio como legítimo Papa, siendo la primera vez en la que se tiene constatación de intervención imperial en una elección papal.
Los enfrentamientos, no obstante, continuaron, y Honorio se vio forzado a convocar un sínodo en la misma Rávena, mientras se ordenaba a ambos Papas que abandonasen Roma. Dicho sínodo, que se desarrollaría entre febrero y marzo de 419, no logró llegar a una resolución satisfactoria; pero, al acercarse la Pascua, Eulalio regresó a Roma e intentó tomar por la fuerza la Basílica de San Juan de Letrán para celebrar las ceremonias pascuales. Fue detenido por las tropas imperiales y, habiendo perdido el favor de Honorio, tuvo que retirarse a Nepi, desde donde vio cómo Bonifacio I era proclamado legítimo Papa el 3 de abril de 419.
Honorio y Gala Placidia, en dos monedas de la época
El 8 de febrero de 421, Constancio alcanzó la cima de sus ambiciones: fue asociado al trono de Roma y, bajo el nombre de Constancio III, recibió el título de Augusto, título que también recibió Gala Placidia. Honorio se había divorciado de su segunda esposa, Thermantia, en 408 y nunca se volvió a casar, lo que convirtió a Gala Placidia en única Emperatriz de Occidente. Sin embargo, la gloria de Constancio no duraría mucho: el 2 de septiembre de 421, mientras preparaba una campaña contra el Imperio de Oriente para obligar a Teodosio II a reconocerle como co-emperador, Constancio III falleció súbitamente en Rávena. Había reinado durante siete meses.
EXILIO EN CONSTANTINOPLA Y CORONACIÓN DE VALENTINIANO
Gala Placidia era ahora viuda, posiblemente el estatus que mayor libertad daba a las mujeres en el Imperio Romano. Sin embargo, antes de que terminase el año, la antigua Augusta volvía a abandonar la corte, esta vez con rumbo a Constantinopla, capital del Imperio Romano de Oriente, donde gobernaba su sobrino Teodosio II.
Los motivos de la huída de Gala Placidia a Constantinopla no están del todo claros, pero todas las crónicas históricas apuntan hacia un detonante claro: un abuso, o intento de abuso sexual por parte de Honorio. El escándalo fue mayúsculo, y no todos dieron pábulo a las historias de abusos; hubo quien, como el historiador Olimpiodoro de Tebas, difundió sin tapujos que ambos hermanos mantenían una relación incestuosa. En cualquier caso, el escándalo, unido a rumores de conspiración -por cuanto los soldados visigodos eran leales a su antigua reina-, enfriaron la relación entre Honorio y Gala Placidia hasta niveles glaciales; así las cosas, Gala Placidia y sus hijos marcharon a Constantinopla para nunca más volver a ver a Honorio.
Éste fallecería el 15 de agosto de 423, víctima de la hidropesía. Al no quedar en Rávena ningún miembro de la dinastía teodosiana que pudiese ocupar el trono, se solicitó a Teodosio II que nombrara a quien debería ocupar el trono de Occidente. En el ínterin, Juan, el notario mayor de Honorio, aprovechó para usurpar el trono, recibiendo el apoyo de ciertos notables del Imperio, entre ellos el general Castino, y Flavio Aecio, patricio, dux y general del que volveremos a oír hablar en breve.
En vista de lo sucedido, Teodosio se apresuró a mover ficha: en 423, Valentiniano, el hijo de Gala Placidia, fue elevado al rango de nobilissimus; al año siguiente, fue comprometido con Licinia Eudoxia, la hija de Teodosio. Este compromiso fue atribuido por algunos historiadores “al acuerdo de las tres mujeres que gobernaban Roma”: Gala Placidia y sus dos sobrinas, Eudocia y Pulqueria (que ascendería a los altares católicos y ortodoxos como Santa Pulqueria). Ese mismo año, Valentiniano sería nombrado César como Valentiniano III, iniciando su campaña contra Juan; éste enviaría a Aecio a solicitar ayuda militar a los hunos, pero antes de que Aecio regresara, fue derrotado por las fuerzas bizantinas y decapitado en el verano de 425.
Valentiniano, de seis años de edad, fue proclamado Emperador el 23 de octubre de 425; tres días después, Aecio llegó con 60.000 hunos. Gala Placidia hizo gala de su capacidad negociadora y consiguió llegar con Aecio a un acuerdo que aseguraría la estabilidad política en el Imperio Romano de Occidente durante los siguientes treinta años. Los hunos regresaron por donde habían venido (previo pago, claro), y Aecio fue nombrado magister militum per Gallias. Gala Placidia se había ganado a pulso la regencia del Imperio.
REGENCIA
Durante su larga regencia, que se extendería 12 años, Gala Placidia tuvo que hacer frente a dos grandes problemas, que acabarían convirtiéndose en uno solo, y con nombre propio: Flavio Aecio.
Gala Placidia había solicitado consejo tanto a Aecio como a Bonifacio, otro respetado general romano. Sin embargo, Aecio, celoso del ascendente de Bonifacio, consiguió enemistarlo con la regente, acusando a ambos de querer destruirse uno al otro. Aunque Gala Placidia enseguida sospechó de las tretas de Aecio, Bonifacio se tragó el anzuelo, y terminó aliándose con los vándalos, quienes acabarían volviéndose en su contra. Y, aunque Bonifacio recuperó el favor imperial, el conflicto armado entre los dos enemigos no se hizo esperar; finalmente, Aecio y Bonifacio terminarían resolviendo sus diferencias en la misma Rávena, donde Bonifacio murió a causa de una herida de lanza propinada por el mismo Aecio. Éste, pese a su victoria, fue declarado rebelde por Gala Placidia y tuvo que exiliarse a Panonia, en compañía de sus hunos.
Sin embargo, Gala Placidia tuvo que rendirse a la evidencia de que Roma necesitaba un líder militar. Y ese líder era Aecio, quien regresó en 433 como patricio y magister militum, lo que le convirtió en el líder de facto de todo el Ejército Imperial de Occidente. Él y Gala Placidia compartirían la regencia de forma más o menos pacífica hasta 437, cuando Valentiniano III cumplió los 18 años y Gala Placidia renunció a la regencia, aunque siguió influyendo poderosamente en las decisiones de su hijo, un Emperador débil y cobarde que nunca supo administrar su Imperio.
LA IRRUPCIÓN DE ATILA Y LA MUERTE DE GALA PLACIDIA
En la primavera de 450, Honoria, la hija de Gala Placidia, cometió un error que costaría caro al Imperio: queriendo librarse de un matrimonio impuesto por su familia, envió una carta al emperador de los hunos, Atila, donde le explicaba su situación y le pedía que la rescatase; junto a la carta incluyó su anillo de compromiso que, si bien posiblemente no era una petición de matrimonio, fue tomado como tal por Atila, quien solicitó la mitad del Imperio Romano de Occidente como dote. Sólo Gala Placidia pudo evitar que Valentiniano mandara ejecutar a Honoria cuando descubrió lo sucedido pero, aunque escribió a Atila intentando aclarar el malentendido, éste hizo oídos sordos a la explicación, y decidió reclamar lo que consideraba suyo.
El 27 de noviembre de 450, Gala Placidia fallecía en Roma, con 55 años de edad. Afortunadamente para ella, no llegó a ver cómo Atila asolaba Italia al año siguiente (hasta que fue derrotado por Aecio en la batalla de los Campos Cataláunicos), ni cómo su hijo Valentiniano manchaba sus manos de sangre al asesinar a Aecio en 454. Tampoco vio cómo el propio Valentiniano sufrió la venganza de los hombres de Aecio menos de un año después, muriendo a manos de dos de sus hombres, ni cómo 25 años después, el Imperio Romano de Occidente caería definitivamente a manos del bárbaro Odoacro, finalizando así toda una forma de entender la existencia. La Edad Media había llegado, en todo su esplendor, o toda su negritud, vayan ustedes a saber.
LEGADO
Mausoleo de Gala Placidia, exterior
A Gala Placidia le debemos algunas de las más importantes iglesias de la cristiandad: desde la restauración de la Basílica de San Pablo Extramuros, y la finalización de San Juan de Letrán, ambas en Roma, a la expansión de la Iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén. Sin embargo, si por algo recordamos hoy a Gala Placidia, es por el mausoleo que lleva su nombre en Rávena. Inicialmente el oratorio de la Iglesia de la Santa Cruz, allí fue enterrado Constancio III a su muerte en 421; la propia Gala Placidia sería enterrada también, aunque al parecer sus restos se quemaron accidentalmente en 1577. Y, finalmente, Valentiniano III recibió también sepultura en el mausoleo. Así, Gala Placidia descansó en compañía de los hombres que marcaron su vida, a excepción de Ataúlfo, quien posiblemente fue su único y verdadero amor. El Mausoleo de Gala Placidia fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1996.
Mausoleo de Gala Placidia, interior
Por cierto, si pasáis por Barcelona, no dejéis de visitar la plaza que la ciudad dedica a quien fue su señora, muy significativamente situada junto a la Via Augusta, en el barrio de Sarrià-Sant Gervasi. Es pequeñita, pero bastante agradable.
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Tema ampliado:
El Imperio Romano fue una parte importante de la historia humana. Mientras que prosperó durante más de 700 años, su colapso en el 476 dC se puede atar a varias causas internas y externas. Con Roma desaparecida, la transición no fue nada fácil, obligando al mundo a reinventarse durante un largo período.
El comienzo del fin
El Imperio Romano no cayó de la noche a la mañana. En primer lugar, se dividió entre el Oriente, Constantinopla y Occidente, gobernado por varios líderes diferentes. Este reinado doble era un concepto nuevo que debilitó el imperio. Las luchas internas por el liderazgo y la fuerza de gobierno en descomposición ayudó a sentar las bases para otros grupos, como los griegos y bizantinos para convertirse en poco cooperativos. Con sus cimientos debilitados, las potencias extranjeras también fueron capaces de herir a los romanos.
Bárbaros
Las amenazas militares externas fueron la principal causa de la caída de Roma, y sus efectos se extendieron por todo el imperio. Durante sus días de prosperidad y de conquista, muchos de los enemigos de Roma eran tribus dispersas que vivían en un pequeño número de aldeas. Después de que Roma fue dividida, un poderoso grupo conocido como los hunos comenzaron a trasladarse al oeste, su número era cada vez mayor con prisioneros capturados y nuevos aliados.
Gente de todas las clases sociales estaban dispuestos a cosechar los frutos de la guerra. Mantuvieron la presión sobre el Imperio romano, mientras que naciones como Rusia se convirtieron en poderosas y sofisticadas. Lo que solían ser pueblos bárbaros en Alemania pronto se convirtieron en 2.300 pueblos y ciudades amuralladas. De ellos surgieron los países de Dinamarca, Suecia y Polonia. Mientras tanto, grupos como los árabes y sarracenos de España y la India se sentaron en ira y desprecio. Una vez que su enemigo estuvo unido, el Imperio Romano estaba rodeado de una nueva competencia sin el liderazgo adecuado para resolver el problema.
Problemas económicos
La economía romana se vio afectada por la debilidad de la moneda y la inflación elevada. Con todo el dinero yendo hacia la defensa nacional, los impuestos fueron elevados para compensar. Pocas personas tuvieron la oportunidad de disfrutar de la prosperidad de Roma. El valor del dinero romano cayó en picado hasta el punto de que el trueque era preferible a tener que pagar por las mercancías. Además, muchos romanos perdieron sus empleos debido a la mano de obra esclava barata. Como resultado, el gobierno subsidió a la clase obrera. Muchos trabajadores optaron por vivir simplemente fuera de estas subvenciones, costándole al gobierno más dinero.
Sobreexpansión
Una gran razón para el colapso del Imperio Romano fue el alcance geográfico de su conquista militar. La constante expansión de Roma requería más recursos y personal para defender sus fronteras
Además, las civilizaciones conquistadas odiaban a los romanos, por lo que las rebeliones eran un problema constante. Todos estos temas requerían un gigantesco gasto militar y reclutamiento. Los recursos humanos se hicieron tan escasos que incluso a las sociedades conquistadas se les permitió unirse a las filas. A su vez, esto dio conocimiento íntimo a los bárbaros de las tácticas de batalla de los romanos.
Efectos
Independientemente de las razones, Roma tuvo un profundo impacto en el mundo. Cuando la infraestructura de Roma cayó, también cayó la calidad de vida. Lo que siguió fue la Edad Media que se puede agrupar en dos épocas distintas. El primero fue hasta 700 dC debido a la destrucción del comercio y la infraestructura. Después de un breve renacimiento, una segunda caída se produjo alrededor del año 1000 debido a las invasiones de los vikingos de Escandinavia y magiares de Hungría. En esencia, lo que la estabilidad que Roma siempre proveía se había ido, y muchas nuevas naciones tuvieron que construirse por su cuenta.
Roma se deshace
En realidad el Imperio romano no cayó, sino que se deshizo. Y no por completo, pues solo la mitad occidental fue pasto de los bárbaros. El Imperio romano de Oriente sobrevivió casi mil años más, aunque ahora le conozcamos como Imperio Bizantino.
La degradación interna de Roma había convertido una eficiente maquinaria militar en apenas varios cuerpos de ejército útiles y había permitido y legitimado la presencia de bárbaros no sometidos a Roma dentro de sus fronteras, acrecentado la sensación de desamparo, con una corte imperial cada vez más preocupada por si misma mientras una devastadora crisis hacía trizas el entramado social que tanto había enorgullecido a Roma
En Hispania la situación era parecida a de otras provincias del occidente: menos desarrolladas que las provincias orientales, con mucho menos oro y soldados para defenderse. Pronto quedaron desatendidas cuando el general Estilicón decidió llevarse todas las tropas de importancia de Britania, Galia e Hispania para luchar por el trono imperial. Hispania tuvo suerte: su situación, más alejada de las fronteras, evitó que el emperador otorgase tierras a los aliados germanos que cruzaban las fronteras para, en teoría, protegerlas.
La crisis económica provocó que los magistrados imperiales, cada vez más independientes, aumentasen la presión fiscal sobre la población y esta se viese forzada a huir de las ciudades hacia el campo, buscando la protección de algún aristócrata que tuviese el suficiente dinero como para garantizarle sustento y protección a cambio de su trabajo, dándose los primeros casos de feudalismo. De esta forma se terminó de degradar el espacio social, que pasó de lo estatal a lo particular y de lo urbano a lo rural.
Los Bagaudas
La principal consecuencia de estos cambios fue la gravísima inseguridad fruto de las durísimas condiciones de vida, que a su vez agravaba la crisis con sus acciones. Esta violencia tomó una forma concret
Durante el tramo final del Imperio se desarrolló en ambas vertientes de los Pirineos unas revueltas conocidas como Bagaudas. Se trataba de bandas de esclavos, campesinos y gente de baja condición social que, ante el desgobierno del Imperio y los abusos de los administradores romanos, huían de las ciudades y se organizaban en bandas de guerrilleros que desestabilizaron la zona hasta después de la llegada de los visigodos.
Para los romanos eran ladrones y delincuentes, pero muchos vieron en ellos una justa revuelta contra los que no dejaban de ser extranjeros en su tierra.
La palabra bagauda puede tener dos orígenes: en latín se traduce por “ladrón”, mientras que en celta significa “guerrero”. Curiosamente las zonas donde se dieron las bagaudas, el valle alto y medio del Ebro, eran de población celta
Cuando el poder imperial era fuerte, como en la restauración de Diocleciano, se mandaba aun ejército imperial para dispersarlas, pero cuando el poder central decaía estas volvían a surgir. Debido a su naturaleza las bagaudas eran tremendamente complicadas de erradicar, pues no formaban un ejército regular ni dependían de un estado concreto, sino que se valían de las técnicas de guerrillas para atacar puntos clave de la logística enemiga. La provincia Tarraconense fue la más afectada de todas, siendo el valle del Ebro y las cercanías del sistema ibérico donde más bagaudas se concentraron.
A pesar de operar en el campo, donde no había grandes concentraciones de tropas para hacerles frente, llegaron a saquear varias ciudades, entre ellas Zaragoza, donde acabaron matando a su obispo y sometiendo la ciudad durante varios días. Sus grandes oponentes no eran ya las tropas regulares romanas, sino los ejércitos privados que los aristócratas mantenían para defender sus intereses y propiedades.Pero las bagaudas estuvieron muy lejos de ser una revolución que buscase tan solo detener los abusos de los poderosos o de cambiar la estructura social. Tras la llegada de los suevos a Hispania (los primeros bárbaros en llegar a nuestra tierra), los líderes de las bagaudas no dudaron en aliarse con el rey suevo Requiario para saquear conjuntamente a la población, como hizo uno de ellos, un tal Basilio, en el 409. Fruto de esta alianza fue la caída de Lérida en sus manos.
Su momento de mayor extensión fue entre la caída del poder imperial en Roma y el fortalecimiento del poder visigodo en la península, que estabilizó y pacificó el país, terminando por completo con este tipo de revueltas. Sin duda fueron un mal endémico, pero con momentos de tranquilidad, sobre todo después de las grandes campañas militares de algún general romano o rey visigodo.
La traición de los romanos
Las guerras civiles habían dejado muy maltrecho al ejército romano, que pasó a ser más tropas de carácter privado que un ejército estatal y casi por completo compuesto por bárbaros. La sociedad romana había perdido el interés por la milicia, relegándolo a gente menos civilizada que ellos y, sin saberlo, quedándose a su merced.
Vándalos, suevos y alanos habían cruzado el Rin en el 406 y llevaban ya varios años saqueando la Aquitania sin poder cruzar los Pirineos, pues los pasos fronterizos que llevaban a Hispania habían sido defendidos con éxito por los llamados rústicos, un grupo de guerreros irregulares de origen vascón que actuaba como única línea de defensa frente a los germanos. Estos rústicos estaban mantenidos por algunos jóvenes nobles hispanorromanos de la familia de Teodosio: Dídimo y Veriniano. El recuerdo de los doce años de incursiones germanas en la época del emperador Galieno aún permanecía en la memoria colectiva.
Sin embargo, uno de los muchos rivales del emperador occidental Honorio, el autotitulado Constantino III, mandó a su hijo Constante para hacerse con Hispania. Constante derrotó a las tropas de los jóvenes nobles y las sustituyó por sus propios hombres, mercenarios bárbaros. Enseguida estas tropas abandonaron sus puestos y se dedicaron a saquear tierras palentinas, permitiendo que los pueblos germanos que aguardaban al norte se adentrasen en una Hispania por completo desguarnecida (fines del 409).
En lo sucesivo la península se convirtió en un caos. El terror de los años de conquista romana volvió para sumir a Hispania en el horror de las matanzas, las hambrunas y pestes, dejando a muchos pasto de la inanición y de las fieras salvajes.
No obstante, cuenta la crónica de Hidacio que en el 411, tras unos años de locura, los bárbaros se tranquilizaron y procedieron a sortearse las provincias de la diócesis Hispánica para vivir con relativa paz. Pero eso si, como dominadores.Los vándalos asdingos y los suevos se quedaron con la Gallaecia, los alanos con laLusitania y la Cartaginense, la Bética fue para los vándalos sindingios.
Los romanos rebeldes al emperador Honorio que habían permitido el paso de los invasores se quedaron con la Tarraconense. En el 418 los visigodos se habían establecido como aliados de Roma en el sur de la Galia, después de haber luchado durante dos años en su nombre contra los germanos afincados en Hispania con relativo éxito (su rey,Alarico,murió nada más llegar, en Barcelona). Desde el llamado reino de Tolosa incursionaron con regularidad en la península ibérica, penetrando poco a poco en ella, a veces en nombre del emperador y a veces a título propio. A mediados de siglo los Visigodos ya controlaban toda la Tarraconense, y tras sufrir una aplastante derrota a manos de los Francos (en el 507) esta se convirtió en el principal territorio de los visigodos, que pronto expandirían y que se acabó llamando el reino de Toledo.
La crisis del Imperio Romano en el siglo III (nationalgeographic.com.es)
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El Cristianismo se impone al Paganismo:
Constantino I "El Grande"
Constantino I el Grande (c. 274-337), emperador romano (306-337), el primero de ellos convertido al cristianismo. Fundador de Constantinopla (la actual Estambul), capital del Imperio romano de Oriente (y más tarde Imperio bizantino) hasta 1453.
Era hijo de un militar al servicio de Diocleciano, Constancio o Cloro, que asumió la gobernación de la parte occidental del Imperio al abdicar aquél (305).
No se sabe con seguridad la fecha real de su nacimiento, que se sitúa entre los 270 a 288, aunque si se tiene la certeza que nació en (Naissus, Dacia, actual Serbia) ,hijo bastardo de Constancio Cloro y una sirvienta de hospedería, Elena. Fue proclamado emperador a la muerte de su padre (306), pero debido a la confusa situación dinástica de la época no consiguió el poder absoluto hasta 324, después de derrotar a sus diferentes enemigos en una larga serie de guerras civiles.
Muerto Constancio al año siguiente en Britania, las tropas allí estacionadas proclamaron emperador a Constantino; pero hubo de librar duros combates contra sus rivales hasta que, en la batalla del puente Milvio (312) se impuso a Majencio y se hizo con Roma. Con ello obtenía la parte occidental del Imperio, mientras que la oriental, controlada por Licinio, no pasó bajo su poder hasta el 323 (batalla de Adrianópolis). Desde entonces hasta su muerte ejerció como emperador único (Totius orbis imperator).Se dice que antes de la batalla del puente Milvo, año 312, Constantino hizo poner en el escudo de sus soldados un signo mágico, que pudo ser un símbolo de la religión solar de su padre, o si se trataba del símbolo cristiano de la cruz. La Iglesia católica afirma que en la víspera había tenido una visión de una brillante cruz bajo la que se podía leer "in hoc signo vinces" (bajo este signo vencerás), y, después de conseguir la victoria bajo su protección, se convirtió al cristianismo.
La trascendencia del reinado de Constantino para la historia occidental procede de las consecuencias que tuvo su conversión al cristianismo (en algún momento indeterminado del proceso de conquista del poder, aunque no se bautizó hasta poco antes de morir);descartada la sinceridad de su sentimiento religioso, es posible que dicha conversión se debiera al fracaso de las persecuciones de los reinados anteriores, así como a la búsqueda de elementos de unidad que contrarrestaran las tendencias disgregadoras del Imperio.
Mucho es lo que se puede decir de Constantino, el gran emperador romano que se destacó como militar y hombre de mando férreo. Como reseña de su vida de césar y augusto se puede decir que venció a todos los enemigos internos, todos grandes hombres, Maximiano, Licinio, Majencio, aún con ejércitos menores en número. Cuando estuvo solo al frente de Roma consolidó las reformas de Diocleciano, aunque él fuera el principal responsable del derrumbamiento de la Tetrarquía, debido a sus ambiciones personales. En cuanto al ejército dio mayor importancia a la caballería, tanto en número (aunque seguía siendo inferior a la infantería) como en la parte estratégica.
Por el Edicto de Milán (313) acabó con el culto estatal pagano en Roma, decretó el fin de las persecuciones contra los cristianos y la devolución a éstos de los bienes expropiados. Aunque no convirtió al cristianismo en religión oficial del Estado (un paso que daría Teodosio en el 391), concedió importantes privilegios y donaciones a la Iglesia, apoyó la construcción de grandes templos y dio preferencia a los cristianos a la hora de seleccionar a sus colaboradores. A cambio, otras comunidades religiosas comenzaron a ser perseguidas dentro del Imperio, como sería el caso de los judíos. Temeroso de que las disputas teológicas rompieran la unidad de la religión cristiana, puso el poder a disposición de la jerarquía eclesiástica para combatir las numerosas herejías de la época.
Constantino fue generoso, y pródigo en sus donaciones y adornó las iglesias Cristianas con magnificencia. Puso mas atención a la literatura y el arte de lo que pudiera esperarse de un emperador de su época, a pesar de que mucho de lo anterior fue hecho por vanidad, como se comprueba por su agradecimiento a las dedicatorias hechas a él de trabajos literarios.
Ya en el 317 dictó leyes contra los donatistas, a quienes el Concilio de Arlès había situado fuera de la ortodoxia cristiana. Repitió la operación contra los arrianos, convocando y haciendo aplicar el primer concilio general de la Iglesia (Nicea, 325), en el cual se aprobó el Credo que recogía las propuestas de san Atanasio frente a las de Arrio. Constantino reconstruyó y amplió la ciudad griega de Bizancio (la actual Estambul), a la que cambió el nombre por el de Constantinopla (330) y convirtió en capital cristiana del Imperio, en sustitución de Roma, símbolo del paganismo. Con ello hizo bascular el centro político del Imperio hacia el este, suministrando una capital magnífica al futuro Imperio Romano de Oriente (Imperio Bizantino) y, desde 1453, al Imperio Otomano.
En el 330, trasladó la capital del imperio a orillas del Bósforo, a la antigua colonia griega de Bizancio, ciudad que fue reconstruida y cambió su nombre por el de Constantinopla. Tras haber derrotado a los godos (332), el emperador falleció cerca de Nicomedia, en el año 337, mientras preparaba una campaña contra los persas.
Constantino prefería la compañía de los obispos Cristianos a la de los sacerdotes paganos. El emperador invitaba con frecuencia los obispos a su corte y les permitía el uso del sistema de correos imperial, los sentó a su mesa, los llamó sus hermanos y cuando habían sufrido por la Fe, besó sus cicatrices.
En lo político, puede decirse que con Constantino culminan las tendencias autoritarias y dirigistas del reinado de Diocleciano, completando la evolución del Imperio hacia el absolutismo: los Senados de Roma y Constantinopla pasaron a ser asambleas representativas meramente municipales; se reforzaron el ejército -especialmente el del interior-, la policía y los servicios de información; se reestructuró la Administración en un sentido centralista; se desarrolló una burocracia jerárquicamente organizada a las órdenes de un Consejo de la Corona; y se estableció un riguroso ceremonial cortesano tendente a resaltar la supremacía del emperador y su carácter divino. Otras reformas importantes del reinado de Constantino tuvieron lugar en el terreno económico, en el que intentó poner freno a la grave crisis que arrastraba el Imperio desde el siglo anterior. Para contener la inflación reformó el sistema monetario, basándolo enteramente sobre el oro (creación del solidus). Decretó el carácter hereditario de los oficios.
El arco de Constantino (Roma, 312-315) fue edificado para conmemorar la gran victoria de Constantino sobre Majencio.
Fue el primer emperador romano que se convirtió al cristianismo y completó el proceso de vinculación de los colonos a la tierra que cultivaban, poniendo las bases de la institución medieval de la servidumbre. Por todo ello, puede considerarse que en el reinado de Constantino se dieron pasos decisivos hacia la configuración de la Edad Media europea. Tras su muerte se desataron ásperas disputas sucesorias entre sus hijos, en las que resultó victorioso Constancio II.
Constantino unificó un imperio tambaleante, reorganizó el Estado romano y preparó el terreno para la victoria final del cristianismo a finales del siglo IV.
El final del Imperio romano de Occidente
(Flavio Teodosio)Emperador romano que impuso el catolicismo como religión oficial y dividió el Imperio entre Oriente y Occidente.
(Teodosio I el Grande nació en Coca, Hispania en el año 346. Coca es una localidad y municipio español de la provincia de Segovia en el territorio de la Campiña Segoviana, en la comunidad autónoma de Castilla y León, murió en - Milán,en el año 395 d.c).
Adquirió experiencia militar combatiendo en Gran Bretaña bajo el mando de su padre; luego él mismo fue dux de Mesia (actual Serbia) en el 374,defendiendo eficazmente aquella provincia fronteriza frente a los sármatas. Pero se retiró a sus dominios en la actual Coca (Segovia) tras la ejecución de su padre. Y allí estaba en el 378, cuando le llamó el emperador Graciano para encargarle la defensa de Mesia frente a la invasión de los godos.
Así, en el 379 fue nombrado augusto con potestad en Oriente, comenzando su reinado sobre aquella parte del Imperio. Venció a los visigodos y pactó con su rey Atanarico la instalación de este pueblo germánico en Mesia como federados del Imperio (es decir, aliados bárbaros a los que se encomendaba la defensa de la frontera). Luego transmitió el título de augusto a su hijo Arcadio, con lo que estableció una nueva dinastía imperial, que de momento reinaría sólo en Oriente.
Mientras tanto, en Occidente Graciano fue destronado por otro militar español, Máximo; pero su poder fue disputado por el hermano de Graciano, Valentiniano II. Teodosio, que había reconocido inicialmente la autoridad de Máximo, se alió luego con Valentiniano, e incluso emparentó con la familia imperial de Occidente, al casarse con Gala (hermana de Valentiniano y de Graciano) en el 387. Al año siguiente venció a Máximo en la batalla de Aquileya, extendiendo su autoridad a todo el Imperio, si bien mantuvo formalmente en el Trono occidental a Valentiniano II (388).
Teodosio era cristiano católico, es decir, fiel a la doctrina de Atanasio, adoptada como línea ortodoxa desde el Concilio de Nicea del 325. Fue él quien adoptó el catolicismo como religión del Imperio, prohibiendo el arrianismo (doctrina cristiana de los seguidores de Arrio, muy extendida en Oriente) por el Edicto de Tesalónica (390). No obstante, su actitud inicial fue más conciliadora hacia los paganos, pues trató de mantener un equilibrio en su administración entre cristianos y paganos, al tiempo que se resistía a los intentos del clero cristiano por imponer su supremacía.
Su actitud cambió después de ser excomulgado por el arzobispo de Milán, san Ambrosio, a causa de la represión de la revuelta de Tesalónica, en la que murieron unas 7.000 personas (390). Teodosio hizo penitencia pública para obtener el perdón y, desde entonces, se convirtió en instrumento político de la intolerancia eclesiástica: prohibió los cultos paganos en Roma (391), medida que luego extendió a todo el Imperio (392).
El descontento creado por la persecución del paganismo provocó la revuelta del usurpador Eugenio, quien, con apoyo del jefe de la milicia de Occidente -el franco Arbogasto- se adueñó de las Galias, Italia y África, dio muerte a Valentiniano II y se hizo proclamar emperador de Occidente (392). Teodosio estaba en Constantinopla, como era su costumbre, absorbido por los problemas de la frontera oriental, en donde acababa de negociar la paz con los persas y el reparto de Armenia.
En cuanto pudo regresar a Italia, se enfrentó a Eugenio, le venció y le dio muerte cerca de Aquileya, y restableció momentáneamente la unidad del Imperio, pues se proclamó oficialmente emperador de Oriente y de Occidente, (394). Pero las diferencias culturales, económicas y políticas entre los territorios occidentales (controlados desde Roma) y los territorios orientales (controlados desde Constantinopla) era ya demasiado grandes como para que resultara viable la unidad.
Cuando murió al año siguiente, Teodosio reconoció esta realidad dejando la herencia imperial dividida entre sus dos hijos: Arcadio (con 17 años) en Oriente y Honorio (un niño de 11) en Occidente, bajo la tutela de Estilicón. La división fue irreversible y permitió que, mientras el Imperio Romano de Occidente sucumbía después de ochenta años de crisis y penetración de los bárbaros, en Oriente se consolidara un Imperio Bizantino que habría de du
rar hasta 1453.
Teodosio I el grande y el triunfo del cristianismo.
En el año 392, el emperador Teodosio promulgó el edicto de Constantinopla, con el que prohibía totalmente el paganismo, lo que cambió la historia a través de la religión.
el 8 de noviembre del año 392, se invirtieron los roles que el cristianismo y el paganismo habían tenido durante siglos en el Imperio Romano. El emperador romano Teodosio I el Grande, a la edad de 45 años –tres antes de fallecer–, prohibió totalmente el paganismo e impuso el cristianismo, la religión llegada del Próximo Oriente que no había dejado de ganar terreno, sobre todo desde el reinado de Constantino a principios del siglo IV. El llamado Edicto de Constantinopla prohibía toda práctica no cristiana, incluida aquella de carácter privado.
"Occidente recela de la religión, pero sus instintos son profundamente cristianos"
Terminó así la difícil coexistencia entre ambas religiones que duraba desde el siglo I d.C., tres siglos en los que se habían alternado periodos de tolerancia con épocas de una persecución feroz. El emperador Constantino I, consciente de la fuerza que había cobrado el cristianismo entre la población del Imperio, ya había dado un primer paso histórico en el año 313 con la promulgación del Edicto de Milán, que puso fin a la persecución contra los cristianos. El 27 de febrero del 380, Teodosio promulgó el Edicto de Tesalónica, mediante el cual el cristianismo se convirtió en la religión oficial del imperio. Teodosio fue también el último soberano que gobernó a la vez la mitad occidental y la oriental del Imperio Romano.
El 8 de noviembre del año 392, el emperador romano Teodosio I el Grande prohibió totalmente el paganismo e impuso el cristianismo.
DE PERSEGUIDORES A PERSEGUIDOS
El Edicto de Tesalónica, que imponía a sus súbditos la ortodoxia católica, contenía los principios legales para erradicar el paganismo. Dos años después, Graciano el Joven, emperador de Occidente, desmantelaba el Altar de la Victoria, en el Senado, al estar dedicado a una divinidad pagana. En el año 386, Materno Cinegio, prefecto del pretorio de Oriente desde el año 384, viajó a Grecia y Egipto, y allí, por orden de Teodosio, clausuró templos y prohibió los sacrificios con fines adivinatorios. La prohibición a los cultos tradicionales se consumó definitivamente con el edicto de Constantinopla.
Lejos de inaugurar una época de tolerancia, el edicto invirtió los roles que durante siglos habían tenido los cristianos y los seguidores de las antiguas religiones. Este cambio se materializó en la persecución de quienes no querían someterse a la nueva ortodoxia, dando lugar a episodios como el asesinato de la filósofa Hipatia de Alejandría. A pesar de ello, aún tardaría en producirse la desaparición definitiva de las muchas religiones paganas que se practicaban en los amplios dominios de Roma.
Hipatia, la científica de Alejandría.
En el año 415 se apagó bruscamente la estrella de la matemática, astrónoma y filósofa pagana Hipatia de Alejandría, cuando una turba de cristianos exaltados la mató con extrema crueldad. Este trágico hecho marcó el ocaso de la cultura pagana en el mundo antiguo.
en el mes de marzo del año 415, en plena Cuaresma, un crimen sacudió la ciudad de Alejandría: una muchedumbre vociferante atacó a la respetada y sabia Hipatia, la mató y se ensañó con sus restos. Los asesinos formaban parte de «una multitud de creyentes en Dios», que «buscaron a la mujer pagana que había entretenido a la gente de la ciudad y al prefecto con sus encantamientos». Así habla de la filósofa –como de una bruja– la crónica de Juan, obispo de Nikiu, una diócesis del delta del Nilo. Escrita casi tres siglos después del asesinato de Hipatia, es el texto que ofrece más detalles sobre su muerte, y también muestra una clara animadversión hacia la estudiosa, cuyas hechicerías habrían justificado su atroz final. Pero ¿quién fue en realidad Hipatia y por qué murió?
Para responder a esta pregunta debemos trasladarnos a la Alejandría de comienzos del siglo V. Por entonces, la espléndida metrópoli fundada por Alejandro Magno, famosa por su Museo (un extraordinario centro científico), su enorme Biblioteca y sus grandes templos, aún mantenía una considerable población y era la capital de Egipto. Como ciudad del Imperio romano de Oriente, la gobernaba un prefecto enviado por el emperador de Constantinopla; pero, de modo no oficial, gran parte de su gente obedecía los dictados de su obispo y patriarca, quien velaba por la fe y la ortodoxia de la comunidad cristiana.
Desde que el emperador Teodosio I había proclamado el cristianismo como religión única del Imperio, el poder eclesiástico se había instalado en las ciudades e iba asfixiando los reductos del paganismo. Y actuaba con una intolerancia feroz, no sólo contra los adeptos a los antiguos cultos, sino contra los disidentes de todo tipo, ya fueran herejes o judíos, muy numerosos en Alejandría. En esta ciudad, tanto el clero como los monjes de los desiertos vecinos y los llamados parabolanos –unos servidores de la Iglesia que también actuaban como sus guardias– seguían los dictados del obispo, y en momentos de conflicto no vacilaban en promover violentos disturbios para demostrar su fuerza, destruir los templos de los infieles y acallar sus voces.
Fue así como, instigados por el obispo Teófilo, estos fanáticos causaron grandes destrozos en diversos santuarios paganos, y en el año 391 saquearon e incendiaron el famoso Serapeo y su espléndida biblioteca. El templo de Serapis, un emblema glorioso de la ciudad durante siglos, fue convertido en iglesia cristiana, al igual que el Cesareo, un antiguo templo dedicado al culto del emperador. Quienes se negaban a convertirse a la fe dominante sufrían el asedio cristiano. Resultaban vanos sus intentos de apelar en su socorro a la corte imperial de Constantinopla, carcomida por las intrigas e impotente para frenar los tumultos de la masa fanática.
En este contexto se sitúa el martirio de Hipatia. Su muerte resonó como una campanada fúnebre en el ocaso de Alejandría, el antiguo centro de la ciencia, la cultura y el arte helenísticos. Tanto los truculentos detalles del crimen como la manifiesta impunidad de los asesinos han hecho de la muerte de Hipatia un escándalo histórico memorable. Los testimonios conservados sobre la figura de Hipatia y su siniestro final proceden de dos historiadores eclesiásticos, Filostorgio y Sócrates el Escolástico, que escribieron unos veinte años después del crimen y no ocultan su reprobación ante lo espantoso de aquel acto fanático. También del neoplatónico Damascio de Damasco, que escribió medio siglo más tarde, recogiendo ecos y datos de tan escandaloso suceso, y del obispo Juan de Nikiu, mucho más tardío.
¿QUIÉN ERA HIPATIA?
Todos coinciden en destacar que Hipatia sobresalió como estudiosa de las ciencias y la filosofía, materias a las que se dedicó desde joven. Era hija de Teón, un ilustre matemático del Museo y astrónomo notable. Hipatia, pues, era una digna heredera de la gran tradición científica del Museo, pero a la vez se convirtió en una renombrada profesora que daba lecciones públicas sobre las ideas de Platón, y seguramente de Aristóteles, atrayendo numeroso público. Esto lo sabemos también por las cartas muy afectuosas que escribió uno de sus más fieles discípulos, Sinesio de Cirene. En algunas pide consejo a su «queridísima maestra», y en otras habla de ella a sus amigos con afecto y admiración. Incluso se promete a sí mismo que recordará a Hipatia en el Hades, esto es, en el Más Allá.
Hipatia, pues, formaba parte de la élite pagana fiel a sus antiguas ideas y creencias, y velaba por el legado clásico en un ambiente que se iba volviendo más y más hostil hacia la herencia ilustrada del helenismo. Respecto del saber de Hipatia, Sócrates el Escolástico escribe: «Llegó a tal grado de cultura que superó a todos los filósofos contemporáneos, heredó la escuela platónica que había sido renovada en tiempos de Plotino, y explicaba todas las ciencias filosóficas a quienes lo deseaban. Por eso quienes deseaban pensar de modo filosófico acudían hacia ella de todas partes». Es interesante esa mención de que «heredó la escuela», es decir, la enseñanza de la doctrina platónica renovada por el filósofo Plotino, que nosotros conocemos como neoplatonismo.
Por otra parte, tanto Filostorgio como Damascio señalan que Hipatia aventajó a su padre en saber, en astronomía y en su dedicación a la filosofía. Dice Filostorgio: «Aprendió de su padre las ciencias matemáticas, pero resultó mucho mejor que el maestro, sobre todo en el arte de la observación de los astros».
Y Damascio: «De naturaleza más noble que su padre, no se contentó con el saber que viene a través de las ciencias matemáticas a las que él la había introducido, sino que, no sin altura de espíritu, se dedicó también a las otras enseñanzas filosóficas». Es decir, Hipatia siguió las enseñanzas del padre matemático, pero fue más allá en sus estudios de los movimientos de los astros y, sobre todo, al ampliar el horizonte de sus investigaciones desde la ciencia hacia la filosofía. Eso la hizo famosa y atrajo hacia ella a muchos oyentes y discípulos.
Damascio continúa: «Puesto que era así la naturaleza de Hipatia, es decir, tan atractiva y dialéctica en sus discursos, dispuesta y política en sus actuaciones, el resto de la ciudad con buen criterio la amaba y la obsequiaba generosamente, y los notables, cada vez que hacían frente a muchas cuestiones públicas, solían aproximarse a ella [...] Si bien el estado real de la filosofía estaba ya en una completa ruina, su nombre parecía ser magnífico y digno de admiración para aquellos que administraban los asuntos más importantes del gobierno». Hipatia, pues, era una figura extraordinaria: mujer, pagana y sabia, influyente y con numerosos discípulos, muy admirada en la ciudad. Todo esto hizo que su eliminación por parte de cristianos fanáticos tuviera un carácter ejemplar.
UN MÓVIL
El siniestro suceso ocurrió en el año 415, y fue oscuramente instigado por el obispo Cirilo, sucesor y sobrino de aquel patriarca Teófilo que había impulsado a las masas devotas a destruir el Serapeo. Como su tío, Cirilo era un patriarca con mucho poder, intrigante y taimado. Sin embargo, tras su muerte no tardaría en ser santificado por sus servicios y méritos. No sabemos bien qué desencadenó la furia de Cirilo contra Hipatia, quien ni siquiera era una intelectual combativa y hostil al cristianismo. De hecho, tenía discípulos cristianos como aquel Sinesio que le escribió tantas cartas y que llegó a ser obispo de Tolemaida.
Damascio ofrece una acusación clara contra el patriarca y explica las causas de su hostilidad hacia la filósofa: «Ocurrió un día que Cirilo, obispo del grupo opuesto, pasaba por delante de casa de Hipatia y vio una gran multitud de gente y de caballos a su puerta. Había quienes llegaban, quienes se marchaban y quienes esperaban. Cuando Cirilo preguntó por el significado de aquella reunión y los motivos del revuelo, sus criados le explicaron que era la casa de la filósofa Hipatia y que ella estaba saludándoles. Cuando Cirilo oyó esto le entró tal ataque de envidia que inmediatamente empezó a conspirar su asesinato de la manera más detestable». La envidia, pues, habría sido el desencadenante de los hechos.
Pero queda otro motivo que pudo influir en la inquina del obispo: las buenas relaciones de Hipatia con Orestes, el prefecto de la ciudad, que años antes había sido objeto de otro ataque callejero de los mismos fanáticos, uno de los cuales lo había herido en la cabeza con una piedra. El agresor, un monje llamado Amonio, fue sometido a tortura y falleció, tras lo cual Cirilo depositó sus restos en una iglesia y le rindió el culto que se daba a los mártires. Las relaciones entre el poder eclesiástico y el poder civil se habían tensado hasta el extremo, e Hipatia reunía la doble condición de pagana y próxima a Orestes, lo que no podía menos que concitar el odio del patriarca. Cuando Damascio califica a Cirilo de «obispo del grupo opuesto» quizá tenga en mente a quienes se enfrentaban a él, con Orestes e Hipatia como cabezas visibles.
EL ASESINATO
La filósofa murió durante el cuarto año del obispado de Cirilo. Una turba de monjes venidos de los yermos próximos o de parabolanos rodeó en pleno día a Hipatia en la misma puerta de su casa. La arrastraron a golpes hasta el interior de una iglesia, y allí la desnudaron y la descuartizaron, desgarrando sus carnes con conchas y tejas, y después de muerta quemaron sus restos en una hoguera para borrar su recuerdo. La brutal escena semejaba un sacrificio humano en un ritual de inaudita ferocidad, como si inmolaran una víctima a un dios bárbaro. Anotemos de paso que, ya que era una famosa profesora unos veinte años antes, Hipatia no murió tan joven como creían algunos pintores románticos, imaginándola como una bellísima muchacha desnuda y sacrificada en un altar por los furiosos monjes. Debía tener cincuenta años o más cuando fue tan cruelmente asesinada.
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Corría el verano del año 410. El 24 de agosto de aquel año, una orda de aguerridos visigodos, encabezados por su recio rey Alarico I, ponen en sitio a la gran urbe de Roma, y tras cruzar sus muros, toman la ciudad y sus símbolos de poder.
El saqueo fue una temida acción de rapiña. La sociedad romana de todo el Imperio quedó conmocionada.
“Desde que tomé Roma en mis manos, nadie ha vuelto a menospreciar el poder de los godos. Lo que impulsó el afán de conquistas y el deseo de aventuras dio grandeza a un pueblo necesitado de patria”. (Alarico tras la toma de Roma)
El Imperio Romano, -debilitado y fragmentado desde hacía décadas-, trataba de combatir, en distintos frentes, la furia de los pueblos bárbaros que acechaban más allá de las fronteras del Rin y del Danubio.
Roma que había reducido su perímetro y se recogía dentro de los límites del muro Serviano, ya, ni siquiera era la capital de aquel Imperio y se sentía cada vez más vulnerable…
La ciudad eterna se estremecía ante la sóla idea de revivir la tragedia ocurrida siete siglos antes, cuando los galos comandados por su jefe Breno saquearon la capital de la República, quemando la memoria escrita de un valioso legado, del que, sólo quedó la leyenda.
Después de aquello, la ciudad se mantuvo inviolable gracias a que Servio Tulio en el s.VI a.C, ensanchó los límites de la urbe con una doble muralla en los puntos más vulnerables.
Pero la humillación vivida nunca fue olvidada.
Ahora, el destino de la Roma Imperial, -que, a pesar de todo, seguía conservando su prestigio y sus símbolos de poder-, estaba escrito.
La pesadilla del aquel lejano pasado volvería a repetirse…
El fin del mito de la inexpugnable Roma
El saqueo del año 410 causó una gran conmoción en la sociedad romana, y en todo el mundo civilizado de la época. Desde la invasión gala de otros tiempos, ningún enemigo había traspasado el umbral de la ciudad. El asalto de los godos devolvía a la urbe a una terrible realidad y terminaba con el mito de la inexpugnabilibad de Roma.
El saqueo de Roma por Sylvestre «Le Sac de Rome» en 1890.
En la noche del 24 al 25 de agosto la puerta Salaria se abrió “extrañamente”. Sin mayor problema, por ella entraron los godos con nocturnidad y alevosía, comandados por el fiero Alarico. Roma sería saqueada durante tres dias.
Cómo se abrieron las puertas a los enemigos bárbaros todavía sigue siendo hoy una incógnita. Ninguna de las dos explicaciones que ofrecieron los historiadores de la época resulta convincente;
Una apunta que unos esclavos con los que Alarico había obsequiado al Senado, fueron los traidores.
la otra, urdida por los paganos, acusa a los cristianos como responsables de la traición.
El saqueo
Traspasado el umbral, parece que el jefe visigodo intentó contener la furia de sus guerreros que ansiaban arrasar la legendaria ciudad.
Se provocaron incendios en los distritos donde residían los senadores del Celio, el Aventino y el Esquilino quedando prácticamente destruidos. Se saquearon casas y templos, incluidos los cristianos. Durante aquellos días robos, asaltos, violaciones y asesinatos, se sucedieron. Aunque el centro de Roma y sus monumentos, no sufrieron especialmente los actos del pillaje.
Curiosamente, si atendemos a las fuentes escritas, el saqueo de los bárbaros en el 410, no fue extremadamente violento, en cuanto a la sangre derramada o víctimas de violación. Sin embargo, el efecto del asalto sobre los ciudadanos romanos fue devastador
Los godos consiguieron un importante botín e hicieron numerosos prisioneros, entre ellos tomaron como rehén a Gala Placidia, hermana de Honorio. La princesa era medio hermana del emperador Honorio, y representaba la facción cristiana en Roma.
Los antecedentes
Desde hacía décadas los pueblos bárbaros acechaban más allá de las fronteras del Rin y del Danubio codiciando el poder que Roma seguía representando. Suevos, vándalos y alanos atravesaron el Rin y las «invasiones bárbaras» comenzaron a ser habituale
Pero además Roma sufría el embate de otro pueblo germano que desde hacía años rondaba por el Imperio: los godos. El emperador Teodosio inventó una nueva fórmula política estableciendo un pacto con los godos que se convertían en nación independiente aunque bajo la autoridad del emperador romano. Aquella, parecía la solución al problema de los bárbaros para frenar sus ataques. Sólo aparentemente.
La muerte de Teodosio, volvió la balanza a favor de los bárbaros. La sucesión de Honorio como nuevo emperador, no hizo sino complicar el frágil acuerdo alcanzado. Ante la pasividad de Honorio, quien, ni supo encauzar la evolución de aquel frágil acuerdo, ni buscar nuevas soluciones al conflicto; sucedió lo inevitable.
Alarico por entonces, rey de los godos y hombre de acción, saquea la ciudad en el año 410.
Conclusión
A pesar de que las tropas visigodas, saquearan la Roma clásica y causaran gran conmoción en todo el mundo romano; Alarico, no pudo disfrutar de su momento de gloria, se vió superado por la necesidad de un ejército hambriento. El rey godo, no consiguió su objetivo de asentar a los suyos en la antigua capital del Imperio. Alarico tuvo que abandonar Roma camino de Sicila para embarcarse hacia el norte de Africa con todo su séquito, probablemente en busca de avituallamiento. Pero su empresa naval fracasó. La muerte sorprendió a Alarico a los pocos meses en Cosentia (Cosenza, Calabria) a los 35 años de edad. Ataulfo se convertiría en el nuevo rey de los visigodos, y en esposo de Gala Placidia estableciendo su sede en Hispania y su capital en Barcino (Barcelona). Pero esa ya es otra historia…
El primer gran saqueo de la Roma clásica en el 410 de nuestra era, es considerado, por muchos historiadores, como un hito clave que determinó el declive del Imperio Romano de Occidente. Roma quedaría exenta del acoso bárbaro por unos años…
Pero la tregua duraría poco. En el año 455, Roma volverá a ser atacada por otro pueblo germano, los vándalos.
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Biografía de: Alarico I
A mediados del siglo IV el poder de la otrora todopoderosa Roma presentaba una debilidad manifiesta y fue Alarico I, considerado como el primer gran rey de los visigodos, el encargado de asestar el golpe de gracia a la decadente potencia latina. Pese a que los visigodos pertenecían a las tribus germánicas que los romanos tachaban de salvajes y bárbaras, lo cierto es que fueron los más civilizados entre sus congéneres aunque sin renunciar a sus orígenes guerreros. Alarico nació en en el año 370 en la isla de Perice, situada en el Delta del Danubio, lugar en el que se asentaban los baltingos (llamados así en honor a Baltha, uno de sus grandes jefes tribales).
Para ponernos en antecedentes diremos que su expansión había comenzado sobre el año 50 aproximadamente, y que al llegar al continente se dividieron en tres grupos principales llamados greutungos (de las piedras), tervingos (de los bosques) y visos (de las praderas), que luego fueron absorbidos por los gauti o gautas (de donde proviene la palabra «godo»). Este gran grupo se dividió en dos: Ostrogodos (o godos orientales) y Visigodos (godos occidentales), y fueron los visigodos quienes primero se toparon con los romanos.
Durante el siglo IV fueron muchos los conflictos entre romanos y visigodos, llegando a firmar un pacto en el año 332 por el que Constantino otorgaba a estos bárbaros el título de «Federados» iniciando una amistad tan frágil como inestable, pero que de momento beneficiaba a ambos. Además, el contacto entre ambas culturas hizo que el cristianismo arriano fuese adoptado por los godos, gracias a la labor del obispo godo Ulfilas, quien tradujo la Biblia al lenguaje nórdico. El Cristianismo estaría presente entre los visigodos hasta el Segundo Concilio de Toledo, celebrado en el año 589.
Alarico fue coronado rey de los visgodos en el año 395, en un tiempo en que la mayoría de tribus habían abrazado el Cristianismo y en que el Imperio de Roma se había partido en dos. Curiosamente, en este año fatídico para Roma también nacía el futuro azote de las praderas, Atila el huno. Las otrora poderosas legiones romanas estaban tan diluidas por la presencia de mercenarios y civiles alistados con prisas que poco podían presumir ya de su esplendor guerrero de antaño, además muchos de sus generales y oficiales eran de origen godo.
El fallecimiento de Teodosio en el 395 y el reparto del Imperio entre sus hijos Arcadio y Honorio, quienes decidieron no pagar a Alarico I sus servicios por la guerra recientemente librada contra las tropas paganas de Eugenio, supuso el punto de inflexión para el pueblo visigodo. Alarico I fue proclamado rey de los visigodos al método tradicional, por aclamación popular, dando comienzo a la dinastía baltinga, y decidió buscar un nuevo sentido a la existencia de su pueblo y decidió marchar con su ejército en dirección a la mismísima Roma. Alarico I confesó en varias ocasiones que escuchaba voces en sueños decirle: «Intraris in urbem» (entrarás en la ciudad), y que aunque profesaba la fe cristiana se veía a sí mismo empujado por un demonio a entrar en Roma y destruirla.
Alarico I atravesó Macedonia, Tracia (por el célebre Paso de las Termópilas), Fócida, Beocia, Atenas, Corinto, Esparta, Argos y Megara y otras muchas ciudades a su paso, saqueando e incendiando algunas y cobrando ominosos «impuestos» a otros, encontrando la primera línea de resistencia romana a escasos kilómetros de Constantinopla.
Alarico tuvo que retroceder ante las tropas del general romano Estilicón, pero el emperador decidió ofrecer un pago en tierras a los visigodos con la esperanza de que abandonasen su plan de atacar Roma y Alarico aceptó ser el gobernador de Iliria, en los límites entre los imperios de Oriente y Occidente. Allí pasó un tiempo bajo la vigilancia del propio Estilicón, pero poco después y ante la ausencia de su vigilante decidió embarcarse en una nueva campaña militar.
En el año 400 Alarico I vuelve a entrar con sus tropas en la Península Itálica y avanza imparable en dirección a Roma, pero dos años más tarde Estilicón logra derrotarlo en la batalla de Polenza y Alarico escapa con una pequeña parte de su ejército vadeando el río Po, siendo perseguidos y alcanzados en las proximidades de Verona. Estilicón volvió a derrotar a Alarico pero en lugar de ejecutarle le permitió escapar de Italia tras cobrarle una importante cantidad de oro. La doble derrota de los visigodos fue conmemorada con un Arco de Triunfo erigido en el año 404.
El emperador Honorio deseaba reunificar de nuevo ambos imperios, aunque ello significase luchar contra su hermano Arcadio, así que buscó la ayuda de su antiguo enemigo Alarico contando con la aprobación de Estilicón, testigo personal del ímpetu belicoso del rey visigodo. Pero mientras se hacían los preparativos para esta campaña se produjo un hecho que lo cambiaría todo, la inesperada muerte de Arcadio. Honorio ordena a Estilicón y Alarico que detengan la campaña militar, pero debe pagar a los visigodos los 1.814 kg de oro acordados por el trabajo, algo que Estilicón estima muy conveniente para evitar problemas con Alarico.
El emperador romano comete dos errores muy graves, en primer lugar ejecuta a Estilicón a las puertas de una iglesia en agosto del 408 y después decide no pagar a Alarico, creyendo que ambos estaban confabulados contra él. Esto desencadenó un hecho sin precedentes, que 30.000 soldados que habían servido bajo el mando de Estilicón se pasaran a las filas de los visigodos. Alarico comienza una tercera marcha hacia Roma pero esta vez y gracias a Honorio ya no habrá un brillante general para detenerle y en pocas semanas logra alcanzar las murallas de la ciudad.
En esta ocasión Alarico exige a los romanos 5.000 libras de oro, 30.000 de plata, 3.000 de pimienta y 4.000 piezas de seda que le son pagadas inmediatamente. Luego pone rumbo a Rávena, donde se encontraba entonces la capital administrativa de Roma y el propio Honorio, con quien negocia el pago de nuevas tierras pero vuelve a recibir el desprecio del emperador, quien prolonga innecesariamente las negociaciones y entonces decide regresar a Roma, esta vez para arrasarla.
El 24 de Agosto del año 410 los visigodos entran en Roma por la puerta Salaria (al nordeste) con órdenes de saquear todo excepto las iglesias cristianas, amén de respetar los monumentos más importantes dada su fe cristiana y su gusto por el arte. Durante seis días y seis noches duró el saqueo, acompañado de asesinatos, incendios y torturas, tras los cuales Alarico decidió continuar su marcha hacia el sur. Entre los objetos de valor que se llevó de Roma se encontraba nada menos que la mesa del rey Salomón.
Alarico planeaba llegar hasta Brindisi con intención de viajar luego hasta Sicilia, donde podrían fletar una armada suficientemente poderosa y viajar a las tierras del norte de África, de donde provenían la mayor parte de las cosechas de grano de Roma. Bajo su mando marchaban soldados de diversos orígenes, esclavos y rehenes capturados en diferentes lugares, y entre ellos se encontraba Gala Placidia, la hija de Teodosio y hermana de Arcadio y Honorio, con la que pensaba obtener ventajas a la hora de negociar en un futuro. Atravesando y arrasando ciudades como Campania, Apulia o Calabria, los visigodos finalmente llegan a Cosenza, la última ciudad que vieron los ojos de Alarico.
Primero una terrible tempestad hundió la mayor parte de la flota que le esperaba en Sicilia, y luego Alarico falleció en medio de fiebres y convulsiones en Cosenza, posiblemente víctima de la malaria, poniendo así punto y final a sus planes de llegar a África. Los visigodos entierran su cuerpo en algún lugar bajo el cauce del río Busento, río que miles de esclavos tuvieron que desviar para cavar la tumba y volver a encauzar después de enterrarle, y cuyo supuesto lugar marca el llamado Puente de Alarico. Tras la obra y para conservar el secreto del emplazamiento se ejecutó a los esclavos que la habían cavado. Los visigodos eligieron a Ataúlfo, cuñado de Alarico, como rey sucesor y emprendieron retirada de la Península Itálica, mientras las tropas de Roma se reagrupaban.
La increíble historia de: Gala Placidia
A pesar de todas las innovaciones y modernizaciones que el Imperio Romano trajo consigo, las mujeres no gozaron jamás de auténtica libertad personal. Si bien aquellas pertenecientes a la nobleza pudieron disponer de cierta libertad de movimientos (algo que no puede decirse de las plebeyas), ésta fue más simbólica que real, y siempre estuvo supeditada a las decisiones de sus padres, maridos, hermanos e hijos. Sin embargo, unas pocas tuvieron oportunidad de ejercer su influencia sobre los hombres que las rodearon y, si bien no pudieron ejercer el poder por ellas mismas, sí tuvieron en sus manos el destino de Roma. Hoy nos acordamos de una de ellas: Gala Placidia, hija, hermana, esposa y madre de emperadores, y, también, reina de los visigodos.
INFANCIA Y PRIMEROS AÑOS
Aelia Gala Placidia, pues tal era su nombre completo, vino al mundo en la eterna Roma, en el año 392 D.C. Era hija del emperador Teodosio I, uno de los grandes emperadores hispanos junto a Adriano y Trajano, y de su segunda esposa, Gala, de quien heredó el nombre. Lo cierto es que quedó huérfana muy pronto, ya que su madre falleció a resultas de un parto en 394, y un año más tarde lo hacía su padre, Teodosio. A la muerte de éste, el Imperio Romano quedó fracturado en dos partes: Oriente para Arcadio, Occidente para Honorio. Mientras sus hermanos se repartían el Imperio, Gala Placidia se fue a vivir con Estilicón, un magister militum -jefe militar, cuyo rango equivaldría hoy día al de un mariscal de campo- de origen vándalo (a través del cual pudo tomar contacto con el arrianismo, una herejía del cristianismo muy popular en aquella época), y su esposa Serena, sobrina del fallecido Teodosio; en tanto aprecio tenía la familia imperial a Estilicón y Serena que se concertó el matrimonio de Gala Placidia con el hijo de éstos, Euquerio, al mismo tiempo que su hermana María se casaba con Honorio, el Emperador de Occidente.
Sin embargo, al morir Arcadio en 408, Estilicón trató de dar un golpe de estado y deponer al hijo de éste, Teodosio II, de sólo siete años de edad, en favor de Euquerio; enterado de ello, Honorio hizo arrestar a Estilicón y Euquerio, ejecutándoles poco después, con lo que Gala Placidia no llegó a casarse con su prometido. Paradójicamente, esta acción de Honorio desencadenaría los sucesos que marcarían el futuro de Roma, de Gala Placidia, y de toda una raza: los visigodos.
EL SAQUEO DE ROMA Y LA CAPTURA DE GALA PLACIDIA
La venganza de Honorio contra Estilicón y los suyos fue sangrienta: no sólo hizo ejecutar al magister militum y a su hijo, sino que también ordenó la ejecución de los foederati, esto es, de los pueblos que prestaban tropa auxiliar al ejército romano, a los que consideraba partidarios de Estilicón. Con ellos, hizo ejecutar también a sus esposas e hijos a lo largo de toda la península italiana, lo que hizo que los supervivientes de la matanza -unos 30.000- buscaron refugio en las tierras de Alarico I, el rey de los visigodos, ante el que clamaron venganza contra el Emperador. En septiembre de 408, la inmensa mole guerrera de los visigodos atravesó los Alpes y llegó hasta la mismísima Muralla Aureliana, último bastión de las defensas de Roma. Allí comenzaría un largo asedio que duraría casi dos años y que culminaría, el 24 de agosto de 410, con el saqueo de Roma por parte de los visigodos. Entre otros muchos tesoros, los visigodos se llevarían la Mesa de Salomón (donde se suponía que el rey había escrito todo el conocimiento del universo) y el Menorah (el candelabro de siete brazos judío), que se encontraban en el Templo de la Paz.
Antes de que Roma cayese, no obstante, Gala Placidia cayó en manos de los visigodos, aunque las circunstancias de su captura nos son desconocidas. Con ellos se trasladó, en su huida de las tropas de Honorio, desde Italia hasta la Galia; para cuando llegaron allí, en 412, Alarico había fallecido en Cosenza (Calabria), probablemente víctima de la malaria. Tenía sólo 40 años, y, según la leyenda, yace enterrado junto al tesoro real romano en el lecho del río Busento, cuyo cauce fue desviado con una gigantesca presa que después fue destruida para devolver el río a su curso natural, al tiempo que se sacrificaba a los esclavos que la construyeron. A Alarico le sucedió, por elección unánime, su cuñado Ataúlfo.
MATRIMONIO CON ATAÚLFO
A pesar de que Ataúlfo era unos 20 años mayor que Gala Placidia, parece que realmente el visigodo y la romana se enamoraron y, tras una cierta mejora de las relaciones entre Ataúlfo y Honorio al derrotar el primero a los usurpadores galos Jovino y Sebastiano (cuyas cabezas envió a la corte de Honorio en Rávena), Ataúlfo y Gala Placidia se casaron en Narbona, por el rito arriano, el 1 de enero de 414. Sin embargo, Honorio no reaccionó como ellos esperaban y montó en cólera, provocando un bloqueo comercial a los puertos visigodos en la Galia y enviando tras ellos a su mejor magister militum, Constancio, antiguo pretendiente de Gala Placidia, lo que obligó a Ataúlfo a desplazar a su pueblo hacia el sur, hacia Hispania.
Los visigodos entraron en Hispania por los Pirineos, y, tras desplazar hacia el sur a los vándalos, se instalaron en Barcino, la actual Barcelona, donde establecieron la capital de su nuevo reino; así, podemos situar a Ataúlfo como el primero de los reyes visigodos españoles, cuya línea se extendería hasta la invasión musulmana de la península en 711. Allí nacería el único hijo de la pareja, un varón al que pusieron por nombre Teodosio; parecía la oportunidad perfecta para un entendimiento entre ambas culturas, el primero de una línea de nuevos gobernantes romano-visigodos. Lamentablemente, el pequeño Teodosio falleció unos pocos meses después, cortando de raíz esa posibilidad y sumiendo en la tristeza a sus padres. El cuerpo del pequeño fue depositado en un ataúd de plata y enterrado en la catedral de Barcino; años más tarde, sería exhumado y enterrado de nuevo en el mausoleo imperial de la Basílica de San Pedro, en Roma.
Casi al mismo tiempo que fallecía su hijo, Ataúlfo cometió una imprudencia que resultaría fatal: aceptó a su servicio a un tal Dubius, quien resultó ser un antiguo criado de Sarus, jefe germánico muerto a manos de los visigodos durante su guerra contra Jovino y Sebastiano. Deseoso de vengar la muerte de su señor, Dubius acabó con la vida de Ataúlfo mientras este tomaba un baño, a finales del verano de 415. La confusión del momento fue aprovechada por el hermano de Sarus, Sigerico, para hacerse con el poder y autoproclamarse rey de los visigodos. En los siete terribles días que duró su mandato, Sigerico hizo asesinar a los hijos que Ataúlfo había tenido de un matrimonio anterior, y sometió a Gala Placidia a todo tipo de crueldades y humillaciones, como hacerla caminar descalza junto a los esclavos durante más de 20 kilómetros. Los sufrimientos que Gala Placidia soportó con estoicismo fueron una de las causas que llevaron a los enemigos de Sigerico a levantarse en armas contra él, asesinándolo y reemplazándolo por Walia, el hermano de Ataúlfo.
La necesidad crónica de alimento para su pueblo llevó a Walia a negociar un tratado de paz con Roma. Y así, a cambio de 600.000 modios de trigo (un modio son unos 8’75 litros) y de que los visigodos se convirtieran en foederati, Gala Placidia fue devuelta a su mundo romano, cinco años después de su partida. Nunca volvería a tener el más mínimo contacto con los visigodos.
REGRESO A ROMA
A su regreso, el rencoroso Honorio obligó a Gala Placidia a casarse con el que había sido el gran enemigo de los visigodos, Constancio. Por una cruel ironía del destino, el matrimonio se celebró el 1 de enero de 417, justo el día en que se cumplían tres años de su matrimonio con Ataúlfo. Con Constancio tendría dos hijos: Justa Grata Honoria, nacida en 417 (y que a punto estaría de casarse con el mismísimo Atila), y Flavio Placidio Valentiniano, quien vino al mundo el 2 de julio de 419 y ascendería al trono como Valentiniano III.
Entre los nacimientos de sus dos hijos, Gala Placidia tuvo oportunidad de ejercer por primera vez su influencia. El 26 de diciembre de 418 el papa Zósimo falleció, y se formaron dos facciones entre la curia romana: unos eligieron a Eulalio, mientras que otros se decantaron por Bonifacio I. Ambos reinarían en oposición durante casi cuatro meses entre tumultos y luchas entre las dos facciones. El Prefecto de Roma, Símaco, solicitó la intervención imperial, y aquí entra en juego Gala Placidia; ésta abogó por la candidatura de Eulalio, siendo respaldada en este particular por Constancio. Entre ambos consiguieron convencer a Honorio para que confirmase a Eulalio como legítimo Papa, siendo la primera vez en la que se tiene constatación de intervención imperial en una elección papal.
Los enfrentamientos, no obstante, continuaron, y Honorio se vio forzado a convocar un sínodo en la misma Rávena, mientras se ordenaba a ambos Papas que abandonasen Roma. Dicho sínodo, que se desarrollaría entre febrero y marzo de 419, no logró llegar a una resolución satisfactoria; pero, al acercarse la Pascua, Eulalio regresó a Roma e intentó tomar por la fuerza la Basílica de San Juan de Letrán para celebrar las ceremonias pascuales. Fue detenido por las tropas imperiales y, habiendo perdido el favor de Honorio, tuvo que retirarse a Nepi, desde donde vio cómo Bonifacio I era proclamado legítimo Papa el 3 de abril de 419.
Honorio y Gala Placidia, en dos monedas de la época
El 8 de febrero de 421, Constancio alcanzó la cima de sus ambiciones: fue asociado al trono de Roma y, bajo el nombre de Constancio III, recibió el título de Augusto, título que también recibió Gala Placidia. Honorio se había divorciado de su segunda esposa, Thermantia, en 408 y nunca se volvió a casar, lo que convirtió a Gala Placidia en única Emperatriz de Occidente. Sin embargo, la gloria de Constancio no duraría mucho: el 2 de septiembre de 421, mientras preparaba una campaña contra el Imperio de Oriente para obligar a Teodosio II a reconocerle como co-emperador, Constancio III falleció súbitamente en Rávena. Había reinado durante siete meses.
EXILIO EN CONSTANTINOPLA Y CORONACIÓN DE VALENTINIANO
Gala Placidia era ahora viuda, posiblemente el estatus que mayor libertad daba a las mujeres en el Imperio Romano. Sin embargo, antes de que terminase el año, la antigua Augusta volvía a abandonar la corte, esta vez con rumbo a Constantinopla, capital del Imperio Romano de Oriente, donde gobernaba su sobrino Teodosio II.
Los motivos de la huída de Gala Placidia a Constantinopla no están del todo claros, pero todas las crónicas históricas apuntan hacia un detonante claro: un abuso, o intento de abuso sexual por parte de Honorio. El escándalo fue mayúsculo, y no todos dieron pábulo a las historias de abusos; hubo quien, como el historiador Olimpiodoro de Tebas, difundió sin tapujos que ambos hermanos mantenían una relación incestuosa. En cualquier caso, el escándalo, unido a rumores de conspiración -por cuanto los soldados visigodos eran leales a su antigua reina-, enfriaron la relación entre Honorio y Gala Placidia hasta niveles glaciales; así las cosas, Gala Placidia y sus hijos marcharon a Constantinopla para nunca más volver a ver a Honorio.
Éste fallecería el 15 de agosto de 423, víctima de la hidropesía. Al no quedar en Rávena ningún miembro de la dinastía teodosiana que pudiese ocupar el trono, se solicitó a Teodosio II que nombrara a quien debería ocupar el trono de Occidente. En el ínterin, Juan, el notario mayor de Honorio, aprovechó para usurpar el trono, recibiendo el apoyo de ciertos notables del Imperio, entre ellos el general Castino, y Flavio Aecio, patricio, dux y general del que volveremos a oír hablar en breve.
En vista de lo sucedido, Teodosio se apresuró a mover ficha: en 423, Valentiniano, el hijo de Gala Placidia, fue elevado al rango de nobilissimus; al año siguiente, fue comprometido con Licinia Eudoxia, la hija de Teodosio. Este compromiso fue atribuido por algunos historiadores “al acuerdo de las tres mujeres que gobernaban Roma”: Gala Placidia y sus dos sobrinas, Eudocia y Pulqueria (que ascendería a los altares católicos y ortodoxos como Santa Pulqueria). Ese mismo año, Valentiniano sería nombrado César como Valentiniano III, iniciando su campaña contra Juan; éste enviaría a Aecio a solicitar ayuda militar a los hunos, pero antes de que Aecio regresara, fue derrotado por las fuerzas bizantinas y decapitado en el verano de 425.
Valentiniano, de seis años de edad, fue proclamado Emperador el 23 de octubre de 425; tres días después, Aecio llegó con 60.000 hunos. Gala Placidia hizo gala de su capacidad negociadora y consiguió llegar con Aecio a un acuerdo que aseguraría la estabilidad política en el Imperio Romano de Occidente durante los siguientes treinta años. Los hunos regresaron por donde habían venido (previo pago, claro), y Aecio fue nombrado magister militum per Gallias. Gala Placidia se había ganado a pulso la regencia del Imperio.
REGENCIA
Durante su larga regencia, que se extendería 12 años, Gala Placidia tuvo que hacer frente a dos grandes problemas, que acabarían convirtiéndose en uno solo, y con nombre propio: Flavio Aecio.
Gala Placidia había solicitado consejo tanto a Aecio como a Bonifacio, otro respetado general romano. Sin embargo, Aecio, celoso del ascendente de Bonifacio, consiguió enemistarlo con la regente, acusando a ambos de querer destruirse uno al otro. Aunque Gala Placidia enseguida sospechó de las tretas de Aecio, Bonifacio se tragó el anzuelo, y terminó aliándose con los vándalos, quienes acabarían volviéndose en su contra. Y, aunque Bonifacio recuperó el favor imperial, el conflicto armado entre los dos enemigos no se hizo esperar; finalmente, Aecio y Bonifacio terminarían resolviendo sus diferencias en la misma Rávena, donde Bonifacio murió a causa de una herida de lanza propinada por el mismo Aecio. Éste, pese a su victoria, fue declarado rebelde por Gala Placidia y tuvo que exiliarse a Panonia, en compañía de sus hunos.
Sin embargo, Gala Placidia tuvo que rendirse a la evidencia de que Roma necesitaba un líder militar. Y ese líder era Aecio, quien regresó en 433 como patricio y magister militum, lo que le convirtió en el líder de facto de todo el Ejército Imperial de Occidente. Él y Gala Placidia compartirían la regencia de forma más o menos pacífica hasta 437, cuando Valentiniano III cumplió los 18 años y Gala Placidia renunció a la regencia, aunque siguió influyendo poderosamente en las decisiones de su hijo, un Emperador débil y cobarde que nunca supo administrar su Imperio.
LA IRRUPCIÓN DE ATILA Y LA MUERTE DE GALA PLACIDIA
En la primavera de 450, Honoria, la hija de Gala Placidia, cometió un error que costaría caro al Imperio: queriendo librarse de un matrimonio impuesto por su familia, envió una carta al emperador de los hunos, Atila, donde le explicaba su situación y le pedía que la rescatase; junto a la carta incluyó su anillo de compromiso que, si bien posiblemente no era una petición de matrimonio, fue tomado como tal por Atila, quien solicitó la mitad del Imperio Romano de Occidente como dote. Sólo Gala Placidia pudo evitar que Valentiniano mandara ejecutar a Honoria cuando descubrió lo sucedido pero, aunque escribió a Atila intentando aclarar el malentendido, éste hizo oídos sordos a la explicación, y decidió reclamar lo que consideraba suyo.
El 27 de noviembre de 450, Gala Placidia fallecía en Roma, con 55 años de edad. Afortunadamente para ella, no llegó a ver cómo Atila asolaba Italia al año siguiente (hasta que fue derrotado por Aecio en la batalla de los Campos Cataláunicos), ni cómo su hijo Valentiniano manchaba sus manos de sangre al asesinar a Aecio en 454. Tampoco vio cómo el propio Valentiniano sufrió la venganza de los hombres de Aecio menos de un año después, muriendo a manos de dos de sus hombres, ni cómo 25 años después, el Imperio Romano de Occidente caería definitivamente a manos del bárbaro Odoacro, finalizando así toda una forma de entender la existencia. La Edad Media había llegado, en todo su esplendor, o toda su negritud, vayan ustedes a saber.
LEGADO
Mausoleo de Gala Placidia, exterior
A Gala Placidia le debemos algunas de las más importantes iglesias de la cristiandad: desde la restauración de la Basílica de San Pablo Extramuros, y la finalización de San Juan de Letrán, ambas en Roma, a la expansión de la Iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén. Sin embargo, si por algo recordamos hoy a Gala Placidia, es por el mausoleo que lleva su nombre en Rávena. Inicialmente el oratorio de la Iglesia de la Santa Cruz, allí fue enterrado Constancio III a su muerte en 421; la propia Gala Placidia sería enterrada también, aunque al parecer sus restos se quemaron accidentalmente en 1577. Y, finalmente, Valentiniano III recibió también sepultura en el mausoleo. Así, Gala Placidia descansó en compañía de los hombres que marcaron su vida, a excepción de Ataúlfo, quien posiblemente fue su único y verdadero amor. El Mausoleo de Gala Placidia fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1996.
Mausoleo de Gala Placidia, interior
Por cierto, si pasáis por Barcelona, no dejéis de visitar la plaza que la ciudad dedica a quien fue su señora, muy significativamente situada junto a la Via Augusta, en el barrio de Sarrià-Sant Gervasi. Es pequeñita, pero bastante agradable.
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Tema ampliado:
Causas y efectos de la caída del Imperio romano
El Imperio Romano fue una parte importante de la historia humana. Mientras que prosperó durante más de 700 años, su colapso en el 476 dC se puede atar a varias causas internas y externas. Con Roma desaparecida, la transición no fue nada fácil, obligando al mundo a reinventarse durante un largo período.
El comienzo del fin
El Imperio Romano no cayó de la noche a la mañana. En primer lugar, se dividió entre el Oriente, Constantinopla y Occidente, gobernado por varios líderes diferentes. Este reinado doble era un concepto nuevo que debilitó el imperio. Las luchas internas por el liderazgo y la fuerza de gobierno en descomposición ayudó a sentar las bases para otros grupos, como los griegos y bizantinos para convertirse en poco cooperativos. Con sus cimientos debilitados, las potencias extranjeras también fueron capaces de herir a los romanos.
Bárbaros
Las amenazas militares externas fueron la principal causa de la caída de Roma, y sus efectos se extendieron por todo el imperio. Durante sus días de prosperidad y de conquista, muchos de los enemigos de Roma eran tribus dispersas que vivían en un pequeño número de aldeas. Después de que Roma fue dividida, un poderoso grupo conocido como los hunos comenzaron a trasladarse al oeste, su número era cada vez mayor con prisioneros capturados y nuevos aliados.
Gente de todas las clases sociales estaban dispuestos a cosechar los frutos de la guerra. Mantuvieron la presión sobre el Imperio romano, mientras que naciones como Rusia se convirtieron en poderosas y sofisticadas. Lo que solían ser pueblos bárbaros en Alemania pronto se convirtieron en 2.300 pueblos y ciudades amuralladas. De ellos surgieron los países de Dinamarca, Suecia y Polonia. Mientras tanto, grupos como los árabes y sarracenos de España y la India se sentaron en ira y desprecio. Una vez que su enemigo estuvo unido, el Imperio Romano estaba rodeado de una nueva competencia sin el liderazgo adecuado para resolver el problema.
Problemas económicos
La economía romana se vio afectada por la debilidad de la moneda y la inflación elevada. Con todo el dinero yendo hacia la defensa nacional, los impuestos fueron elevados para compensar. Pocas personas tuvieron la oportunidad de disfrutar de la prosperidad de Roma. El valor del dinero romano cayó en picado hasta el punto de que el trueque era preferible a tener que pagar por las mercancías. Además, muchos romanos perdieron sus empleos debido a la mano de obra esclava barata. Como resultado, el gobierno subsidió a la clase obrera. Muchos trabajadores optaron por vivir simplemente fuera de estas subvenciones, costándole al gobierno más dinero.
Sobreexpansión
Una gran razón para el colapso del Imperio Romano fue el alcance geográfico de su conquista militar. La constante expansión de Roma requería más recursos y personal para defender sus fronteras
Además, las civilizaciones conquistadas odiaban a los romanos, por lo que las rebeliones eran un problema constante. Todos estos temas requerían un gigantesco gasto militar y reclutamiento. Los recursos humanos se hicieron tan escasos que incluso a las sociedades conquistadas se les permitió unirse a las filas. A su vez, esto dio conocimiento íntimo a los bárbaros de las tácticas de batalla de los romanos.
Efectos
Independientemente de las razones, Roma tuvo un profundo impacto en el mundo. Cuando la infraestructura de Roma cayó, también cayó la calidad de vida. Lo que siguió fue la Edad Media que se puede agrupar en dos épocas distintas. El primero fue hasta 700 dC debido a la destrucción del comercio y la infraestructura. Después de un breve renacimiento, una segunda caída se produjo alrededor del año 1000 debido a las invasiones de los vikingos de Escandinavia y magiares de Hungría. En esencia, lo que la estabilidad que Roma siempre proveía se había ido, y muchas nuevas naciones tuvieron que construirse por su cuenta.
Las terrible d s consecuencias de la caída de Roma en Hispania
Roma se deshace
En realidad el Imperio romano no cayó, sino que se deshizo. Y no por completo, pues solo la mitad occidental fue pasto de los bárbaros. El Imperio romano de Oriente sobrevivió casi mil años más, aunque ahora le conozcamos como Imperio Bizantino.
La degradación interna de Roma había convertido una eficiente maquinaria militar en apenas varios cuerpos de ejército útiles y había permitido y legitimado la presencia de bárbaros no sometidos a Roma dentro de sus fronteras, acrecentado la sensación de desamparo, con una corte imperial cada vez más preocupada por si misma mientras una devastadora crisis hacía trizas el entramado social que tanto había enorgullecido a Roma
En Hispania la situación era parecida a de otras provincias del occidente: menos desarrolladas que las provincias orientales, con mucho menos oro y soldados para defenderse. Pronto quedaron desatendidas cuando el general Estilicón decidió llevarse todas las tropas de importancia de Britania, Galia e Hispania para luchar por el trono imperial. Hispania tuvo suerte: su situación, más alejada de las fronteras, evitó que el emperador otorgase tierras a los aliados germanos que cruzaban las fronteras para, en teoría, protegerlas.
La crisis económica provocó que los magistrados imperiales, cada vez más independientes, aumentasen la presión fiscal sobre la población y esta se viese forzada a huir de las ciudades hacia el campo, buscando la protección de algún aristócrata que tuviese el suficiente dinero como para garantizarle sustento y protección a cambio de su trabajo, dándose los primeros casos de feudalismo. De esta forma se terminó de degradar el espacio social, que pasó de lo estatal a lo particular y de lo urbano a lo rural.
Los Bagaudas
La principal consecuencia de estos cambios fue la gravísima inseguridad fruto de las durísimas condiciones de vida, que a su vez agravaba la crisis con sus acciones. Esta violencia tomó una forma concret
Durante el tramo final del Imperio se desarrolló en ambas vertientes de los Pirineos unas revueltas conocidas como Bagaudas. Se trataba de bandas de esclavos, campesinos y gente de baja condición social que, ante el desgobierno del Imperio y los abusos de los administradores romanos, huían de las ciudades y se organizaban en bandas de guerrilleros que desestabilizaron la zona hasta después de la llegada de los visigodos.
Para los romanos eran ladrones y delincuentes, pero muchos vieron en ellos una justa revuelta contra los que no dejaban de ser extranjeros en su tierra.
La palabra bagauda puede tener dos orígenes: en latín se traduce por “ladrón”, mientras que en celta significa “guerrero”. Curiosamente las zonas donde se dieron las bagaudas, el valle alto y medio del Ebro, eran de población celta
Cuando el poder imperial era fuerte, como en la restauración de Diocleciano, se mandaba aun ejército imperial para dispersarlas, pero cuando el poder central decaía estas volvían a surgir. Debido a su naturaleza las bagaudas eran tremendamente complicadas de erradicar, pues no formaban un ejército regular ni dependían de un estado concreto, sino que se valían de las técnicas de guerrillas para atacar puntos clave de la logística enemiga. La provincia Tarraconense fue la más afectada de todas, siendo el valle del Ebro y las cercanías del sistema ibérico donde más bagaudas se concentraron.
A pesar de operar en el campo, donde no había grandes concentraciones de tropas para hacerles frente, llegaron a saquear varias ciudades, entre ellas Zaragoza, donde acabaron matando a su obispo y sometiendo la ciudad durante varios días. Sus grandes oponentes no eran ya las tropas regulares romanas, sino los ejércitos privados que los aristócratas mantenían para defender sus intereses y propiedades.Pero las bagaudas estuvieron muy lejos de ser una revolución que buscase tan solo detener los abusos de los poderosos o de cambiar la estructura social. Tras la llegada de los suevos a Hispania (los primeros bárbaros en llegar a nuestra tierra), los líderes de las bagaudas no dudaron en aliarse con el rey suevo Requiario para saquear conjuntamente a la población, como hizo uno de ellos, un tal Basilio, en el 409. Fruto de esta alianza fue la caída de Lérida en sus manos.
Su momento de mayor extensión fue entre la caída del poder imperial en Roma y el fortalecimiento del poder visigodo en la península, que estabilizó y pacificó el país, terminando por completo con este tipo de revueltas. Sin duda fueron un mal endémico, pero con momentos de tranquilidad, sobre todo después de las grandes campañas militares de algún general romano o rey visigodo.
La traición de los romanos
Las guerras civiles habían dejado muy maltrecho al ejército romano, que pasó a ser más tropas de carácter privado que un ejército estatal y casi por completo compuesto por bárbaros. La sociedad romana había perdido el interés por la milicia, relegándolo a gente menos civilizada que ellos y, sin saberlo, quedándose a su merced.
Vándalos, suevos y alanos habían cruzado el Rin en el 406 y llevaban ya varios años saqueando la Aquitania sin poder cruzar los Pirineos, pues los pasos fronterizos que llevaban a Hispania habían sido defendidos con éxito por los llamados rústicos, un grupo de guerreros irregulares de origen vascón que actuaba como única línea de defensa frente a los germanos. Estos rústicos estaban mantenidos por algunos jóvenes nobles hispanorromanos de la familia de Teodosio: Dídimo y Veriniano. El recuerdo de los doce años de incursiones germanas en la época del emperador Galieno aún permanecía en la memoria colectiva.
Sin embargo, uno de los muchos rivales del emperador occidental Honorio, el autotitulado Constantino III, mandó a su hijo Constante para hacerse con Hispania. Constante derrotó a las tropas de los jóvenes nobles y las sustituyó por sus propios hombres, mercenarios bárbaros. Enseguida estas tropas abandonaron sus puestos y se dedicaron a saquear tierras palentinas, permitiendo que los pueblos germanos que aguardaban al norte se adentrasen en una Hispania por completo desguarnecida (fines del 409).
En lo sucesivo la península se convirtió en un caos. El terror de los años de conquista romana volvió para sumir a Hispania en el horror de las matanzas, las hambrunas y pestes, dejando a muchos pasto de la inanición y de las fieras salvajes.
No obstante, cuenta la crónica de Hidacio que en el 411, tras unos años de locura, los bárbaros se tranquilizaron y procedieron a sortearse las provincias de la diócesis Hispánica para vivir con relativa paz. Pero eso si, como dominadores.Los vándalos asdingos y los suevos se quedaron con la Gallaecia, los alanos con laLusitania y la Cartaginense, la Bética fue para los vándalos sindingios.
Los romanos rebeldes al emperador Honorio que habían permitido el paso de los invasores se quedaron con la Tarraconense. En el 418 los visigodos se habían establecido como aliados de Roma en el sur de la Galia, después de haber luchado durante dos años en su nombre contra los germanos afincados en Hispania con relativo éxito (su rey,Alarico,murió nada más llegar, en Barcelona). Desde el llamado reino de Tolosa incursionaron con regularidad en la península ibérica, penetrando poco a poco en ella, a veces en nombre del emperador y a veces a título propio. A mediados de siglo los Visigodos ya controlaban toda la Tarraconense, y tras sufrir una aplastante derrota a manos de los Francos (en el 507) esta se convirtió en el principal territorio de los visigodos, que pronto expandirían y que se acabó llamando el reino de Toledo.
Un resumen para conocer mäs sobre la debacle del Imperio.
Causas de la caída del Imperio Roman
El declive del Imperio Romano toma varias causas, pero aquellas fundamentales se detallan a continuación. No existe sin embargo un orden definido para las causas de la caída del Imperio Romano, ocurriendo muchas de ellas durante el último período del Imperio, mie
tras que otras se encontraban presentes a lo largo de sus 500 años de existencia. En este artículo puedes encontrar los hechos históricos que llevaron a la caída del Imperio Romano de Occidente.
El declive del Imperio Romano toma varias causas, pero aquellas fundamentales se detallan a continuación. No existe sin embargo un orden definido para las causas de la caída del Imperio Romano, ocurriendo muchas de ellas durante el último período del Imperio, mie
tras que otras se encontraban presentes a lo largo de sus 500 años de existencia. En este artículo puedes encontrar los hechos históricos que llevaron a la caída del Imperio Romano de Occidente.
Causas de la caída del Imperio Romano
Las causas de la caída del Imperio Romano se detallan a continuación en la siguiente lista:
Antagonismo entre el Senado y el Emperador
Una de las principales causas que explican la caída del Imperio Romano, consistió en el antagonismo sostenido entre el Senado y los Emperadores. El Emperador romano poseía el poder legal para gobernar sobre los asuntos religiosos, civiles y militares del estado, con el Senado actuando como cuerpo consejero. El Emperador tenía el poder sobre la vida y la muerte, eran poderosos, caprichosos y acaudalados, lo que trajo como consecuencia que se volvieran corruptos, y muchos de ellos se abandonaran a un estilo de vida perverso, inmoral y engañoso. En no pocas ocasiones, los Emperadores sufrieron el antagonismo del Senado, pues ocurría que los senadores no simpatizaban con el Emperador, o este se oponía a los criterios del Senado.
Pérdida de la moral
Otra de las causas fundamentales que dieron al traste con el Imperio Romano, residía en la pérdida de la moral. Este deterioro, especialmente en la clase alta, la nobleza y los Emperadores, trajo un impacto devastador en el pueblo romano. Ejemplo de ello, encontramos en la inmoralidad y la promiscuidad de los actos sexuales, incluyendo el adulterio y las orgías. Algunos Emperadores como Tiberio, mantenían grupos de jóvenes muchachos para sus placeres, Nerón disfrutaba del incesto, e incluso poseía un esclavo castrado para tomarlo como esposa, Heliogábalo forzó a una virgen vestal para contraer matrimonio y Cómodo, famoso por su harén de concubinas, enfurecía a la multitud romana sentándose en el teatro o en los juegos, vestido con prendas de mujer.
Decadencia de Roma
Esta pérdida de la moral, también afectó a la clase baja y los esclavos. Las fiestas religiosas, conocidas como Saturnalia o los Bacanales, consistían en la realización de sacrificios, canciones obscenas, actos lascivos y un derroche de promiscuidad sexual donde muchas veces, estos actos bestiales y otros sucesos obscenos tomaban también lugar en la arena del Coliseo como mera forma de entretenimiento. Los burdeles y la prostitución forzada florecieron, al igual que el consumo masivo de alcohol, y los juegos de azar en los combates de gladiadores, donde no faltaba la crueldad sádica hacia el hombre y las bestias de la arena.
Corrupción política y de la Guardia Pretoriana
El poder de la Guardia Pretoriana, la élite de soldados que componían la escolta personal del Emperador, también cayó en un abismo de corrupción política, a tal punto, que su potestad les permitía a este grupo masivo de soldados, decidir cuándo un Emperador debía ser depuesto y cuándo debían nombrar uno nuevo. La historia de Sejano, comandante de la Guardia Pretoriana durante el reinado de Tiberio, ilustra el poderío de los pretorianos. En cierto punto, la Guardia Pretoriana llegó a subastar el trono del Imperio al mejor postor.
Rápida expansión del Imperio
El rápido crecimiento de las tierras conquistadas por el Imperio condujo a una necesidad de defender las fronteras y los nuevos territorios de Roma. Los pueblos conquistados, al que muchos romanos se referían como los bárbaros, mostraban un marcado odio hacia sus conquistadores. Los impuestos establecidos a estos pueblos eran tan altos y abusivos, que las rebeliones se volvieron un suceso frecuente.
Guerras constantes y alto gasto militar
Las frecuentes sagas bélicas llevadas a cabo por el Imperio, requerían de un presupuesto militar excesivamente grande. El ejército romano se volvió cada vez más numeroso, y la demanda de soldados era imparable. Los bárbaros, una vez conquistados, eran autorizados a unirse al Imperio Romano en calidad de mercenarios extranjeros.
Economía decadente y alta inflación
El Gobierno Romano se encontraba constantemente amenazado por la bancarrota, en parte debido al alto costo que demandaba el Imperio, y en parte también a su economía estancada, los elevados impuestos y una inflación que condujo al final inevitable del Imperio Romano. La mayoría de los habitantes de Roma apenas pudieron disfrutar de la increíble prosperidad de esta nación. Por ejemplo, la cantidad de oro enviada al oriente en pago por bienes de lujo, llevó a una escasez de este mineral para producir las monedas romanas. Como resultado, la moneda romana se devaluó tanto, que el sistema de trueque hubo de ser implantado en una de las mayores civilizaciones conocidas por el mundo.
Desempleo de la clase trabajadora
La mano de obra esclava y barata fue otra de las grandes causas que provocaron la caída del Imperio Romano. Los plebeyos de Roma, al no poder competir contra los esclavos, quedaron desempleados y pasaron a depender de las dádivas del Estado. Además de lo anterior, los romanos pusieron en práctica una política de comercio sin restricciones que empeoró aún más la situación de los plebeyos, pues se vieron imposibilitados de competir con el comercio extranjero.
Caida del Imperio Romano de Occidente
Ante ello, el Gobierno se vio obligado a subsidiar la clase trabajadora de Roma para equilibrar las diferencias de los precios. El resultado final, fue que muchos de los plebeyos decidieron vivir de los subsidios del estado, sacrificando su nivel de vida por la facilidad de una vida ociosa. La evidente diferencia entre los romanos ricos y pobres aumentó aún más.
La chusma y el costo de los juegos de gladiadores
Si los miles de ciudadanos romanos desempleados se hartaron de sus vidas, esto llevó a numerosos disturbios civiles y motines callejeros. El populacho necesitaba encontrar un modo de entretenerse, y los espectaculares juegos de gladiadores comenzaron a llenar el vacío de sus vidas. El costo de estos juegos corría a cargo de los Emperadores, y por ende del Estado, por lo que muchos corruptos políticos patrocinaron los juegos para ganarse el favor y el apoyo del pueblo. El costo de los juegos de gladiadores, eventualmente llegó a representar un tercio de los ingresos totales del Imperio Romano.
La esclavitud
El número de esclavos se incrementó dramáticamente durante las dos primeras centurias del Imperio Romano. La dependencia del pueblo romano a los esclavos fue tal, que no solo disminuyó la moral, los valores y la ética, sino que propició el estancamiento de cualquier nueva tecnología que pudiera producir bienes de manera más eficiente. Los romanos dependían de la mano de obra esclava para casi todas sus necesidades, y esta dependencia inhibió cualquier cambio o crecimiento tecnológico.
Por otra parte, el trato despiadado a los esclavos condujo a numerosas rebeliones y Guerras Serviles, siendo la más reconocida de ellas, la encabezada por el famoso gladiador Espartaco. En los últimos siglos del Imperio, y con el advenimiento del cristianismo, la actitud hacia el esclavo cambió. Con la manumisión (acto de liberar a los esclavos), el número de la servidumbre disminuyó considerablemente, junto a la dependencia de Roma por esta fuerza de trabajo.
Desastres naturales
Durante el período del Imperio Romano, no solo existieron guerras externas, enfrentamientos civiles, peleas callejeras, incendios y rebeliones, sino también desastres naturales como las plagas, la hambruna y los terremotos. Como en todos los períodos y sociedades, las personas buscaban a quien culpar, incluyendo algunas religiones.
Cristianismo
La vida parecía desesperanzadora para los millones de personas regidas bajo Roma, y la idea de una muerte temprana era algo inevitable. El cristianismo en cambio, promovía la creencia de la vida después de la muerte, lo que dio un nuevo aliento de esperanza y coraje al desesperado pueblo romano. Con el paso del tiempo, el Emperador Romano Constantino el Grande, se proclamó devoto de la fe cristiana y emitió un edicto en favor de los cristianos otorgándole su protección. Poco a poco, el Imperio Romano pasaría de una actitud antagonista a un estilo de vida pacífico.
Caida del Imperio Romano
Invasión bárbara
Durante su reinado, Roma acumuló el odio de sus enemigos más cercanos. Dentro de ese rango, los ejércitos bárbaros se encontraban compuestos por tribus como los visigodos, los hunos y los vándalos. El golpe final que llevó a la caída del Imperio Romano, fue infligido por estas tribus bárbaras. La ciudad de Roma fue saqueada por los visigodos en el 410 d. C., y por los vándalos en el 455 d. C., evidenciando la desintegración de la autoridad romana y su inevitable declive.
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La Caída del Imperio romano puso fin a la Edad Antigua, dando paso a otra época: La Edad Media. Este nuevo periodo duró la friolera de 1.000 años. En los sucesivos capítulos hasta completar esta serie titulada La enigmätica Edad Media, iré desgranando con rigor y a veces con fantasía, la gran cantidad de acontecimientos, que se produjeron, en tan dilatado espacio de tiempo.Para meternos en materia añado ahora, un anticipo: un resumen (por cierto muy bién escrito), sobre esta fantástica Época Medieval.
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La Edad Media
Inicio, características, etapas y final del medievo.
Si pensamos en la época que más nos atrae seguramente la Edad Media, esté entre ellas. Una época llena de intrigas y transformaciones que trajeron el cambio que supuso en una sociedad pasar del dominio de los Romanos a la época Renacentista. Eso es la Edad Media, el periodo más largo de la historia, que supuso la base de lo que hoy somos, de nuestras creencias y en gran parte, de nuestra forma de pensar. Un periodo en el que pasamos de una tierra plana, llena de grandes monstruos marinos, a conocer que la tierra era redonda y los monstruos o las cataratas al infinito, simplemente no existían. Nos hemos propuesto aprender más de La Edad Media – Inicio, características, etapas y final del Medievo.
Qué es la Edad Media
Cuando hablamos de Edad Media, hablamos de un período histórico que abarca desde el siglo V hasta el siglo XV. Diez siglos de historia que comienza con la caída del Imperio Romano de Occidente, en el año 476 d.C. y que se da por finalizado a finales del siglo XV, en 1492, con el descubrimiento del Continente Americano.
Otros historiadores los finalizan en el año 1453, haciéndolo coincidir con la Caída del Imperio Bizantino, una fecha muy fácil de recordar ya que coincide con uno de los inventos que revolucionarían el mundo entero. Este invento se trata de la invención de la Imprenta, la cual, sin meternos en otros temas, también coincide con el fin de la Guerra de los Cien Años.
El Feudalismo en la Edad Media: características y antecedentes
Cuando hablamos de Edad Media, nos debemos referir única y exclusivamente a todos los hechos y sucesos acaecidos en Europa. El motivo es muy sencillo, puesto que las características que llevan a llamar a un período de 1000 años con tal nombre, responde a unas características que sólo se dieron en Europa. La separación entre el Imperio de Oriente y de Occidente en época romana, significó también una separación de culturas y un hermetismo de cada emperador hacia su imperio.
Además, pronto el Islam terminó de separar a las distintas creencias, como los persas, los otomanos, etc. Las invasiones extranjeras, y concretamente del norte, que sufrió la Europa Occidental, hicieron que fueran mucho más reservados con sus fronteras. Por otro lado, en oriente, el proceso fue totalmente distinto, porque ellos nunca vivieron la Edad Media como nosotros la vivimos o entendemo
Japón sufrió también una política basada en el feudalismo, como ocurrió en Europa, pero se produjo aproximadamente en el año 1.000 hasta el 1.800. Por lo tanto tampoco es equiparable en un espacio temporal.
La India llevaba un proceso totalmente distinto, pues estaba basado en sus tradiciones y religiones, y eran ajenos a los problemas que se vivían en cualquier otra parte del mundo. Su dedicación al comercio, el cual era la base de su economía, provocaba problemas muy diferentes de los que se vivían en Europa.
La Iglesia en la Edad Media: influencia y poder
La Edad Media fue un período de la historia europea que dejó profundas huellas en el continente. Marcada por importantes acontecimientos históricos, en los cuales tanto el inicio como el final de este período estuvo marcado por grandes cambios culturales, políticos, religiosos, sociales y económicos, convirtiéndose en uno de los períodos más fascinantes de la historia.
Historia de la Edad Media
El paso de la edad antigua a la conocida como edad media, no fue algo inmediato sino que se desarrolló de modo gradual ya que hubo una transición en diversos ámbitos:
Economía: se sustituye el modelo de producción esclavista por un modelo de producción feudal.
Sociedad: desaparece la ciudadanía romana y la definición de los estamentos medievales.
Política: asistimos aquí a la descomposición de las estructuras centralizadas romanas y a la dispersión del poder entre los pueblos bárbaros.
Ideología y cultura: tiene lugar la sustitución de la cultura clásica por el teocentrismo cristiano o musulmán.
Qué períodos abarca la Edad Media
La Edad Media suele ser situada por los historiadores entre dos sucesos de suma importancia. El primero, que marca su inicio, se le atribuye a la caída del Imperio Romano de Occidente (476), dándole fin al período de la Edad Antigua o Clásica.
Por otro lado, el hecho que marca el fin de la Edad Media es la caída del Imperio Romano de Oriente en 1453. Pero las transformaciones que estaban ocurriendo en aquel momento (siglo XV y XVI), eran muchas y muy profundas. Entre ellas:
El Renacimiento,
El descubrimiento de América,
La incorporación de la Imprenta,
La Reforma Protestante de Lutero.
Resumiendo, según la periodización tradicional, la Edad Media va del año 476 (fin de la Edad Antigua) hasta el año 1453 (comienzo de la Edad Moderna). Desde una perspectiva un poco más abierta, se considera que la etapa Medieval abarca aproximadamente los años 500 a 1500 d.C.
Etapas de la Edad Media
La Edad Media se divide en tres etapas: la Temprana Edad Media, Alta Edad Media y la Baja Edad Media. Veamos en qué consisten básicamente cada una de ellas.
La temprana Edad Media
Comienza a fines del siglo V y llega hasta fin del siglo VIII. Se caracterizó por la fusión de las culturas germánicas y la latina (heredera del Imperio Romano ya desaparecido). Desde el punto de vista político se produce la desintegración del Imperio Romano de Occidente, y la formación de los llamados Reinos Romano Germánicos. En este período se desarrolló también el Imperio Carolingio. En la economía se pasa de una producción esclavista, característica de Roma, al Sistema Feudal que será característico de la siguiente etapa.
Alta Edad Media
Abarca los siglos IX a XI. Se trata del momento de auge del feudalismo o modo de producción feudal, con una producción basada en una mano de obra servil y centrada en los Señoríos. Políticamente es un momento de descentralización del poder, en el que los Reyes tienen muy poco poder efectivo.
Baja Edad Media
Comienza a inicios del siglo XII y llega hasta mediados del siglo XV. Es un momento de reapertura, donde lentamente vuelven a ganar importancias las ciudades y las actividades comerciales, surgiendo un nuevo grupo social: la burguesía. Es el momento en que empiezan a desarrollarse las primeras transformaciones que luego llevarán en la edad Moderna al surgimiento del sistema capitalista.
La cultura en la Edad Media
Tradicionalmente, se ha considerado que la Edad Media fue una época culturalmente oscura que se desarrolló entre la civilización romana y la época del Renacimiento. Sin embargo, pese a este mito de ser una época bárbara, violenta y donde la cultura era algo eminentemente residual, la Edad Media fue un momento en el que se realizaron grandes avances en el ámbito de la cultura, que han quedado ensombrecidos por los grandes éxitos cosechados por los períodos entre los cuales se ubica.
La copia era la forma de sacar duplicados de las obras
Dada la extensión de la Edad Media y la división geográfica que se experimentó durante la misma, los cambios culturales que se experimentaron durante esta época fueron muy numerosos. Desde el nacimiento de la cultura carolingia hasta el florecimiento de la cultura islámica, muy notable por sus avances en el ámbito de la medicina, las matemáticas y el arte, pasando por las grandes obras asociadas a la escolástica y al renacimiento de las ciudades durante los últimos siglos de la Edad Media, los cambios culturales que se llevaron a cabo fueron muy diferentes según la época y la zona. Pero existen algunos avances en particular que se vinculan especialmente con esta época histórica, entre los que destacan los siguientes.
El Arte
En el ámbito del arte, la edad Media verá el nacimiento del arte islámico, con sus grandes construcciones cubiertos por atauriques, lacerías, una cuidada y colorida decoración y grandes avances arquitectónicos como sus cuidados arcos, sus grandes cúpulas y su destacada atención por todo lo relacionado con los jardines, como podemos ver todavía en los monumentos que perviven de esta época, como la preciosa Alhambra de Granada.
En el ámbito de la Europa cristiana, destacan dos estilos artísticos, el románico y el gótico, aunque también se apreciaron otros estilos menos conocidos como el prerrománico, el bizantino o el carolingio, por citar solo algunos. Pero son el románico y el gótico los que se consideran los estilos predominantes de la Edad Media.
El románico se extendió por Europa durante los siglos XI y XIII y se vincula especialmente con el auge de los monasterios durante esta época, caracterizándose por ser grandes construcciones de piedra, con grandes bóvedas, arcos de medio punto y grandes portadas esculpidas, por citar solo algunas características.
Por su parte, el estilo gótico, que se extendió entre los siglos XIII y XV, es un arte eminentemente urbano vinculado a la construcción de magníficas catedrales de grandes vidrieras, altos muros y pilares y enormes naves y girolas que querían presentar la magnificencia del poder de Dios que se extendía hacia el cielo. Es un estilo que dará ya paso al renacentista, donde el hombre se convertirá en el centro del universo y la cultura.
La Filosofía
Respecto a la filosofía, durante la edad Media será una ciencia íntimamente relacionada con la religión, hasta el punto que difícilmente se puede separar del ámbito de la teología.
Entre los temas más tratados en el ámbito de la filosofía se encontraban la relación entre la fe y la razón, la libertad del hombre frente al plan divino, la naturaleza y, a interpretar desde este nuevo prisma religioso, las enseñanzas de grandes filósofos precristianos como Platón y Aristóteles.
Entre los filósofos más destacados de este periodo se encuentran San Agustín de Hipona, Ramón Llul, Guillermo de Ockham y, sobre todo, Santo Tomás de Aquino, cuyos escritos sobre la relación entre la fe y la razón siguieron activas durante los siglos posteriores.
Por último, las obras literarias son enormemente extensas y, durante esta época, se trataron una enorme cantidad de temas diferentes. Generalmente, se suele dividir en dos bloques, la literatura religiosa y la profana, aunque ésta continúa siendo una división muy simplista.
En una sociedad donde la religión era un aspecto vital de la existencia humana, las obras literarias tuvieron un gran protagonismo, destacando las obras hagiográficas, los poemas religiosos como los famosos poemas dedicados a la Virgen María por Gonzalo de Berceo, considerados como uno de los primeros testimonios conservados del uso escrito del castellano o compilaciones narrativas como la popular Leyenda Dorada.
Pero también hubo una gran cantidad de textos vinculados a temas profanos, como los famosos poemas épicos o cantares de gesta, que cantaban las aventuras de héroes como el Cid, el rey Arturo o Beowulf, los poemas vinculados al amor cortés y obras narrativas más extensas con un importante contexto sociológico y filosófico como son la famosa Ciudad de las Damas, de Christine de Pizán, los célebres Cuentos de Canterbury, de Chaucer o, ya en los albores del Renacimiento, la Divina Comedia, de Dante o El Decamerón de Boccaccio.
La Edad Media en la Península Ibérica
En España también se vivió, obviamente, la Edad Media. Pero nosotros la vivimos con unos matices distintos al del resto de Europa. Con la decadencia del Imperio Romano en Hispania, alrededor del siglo III, las revueltas y los conflictos sociales, comenzaron a sucederse las rebeliones campesinas, las cuales dieron lugar a diversos actos de bandolerismo porque, ante la falta de alimento, la población robaba.
Los Visigodos en la Alta Edad Media
La vida en las ciudades fueron deteriorándose, con una falta casi total de administración, las ciudades ya no dan de comer y la población vuelve al mundo rural, en busca de oportunidades para vivir. Las ciudades que antes gozaban de todo tipo de lujos, empiezan a dejar de ofrecer estos servicios, la ciudad comienza a deteriorarse.
Ante la debilidad del imperio y la dificultad de mantener sus fronteras seguras, las invasiones bárbaras comienzan a ocupar el gran territorio del Imperio. Por otro lado la cristianización en Hispania se había iniciado muy tempranamente en algunas zonas, de modo que, a partir del siglo IV, el cristianismo sería la religión generalizada.
Pero a mediados del siglo V, Roma no pudo contener más invasiones del norte y poco a poco tribus como los suevos, vándalos y alanos, cruzaron su frontera natural, el Rin, y se dirigieron hacia las Galias, donde Máximo, líder militar romano, pactó con estos pueblos incorporándolos a su ejército. Así fue como llegaron a cruzar los Pirineos. Pronto estos nuevos soldados dejaron de percibir sus salarios y decidieron cobrárselos a través de actos de pillaje.
De todos los pueblos germánicos, fueron los visigodos los que finalmente se instalaron en la Península Ibérica. Los suevos, que había entrado de la mano de Máximo, fueron los únicos que resistieron las ofensivas visigodas, retirándose a la zona más noroccidental donde formaría el reino suevo de Braga. Mientras que los vándalos consiguieron cruzar el estrecho y así cruzar para seguir sus incursiones en África. Los visigodos llegaron y se quedaron, fundando el Reino Visigodo de Tolosa.
Tras sufrir la derrota de Vouillé, ante los francos, los visigodos se ven obligados a replegarse hacia el sur, primero en Toledo y zonas aledañas. Eran la tribu dominante en la Península Ibérica. Sólo quedaban el reino Suevo de Braga, que se mantenía independiente, y una tribus locales que se localizaban en la cornisa cantábrica, como eran los astures, cántabros y vascones. Las zonas tanto Bética como Lusitania todavía se mantenía bajo dominio de la nobleza o aristocracia hispano-romana
La zona que abarca desde Cádiz hasta Alicante, además de Baleares y la parte norte de África, estaban bajo el dominio del Imperio Bizantino de Justiniano.
La capital se fijó hacia el año 567 en Toledo, concretamente en el reino visigodo de Toledo, como pasó a llamarse. Introdujo cambios según fueron fortaleciéndose en su reino. Reformas monetarias y distintas campañas militares contra suevos y bizantinos fueron las que marcaron reinados como el de Leovigildo. Recaredo fue el siguiente rey visigodo y el primero en convertirse al catolicismo y, con él, se convirtió todo el reino visigodo.
Así se fueron sucediendo entre disputas, riñas e intrigas, los reyes visigodos. Suintila expulsa a los bizantinos en el año 620, y Recesvinto emprende reformas legislativas en el 650
Aparecen figura de gran influencia cultural como Ildefonso de Toledo o Braulio de Zaragoza. Los monasterios empezaron a florecer por toda la Península Ibérica, desarrollando una liturgia hispana distinta totalmente a la Romana
Pronto todo este panorama cambiaría, con la aparición de tribus procedentes de África y que llegarían Al Andalus para quedarse durante muchos siglos.
Curiosidades de la Edad Media
Sin duda, algo de lo que hablar. Cierto es que la cultura y la filosofía, el arte y la música, marcaron un antes y un después en le Edad Media y que siempre fueron admiradas las obras que surgieron de esa época y que, actualmente, se comparte con los amantes del arte y el regodeo del pasado. Pero la Edad Media tenía sus curiosidades.
HIGIENE
El suelo, al no estar pavimentado ni asfaltado, era el objetivo de pies que iban descalzos. Los baldes se tiraban por la ventana (los cubos llenos de excrementos), esperando que todo acabase filtrándose, mientras, era pisoteado por pies desnudos. Sí, caminaban sobre excrementos
La ropa que llevaban era siempre la misma y lo de lavarla no existía. O acababa rompiéndose o se hacían otras prendas, pero eso de lavar la ropa, no era costumbre. El baño era otra cosa, especialmente para las damas de la alta nobleza, que se bañaban, por ser de la alta nobleza, dos veces al año. Pero entre campesinos no había costumbre tampoco de bañarse. En algunas ciudades, como Londres, el olor era bastante fuerte.
Lavarse las manos no era muy común tampoco y, aunque hubiese cubiertos, sólo se habían inventado el cuchillo y la cuchara, que se utilizaban en momentos puntuales. Así que todos los alimentos eran manoseados y se llevaban a la boca dando entrada a infecciones e intoxicaciones, que se producían de manera masiva en los banquetes que se celebraban en la Edad Media.
JUICIOS
No había leyes por así decirlo lógicas. Se decía que la ley o funcionaba muy bien o funcionaba muy mal. Y como en la Edad Media se juzgaban, pues se juzgaban hasta a los animales, hasta el punto de que se les acusaba de robo y de asesinato. Puede que no terminara de ser lógico, porque la pobre criatura tendría que cargar con una culpa y sufrir las consecuencias por no saber hablar, pero hacían las cosas así.
DEPORTE
Sí, había deportes. En este caso se habla del rugby como deporte que hoy en día conocemos, pero de una manera medieval, por supuesto. El balón se hacía con la vejiga de un cerdo y tenían que competir para poseer el balón. Pero a diferencia que el deporte actual, ellos simplemente se paraban y comenzaban a pelearse. Al parecer, competían sin pensar en las consecuencias, con graves heridas y posibles muertes. Debido a los problemas sociales que había en la época, el deporte se descontroló y tuvo que prohibirse durante mucho tiempo.
La tauromaquia también fue uno de los deportes más disfrutados durante la edad media, en gran parte como herencia de la dominación romana y de sus espectáculos en los anfiteatros y circos, donde las luchas entre hombres y bestias eran las preferidas de la sociedad del momento. En la Edad Media siguió siendo una parte importante y considerado como deporte en gran parte de la costa mediterránea.
Pero el deporte rey, que sólo las altas clases sociales disfrutaban, eran las luchas de justas y torneos. Unos torneos en los que se trataba de insertar unas anillas en una lanza mientras se cabalgaba a todo galope, pasar por sinuosos recorridos donde tarugos de madera empujaban al participante inevitablemente a la caída. Recreaciones hemos visto muchas en las películas, pero en algunos lugares de nuestra geografía se siguen celebrando, por ejemplo, en Menorca.
Sin duda, en la Edad Media, ocurrieron cosas maravillosas que se quieren mostrar a todo el mundo, pero también curiosidades de las que nadie sospechaba, que llegan a sorprender a más de uno. Seguro, que se irán descubriendo muchas más curiosidades.
Personajes destacados de la Edad Media
Dos de los personajes principales durante la Edad Media fueron San Luis de Francia (Luis IX), Carlomagno y Cristobal Colón, entre muchos otros. Luis IX caracterizó a la perfección el período: una profunda devoción y fe, condimentada con el espíritu guerrero de la nobleza.
Personajes de la Edad Media según las clases sociales
Carlomagno fue quien impulsó un gran avance cultural y legislativo, unificando y completando las leyes de los pueblos que se encontraban bajo su mando. También fue durante su mandato un período de prosperidad arquitectónica, siendo numerosas las obras de gran valor que fueron construidas en aquella época.
En cuanto a Cristobal Colón, fue el personaje más destacado dentro de una era de exploraciones que llevaron al descubrimiento de América, expandiendo las raíces europeas en el nuevo continente y marcando el fin de la Edad Media.
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