En este nuevo capítulo de la Enigmática Edad Media, voy ha abordar el polémico tema de La Reconquista. Odiada o admirada, según el prisma ideológico con que se estudie..
Este ´árduo trabajo lo início con esta controversia, con el fin de poner algo de luz, sobre este problema, que se generó a partir del siglo XIX.
Que fue la Reconquista, cuales fueron los núcleos iniciales, como surgió el Reino de Asturias, el Reino de León. Como se produjo La unión de León con Castilla. quien fue el Cíd Campeador. Como surgió el Camino de Santiago, principal artéria dinamizadora de los Reinos cristianos medievales. Historia, leyendas, mistérios, milagros, esoterismo, espiritualidad.
Todo esto y mucho mas, lo irémos viendo y analizando en este extenso capítulo que os presento. Sin mas dilación vamos ha comenzar.
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Controversia con el significado del término Reconquista.
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Una controversia recurrente enfrenta a historiadores tradicionalistas que han usado la Reconquista como «un tópico retóricamente exaltado» contra historiadores marxistas que lo han empleado como «concepto que había que extirpar y combatir»
«La España visigoda era el reino más potente de Europa, pero a la llegada árabe vivía una crisis»
«.
El término Reconquista es objeto de una encendida controversia entre historiadores y políticos de distintas ideología en los últimos años. Algunos directamente abogan por borrarlo del diccionario. Si a partir del siglo XIX se empezó a usar entre historiadores sin el mayor problema, hoy recurrir a él significa implicarse en una u otra ideología..
En su obra «Recuperación y expansión de los reinos cristianos», Manuel González Jiménez, catedrático de la Universidad de Sevilla, divide las dos posiciones ideológicas entre los historiadores tradicionalistas que han usado la Reconquista en «un tópico retóricamente exaltado» y los historiadores marxistas, que lo han empleado en un «concepto que había que extirpar y combatir».
El principal argumento del grupo ideológico contrario al término es que la palabra en sí, Reconquista, nunca fue utilizada en las crónicas medievales de los reinos hispánicos. El término fue introducido ya en el siglo XIX por un autor extranjero. No obstante, se usaban en los textos mediavales conceptos similares como restauración política de la monarquía y, desde luego, la idea de recuperación territorial, de lucha contra los musulmanes de Al-Andalus, está muy presente en las crónicas. «Incluso había llegado a estar presente en las actas de fundación de iglesias o en las donaciones hechas por los particulares o por la monarquía a la institución eclesiástica», apunta Martín Federico Ríos Saloma en su libro «La Reconquista: una construcción historiográfica».
En este sentido, el profesor Derek Lomax, autor de «The Reconquest of Spain» (1978), defendió en el libro mencionado que el marco conceptual de la Reconquista no es para nada artificial:
«...la Reconquista fue una ideología inventada por los hispano-cristianos poco después del 711, y su realización efectiva hizo que se mantuviera desde entonces como una tradición historiográfica, convirtiéndose tam,bién objeto de nostalgia y en un cliché retórico de los publicistas tanto tradicionales como marxistas».
El problema, según apunta el famoso historiador, no es el nombre o la existencia de ese proceso histórico, sino el uso político que cada bando ha dado al episodio, reduciendo, a conveniencia, la complejidad de un hecho con múltiples facetas. La historiografía de corte romántico-tradicionalista redujo esos ocho siglos del período medieval peninsular a una cuestión militar, a pesar de que no todo fue una confrontación entre cristianos y musulmanes, sino que se produjeron fases de intercambio cultural y social que todavía están presentes en lo que hoy es España.
Tradicionalistas contra marxistas.
Esa historiografía decimonónica reclamó la ascendencia de un grupo cultural determinado, los cristianos de los reinos del norte, sobre el resto de grupos del país para así presentar a España como una nación forjado como oposición a los musulmanes. Por descontado, las simplificaciones nunca son buenas. Así describe el proceso desde un punto de vista tradicional el historiador Antonio de la Torre:
«Suele entenderse por Reconquista la recuperación del territorio nacional contra los invasores musulmanes. La musulmana es una invasión distinta de las anteriores, Roma y los germanos. Unos y otros se funden con los hispanos, bien imponiendo su cultura, como Roma, bien aceptando la del país, como los germanos. Los musulmanes no lograron fundirse con los españoles; conviven, se influyen mutuamente, pero el resultado final ha sido la eliminación del invasor. Esta larga contienda, iniciada en 711 y terminada en 1492, es la llamada Reconquista».
«Actualmente, muchos consideran espúreo el término reconquista para describir la realidad histórica de aquellos siglos, y prefieren hablar simplemente de conquista y sustitución de una sociedad y una cultura, la andalusí, por otra, la cristiano-occidental; pero aunque esto fue así, también lo es que el concepto de Reconquista nació en los siglos medievales y pertenece a su realidad en cuanto que sirvió para justificar ideológicamente muchos aspectos de aquel proceso».
Los monjes buscaban llevar a la práctica una de las máximas aspiraciones del cristianismo desde sus orígenes: «Orar sin cesar», como había establecido san Pablo. Dada la dificultad de un rezo ininterrumpido, los monjes siguieron la práctica –ya establecida entre las comunidades cristianas primitivas– de concentrar las plegarias en momentos concretos de la jornada.
Para ello siguieron una división horaria heredada de la Antigüedad, según la cual el día se dividía en 24 horas iguales, agrupadas a su vez en dos mitades, las horas del día y de la noche. Las horas del día se contaban desde la salida a la puesta del sol, yendo así desde la primera (el amanecer) a la duodécima (el crepúsculo), con la hora sexta justo en mediodía. Los antiguos, además, subdividían la jornada en tramos de tres horas. Así se desarrolló la costumbre de rezar cada tres horas: en la hora prima, la tercia, la sexta, la nona y la de vísperas (el crepúsculo). En el siglo VI, san Benito de Nursia convirtió esas horas en «horas canónicas» y las estableció tal y como las conocemos en su Regla.
Las ocho horas canónicas que se rezaban en los monasterios se concebían como una progresión de la oscuridad hacia la luz, en una clara metáfora de la salvación a través de la gracia divina. El ciclo se iniciaba con las vísperas (a la puesta del sol), seguían las completas y los maitines (durante la noche), las laudes (por lo común rezada al amanecer) y luego se reanudaba el ciclo con las horas diurnas, ya mencionadas.
EMPIEZA LA JORNADA.
Gracias a diversas fuentes, entre ellas las llamadas consuetudines o costumarios, que detallan las obligaciones diarias de quienes ingresaban en un determinado monasterio, es posible conocer cómo se desarrollaba la jornada en los monasterios benedictinos entre los siglos XI y XIII. Los monjes dormían en un dormitorio común, con camastros corridos.
Entre las dos y las tres de la madrugada, dependiendo de la estación, un monje –que se había quedado despierto o que disponía de un reloj mecánico que funcionaba a modo de despertador– hacía sonar la campana que convocaba a sus compañeros al primer oficio de la jornada. De inmediato todos se dirigían al coro de la iglesia para celebrar los maitines, los oficios más complejos y extensos.
La asistencia a los oficios era ineludible, empezando por el que se celebraba a la hora más intempestiva, los maitines. Muchos monjes tenían miedo de quedarse dormidos. En el siglo XI, el monje Raúl Glaber contaba que una madrugada lo visitó el diablo y lo tentó aconsejándole que se quedara en la cama. «¿Por qué saltas tan rápido de la cama en cuanto has escuchado la señal? Podrías entregarte todavía un poco a la dulzura del descanso, al menos hasta la tercera señal».
Otro problema era el de mantenerse despierto durante el oficio de maitines o el que seguía, el de laudes. Según las costumbres de Cluny, durante la celebración un monje deambulaba por el coro con una lámpara para asegurarse de que todos estaban despiertos, y si veía a alguno adormilado se acercaba y movía la vela delante de su cara para despertarlo. En algunos períodos del año, tras rezar las laudes los monjes volvían al dormitorio a descansar hasta que las campanas los despertaban al amanecer. Con todo, la tendencia en los monasterios fue a espaciar los oficios nocturnos para no interrumpir demasiado el necesario sueño.
Nada más levantarse al alba, los monjes realizaban el servicio de prima. Los oficios diurnos eran más breves que el resto e incluso no había obligación de asistir al coro, pues se podían realizar individualmente, interrumpiendo el trabajo que en ese momento se estuviera haciendo. Entre prima y tercia había un período que los monjes aprovechaban para ponerse el calzado diario, lavarse las manos y la cara –el baño integral se reservaba para las ocasiones especiales, no más de tres al año, lo mismo que el afeitado– y realizar diversas tareas antes del siguiente oficio, el de tercia. Inmediatamente después de ésta se celebraba una misa matutina.
TIEMPO DE DEBATE.
Después de la misa, todos los monjes se reunían en el capítulo. Sentados en sitiales (asientos pegados a la pared) y bajo la presidencia del abad o el prior, los monjes escuchaban la lectura de una lección o un capítulo de la regla, discutían las cuestiones económicas que los afectaban a todos y examinaban las faltas de disciplina que hubiera cometido alguno de ellos.
El ambiente no era siempre de serenidad monástica, si hemos de creer lo que decía un cisterciense de sus rivales cluniacienses, quienes aprovechaban el capítulo para «aplicarse a las distracciones y al parloteo. Se sientan –pues se demoran tanto tiempo en el capítulo que no podrían permanecer de pie– y todo el mundo habla con todo el mundo de cualquier cosa. Las habladurías vuelan en un sentido y luego en otro y como todos hablan con su vecino se produce una formidable algarabía como entre los habituales de una taberna o en medio de un tugurio lleno de borrachos.
A veces se ponen a gritar en la sala capitular, uno se precipita sobre el que le ha dicho una mala palabra durante la conversación, de la disputa se pasa a las amenazas y los insultos, hasta que se hace necesario golpear sobre la mesa para convocar la asamblea de los monjes a un segundo capítulo».
Tras el capítulo, y hasta la hora sexta (mediodía), los monjes se dedicaban al trabajo en aplicación del célebre lema benedictino: ora et labora, «reza y trabaja». La tendencia fue que los trabajos manuales más duros o rutinarios los ejecutaran sirvientes laicos, mientras que los monjes desempeñaban los servicios comunitarios según los oficios que les correspondían en el monasterio, generalmente rotatorios.
Por ejemplo había claveros encargados de vigilar las puertas del monasterio, cantores que enseñaban música y dirigían el canto en los oficios, cillereros o administradores de la despensa, enfermeros, refitoleros que organizaban el refectorio o comedor, obreros o fabriqueros que estaban al tanto de las obras, etcétera. Otros realizaban tareas intelectuales, como la escritura o copia de libros en el scriptorium.
EL YANTAR DE LOS MONJES-
Tras el oficio de sexta, a mediodía, se celebraba la segunda misa del día. A continuación, los monjes se reunían en el refectorio para tomar la comida principal de la jornada, el yantar, pues además del alimento espiritual, era necesario el físico. La comunidad religiosa realizaba dos comidas diarias.
Así, el capítulo XLI de la Regla de San Benito establece que durante la Pascua los monjes comerán a mediodía (hora sexta) y cenarán al anochecer (hora de vísperas); en cambio, desde Pentecostés hasta el final del verano, los miércoles y viernes no se probará bocado hasta la tarde (hora nona), y el resto de los días se comerá al mediodía; desde mediados de septiembre hasta el principio de la Cuaresma comerán por la tarde, y durante la Cuaresma se ayunará, rompiendo la privación en la cena, que tendrá lugar al anochecer.
Los monjes tenían estipulada una cantidad moderada de vino (mezclado con agua) que podían tomar al día, pero no las monjas, a quienes se les prohibía por la asociación misógina de las mujeres con las bajas pasiones. Lo que no se permitía –así lo afirma a comienzos del siglo XII el monje y filósofo Pedro Abelardo– era el consumo de vino puro, mezclado con miel o bien condimentado con especias como la canela, «preparados» que se dejaban a los enfermos. Esta dieta, que llegó a ser insana, se vengó en forma de gota, enfermedad relativamente frecuente ente los monjes, pero no entre las monjas.
Tras el almuerzo, los monjes podían echar una siesta, especialmente en verano, antes de realizar el oficio de nona, al que seguía un nuevo período dedicado al trabajo o el estudio. Los monjes podían aprovecharlo para dar un paseo por el claustro o ir a su celda, un espacio que no se usaba para dormir –ya hemos visto que había un dormitorio común–, sino para realizar las obligaciones particulares que precisaban recogimiento o bien para leer.
A la puesta del sol se celebraba el oficio de vísperas, más largo que los anteriores. La jornada concluía, ya de noche, con el servicio de completas, tras el que los monjes se encaminaban al dormitorio para descansar unas horas antes de que la campana los volviera a despertar en plena madrugada para una nueva jornada de oración, trabajo y estudio.
Veamos ahora las labores que desempeñaron los monjes en los monasterios...
Las universidades:
La contribución de los monjes y, en general, de los eclesiásticos al desarrollo de la vida cultural de este tiempo no se puede exagerar, tanto en la educación y cultura artística como en su servicio de consejeros en las cortes de los reyes y ayuda en el desarrollo económico de los reinos. A ellos se debe también la creación de instituciones de enseñanza, escuelas, de las que se derivaron las universidades.
En un principio las universidades surgieron como gremios que agrupaban a profesores y estudiantes para defender los intereses comunes de los oficios. Había cuatro facultades: Artes, Derecho, Medicina y Teología. La universidad de París fue una de las más importantes y sirvió de modelo a muchas otras como la de Oxford en Inglaterra y Salamanca en España. La Universidad de Bolonia, una de las mejores de la época, tenía una curiosa particularidad: los alumnos podían sancionar a los profesores que no cumplieran puntualmente con los programas de estudio o fueran malos docentes.
Los libros:
Una actividad de importancia en la que participaron no sólo los monjes, sino también colaboradores moros y judíos es la traductora, que permitió la llegada a Europa de muchos adelantos científicos de los árabes.
La literatura:
De gran importancia es el desarrollo lingüístico que llega a estabilizarse a partir del siglo XII, dando lugar a derivaciones del latín que ahora se fijan con la escritura dando lugar a los idiomas de España, gallego, catalán y castellano, éste absorbiendo otras formas dialectales (leonés y aragonés). Comenzando en todos ellos una literatura de gran importancia todavía: poesía lírica y épica, narraciones en prosa, tratados jurídicos e históricos.
El arte:
En el siglo XI surge un movimiento de renovación monástica que muestra su disconformidad ante la riqueza y el cierto refinamiento que habían ido adquiriendo los monasterios, contrarios al espíritu de pobreza y vida apostólica de la Regla de San Benito, la cual rechaza todo aquello que es superfluo. Para los renovadores, el monje había descuidado su labor y su lugar en la Iglesia. Según ellos, los abades no encarnaban la imagen propuesta por la Regla benedictina y se dedicaban a la vida mundana, pasando demasiado tiempo en las Cortes e interviniendo demasiado tiempo en política; acumulaban demasiadas tierras y riquezas, y hacían excesos en el comer y en el beber; todo ello muy lejano de la penitencia, pobreza y soledad que tenían que practicar para seguir fielmente la Regla.
La Orden del Císter, conocida como el Císter, es una orden religiosa fundada por Roberto de Molesmes en 1098. Debe su nombre a la Abadía de Císter, donde se originó (la antigua Cistercium romana, localidad próxima a Dijon, Francia).
El monje debía de llevar una vida de oración, trabajo y acogida de peregrinos, y poseer una razonable medida de todo. La Orden del Cister forma parte de este movimiento renovador.
Se les llamó en la Edad Media los monjes blancos, por por el hábito blanco o gris que usaban bajo sus escapularios negros, en oposición a los monjes negros, que eran los benedictinos. También es frecuente la denominación monjes bernardos o simplemente bernardos por el impulso que dio a la orden Bernardo de Claraval, ya que no sería hasta su aparición en escena, cuando el Císter comienza su imparable desarrollo durante el siglo XII. Del Cister salieron en poco tiempo más de 60.000 monjes que se diseminarían por Italia, España y la Europa Central fundando nuevos monasterios.
Los monasterios del Císter se situaban en zonas yermas o inhóspitas pero con abundancia de agua. Normalmente el sitio elegido era un lugar boscoso y aislado por montañas. Eran los propios monjes o laicos que trabajaban para ellos quienes roturaban y cultivaban estas tierras.
La entrada del Cister en la península Ibérica suele situarse en la primera mitad del siglo XII. Algunas fuentes concretan el año 1140 como la fecha en que Alfonso VII dio las primeras tierras al abad cisterciense de la Escaladieu (Francia). Inicialmente, San Bernardo no estaba entusiasmado por la prolongación territorial de la Orden hacia el sur; al final, no puso objeción y pronto se implantaron numerosos monasterios cistercienses. La causa de este entusiasmo por los monjes blancos deberá buscarse en "la necesidad de una urgente colonización y repoblación de las tierras conquistadas a los moriscos", y parecía que los idóneos para esta tarea eran los monjes cistercienses, maestros consumados en las explotaciones agrarias y ganaderas.
El Cister entró en Cataluña en el año 1150, pocos años después de la fundación del primer monasterio cisterciense peninsular, respondiendo a una situación similar al resto de la Península, es decir, tierras conquistadas a los moriscos, despobladas y yermas y, al mismo tiempo, con una necesidad recristianizadora.
A finales de la edad media, la orden contaba con más de 700 abadías, habiendo logrado una gran expansión por casi toda Europa. A medida que la orden se fue expandiendo y prosperando, le fueron surgiendo nuevas exigencias. Para poder cumplir con estas demandas, los cistercienses se apartaron de los ideales de ascetismo señalados en su constitución, en parte porque algunas de estas disposiciones no eran compatibles con el espectacular crecimiento que experimentaba la orden. Durante el siglo XII, considerada como su edad de oro, los cistercienses constituían la orden con más influencia dentro de la iglesia católica. Alcanzaron obispados y desempeñaron diversas funciones eclesiásticas, encomendadas a los benedictinos de Cluny durante el siglo XI, reemplazándolos en la curia romana, que gobierna la Iglesia. También tuvieron un fuerte protagonismo en la economía de la edad media, en especial en el desarrollo de técnicas para hacer utilizables terrenos baldíos, y en la creación de métodos de producción, distribución y venta de granos y de lana.
Fueron en gran parte los responsables de la expansión de la arquitectura gótica por toda Europa, y dedicaron mucho tiempo y esfuerzos en la recogida y copia de manuscritos para sus bibliotecas. Durante el siglo XIII tuvieron un período de decadencia, etapa que fue seguida por un resurgimiento, al nacer grupos nuevos de cistercienses reformados. Dentro de éstos, el más destacable es el que surgió en La Trappe. Por lo general son llamados trapenses. Más tarde este grupo se desgajó del tronco original con el nombre de cistercienses de la Estrecha Observancia.
La arquitectura de los monasterios cistercienses:
Los primeros monasterios cistercienses fundados fueron de lo más sencillo. Muchos de ellos estaban construidos únicamente en madera. Con el progresivo avance de la orden, la piedra fue sustituyendo a la madera y empezaron a construirse los primeros cenobios con este material, en el estilo arquitectónico imperante en aquél momento: el románico.
Es por ello que en varios de los Monasterios del Cister visitados encontramos una parte del mismo construido en estilo románico. Sin embargo, es el gótico el estilo imperante en la mayor parte de ellos, tal como veremos en los cenobios seleccionados. Se trata, en todo caso, de un arte desprovisto de todo tipo de adornos superfluos, lo que se corresponde con la observancia estricta de la regla de San Benito que promulgaba la rigurosidad y la pobreza. Una sencillez, eso sí, no exenta de belleza.
El plano de casi todos los Monasterios del Cister es similar, con un claustro alrededor del cual se disponían la práctica totalidad de estancias monásticas tales como una Sala Capitular (donde los monjes se reunían a fin de discutir los temas de importancia para el cenobio), un refectorio (casi siempre con un lavatorio justo enfrente y sobresaliendo del claustro), una cocina (al lado del refectorio), un locutorio (de los pocos lugares donde a los monjes se les permitía hablar), un calefactorio (la única zona donde resguardarse durante el frío invierno) o un scriptorium (dedicado al copiado de obras religiosas). Generalmente, los dormitorios se localizaban en el primer piso.
Por su parte, la iglesia se disponía adosada al claustro, pero justo al otro lado del refectorio, orientada de este a oeste y con la cabecera al este.
Aunque con ligeras modificaciones, la mayoría de monasterios del Cister se disponían de la forma señalada. Cada uno, desde luego, con sus particularidades.
El monasterio de Poblet: una de las joyas del Císter en España. Veámos.
El monasterio de Poblet es una de las grandes joyas cistercienses que se conservan en Europa. Un magnífico recinto que vamos a recorrer.
El monasterio se encuentra en el término municipal de Vimbodí i Poblet, en la provincia de Tarragona. Un lugar tranquilo, perfecto para unas vacaciones libres de estrés. Por ello, por su historia y la belleza de su enclave, cada año infinidad de turistas se deciden a pasar unos días en este lugar.
El monasterio se construyó en la Edad Media y, con el tiempo, llegó a convertirse en uno de los focos espirituales más importantes de la región. Pero el de Poblet era mucho más que un monasterio.
A finales del siglo XII, el monasterio llegó poseer 17 granjas, cada una gobernada por un monje. Dentro del recinto había una verdadera población: tenía enfermería, farmacia, molinos, panaderías, cementerios, jardines, etc.
Desde su fundación, el monasterio de Poblet estuvo bajo la protección y el patronazgo de los reyes de Aragón, que incluso situaron en este lugar el panteón real. También tuvo una estrecha relación con las grandes casas nobiliarias de Cataluña.
Sin embargo, después de siglos de esplendor, tuvo que cerrarse en el siglo XIX, tras la desamortización de Mendizábal. Pero ya algunos años antes la situación política, las guerras y otras circunstancias habían hecho que fuera decayendo poco a poco. Más adelante, a mediados del siglo XX, se volvió a habitar el monasterio y hoy es hogar de 30 monjes.
En el año 1991 fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Es un gran logro, puesto que lo convierte en uno de los cinco monasterios españoles con este reconocimiento. Los otros cuatro son los monasterios de Guadalupe, El Escorial, San Millán de Yuso y San Millán de Suso.
njunto parece una fortaleza. Una serie de murallas protege los edificios y rodea el monasterio. En total, tiene más de 600 metros de muralla defendida por 12 torreones. Encontrarás varias puertas, pero no puedes olvidarte de admirar la Puerta Real, propia de una verdadera fortaleza.
Dentro encontrarás, entre otras edificaciones, el palacio del rey Martín primero el Humano. Es de estilo gótico y en su interior se encuentra un pequeño museo de arte litúrgico. Martín fue el último monarca de la Corona aragonesa y en las paredes de su palacio se puede admirar el blasón real.
Después, el monumental claustro te fascinará. Es una muestra de la mezcla de estilos: algunas galerías son góticas, otras románicas, etc. Tampoco te puedes perder el lavabo o lavatorio, de estilo gótico y que data del siglo XIV.
Es imprescindible recorrer despacio la iglesia del monasterio. Una iglesia de planta basilical y tres naves. En ella destaca un bellísimo retablo en alabastro, una obra de Damiá Forment realizada entre 1527 y 1529.
La otra gran joya son los panteones reales, en los que reposan algunos de los monarcas de la Corona de Aragón. En el recinto, tanto dentro de la iglesia como en el claustro y el exterior hay otros enterramientos que pertenecen a nobles, miembros de la realeza y abades del monasterio.
El estilo Gótico.
El arte gótico es una manifestación artística que surgió en Francia hacia el año 1140 y a partir de este momento se va a extender por toda la Europa cristiana. Por lo que respecta a su cronología vemos que va abarcar desde mediados del siglo XII hasta bien entrado el siglo XVI como ocurre en ciertos países como España, donde va a convivir este estilo con las primeras formas renacentistas.
En España, antes de entrar en el gótico pleno, tiene una fase que podríamos denominar protogótica, en la segunda mitad del siglo XII, donde van a convivir las últimas formas románicas con las primeras góticas. Las características que se van a dar dentro de esta arquitectura protogótica van a ser la austeridad, el equilibrio y la proporción.
Los ejemplos más importantes serán los monasterios de Poblet y el monasterio de Santa Creus. Todo esto va a servir de base para el gran gótico español del siglo XIII, el siglo de las grandes catedrales, como la Catedral de León, Toledo y Burgos.
En 1250, el arte Europeo fue totalmente transformado en lo que ahora apreciamos como el arte gótico. Este estilo de arquitectura tiene tres períodos: "Transición del románico al gótico, siglos XII y XIII; apogeo siglos XIII y XIV, y decadencia siglos XV y XVI". De éstos, el período que quizás es más difícil de entender, es el período de transición.
Primero, el estilo gótico es como una continuación del románico. Esto causa conflictos cuando alguien quiere distinguir el final del románico y el empiezo del gótico.
Segundo, muchos monumentos tienen rasgos esenciales de ambos estilos. Por esta razón, muchos de estos monumentos no tienen su propio estilo, y existen conflictos sobre cual estilo realmente domina la obra.
La arquitectura es lo que mejor define al gótico, en rigor de ella nace el movimiento. Los dos elementos fundamentales de la arquitectura gótica son el arco apuntado u ojival y la bóveda de ojivas o de crucería.
Si el románico es un arte clásico, el gótico es por esencia barroco, apasionado, romántico.
Por algo fue el predilecto de los románticos del siglo XIX.
La arquitectura gótica es infinitamente más complicada que la románica. Corresponde a una época llena de entusiasmos religiosos y de riqueza material. Las Cruzadas han encendido los Espíritus. Los reyes y los eclesiásticos poseen saneadas fortunas; la misma sociedad se ha redimido de la miseria. Hay ya infinidad de municipios, refugio del hombre libre, que se agrupa en gremios fuertemente desarrollados. Como se ve, por todas partes hay indicios de fuerza y de poder. El arte gótico es una consecuencia de esa riqueza.
Al ser el gótico la culminación de la Edad Media emplea las artes plásticas (arquitectura, pintura, escultura) con fines de adoctrinamiento y exaltación de los valores religiosos. Las catedrales se convierten en los nuevos "Evangelios de piedra" que narran con las pinturas, estatuas y vitrales escenas de la vida de Cristo, de la Virgen, de los santos y del Antiguo Testamento.
La gente, por lo regular, tiene una tendencia para disfrutar las cosas que son familiares.
En el siglo XIII el estilo familiar era el románico, y por eso, el estilo gótico era identificado como salvaje y bárbaro. La belleza de este estilo no fue realmente descubierto hasta finales del siglo XVIII.
El estilo gótico usa las ideas de los Romanos -como el arco- pero las perfeccionó para hacerlas "mejor" estructuralmente. El resultado es un arco ojival o apuntado que facilitó la construcción de altas catedrales, con sus torres que realmente parecen rascar el cielo.
Aunque el arco ojival es visto por muchos como gloriosamente bello, su función no era tanto para agradar el ojo, sino más bien era estructuralmente necesaria. Además del arco ojival, las contrafuertes también ayudaron a soportar estas inmensas catedrales góticas.
Las catedrales góticas eran los monumentos más altos que se habían construido, y por este hecho empezó un tipo de competencia en Europa.
Muchos describían estas catedrales como milagros medievales, y entre 1050 y 1350, 80 catedrales de este estilo fueron construidas.
Parece que cada rey quería que su reino tuviera la catedral más alta, y construían catedrales inmensas que acababan por derrumbarse. Este fenómeno de fiebre catedralesca culminó en la construcción de muchas catedrales que no tenían uso.
El estilo gótico es muy famoso por sus vidrieras. Estas ventanas grandes tenían la forma del arco apuntado, y permitían que bastante luz entrara a la catedral.
Las vidrieras eran un gran contraste para los creyentes que estaban acostumbrados a las ventanas pequeñas del estilo románico. Estas estaban decoradas con historias bíblicas y con otras historias de la vida cotidiana. Otro tipo de ventanas típicas del estilo gótico son los redondeles. Estas ventanas redondas están localizadas arriba de la puerta principal en la fachada de estas catedrales.
Igual que las vidrieras, los redondeles también están decorados con historias y diferentes figuras.
Otro contraste a la simplicidad del estilo románico, es la abundancia de decoración que tiene el estilo gótico. La fachada de las catedrales están repletas con escultura que muchos describen como extravagante por su cuidado en los detalles. Las torres también tienen escultura detallada que no se puede apreciar porque no esta al alcance de los ojos. La razón porque ponían la escultura en las torres era, "para que Dios la disfrute".
La catedral como elemento aglutinador de una sociedad.
Su construcción está vinculada al renacimiento de las ciudades a partir del siglo XII. Se erige en el centro de la urbe sobre antiguas construcciones, normalmente religiosas.
La catedral se erige por encima de la ciudad.
Dirige o promociona la obra inicialmente el obispo, pero en su construcción participa, mediante donaciones o trabajo personal, el esfuerzo comunal de todos los ciudadanos, que terminan sintiéndola algo suyo. Era la época de las Cruzadas, y quienes no podían engrosar los ejércitos que se dirigían a Tierra Santa, hacían su manifestación de fe y entusiasmo con inmensos sacrificios levantando las catedrales de su ciudad. Los reyes, los nobles y los clérigos hicieron gala de gran generosidad con la contribución de sus bienes. Los campesinos se enganchaban a los carros y llevaban piedras, vigas y alimentos a los obreros. Los artesanos agrupados en sus corporaciones juntaban dinero y ofrecían una vidriera o un objeto de culto. La catedral se ligará a las vidas de sus ciudadanos además a través de las ceremonias litúrgicas y festivas más solemnes que viva la ciudad. En lo privado sus habitantes recibirán los sacramentos del bautismo y del matrimonio y los gremios y cofradías adquirirán capillas y lugares de sepultura en ella. El tañido de sus campanas marcará las horas y el ritmo de vida en la ciudad...
En la construcción de una catedral participa toda la ciudad.
Esta obra es fruto del trabajo de varias generaciones, aunque hay un arquitecto o maestro de obras inicial, que trabaja con cuadrillas de canteros a los vigila y dirige todo. No obstante, la historia añade distintos avatares a la misma: destrucciones; reedificaciones; modificaciones sobre el programa de construcción según se van imponiendo nuevos estilos o modas; malas y buenas restauraciones; añadidos fuera de plano; adiciones decorativas de todos los tiempos... La catedral pues supone la labor de la ciudad durante siglos y, por tanto, el edificio adquiere el valor documental no sólo del momento en que se construyó sino del devenir histórico.
La catedral se convierte además en un símbolo, produciéndose entre las ciudades cercanas una especie de emulación por poseer la catedral más esbelta y elevada.
Vamos a introducirnos ahora, en las biografías de varios reyes castellanos, que estubieron marcadas, por importantes e increibles acontecimientos dentro del siglo XIII.
En primer lugar, vamos a ver el reinado de Fernando III el Santo, que fue el primer rey, dela incipiente Corona de Castilla, perteneciente a la dinastía Borgoña.
Posteriormente seguiremos con Alfonso décimo el Sábio y concluirémos con Pedro primero el Cruél que dió paso a la dinastía de los Trastámara. Comencémos.
¿Quién era Fernando III el Santo?
Nace en la provincia de Zamora en 1201, y fallece en Sevilla el 30 de Mayo de 1252. De ahí que en esta fecha, se celebre su onomástica y sea el patrón de Sevilla.
A consecuencia de la muerte de Enrique I de Castilla y la abdicación de su madre, obtiene en 1217 el Reino de Castilla. Se enfrenta a la Familia de los Lara, por una revuelta nobiliaria.
ALFONSO IX DE LEÓN (demostró siempre y abiertamente una actitud anticastellana).
BERENGUELA DE CASTILLA (madre coraje, ayudó muchísimo a su hijo en las tareas del reino).
Anécdota de este matrimonio: Alfonso IX era tío de Berenguela. Se pidió permiso al Papa para celebrar esta boda y éste se lo otorgó. Posteriormente, después de llevar bastante tiempo casados y haber tenido 10 hijos, otro papa, Inocencio III, declaró nulo el matrimonio de sus padres, Alfonso IX de León y Berenguela de Castilla, alegando el parentesco de los cónyuges, porque él era tío carnal de Berenguela. La separación del matrimonio se aprobó en 1203, y la anulación en 1204.
Durante los primeros años de su reinado la vida política se caracterizó por la predominante presencia de su madre Berenguela en los asuntos del reino. Ésta le ayudó mucho, tanto en los asuntos de estado durante sus ausencias mientras se encontraba batallando por reconquistar las tierras ocupadas por los musulmanes y expandir el cristianismo, como con los problemas de herencia al trono de León.
En 1230 murió su padre, Alfonso IX de León, que en su actitud anticastellana había designado como herederas a sus hijas Sancha y Dulce, habidas de su primer matrimonio con Teresa de Portugal. Sin embargo, la habilidad de Fernando, la ayuda de la Iglesia y un sector de la nobleza leonesa, junto con la habilidad de Berenguela, consiguieron que la Corona de León recayera en Fernando (esas infantas aceptaron muchas tierras y muchísimo dinero, a cambio).
La unión de Castilla y León, bajo el cetro de Fernando III, terminó definitivamente con la separación de estos dos reinos.
Después de fallecer su padre Alfonso IX en 1230, luchó por el trono de León, ya que éste legó su reino a Sancha y Dulce, hijas de su primer matrimonio con Teresa de Portugal. Gracias a la persuasión y algún pago heredó el Reino de León, pasando a ser Rey de Castilla y León, anexionándose el Reino taifa de Murcia en 1243. Estableció las fronteras con el Reino de Aragón en el Tratado de Almizra (1244), repartiendo los nuevos territorios conquistados.
Volvió a conquistar el territorio de la actual Andalucía, menos el Reino de Granada, siendo importantes las tomas de las ciudades de Baeza (1227), Úbeda (1233), Córdoba (1236), Jaén (1246) y Sevilla (1248).
Trató de unificar y centralizar la administración de los reinos castellano y leonés, promovió la traducción del Fuero Juzgo, e impuso el castellano como idioma oficial de sus reinos en sustitución del latín. Repartió las nuevas tierras conquistadas entre las órdenes militares, la Iglesia y los nobles, lo que dio lugar a la formación de grandes latifundios.
En el ámbito cultural y religioso, mandó levantar las catedrales de Burgos y León. Se esmeró por que en su corte tuviera importancia la música y el buen hablar literario (su hijo el Rey Alfonso X El Sabio será un gran literato y declarará que su saber se lo debe en gran parte al interés que su padre tenía por que su instrucción fuera la mejor posible).
Fernando III se rodeó de doce varones sabios para que le aconsejaran en todo, siendo uno de ellos el Arzobispo de Toledo, Rodrigo Jiménez de Rada. Era un hombre de palabra y cumplía lo prometido aunque le costara muchos sacrificios.
Antes de contraer su primer matrimonio pasó una noche entera rezando, pidiendo a Dios que bendijera su nuevo hogar. En sus cartas se declaraba: «Caballero de Jesucristo, Siervo de la Virgen Santísima y Alférez del Apóstol Santiago». Sus guerreros decían que en algunas batallas, San Fernando les hacía sentir por los aires al Apóstol Santiago protegiéndolos.
Sobre su tumba está escrito el siguiente epitafio: «Aquí yace el muy honrado Rey Fernando que conquistó y libertó a toda España. Fue el más leal, el más franco, el más humilde, el más respetuoso hacia Dios, el más servicial con los demás, y el que siempre supo honrar y pagar muy bien a sus amigos».
El Papa Clemente X, le canoniza el 4 de Febrero de 1671, siendo el segundo rey español, considerando a San Hermenegildo como rey español, que es elevado a la santidad.
Fernando III se casó en dos ocasiones. Su primera esposa fue Beatriz de Suabia, hija de Felipe de Alemania, con quien contrajo matrimonio en 1219. De este matrimonio nacieron 10 hijos, entre ellos Alfonso X El Sabio. Una vez fallecida Beatriz, se casó con Juana de Danmartin, Condesa de Ponthieu, antes de agosto de 1237 naciendo 5 hijos.
En los últimos días de su reinado, ostentaba los títulos de Rey de Castilla, Toledo, León, Galicia, Sevilla, Córdoba, Murcia y Jaén.
Los restos del Rey San Fernando, se encuentran en la Capilla Real de la Catedral de Sevilla, a las plantas de la Virgen de los Reyes.
Murió el 30 de mayo de 1252, en el alcázar de sevilla, a los 54 años.
Conceptuado como santo por su vida ejemplar, fue elevado a la gloria de los altares el 4 de febrero de 1671 por el papa clemente x.
Es el santo patrón de los ingenieros militares.
Fue un hombre humilde y bondadoso, nada soberbio.
Cuando llegó la hora de su muerte, pidió un sayo como mortaja y una cuerda anudada, se la puso al cuello, se arrodilló y después de comulgar pidió a Dios que lo recibiera.
Antes de morir, había pedido ser enterrado en la Catedral de Sevilla, pero sin estatuas ni adornos de ningún tipo (lo cual no cumplieron algunos de sus sucesores).
10 curiosidades de San Fernando que quizás no sabías.
Rara es la persona en nuestra ciudad que no sepa que San Fernando es el patrón de Sevilla. Pero, ¿qué detalles saben los sevillanos de su vida? Te contamos los 10 datos más curiosos del rey Fernando III de Castilla.
1. El peculiar pueblo donde nació San Fernando:
Se dice, aunque hay división de opiniones, que Fernando III de Castilla nació en 1201 en un pueblo llamado Peleas de Arriba (Zamora).
En este lugar había un albergue, por donde pasaban numerosos peregrinos de la Vía de la Plata. Allí se aposentaron los padres del futuro rey al albor de su nacimiento. Entre esas paredes lo alumbró su madre, Berenguela de Castilla.
Al tiempo, San Fernando edificaría allí el Monasterio de Santa María de Valparaíso.
2. La Concordia de Benavente:
La Concordia de Benavente es el nombre que se le dió al pacto firmado por el padre de Fernando III de Castilla, Alfonso IX de León, por el cual su primera esposa, Teresa de Portugal, renunciaba a los derechos de sus hijas sobre el trono de León en favor de la segunda esposa del rey Alfonso IX, doña Berenguela de Castilla y de su hijo Fernando (es decir, el futuro rey).
Dicho así parece un poco lioso, pero si lo contamos como si lo contáramos a la vecina suena mejor: Alfonso IX de León, antes de morir, se da cuenta de que al haber tenido dos esposas (Teresa de Portugal y Berenguela de Castilla) tiene un problema sucesorio.
Teresa y Alfonso tuvieron dos hijas: Dulce y Sancha (bonito nombre, por cierto). Eran mujeres y ya sabemos que las mujeres entonces pintaban bastante poco.
Con su segunda esposa, Berenguela de Castilla, tuvo más hijos, entre ellos el que su madre pretendía que fuera el heredero, Fernando.
Como siempre ocurre, casi se llega a la sangre y hubo partidarios y detractores de Fernando de Castilla. Como la cosa cada vez se ponía más tensa, finalmente se llega al pacto nombrado anteriormente: las infantas Dulce y Sancha renunciarían a sus derechos al trono de León y a cambio recibirían un montón de señoríos que les darían ricas rentas de por vida.
Así Fernando III se hizo con el trono de León y de este modo acabaría siendo el primero en unificar ambos reinos: Castilla y León.
3. La imposición de la lengua castellana:
Pese a que durante mucho tiempo se había hecho prevalecer el latín sobre cualquier otra lengua de los territorios castellanos y leoneses, San Fernando impuso como lengua oficial la lengua castellana, relegando el latín y otras lenguas locales a un segundo plano.
Evidentemente, el proceso fue lento y la producción literaria gradual, y sería su hijo Alfonso X El Sabio quien afianzaría el castellano en sus territorios.
4. ¿Cuántos hijos tuvo el rey?:
Al igual que su padre, San Fernando se casó dos veces.
De su primer matrimonio con Beatriz de Suabia, de la casa Hohenstaufen, nacieron tres niñas y siete niños, entre los cuales estaban Alfonso X El Sabio y Don Fadrique de Castilla (el de la torre).
De sus segundas nupcias con Juana de Ponthieu, salieron cinco hijos más (cuatro hijos y una hija). Entre ellos, Leonor de Castilla, que casó con Enrique I de Inglaterra y dio a luz a Enrique II de Inglaterra.
5. ¿De qué murió Fernando III de Castilla?:
El 30 de mayo de 1252 murió el rey Fernando III. Este es el motivo por el cual celebramos en esta fecha su festividad.
El rey murió de hidropesía (una retención de líquidos o edema en determinados órganos). No se especifica dónde tenía el rey esa hidropesía, pero se sabe que debido a su vida castrense se fue agravando.
Esta enfermedad era bastante frecuente, siglos después personajes importantes como Isabel La Católica o Cervantes morirían por la misma causa.
El día de su muerte, encontrándose al borde de ella, Fernando III mandó llamar a sus hijos y al obispo Don Remondo. Se postró de rodillas, se colocó una soga al cuello y, tras despojarse de la ropa real, se golpeó el pecho varias veces con un crucifijo y lo besó repetidas veces. Esto lo conocemos por la crónica que hizo años después Alfonso X El Sabio.
6. Epitafio en cuatro idiomas:
Como ya sabrás, San Fernando está enterrado en la Capilla Real de la Catedral de Sevilla junto a su esposa Beatriz de Suabia y su hijo Alfonso X. Éste último diseñó las tumbas de sus padres.
A la tumba de San Fernando le compuso el sabio rey Alfonso un epitafio en cuatro lenguas: latín, lengua romance o castellano, árabe y hebreo.
En castellano el epitafio dice lo siguiente:
«AQUI YACE EL MUY ONRADO HERNANDO SEÑOR DE CASTIELLA, E DE TOLEDO, E DE LEON, E DE GALICIA, DE SEVILLA, DE CORDOVA, DE MURCIA, DE JAHEN, EL QUE CONQUISSO TODA España, EL MAS LEAL, EL MAS VERDADERO, EL MAS FRANCO, EL MAS ESFORZADO, EL MAS APUESTO, EL MAS GRANADO, EL MAS SOFRIDO, EL MAS HOMILDOSO, EL QUE MAS TEMIE A DIOS, EL QUE MAS LE FAZIE SERVICIO, EL QUE QUEBRANTO E DESTRUYO A TODOS SUS ENEMIGOS, EL QUE ALZO E ONRO TODOS SUS AMIGOS, E CONQUISSO LA CIUDAD DE SEVILLA, QUE ES CABEZA DE TODA ESPAÑA, E PASSO EN EL POSTRIMERO DIA DE MAYO, EN LA ERA DE MIL E CC E NOVENTA»
Si te choca lo de «mil e cc e noventa», es que se toma como referencia la era hispánica, a partir de 38 d.C, momento en que Hispania al completo se ve pacificada por Augusto. Sin embargo, es equivalente a 1252, año de la muerte del rey.
7. El rey que robó a otro rey:
Antes de morir, San Fernando había dispuesto en su testamento que quería ser enterrado a los pies de la Virgen de los Reyes. Además, recalcó que no quería para su descanso eterno ninguna estatua yacente.
Si embargo, como cuando mueres ya no puedes rechistar, su hijo Alfonso X le hizo caso omiso y diseñó los mausoleos de sus padres y el suyo propio, con estatuas sedentes sobre tronos de rica plata. Los tres portaban coronas de oro y estaban adornadas con piedras preciosas.
Estas joyas, siglos después desaparecieron porque así lo dispuso otro rey.
Pero, ¿qué rey le robó a Fernando III de Castilla? No sería otro que nuestro tan nombrado monarca Pedro I de Castilla.
El también apodado «El Cruel» o «El Justiciero» creyó que esas joyas no estaban seguras en su ubicación original y dijo que las guardaría en un sitio más seguro.
La verdad del asunto es que las cogió durante la guerra de los dos Pedros, momento en el cual el rey Pedro I tuvo que sufragar numerosos gastos y, casi con total seguridad, se vio obligado a vender las joyas para obtener fondos.
Fuera con esta finalidad o con cualquier otra, las joyas nunca volvieron a verse en el lugar para el cual se habían ideado.
8. ¿Cómo se llamaba la espada del monarca?:
La espada del rey San Fernando se llamaba Lobera. Un nombre aventurero para una espada que vivió cientos de enfrentamientos.
Actualmente podemos ver esta espada en la ciudad todos los 23 de noviembre, día de San Clemente, en el que se conmemora la conquista de la ciudad de Sevilla a manos de San Fernando. Para celebrar dicho acontecimiento, se realiza la procesión de la Espada, en la que Lobera es paseada por el Alcalde por las naves de la Catedral.
9. El Pendón de San Fernando:
Cuando tras la muerte de su padre Alfonso IX de León en 1230, Fernando de Castilla unifica los reinos de Castilla y León, se adopta esta bandera o pendón que será bautizado como «Pendón de San Fernando» tiempo después.
A día de hoy y tras muchas restauraciones, aún se conserva el pendón original en la Catedral de Sevilla.
El 23 de noviembre, junto a la espada Lobera, también procesiona el pendón, aunque lo que vemos es una réplica exacta del original. En este caso es portado por el miembro más joven de la Corporación Municipal.
También vemos esta réplica en la procesión del Corpus Christi.
10. Ascenso a los altares. San Fernando y San Luis:
¿Sabías que San Fernando y San Luis (para nosotros, san Luis de los Franceses) fueron primos hermanos?
San Luis fue rey de Francia, Luis IX, entre 1226 y 1
También éste fue un rey muy devoto y cristiano. Sin embargo, y aunque tanto Fernando como Luis son santos, la fecha de canonización de ambos varía y mucho.
A San Luis lo subieron a los altares en 1297, en menos de treinta años después de haber muerto. Sin embargo a San Fernando lo santificaron en 1671, casi cuatrocientos años más tarde.
¿Por qué tardaron tan poco con el francés? Pues porque era un fervoroso seguidor y potenciador de las Cruzadas. En concreto murió en Túnez durante el transcurso de la octava Cruzada a causa de disentería.
Siglo XIII:. De Al-Ándalus a Andalucía.
un territorio de crueldad y oportunidades.por Jose Mari23 enero, 20212 comentarios.
Acababa de arrancar el Siglo XIII, cuando el año 1212 marcó un punto de inflexión en la historia de lo que hoy conocemos como Andalucía. Por primera vez, tras más de cinco siglos, un contingente de los reinos cristianos del norte de la península derrota contundentemente a los andalusís al sur de Sierra Morena. La victoria en la Navas de Tolosa, supuso un punto de no retorno a los reinos cristianos para conquistar los territorios islámicos, convirtiéndose para reyes y nobles en una gran oportunidad para incrementar sus posesiones. Una visión muy diferente a la que sintieron los andalusís, que vieron como su sociedad erigida durante más de cinco siglos de historia estaba en grave peligro.
Indiferentemente lo nombremos como conquista o reconquista, fue un conflicto que se extendió a lo largo de casi ocho siglos y que se convirtió en un “tira y afloja”, en manos directamente de la estabilidad política de los reinos en los que durante la Edad Media estaba dividida la Península Ibérica. Los derrotados en 1212, fueron los almohades, el último gran poder político islámico llegado de África seis décadas antes. Desde aquella derrota toda su estructura política, social y económica andalusí se desmoronó y el territorio más poderoso económicamente de la Península, Al-Ándalus, se convirtió en un inmenso solar de crueldad y oportunidades.
Los primeros en aprovecharlo fueron los propios andalusís. Los gobernantes de las ciudades dieron un paso al frente, sublevándose contra los restos del poder almohade y autoproclamase reyes. Dos parecían los más fuertes, Ibn Hud rey de Murcia, que extendió sus dominios hasta Sevilla expulsando definitivamente a los almohades en 1231, y Muhammad I que desde la localidad jienense de Arjona fundará el esplendoroso reino nazarí de Granada. Solo el más inteligente podría sobrevivir, ya que, sin los grandes ejércitos africanos de los almohades, la supremacía militar quedaba en manos de los reinos cristianos del norte.
El enfrentamiento entre andalusís tuvo como espectadores de primera línea a los reinos cristianos. Estos no mandaron durante un largo periodo grandes ejércitos como el que había acudido al desfiladero de Despeñaperros en 1212. Aun así, supieron aprovechar las disputas internas, para ir conquistando diferentes plazas. Castilla se hizo con algunas ciudades del tamaño medio, como Martos, Andújar o Baeza entre los años 1225-1229, con ello controlaba el acceso por el norte al principal eje de la economía andalusí, el valle del Guadalquivir. Mientras sus vecinos leoneses conquistaban Extremadura, entrado en Badajoz a principios del año 1230.
Fernando III rey de Castilla y León (1230-1252):
El personaje más importante en la conquista de los territorios andalusís había nacido al unísono que el propio siglo XIII. En 1217 tras la muerte accidental del joven rey de Castilla, Enrique I, su hermana mayor Berenguela se ve obligada a recoger la corona castellana y colocarla sobre la cabeza de su hijo Fernando, de solo 17 años. Trece años después, muere Alfonso IX de León padre de Fernando. Castilla y León vuelven a estar unidas bajo un mismo rey, Fernando III.
Era el momento de volver a poner en marcha los grandes ejércitos para conquistar Al-Ándalus. Dos años después de Navas de Tolosa había muerto el principal rey de aquella victoria, Alfonso VIII, dejando a Castilla inmersa en un sinfín de batallas internas entre la alta nobleza y sin la posibilidad de reunir un contingente de tropas importante. Ahora, Fernando III había sido el punto de encuentro de muchos de ellos. Además, este no temía dejar desprotegida la corona durante sus campañas en el sur, al mando de Castilla y León quedaba la reina madre Berenguela de Castilla, ser nieta de la Leonor de Aquitania era toda una garantía.
Las conquistas comenzaron a llegar por el alto Guadalquivir. Cazorla en 1231 o Úbeda en 1233. Un año después el rey de Castilla empieza a recibir las parias del reino de Murcia, que siguen financiando la conquista. La caída de Córdoba, la histórica capital andalusí, se produce por sorpresa y prácticamente sin batalla en 1236, ante las graves disputas internas.
La idiosincrasia política del mundo islámico dejaba el mando en manos de las aristocracias de las ciudades, que eran los que decidían como la ciudad pasaría a ser gobernada por los cristianos. Así, unas capitulaban y directamente Castilla colocaba sus propios gobernadores, mientras otras decidían luchar y enfrentarse a duros asedios y combates que diezmaban sus poblaciones. El trato a los andalusís era equitativo al comportamiento de sus señores, a los primeros se les respetaba y pronto los conoceremos como mudéjares, a los segundos matanzas, esclavización y deportaciones.
En 1243 entra en liza el heredero al trono, Alfonso, que con poco más de 20 años se pone al frente de las tropas castellanas que inician la conquista del reino de Murcia.
En 1246, tras conquistar Jaén, Fernando III obtuvo un importante triunfo en los despachos al obtener el vasallaje del reino de Granada, como comentábamos anteriormente solo el más inteligente entre los andalusís lograría sobrevivir, y en aquellos momentos lo mejor era ponerse al lado del más fuerte. Desde ese momento se iniciaba la consolidación del lujoso reino de Granada, que sigue maravillándonos a los que visitamos la Alhambra.
En 1247 se inicia la gran empresa cristiana de conquistar Sevilla, en aquel entonces la principal ciudad económica de Al-Ándalus que, desde sus puertos al rio Guadalquivir comerciaba con todo el norte de África. Con el apoyo económico del resto de reinos cristianos europeos, con la ayuda de todas las órdenes religiosas militares, de sus vecinos aragoneses y los nuevos socios andalusís de Granada, comienza el duro asedio a la capital de Guadalquivir, ciudad que acabará capitulando en noviembre de 1248 al rey de Castilla y León.
Fernando III, apodado el santo, murió cristianamente el Alcázar de Sevilla el 30 de mayo de 1252, desde entonces sus restos descansan en la Catedral de Sevilla, síntoma inequívoco de la rápida cristianización de la capital andaluza. Ahora dejaba el relevo a su sucesor, Alfonso X “el sabio”, era hora de poner en orden los 100.000 km2 de territorios conquistados por Castilla.
La resistencia andalusí en el siglo XIII:
Es difícil conocer los sentimientos que en los andalusís levantó la conquista castellana. Lo cierto es que el Reino Nazarí de Granada hay un significativo cambio de rumbo. Desde los territorios perdidos, se comienza a generar una lenta migración de los andalusís, muchos cruzaron el estrecho y otros se refugiaron en Granada. La llegada de estos incidió en ambos lugares en los nuevos acontecimientos que se estaban fraguando.
La revuelta mudéjar tuvo lugar a partir de 1264. En aquellos momentos las tropas castellanas al servicio de Alfonso X ya se habían hecho con la taifa de Niebla, que reinaba en Huelva, y con prácticamente toda la provincia de Cádiz. Solo restaba en manos andalusís, además del reino de Granada, algunas pequeñas taifas independientes, pegadas al mar Mediterráneo y otras que controlaban el Estrecho de Gibraltar, como Tarifa y Algeciras.
La revuelta fue instigada por Muhammad I de Granada y se produjo en dos zonas bien diferencias, Murcia que volvería a manos musulmanas y en especial en poblaciones gaditanas como Jerez, que sufriría aquellos dos años un durísimo castigo. Allí es donde más fuerte se hizo la revuelta, que además contó con el apoyo de Tarifa y Algeciras. El principal problema para los castellanos era su cercanía al estrecho, lugar de entrada principal de los musulmanes a la Península, el temor de Castilla era solo uno; una nueva invasión.
Sin los trascendentales apoyos externos y con Granada más preocupada de proteger su territorio, los rebeldes andalusís fueron sometidos. Dos años después la revuelta estaba aplacada. Las consecuencias fueron muy duras en todos los territorios andalusís en posesión de Castilla. Se acabó con la benevolencia, las mezquitas que habían sido respetadas se convirtieron en iglesias, y el rey de Castilla mandó una limpieza étnica, que provocó asesinatos, deportaciones en masa, y repoblación castellana. Jerez, unas de las grandes ciudades andalusís y una de las cunas de la revuelta, se convirtió en un solar vacío de oportunidades para los castellanos.
Los temores de Castilla se consumaron en 1275. Un nuevo contingente musulmán cruza el estrecho, los benimerines, intentan reverdecer las gestas de omeyas, almorávides o almohades. En sus primeras incursiones, y con el apoyo de los nazaríes llegan incluso hasta el alto Guadalquivir saqueando ciudades como Úbeda. Pero era evidente que ni los benimerines eran los omeyas, ni los castellanos, aunque con graves problemas aquellos años, el destartalado reino visigodo.
Los últimos años del siglo XIII contemplaron la lucha entre benimerines y castellanos por el control del estrecho. Las batallas más duran tuvieron lugar en Tarifa, lugar donde en 1294 se encumbrará un personaje ,Don Alonso Pérez Guzmán, que pasó a la historia, como Guzmán el bueno, un hombre sin origen que se convertirá en dueño y señor de la punta más al sur de Península Ibérica.
Como hemos visto en este rápido resumen del siglo XIII, el occidente de Andalucía se convirtió en un espacio geográfico muy interesante para los amantes de la historia. Un espacio geográfico que paso de denominase Al- Ándalus a ser nombrado Andalucía, en especial desde Alfonso X. Un periodo de cruel convivencia de formas muy diferentes de ver el mundo conocido. Dos religiones que se ha confirmado como irreconciliables durante toda su historia, arrastrando a hombres y mujeres a luchar por una mezcla de ideales, difíciles de entender en una sociedad cada día un poco más laica. Como reza el título de nuestro artículo, un tiempo de crueldad y oportunidades
Para explicar estos periodos, la historiografía suele acudir a los personajes que salen reflejados en las fuentes de la época; reyes, nobles o gobernadores principalmente. De la misma forma que se olvida del resto de millones de personajes anónimos que poblaron ese territorio. Afortunadamente, como se suele decir, donde no llega la historiografía, llega el tesón y el enorme trabajo de los grandes narradores históricos de este país, para poner nombre y apellidos a las personas que sufrieron en su propia carne la crueldad de ese siglo XIII.
Las iglesias fernandinas de Córdoba.
Las llamadas iglesias fernandinas de Córdoba, primeros templos cristianos construidos ex novo tras la conquista de la ciudad fueron iniciadas, al parecer, décadas más tarde, durante el reinado de Alfonso X, tras un periodo en que las parroquias cristianas no eran otra cosa que mezquitas consagradas.
Estos interesantes edificios, bastante homogéneos en sus características, tienen cabecera gótica poligonal de influencia de la catedral burgalesa, unida a una estructura sencilla de tres naves sin abovedamiento, de tradición tardorrománica.
Preeminencia de Castilla en el concierto político hispano.
La extensión territorial de Castilla frente a los reinos peninsulares vecinos, como Portugal, Navarra y Aragón generó una situación de preeminencia castellana que derivaría en la política de unificación de los Reyes Católicos a partir del siglo XV.
Pedro I el cruél, el terror de la nobleza.
Frío y vengativo, Pedro I de Castilla persiguió con saña a quienes amenazaban su poder, pero su hermano bastardo, Enrique de Trastámara, lo mató con sus propias manos en Montiel.
Contexto Histórico:
Pedro el Cruel es uno de esos monarcas de los que se han escrito innumerables estudios y biografías, pues su vida y muerte, si no fuera por la gravedad de los acontecimientos, daría para un culebrón televisi.
Pedro I de Castilla, que debió llamase Pedro I de Borgoña atendiendo a su linaje dinástico, ( Burgos 30.08.1334 – Montiel 23-03-1369 ) hijo de Alfonso XI de Castilla y María de Portugal, fue rey desde la muerte de su padre en 1350, ganándose el apodo de “El Cruel” para sus detractores o “El justiciero” para sus partidarios, no dejando indiferentes a uno ni otros.
La infancia de Pedro ya fue, de por sí, complicada porque su padre, el rey Alfonso XI, lo envió junto a su madre, la reina María de Portugal, fuera de la corte. La razón no era otra que la existencia de otra mujer en el corazón y lecho del monarca. Leonor de Guzmán, una noble con la que el rey llegó a tener diez hijos, uno de los cuáles, Enrique II sería su asesino y quién le sucedería en el trono, comenzando así la dinastía Trastámara su reinado en la corona de Castilla (la última Trastámara fue la reina Juana la Loca).
Casa Trastámara:
Es interesante aquí citar el origen de la casa de Trastámara, tan importante en nuestra historia. En primer lugar resulta imprescindible recordar que el origen de su nombre, Tras-Támari, significa detrás del río Tambre que así es como se llamaba entonces dicho río. Enrique II, el primer Trastámara en la Corona de Castilla, ostentaba dicho título otorgado por su padre, el rey Alfonso XI. Los orígenes del título de conde de Trastámara se remontan al siglo XI, como un dominio feudal del norte de Galicia que, en aquél momento es vasallo del rey de León o del de Galicia, según la época. Asociado al linaje de los Traba, se trataba de uno de los feudos más importantes del reino por cuanto mayores rentas aportaban. Por falta de herederos, la Casa se extinguió y el título pasó al rey de León primero, y al de Castilla, después. Este título lo usaban los monarcas para dárselo en compensación a nobles por gestas o fidelidades que hubieran aportado a la corona. Era de carácter vitalicio pero no hereditario, es decir que, una vez el noble fallecía, este pasaba de nuevo al rey, quién podía volver a otorgarlo a otro noble. Esto cambió para siempre cuando Alfonso XI otorgó el título de conde de Trastámara a su hijo bastardo, Enrique (gemelo de Fadrique), quien pasa a ser el fundador de dicha casa. ¿Por qué hablamos de fundador si ya existía desde el Siglo XI? Por un motivo muy sencillo: porque lo convierte en hereditario, una condición sine que non para que sea un linaje, una casa. Al convertirse Enrique II en rey de Castilla siendo, además, conde de Trastámara, dio comienzo así dicha dinastía que permanecería hasta el siglo XVI con la muerte de Juana primera la loca.
De todas maneras, la historia no es matemática. Hubo algunos acontecimientos en el medio dignos de ser reseñados. Tras la Batalla de Montiel (1369), el ya rey Enrique II, nombró conde de Trastámara a su sobrino Pedro Enríquez de Castilla. Es decir, el título permaneció en dicho linaje hasta que se extinguió en 1430 (. A partir de ahí, ya se queda para siempre ligado a la Corona de Castilla.
También es importante señalar que fue título de la Corona de Aragón en virtud del compromiso de Caspe.
Después de esta breve anotación sobre la Casa Trastámara, volvémos a la biografía de Pedro primero de Castilla. Veámos.
Pedro I de Castilla murió en 1369, en uno de los episodios más dramáticos de la historia de la España medieval: asesinado en la tienda de un campamento militar por su propio hermano, Enrique, que se alzó así con el trono de Castilla al término de una cruenta guerra civil. Pero Enrique de Trastámara no sólo acabó con la vida de su rival; también lo condenó ante la historia. Para justificar la muerte violenta del rey, se dijo que don Pedro había sido un tirano y se ordenó escribir una crónica en la que aparece como un personaje vengativo, avaricioso y hasta paranoico. Así nació la imagen de Pedro «el Cruel». Quienes, por el contrario, piensan que el autor de la crónica mintió o manipuló la verdad, que don Pedro defendió a los débiles y castigó a los nobles y que fue un buen monarca traicionado por los suyos, se refieren a este soberano como «el Justiciero».
Pedro I subió al trono en 1350, con tan sólo 15 años, después de que su padre Alfonso XI muriese en el cerco de Algeciras debido a la Peste Negra. Al principio mostró poco interés por la política y prefería salir al campo para cazar con sus halcones. Permitió así que un aristócrata de origen portugués, Juan Alfonso de Alburquerque, se hiciera con el control del reino. Alburquerque combatió y ejecutó a gran parte de sus enemigos, utilizando al rey como una marioneta que firmaba las sentencias.
Con todo, la principal amenaza para don Pedro eran sus hermanos bastardos, los hijos de Alfonso XI y su amante Leonor de Guzmán, siete en total; el primogénito era Enrique, conde de Trastámara y un año mayor que don Pedro. En vida de su padre habían gozado de grandes privilegios en la corte, pero tras la muerte de aquél cambió su situación. Leonor de Guzmán, víctima de los celos de la reina viuda, María de Portugal, fue apresada y asesinada. Enrique de Trastámara se convirtió en enemigo abierto del monarca, y desde sus posesiones en Asturias encabezaba rebeliones constantes. En el verano de 1352, don Pedro hubo de marchar al norte para combatir un levantamiento de su hermano, pero en el camino se enamoró de una doncella llamada María de Padilla, a la que hizo su amante.
Las bodas de Valladolid:
Alburquerque había prometido al rey con una sobrina del rey de Francia, Blanca de Borbón, que llegó a Castilla en febrero de 1353, poco antes de que naciese la primera de las hijas de don Pedro y María de Padilla. El matrimonio se celebró en Valladolid, pero pasados algunos días don Pedro salió de la villa para reunirse con su amante. Nunca más volvió a ver a doña Blanca.
Fue el Castillo de Sigüenza en el que fue encerrada Blanca de Borbón, esposa de Pedro I, quien la haría asesinar más tarde en Andalucía.
La principal amenaza para don Pedro eran sus hermanos bastardos, los hijos de Alfonso XI y su amante Leonor de Guzmán
En los meses anteriores al enlace, el monarca había comenzado a cambiar de actitud respecto a su madre, a Alburquerque y, en general, a todos aquellos que lo habían controlado. Sus nuevos amigos y consejeros eran los parientes de María de Padilla; especialmente el tío de ésta, Juan Fernández de Henestrosa. Los nobles, furiosos por sentirse apartados del rey, se rebelaron y exigieron al monarca que se alejase de sus nuevos privados y que regresase con su esposa para dar a Castilla un heredero legítimo.
Tratando de acallar estas protestas, el rey se casó con una noble llamada Juana de Castro, después de que algunos clérigos anularan su anterior matrimonio; pero también la abandonó al día siguiente de la boda, al descubrir las intrigas de los hermanos de su nueva esposa. Alburquerque, por su parte, se alió con los hermanos bastardos del monarca, pero murió pronto, se dijo que envenenado; durante su agonía hizo prometer a sus aliados que su cadáver les acompañaría hasta haber reducido a don Pedro. Tras varios meses de tensiones y enfrentamientos, el rey fue retenido en Toro, acusado de no saber gobernar, y el ataúd de Alburquerque fue sepultado. El monarca empleó su astucia para dividir a sus captores y consiguió escapar, pero la afrenta se le quedó grabada en la memoria.
Guerras y revueltas:
En 1356, el rey se encontraba en Sanlúcar de Barrameda cuando apareció ante sus ojos un barco aragonés que se dirigía a Francia y que atacó a unos navíos de Piacenza atracados allí. Don Pedro persiguió al barco pero, viendo que no podía atraparlo, regresó e hizo apresar a todos los comerciantes catalanes residentes en Sevilla y confiscar sus bienes. Como el rey Pedro IV de Aragón se negó a disculparse por el ataque, le declaró la guerra. Este episódio es conocido por la historiografía como, La Guerra de los dos Pedros.
A mediados del siglo XIV la península estaba dividida en cinco reinos diferentes. Uno de ellos, Portugal, se lamía las heridas de sus últimas guerras civiles. Mientras, Navarra se contentaba con inmiscuirse en los asuntos de Francia, su vecino del norte, desde sus cada vez más menguados territorios. Si miramos al sur encontramos el Reino de Granada, los sometidos musulmanes vasallos de Castilla, con el simple sueño de seguir manteniendo las tierras heredadas de sus antecesores.
Nos quedan dos; el Reino de Castilla, el más grande territorialmente y la Corona de Aragón, con sus continuas miras en su expansión mediterránea. Ambos deciden jugarse la supremacía de la Península en una intrascendente Guerra de los Dos Pedros, que acabó como empezó, al menos en el aspecto político. Pero que sentó las bases de una unión dinástica que tardaría un siglo y medio más en dar sus frutos, el nacimiento de la España como hoy conocemos.
El conflicto con el Reino de Aragón, que se prolongó diez años, se mezcló con las disputas internas en el reino de Castilla. Enrique de Trastámara huyó a Francia y, convertido en mercenario, se unió al rey aragonés; en cambio, sus hermanos y la mayor parte de los nobles lucharon del lado de don Pedro. Algunos le fueron fieles hasta el fin; pero otros muchos le traicionaron y eso llevó al rey a ordenar numerosos castigos y escarmientos. Ejecutar a los traidores era una práctica común en la época medieval; lo que se recriminó a don Pedro fue el carácter frío e implacable de sus castigos.
En 1358 Fadrique, uno de los medio hermanos del rey, acudió al Alcázar de Sevilla para presentarle sus respetos cuando los ballesteros lo desarmaron y lo asesinaron, golpeándolo con una maza. Minutos más tarde, y dando muestras de una terrible sangre fría, el monarca se puso a comer en la misma sala en la que aún yacía el cadáver. A continuación, el rey envió a sus esbirros a Bilbao en busca de su primo don Juan, el infante de Aragón, que fue abatido a golpes de maza; su cuerpo fue arrojado por una ventana.
La lista de víctimas de la ira regia en los años siguientes es muy larga. Blanca de Borbón fue apresada y ejecutada; Gutier Fernández de Toledo,uno de los hombres de confianza del rey, le escribió una dramática carta antes de ser ejecutado; Samuel Leví, tesorero real judío, fue torturado para que confesase dónde había escondido lo que en teoría había robado a la Corona… El rey Bermejo, que había usurpado el trono nazarí de Granada, se presentó ante don Pedro en Sevilla cargado de joyas para ganarse su favor, pero éste, tras aceptar el presente, hizo que lo atasen a una mula y lo alanceasen hasta matarle.
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La encerróna de Montiél:
En este clima de sospechas y terror, Enrique de Trastámara creyó que había llegado su oportunidad. Acompañado por mercenarios franceses, entró en Castilla, se autoproclamó rey y se ganó el apoyo de muchos nobles castellanos que estaban descontentos con el gobierno de don Pedro. De esta forma, obligó a huir al soberano, que marchó por mar hasta las posesiones del rey de Inglaterra en Gascuña, al sur de Francia.
En un clima de sospechas y terror, Enrique de Trastámara creyó que había llegado su oportunidad:
Pero el rey legítimo volvió a Castilla en 1367, con las tropas del Príncipe de Gales. Los ejércitos de los dos hermanos se enfrentaron en la batalla de Nájera. Los partidarios de don Pedro eran superiores en número y contaban con los arqueros ingleses, que en la Guerra de los Cien Años habían demostrado su poderío sobre la caballería pesada. El Trastámara sufrió una terrible derrota. Acabada la batalla, don Pedro recorrió el campo buscando entre los cadáveres el de su medio hermano, pero Enrique había logrado huir.
Pasados unos meses, Enrique regresó a Castilla; al cruzar la frontera, se arrodilló, tomó entre sus manos un puñado de tierra y juró que no volvería a salir. Retomó sus apoyos y contrató mercenarios a los que prometió pagar cuando se hiciese con el trono, con lo que pudo reanudar la lucha. Sobre esta guerra civil, cruel y sangrienta como pocas, nos han llegado testimonios escasos. Los ingleses que habían acudido en ayuda de don Pedro, cansados de esperar las compensaciones prometidas, acabaron abandonando el reino, mientras que los mercenarios franceses, ante la perspectiva de un cuantioso botín, siguieron luchando. Los combates se sucedieron hasta que en marzo de 1369 Enrique de Trastámara consiguió cercar al rey en la fortaleza de Montiel.
Las Joyas del Príncipe:
Para conseguir el apoyo del Príncipe Negro y sus mercenarios ingleses, don Pedro debió entregarle las joyas que llevaba consigo como garantía. Una de ellas, un rubí que el monarca había recibido del rey Bermejo de Granada, adorna hoy la corona real de Inglaterra.
Sabedor de que, militarmente, su suerte estaba echada, don Pedro entró en contacto con Bertrand du Guesclin, caballero francés que se encontraba en el campamento de Enrique de Trastámara, para que le facilitara la huida. La noche del 22 de marzo el rey se aventuró en la posada del francés, acompañado por un puñado de hombres de confianza. Pero a poco de llegar apareció don Enrique, completamente armado.
Llevaban años sin verse, y se dice que en los primeros momentos el Trastámara no le reconoció. Uno de sus aliados le dijo, señalando a don Pedro: «Catad que ese es vuestro enemigo». Enrique siguió dudando hasta que el propio rey le gritó: «Yo só, yo só». Los dos hermanos se enzarzaron en una lucha cuerpo a cuerpo. Don Pedro recibió una herida de daga en la cara, y ambos contendientes cayeron al suelo. Se cuenta que don Pedro era más fuerte y, por ello, a pesar de no llevar armadura, consiguió reducir a Enrique. Pero entonces Bertrand du Guesclin le cogió las piernas y lo volteó diciendo «Ni quito ni pongo rey, sino ayudo a mi señor». Aprovechando esta repentina ventaja, el conde dio una puñalada mortal en el cuerpo de su enemigo y, tras ello, le cortó la cabeza. Así murió don Pedro, como había vivido: entre la sangre y la violencia.
Como conclusión podemos decir lo siguiente:
La guerra civil que enfrentó a los hermanastros se dio por finalizada en 1369 con el asesinato de Pedro a manos de su hermano. La historiografía la sitúa como la I guerra civil castellana y trajo como consecuencia dos importantes hitos, el inicio de la dinastía Trastámara en Castilla y que dicha Corona pasase a apoyar a Francia en la guerra de los 100 años. De la historia de Pedro I de Castilla hay que tener en cuenta varias cosas. Primero, la importancia que tiene el cambio dinástico. Algunos historiadores dicen que este, junto el cambio que también se va a operar en Portugal con la Casa de Avis, establece los pilares de la Edad Moderna en cuanto a que este tipo de monarquías ya son autoritarias y centralizadas, en detrimento de los señores feudales. Un proceso que culminará con los Reyes Católicos. Segundo, la capacidad y el poder de las mujeres. Leonor de Guzmán fue quién tejió las redes. Ella era castellana, los grandes partidos nobiliarios no iban a apostar por Pedro, que estaba en situación de inferioridad. Y tercero, las relaciones internacionales. Los reinos hispánicos no eran reinos con una política exclusivamente nacional, establecieron relaciones con las grandes potencias europeas, principalmente Francia e Inglaterra. No estábamos única y exclusivamente centrados en la reconquista. Podemos hablar de una cierta globalización. De hecho, parte de este conflicto se puede enmarcar en algunos aspectos como parte de la guerra de los Cien Años.
El último asalto de este sangriento combate civil se da unos meses después, cuando Enrique de Trastamara mata a Pedro el Cruel en Montilla (Ciudad Real) en 1369, convirtiéndose en el nuevo rey, poniendo el punto final a la dinastía de Borgoña que había reinado durante más de dos siglos e iniciándose la de los Trastamara.
Para parte de los historiadores, el reinado de Pedro, la guerra contra Enrique y sus venganzas contra los nobles levantiscos se enmarcan en el legítimo derecho de la monarquía para anteponer su autoridad a la pretenciosa nobleza y a favor de las clases populares. Quienes así lo interpretan, desde un punto de vista romántico, le apodaron "El Justiciero"
Por el contrario, para otros autores, por encima de su legitimidad como rey, predomina en él su carácter vengativo y violento, por lo que se le apodaría el cruél.
Sepultura de Pedro I:
Una crónica manuscrita conservada en la Biblioteca Nacional de París afirma que Enrique II hizo pasear la cabeza de Pedro I clavada en el extremo de una lanza por diversas ciudades y castillos que aún defendían la causa del rey Pedro I.
El historiador Jerónimo Zurita afirma en sus Anales de Aragón que después de haber cortado la cabeza del rey «echáronla en la calle, y el cuerpo pusiéronlo entre dos tablas sobre las almenas del castillo de Montiel».
Los restos del rey permanecieron varios años en el castillo de Montiel hasta que fueron trasladados, en fecha que se ignora, a la iglesia de Santiago de Puebla de Alcocer. En dicho templo permanecieron los restos del rey Pedro I hasta que, en 1446, el rey Juan II de Castilla dispuso que se trasladaran al convento de Santo Domingo el Real de Madrid, donde fueron colocados en un sepulcro delante del altar mayor.
Cuando el convento de Santo Domingo el Real de Madrid fue demolido, en 1869, los restos mortales de Pedro I fueron llevados al Museo Arqueológico Nacional, hasta que en 1877 fueron trasladados a la cripta de la Capilla Real de la Catedral de Sevilla, donde permanecen en la actualidad junto a los de su hijo, Juan de Castilla (1355-1405).
En el Museo Arqueológico Nacional de Madrid se conserva la estatua orante de Pedro I de Castilla, único resto superviviente del desaparecido sepulcro del monarca.
Los Palacios musulmanes de Pedro I:
La adopción de esta arquitectura musulmana iba mucho más allá de un simple gusto, o capricho arquitectónico. Sin lugar a dudas, fue su forma de encaminar a Castilla hacía una nueva concepción de estado, y es ahí donde más se reflejan aquellas intensas sesiones con Ibn Jaldún o Ibn al-Jatib. La Corona de Castilla era uno de los estados más descentralizados, la alta nobleza seguía teniendo una enorme importancia política y militar. Pedro I en continua lucha contra ella debido a la herencia dejada por su padre, no tiene más remedio que dar un paso al frente para llevar a la Corona a un modelo de estado más autoritario y centralizado.
Los palacios musulmanes son indicativos de esa nueva forma política, a la que quiere encaminar a Castilla el rey Pedro I. El Reino de Granada, como era habitual en el mundo musulmán, era un modelo de centralismo político en torno a la figura del sultán. Sus palacios contaban con numerosos símbolos, e incluía estancias propias de esta forma política. Una de las más destacadas era la Qubba, estancia de carácter religioso rematada con espectaculares bóvedas celestiales, la figura central, evidentemente la del monarca, resaltaba en dicha estancia, fue usada por Pedro I para impartir justicia. Uno de los mejores ejemplos lo encontramos en el Salón de los embajadores del Alcázar de Sevilla.
Un efecto similar producía las monumentales fachadas, rematadas con un balcón superior desde donde el monarca se exhibía ante sus súbditos.
Destacar que en algunos de los cuatro palacios que os presentamos, el inicio de las obras fue previo a la amistad narrada entre Pedro I y Muhammad V. Este aspecto denota que el rey castellano tuvo contactos habituales con el Reino de Granada. Se evidencia claramente en la planta de estos edificios la intervención de los arquitectos nazarís, descartando que los encargados de dichas obras fueran de origen mozárabe. Lo evidente es que tras el golpe de estado en La Alhambra, arquitectos, yeseros y artesanos en general emigraron a Castilla para trabajar a las órdenes del rey Pedro I.
Uno de los aspectos que llamó la atención en el siglo XIX, a la hora de estudiar estos edificios, fueron las inscripciones árabes que todos ellos tenían en fachadas y principales aposentos de los palacios. Fue uno de los principales indicadores de que dichas obras fueron efectuadas por nazarís. Unas inscripciones que a buen seguro no entendían los visitantes de aquellos palacios, e incluso a lo mejor ni el propio Pedro I. El islam estaba muy presente en el medievo hispano, el espacio de frontera era un lugar permeable, y sí a los sultanes las usaban para intimidar a sus visitantes, al otro lado el resultado de aquella visión era sin duda muy similar. Es realmente llamativo que un musulmán haga una inscripción para un rey cristiano de la guisa:
“Gloria a nuestro señor el rey Don Pedro, ayúdele Dios”.
Los Palacios que acabo de reseñar fueron:
Palacio de Doña María Padilla een Astudillo.
El Palacio de Tordesillas..
Alcázar del rey Don Pedro en Carmona..
y por último,
El Palacio de Pedro I en los Alcázares de Sevilla:
Su padre, Alfonso XI, ya había convertido Sevilla en su residencia real. Como él, Pedro I pasa la mayor parte de su reinado en la ciudad del Guadalquivir. Es evidente que el Palacio que mandó a construir allí entre los años 1356-1366 era en dimensiones mucho más importante que los anteriores.
Sobre los restos de los antiguos recintos de los alcázares sevillanos de las dinastías omeyas y especialmente almohades, que convirtieron Sevilla en capital andalusí, Pedro I mandó construir su palacio real de 2.500 m2. Estancias, salones, patios, fuentes o estanques que los historiadores del arte comparan directamente con la Alhambra granadina. No hace falta señalar que hoy día es el único lugar de España, en que se puede disfrutar plenamente de las construcciones que Pedro I mandó a construir durante su reinado.
Los amores de leyenda de Pedro I.
Muchos han sido los reyes que han pasado por Sevilla a lo largo de su historia, pero de todos ellos destaca uno por su importancia histórica, su impacto en la ciudad y las numerosas leyendas que de él se cuentan: Pedro I de Castilla, apodado por sus enemigos como “el Cruel” y por sus aliados como “el Justiciero”. Paseando por Sevilla nos encontramos con numerosas leyendas que hablan de sus amores, historias en las que se mezcla mito y realidad, siendo la línea que las separa tan mínima que muchas veces es imposible distinguirlas. ¿Vamos a descubrir estas leyendas.
Una de las más conocidas es la de la cabeza del rey Don Pedro que se puede ver en la calle del mismo nombre. Según esta leyenda, Pedro I se batió en duelo a muerte con un noble que descubrió el romance que el rey mantenía con su mujer, aunque otras versiones hablan de que la disputa estuvo provocada por el enfrentamiento político del rey con la familia del caballero, los Guzmán. El descubrimiento de este asesinato podría haber provocado una grave crisis política, ya que los Guzmán y los Trastámara lo podían usar para destronar al rey, por lo que Pedro I se vio obligado a ocultarlo y sólo salió a la luz gracias a una anciana y al ingenio de su hijo.
Vamos ha escuchhar esta bonita leyenda. Veámos:
Descubierto a la mañana siguiente el cadáver, el rey recibió la visita de don Tello de Guzmán, reclamando justicia por la muerte de su hijo. La familia Guzmán era aliada de la también poderosa familia Trastámara y si se descubría que él mismo era el asesino podía provocar una guerra civil en un momento en el que la lucha por el trono vivía un periodo de tensa paz. El rey prometió así una recompensa de 100 monedas de oro a quien le trajera la cabeza del asesino, que mandaría colocar en un nicho en el lugar donde había aparecido el cadáver.
Lo que no sabía el rey es que su duelo había tenido un testigo: una anciana que, alertada por el ruido, se asomó con un candil a la ventana. En la oscuridad de la noche, la anciana no fue capaz de ver la cara del rey, pero sí escuchó el crujir de sus huesos en la huida. Un ruido peculiar que la anciana no tardó en asociar a Pedro I, que sufría artrosis. Así que le contó a su hijo lo que sabía del asesinato.
El hijo se frotó las manos al escuchar la recompensa que prometía el rey, y se presentó en el Alcázar portando una caja en la que decía que estaba la cabeza del asesino. El rey lo recibió con sorpresa. “¿Estás seguro que en esa caja está la cabeza del verdadero culpable?”, le preguntó desde el trono. “Estoy seguro, majestad”, respondió él. “Piénsalo bien”, le advirtió el rey, “porque si descubro que me mientes será tu cabeza la que cortaré”. Viendo que el joven no se echaba atrás, el rey abrió la caja y miró en su interior.
Según una versión de la leyenda, al asomarse se vio reflejado en un espejo; otras versiones dicen que la caja contenía un busto del propio rey hecho en piedra. Sea como fuere, el rey vio que el joven tenía razón y cumplió su palabra. Tras darle la recompensa y anunciar a todos que había aparecido el asesino, mandó colocar su cabeza en el lugar prometido. Eso sí, mandó que la cabeza quedara oculta en una caja y protegida por una reja y guardias que vigilaran que nadie tratara de ver su interior, ya que argumentó que el asesino era una persona muy conocida en la ciudad y no quería que hubiera más represalias si se conocía su identidad.
Años después, una vez muerto el monarca a manos de su hermanastro, don Tello de Guzmán fue nombrado Gobernador de Sevilla. Nada más tomar posesión de su cargo, mandó que retiraran la reja y la caja del asesino de su hijo pues quería contemplar quién era, aunque sólo quedara de él su calavera. Su sorpresa fue mayúscula cuando descubrió el busto del fallecido Pedro I, burlándose de él desde la tumba.
El busto permaneció allí varios siglos hasta que fue sustituido por el que se halla actualmente, una obra de finales del siglo XVI o principios del XVII. El original aún se puede ver en la Casa-Palacio de los duques de Medinaceli en Sevilla, conocida popularmente como Casa de Pilatos. En una casa cercana al busto, precisamente en la esquina de esta calle con la calle Candilejo, también cuelga un candil en recuerdo del que usó la anciana para descubrir al rey.
Otra leyenda muy conocida es la Doña María Coronel. Al quedar viuda, Doña María empezó a recibir las visitas de Pedro, que, cada vez con más vehemencia, reclamaba su amor. Doña María llegó a refugiarse en casa de sus padres, pero una noche el rey se presentó con su guardia para llevársela al Alcázar. Doña María huyó por una ventana y se refugió en el Convento de Santa Clara. Sin embargo, Pedro I descubrió su paradero y se coló en el Convento para raptarla. Viéndose acosada, Doña María se escondió en la cocina y se echó un cazo de aceite hirviendo a la cara para ahuyentar a su pretendiente.
El rey quedó aterrado y cejó en su empeño. Dicen que también quedó tan arrepentido por lo ocurrido que le prometió a Doña María que le concedería lo que pidiera, a lo que ella replicó que deseaba recuperar parte de las tierras de su marido para fundar allí un convento, el que sería el Convento de Santa Inés, aunque seguramente esto sea falso ya que el convento se construyó una vez que Pedro I fue destronado por Enrique II. Cada 2 de diciembre, en dicho convento, se puede ver el cuerpo incorrupto de Doña María Coronel, apreciándose aún en su rostro las quemaduras y cicatrices que provocó el aceite.
La fama de mujeriego despiadado de Pedro I también le valió para protagonizar otra leyenda, en la que se explicaba que el nombre de la Torre del Oro derivaba de una mujer de dorados cabellos que el rey mandó recluir en ella para tenerla a su disposición, algo totalmente falso ya que el nombre de la Torre no tiene nada que ver con eso, como explicamos aquí.
Cuando la sangre manchó los azulejos del Real Alcázar de Sevilla.
la leyenda de la muerte de don Fadrique:
Aunque se trata de una historia no confirmada, sí que parece tener toques de verdad y la mancha puede ser vista en la salas.
El Real Alcázar es el lugar en el que ocurre esta historia:
Sevilla tiene mucha historia, al igual que, con sus siglos de historia, se han formado leyendas y curiosidades en torno a los lugares que han formado lo que hoy conocemos como la ciudad. Y uno de esos lugares en los que las piedras susurran los sucesos del pasado y en cuyos resquicios se pueden observar detalles épicos y míticos es sin duda el Real Alcázar .
El Alcázar es el hogar de muchas leyendas y curiosidades y una de ellas tiene por protagonista a Pedro I 'el Cruel' (sin duda uno de los personajes históricos que más suele ser asociado con las leyendas de la ciudad).
Una mancha en los azulejos:
Una de las múltiples salas que forman el Real Alcázar es conocida como la Sala de la Justicia, allí se ubica el relato que nos acontece. Ya se ha mencionado que el rey Pedro I el Cruel fue uno de sus protagonistas, pero ¿quiénes fueron los otros? Pues gente cercana al monarca: su esposa doña Blanca de Borbón y el hermanastro de él, don Fadrique Alfonso de Castilla.
Algunas historias cuentan que doña Blanca y don Fadrique tenían una aventura, algo que no gustó al monarca castellano, que cuando se enteró y hizo convocar a don Fadrique al Real Alcázar. Fue en la Sala de la Justicia donde ambos hombres se enfrentaron y, aunque supuestamente, el rey no tenía intención de atacar a su hermanastro, la situación se calentó y terminó en pelea.
Este enfrentamiento, según la leyenda, terminaría con la muerte de don Fadrique, al darse un golpe en la cabeza y terminando sangrando en el suelo de la Sala de la Justicia, cuyo mármol absorbería la sangre, quedando manchado durante un largo tiempo.
A día de hoy la mancha todavía puede apreciarse en el suelo de la sala, pero es posible que lo que pasara en realidad no se acercara tanto a este relato. Lo que sí se sabe es que don Fadrique murió asesinado en el Real Alcázar de Sevilla, donde se alojaba, presumiblemente por orden del rey (aunque no se sabe a ciencia cierta si fue Pedro I el ejecutor de su propio deseo) después de que hubiera participado en una sublevación contra él y hubiera (falsamente) sido perdonado por el monarca gracias a la intervención de Juan Fernández de Henestrosa, tío de María de Padilla (amante de Pedro I).
Tras su asesinato, don Fadrique sería enterrado en la Catedral de Sevilla y, desde finales del siglo XVI, sus restos reposan en la Capilla Real del templo, precisamente junto al culpable de su muerte, Pedro I 'el Cruel' y a María de Padilla.
María de Padilla, la mujer que fue reina después de morir:
Aunque oficialmente se casó dos veces, el gran y verdadero amor de Pedro I el cruel o el justiciero (según quién cuente la historia), fue María, una noble dama castellana a la que describían así las crónicas de la época: “muy fermosa, e de buen entendimiento e pequeña de cuerpo”
Los pocos datos que hay sobre su biografía impiden saber con exactitud dónde nació María de Padilla.
Los historiadores sitúan ese nacimiento en algún lugar de Castilla en 1334. Cuando la joven tenía 18 años se encontró por primera vez con Pedro I. Fue en Asturias, hasta donde se había desplazado el rey para luchar contra su hermanastro, Enrique de Trastámara, que se había sublevado contra él.
Desde ese primer encuentro se convirtieron en amantes y a pesar de expresar públicamente su amor, Pedro I tuvo que casarse con Blanca de Borbón, pues el matrimonio ya estaba concertado. La pareja no duró mucho y el rey volvió con su amada, María de Padilla, con la que tuvo su primera hija.
Pedro i logró que ese matrimonio fuera declarado nulo para casarse con juana de castro:
Esta segunda boda no impidió que Pedro I siguiera manteniendo relación con María de Padilla, que tuvo a su segunda hija. Poco después, la noble castellana pidió al Papa licencia para fundar un monasterio de monjas y tras recibir la autorización, fundó el convento de Santa Clara en Astudillo.
En contra de lo que pudiera pensarse, eso tampoco puso fin al amor entre Pedro I y María de Padilla, que siguieron juntos y tuvieron dos hijos más, otra niña y un varón, Alfonso de Castilla, que murió siendo un niño.
De María de Padilla decían que era bondadosa y que influía en Pedro I para que perdonara a los nobles que se habían sublevado contra él.
La pareja eligió Sevilla para dar riendas sueltas al amor que sentían e hicieron de los Reales Alcázares de Sevilla su residencia oficial, aunque a veces pasaban temporadas en el Alcázar de Carmona.
En el palacio sevillano hay varias estancias que recuerdan a la pareja, una de ellas son los baños reales de María de Padilla
Según la leyenda, la noble castellana se paseaba desnuda por el palacio camino de su baño. Otra dice que el monarca pedía a quienes atendía en audiencia que, antes de dirigirle una palabra, bebieran de las aguas donde se bañába María.
El Rey quería que María de Padilla, a la que ya había nombrado Señora de Huelva, fuera la Reina y para ello manda asesinar a su primera mujer, Blanca de Borbón, pero María murió prematuramente. Murió en Sevilla a los 27 años, probablemente víctima de la peste, y es enterrada en Santa Clara de Astudillo.
Pedro I no cesa de llorar su muerte y un año después, en las Cortes celebradas en Sevilla, declaró ante los nobles que su única y primera esposa fue María de Padilla. El arzobispo de Toledo dio por válida esa afirmación y declaró nulos sus dos matrimonios anteriores, por lo que las Cortes la declaran reina después de muerta y legitiman su descendencia.
Pedro I ordena que trasladen los restos de María de Padilla a la Capilla Real de la Catedral de Sevilla, donde posteriormente también sería enterrado el propio Rey.
La historia olvidada de los Trastámara, los reyes fratricidas que vertebraron España.
Con Fernando y su hija Juana murió la dinastía que Enrique de Trastámara había empezado el 14 de marzo de 1369 en una sangrienta y trágica noche en Montiel
Carlos V tenía sangre Trastámara por parte de su madre, Juana «La Loca» , pero a esas alturas era el último e intrascendente rastro que quedaba de una dinastía que había vertebrado la historia de Castilla, primero, y luego la de Aragón. «Hagan otros la guerra; tú feliz Austria, cásate; porque los reinos de Marte da a los otros, a ti te los concede Venus», rezaba la traducción de unos versos latinos del siglo XVI sobre la estrategia llevada a cabo por los Habsburgo para extender sus tentáculos por Europa. Frente a esos monarcas austriacos y sus pródigos matrimonios, la familia de los fratricidas castellanos se ahogó a la orilla de la Edad Moderna y, sin más, desapareció.
Con Fernando y su hija Juana murió la dinastía que Enrique de Trastámara había empezado el 14 de marzo de 1369 en una sangrienta noche en Montiel. Tras casi 20 años en guerra –donde Enrique de Trastámara y su hermano Pedro I «El Cruel» (o «el Justiciero», dependiendo del bando) se disputaron la Corona de Castilla, involucrando a numerosos reinos vecinos, incluidos los de Francia e Inglaterra–, ambos se encontraron frente a frente en Montiel. «¿Dónde está ese judío hideputa que se nombra Rey de Castilla?», gritó Enrique de Trastámara , hermano bastardo del Rey, antes de enzarzarse en un duelo fratricida que dio a Castilla un nuevo Rey y origen a una nueva dinastía: Enrique «El Fratricida» de los Trastámara.
La guerra entre los dos hermanos empezó con la repentina muerte de Alfonso XI de Castilla, en 1350, a causa de la peste, cuando solo contaba 40 años. La Corona de Castilla cayó por sorpresa en un imberbe Pedro I. Hasta entonces, el joven príncipe había estado aislado de la Corte junto a su madre María de Portugal, que había sido desplazada por la hermosa amante del Rey, Leonor de Guzmán (tataranieta de Alfonso IX de León ), y por los diez hijos frutos de esta relación extramatrimonial. Enrique de Trastámara fue uno de los hijos de Leonor y el primero en llegar a la vida adulta junto a su hermano gemelo Fadrique Alfonso de Castilla .
El Conde Trastámara le hace la guerra a Pedro I:
Mientras Pedro permanecía marginado, Enrique recibió los condados de Noreña y Trastámara y los señoríos sobre Lemos y Sarria , en Galicia, y las villas de Cabrera y Ribera , junto al resto de concesiones de las que se beneficiaron los hijos de Leonor. El fallecimiento de Alfonso XI revirtió la situación. Con la llegada al poder de Pedro I y de su madre María de Portugal , los hijos de Leonor perdieron el apoyo de buena parte de la nobleza y tuvieron que huir de la corte.
La guerra civil costó muchas vidas a ambos bandos. Leonor y varios de sus hijos fueron ejecutados por orden del Rey, que fue apodado a la postre como «El Cruel» . A su muerte, en 1369, terminó el reinado de la Casa de Borgoña en Castilla y empezó el de la Casa de Trastámara. En el libro «Historia de España de la Edad Media» (Ariel), el profesor Julio Valdeón Baruque plantea que «la victoria del bastardo fue de la mano de la consolidación de los cimientos del poder real, así como de lo que se ha denominado de “la revolución aristocrática”». Enrique II se presentó ante sus súbditos como un continuador de las obra de su padre, Alfonso XI, lo que significaba que pretendía defender el fortalecimiento del poder regio. Ésto no se traducía necesariamente en acotar el poder de las Cortes, que fueron convocadas con toda normalidad y mucha frecuencia durante su reinado.
Juan I de Castilla:
A la muerte de Enrique le sucedió en el trono castellano su hijo, Juan I de Castilla, que también tuvo que luchar para defender sus derechos al trono frente a los descendientes de Pedro «El Cruel» . Juan fue un continuista del periodo anterior y su reinado supuso un periodo de maduración institucional para la Corona de Castilla y de expansión militar. No obstante, la hegemonía castellana en la Península ibérica y la presencia de personajes afines a la dinastía anterior en los reinos vecinos complicaron la posición de Juan en el encaje internacional. Como prueba de ello, en julio de 1380 se firmó en Estremoz un acuerdo secreto que preveía una acción angloportuguesa sobre Castilla para sustituir al trastámara por Juan de Lancaster , casado con la hija de Pedro «El Cruel». La operación fue un fracaso y, de la enemistad con Portugal, se pasó de golpe a la amistad a través de la boda de Juan y la hija del Rey luso.
Con la intención de evitar un nuevo desembarco inglés en Portugal, Juan de Castilla reclamó a la muerte del Rey de Portugal los derechos dinásticos de su esposa para establecer un protectorado sobre el reino portugués a partir de 1383. El matrimonio fue reconocido como Rey y Reina de Portugal por la nobleza, con la hostilidad del pueblo en algunos puntos del país, lo cual devino en una revuelta encabezada por el maestre de Avís , que era hermano bastardo del anterior Rey.
El 3 de septiembre de 1384, Juan I de Castilla dejó guarniciones en las plazas de sus partidarios, regresó a Castilla y pidió ayuda al Rey de Francia. El monarca castellana entró de nuevo en Portugal por la ruta de Ciudad Rodrigo y Celorico . Pero las derrotas que sufrió su ejército en Trancoso y Aljubarrota, en mayo y en agosto de 1385, supusieron el fin de sus opciones de imponerse como Rey de Portugal. En Aljubarrota el desastre castellano fue absoluto, el Rey huyó a Santarém y desde allí bajó el Tajo hasta encontrarse con su flota cerca de Lisboa. A partir de entonces, los Avis iniciarán en el país vecino uno de los periodos de mayor esplendor de Portugal. De bastardo a bastardo.
Se afianzan en Castilla, desembarcan en Aragón:
La derrota castellana en Portugal llevó a pensar a Juan de Lancaster que se trataba de un momento excelente para volver a reclamar el trono castellano e incluso el Papa Urbano VI se prestó a ello. Le reconoció como Rey en abril de 1386. No obstante, la dinastía Trastámara reaccionó reorganizando su ejército y sus estructuras políticas para hacer frente a la amenaza inglesa. Cuando los ingleses desembarcaron en La Coruña en julio de 1386 no hallaron el reino desarticulado que esperaban, sino todo lo contrario. Avanzaron a través de Galicia, tierra afín a Pedro «El Cruel», siendo coronado Rey en Santiago de Compostela y plantada su corte en Ourense . Hasta aquí llegaron sus pretensiones.
Castilla se defendió a las incursiones inglesas y la superioridad de su flota forzó a Juan Lancaster a renunciar a la Corona a cambio de una compensación económica. Tras años de cierta estabilidad, Juan I de Castilla falleció el 9 de octubre de 1390 junto a la puerta de Burgos, dejando el poder en un consejo de regencia hasta que su hijo Enrique III alcanzara la mayoría de edad.
la irrupción de los Trastámaras en la Corona de Aragón:
Lo más reseñable para los Trastámara en materia internacional en los siguientes años a la muerte de Juan I fue el desembarco de la dinastía fratricida en la Corona de Aragón. El largo reinado de Pedro IV de Aragón finalizó con una sensación de crisis general y con la banca catalana arruinada. Le sucedió su hijo Juan I «El Cazador» , cuyo reinado se caracterizó por el desorden administrativo y financiero en Aragón, y a éste le siguió su hermano Martín «El Humano» , hasta entonces gobernador de Sicilia.
Martín trató de ganarse el favor de las oligarquías urbanas —muy descontentas con la anarquía del anterior reinado— pero finalmente quedó atrapado en el terreno de la indecisión y nada pudo hacer para finalizar los enfrentamientos banderizos que dividían los reinos de Aragón y Valencia. En 1410, Martín I moría sin dejar hijo varón vivo (si dejó a un nieto ilegítimo, Fadrique) ni hermano al que dar la Corona.
Ante esta situación se decidió que el sucesor de Martín I sería el que designara un Parlamento General de la Corona, para lo cual se reunieron en febrero de 1411 en Calatayud las Cortes de Aragón bajo la presidencia del arzobispo de Zaragoza, García Fernández de Heredia. La disputa, sin embargo, evolucionó en enfrentamiento abierto entre los dos principales candidatos a suceder a Martín : Jaime II de Urgel y Fernando de Trastámara , el de Antequera, Infante de Castilla.
Fernando de Antequera era hijo segundo de Juan I de Castilla y de Leonor de Aragón , hermana del Rey aragonés Martín « El Humano », lo que le convertía en un sólido candidato al trono. No en vano, fue su capacidad económica (su red de señoríos era enorme), su sólido prestigio militar y el ejército castellano a su disposición lo que le entregó la Corona en 1412. A través de una serie de acuerdos con Jaime II de Urgel –lo que vino a certificarse en el Compromiso de Caspe –, Fernando prendió la dinastía Trastámara en Aragón. La perpetuaron dos de sus hijos, Alfonso V «El Magnánimo» y Juan II (padre de Fernando «El Católico»).
El caos de Juan II y Enrique «El Impotente»:
Mientras tanto en Castilla Enrique III pacificó a la aristocracia y restauró el poder real, apoyándose en la pequeña nobleza. Sin embargo, los sucesivos reinados de Juan II y de Enrique IV interrumpieron la serie histórica de reyes que habían reforzado el poder regio. Las revueltas dirigidas por nobles convirtieron sus reinados en un nido de inestabilidades. A la muerte de Enrique «El Impotente» (se sospecha que envenenado por orden de su hermana) aconteció una guerra de sucesión entre los partidarios de su hija Juana «La Beltraneja» y la hermanastra del Rey, Isabel. La joven y su esposo, Fernando, heredero de la Corona de Aragón, se impusieron en la guerra. Dos descendientes Trastámaras reinarán al fin juntos en los dos principales reinos hispánicos.
La unión de reinos fue el gran logro de esta generación de los Trastámara, pero la dinastía no vivió para ver completado el proceso. Los Reyes Católicos casaron a dos de sus hijos, Juan y Juana, con dos vástagos del Archiduque Maximiliano de Austria con el objetivo de alejar la amenaza francesa que se cernía sobre las posesiones aragonesas en Italia. La alianza entre los Austrias (la dinastía Habsburgo) y los Trastámara también implicaba a la familia real portuguesa, los Avis, y de forma puntual a los Tudor a través del matrimonio de Catalina de Aragón con Enrique VIII de Inglaterra . No en vano, la prematura muerte del infante Juan de Trastámara, el único hijo varón de los Reyes Católicos en llegar a adulto, terminó precipitando el desplazamiento de la casa reinante en España por los Habsburgo.
Pese a que Fernando «el Católico» intentó hasta sus últimos días – posiblemente a consecuencia de esos esfuerzos sexuales falleció – tener otro hijo varón con su segunda esposa, Germana de Foix; nunca lo consiguió. Por el contrario, el Rey dejó todas sus posesiones a su hija Juana, Reina de Castilla, que al encontrarse inhabilitada para reinar cedió la Corona de Aragón, incluidos sus reinos italianos y una parte de Navarra, a Carlos de Gante, futuro Carlos V de Alemania. Castilla también pasó a sus manos.
Isabel de Trastámara, la reina más poderosa del mundo.
Introducción:
Una vida plagada de acontecimientos.
Isabel fue siempre una niña rebelde, una chica que se crió sin familia en un mundo violento y cruel gobernado por hombres.
De pelo oro apagado, ojos de color agua clara y cuerpo menudo, creció en la adversidad y le hizo frente. A la muerte, a la enfermedad, a la soledad. Con tres años quedó huérfana de padre. Con diez años, su madre enloqueció y fue apartada de ella. A los diecisiete perdió a Alfonso, su hermano pequeño. Su hermanastro mayor, el rey Enrique IV, la detestaba.
Pero a todo y a todos impuso su mente ágil, su voluntad de hierro, su fe inquebrantable, su disciplina, su decisión, su confianza en sí misma, su inteligencia, su espíritu asertivo, su transgresión. Así llegó más alto que ninguna mujer en la historia de la humanidad.
A los dieciocho años, en su boda clandestina en Valladolid. Allí llegó escapada una mañana fría y gris, y así habló a su futuro esposo, Fernando, su primo segundo de diecisiete años:
Te he elegido yo y solo yo como esposo, en contra de la voluntad del Rey y sin el permiso del Papa. Pero a Dios pongo por testigo de nuestro amor y de nuestra determinación por reinar, cada uno, en Castilla y Aragón.
A los diecinueve años, en su primer parto, sin anestesia ni medicina, sin que apenas la oyesen quejarse en los momentos de mayor dolor.
A los veintitrés años, en su coronación en Segovia. Allí, en la Plaza Mayor, hizo lo que ninguna mujer había hecho antes: tomar entre sus manos una espada, símbolo máximo del poder real que ella iba a ejercer.
A los veinticuatro años, en el campo de batalla en Tordesillas, donde un mes después de perder otro bebé que esperaba, acudió al frente para defender su corona. Allí lideró a los mil quinientos hombres que lucharon bajo su estandarte y a los que habló así:
—Solo soy una débil mujer, pero antes de huir del enemigo he de descubrir si la fortuna está de mi lado.
Y así fue como Isabel de Trastámara, la reina Isabel I de Castilla, llamada Isabel la Católica, se convirtió en la mujer más poderosa de Europa, que en ese tiempo era como decir del mundo. Con su tenacidad, sembró el camino que llevó al nacimiento del Imperio español.
Vamos ahora ha introducirnos en esta interesantísima vida y biografía.
La reina Isabel la Católica.
Pocas mujeres han reinado en España en calidad de reinas propietarias. Una de ellas, Isabel I fue determinante para la historia de los reinos de la Península Ibérica. Demonizada por unos, santificada por otros, lo cierto es que la Reina Católica fue una reina que gobernó con mano de hierro y basó su vida en la inteligencia, la cultura y una ferviente fe. Su decisión la llevó a casarse con Fernando de Aragón aun desobedeciendo al rey de Castilla, su hermano; su determinación la colocó en el trono; su fe la llevó a conquistar el último reducto moro de la península y su intuición favoreció a Cristóbal Colón quien recibió el apoyo incondicional de una reina que vivió a caballo de los tiempos medievales y la Europa humanista.
La princesa que no tenía que reinar:
Isabel de Trastámara nació el 22 de abril de 1451 en un alejado lugar de Castilla. En la preciosa localidad de Madrigal de las Altas Torres, se encontraba su madre, Isabel de Portugal, en un palacio hoy convertido en monasterio, a la espera de dar a luz a su primer vástago. Sería el segundo del rey, Juan II de Castilla, pues ya tenía un hijo y heredero, Enrique, quien se convertiría en rey tres años después. El nacimiento de Isabel no fue tenido muy en cuenta pues el reino ya contaba con un heredero quien, si tenía a su vez un hijo, alejaría a la pequeña Isabel del trono. Así pues, la princesa no estaba destinada a ser reina. Dos años después nacería en Tordesillas su hermano Alfonso.
Isabel tuvo una infancia tranquila, alterada sin embargo, por la enajenación mental que le sobrevino a su madre cuando quedó viuda de su esposo el rey, muerto el 22 de julio de 1454. Isabel, Alfonso y su madre se retiraron a vivir al castillo de Arévalo con un séquito reducido y unos bienes relativamente escasos para su condición real.
Su vida retirada dedicada principalmente a la oración y a la lectura de obras piadosas terminó en 1461 cuando ella y su hermano fueron trasladados a Segovia. Poco tiempo después, el 28 de febrero de 1462 nacería Juana, la primera hija de su hermanastro Enrique aunque la historia pondría en duda su paternidad y apodaría a la niña como “La Beltraneja”. Isabel fue su madrina; años después se convertirían en enemigas.
La heredera de su hermano:
La dudosa legitimidad de Juana y el descontento de algunos nobles con el gobierno del rey hicieron peligrar su corona. Sus enemigos quisieron utilizar a sus hermanastros para destronar a Enrique. Primero fue Alfonso, el hermano pequeño de Isabel, quien fue proclamado rey en la conocida como “la farsa de Ávila”. Era el 5 de junio de 1465 y el pequeño infante tenía poco más de 12 años. Tres años después, el 5 de julio de 1468, moría en extrañas circunstancias. Fue más que probable que muriera envenenado.
Frustrado el intento de deponer al rey utilizando a su hermano, los nobles rebeldes pusieron la mirada en la joven Isabel quien, a pesar de la insistencia, nunca aceptó proclamarse reina, al menos mientras su hermano aún viviera.
Sin embargo, Isabel sí que aceptó ser proclamada Princesa de Asturias en la ceremonia celebrada junto a los verracos prehistóricos conocidos como los Toros de Guisando, el 18 de septiembre de 1468. Con esta decisión, Enrique no sólo relegaba a su propia hija de la línea sucesoria, sino que daba la razón a quienes no la consideraban como legítima. Aunque Isabel consiguió una gran victoria en Guisando, tuvo que aceptar una importante condición. Sólo podría casarse previo consentimiento del rey, su hermano.
Una boda en entredicho:
Como Isabel no estaba destinada a ser reina, desde pequeña se planteó su existencia como una baza más de la corona para establecer importantes acuerdos con otras monarquías o con alguna casa aristocrática mediante su matrimonio.
Muchos fueron los candidatos, a los que Isabel fue rechazando sistemáticamente. Alfonso V de Portugal, su hijo Juan, el duque de Guyena, hermano de Luis XI de Francia, fueron algunos de los grandes nombres que Isabel no aceptó como maridos. Incluso en una ocasión, cuando tenía 16 años y fue comprometida a un noble mucho más viejo que ella, don Pedro Girón, se dice que rezó tanto que en el camino a su encuentro que murió de un ataque de apendicitis. Aunque podría haber sido la ayuda de su incondicional amiga Beatriz de Bobadilla la causa de la liberación de Isabel.
Isabel decidió entonces casarse con su primo Fernando, hijo de Juan II de Aragón. El 5 de marzo de 1469 se firmaban las capitulaciones matrimoniales con una supuesta bula papal que autorizaba dicha unión. Todo el proceso se hizo en secreto y a espaldas del rey. Mientras Isabel escapaba a la estricta vigilancia de Juan Pacheco, Fernando viajaba hacia tierras castellanas disfrazado de mozo de mula de un grupo de comerciantes. El 19 de octubre de 1469 Isabel y Fernando se casaban en Valladolid.
Esa boda supondría en el futuro una unión de facto de dos coronas peninsulares y abrían el camino para una futura unión de toda la Península en manos de su bisnieto Felipe II.
Isabel y Fernando formaron una pareja excepcional. Cada uno reinaría en su territorio y ambos se complementarían en el gobierno de sus reinos.
Enrique IV no aceptó la unión e intentó disolverla aduciendo que no existía ninguna bula papal que la bendijera. Pero el Papa Sixto IV hizo pública una bula que alejaba toda duda sobre su legalidad. El rey ofendido decidió entonces volver a nombrar a su hija Juana heredera de Castilla y casarla con el rey portugués Alfonso V.
La reina católica:
El 11 de diciembre de 1474 moría Enrique IV, quien pasaría a la historia con el triste apodo de “El impotente”. Tan sólo dos días después, y defendiendo su derecho al trono, Isabel salió decidida del Alcázar de Segovia en dirección a la Iglesia de San Miguel y se proclamaba a sí misma reina de Castilla.
Aquel golpe de efecto llevó a una inexorable división del reino entre los partidarios de Juana, la última heredera del monarca fallecido y los defensores de Isabel, Princesa de Asturias según el pacto de los Toros de Guisando. Empezaba entonces una cruenta guerra civil que terminaría dos años después con Isabel como vencedora tras la victoria de su marido en la Batalla de Toro.
Un reinado de mano firme:
Isabel gobernó de manera estricta su nuevo reino. . Alejó a los nobles del poder, mejoró la administración del reino, saneó sus finanzas e hizo mejorar la seguridad de sus súbditos con la creación de la Santa Hermandad.
Mujer piadosa, quiso transmitir su profunda fe a su reino, no en vano, el Papa Alejandro VI le otorgó a ella y a su marido el título de Reyes Católicos mediante la bula Si convenit de 19 de diciembre de 1496. Una fe que la llevó a instaurar el Tribunal de la Santa Inquisición primero en Castilla y más tarde en Aragón, a firmar el decreto de expulsión de los judíos y terminar la reconquista iniciada siete siglos atrás con la toma de Granada.
Isabel I compartió con Cristóbal Colón la visión del navegante al que protegió y ayudó en su aventura oceánica.
Reconquista del reino de Granada:
Pero la fórmula de Estado que implantaron los Reyes Católicos no se correspondía con la integridad del cuerpo físico de la nación. España seguía repartida. Todavía en sus tierras del sur existían fragmentos de lo que fue poderoso Califato de Córdoba. Era preciso poner el broche a la reconquista empezada, siglos antes, en un rincón asturiano y en otro rincón pirenaico. Este broche no se cerraría mientras hubiese musulmanes en el llamado reino de Granada. Y contra este reino dirigieron sus ejércitos Isabel y Fernando. El monarca, con su habitual arrojo, al frente de sus huestes. La reina, derrochando energías en los frentes de combate y en la retaguardia. Ante Málaga — 1487 —, en las operaciones que determinaron la rendición del Zagal. Ante Granada, creando la ciudad de Santa Fe, y el primer hospital de sangre; allegando dinero, estudiando planes, sacando levas, animando a los atacantes de vanguardia. Un día de 1492 logró entrar en Granada. Isabel pudo sonreír con plenitud de gozo. La unidad española se había completado. (Sólo con ciertas reservas, pues quedaba por añadir la tierra navarra.)
Unión de reinos:
Isabel y Fernando, ella con asombroso instinto político, él con su astucia diplomática y su sabiduría política —inspiradoras de maquiavelismos especialmente «fabricados» para el mejor príncipe europeo —, pensaron en el valor de las alianzas familiares para fines de interés internacional. Los Reyes eran los «propietarios» de los países que gobernaban. Por ello, si los «propietarios» se unen, si las Casas familiares reinan, la paz entre los príncipes cristianos es un hecho. Los hijos de Isabel y de Fernando enlazarían Cortes con Cortes sin necesidad de acudir a las guerras. Para Portugal destinaron a su primogénito don Juan, ya que el casamiento de éste con la heredera de aquel reino conseguiría la tan ansiada unidad peninsular.
Unidad de fe, expulsión de los judíos:
La unidad española quedó afirmada sobre dos pilares ingentes: el territorio y el Estado sin mediatizadores. Pero aún faltaban la unidad religiosa y la unidad de raza. Para conseguir una fe sin desviaciones era indispensable la propagación obsesiva del catolicismo. Los musulmanes y judíos hispanizados fueron respetados en sus creencias. Pero algo ocurrió entonces que originó alarma en los soberanos. Por el Mediterráneo pululaba la piratería turca y berberisca. Las costas españolas quedaron casi cerradas a una navegación normal, pues las leguas para la vigilancia eran muchas y los piratas parecían contar con auxiliares poderosos tierra adentro. Tanto por propio convencimiento como para ganarse la confianza de sus súbditos, los Reyes Católicos, haciendo caso omiso del respeto a los judíos determinado en las capitulaciones de Granada, publicaron — 1492 — la orden de expulsión contra los hebreos. Expulsión injustificada y dañosa para España, cuyo motivo último pareció ser el especialísimo caso del Santo Niño de la Guardia, asesinado en una parodia de crucifixión.
Descubrimiento de América:
Como si Dios quisiera premiar los admirables ideales y trabajos de Isabel y Fernando, en 1492, bajo el empuje de Castilla y León (pues Aragón y Cataluña, haciendo reservas, habían alegado, como escribe Tarsicio de Azcona, «reparos jurídicos», «dudas técnicas», «dificultades prácticas»), se lanzan los marinos de Moguer, capitaneados y dirigidos por Martín y Alonso Pinzón, a la aventura que ha organizado «como en ensueños» Cristóbal Colón, tratando de hallar el camino directo entre el Occidente europeo y el Este asiático, con lo que se acortaría el camino comercial del tráfico de especias, tan apreciadas y bien pagadas. Por su parte, los andaluces de Huelva estaban seguros de que entre Europa y Asia se interponía otra tierra. La historia de Alonso Sánchez de Huelva corría de boca en boca. La confluencia de las dos convicciones —la de Colón, camino del Asia, la de los andaluces occidentales, nuevas tierras que buscar— determinaron el descubrimiento del continente infelizmente «bautizado» como América. En el cual descubrimiento se empleó Castilla, que tanto monta como Isabel, muy a fondo. Pues Castilla era africana, oceánica ante todo, amiga de ampliarse, ensancharse. La conquista de las Canarias ya había marcado, muchos años antes, este destino. Pero hay que guardar un gran respeto para los recelos del agudísimo Fernando, cuya política —más cercana, más «a la vista», de muy antiguo ya comprobada— era plenamente mediterránea. Política flechada hacia Italia, hacia el norte de Africa. Isabel, al final de su vida, pareció comprender, y compartir, esta política fernandina, especialmente la referida al norte africano.
El anuncio de que son tierras descubiertas son riquísimas empujaron a miles y miles de españoles a las fabulosas tierras de América. El mundo cuya puerta había abierto Isabel le va a quedar pronto pequeño a una España que asombrará, que atemorizará al orbe.
La santa inquisición:
Antes de estos sucesos en 1478 autorizó el Pontífice Sixto IV a los Reyes Católicos el establecimiento de la Inquisición, para que ésta velara con rigurosidad por el mantenimiento de un catolicismo químicamente puro en todos los territorios nacionales. A esta institución, y a su inquisidor general fray Tomás de Torquemada, debieron los judíos su expulsión. Antes aún, en las Cortes de Madrigal, de 1476, quedó fundada la Santa Hermandad, una institución benemérita dedicada a imponer la tranquilidad en pueblos y caminos, a terminar con el bandolerismo reinante, a romper cuantas anarquías pudieran levantarse; los cuadrilleros — soldados a caballo — de la Santa Hermandad, constituyeron las más eficaces milicias de gobierno interior. Isabel impuso la Santa Hermandad en Castilla y León. Pero Isabel y Fernando no lograron imponerla en los reinos de Aragón y Cataluña sino «provisionalmente»: impuesta en 1488, quedó suprimida en 1510.
Vamos ha aclarar algunos detalles inportantes, sobre la leyenda negra en torno a Isabel y la Inquisición:
¿Isabel la Católica inventó la Inquisición?
No, la Inquisición no es un invento de Isabel la Católica y tampoco en un invento cristiano, ni católico.
De hecho si nos remontamos a los orígenes de la Inquisición como represión de las desviaciones religiosas hallamos sus raíces en la religión judaica.
En efecto, a los judíos se les manda, tanto en la Biblia como en el Talmud matar al judío que reniegue de su fe. San Esteban, el primer mártir de la Iglesia Católica, muere apedreado por los judíos por haber abandonado la ley de Moisés.
¿Qué clase de torturas solían usarse en los procedimientos inquisitoriales de Castilla?
Antes que nada hay que aclarar que la tortura no era sino un procedimiento extremadamente excepcional, que para ser utilizada se requería de un permiso especial que debía ser firmado por los inquisidores y el obispo del lugar. “Y en las estadísticas sacadas de los procesos inquisitoriales de Toledo y Valencia en esa época muestran que no hubo tortura más que en 1 o 2% de los casos, y que sólo se aplicaba con los conversos más peligrosos".
Las penas más comunes solían ser peregrinaciones, procesiones, oraciones o visitas continuadas a la Iglesia. También el uso del sambenito era frecuente. Pero como vemos todas estas penas están muy lejos de ser verdaderas torturas.
Podríamos decir que quizá la “tortura” más frecuente que la Inquisición utilizaba era la prisión.
¿Cómo eran las cárceles de la Inquisición?
La pena más frecuente que era la de prisión perpetua, era una pena de prisión por tres a ocho años en una prisión abierta, en la que se confiaba en la buena voluntad del enmendado que podría salir de la prisión, siempre y cuando volviera a ella antes de la caída del sol.
Pero había otras penas en las que el acusado debía permanecer encerrado. Entonces este podía traer su servidumbre (si lo tenía); podía escribir, pues se disponía para él tinta y pluma; e incluso podía trabajar, llevando a prisión los elementos que requería. Así el preso podía incluso continuar manteniendo a su familia desde la cárcel.
¿Fue la Inquisición motivo de roces con el Papa?
Sí, efectivamente, muerto Sixto IV, llega al Trono Pontificio Inocencio VIII, quien prestará demasiados oídos a los rumores que los judíos y conversos hacía circular por Roma con el fin de que el tribunal fuese suspendido.
Pero estas contiendas no afectaron sustancialmente la relación de los Reyes con el Papa y las cartas a él dirigidas son una muestra exquisita de humildad y obediencia hacia la sede de San Pedro.
Hemos expuesto hasta aquí a grandes rasgos los motivos y algunos aspectos de la Inquisición que instaurara la Reina Isabel en sus Reinos.
Conversión obligada de musulmanes:
Nuevas empresas de Isabel y Fernando fueron la creación de un ejército permanente; la estabilización del Consejo de Castilla; la imposición de una monarquía absolutamente absoluta; la incorporación a la Corona de las Ordenes Militares; la conversión al catolicismo de cuantos musulmanes quedaban en España, misión en que ayudaron a la reina el famoso cardenal Mendoza y el no menos famoso cardenal Francisco Jiménez de Cisneros. Esta última empresa motivó que, sublevados muchos musulmanes — moriscos — que deseaban conservar su religión, se refugiaran armados en las Alpujarras, defendiéndose hasta encontrar la muerte. La Capitulación que se les otorgó —en mayo del año 1501 — les colocaba ante la disyuntiva de convertirse, siquiera fuera «de dientes afuera», o abandonar España. Tan impolítica medida motivó la salida de España de los más abnegados trabajadores de sus tierras: los moriscos, algunos de cuyos cultivos todavía se conservan, inmejorables.
La pragmática de conversión forzosa es un término que podría aplicarse a varias pragmáticas u otros textos legales emitidos a comienzos del siglo XVI en la Monarquía Hispánica bajo los Reyes Católicos y Carlos V, es el nombre que la historiografía da especialmente a la Pragmática de 14 de febrero de 1502. Por ella, aparentemente se daba a elegir a los musulmanes sometidos (mudéjares) de la corona de Castilla entre el exilio y la conversión al cristianismo. La nueva categoría social así surgida, los cristianos nuevos de origen musulmán, recibieron el nombre de moriscos.
La conversión forzosa de los mudéjares en la Corona de Castilla:
La opción que ofrecía la Pragmática del 14 de febrero de 1502 entre el bautismo o la expulsión era sólo aparente, puesto que la posibilidad de salir del reino no existía: además de contener rigurosas limitaciones de edad que supondrían la separación de las familias (niños menores de catorce años y niñas menores de doce), el propósito explícito quedó evidenciado sólo tres días más tarde con la Pragmática de 17 de febrero de 1502, que les prohibía abandonar el reino. El bautismo pasaba a ser la única posibilidad, y se realizó masivamente, mediante ceremonias colectivas en que los sacerdotes asperjaban el agua sobre toda la población de un lugar mientras pronunciaba las palabras rituales. A partir de ese momento, considerados ya cristianos, cualquier manifestación religiosa divergente podía ser considerada herejía. No obstante, el control real de la Inquisición española no se centró en la población morisca, de muy clara diferenciación (continuaban con sus costumbres de todo tipo), sino en los judeoconversos, que vivían entre la comunidad cristiana y eran objeto de una particular dinámica social.
La fecha exacta en que se impuso el bautismo obligatorio fue diferente en cada territorio de la Corona de Castilla: 1501 en el reino de Granada y 1502 en el resto.
Entre 1515 y 1516 se impone el bautismo o la expulsión de los mudéjares navarros tras haber sido incorporado ese reino a Castilla en 1515 por Fernando el Católico.
Peligro en la sucesión:
Los últimos años vividos por la reina Isabel I no fueron ciertamente eslabones de regocijos, sino engarces de hondísimas penas. Su hija primogénita Isabel, casó primero con don Alfonso de Portugal, y muerto éste contrajo nuevo matrimonio — 1497 — con el primo de aquél, don Manuel «el Afortunado»; pero murió del sobreparto de su primer hijo, llamado Miguel. Un año antes habíanse festejado dos bodas: la del príncipe don Juan de Castilla con Margarita de Austria, y la de doña Juana con el archiduque de Austria don Felipe. El 4 de octubre de 1497 murió en Burgos el príncipe don Juan, quedando un solo vástago de su sangre: el príncipe Miguel. Pero este niño murió cuatro años más tarde. Y sólo quedó como heredera de «tan grandes reinos» la princesa doña Juana, que ya había comenzado a enloquecer, pero que siéndolo de amor parecía locura natural, curable a plazo más o menos largo. Fracasaron, pues, los proyectos de Isabel para constituir una gran Casa Familiar Europea. La sucesión se vio en peligro, y hubo de dar a España en manos extranjeras. Se torció el camino de África por el tirón violento que dio el Oeste inédito. España iba a pechar con una tarea superior a sus fuerzas físicas, y productora de una nueva anemia nacional: la falta de sangre joven, derrochada en América, y la falta de oro. La falta de proporción entre el esfuerzo y los medios, la envidia y los ataques en rapiña de otros países poderosos, ponían en peligro inclusive la conservación de lo descubierto a precio de sangre preciosa.
La triste Historia de Juana la Loca.
A lo largo de los siglos, a Juana I de Castilla se le ha diagnosticado desde esquizofrenia a psicosis. Bajo ese pretexto, su padre y su hijo la mantuvieron encerrada casi cincuenta años pero, ¿y si fuera solo una mujer independiente en una época en la que no podía serlo?
Juana I de Castilla. La primera en reinar en los territorios que juntos conformaron España. Una de las mujeres más poderosas de su tiempo, cuya historia aún sigue cautivando. Una reina que, aunque nunca mostró ni el hambre ni el talento político de su madre, tuvo tiempo para la grandeza. Juana la Loca. De entrada, como apodo, conjura una inmediata escala de fascinación, pero si esa locura es fruto de una pasión delirante, de un amor fou, que llamó Bretón a ese fervor que es vértigo y estrago, el sobrenombre resulta arrebatador. Con él ha pasado a la Historia pero, ¿realmente lo fue?
Buscar una explicación para la conducta de alguien que lleva siglos bajo tierra es, cuando menos, tarea arriesgada, pero cada vez son más numerosas las investigaciones que ponen en entredicho que Juana la Loca mereciese tal apodo, apostando por un análisis de sus actos y decisiones desde una perspectiva más feminista de . De hecho, Cristina Segura, catedrática de la Complutense y autora de Utilización política de la imagen de la reina Juana I de Castilla, concluye que, incluso en sus momentos vitales más críticos, actuó con notable lucidez y lealtad para con los suyos. «Tradicionalmente se ha insistido en sus actos de locura, su suciedad, su no comer o su reclusión. ¿Por qué no su austeridad, sus penitencias?», se pregunta.
Nacida en Toledo el 6 de noviembre de 1479, Juana de Castilla recibió una educación esmerada de orientación humanista por empeño de su madre, Isabel «la Católica» , quien bien sabía lo complicado que era para una mujer progresar en una sociedad dominada por los hombres. Pronto, la Infanta castellana destacó en el dominio de las lenguas romances y el latín, en interpretación musical y en danza. Era, en consecuencia, la educación típica de un miembro secundario de la Familia Real . No en vano, Juana de Castilla fue una niña normal que no dio prueba de sufrir ningún tipo de trastorno mental hasta la madurez.
Para empezar, ya desde niña dio muestras de indómita conducta. Los historiadores cuentan que se encaraba frecuentemente con su madre, Isabel la Católica, quien dejó escrito que nunca llegó a entenderla ni a dirigirla. Juana se negaba a comer cuando se disgustaba y se resistía a confesarse o a ir a los oficios religiosos, actitud esta última que mantuvo toda su vida. Como tercera en la línea de sucesión de los Reyes Católicos, no estaba llamada al trono, pero sí lo estaba a afianzar el poder geopolítico que ambicionaba su madre. En una alianza estratégica contra Francia, Isabel la promete con el hijo de Maximiliano de Austria, que pasaría a la historia con el nombre de Felipe el Hermoso. Recién cumplidos los dieciséis años, acompañada por quince mil soldados y noventa oficiales, Juana viaja a la corte de los Países Bajos para casarse con él. Su prometido ni siquiera fue a recibirla pero, al conocerla, cuentan que se enamoraron de inmediato. Poco después, él mismo la bautizó como Juana la Terrible.
Aunque a ella le duraría de por vida, el fervor de Felipe no tardó en evaporarse. Aprovechando unos coléricos ataques de celos –cimentados en el hecho de que su marido comenzó pronto a retozar con cualquier mujer que se le antojaba– y el ansia de poder que el de Flandes compartía con Fernando el Católico, ambos comenzaron a alimentar la leyenda de que Juana no estaba en sus cabales y que, por tanto, no era apta para ocupar el trono. Curiosamente, Isabel, en vísperas de su muerte en el año 1504, no cedió la regencia de Castilla a ninguno de los dos. Confió en su hija, pese a indicar en el testamento que no reinaría si algo la incapacitaba y a que el temperamento airado de Juana –con tendencia a incurrir en el desacato–también le acarreó numerosos disgustos en los últimos años de su vida.
A la muerte de Isabel, las luchas de poder entre Felipe y Fernando por saber quién asumiría la corona de Castilla se hicieron aún más patentes. El segundo asumió la regencia hasta que ambos llegaron de Flandes, pero Felipe logró el apoyo de la nobleza castellana –para ello, cuentan que quiso destacar la locura de Juana y la obligó a recibirlos a oscuras, pero que ella se mostró lúcida– y consiguió convertirse en rey de Castilla. Aunque por poco tiempo: sin quedar claro si lo finiquitó un virus, un veneno o el colapso al beber un vaso de agua helada tras jugar un partido de pelota, apenas diez semanas después de su coronación, muere el Hermoso. Aunque ya había recibido sepultura en la Cartuja de Miraflores, Juana decide cumplir la voluntad de su esposo, desenterrarlo y llevar sus restos a Granada, como él había dispuesto. Durante meses, la reina no se separó del féretro de su marido y padre de sus seis hijos, y el cortejo fúnebre viajó por tierras castellanas de noche, entre incienso, velas, cánticos y nobles armados.
Esta imagen, mitad espanto, mitad esplendor, asienta la hipótesis de la locura que sus actos habían apuntalado antes. Pero ¿y si, como proponen algunas historiadoras como Milagros Rivera, esta santa compaña fuera fruto de la decisión de Juana de mantener el cuerpo insepulto de su marido, algo que por ley le evitaba un nuevo matrimonio forzado por su padre? Enterrar al Hermoso junto a la Católica garantizaba sus derechos y los de sus descendientes, y ganaba tiempo para que su primogénito, Carlos I (o V, si prefieren) tuviera edad suficiente para reinar.
De hecho, después de tratar de reinar por sí misma en Castilla, alegando su supuesta locura, Fernando la confinó en Tordesillas, un encierro que también evitaba unas segundas nupcias que su padre no deseaba. Pretendientes no le faltaban a Juana, entre otros el díscolo Enrique VII, fundador de la dinastía de los Tudor, cuyo testimonio contradice la leyenda negra: «…aunque su marido y los que venían con ella la hacían loca, yo no la vi sino cuerda». Años más tarde, su hijo Carlos se benefició de la inestabilidad mental de su madre para hacerse con los títulos que le pertenecían y asumió el poder en 1516. Sin embargo, Juana nunca fue declarada incapaz por las Cortes de Castilla, por lo que mantuvo el título de reina y aunque ella no ejercieron como tal, oficialmente, ambos correinaron. «La imagen de la loca de Tordesillas era conveniente para justificar su apartamiento del poder. La locura de Juana era una táctica para desautorizarla y para justificar las discrepancias que en algunos momentos de su vida aparecían al entrar en conflicto los dos cuerpos que debía de soportar y que en su caso estaban en conflicto. Para Isabel, la locura justificaba las desobediencias de su hija y su escaso interés por el poder político. Para su marido, era la vía necesaria para llegar al gobierno de Castilla. Para Fernando, la locura de su hija le facilitaba el cumplimiento del testamento de Isabel la Católica y su ejercicio del poder en Castilla», escribe Cristina Segura.
Durante 46 largos años, la reina permaneció encerrada en Tordesillas, con el beneplácito de su padre primero y de su hijo después. Algunos testimonios de la época denuncian las condiciones en las que mantuvieron a Juana y a Catalina, su hija pequeña nacida ya muerto Felipe, que permaneció allí con ella hasta su matrimonio. Tanto Fernando como Carlos pusieron un gran empeño en justificar el encierro de Juana, además de en borrar cualquier testimonio que pudiera cuestionar su incapacidad mental, algo esencial para justificar que no ocupase el trono castellano. Sin embargo, esas dudas existían entre los adversarios del nuevo monarca. Los comuneros, que no aceptaban que Carlos –que ni siquiera conocía el idioma– ocupase el trono de Castilla, llegaron hasta Juana, pieza fundamental para justificar su revuelta. Ella, con unas intervenciones cuerdas y sosegadas, se dirigió al pueblo con estas palabras: «Yo tengo mucho amor a todas las gentes y pesaríame mucho cualquier daño o mal que hayan recibido». Aunque quisieron demostrar que no estaba loca, la liberaron y lograron cierta respuesta por su parte, no quiso asumir el trono y no lograron que firmase ningún papel. El movimiento comunero fue reprimido y Juana volvió a su encierro.
Durante siglos, la figura de Juana ha sido analizada con gran interés por parte de los historiadores. En el siglo XIX, Gustav Bergenroth fue uno de los primeros en plantear que Juana no estaba loca y que fue víctima de un complot para arrebatarle el trono de Castilla. Aunque pocos dudan de que padecía algún tipo de trastorno –se le ha diagnosticado desde depresión severa hasta esquizofrenia o psicosis, e incluso en vida se planteó que estuviera endemoniada–, la mayoría de las líneas investigadoras apuntan a que las circunstancias en las que vivió influyeron profundamente en un carácter ya inestable desde niña.
Antecedentes de locura en la familia:
El carácter de Juana «la Loca» oscilaba rápidamente entre la euforia y la melancolía. Los expertos se inclinan por pensar que pudiera sufrir algún tipo de trastorno obsesivo compulsivo o incluso una bipolaridad, nada lo bastante grave como para ser privada del trono. Sin embargo, la dinastía de los Trastámara tiene un antecedente directo de alguien con problemas mentales en la figura de Isabel de Portugal, madre de Isabel «la Católica».
Muerto Juan II y tras la ascensión al trono de Enrique, Isabel sintió tanto su pérdida que fue supuestamente acometida de una enajenación mental, por lo cual fue confinada junto a sus dos hijos, su madre y un pequeño número de sirvientes, al castillo de la villa de Arévalo. Muy similar al caso de Juana la Loca, su abuela Isabel de Portugal también presentaba un clínico de depresiones y actitud melancólica. Y de la misma forma, también es complicado saber si existió realmente algún tipo de trastorno mental tras su súbita reclusión.
Aunque la historia no pueda cambiarse, sí que se transforman los ojos con los que la miramos. Siglos después, lo que desde los libros de texto se nos planteaba como una verdad incuestionable, puede que no lo sea tanto. De hecho, hace unos meses, el Museo del Prado invitaba a actualizar la obra Doña Juana la Loca pintada por Francisco Pradilla en el siglo XIX con una cartela más contemporánea, adaptada a la nueva realidad. Quizá Juana no estaba tan loca y fue víctima de las ambiciones de poder de su padre, su marido y su hijo en un momento en el que la voz de la mujer no era escuchada. Quizá no fue un sujeto pasivo y alienado, sino una mujer responsable de sus decisiones, capaz de construir(se) un espacio propio de libertad que, siglos después, contemplamos con otra mirada.
Juana I de Castilla murió el Viernes Santo de 1555, a los 76 años, tras haber permanecido confinada casi medio siglo. Francisco de Borja atestiguó que sus últimas y balbuceantes palabras habían sido "Jesucristo crucificado, ayúdame". Juana luchó durante toda su vida para ser una buena hija, esposa y madre. Aceptó que enfermaba con frecuencia y que, cuando eso ocurría, era incapaz de gobernar sus múltiples reinos. El mayor tributo que puede rendirle la historia es reconocer sus debilidades.
En los últimos años, a la enfermedad mental se unía la física, teniendo grandes dificultades para caminar. Entonces volvió a hablarse de su indiferencia religiosa, llegándose incluso a comentar que podía estar endemoniada. Por ello, su nieto Felipe pidió a un jesuita, que la visitara y averiguara qué había de cierto en todo ello. Después de hablar con ella, el jesuita aseguró que las acusaciones carecían de fundamento y que, dado su estado mental, quizá la reina no había sido tratada adecuadamente. Algo después, tuvo que volver el jesuita a visitarla, pero en esta ocasión para confortarla en el momento de su muerte. Y lo hizo tan bien, que incluso se afirmó que la reina había recuperado la razón, por haber encontrado —dice san Francisco de Borja— muy diferente sentido en las cosas de Dios del que hasta allí se había conocido en su Alteza. Falleció en Tordesillas (Valladolid) en 12 de abril de 1555, a los 76 años.
Un gran clamor se levantó por toda Europa, y tanto los grandes señores como los siervos acudieron al llamamiento del papa Urbano II.
La crónica dice:
A la mañana siguiente, nuestros hombres echaron a correr hacia las murallas con las máquinas a rastras, pero los sarracenos habían construido tantas máquinas que disponían de nueve por cada una de las nuestras. De este modo obstaculizaban nuestras acometidas. Era el noveno día, fecha en que, según el sacerdote, íbamos a conquistar la ciudad. (…)
Nuestras máquinas comenzaban a despedazarse pues eran alcanzadas por un gran número de piedras, y nuestros hombres iban quedando atrás, porque estaban muy cansados. Sin embargo, aún quedaba la compasión del Señor, que nunca puede ser superada o conquistada, y siempre es un gran apoyo en la adversidad. (…)
Dos mujeres lanzaban maleficios contra una de nuestras catapultas, pero de pronto una piedra las aplastó a ellas y a tres esclavos, de modo que perdieron la vida y así fueron conjuradas sus diabólicas maldiciones. Al mediodía nuestros hombres estaban muy desanimados. Estaban cansados y habían agotado casi todas sus fuerzas. Todavía quedaban muchos soldados enemigos por cada uno de los nuestros; las murallas eran altas y resistentes, y los recursos y la habilidad del enemigo para reparar sus defensas parecían insuperables. Pero mientras vacilábamos, indecisos, y el enemigo se regocijaba con nuestra turbación, la gran misericordia de Dios nos dio fuerza, y convirtió nuestras penas en alegría, pues el Señor no nos abandonó. Cuando nuestros estrategas celebraban una reunión para decidir si debían retirar las máquinas, pues algunas habían ardido en llamas y otras estaban despedazadas, un caballero del Monte de los Olivos comenzó a hacer señales con su escudo a los hombres del conde y a los demás para que avanzaran sobre las murallas. No se ha descubierto nunca quién era este caballero. Al ver su señal nuestros hombres cobraron nuevos ánimos y algunos comenzaron a echar abajo las murallas (…).
Nuestros arqueros comenzaron a lanzar saetas encendidas, y de esta manera detuvieron el ataque de los sarracenos contra las torres del duque y de los dos condes. (…)
Esta lluvia de fuego hizo retroceder a los hombres que defendían A muralla. Entonces el conde soltó el puente levadizo que protegía un flanco de la torre y éste cayó sobre la muralla, y así nuestros hombres lograron entrar en Jerusalén, valiente y ferozmente. Entre los primeros se encontraban Trancredo y el duque de Lorranie, y fue increíble la cantidad de sangre que derramaron, los demás los siguieron, y los sarracenos comenzaron a sufrir. Sin embargo, aunque parezca extraño, en este momento en que la ciudad había sido prácticamente conquistada por los francos, los sarracenos aún luchaban en el otro lado, donde el conde atacaba una muralla que le presentaba una tenaz resistencia.
Pero ahora (…) estábamos a punto de presenciar escenas maravillosas. Algunos de nuestros hombres (y esto fue lo más piadoso) les cortaban la cabeza a los enemigos; otros los abatían con flechas haciéndolos caer desde lo alto de las torres; otros los torturaban un poco más, lanzándolos a las llamas. En las calles de la ciudad se veían montones de cabezas, manos y pies. Había que ir sorteando cadáveres y caballos muertos. Pero esto fue insignificante en comparación con lo sucedido en el templo de Salomón, lugar donde se elevan cánticos en alabanza de Dios. ¿Qué ocurrió ahí? (…)
Basta con decir que en el templo de Salomón y en su porche la sangre llegaba a los hombres a las rodillas y las riendas de su cabalgadura. De hecho, fue una sentencia justa y espléndida de Dios que este templo quedara repleto de sangre de infieles, pues había sufrido sus blasfemias durante mucho tiempo. La ciudad estaba llena de cadáveres y de sangre.(…)
Una vez conquistada la ciudad, se vio que había merecido la pena pasar tantas dificultades para poder contemplar los devotos peregrinos en el santo sepulcro. ¡Cuánto se regocijaban de poder elevar nuevos cánticos al Señor! (…)
LA SEGUNDA CRUZADA
La Segunda Cruzada inició en respuesta a la invasión y ocupación del Condado de Edesa por parte de los turcos. Edesa había sido el primer estado cruzado que se fundó en Oriente durante la Primera Cruzada y, también, fue el primero en caer. A pesar de ser una ciudad amurallada, en su interior solamente se encontraba el obispo y una población conformada por campesinos y artesanos. Su escasa población la hacía susceptible a sufrir ataques frecuentes.
La recuperación de Edesa, por parte del gobernador militar selyúcida, Imad al-Din Zangi, tuvo lugar entre el 28 de noviembre y el 24 de diciembre de 1,144.
La noticia de la captura de Edesa fue llevada a Europa por peregrinos, el año de 1,145. Más tarde, las embajadas de Antioquía, Jerusalén y Armenia confirmaron la noticia. El Papa Eugenio III quedó consternado con el suceso, ya que Edesa era una ciudad importante de peregrinación (por haberse encontrado ahí la Sábana Santa) y su caída ponía en peligro la existencia de los demás estados cruzados. El 1 de diciembre de 1145, el papa emitió la bula Quantum Praedecessores, pidiendo una segunda cruzada.
La predicación de esta nueva cruzada quedó en manos delabad Bernardo de Claraval, más tarde nombrado santo, quien, gracias a sus habilidades, como orador, logró reunir una gran cantidad de combatientes, a quienes instruyó en su doctrina mística, diciendo que era necesario que los hombres defendieran el reino de Dios en la tierra y, a cambio, estos quedarían absueltos de todos sus pecados. Esta estuvo dirigida por los reyes europeos, Luis VII de Francia y Conrado III de Alemania y no por el papa.
El Rey Conrado III y veinte mil hombres, salieron de Alemania rumbo a Edesa, siguiendo la ruta de la Primera Cruzada. Sin embargo, al pasar por la ciudad de Dorilea, el grupo cruzado decidió tomar un descanso, momento que fue aprovechado por los turcos selyúcidas para realizar un ataque sorpresivo. Conrado y los sobrevivientes de su ejército huyeron hacia Nicea.
Los cruzados franceses, liderados por Luis VII, partieron de Metz, en junio del mismo año. Este ejército sufrió las consecuencias del escaso abastecimiento, lo que sumado a la actitud pasiva del rey francés, quien consideraba que esta era una peregrinación para expiar sus pecados, dio como resultado un ejército débil y poco eficaz.
Al encontrarse los dos ejércitos en Asia Menor, decidieron que Edesa era un objetivo poco importante y marcharon hacia Jerusalén. Tomaron la ruta de la costa mediterránea, ya que era un camino más seguro.
Ya en ruta, decidieron atacar la ciudad de Damasco, a pesar que esta era aliada de Francia, por lo que el gobernador de la misma, no dudó en pedir auxilio a Nur-al-Din, gobernador de Alepo. Los ejércitos cruzados fueron vencidos en batalla y regresaron a sus lugares de origen.
Este fracaso llevó al sitio y caída de Jerusalén y a la convocatoria de la tercera cruzada.
LA TERCERA CRUZADAS
Después del fracaso de la Segunda Cruzada, el poderío de los musulmanes aumentó. El imperio del sultán Nur- Eddin se extendió desde el Tigris hasta el Nilo. Saladino, lugarteniente de Nur-Eddin se convirtió en sultán de Siria y Egipto al deponer a Nur-Eddin y se convirtió en el hombre más poderoso de Medio Oriente.
Reinaldo de Châtillon, príncipe de Antioquía, atacó una caravana musulmana y tomó como prisioneros a los integrantes de la misma. Previendo represalias por parte de Saladino, Guido de Lusignan, rey de Jerusalén, reunió a sus fuerzas contra el líder musulmán. Los ejércitos cristianos (Châtillon y Lusignan) se enfrentaron al ejército musulmán dirigido por Saladino en la batalla de los Cuernos de Hattin, en la cual fueron derrotados los ejércitos cristianos. Como resultado, Saladino tomó prisioneros a los sobrevivientes cristianos, incluidos Guido de Lusignan y Reinaldo de Châtillon. El primero fue absuelto por el líder musulmán y el segundo, ejecutado.(En el capítulo dedicado a los templarios, se narra con mas detalle y profundidad lo que ocurrió en la masacre de Los Cuernos de Hattin…).
Luego de la victoria en Hattin, Saladino ocupó el norte del Reino de Jerusalén y conquistó Galilea y Samaria. Además, tomó la fortaleza templaria de Gaza y ocupó la ciudad de Jerusalén.
Al conocerse la noticia de la reconquista de Jerusalén, por parte de los musulmanes, los papas Gregorio VIII y, posteriormente, Clemente III, llamaron a una nueva cruzada, la cual fue predicada por Guillermo, arzobispo de Tiro. A este llamado atendieron los reyes Federico I, Barbarroja, Emperador de Alemania, Felipe Augusto de Francia y Ricardo I de Inglaterra, Corazón de León.
Esta cruzada se desarrolló en dos etapas:
Primera etapa (1189-1190): Esta expedición, dirigida por Federico Barbarroja, salió de Ratisbona y se dirigió a Constantinopla, la cual estaba gobernada por Isaac II Angelo, con quien, anteriomente, había pactado una alianza. Sin embargo, Federico lo traicionó y se apoderó de Filipolis y Andrinópolis, atacó Constantinopla y conquistó Iconio. Federico murió “accidentalmente”, ahogado en el río Cidno (Tarso, Turquía). Tomó el mando de las tropas debilitadas su hijo, Federico de Suabia, quién solo pudo llegar a San José de Acre y murió al poco tiempo. Entretanto, Guido de Lusignan intentó recuperar Acre al sitiar la ciudad, sin embargo, fracasó.
Segunda etapa (1190-1192): Fue dirigida por Felipe II Augusto y Ricardo Corazón de León. Felipe zarpó desde Génova y Ricardo, desde Marsella. Debido a desavenencias surgidas entre ambos ejércitos, Felipe partió hacia San Juan de Acre. Ricardo tomó otra ruta y se vió obligado a refugiarse en Chipre debido al mal tiempo, por lo que llegó más tarde a Acre. Al enterarse de la presencia cruzada en dicha ciudad, Saladino se presentó con su ejército. Franceses e ingleses lo derrotaron y aseguraron la ciudad. Debido a la escasez de recursos, Ricardo se vió obligado a asesinar a los prisioneros de guerra. Ambos reyes disputaron quien debía gobernar la ciudad. Al no haber consenso, Felipe se embarcó y regresó a Francia.
A pesar de tener un ejército disminuido, Ricardo logro conquistar Jafa, y al no poder tomar Jerusalén se concentró en consolidar las ciudades ya conquistadas.
SALADINO: EL CABALLERO MUSULMÁN
Se podría decir que Salah al-Din Yusuf o Saladino como se le conoce popularmente, fue para los musulmanes un gran héroe medieval, del mismo modo que para occidente pudo ser “El Cid”, Roldán o el propio Carlomagno.
La importancia de Saladino en la Historia fue la de ser uno de los pocos, sino el único, líder musulmán medieval que fue respetado no sólo entre los seguidores de Alá, sino entre sus enemigos potenciales de occidente.
Saladino, Sultán de Egipto y Siria
La razón de ello es que Saladino fue para su pueblo un gran líder, capaz de unificar a los distintos pueblos de Siria y Egipto en un solo gobierno (algo que parecía prácticamente imposible) al mismo tiempo que se erigió como paladín del Islam contra los invasores cruzados y la opresión de sus guerras de fe.
Fue Saladino quien combatió el fuego con fuego convocando su propia Yihad, su propia guerra santa, dando al conflicto armado con los cruzados un nuevo cariz, una verdadera guerra religiosa más allá de la simple conquista de territorios. Además, Saladino aglutinó ciertos valores que le erigieron como uno de aquellos monarcas de la antigüedad: culto, honesto, justo, inflexible en batalla y clemente en la victoria. Y fueron precisamente esas virtudes las que le hicieron ganar el respeto de occidente, pues encarnaban en aquellos tiempos el ideal del perfecto caballero.
El enemigo de la cristiandad
En un primer momento, sin embargo, las cosas fueron bien distintas. Saladino había derrotado al gran ejército cruzado que había mantenido el control de Jerusalén desde su llegada a aquella árida tierra, en la batalla de Hattin. Allí murieron cientos de caballeros cristianos, un duro revés para las fuerzas europeas que provocó una marea de odio y desprecio hacia aquel enemigo de la “verdadera fe”.
Saladino, ajeno a tal situación aunque poco le hubiese importado el conocer tales avatares, prosiguió su campaña militar con el fin de expulsar a los extranjeros cristianos de las tierras del Islam. Así, su segundo gran paso fue reconquistar Jerusalén, la pieza clave de aquella guerra. Y he aquí que la imagen del gran caballero musulmán hizo enmudecer a occidente.
El Sultán de Siria conquistó Jerusalén, pero a diferencia de lo que hicieron los cristianos en su conquista, éste perdonó las vidas de sus habitantes civiles si estos abandonaban la ciudad, un noble hecho que no pasó desapercibido para los cronistas europeos.
Saladino un honorable enemigo
Al enterarse de tan trágica noticias, el Papa Urbano III convocó de nuevo a cientos de caballeros para recuperar el Santo Sepulcro en manos ahora de Saladino. La respuesta no se hizo esperar y una gran alianza de monarcas europeos se encaminó rumbo a Jerusalén. Entre aquellos hombres, tres destacaron sobre el resto, Federico I del Sacro Imperio Romano Germánico, el rey francés Felipe II y el monarca inglés Ricardo I “Corazón de León”.
Afortunadamente para Saladino, las cosas se complicaron para el ejército cruzado puesto que Federico I murió ahogado en un río de Anatolia y su ejército se disgregó regresando a su país, y tiempo más tarde las disputas entre el monarca francés y el inglés se saldaron con el abandono del primero, quedando reducido de forma drástica el ejército cruzado.
El “Corazón de León” distó mucho de ser un honorable monarca, por mucho que pese a algunos historiadores ingleses, teniendo más de hooligan que de verdadero hombre de estado, cometiendo una y mil tropelías como la ejecución sumaria de más de 3000 prisioneros musulmanes ante las puertas de Acre, por lo que pronto se había olvidado el gesto del Sultán con los prisioneros cristianos en la reconquista de Jerusalén.
Con todo Ricardo I y su ejército consiguieron una gran victoria sobre Saladino en la batalla de Arsuf, acabando con la racha de invencibilidad del líder musulmán y con el tiempo, aunque Saladino jamás perdonase la grave falta de Ricardo con los prisioneros de Acre, ambos monarcas llegaron a un punto de entendimiento, respeto y diplomacia.
En este punto es de resaltar que cuando el monarca inglés cayó enfermo, Saladino, lejos de esperar que aquel enfermase y muriese, mandó a su propio equipo médico en ayuda de su respetado enemigo. Sin duda, éste fue otro de los grandes gestos del líder islamita que contribuyó a su favor en las crónicas de la Historia.
Tiempo más tarde, cuando la acuciante necesidad de Ricardo por regresar a su antiguo trono ahora usurpado, podía haber significado la victoria incondicional de Saladino, éste volvió a sorprender con un nuevo gesto, sentándose ante su enemigo y firmando un armisticio que supusiese ventajas para ambos: Jerusalén permanecería bajo control musulmán, pero se concedía a los cristianos el derecho de peregrinar y orar libremente en Jerusalén.
LA CUARTA CRUZADA
La Cuarta Cruzada se diferencia de las otras debido a que se revelaron los verdaderos motivos de los organizadores. Es en esta cruzada, el tema religioso fue ignorado y los cruzados decidieron invadir y saquear un imperio que compartía su misma fe, el Imperio Bizantino.
A finales del siglo XII, los ánimos de los occidentales para recuperar Jerusalén, se encontraban en su punto máximo. La muerte de Saladino y el éxito de la Tercera Cruzada, hicieron que el papa iniciara los preparativos para una nueva cruzada.
El Papa Inocencio III se regía por las teorías teocráticas del papa Gregorio VII, introduciendo la doctrina teocrática del poder y el derecho de los papas a disponer de las monarquías. Esto dio como resultando un papado autoritario y absolutista, donde los Estados Pontificios alcanzaron su máxima extensión. El deseo de Inocencio III era crear un “estado universal” donde la máxima autoridad fuera la del pontífice romano. El buscar la supremacía en Occidente y Oriente solamente tenía un camino: la Cuarta Cruzada.
El Papa no solo exhortó a todos los cristianos a defender la “Tierra Sagrada”, si no también lo hizo con los canónigos y con los frailes, a los cuales les pedía un impuesto para salvarse de los castigos del juicio final. Al momento del llamado, Europa se encontraba dividida por la guerra entre Felipe II Augusto y Ricardo Corazón de León. El cardenal, Pedro de Capua, fue enviado a Francia para poner fin al conflicto y para que franceses e ingleses formaran parte del ejército cruzado. El cardenal Esteban fue enviado a Venecia para pactar una alianza con Enrique Dandolo, ya que eran el único que podía asegurar el transporte. Al mismo tiempo, llegó un mensaje del papa dirigido al emperador bizantino Alejo III, donde le exigía la formación de un ejército para liberar Jerusalén. Sin embargo, su mensaje contenía también una amenaza, ya que si Constantinopla llegaba a rechazar las exigencias del papa, entonces las fuerzas de occidente intervendrían. Constantinopla rechazó las demandas del papa.
A la mayoría de los nobles que acudieron al llamado del sacerdote francés Fulco de Nuilly, los movía el interés de preservar el poder en occidente y ampliarlo, con sus conquistas, a Oriente.
El primer lugar al que debían llegar los cruzados era a Egipto, pero Enrique Dandolo, dueño del transporte, tenía un fuerte lazo comercial con ellos, por lo que los cruzados debieron responder, tanto a los intereses económicos de Venecia como a los interés de poder del Papa, y el objetivo principal del ataque fue Constantinopla.
El monarca alemán, Felipe de Suabia, también compartía esa política anti bizantina, pero en otro sentido, ya que lo movía la idea de entronizarse en Bizancio. Él estaba casado con Irene Angelina, hija de Isaac II, emperador de Bizancio, derrocado por Alejo III.
Los cruzados tenían una deuda que saldar con Enrique Dandolo, pero este decidió perdonársela sí los cruzados tomaban la ciudad de Zara, actual Zadar reino de Hungría. Los cruzados aceptaron y tomaron la ciudad.
Al enterarse de esto, el papa Inocencio III excomulgó a los venecianos. Luego de la caída de la ciudad de Zara, Felipe de Suabia se dirigió al ejercito cruzado, ofreciéndoles 10,000 soldados de apoyo, sí estos le ayudaban a reconquistar su trono. La mayoría de los cruzados aceptó y, en abril de 1204, cayó Constantinopla en manos de los cristianos.
“La Cuarta Cruzada fue desviada por una decisión desastrosa de un aspirante al trono bizantino, quien convenció a los cruzados para que fueran a Constantinopla para ayudarlo a presionar a favor de su demanda. Los cruzados terminaron saqueando la gran ciudad, conmocionando así al mundo cristiano. Establecieron un reino latino en Constantinopla, ganándose la eterna enemistad de los bizantinos y debilitando al ya frágil Imperio bizantino”
El Imperio Latino: es el nombre del estado feudal Cruzado fundado por los líderes de la Cuarta Cruzada, en los territorios capturados del Imperio Bizantino. Fue establecido después de la captura de Constantinopla, en 1204 y se prolongó hasta 1261.
LA CRUZADA DE LOS NIÑOS
La Cruzada de los Niños o Cruzada infantil es el nombre dado a un conjunto de hechos historicos mezclados con relatos fantasiosos que ocurrieron en el año 1212. Esta combinación dio lugar a varios informes con varios elementos en común: un hombre llevando a un gran grupo de niños y jóvenes menores a marchar al sur de Italia con el objetivo de liberar Tierra Santa (Jerusalén) y que desemboco en la muerte de los niños o su venta para ser esclavizados (fueron vendido como esclavos cuando llegaron a Alejandría). Hay varias versiones diferentes y los hechos reales que dieron origen a leyendas continúan siendo debatidos por los historiadores.
Version Romantica sobre la Cruzada de los Niños:
Las diversas historias que han llegado hasta nuestros días sobre la Cruzada de los niños giran en torno a eventos comunes. Un niño de Francia o Alemania comenzó a difundirse que había sido visitado por Jesús, quien lo instruyó para dirigir la próxima cruzada.
Después de una serie de milagros, junto un considerable número de seguidores, que pudo contener alrededor de 20 000 niños. Él llevó a sus seguidores hacia el Mar Mediterráneo, donde las aguas deberían abrirse para que pudieran avanzar hasta Jerusalén. Como esto no sucedió, dos comerciantes ofrecieron siete barcos para llevarlos hasta Jerusalem, pero los niños fueron engañados y llevados a Túnez donde murieron debido a un naufragio y los demás fueron vendidos como esclavos. En algunos informes, los niños no habrían llegado incluso al Mediterráneo, sino que murieron de hambre y agotamiento en el camino
Investigaciones modernas
Hoy en día los historiadores han demostrado que estas versiones de los sucesos contienen algunas mezclas de ficción y de hechos historicos reales.
Según los estudios de los historiadores, estos sucesos tuvieron lugar el año 1212 donde dos movimientos de personas de Francia y Alemania. Algunas similitudes entre los dos ayudaron a que mas tarde fueran agrupados como un única historia.
En el primer movimiento, Nicolas, un pastor de Alemania, lideró un grupo a través de los Alpes hasta a Italia en la primavera del año 1212. Unos 7.000 llegaron a Génova a finales de Agosto. No obstante, como la aguas Mediterráneo no se abrieron para que pudieran pasar como se prometió, el grupo se disolvió. Algunos regresaron a sus hogares, otros pueden haber sido dirigidos a Roma y otros habrían viajado a Marsella donde probablemente habrían sido vendidos como esclavos. Pocos fueron capaces de volver a casa y ninguno llegó a Tierra Santa "Jerusalem".
El segundo movimiento fue dirigido por un joven, llamado Esteban de Cloyes que, en Junio de 1212 afirmó ser el portador de una carta de Jesús para el Rey de Francia. Después de haber conseguido atraer a una multitud de más de 30.000 personas asistieron a Saint-Denis donde fue visto practicando milagros. Allí habría sido recibido por Felipe II, y aconsejado por los sabios de Universidad de París , quienes ordenaron a la multitud dispersarse, los cuales en mayoria obedecieron y se retiraron. Ninguna de las fuentes de la época menciona planes para ir a reconquistar Tierra Santa.
Las investigaciones modernas revelaron que los participantes no eran niños, sino más bien jovenes y adultos. A principios del siglo XIII, Hubo varias migraciones de personas pobres de todo Europa motivado por los cambios en las condiciones económicas y climaticas que obligaron a muchos campesinos en el norte de Francia y Alemania a vender sus tierras. Estas bandas fueron llamadas con desprecio pueri (Niño en Latín). Más tarde las referencias a puer Nicholas y el alemán puer Stephan (Esteban, El francés). tanto multitudes de liderazgo en el nombre de Jesús, se han unificado en un único informe, con el término pueri ha traducido para los niños.
LAS ORDENES MILITARES
La custodia y defensa de los territorios conquistados en Tierra Santa fueron confinados a milicias especiales de carácter mitad religioso mitad militar, que recibieron el nombre de Ordenes Militares. Todos sus componentes estaban sujetos al triple voto de obediencia, castidad y pobreza. Al frente de la Orden se hallaba un Gran Maestre que residía en Tierra Santa. Los fieles o miembros se dividían en tres grupos: caballeros, religiosos y hermanos. Los primeros tenían por misión acompañar y proteger a los peregrinos que visitaban los Santos Lugares, y luchar contra los infieles. El servicio divino de los castillos estaba encomendado a los religiosos.
Los hermanos atendían los quehaceres domésticos, cuidaban de los pobres y de los enfermos. La Orden de los Hospitalarios fue constituida por varios nobles franceses con el fin de atender a los peregrinos y cuidar a los enfermos. Más tarde esta Orden cambió de finalidad e intervino en las luchas contra los infieles y en la defensa de los territorios cristianos. Al evacuar Tierra Santa, se establecieron en la isla de Rodas e hicieron frente a los turcos por espacio de dos siglos. De todas las órdenes militares, la más famosa fue la de los Templarios, creada en 1118 por Hugo de Payens y nueve caballeros borgoñeses, con la misión de proteger a los peregrinos y limpiar los caminos de salteadores infieles. Su Gran Maestre residía en el mismo lugar donde se había levantado el templo de Salomón, de aquí el nombre de "templarios". La mayor parte de ellos eran franceses y vestían un manto blanco con una cruz roja colocada sobre la armadura. Su bandera era blanca y negra. Gracias a las herencias y donativos los caballeros templarios llegaron a reunir gran número de castillos y territorios en Europa y Oriente, pero esta prosperidad suscitó envidias y dio pie a toda clase de calumnias.
Felipe IV de Francia les acusó ante el papa Bonifacio VIII de herejía, impiedad, prácticas idolátricas, etc., hasta conseguir el encarcelamiento de sus miembros, que fueron juzgados por tribunales de la Inquisición. Las acusaciones se apoyaron en declaraciones obtenidas por el tormento, la amenaza de la hoguera o la promesa del perdón, por lo que acabaron confesando todo cuanto sus jueces quisieron. El Papa suprimió la Orden, cuyos bienes fueron cedidos a otras órdenes o al poder civil, sobre todo en provecho del rey de Francia. La tragedia de los Templarios fue debida a la falta de escrúpulos de Felipe el Hermoso, quien de esta forma vio saldada a su favor la suma de quinientas mil libras que adeudaba a los caballeros del Temple.
(En un capítulo posterior titulado, Los Templarios o el ejército de Dios, profundizo un poco más en esta misteriosa Orden). En los reinos cristianos de España que, a la sazón, se hallaba empeñada en la Cruzada contra los musulmanes, también surgieron instituciones parecidas: las Ordenes de Santiago, Calatrava y Alcántara, la de Monreal, Alfambra,ect.
ULTIMAS CRUZADAS
La quinta, iniciada por el papa Inocencio III y continuada porHonorio III, fue secundada por Juan de Brienne, rey de Jerusalén en el exilio, el duque Leopoldo VI, de Austria, y el rey de Hungría, Andrés II. El único resultado práctico fue la conquista de Damieta, después de un asedio memorable, sin que ello tuviese consecuencias para la Cristiandad. La importancia de las Cruzadas va disminuyendo a medida que nos acercamos a las últimas. La sexta fue dirigida por Federico II, de Alemania, a pesar de la oposición del papa Gregorio IX, que no quería ver convertido en caudillo de los cruzados a un rey como Federico que se hallaba excomulgado. Llegadas las fuerzas alemanas a Tierra Santa, su emperador siguió una política complicada y realista, usando más de la diplomacia que de las armas, concertando en 1229 una tregua de diez años con el sultán de el Cairo, Malek-el-Kumel, durante la cual los cruzados conservarían Jerusalén, Nazaret, Belén y otras localidades estratégicas. Jerusalén se declaraba ciudad santa para los cristianos, aunque se permitió la continuación del culto musulmán en las mezquitas.
La Séptima Cruzada fue propuesta en el Concilio de Lyon (1245) por el papa Inocencio IV, con el fin de recobrar la ciudad de Jerusalén, que había sido conquistada por los turcos. El llamamiento del pontífice tuvo un eco muy débil en Europa. Sólo fue escuchado por Luis IX, rey de Francia, quien movilizó un gran ejército y marchó hacia Damieta que fue tomada. Después de algunos fracasos y epidemias que descorazonaron a los cruzados, Luis IX cayó prisionero y pudo recobrar su libertad mediante el pago de un millón de escudos y la evacuación de Damieta. El fracaso había sido completo. Una vez en Francia, el rey francés organizó la Octava Cruzada, esta vez dirigida contra Túnez.
A los pocos días de desembarcar, San Luis fue atacado por la peste y murió ante los muros de la ciudad. Las Cruzadas, consideradas desde el punto de vista militar, fueron un verdadero fracaso toda vez que los Santos Lugares que se querían conquistar para la Cristiandad, continuaron en poder de los musulmanes. Sin embargo, las consecuencias indirectas de ellas fueron importantísimas en todos los órdenes de la vida y contribuyeron a transformar la sociedad y el pensamiento europeos. En el orden social y político ayudaron a la decadencia del Feudalismo; millares de señores murieron en las expediciones y los que consiguieron regresar quedaron empobrecidos, en incremento del poder real, que adquirió desde entonces una gran preponderancia sobre los nobles.
En el orden religioso contribuyeron a atenuar al fanatismo propio de la época y a crear cierta tolerancia, ya que los cruzados comprobaron que el infiel no era un hombre salvaje sino que en muchos aspectos vivía mejor que los europeos. En efecto, los orientales eran más civilizados en el orden científico y comercial que los cristianos, y éstos llevaron a sus tierras muchos conocimientos que fueron altamente beneficiosos: los damascos, telas brochadas, el terciopelo, los espejos, los vidrios artísticos, el papel, el azúcar de caña, el alcohol, etc., que en Europa sólo se conocían a través de los árabes españoles.
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Pincha en el enlace para conocer más, sobre el final de los Cruzados en Tierra Santa:
LA CAÍDA DE ACRE: EL FINAL DE LAS CRUZADAS EN TIERRA SANTA (nationalgeographic.com.es)
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LA VERDADERA HISTORIA DE LAS CRUZADAS
La historiadora británica Karen Armstrong dijo sobre la reconquista de Jerusalén:
“El 2 de octubre de 1187, Saladino y su ejército entraron a Jerusalén como conquistadores, y por los 800 años siguientes Jerusalén permaneció como una ciudad musulmana… Saladino guardó su palabra, y conquisto la ciudad de acuerdo a los más altos ideales islámicos. Él no se vengó por la masacre de 1099 (encontramos en el Corán: {Sé paciente y sabe que la paciencia es una virtud que Al-lah concede a quien Le place. No te apenes [por la incredulidad de tu pueblo] ni te angusties por lo que traman} [Corán 16:127]), y a la hora que las hostilidades terminaron él frenó la matanza y el genocidio al que había sido sometido por tantos años esta región (en el Corán se menciona: {Combatidlos hasta que cese la sedición y triunfe la religión de Al-lah; pero si dejan de combatiros, que no haya más enemistad, excepto con los agresores. Si os combaten en un mes sagrado, combatidlos y aplicad la ley del talión; así pues, si os agreden agredidles en igual medida. Temed a Al-lah y sabed que Al-lah está con los piadosos} [Corán 2:193-94]). Ningún cristiano fue asesinado durante la reconquista y no hubo saqueo” .
P.H. Newby dijo:
“Los cruzados se fascinaron con el líder musulmán que poseía virtudes que suponían ser cristianas. Para ellos, para sus contemporáneos musulmanes y para nosotros, todavía sigue siendo extraordinario que en tiempos tan duros y sangrientos como aquellos, un hombre con tanto poder no se hubiera dejado llevar por el deseo de venganza” .
RESUMEN SOBRE LAS CRUZADAS
Las Cruzadas fueron expediciones militares que se proponían tomar Jerusalén y recuperar para la cristiandad los lugares sagrados que habían caído en manos de los turcos. Se las llamó así por la cruz que llevaban los guerreros bordada en sus pechos. Se realizaron en total ocho cruzadas entre 1095 y 1291. Las cruzadas también les sirvieron a los caballeros medievales para hacer grandes negocios y transformarse en poderosos mercaderes y banqueros.
¿Cómo fue la primera cruzada?
A fines del año 1000, muchos europeos pensaban que estaba por llegar el "día del juicio final". Temerosos de Dios, verdaderas multitudes de hombres, mujeres y niños respondieron al llamado del papa Urbano II, quien en 1095 convocó a los cristianos a liberar Jerusalén. Pero esta primera cruzada, llamada popular, fracasó y la mayoría de sus integrantes fueron masacrados sin poder acercarse a la Tierra Santa.
En 1096 señores francos y normandos forman un poderoso ejército. Sus jefes son Godofredo de Bouillon, duque de Lorena; Roberto, de Flandes; Raimundo, de Tolosa, y Bohemundo, de Sicilia. A esta cruzada se la llamó "señorial". Cuando llegaron a Bizancio, el emperador Alejo Conmeno les agradeció su presencia, pero por las dudas les hizo jurar que las tierras conquistadas a los turcos quedarían dentro de su imperio. La campaña fue un éxito y el 15 de julio del 1099 Godofredo conquistó la ciudad.
¿Qué hicieron los cruzados en Tierra Santa?
Implantaron el sistema político-social al que estaban habituados: el feudalismo. Los caballeros se distribuyeron los distintos dominios y crearon nuevos reinos feudales. El más famoso fue el "reino cristiano de Jerusalén". Los comerciantes italianos que habían contribuido con sus naves a la cruzada se vieron recompensados con grandes ventajas comerciales. Pronto el comercio y la ambición de los caballeros fueron reemplazando los fines religiosos iniciales por otros claramente económicos. El notable incremento del comercio alterará la economía mediterránea, a la que se le irán haciendo imprescindibles el azúcar de Siria, las especies, los perfumes y las sedas orientales.
¿Por qué hubo tantas cruzadas?
Porque las expediciones religioso-militares se habían transformado cada vez más en fuentes de poder y riquezas, y porque la ocupación de la zona por los cristianos, ahora vital para Europa, no era muy sólida. Estaban en minoría y rodeados por poderosos ejércitos turcos. Una de las cruzadas más recordadas fue la tercera, llamada "cruzada de los reyes", de la que participaron el emperador germánico Federico Barbarroja; el rey francés Felipe Augusto y el rey ingles Ricardo Corazón de León. Fue un importante ejemplo de la unidad religiosa de la Europa de entonces (1189), pero no lograron consolidar el poder europeo en la zona.
¿Cómo influyeron los comerciantes italianos en las cruzadas?
Su influencia fue notable, a tal punto que lograron cambiar el objetivo de la cuarta cruzada de 1202. El papa Inocencio III había llamado a liberar Egipto pero los venecianos convencieron a los cruzados de ocupar Constantinopla y reemplazar al emperador bizantino por un cruzado: Balduino de Flandes, que gobernó como Balduino I, inaugurando una dinastía de 60 años que favoreció los negocios de Venecia en toda esa región.
¿Qué pasó después?
Hubo más cruzadas. La quinta (1217) fue encabezada por Andrés II de Hungría y fue derrotada en Egipto. La sexta (1228), encabezada por el emperador germánico Federico II, logró acordar una tregua de diez años con los musulmanes pero el Papa no aceptó el acuerdo. Las séptima y octava cruzadas (1248-1270) fueron dirigidas por San Luis, rey de Francia, y terminaron con la derrota de las tropas cristianas y la muerte del propio rey santo.
¿Cuáles fueron las consecuencias de las cruzadas?
Reiniciaron el contacto cultural y comercial entre Oriente y Occidente. Esto colocó en una posición de mucho poder e influencia a las ciudades portuarias y comerciales de Italia, como Génova y Venecia. El poder de la nobleza feudal, fuertemente diezmada en las guerras contra los turcos y debilitada por el auge del comercio, decayó notablemente. La nueva situación fortaleció el poder de los mercaderes y los reyes.
El período de las Cruzadas a Jerusalem "Tierra Santa" terminaría, después de 208 años desde que El papa Urbano II predicó la primera cruzada de estas guerras santas .
Todas las Cruzadas emprendidas para recuperar Tierra Santa:
La Primera Cruzada : 1096 - 1099
Cruzada Popular
Cruzada de los Principes
La Segunda Cruzada : 1147 - 1149
La Tercera Cruzada : 1189 - 1192(llamada tambien la Cruzada de los Reyes).
La Cuarta Cruzada : 1201 – 1204.
Cruzada de los niños (1212).
La Quinta Cruzada : 1218 – 1221.
La Sexta Cruzada : 1228 – 1229.
La Septima Cruzada : 1248 – 1254.
La Octava Cruzada : 1270.
La Novena Cruzada: 1271 – 1272.
Una controversia recurrente enfrenta a historiadores tradicionalistas que han usado la Reconquista como «un tópico retóricamente exaltado» contra historiadores marxistas que lo han empleado como «concepto que había que extirpar y combatir»
«La España visigoda era el reino más potente de Europa, pero a la llegada árabe vivía una crisis»
«.
El término Reconquista es objeto de una encendida controversia entre historiadores y políticos de distintas ideología en los últimos años. Algunos directamente abogan por borrarlo del diccionario. Si a partir del siglo XIX se empezó a usar entre historiadores sin el mayor problema, hoy recurrir a él significa implicarse en una u otra ideología..
En su obra «Recuperación y expansión de los reinos cristianos», Manuel González Jiménez, catedrático de la Universidad de Sevilla, divide las dos posiciones ideológicas entre los historiadores tradicionalistas que han usado la Reconquista en «un tópico retóricamente exaltado» y los historiadores marxistas, que lo han empleado en un «concepto que había que extirpar y combatir».
El principal argumento del grupo ideológico contrario al término es que la palabra en sí, Reconquista, nunca fue utilizada en las crónicas medievales de los reinos hispánicos. El término fue introducido ya en el siglo XIX por un autor extranjero. No obstante, se usaban en los textos mediavales conceptos similares como restauración política de la monarquía y, desde luego, la idea de recuperación territorial, de lucha contra los musulmanes de Al-Andalus, está muy presente en las crónicas. «Incluso había llegado a estar presente en las actas de fundación de iglesias o en las donaciones hechas por los particulares o por la monarquía a la institución eclesiástica», apunta Martín Federico Ríos Saloma en su libro «La Reconquista: una construcción historiográfica».
En este sentido, el profesor Derek Lomax, autor de «The Reconquest of Spain» (1978), defendió en el libro mencionado que el marco conceptual de la Reconquista no es para nada artificial:
«...la Reconquista fue una ideología inventada por los hispano-cristianos poco después del 711, y su realización efectiva hizo que se mantuviera desde entonces como una tradición historiográfica, convirtiéndose tam,bién objeto de nostalgia y en un cliché retórico de los publicistas tanto tradicionales como marxistas».
El problema, según apunta el famoso historiador, no es el nombre o la existencia de ese proceso histórico, sino el uso político que cada bando ha dado al episodio, reduciendo, a conveniencia, la complejidad de un hecho con múltiples facetas. La historiografía de corte romántico-tradicionalista redujo esos ocho siglos del período medieval peninsular a una cuestión militar, a pesar de que no todo fue una confrontación entre cristianos y musulmanes, sino que se produjeron fases de intercambio cultural y social que todavía están presentes en lo que hoy es España.
Tradicionalistas contra marxistas.
Esa historiografía decimonónica reclamó la ascendencia de un grupo cultural determinado, los cristianos de los reinos del norte, sobre el resto de grupos del país para así presentar a España como una nación forjado como oposición a los musulmanes. Por descontado, las simplificaciones nunca son buenas. Así describe el proceso desde un punto de vista tradicional el historiador Antonio de la Torre:
«Suele entenderse por Reconquista la recuperación del territorio nacional contra los invasores musulmanes. La musulmana es una invasión distinta de las anteriores, Roma y los germanos. Unos y otros se funden con los hispanos, bien imponiendo su cultura, como Roma, bien aceptando la del país, como los germanos. Los musulmanes no lograron fundirse con los españoles; conviven, se influyen mutuamente, pero el resultado final ha sido la eliminación del invasor. Esta larga contienda, iniciada en 711 y terminada en 1492, es la llamada Reconquista».
«Actualmente, muchos consideran espúreo el término reconquista para describir la realidad histórica de aquellos siglos, y prefieren hablar simplemente de conquista y sustitución de una sociedad y una cultura, la andalusí, por otra, la cristiano-occidental; pero aunque esto fue así, también lo es que el concepto de Reconquista nació en los siglos medievales y pertenece a su realidad en cuanto que sirvió para justificar ideológicamente muchos aspectos de aquel proceso».
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¿Que fue la Reconquista?
En el año 711 los musulmanes ocupan casi toda la península Ibérica. Sólo la región montañosa del Norte quedó en manos de los españoles. Desde allí los reinos cristianos se lanzaron a reconquistar su territorio. A partir del triunfo de Covadonga, en el año 722, se iniciará un lento pero persistente avance hacia el sur, que duró, la friolera de casi ochocientos años.
Surgieron los reinos de Asturias, León, Navarra, Portugal, Castilla y Aragón. Finalmente, en 1492, en tiempos de los Reyes Católicos, la toma de Granada, último bastión musulmán, pondrá fin a la reconquista.
La importancia de este período histórico se debe a que durante él, se establecen los fundamentos de la sociedad moderna española. A lo largo de los siglos se percibe que el proceso de reconquista representa la afirmación de las formas sociales políticas y culturales en las que se ve el comienzo de España. Es además un regreso a la tradición de contactos con Europa, establecidos ya desde su integración en el Imperio Romano.
Aunque la reconquista de los territorios comenzó como una serie de intentos independientes, a medida que se ampliaban los territorios reconquistados se ve la derivación hacia una consolidación, conseguida con frecuencia por medios poco pacíficos.
En este proceso el núcleo central, que llegó a agrupar Asturias, Galicia, León, ambas Castillas y gran parte de Andalucía, fue el más poderoso, pero igual de importante que el resto de núcleos iniciales.
Pamplóna, en el centro, tuvo su máxima importancia con Sancho Garcés III "el Mayor, quién unificó todos los reinos cristianos, en el siglo XI.
En el este peninsular, el reino de Aragón y el condado de Barcelona, llegaron a ser, con su unión, (La Corona de Aragón), la fuerza política y económica más poderosa entre los siglos XII – XV, ámbos inclusive.
El nacimiento del Reino de Asturias.
En los comienzos del Siglo VIII en Hispania se encontraban asentados los visigodos. En el año 710 murió el rey Witiza de causa natural, lo que no era frecuente en aquellos tiempos. Antes de su muerte hubo asociado a su hijo Agila al trono para que reinase como Agila II.
Sin embargo, sus preparativos fueron en gran parte inútiles. Pues sólo pudo reinar en parte del territorio. La zona de la Narbonense y la más oriental de la Tarraconense, murió Agila II en el 716. El resto fue gobernado por el candidato electo por el Aula Regia, Rodérico, quien se fue deshaciendo de su contrincante y haciéndose el hombre fuerte del reino.
Entre los visigodos la entronización ocurría por un mecanismo electivo por el Aula Regia, por lo que el fenómeno de la asociación al trono no aseguraba la elección del candidato "oficialista".
A la muerte de Witiza se produjo la escisión en dos facciones de los nobles: los viticianos, seguidores de Witiza y del antiguo rey Wamba y los descendientes de Chindasvinto que apoyaban al Duque de la Bética "Rodérico".
Al fin, fue elegido "Rodérico" o rey Rodrigo, a la postre el último rey Visigodo.
Era el mes de marzo del año 710...
Mientras, Rodrigo comenzaba a ejercer el poder desde la capital visigoda ubicada en Toledo, había movimientos hostiles y a los que tuvo que hacer frente de manera simultánea. Por una parte, los musulmanes del norte de África tramaban atravesar el Estrecho por las míticas torres de Hércules, por otra, la facción de los viticianos con Agila II a la cabeza y con la ayuda traidora del "Conde Julián" .
Para atravesar el Estrecho los musulmanes precisaron estar bien informados de por dónde pasar y dónde desembarcar. Para ello durante el año 710 al mando de Tarif exploraron las costas del sur de la Península Ibérica e incluso intentaron desembarcar en Tarifa. Otros autores plantean que sí desembarcaron en Tarifa y se llevaron botín y cautivas que una vez llegados al Magreb le resultó fácil encontrar voluntarios para la gran invasión del año siguiente. Tarif fue orientado por la información que a finales del 709 le fue dada por el Conde Julián. Este personaje que al parecer controlaba Ceuta y quizá Algeciras, pero de quien no se sabe a ciencia cierta si era o no cristiano, o si era bizantino, etc. Está rodeado de una fuerte dosis de leyenda ante la falta de fuentes fiables. Sin embargo, sería un año más tarde en abril del 711 en Algeciras donde desembarcaron al mando de Tarik ben Ziyad "el Tuerto".
Mientras Tarik desembarcaba con la ayuda de los viticianos y del Conde Julián, el cuñado del propio rey Rodrigo, éste se encontraba guerreando contra los vascones en el norte peninsular, debiendo viajar precipitadamente para enfrentarse y caer derrotado y posiblemente muerto en la batalla de Guadalete del 19 al 26 de Julio del 711.
Pelayo era un noble visigodo que iba en el ejército del rey Rodrigo. Consiguió escapar vivo de Guadalete huyendo a Toledo primero y a los Picos de Europa después.
El despliegue musulmán por la Península Ibérica fue extraordinariamente fácil y rápido, tanto por parte de Tarik ben Ziyad "el Tuerto" como por su jefe al año siguiente, 712, Musa ben Nusayir. Lo que habla de la existencia de la falta de cohesión de la población con los visigodos, que parte de los pobladores que veían con buenos ojos la llegada de musulmanes, sobre todo los judíos que habían sido maltratados por los visigodos y la existencia de la trama traidora de los viticianos.
En sólo dos años, casi toda la Península Ibérica estaba bajo el control musulmán. En cada área había un gualí o gobernador, dependiente del gobernador general que tras Musa Ben Nusayir fue su hijo Abd al-Aziz.
El gobernador musulmán Munuza ubicado en Gijón a fin de cobrar impuestos a los montañeses, según dice la leyenda estaba enamorado de la hermana de Pelayo. Hizo prender a éste y lo envió cautivo a Córdoba de donde consiguió escapar en el año 717.
Pelayo volvió a Asturias en el 717 en tiempos del valí de Córdoba al-Horr. Entró en contacto con el Duque de Cantabria. Casó a su hija Ermesinda con el hijo de aquél, a Alfonso y juntos organizaron el germen de la resistencia de Cántabros y Asturianos a los musulmanes.
Los habitantes de las montañas, fuertes defensores de sus costumbres, de su economía y de la distribución y ejercicio del poder según sus tradiciones, se convirtieron en la "resistencia" a los que desde fuera de sus valles pretendía alterar el "status quo".
Don Pelayo liderará el nacimiento del Reino de Asturias desde el 718 al 737 para ser sucedido a su muerte por su hijo Favila.
A la llegada de Pelayo a la montaña se produjo un "concilium" donde fue elegido como el líder que pusiera fin a los problemas con los musulmanes. La alta montaña y su endiablado clima fueron aliados ideales para los montañeses y una barrera infranqueable para los musulmanes del siglo VIII.
En el año 722 se producirá una escaramuza en los Picos de Europa que se convertirá en un hecho de guerra mítico: la Batalla de Covadonga. Pelayo y sus hombres vencerán al ejército musulmán en el monte Auseva.
En el fondo del valle del monte Auseva, se encuentra la cueva de Covadonga. Valle angosto de frondosa vegetación donde los hombres de Don Pelayo se defendieron y vencieron a los sarracenos. Este hecho bélico de escasa entidad militar, pero de enorme simbolismo pasa por ser el inicio del Reino Astur, el prólogo de la resistencia y posterior reconquista cristina y por convertirse en centro de culto importante para la Cristiandad, pues se le relaciona con hechos extraordinarios como la "aparición de la Virgen a Pelayo. En aquellos tiempos las apariciones eran frecuentes a los líderes, recordemos que Mahoma se le apareció en Gibraltar a Tarik, refiriéndose al éxito en los días previos a la batalla de Guadalete, o que Santiago el Mayor se apareció en diversas batallas haciendo vencedores a los ejércitos cristianos.
Hoy en la cueva de Covadonga reposan los restos de Pelayo. Y a pocos metros la basílica de Covadonga se alza al cielo orgullosa para rememorar los heroicos y piadosos hechos.
El 28 de mayo del 722 Pelayo vence a Alqama en Covadonga y entra en la historia.
Alqama negoció con Pelayo, llevando como consejero al obispo Oppas, hermano de la condesa Frondina esposa del Conde Julián y ambos padres de Florinda.
Era frecuente entonces que los hijos e hijas de los nobles mas esclarecidos entraran a servir a los reyes, Esto ocurrió con Florinda, que lo hizo con la reina Egilona, esposa de Rodrigo.
Dice la leyenda que el rey quedó enamorado de los encantos de Florinda y quizá abusó de ella. Este fue el motivo de la traición urdida por el Conde Julián, que era el padre de Florinda cuando ésta le mandó un mensajero.
Alqama llevaba como consejero y negociador al obispo apóstata Oppas, quién fue hecho prisionero y Alqama muerto en la batalla de Covadonga.
Munuza abandonó la región tras ser de nuevo derrotado en Ollíes. Y al parecer fruto de su frustración las fuentes musulmanas se refieren al hecho como "dejado a su suerte a una treintena de asnos salvajes que sólo tienen para comer la miel de las abejas hallada en las hendiduras de las piedras"-al referirse a loa cristianos.
El 28 de mayo de 722 tuvo lugar la famosa batalla que fue el comienzo de la expulsión de los musulmanes de la tierra de los visigodos. Hay historiadores que han puesto en duda la existencia real de esta batalla. Lo que sí parece ser cierto es que hubo una exageración de los hechos, que se justifica por la importancia de esta contienda como embrión de la nación española. Unido a esto se ve que la lucha de un ejército pequeño frente a otro mucho mayor es un lugar común en las leyendas populares y la gesta de los héroes, como ocurre con el personaje de William Wallas en Inglaterra.
En la Crónica Alfonsina se afirma que el ejército musulmán contaba con 187.000, una cifra difícil de creer. Aunque la exageración de los cronistas se puede llegar a entender, como ya se ha dicho. Antes de la batalla Oppas fue mandado para negociar con los astures, que no quisieron escucharle. Pelayo le recriminó su falta de fe y su traición a la cristiandad.
Ante esto los musulmanes lanzaron una lluvia de flechas contra la pequeña resistencia del pueblo asturiano, que se protegió en la cueva. Además los astures conocían el territorio y se habían diseminado por las cimas vecinas. En el momento en el que los musulmanes entraban por la garganta cayeron sobre ellos. El poco espacio y la cantidad de hombres les impidió maniobrar. Murieron, según la citada Crónica, 124.000 musulmanes, entre los que estaba Alqama. El resto de las tropas huyeron en dirección a Liábana de forma desorganizada. Pero su huida se vio interrumpida por un alud, que, según la leyenda, fue fruto de la intervención divina. También se afirma que a Pelayo se le apareció una Santa Cruz, actual símbolo de Asturias, que ahuyentó a los musulmanes y que la propia Virgen ayudó en la victoria.
El gobernador Munuza al ver que los hombres huían de Covadonga se intentó también huir por miedo a una sublevación de la nobleza local. Sin embargo, los astures le dieron caza en Olalíes y le mataron.
Dejando de lado la exageración de las cifras de los ejércitos y los elementos mágicos, la victoria en la batalla de Covadonga de los astures se debió a una falta de juicio por parte de Córdoba, que consideró que no era necesario prestar atención a las revueltas, y la falta de estrategia del general Alqama. Se puede afirmar, sin embargo, que esa pequeña revuelta fue el comienzo del Reino de Asturias. Y es que como se afirma en la película El hombre que mató a Líberty Valans: “Cuando la leyenda se convierte en realidad, hay que recordar la leyenda.”
La referencia más antigua sobre la batalla de Covadonga se encuentra en la Crónica de Alfonso III en la que se asegura: (..).Pelayo, habiendo conseguido escapar a los musulmanes y refugiándose en Asturias, es elegido rey por una asamblea, y organiza la resistencia de los asturianos en el monte Auseva, en la cova dominica (Covadonga). Contra él marcha un ejército innumerable, mandado por Alcama, compañero de Terec, y con el que va también Opas, hijo de Vitiza y metropolitano de Toledo o Sevilla, quien mantiene con Pelayo un dramático diálogo. Fracasada la mediación intentada por Opas, comienza la batalla; pero la flechas y las piedras lanzadas por las hondas se vuelven para herir a los atacantes, que acaban por huir quedando Alcama muerto y prisionero Opas. Al bajar los fugitivos el monte Auseva, para alcanzar Liébana, un monte se desplomó sobre ellos, muriendo 63.000 caldeos(..). Pese a esto, la batalla de Covadonga no fue la terrible batalla que las crónicas cristianas han descrito. Es evidente la idealización que de la misma se hace en la Crónica de Alfonso III, en la que incluso se llega a hablar de ayuda divina en forma de aparición mariana para acabar con los musulmanes. No es verosímil, que los pocos hombres con los que contaba Pelayo fuesen capaces de derrotar a un ejército tan numeroso como el descrito, sobre todo, si tenemos en cuenta que con anterioridad el ejército cristiano al completo había sido derrotado estrepitosamente en Guadalete, donde se demostró la mejor organización de las tropas musulmanas y su superioridad táctica sobre el ejército cristiano. En Covadonga, ni siquiera sería físicamente viable el choque de ejércitos de tal tamaño. El hecho de que las crónicas musulmanas ni tan siquiera hagan referencia a la batalla en cuestión, pese a que si reconocen la existencia de Pelayo en los montes de Asturias, reafirma la teoría que no existió tal batalla y que la misma no fue más que un encontronazo de carácter local y fronterizo entre una patrulla más o menos numerosa de musulmanes, probablemente en misión de castigo o de exploración, y los hombres de Pelayo.
Posiblemente el mito de Covadonga y el motivo por el cual las crónicas cristianas han magnificado el acontecimiento se deba a la necesidad de encontrar una actitud heroica en los primeros combatientes contra los musulmanes por parte de los reyes posteriores, los cuales usarían esta mitificación como motivo de legitimación y de engrandecimiento de su propia ascendencia. Por otro lado, es bastante probable que al no existir una crónica cristiana de la batalla realizada en las mismas fechas en las que esta se produjo, la tradición oral, que sería la fuente de transmisión de los hechos, tendiese a mitificar a los protagonistas y a dar mayor importancia a lo que en su momento no la tuvo. Pese a todo ello, la importancia de Covadonga fue doble, por un lado, se convirtió, en reinados posteriores, en el símbolo mítico de la resistencia de los cristianos frente a los musulmanes, un claro ejemplo de ello es la leyenda de la Cruz de la Victoria que pasó de ser una simple cruz de madera que Pelayo usó como estandarte en Covadonga, a convertirse en el símbolo de Asturias después de que Alfonso III la recubriese de oro y piedras preciosas, y la convirtiera en poco más que un elemento de culto y sagrado dada su supuesta bendición divina. Por otro lado, algunos historiadores opinan que no fue hasta después de Covadonga y precisamente a consecuencia de ella, cuando Pelayo fue reconocido como rey, gracias a que la victoria sobre los musulmanes (no hay que olvidar que posiblemente fuese la primera vez que un contingente cristiano derrotase a tropas islámicas desde el desastre de Guadalete) dotó a Pelayo de una fama como guerrero que le permitió elevarse por encima del resto de los nobles cristianos de Asturias. Parece ser que fue en estos momentos cuando Pelayo estableció su campamento o quizás la capital de su reino, de forma fija en Cangas de Onís.
Independientemente de la importancia de Covadonga, lo cierto es que la atención de los musulmanes estaba más en Francia que en el abrupto norte peninsular. Para los emires cordobeses era más atractiva la conquista del rico Mediodía francés que las montañosas tierras asturianas en las cuales el clima era adverso, la orografía poco favorable y la agricultura no se desarrollaba eficazmente, por tanto el asentamiento de la civilización musulmana se encontraba con serios inconvenientes. Todo ello unido a la escasa importancia que dieron a las huestes de Pelayo, debido a que su escaso número en nada inquietaba a los poderosos ejércitos que habían rendido para el Islam la totalidad del norte de África; provocó que durante unos años cruciales para el asentamiento y organización del reino de Pelayo en Asturias, y tras una serie de escaramuzas, se produjese una paz no escrita pero prácticamente total entre ambos bandos.
Lentamente Pelayo aglutinó en su reducto de Cangas a todos los cristianos de las tierras vecinas, hasta que el puñado de montañeses que en un principio compuso el grueso de la tropa del rey asturiano, pronto se convirtió en una numerosa hueste que aprovechó los territorios abandonados por los musulmanes al otro lado de las montañas asturianas para hacer pequeñas incursiones que de tener éxito daban lugar a un nuevo asentamiento, con el consiguiente crecimiento del territorio asturiano; pero que si motivaban la respuesta de los musulmanes, eran abandonados y sus moradores regresaban a la seguridad de las montañas en espera de tiempos mejores o de una oportunidad más propicia. Fue este el lento proceso lo que dio origen a la expansión del reino cristiano de Asturias a costa de las conquistas iniciales de los musulmanes.
Tras diecinueve años de reinado, en el 737 Pelayo falleció dejando de su matrimonio con Gaudiosa dos hijos, Favila que le sucedió en el trono asturiano y Ermesinda, la cual contrajo matrimonio con el que a su vez sería el rey Alfonso I el Católico. Pelayo fue enterrado en la iglesia de Santa Eulalia de Abamia, en Cangas de Onís, que él mismo había fundado para tal fin. Existe la tradición, totalmente infundada, de que los restos del primer rey de Asturias fueron trasladados a Santa María de Covadonga durante el reinado de Alfonso X el Sabio, pero de dicho traslado no hay ningún tipo de prueba y no es admisible el epitafio que existe en Covadonga sobre la supuesta lápida, ya que este data del siglo XVIII.
Autor
Juan Antonio Castro Jiménez
Los Reyes de Asturias hasta su unión con León fueron:
Pelayo, Favila, Alfonso primero "el Católico", Fruela primero "El Cruél",, Aurelio, Silo, Mauregato, Vermudo primero "el Diácono", Alfonso segundo "el Casto", Ramiro primero "la vara de la Justicia", y Alfonso tercero " el Magno".
En el 737 murió Pelayo, siendo sucedido por su hijo, Favila.
Favila o Fafila. Rey de Asturias.
Alfonso I "el Católico".
Fruela I "el Cruel".
Reinados de transición.
Aurelio.
Silo de Asturias.
Mauregato.
Este es el tercer rey transicional. En su reinado uno de los hechos más relevantes es que separó la Iglesia Asturiana del metropolitano de Toledo. Se basó en que el Obispo de Toledo Elipando se hubo decantado favorable a las tesis adopcionistas en boga en aquellos momentos.
La tesis adopcionista mantenía que Cristo es Dios debido a ser adoptado por Dios Padre. Sus principales defensores fueron el Arzobispo de Toledo y metropolitano Elipando y el Obispo de Urgell Félix.
Por parte asturiana, el beato de Líebana y obispo de Osma Eterio fueron los ejecutores de la separación efectiva de la Iglesia asturiana de la de Toledo.
El Beato de Liébana escribió en el 776 sus comentarios al Apocalipsis, escritos miniados explicativos del texto hermético de San Juan.
La separación de la Iglesia asturiana de la Toledana fue desautorizada por el papa Adriano I y el emperador Carlomagno en los sínodos de Frankfurt (794) y Roma (799).
Vermudo I "el Diácono".
Mauregato fue sucedido por Vermudo I "el Diácono". Último rey transicional.
Hechos especialmente significativos de su reinado fueron el traslado de la capital a Oviedo, establecimiento de relaciones con Carlomagno, el descubrimiento del sepulcro de Santiago y el auge del prerrománico asturiano (construcción de la Cámara Santa de Oviedo, San Tirso y la de San Julián de los Prados.
Las Reliquias Compostelanas:
¿Es Santiago o es Prisciliano?
LAS DUDAS sobre los restos de Colón han recuperado una polémica acerca de quién yace en la catedral compostelana. El periodista Ramón Chao afirma en una investigación que los huesos venerados por dos millones de peregrinos al año son del hereje gallego Prisciliano, no del apóstol Santiago
El 24 de julio del año 2000, el periodista Daniel Mermet recorría la Plaza del Obradoiro con el micrófono de Radio France Internacional en la mano. Buscaba testimonios entre los peregrinos que llenaban aquellos días Santiago de Compostela cuando unos jóvenes estudiantes se le acercaron y le dijeron: «Tú no tienes ni idea, ¿no sabes que quien está enterrado aquí es Prisciliano y no Santiago?».
Mermet se quedó perplejo. Junto a él, su colega el escritor y periodista Ramón Chao, directivo de la prestigiosa emisora francesa, que le acompañaba, se vio obligado a aclararle: «Te juro que esto no estaba preparado. No conozco de nada a estos chicos».Y es que Chao, nacido en Villalba (en la provincia de Lugo), aunque residente en París, es de los que están convencidos de que el apóstol Santiago jamás pisó España y de que los restos que se veneran en la capital compostelana no son los suyos, sino los de un gallego de nombre Prisciliano que en el siglo IV revolucionó el cristianismo primitivo chocando frontalmente con la Iglesia.Un hereje, en fin, ejecutado en la ciudad alemana de Treveris en el año 385 y cuyos restos habrían sido trasladados por sus seguidores hasta Galicia.
Las dudas del periodista Mermet, sin embargo, no habían hecho más que empezar. Una vez en el interior de la catedral, Chao le animó a que le preguntara a la guía cuál era su versión sobre el origen de las reliquias. «Aquí dentro no puedo decirle nada», le contestó la joven en un impecable francés. «Luego hablamos».Ya en la calle, la chica le dijo que había cosas que era mejor «no meneallas».
EL MITO MAS GRANDE
Después de todo, Santiago, patrón de España, símbolo que animaba a los cristianos contra los ocupantes musulmanes, es el mito mas grande de la cristiandad. Con Santiago nació la idea de Europa, Goethe lo reconocía y el Papa Juan Pablo II proclamaba en uno de sus históricos viajes a Compostela: «Europa, encuéntrate a ti misma, busca en tu identidad...».
A partir del siglo VIII comenzó a peregrinarse desde todo Occidente hasta Galicia para venerar sus restos. De aquel formidable movimiento de masas que dura hasta nuestros días y crece cada año ha nacido una de las mayores industrias turísticas de todos los tiempos.A Santiago llegan miles de peregrinos no católicos, desde monjes sintoístas procedentes de Japón, a personajes como la actriz Shirley McLaine, que no consiguió hacer el Camino de forma anónima como se proponía.
En un año normal Santiago recibe casi dos millones de peregrinos.En Año Santo, que se celebra cada vez que el día de Santiago, el 25 de julio, cae en domingo (el próximo será 2004), puede haber hasta cinco millones de peregrinos. Cada año un miembro de la Familia Real española realiza en la catedral la ofrenda al apóstol. ¿Quién se atrevería a remover los cimientos que sostienen ese entramado social, económico y también espiritual?
«En Galicia tiene mucha más importancia a nivel popular la romería de San Andrés de Teixido», tercia Ramón Chao, autor de Prisciliano de Compostela (Seix Barrall), en el que insiste en que los restos de la catedral no son los del apóstol. «Santiago, en Galicia, no tiene el valor mítico que representa en Europa o en Brasil.Santiago es un santo turístico, y su mito nació como una necesidad política, social y militar de los cristianos europeos. El Camino era tan importante que los ingleses llamaban a todo el norte de España en los siglos X, XI y XII, Jacobsland, aunque yo a la ciudad la llamo Compostela, no Santiago».
«El apóstol», prosigue, «fue decapitado por Herodes en Jerusalén en el año 42 y enterrado en Palestina. Con el carbono 14 radiactivo sería muy fácil probar que los restos de la catedral son de un hombre del siglo I, pero nunca se ha hecho. No han querido hacer esa prueba, que sería definitiva».
El escritor gallego se suma así a tantos otros historiadores, españoles y extranjeros, que, como el profesor Henry Chadwick, de Oxford, también aseguran que la urna de plata de la catedral encierra las reliquias del hereje Prisciliano, y no las del apóstol.Ya Menéndez Pelayo hablaba mucho de este personaje en Historia de los heterodoxos españoles, y el propio Miguel de Unamuno mencionó en muchas ocasiones la posibilidad de que la historia de Prisciliano se hubiera solapado con la leyenda del apóstol Santiago.
El director de la Biblioteca Nacional, Luis Racionero, recuerda un seminario que se celebró en Santiago en los años 80 en torno a Prisciliano. «Fernando Sánchez Dragó nos contó en una comida su conversación con una marquesa en su pazo gallego. Según ella, el marqués se encontró un día llorando a un joven del pueblo.El chico estaba desconsolado porque el obispo le había mandado destruir una lápida donde estaba escrito: "Aquí yacen los restos de Prisciliano". Creo que sus restos son los de la catedral.Los santos son herejes que tienen éxito, los herejes son santos fracasados. Prisciliano puso en cuestión muchas cosas y le tocó perder».
El asunto es objeto de controversias históricas en las que han participado eruditos de la talla de Claudio Sánchez Albornoz o Américo Castro. Francisco Singul, historiador gallego y asesor cultural del Xacobeo, asegura que el tema de Prisciliano «es una boutade. No hay noticias escritas de que su cadáver hubiera sido trasladado de Treveris a Galicia. En cambio, la tradición habla de la predicación de Santiago en España y también de su tumba. Los forenses que examinaron los huesos del apóstol en l879 concluyeron que se trataba de restos humanos muy antiguos, de un varón, y el Vaticano ratificó que era el apóstol».
Singul reconoce, sin embargo, que si la ciencia moderna probara que en la urna de plata no estaban los huesos de Santiago Apóstol no cambiaría la fe de los peregrinos ni el sentido del Camino.«Porque se trata de un peregrinaje ecuménico. La gente va allí a encontrarse a sí misma».
Para el canónigo archivero de la catedral, José María Díaz, tampoco hay dudas «porque, según un estudio llevado a cabo en la cátedra de Anatomía de la Universidad de Santiago, los restos pertenecen a tres hombres del siglo I. Uno sería el apóstol y los otros dos, sus discípulos y compañeros Teodoro y Atanasio».
La leyenda de Santiago el Mayor, hijo de Zebedeo el pescador y hermano de San Juan Evangelista, nació en el siglo VIII con las visiones de un ermitaño que vio luces extrañas en un bosque de Iria Flavia mientras se escuchaban los cánticos de los ángeles.El obispo Teodorico visitó entonces el lugar y encontró una vieja lápida con restos humanos y los atribuyó al apóstol y a dos de sus discípulos.
Cuando la noticia llegó a los dos hombres mas poderosos del momento, el Papa León y el rey francés Carlomagno, ambos se apresuraron a certificar que se trataba del apóstol. El mundo necesitaba creencias, los cristianos necesitaban una fuerza que les moviera a luchar contra los árabes, que habían llegado hasta la localidad francesa de Poitiers y amenazaban de forma permanente Asturias, el único reino de la Península que había resistido sus avances.
SIMBOLO DE PODER
El santuario y Compostela se convirtieron en un lugar de culto, en símbolo del poder cristiano. Santiago empezó a aparecerse en las batallas vestido de blanco, sobre un caballo blanco, matando moros. La Reconquista fue triunfando lenta pero imparablemente, a pesar del temible Almanzor y otros caudillos militares musulmanes.Y cuando Almanzor arrasó Compostela, respetó las reliquias, una circunstancia que afianzó todavía más la leyenda.
Sin embargo, había que justificar la presencia de los restos de Santiago en Galicia, ya que su muerte en el lejano Jerusalén estaba probada.
Cuenta la leyenda que siete de sus discípulos recogieron el cadáver y se embarcaron junto con el can del apóstol en una nave de piedra sin timón, que navegaría sin rumbo fijo hasta llegar a las bravas costas gallegas. Al desembarcar en ellas, los discípulos vencieron a dragones y monstruos y cristianizaron a la malvada gobernanta de aquellas tierras, la reina Lupa.
Los restos de Santiago habrían sido enterrados en Iria Flavia.Ya Martín Lutero, en el siglo XVI, aseguró que lo único que había en la ciudad de Compostela eran los huesos de un perro o de un caballo, pero ya nada podía detener el fervor de los peregrinos, necesitados como nunca de fe.
En el siglo XVI los piratas ingleses al mando de Francis Drake asaltaron La Coruña, lo que obligó al obispo San Clemente a esconder las reliquias del apóstol detrás del altar mayor. Allí permanecieron olvidadas los siguientes 300 años, un periodo en el que decayeron las peregrinaciones, hasta que en 1879 se encontraron las reliquias de nuevo y los forenses aseguraron que se trataba del apóstol y dos de sus seguidores. El entusiasmo volvió a despertarse y las peregrinaciones recuperaron su auge de antaño.
Curiosamente, Prisciliano también salió del olvido y la marginalidad gracias a científicos y estudiosos, que ya no temían la condena de la Iglesia.
Originario de una familia de Iria Flavia del siglo IV, el joven Prisciliano tenía inteligencia, don de gentes y de palabra y una gran cultura, que perfeccionó en la Universidad de Burdeos.Estaba llamado a ocupar un sillón entre los clérigos purpurados.
Fue en la ciudad francesa donde descubrió el cristianismo primitivo con tintes judaicos, maniqueos y orientales, y allí fundó una especie de comuna ascética donde se meditaba, se dejaba participar a las mujeres y no se prohibía el matrimonio entre clérigos, aunque se recomendaba la castidad. Además, Prisciliano condenaba la esclavitud y rendía culto a la naturaleza. Ni un milagro podría salvarle de las iras de curia eclesial
A su vuelta a Galicia, el éxito de sus doctrinas tomó unas proporciones enormes que se extendieron hasta Portugal y que inquietaban a la Iglesia oficial. Le acusaron de excesos sexuales, de celebrar orgías, de permitir que los clérigos llevaran el pelo largo, de que hubiera bailes en su liturgia.
CONDENA A MUERTE
Su elocuencia le salvó de la muerte una primera vez. Defendiéndose a sí mismo en un tribunal romano, logró convencer a la curia.Pero la fuerza con que se extendía su mensaje era imparable, y la desconfianza de sus enemigos también. Su suerte estaba echada
Su ejecución en el año 389 en Treveris fue ordenada por el emperador Teodosio. Constituyó la primera muerte de un cristiano a manos de otros cristianos. Se desencadenó entonces la persecución de anacoretas, vegetarianos, ascetas y todo lo que tuviera visos de priscilianismo.
Sus discípulos consiguieron llevar los restos hasta su Galicia natal por una ruta que luego seguirían los peregrinos de Compostela.Había nacido el Camino de Santiago, casi cuatro siglos antes de que empezara el primer peregrinaje oficial.
¿Quién está, entonces, en la catedral de Compostela, el santo llegado de Palestina o el hereje Prisciliano? Tal vez ni siquiera la ciencia pueda llegar a desvelarlo. El prestigioso forense José Antonio Lorente, director del laboratorio de identificación genética de la Universidad de Granada, ha rechazado en dos ocasiones analizar el ADN de las reliquias. Mientras no se tenga con qué compararlas no tiene mucho sentido hacer las pruebas.
A lo sumo, si se conociese el lugar de enterramiento de algún pariente de Prisiciliano, se podría determinar si los restos corresponden o no al hereje. Lo demás es leyenda. Y un camino por hacer hasta la Plaza del Obradoiro.
Una nueva ofensiva almorávide trastocó la situación y provocó el segundo destierro de Rodrigo. Los almorávides asediaron en 1089 el estratégico castillo de Aledo (Murcia), y Alfonso convocó al Cid para su defensa. Pero no se fijaron los detalles del encuentro, de modo que el soberano se dirigió hacia allí por una ruta mientras Rodrigo lo esperaba en otro lugar, y las tropas de ambos no llegaron a juntarse. Aunque el rey logró evitar que la plaza cayera en manos enemigas, consideró que el Cid lo había desobedecido y que incluso había puesto en peligro al ejército cristiano, de modo que lo volvió a desterrar. Ahora las condiciones fueron drásticas, ya que Rodrigo estaba acusado de traición: confiscó sus bienes y encarceló –aunque por breve tiempo– a su esposa e hijas. En vano proclamó Rodrigo su inocencia y denunció a los cortesanos que lo habían acusado, según él, sin fundamento.
Sin embargo, el destierro le dio la oportunidad de construir su propio principado en tierras levantinas. Nunca más estaría al servicio de un señor cristiano o musulmán. Al parecer, en 1091 hubo un intento fallido de reconciliación por iniciativa de la reina Constanza y sus partidarios en la corte, quienes pidieron al Cid que se uniera a Alfonso VI en su campaña contra el poder almorávide en Granada. Pero a la vista de la ciudad, Rodrigo y el monarca disputaron por el lugar donde plantarían sus tiendas, y en Úbeda la ira del rey estalló. Alfonso debía de haber acumulado no pocos agravios, visto, por ejemplo, que Rodrigo había usurpado su posición como protector de Valencia.
La creciente amenaza almorávide llevó a Alfonso a perdonar definitivamente a Rodrigo en 1092, más por la utilidad de tener a su lado un guerrero de renombre que por magnanimidad: los únicos lugares que los almorávides no lograban conquistar eran aquellos por los que campaba el Cid. Rey y vasallo no se volvieron a ver jamás, aunque ambos siguieron luchando para contener a los almorávides. Rodrigo se adueñó de Valencia en 1094 y murió en 1099. Diez años más tarde fallecía Alfonso. Y al cabo de dos siglos, el altivo Cid del romance se había impuesto en la imaginación popular al sumiso Rodrigo del Cantar.
En el año 1101, los almorávides conquistaron Valencia tras un largo asedio que duró más de seis meses.
En lo más alto de su poder, el 10 de julio de 1099, cinco días antes de la toma de Jerusalén por los cruzados, falleció el héroe castellano por excelencia a causa de muerte natural, lo que dejó en manos de Doña Jimena y de sus dos hijas el señorío y sus huestes. Lo que no era poca cosa. En el año 1101, los almorávides conquistaron la plaza tras un largo asedio que duró más de seis meses, a pesar de que Alfonso VI acudió en auxilio del estratégico señorío.
La unión de León con Castilla.
La unión definitiva del reino de León con el de Castilla fue en el año 1230.
El emperador Alfonso VII, dividió el reino entre sus dos hijos: Sancho III es designado rey de Castilla y Fernando II de León. La polémica frontera entre ambos reinos, Tierra de Campos, será atribuida a Castilla convertida en infantado. Las hostilidades entre hermanos se recrudecen cuando la independencia eclesiástica, y con ella, la independencia política de León, se ve amenazada con el sometimiento del clero al arzobispo de León o Braga. Pera evitar que las tropas castellanas y portuguesas cierren en Extremadura el paso hacia el sur del reino, Fernando II se aliará con los almohades en 1169, quienes firmarán la paz con Castilla en 1173 haciendo gala de un gran espíritu acomodaticio.
Todos los intentos de consolidar las alianzas fracasaron y solo en 1197, tras un nuevo ataque almohade, se llega a una nueva alianza, ratificada esta vez por el matrimonio del hijo de Fernando II y Urraca de Portugal Alfonso IX, y la castellana Berenguela, que llevaría como lote la zona del litigio, la Tierra de Campos.
Este matrimonio hará posible la unión política de ambos reinos en la persona de Fernando III, que recibiría de Berenguela el reino de Castilla al morir sin heredero varón su hermano Enrique I (1217) y el reino de León de Alfonso IX, en 1230. Sin embargo, no es hasta un año después, con el pacto de Toro, cuando el padre de Fernando acepta las negociaciones -había alzado rebeldías contra su vástago- poniendo fin a la última guerra entre León y Castilla.
Fernando III, de sobrenombre El Santo, ampliará considerablemente a costa de los musulmanes la extensión de los dominios recibidos. Con la ayuda de un rey de Granada tomará Córdoba en 1236, mientras que el lado musulmán extendía su autoridad a Málaga y Almería e intentaba ocupar Murcia. En 1246, el rey de Granada entrega Jaén, con lo que se completa la conquista de la alta Andalucía y se inicia la más importante campaña de Fernando III, la conquista de Sevilla, que tomará finalmente en 1248.
¿Fue Fernán González el primer conde independiente de Castilla?
Es frecuente leer, incluso en obras históricas actuales, que el conde Fernán González es el responsable de la independencia de Castilla frente al reino leonés, el primer conde independiente de Castilla.
Incluso existe una leyenda, que se cuenta por primera vez en El Poema de Fernán González acerca del préstamo de un caballo y un azor al rey leonés durante tanto tiempo que, cuando el rey se vio obligado a devolver los intereses, comprobó que lo mejor era que Fernán González tuviera el dominio absoluto de Castilla.
La realidad es que el condado de Castilla nunca fue independiente y siempre perteneció al reino de León. Lo que sí es cierto es que Fernán González logró unificar en una única demarcación y bajo un único poder un conjunto de territorios que hasta el 931 estaban fragmentados y que, desde ese momento, conformarán siempre Castilla.
Además, al participar en los distintos conflictos en torno a los reyes leoneses, adquirió un gran poder y se convirtió en el árbitro de la política leonesa y en su hombre fuerte. Así es como logró coronar a su yerno Ordoño IV frente a Ordoño III. Y, por último, estableció una línea hereditaria en el condado de Castilla que perduró hasta el conde García Sánchez.
En conclusión, con Fernán González aparece Castilla como una entidad política bien definida, en expansión y con capacidad para influir de forma decisiva en las luchas de poder que acaecen en León y para oponerse en la frontera, con éxito, a las incursiones cordobesas. Pero de ningún modo fue independiente del reino de León.
Castilla se independizará del reino de León en el año 1065 cuando tras la muerte del rey Fernando I sus hijos se repartan el reino y Sancho II se convierta en el primer rey de Castilla.
Torreón de Fernán González o de Doña Urraca:
El Torreón de Fernán González o de Doña Urraca es el único edificio militar que nos ha llegado en buen estado de conservación de todo el periodo Prerrománico Español. De origen romano, fue construido por el conde Fernán González en el año 942, el mismo en el que se funda Castilla, por lo que está considerado como el primer edificio defensivo castellano.
La desaparición de la dinastía Trastámara.
El Príncipe español que pudo salvar a los Trastámara, pero murió por su «desenfreno sexual».
Carlos I de España creía, como muchos de sus contemporáneos, que el único hijo varón de los Reyes Católico, Juan de Castilla y Aragón, había fallecido por una inmoderada actividad sexual con su joven esposa. Por ello, advertía a su hijo Felipe II, recién casado con su primera mujer, María Manuela de Portugal, que la actividad sexual para un joven «suele ser dañosa, así para el crecer del cuerpo como para darle fuerzas, y muchas veces pone tanta flaqueza el hacer hijos y quita la vida como lo hizo con el Príncipe Juan, quien venía a heredar estos reinos».
Evidentemente, Su Majestad Cesárea se equivocaba. Juan de Trastámara no murió por desenfreno sexual o por «exceso de amor», que bajo ningún supuesto se puede calificar como una causa de muerte, sino por tuberculosis. El prematuro fallecimiento del heredero de los Reyes Católicos, que estaba destinado a unir en su corona los dos reinos peninsulares más extensos, condenó a la dinastía de los Trastámara, que habían gobernado en España desde hacía dos siglos, a la desaparición. Tras la muerte Isabel de Aragón ?la hija mayor de los Reyes Católicos?, la sucesión de Castilla y posteriormente de Aragón quedó en manos de la conocida como Juana «la Loca» y su marido, el borgoñés Felipe «el Hermoso». Un suceso que supuso la inesperada llegada de los Habsburgo a España.
Desde su nacimiento, Juan de Aragón y Castilla asumió gran relevancia política. Con dos años fue investido con el título de Príncipe de Asturias
Juan de Castilla y Aragón nació el 30 de junio de 1478 en el Alcázar de Sevilla, donde los Reyes Católicos habían instalado su corte en el contexto de la Guerra de Sucesión Castellana. Aunque el matrimonio ya contaba con una hija, el nacimiento de un varón sano fue motivo de grandes celebraciones en la ciudad, entre ellas una justa en la que compitió el propio Rey Católico, y la lidia de ocho toros pagados por el cabildo catedralicio hispalense.
Los Reyes Católicos establecieron para su hijo una Casa propia, es decir, una nómina de criados y consejeros puestos a su servicio. Se trataba de una medida inédita en la Península Ibérica y da cuenta de la importancia de un nacimiento que prometía completar el sueño medieval de unir los reinos hispánicos bajo una única corona. Así, la corte del Príncipe quedó fijada de forma permanente en el Palacio de los Mendoza de Almazán, villa cuyo señorío se concedió al Príncipe en el año 1496. Algunos de los más importantes nobles de Castilla y sus hijos custodiaron a Juan durante la infancia.
El heredero esperado por Castilla y Aragón:
La educación humanista, muy del gusto en la época, fue orquestada por fray Diego de Deza, un dominico maestro en Teología en la Universidad de Salamanca. El fraile ejerció la figura medieval del sabio y piadoso consejero que tutelaba al Príncipe en los asuntos morales, mientras otros maestros se encargaban de adiestrarle en el uso de las armas. El resultado final debió ser satisfactorio y digno de admiración en las cortes europeas, ningún príncipe español en el pasado habían recibido una educación tan esmerada como él, hasta el extremo de que Carlos I estableció una organización semejante para el aprendizaje de Felipe de Habsburgo, el futuro Felipe II.
Margarita de Habsburgo:
Desde su nacimiento, Juan de Aragón y Castilla asumió gran relevancia política. Con dos años fue investido con el título de Príncipe de Asturias, para legitimar su posición de heredero del reino castellano. A los cuatro años, juró como heredero de Aragón por los estamentos reunidos en las Cortes de Tarazona (1484). Y cuando contaba 17 años, los Reyes Católicos le incluyeron en el doble tratado matrimonial con el emperador de Alemania, Maximiliano de Habsburgo. Así, con la intención de aislar internacionalmente a Francia y alejar su influencia de las posesiones aragonesas en Italia, Juan y Juana, dos de los hijos de los Reyes Católicos, contrajeron matrimonio con los hijos de Maximiliano, Felipe el Hermoso y Margarita de Austria. Para el transporte de la Infanta Juana a Flandes y la llegada de Margarita a España, la flota castellana dispuso cerca de cien embarcaciones, al cuidado del Almirante de Castilla, Fadrique Enríquez de Cabrera, que partió en 1496 desde Laredo.
Después de la boda entre Juana y Felipe, la flota del Almirante Enríquez regresó en marzo de 1497 a costas cántabras, en concreto a Santander, donde tuvo lugar un aparatoso recibimiento a la Princesa Margarita. Si bien Juan era un príncipe bizarro y bien educado, Margarita no se quedaba atrás. Educada en la tradición germano-borgoñonesa y de una notable belleza, la Princesa acogió con gran entusiasmo el enlace, puesto que había permanecido hasta 1493 viviendo en Francia a la espera de cumplir la edad necesaria para casarse con el monarca francés Carlos VIII «el Cabezudo», que le sacaba casi diez años. Sin embargo, la enemistad franco-germana quebró la alianza, y Margarita, aún sin compartir tálamo nupcial con Carlos VIII, fue ofrecida como esposa al Príncipe español. Finalmente, su boda se celebró a primeros de abril de 1497 en Burgos.
A los pocos días, el Príncipe sufrió un ataque acompañado de violentas fiebres de las que nunca se recuperaría, y que a la postre fueron la causa de su fallecimiento, el 4 de octubre de 1497
Los cronistas afirman que en cuanto se conocieron los jóvenes quedaron «flechados» uno por el otro. Después de la boda, los recién casados y su séquito se trasladaron a Medina del Campo para pasar el verano, donde el Príncipe Juan enfermó de viruela, lo que obligó a guardar reposo a la comitiva hasta septiembre. Desde su pubertad, en efecto, el único hijo varón de los Reyes Católicos había dado muestras de tener una salud débil y enfermiza. Viruelas, resfriados y, en especial, unas extrañas fiebres parecidas a las que le causaron la muerte, posiblemente tuberculosis, le habían acompañado durante sus escasos diecinueve años de vida.
Aprovechando una ligera mejoría en la salud del Príncipe, la corte se trasladó hacia Salamanca, donde la ciudad les obsequió con unas magníficas fiestas, celebradas en el palacio de su antiguo tutor fray Diego de Deza. A los pocos días, el Príncipe sufrió un ataque acompañado de violentas fiebres de las que nunca se recuperaría, y que a la postre fueron la causa de su fallecimiento, el 4 de octubre de 1497.
El desenfreno empeoró su salud, pero no lo mató:
Solo seis meses después de la boda con la Princesa Margarita, Juan de Trastámara había caído muerto. Hubo quien quiso vincular ambos hechos. A juzgar por algún testimonio contemporáneo, se consideraba que el exceso de actividad sexual, motivado por los constantes y deseosos furores de su bella y joven esposa, habían impedido la recuperación de la salud del heredero de los Reyes Católicos. «Preso del amor de la doncella, nuestro joven Príncipe vuelve a estar demasiado pálido. Tanto los médicos como el Rey aconsejan a la Reina que, de cuando en cuando, aparte a Margarita del lado del Príncipe, que los separe y les conceda treguas, pretextando el peligro que la cópula tan frecuente constituye para el Príncipe», dejó escrito Pedro Mártir de Anglería, futuro Capellán de la Reina Isabel la Católica.
Aunque el exceso de esfuerzo físico pudo debilitar al Príncipe cuando trataba de recuperarse, la verdadera y principal causa de su muerte fue con toda probabilidad la tuberculosis. Unos meses después, su mujer Margarita dio a luz a una hija que murió en el parto. Tras estos acontecimientos, la hermana mayor de Juan, Isabel, fue nombrada Princesa de Asturias y de Gerona. Su muerte el siguiente año, a su vez, dejó la Corona en manos de Juana «la Loca». Incapacitada para reinar por su inestable salud mental, su marido Felipe I, su padre Fernando «el Católico» y su hijo Carlos I se encargaron de hacerlo en su nombre o encima de él hasta la muerte de la castellana.
El Rey dejó todas sus posesiones a su hija Juana, Reina de Castilla, que al encontrarse inhabilitada para reinar cedió la Corona de Aragón:
Con la inesperada muerte del Príncipe Juan quedó sellado el final de la dinastía Trastámara en España. Pese a que Fernando «el Católico» intentó hasta sus últimos días ?posiblemente a consecuencia de esos esfuerzos falleció? tener otro hijo varón con su segunda esposa, Germana de Foix, nunca lo consiguió. Por el contrario, el Rey dejó todas sus posesiones a su hija Juana, Reina de Castilla, que al encontrarse inhabilitada para reinar cedió la Corona de Aragón, incluidos sus reinos italianos y una parte de Navarra, a Carlos de Gante, futuro Carlos V de Alemania
Juan de Trastámara fue sepultado en la capilla mayor de la catedral de Salamanca, aunque posteriormente los Reyes Católicos ordenaron el traslado del cadáver al convento abulenses de Santo Tomás. Las muestras de dolor y el sentimiento de oportunidad perdida invadieron la península durante un tiempo.
La Edad Media fue uno de los periodos históricos más complicados de toda la historia de la humanidad. En ella se crearon muchas divisiones, en gran parte debido a las diferencias religiosas que existían entre los distintos territorios. Una de estas divisiones fueron las llamadas “Marcas”, creadas por Carlomagno para definir las fronteras y delimitar las zonas enemigas.
¿Qué es la Marca Hispánica?
Para entender qué es la Marca Hispánica, debemos definir las divisiones territoriales del imperio carolingio para entender la gran importancia que tuvo esta Marca en los años posteriores.
Las marcas eran una divisiones territoriales defensivas que Carlomagno creaba en las fronteras de su imperio, las cuales servían para fijar las zonas que delimitaban sus dominios y los del enemigo. Podría decirse que era una zona colchón, que servía para que existiera una zona sin tensión entre ambos bandos.
En el Imperio carolingio existían varias marcas como por ejemplo la bretona, la sajona o la lombarda. Todas estas marcas servían como división entre los dominios de Carlomagno y la de los pueblos germánicos y estaban gobernadas por un marqués.
Aun así se debe tener en cuenta que la Marca Hispánica era diferente a todas ellas, siendo una estructura administrativa completamente distinta. La zona estaba dividida en diferentes condados, cada uno dirigido por un conde.
El origen de la Marca Hispánica:
El origen de la Marca Hispánica se puede encontrar a finales del siglo VIII, con la llegada de las tropas del Imperio Carolingio a la Península Ibérica. A lo largo de muchos años, los musulmanes habían ido conquistado gran parte de la Península formando un gran territorio llamado Al-Andalus y dejando solo sin conquistar ciertas regiones al norte de la zona.
Por otro lado el Imperio Carolingio, dirigido por Carlomagno, había conquistado gran parte de Europa, siendo considerado como el sucesor del Imperio Romano de Occidente y convirtiéndose en el gran defensor del cristianismo. Por todo ello era solo cuestión de tiempo que Carlomagno pensara en la conquista de la zona musulmana hispánica.
En el 777, Carlomagno recibió en audiencia a varios de los líderes musulmanes de importantes ciudades como Zaragoza o Barcelona, quienes pedían ayuda al rey franco debido a que recibían un ataque del emir de Córdoba. Carlomagno vio en todo ello una gran oportunidad para expandir tanto su Imperio como el cristianismo y fue hacia Saraqusta, la taifa de Zaragoza, para tomarla.
Cuando las tropas de Carlomagno llegaron a Zaragoza las puertas no se abrieron ya que el líder de la ciudad había decidido pactar con Córdoba. Carlomagno, que a la hora de preparar las tropas pensaba que no necesitaría un asedio, no tenía suficientes recursos para tomar la ciudad, así que decidió abandonar la Península. En su retirada por el Paso de Roncesvalles fue atacado por los vascones, los cuales vencieron a su retaguardia en una fantástica emboscada, siendo una de las derrotas más famosas del Imperio Carolingio.
Carlomagno no se rindió y en los años siguientes conquistó y se unió a numerosas zonas de la parte norte de la Península. A finales del siglo, Carlomagno había conquistado Girona, Cerdanya, Osona y Urgel, las cuales formaron la Marca Hispánica. A estos se añadirían con el tiempo las ciudades que Carlomagno iba conquistando, como por ejemplo Barcelona, Tarragona o Tortosa.
El siglo VIII terminó con la creación de la Marca Hispánica y la firme intención de Carlomagno de seguir conquistando regiones para expandir la marca en su lucha contra Al-Andalus.
Hay historiadores e investigadores, que créen que Roldán, no murió en Roncesvalles. Vamos a verlo.
Historiadores detectives, el profesor Antonio Ubieto y su visión del Cantar de Roldán muestra el trabajo realizado por medievalistas, detectives del pasado, buscando pistas a través de la ficción literaria (en este caso el Cantar de Roldán) para descubrir los hechos. El documental desarrolla y refuta los estudios y la teoría del historiador Antonio Ubieto Arteta de que la batalla en la que murió Roldán no tuvo lugar en Roncesvalles (Navarra) sino en los puertos de Siresa (Huesca).
Esta investigación es considerada puntera desde el punto de vista literario, ya que se trata del primer cantar de gesta europeo, y desde el histórico, pues Carlomagno es considerado precursor de lo que luego ha sido la Unión Europea.
El Cantar de Roldán (La Chanson de Roland) es un poema épico de varios cientos de versos, escrito a finales del siglo XI en francés antiguo (sitúa su muerte en Roncesvalles.
¿Dónde sucedió realmente la batalla?
Eso es lo que se preguntan los historiadores, que ponen en duda la precisión geográfica sobre los Pirineos del autor del cantar de gesta, escrito 300 años después de que tuviera lugar.
En el documental, un grupo de investigadores sigue los pasos del ejército de Carlomagno a través del valle de Hecho; una vía de regreso a Francia mucho más plausible. Ahora se aportan conocimientos geológicos y estratégicos. La Documentación, la Literatura y la Filología apoyan la divulgación de estos resultados a la sociedad europea.
El historiador Antonio Ubieto (en imágenes de archivo) documenta y desgrana las razones que le llevan a afirmar que una de las dos columnas del ejército de Carlomagno, que vuelve desde Zaragoza hacia Francia en agosto del año 778, tuvo que pasar por la calzada romana que cruzaba los Pirineos por el Puerto del Palo (en el valle de Hecho).
Entre las conclusiones de Ubieto, reforzadas ahora por los historiadores detectives, destacan que los ejércitos utilizaban las vías de comunicación para poder desplazarse de un lugar a otro y no lo hacían “campo a través”. Las vías utilizadas en la época eran las calzadas romanas y ninguna de ellas pasaba por Roncesvalles. Además, el nombre de Roncesvalles no existía en el siglo VIII. De hecho no aparece en la documentación histórica hasta el año 1070 (siglo XI: casi 300 años después de los hechos narrados). En el Cantar y en las fuentes francas sí se citan los “puertos de Sizer”, que el historiador Antonio Ubieto identifica con los puertos de Siresa.
Otro de los resultados obtenidos es que el Cantar de Roldán (obra literaria) y las fuentes francas (históricas) aluden a las “altas montañas, valles tenebrosos, rocas grisáceas y siniestros desfiladeros” y estos accidentes geográficos no aparecen en la zona de Roncesvalles y sí en los puertos de Siresa (peña Forca, peña Agüerri y la peña La Cuta, que rondan los 2000 metros de altitud). Asimismo, el Monasterio de San Pedro de Siresa (en el Valle de Hecho) ya estaba construido a principios del siglo noveno. Pudo construirse en memoria de quienes fallecieron años antes, cerca de allí.
El fin de la Marca Hispánica:
Para concluir esta definición y resumen breve de la Marca Hispánica, debemos hablar sobre la desaparición de la marca y la influencia que tuvo para la creación de nuevas regiones y reinos.
La Marca Hispánica se mantuvo durante décadas como una fantástica forma de dividir las dos zonas, pero la muerte de Carlomagno hizo que el imperio comenzará un lento declive que iba a terminar pocas décadas después con la desaparición del mayor imperio europeo de la época.
Poco a poco los condados que formaban la Marca Hispánica fueron tomando mayor autonomía, consiguiendo cada vez mayor poder, especialmente los condados de Barcelona, Pamplona, Aragón y Urgel. Fue en esta época que los condes dejaron de formar parte de la administración carolingia, y se convirtieron en figuras hereditarias.
Con el paso del tiempo estos condados se convirtieron en figuras territoriales muy importantes en la historia de España. De la Marca Hispánica es de donde nacen el Reino de Aragón, el Condado de Barcelona y el Reino de Navarra, siendo todos ellos parte muy importante del origen del país hispano.
Sistema feudal.
La Edad Media siempre ha sido una época muy mal vista por gran parte de la sociedad. Desde el periodo conocido por el Renacimiento, podemos decir que siempre ha servido para definir lo que no se debía hacer, siendo tachada hasta el siglo XIX como una época oscura en la que, la barbarie era la única forma de vida.
Definición de sistema feudal:
El sistema feudal es un conjunto de instituciones por las que un hombre libre, el vasallo, se compromete a prestar servicios militares, económicos o de consejo a otro hombre libre de condición superior (el señor) a cambio de un feudo, que podía ser una parcela de tierra o dinero.
Según esta definición no podemos aceptar como válida la palabra vasallo para hablar de esclavitud, es decir, en muchas ocasiones, podemos encontrar la palabra vasallo para hablar de los campesinos, que eran tratados como esclavos. Esto es debido a que a este sistema, solo podían acceder personas libres, es decir, no esclavos y siempre había una línea roja que no se podía sobrepasar, pues era eliminar las libertades principales.
Sin embargo, Karl Marx llegó a definir el feudalismo como un modelo de producción que se encontraba integrado entre el modelo esclavista de la antigüedad y el capitalismo creado en la Edad Moderna. Por ello era un conjunto de relaciones de producción entre el campesino y el señor, el cual era el dueño de las tierras, éste se las daba en usufructo a cambio de unas rentas anuales, además de tener que prestar otros servicios al señor.
El sistema feudo-vasallático:
Como toda institución, el feudalismo tenía un ritual que constaba de dos partes: el primero era la creación de un contrato que era redactado por los clérigos, las únicas personas que sabían leer y escribir en la época. Mientras que la segunda parte era la que podemos definir totalmente como ritual, pues prácticamente era como una obra teatral. Esta constaba de:
Homenaje: en esta parte del ritual, el vasallo se arrodillaba ante el que iba a ser su señor, dando a entender de esa manera quien era la persona superior. Esto era observado por miembros de la nobleza y de la Iglesia para dar fe de ello.
Juramento: el señor, alzaba al que iba a ser su vasallo agarrándole de los brazos en señal de reconocimiento y juraban fidelidad y apoyo mutuo.
Beso: tras ello el vasallo besaba las manos o el pie del señor.
Feudo: Por último, el señor le entregaba una rama de olivo o de algún otro tipo arbóreo en señal de la entrega de la tierra que había sido prometida.
¿Cuál fue el inicio del sistema feudal?
Debemos de situarnos en el Bajo Imperio romano para encontrar un vestigio de lo que más adelante sería el feudalismo. En esa época, este se encontraba inmerso dentro de una gran crisis político-social la cual acabó afectando a su modelo económico. A diferencia del modelo económico del Imperio de Oriente, el de Occidente versaba en traer todos los recursos a Roma, ciudad que destinaba gran parte de las materias para enviarlas a las fronteras y poder así mantener al ejército, además de pagarlo.
Esto hacía que tarde o temprano este modelo cayera pues era insostenible para el Imperio. Así llegó un momento, en la época de Diocleciano, en la que se creó un edicto mediante el cual todos los varones deberían aprender los trabajos de sus padres, produciéndose la adscripción a los oficios.
Del mismo modo, y bajo el mismo reinado, el emperador ordenó que toda la población fuera censada de nuevo para poder llevar un control más minucioso de los impuestos que se podían recaudar anualmente. Dicha recaudación podía hacerse en metálico o en especies, el problema fue que la gran parte de los campesinos y artesanos del Imperio estaban en la más extrema pobreza, debido a los constantes impuestos y a las grandes epidemias e inclemencias del tiempo que se estaban sucediendo.
Todo ello hizo que comenzaran a salirse del sistema, siendo la única opción el vender sus tierras a los grandes aristócratas, que con el tiempo se convertirían en los grandes terratenientes. De esa manera, el señor aceptaba las tierras y además se las devolvía a su anterior propietario para que se las trabajara a cambio de una renta anual que quedaba fijada.
No podemos decir que esta forma hiciera que los campesinos perdieran su libertad por completo, pues la venta siempre se hacía mediante un contrato, quedando estipulado que se vendía o entregaba la propiedad si coacción alguna.
Además, el señor se comprometía a defender a los campesinos y artesanos de los emisarios imperiales, sirviéndose para ello de una milicia personal, o lo que es lo mismo, un pequeño ejército.
La evolución hacia el sistema feudal:
Podemos decir que, tras las invasiones bárbaras y la desintegración del Imperio romano, el sistema de gobierno fue decayendo y fueron los grandes terratenientes romanos los que obtuvieron el poder total. Estos fueron los que rápidamente acabaron relacionándose con las élites emergentes, llegando incluso a contraer matrimonio, de esa manera fue surgiendo una nueva clase social, las nobles, los cuales se fueron centrando sobre todo en el arte de la guerra y en el gobierno.
Estos eran un grupo que poseía grandes porciones de tierra y que, durante toda la Alta Edad Media y gran parte de la Plena y Baja Edad Media, tuvieron en jaque a las grandes monarquías europeas, pues eran ellos los que designaban a los reyes y también los que los deponían si la actitud del monarca no les era favorable.
Esta es la idea por la cual surge el feudalismo pues será en época de Carlomagno cuando se cree la red o aparato feudal, por el que el monarca fue haciendo que los nobles le juraran lealtad a la Corona a cambio de una recompensa (ya podía ser terrenos nuevos, cargos o aranceles).
De esa manera, la monarquía quedaba por encima de los intereses de los nobles pues quedaba conformada como el señor de todo el territorio. Esto se fue implantando poco a poco en todas las monarquías europeas en un intento por salvaguardar los intereses de la monarquía.
El problema fue que esta red (que fue creada en principio para controlar a los nobles) acabó extendiéndose a toda la sociedad libre, incluyendo igualmente a las capas más bajas de la sociedad, como fueron los campesinos y los artesanos. De modo que, estos entraron también a depender de los nobles, los cuales podían ser de baja o grande cuna, dependiendo del título que poseyera, la cuestión es que toda la sociedad quedó entrelazada por una gran cantidad de contratos feudales.
La Sociedad Feudal: La Nobleza Guerrera:
El feudalismo se constituyó sobre la base de tres estamentos claramente diferenciados: los nobles, a quienes les correspondía combatir, los eclesiásticos, destinados a rezar y los campesinos, cuya misión era trabajar para mantener a los demás.
La nobleza feudal estuvo constituida por señores y vasallos que participaban de las relaciones de vasallaje: a su cabeza estaba el rey, que no era vasallo de nadie y que, teóricamente, era señor de todos. Entre los miembros de la nobleza había grandes diferencias, aunque todos formaban parte de la aristocracia.
Los grandes vasallos eran los condes, vizcondes, duques y marqueses dueños de extensos feudos. En el nivel intermedio, se encontraban los vasallos de los vasallos o vasvessores, con feudos más pequeños. Por último existían los vasallos menores, los caballeros, que eran la mayoría. Éstos no tenían feudo ni vasallos, pero iban a la guerra a caballo y con un equipo de armas importante.
Toda la nobleza feudal era guerrera por necesidad, por deseo de aventura y por avidez de botín, y se educaba en este espíritu. La guerra representaba para ella una perspectiva de fama y de fortuna, en tanto la paz era considerada una desdicha.
La morada feudal, el castillo, estaba concebido para las exigencias de defensa y de combate. Las ocupaciones cotidianas se limitaban a la administración de justicia y a la vigilancia de os subordinados. Los periodos de ocio eran prolongados, y durante los mismo el señor se dedicaba a las diversiones, sobre todo a la caza y a los torneos.
Los castillos:
Al comienzo los castillos eran de madera. Recién hacia el siglo XII se hicieron de piedra. El castillo se construía sobre una cima y era un lugar amurallado y rodeado de un profundo foso salvado por un puente levadizo. En su interior había un patio que comunicaba con las diferentes estancias del castillos: los pabellones para la tropa y los servidores, el almacén, los establos y la capilla. La parte más importante era el edificio que servía de vivienda al noble y a su familia. En ella destacaba la torre del homenaje, la de mayor elevación. La vida en el castillo resultaba generalmente incómoda e insalubre debido a los rudimentarios medios de que se disponía, la escasa aireación y la falta de higiene. Asimismo, era una vida monótona, sobre todo para las mujeres, que apenas salían del castillo.
El señorío territorial:
Todos los feudos giraban alrededor de la residencia habitual del señor feudal: el castillo o la abadía. Los nobles raramente cultivaban todas sus tierras. Por eso concedían una buena parte de ellas a otras personas. Conceder la tierra equivalía a adquirir un poder: el de participar en los recursos de las familias a quienes se les entregaba. La tierra cultivable se dividía en tres partes diferentes:
La reserva eran las tierras de uso exclusivo de señor: él las explotaba directamente, empleando una mano de obra en su mayoría servil. Todos los productos de la reserva caían en manos del señor.
Los mansos eran pequeñas parcelas confiadas a campesinos libres, colonos, que a cambio, trabajaban unos determinados días al año para el señor y le daban una parte de su cosecha o dinero. También a los siervos se le entregaban parcelas para cultivar, en ese caso se hablaba de mano servil.
Las tierras comunales de aprovechamiento común eran, fundamentalmente, bosques y pastos para el ganado.
La abadía como feudo:
Hacia el siglo XI, a los vasallos de gran importancia se les entregó con mucha frecuencia en feudo una iglesia con su abadía. Con este tipo de feudo, los vasallos percibían todas las rentas que surgían del dominio de éste o del propio ejercicio del ministerio eclesiástico: los diezmos, que eran la décima parte de la iglesia, y las ofrendas de los fieles, entre otras rentas más. Estas rentas de naturaleza eclesiástica y especialmente, los diezmos, figuraron entre los objetos más codiciados para su concesión en feudo, pues con ellos se podían amasar grandes fortunas.
El fin del feudalismo:
Con la llegada de la Baja Edad Media, es decir, el siglo XIII, llega a la sociedad un nuevo grupo, la burguesía, que no encajaba en el sistema feudal. Este surgió del auge de las ciudades durante la Plena Edad Media e iba en contra del grupo nobiliario, el cuál sería su mayor enemigo.
De esa manera estos se fueron resguardándose en la monarquía, que se fue rodeando además de los licenciados salidos de las incipientes universidades, en las cuales se estudiaba el derecho romano, sobre todo.
Fue mediante la recuperación de dichos estudios cuando la monarquía comenzó a hacerse fuerte en la barrera legal y en la social, haciendo que los nobles fueran perdiendo el poder político y alejándolos así de las numerosas conspiraciones que se realizaban en contra de la monarquía para obtener mayores beneficios.
De esa manera las monarquías se fueron haciendo cada vez más autoritarias, siendo el reinado de los Reyes Católicos, el mayor ejemplo de ello en toda Europa. Tras este paso vendrían las denominadas monarquías absolutas, por el cual todo el poder recaía en el monarca y de esa manera quedaban fuera del juego político los nobles y con ello desapareció el sistema feudal, pues toda la sociedad pasó a depender del rey.
Vida social em los Reinos Cristianos.
Hay una división debida a procesos históricos muy marcados. Se manifiestan en diferencias sociales y culturales que se mantienen hasta el presente.
El núcleo central, castellano, más preocupado con su extensión hacia el sur, permanece en la vida política, relativamente aislado de Europa.
El nucleo del Este, La Corona de Aragón, mantuvo relaciones, políticas y comerciales, más estrechas con las naciones de Europa.
El reparto de la tierra que se iba reconquistando benefició a la nobleza guerrera, que fue acumulando grandes posesiones que dedicarían sobre todo a la ganadería. Había musulmanes que permanecían en los territorios cristianos. Se los llamaba mudéjares y se dedicaban a la agricultura y a la pequeña industria. También era numerosa en estas zonas la comunidad judía que se dedicaba al comercio, los préstamos y al artesanado. Los musulmanes y los judíos eran tan numerosos en algunas zonas como los cristianos.
La sociedad:
En los reinos cristianos había dos grandes grupos: los privilegiados y los no privilegiados.
Los privilegiados, que eran los nobles y el clero, no pagaban impuestos. Los nobles vivían en los castillos, eran dueños de grandes propiedades y poseían muchas riquezas.
El castillo medieval:
La época medieval fue un tiempo de inseguridad y de luchas. Por ello, los monarcas encargaban la defensa de sus territorios a los nobles. Estos debían jurar fidelidad al rey, quien, en recompensa les ofrecía tierras (feudos).
Los nobles que tenían feudos eran señores feudales. Vivían en un castillo y se rodeaban de caballeros, que les ofrecían ejércitos y ayuda para la guerra a cambio de tierras.
El clero lo formaban los monjes y monjas que vivían en los monasterios. Un abad o una abadesa dirigían el monasterio. Las tareas diarias de los monjes se repartían entre la oración, el trabajo y el estudio. A una horas del día se reunían para rezar, el resto del día lo dedicaban a tareas necesarias para el funcionamiento del monasterio. Los sacerdotes y obispos atendían las iglesias.
Los no privilegiados estaban obligados a pagar impuestos. De este grupo formaban parte los campesinos, los artesanos y los comerciantes. Los campesinos eran el grupo más numeroso. Vivían en las aldeas, que se situaban cerca de un castillo, trabajando las tierras feudales de los nobles. Existían campesinos libres, que podían ser propietarios de su tierra, y siervos, campesinos que no eran propietarios ni tenían libertad personal. La mayoría cultivaba las tierras de los nobles. Los artesanos y los comerciantes vivían en las ciudades.
Las ciudades:
Las ciudades medievales tomaron importancia a partir del siglo XII. Estaban rodeadas de murallas y tenían puertas que se cerraban por la noche para defenderse de un posible ataque. Se organizaban en barrios. Las calles eran estrechas y las casas de madera. Tenían una gran plaza en la que los comerciantes vendían sus productos. En muchas ciudades se construyeron bellas catedrales, como las de Burgos, Toledo y León.
En las ciudades vivían principalmente los comerciantes y los artesanos: panaderos, carpinteros, tintoreros, tejedores… El maestro artesano era el único que podía disponer de un taller. Los oficiales y aprendices trabajaban bajo sus órdenes y aspiraban a hacerse maestros cuando aprendieran perfectamente el oficio.
Los artesanos del mismo oficio se agrupaban en gremios y solían tener los talleres en una misma calle. En muchas ciudades aún se conservan los nombres de aquellas calles: calle de Toneleros, calle de Cuchilleros, etc. Cada gremio controlaba la calidad y el precio de sus productos. En algunas ciudades se celebraban ferias de comercio una o dos veces al año, a las que llegaban productos de toda Europa.
Los habitantes de las ciudades eran libres, es decir, no dependían de ningún señor feudal. Así nació un nuevo grupo social: la burguesía, dedicada a las actividades mercantiles y artesanales.
En las principales ciudades, como Palencia y Salamanca, se crearon las universidades.
¿Quién fue el Cid Campeador?
Fue un guerrero de la reconquista nacido en Burgos en 1043 llamado Rodrigo Díaz de Vivar, que luchó al servicio de los reyes Fernando I y Sancho II. Desterrado de Castilla en tiempos de Alfonso VI, guerreó por su cuenta contra los musulmanes y tomó la ciudad de Valencia en 1094. Murió allí en 1099. Su vida, símbolo del guerrero de la reconquista, inspiró el famoso poema del Mío Cid.
¿Qué eran las cortes?
A fines del siglo XII surgió una nueva institución: las cortes, una especie de parlamento presidido por el rey e integradas por la "Curia" (nobles y eclesiásticos) y los representantes de villas y ciudades. Votaban los impuestos, presidían la jura del monarca, planificaban las acciones militares contra los musulmanes y se ocupaban de los asuntos del reino.
Las cortes significaron un avance democrático y una limitación al poder de los reyes.
¿Cómo era la situación en el siglo XV?
Dos grandes reinos cristianos estaban ya formados y asentados: Castilla y Aragón. En 1469, el casamiento de Fernando de Aragón e Isabel de Castilla logra unificar la península, aunque cada uno mantendrá el reinado sobre sus regiones de origen. Los "reyes católicos" incorporaron Navarra y culminaron la reconquista con la toma de Granada
el 2 de enero de 1492, el mismo año del viaje de Colón.
¿Qué fue la Inquisición?
Era un tribunal impuesto por Isabel y Fernando destinado a perseguir a los no católicos y lograr, por la fuerza, la unidad religiosa. El Gran Inquisidor Torquemada persiguió a herejes, musulmanes y judíos que se negaban a convertirse a la religión católica, aplicándoles graves tormentos que iban desde la tortura a la muerte en la hoguera. Finalmente, en 1492, los reyes católicos decretaron la expulsión de España de los judíos y los moros (musulmanes). Esto trajo graves consecuencias para el reino, que se vio privado de dos culturas muy ricas que se dedicaban a actividades económicas fundamentales.
¿Qué aportaron los musulmanes a la cultura española?
Los musulmanes permanecieron ocho siglos en España. Gracias a sus traducciones se difundieron grandes clásicos de la antigüedad y realizaron grandes aportes en el campo de la agricultura, la industria, las matemáticas, la física, la química y la medicina. Fueron ellos quienes introdujeron la guitarra en la península. El arte y la arquitectura islámicas pueden apreciarse en grandes obras de la región de Al -Andalus (Andalucía),como la Alhambra de Granada.
¿Qué fue el feudalismo?
Fue un sistema político, social y económico que se desarrolló en gran parte de Europa Occidental desde fines del siglo IX hasta fines del siglo XII. Este sistema tuvo sus orígenes en el colonato romano y se perfeccionó entre los francos, a la muerte de Carlomagno, cuando el reino se dividió y el poder real fue reemplazado por el de los señores feudales.
¿Cómo estaba dividida la sociedad?
Por aquel entonces no había clases sociales sino estamentos; es decir que no había movilidad social y el que nacía pobre moría pobre.
Existían tres estamentos: los caballeros (los que luchaban), los sacerdotes (los que rezaban) y los campesinos (los que trabajaban). Los campesinos eran el sostén económico de los sacerdotes y los caballeros. Se suponía que este orden era divina, que Dios lo había dispuesto así; por lo tanto, de acuerdo a la concepción de la época, quien se oponía a este orden, se oponía a Dios.
¿Cómo eran los castillos feudales?
Se construían en lo alto de las montañas para poder vigilar la zona y controlar los trabajos de los campesinos y los posibles ataques de los enemigos. Casi todos tenían una muralla exterior defensiva y otra interior. Entre las dos murallas había un patio que servía de refugio en caso de ataque.
¿Qué era el vasallaje?
Era un contrato que se establecía entre el señor y sus subordinados donde se establecían obligaciones mutuas. Por lo general el señor se comprometía a velar por la vida de sus vasallos y éstos a obedecerle y proveerlo de alimentos y servicios personales, que incluían acompañarlo en la guerra.
¿Quiénes eran los siervos?
La mayoría de la población de la sociedad feudal estaba compuesta por siervos, es decir, campesinos sometidos a servidumbre que no eran libres de elegir a su señor o de trasladarse a otro castillo. Debían cultivar las tierras del señor o de la iglesia y pagar impuestos o diezmos según el caso.
¿Cómo y por qué terminó el feudalismo?
Este sistema cerrado tenía sentido en tanto la gente se sintiera en peligro frente a las continuas invasiones de diversos pueblos. Así fue en la época de su florecimiento, pero cuando cesaron las invasiones y la gente se sintió segura, comenzó a querer salir del aislamiento a que la sometían los señores. Así surgieron los burgos, pequeñas aldeas que rodeaban a los castillos feudales pobladas por artesanos y comerciantes que practicaban una economía libre, en la que la moneda y los productos circulaban con fluidez. Surgieron así los gremios de artesanos y comerciantes que fueron adquiriendo el poder suficiente como para competir y derrotar al sistema feudal. Los señores debieron salir del aislamiento y reconocer los derechos de los burgos y de sus habitantes: los burgueses.
La Edad Media fue una época de gran religiosidad. La Iglesia desarrolló un papel muy importante en la producción cultural de la época manteniendo la tradición cultural de la antigüedad y desempeñando una importante labor educativa. Las escuelas catedralicias fueron los únicos centros de instrucción por mucho tiempo y en los monasterios, gracias a la paciente labor de los monjes, se copiaron y tradujeron los principales libros de la antigüedad clásica.
El establecimiento de los nuevos reinos representa también el regreso a la tradición latina y cristiana. En este proceso de reintegración cultural contribuyeron de manera muy notable las ordenes monásticas francesas, de Cluny y más tarde del Cister invitadas inicialmente por los reyes peninsulares.
Los monjes franceses mantuvieron estrechos contactos con los monasterios franceses de que procedían, estableciendo así en la Península una extensión de las tradiciones religiosas, literarias y artísticas francesas. Aunque el concepto de Cruzada contra los infieles no fue nunca popular en España, como lo fue en Francia. El predominio religioso de los cristianos en la sociedad y en las estructuras políticas quedó firmemente establecido con la consideración de ser tierra de cristianos y la importancia que tuvieron las llamadas Ordenes militares.
Los problemas del Clero:
En los inicios de la Edad Media, el clero era elegido por la comunidad religiosa. A partir del siglo X, en cambio, los monarcas decidieron reservarse ese derecho llamado investidura.
De esta forma el clero, privado de toda independencia, se hallaba sometido a los príncipes y a los señores, y a su elección podía recaer en personajes que carecían de toda riqueza espiritual.
Esto provocó el relajamiento de las costumbres y los dos principales vicios de la época: la simonía, que consistía en la compra de los cargos eclesiásticos por medio de la influencia o del dinero, y el nicolaísmo, es decir, el rechazo al celibato religioso, transgrediendo la pureza de las costumbres eclesiásticas.
A pesar de esta corrupción, el clero procuró humanizar las rudas costumbres de la época y evitar las constantes guerras.
Por el llamado derecho de asilo, prohibía realizar cualquier acto violento contra el que se encontraba dentro de una iglesia o convento. Mediante la paz de Dios, prohibía a los señores feudales atacar en las batallas a los que no combatían. Por último, la tregua de Dios consistía en la prohibición de combatir de viernes a domingo y en el transcurso de las festividades religiosas, bajo pena de excomunión.
La renovación Eclesiástica:
En el siglo XI, el clero regular reaccionó en contra de la relajación de las costumbres de la Iglesia y del poder de los laicos sobre ella. El movimiento monacal fue reformado por dos conventos bendictinos.
Cluny, el espíritu de reforma:
La primera reforma partió de la abadía de Cluny, fundada el año 910. Los monjes de Cluny optaron por la protección exclusiva del Papa (y no la del obispo o la del señor feudal) y reforzaron la autoridad del abad.
Bajo estas reformas nació la orden cluniacense, que se extendió con rapidez en Europa. En su momento de máxima popularidad, a comienzos del siglo XII, poseía cerca de 1500 monasterios, todos ellos bajo la autoridad del abad de Cluny.
La orden cluniacense:
La orden cluniacense fue esencialmente una orden aristocrática, pues la mayoría de sus monjes eran miembros de la nobleza. Quizas por ello, el trabajo manual ya no se consideró una ocupación adecuada y fue sustituido por una elaborada liturgia, que ocupaba la mayor parte del tiempo de los monjes. La organización de Cluny se basó en la idea feudal de jerarquía: de la misma manera que en la sociedad feudal había un rey en la cima, con condes, duques, caballeros y el resto en una escala de mayor a menor importancia, el abad de Cluny fue la cabeza de toda una jerarquía de miembros subordinados. Todos los monasterios cluniacenses estaban bajo su autoridad.
El Císter, el retorno a la simplicidad:
Sin embargo, a mediados del siglo XII, los cluniacenses se alejaron del ideal de vida benedictino enriqueciéndose en extremo. Esto dio origen a una segunda reforma que partió del monasterio de Citeaux, también en Francia; su promotor fue San Bernardo de Claraval.
En busca de una vida más recluida y estricta, los cisternienses fundaron su propia orden. La orden cisterniense se propagó por Europa en el siglo XIII, y su expansión también fue espectacular.
La Orden de Cluny.
En el año 911 el rey Guillermo de Aquitania cede unos terrenos en Borgoña al monje Bernon para fundar un monasterio.
De esta forma comienza la andadura de una de las organizaciones más decisivas en la historia de Occidente: la Orden benedictina de Cluny. Desde ese primer momento fundacional la Orden de Cluny alcanza una absoluta independencia respecto de cualquier poder laico o eclesiástico.
Esta independencia temporal de la orden se debe a que el abad Bernon exigió el derecho de ser sólo tributario del Papado y responder de sus actos únicamente ante el Papa, lo que le permitió una gran cantidad de privilegios y de donaciones, saltándose la autoridad de señores laicos y obispos. Con tamaña libertad de acción, la abadía se involucró en decisiones de ámbito social, político, económico e incluso militar en los distintos reinos europeos.
El otro factor que permitió el engrandecimiento de la Orden de Cluny fue el acierto de crear una estructura orgánica centralizadora, frente a la habitual dispersión y disgregación que los monasterios benedictinos habían tenido hasta entonces. Esto sólo fue posible gracias a la "inmunidad" internacional frente a reyes y nobles que la dependencia papal le había conferido.
El siglo XI fue el de máximo esplendor para la Orden, y en ello intervino la extrema longevidad y estabilidad de los mandatos de dos abades que abarcaron todo el siglo XI. Nos referimos al abad Odilón (994-1049) y a Hugo el Grande (1049-1109).
En este lapso de máximo desarrollo, la abadía de Cluny llegó a contar entre 400 y 700 monjes, y extendía su absoluto poder sobre 850 casas en Francia, 109 en Alemania, 52 en Italia, 43 en Gran Bretaña y 23 en la Península Ibérica, agrupando a más de 10.000 monjes, sin contar su innumerable personal subalterno.
Los principales aspectos organizativos, políticos y religiosos de los "monjes negros" se pueden resumir en los siguientes puntos:
* Vasallaje exclusivo a Roma y defensa de su primacía moral.
Predominio de una férrea estructura jerárquica piramidal entre prioratos, abadías subordinadas y abadías afiliadas.
* Organización feudal interna y apoyo a la sociedad feudal de la época, manteniendo buenas relaciones con nobles y obispos (a pesar de su inmunidad frente a ellos)
Cluny multiplicó el número de sacerdotes entre sus miembros.
Predominio en la vida monástica del rezo litúrgico y la celebración coral de la eucaristía, frente a los trabajos físicos que eran irrelevantes, y que eran realizados por personal subalterno.
* Conservación y difusión de la cultura gracias a labor de sus scriptoria donde se realizaban permanentemente copia de manuscritos.
La crisis de la Orden de Cluny llega en las primeras décadas del siglo XII. Las razones del declive de la Orden en estos años se puede resumir en:
Excesiva rigidez de su propia estructura que impedía la más mínima flexibilidad entre las distintas casas, paralizando así a toda la orden.
Incorporación masiva de nobles sin vocación para beneficiarse de los privilegios y comodidades de la vida monástica. Ello llevó a una progresiva relajación de costumbres.
Progresiva orientación -durante el siglo XII- del monaquismo occidental hacia aspectos eremíticos y ascéticos, lo que influyó en el nacimiento de las nuevas órdenes, como la del Císter.
Influencia de la Orden de Cluny en la España Medieval..
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Cluny y el Románico.
Tras la gran variedad del prerrománico, Europa, durante los siglos XI y XII, se unifica artísticamente y culturalmente.
Esta unificación se debe a la Abadía de Cluny, en la Borgoña.
En 910, el duque de Aquitania entregó al abad Bernón la región de Cluny para fundar una abadía. Esta abadía es grande y rica, se pone bajo la regla de San Benito -> Benedictinos.
un día en la vida de un monasterio medieval.
Enteramente dedicados a la oración, los monjes de la Edad Media dividían cada jornada entre los cantos en el coro, el trabajo y las discusiones en el capítulo.
los primeros grupos de cristianos que decidieron llevar una vida en común al margen del mundo nacieron en el Oriente del Imperio Romano, en el siglo IV. Esta forma de vivir el cristianismo no tardó en difundirse por Europa occidental, donde surgió el personaje considerado el padre del monasticismo europeo: Benito de Nursia (480-547).
La orden benedictina, subdividida a partir del año Mil en dos grandes ramas, la cluniacense y la cisterciense, ejercería un gran influjo sobre las otras órdenes que se desarrollaron en la Edad Media, como la cartujana, las mendicantes (franciscana, dominica), la jerónima, los canónigos regulares (que seguían la Regla de San Agustín) o incluso las órdenes militares (templaria, hospitalaria, de Calatrava, de Santiago...).
Los monjes medievales hicieron de los monasterios no sólo un centro de religiosidad y de intercesión con el más allá, sino un mundo autónomo que representaba el propio universo. Desde las construcciones impulsadas por la orden benedictina de Cluny en el siglo X, los monasterios tendieron a ser autosuficientes y funcionaron como pequeñas ciudades. Su centro de gravedad era la iglesia monástica, donde se administraba la Palabra y se desplegaba un programa iconográfico que había de extasiar y educar a quienes tuvieran acceso a él.
PEQUEÑOS MUNDOS.
En torno a la iglesia se crearon enormes complejos arquitectónicos compuestos de múltiples edificios, unidos por diversos claustros o patios, tierras de labor y construcciones auxiliares de uso agropecuario, todo rodeado por la necesaria cerca que los aislaba del exterior.
Esas grandes dimensiones se justificaban por la necesidad de acoger a importantes concentraciones de personas, a veces hasta trescientas, que además de los monjes o monjas propiamente dichos incluían a conversas o conversos (como se llamaba al personal religioso que no había hecho todos los votos necesarios) y un amplio conjunto de sirvientes, que iba desde administradores hasta lavanderas, mozos de cuadra, agricultores o artesanos de todo tipo.
Esta muchedumbre hacía posible la actividad primordial de un monasterio: la religiosa. En efecto, la dedicación a la oración era lo que definía la forma de vida monástica (la del clero regular, es decir, sujeto a una regla), o al menos así lo sostenían los monjes en su pugna histórica frente a su competidor en la empresa de salvar almas: el clero secular (el que vivía en el siglo, es decir, en el mundo, fuera del monasterio).
En la práctica, los monasterios medievales tuvieron intereses materiales tan poderosos como los del resto de la Iglesia católica. Recibían rentas, diezmos y derechos sobre explotaciones agrarias e industriales, y a menudo ejercían poderes jurisdiccionales sobre las poblaciones de su entorno, hasta ser incluso jueces «de horca y cuchillo», esto es, con autoridad para imponer la pena capital.
En el año 711 los musulmanes ocupan casi toda la península Ibérica. Sólo la región montañosa del Norte quedó en manos de los españoles. Desde allí los reinos cristianos se lanzaron a reconquistar su territorio. A partir del triunfo de Covadonga, en el año 722, se iniciará un lento pero persistente avance hacia el sur, que duró, la friolera de casi ochocientos años.
Surgieron los reinos de Asturias, León, Navarra, Portugal, Castilla y Aragón. Finalmente, en 1492, en tiempos de los Reyes Católicos, la toma de Granada, último bastión musulmán, pondrá fin a la reconquista.
La importancia de este período histórico se debe a que durante él, se establecen los fundamentos de la sociedad moderna española. A lo largo de los siglos se percibe que el proceso de reconquista representa la afirmación de las formas sociales políticas y culturales en las que se ve el comienzo de España. Es además un regreso a la tradición de contactos con Europa, establecidos ya desde su integración en el Imperio Romano.
Núcleos iniciales de la Reconquista
Los territorios montañosos del norte de la península Ibérica habían quedado fuera del dominio de al-Andalus. En esas zonas vivían diversos pueblos, establecidos desde tiempos prerromanos, entre ellos los galaicos, los astures, los cántabros o los vascones, así como los hispani, nombre que daban las crónicas de la época a los habitantes del Pirineo central y oriental. A ellos se unieron los visigodos que, ante la presencia de los islamitas, acudieron a refugiarse a esos territorios. Ahora bien, desde mediados del siglo VIII fueron surgiendo en dichas comarcas diversos núcleos políticos, desde el reino astur, al oeste, que fue el primero que se creó, hasta los condados de la futura Cataluña, al este, pasando por el reino de Pamplona y el condado de Aragón. Dichos núcleos se convirtieron en el estandarte de la resistencia cristiana frente a los musulmanes de al-Andalus. No obstante, en el período comprendido entre los siglos VIII y X, el contraste entre el ámbito de la cristiandad hispana y al-Andalus era a todas luces espectacular. La España cristiana de aquella época era una zona plenamente ruralizada, sin apenas núcleos urbanos y con muy escasa circulación monetaria. En el terreno cultural la distancia era, si cabe, aún mayor entre el territorio cristiano y el musulmán.
Aunque la reconquista de los territorios comenzó como una serie de intentos independientes, a medida que se ampliaban los territorios reconquistados se ve la derivación hacia una consolidación, conseguida con frecuencia por medios poco pacíficos.
En este proceso el núcleo central, que llegó a agrupar Asturias, Galicia, León, ambas Castillas y gran parte de Andalucía, fue el más poderoso, pero igual de importante que el resto de núcleos iniciales.
Pamplóna, en el centro, tuvo su máxima importancia con Sancho Garcés III "el Mayor, quién unificó todos los reinos cristianos, en el siglo XI.
En el este peninsular, el reino de Aragón y el condado de Barcelona, llegaron a ser, con su unión, (La Corona de Aragón), la fuerza política y económica más poderosa entre los siglos XII – XV, ámbos inclusive.
El nacimiento del Reino de Asturias.
En los comienzos del Siglo VIII en Hispania se encontraban asentados los visigodos. En el año 710 murió el rey Witiza de causa natural, lo que no era frecuente en aquellos tiempos. Antes de su muerte hubo asociado a su hijo Agila al trono para que reinase como Agila II.
Sin embargo, sus preparativos fueron en gran parte inútiles. Pues sólo pudo reinar en parte del territorio. La zona de la Narbonense y la más oriental de la Tarraconense, murió Agila II en el 716. El resto fue gobernado por el candidato electo por el Aula Regia, Rodérico, quien se fue deshaciendo de su contrincante y haciéndose el hombre fuerte del reino.
Entre los visigodos la entronización ocurría por un mecanismo electivo por el Aula Regia, por lo que el fenómeno de la asociación al trono no aseguraba la elección del candidato "oficialista".
A la muerte de Witiza se produjo la escisión en dos facciones de los nobles: los viticianos, seguidores de Witiza y del antiguo rey Wamba y los descendientes de Chindasvinto que apoyaban al Duque de la Bética "Rodérico".
Al fin, fue elegido "Rodérico" o rey Rodrigo, a la postre el último rey Visigodo.
Era el mes de marzo del año 710...
Mientras, Rodrigo comenzaba a ejercer el poder desde la capital visigoda ubicada en Toledo, había movimientos hostiles y a los que tuvo que hacer frente de manera simultánea. Por una parte, los musulmanes del norte de África tramaban atravesar el Estrecho por las míticas torres de Hércules, por otra, la facción de los viticianos con Agila II a la cabeza y con la ayuda traidora del "Conde Julián" .
Para atravesar el Estrecho los musulmanes precisaron estar bien informados de por dónde pasar y dónde desembarcar. Para ello durante el año 710 al mando de Tarif exploraron las costas del sur de la Península Ibérica e incluso intentaron desembarcar en Tarifa. Otros autores plantean que sí desembarcaron en Tarifa y se llevaron botín y cautivas que una vez llegados al Magreb le resultó fácil encontrar voluntarios para la gran invasión del año siguiente. Tarif fue orientado por la información que a finales del 709 le fue dada por el Conde Julián. Este personaje que al parecer controlaba Ceuta y quizá Algeciras, pero de quien no se sabe a ciencia cierta si era o no cristiano, o si era bizantino, etc. Está rodeado de una fuerte dosis de leyenda ante la falta de fuentes fiables. Sin embargo, sería un año más tarde en abril del 711 en Algeciras donde desembarcaron al mando de Tarik ben Ziyad "el Tuerto".
Mientras Tarik desembarcaba con la ayuda de los viticianos y del Conde Julián, el cuñado del propio rey Rodrigo, éste se encontraba guerreando contra los vascones en el norte peninsular, debiendo viajar precipitadamente para enfrentarse y caer derrotado y posiblemente muerto en la batalla de Guadalete del 19 al 26 de Julio del 711.
Pelayo era un noble visigodo que iba en el ejército del rey Rodrigo. Consiguió escapar vivo de Guadalete huyendo a Toledo primero y a los Picos de Europa después.
El despliegue musulmán por la Península Ibérica fue extraordinariamente fácil y rápido, tanto por parte de Tarik ben Ziyad "el Tuerto" como por su jefe al año siguiente, 712, Musa ben Nusayir. Lo que habla de la existencia de la falta de cohesión de la población con los visigodos, que parte de los pobladores que veían con buenos ojos la llegada de musulmanes, sobre todo los judíos que habían sido maltratados por los visigodos y la existencia de la trama traidora de los viticianos.
En sólo dos años, casi toda la Península Ibérica estaba bajo el control musulmán. En cada área había un gualí o gobernador, dependiente del gobernador general que tras Musa Ben Nusayir fue su hijo Abd al-Aziz.
El gobernador musulmán Munuza ubicado en Gijón a fin de cobrar impuestos a los montañeses, según dice la leyenda estaba enamorado de la hermana de Pelayo. Hizo prender a éste y lo envió cautivo a Córdoba de donde consiguió escapar en el año 717.
Pelayo volvió a Asturias en el 717 en tiempos del valí de Córdoba al-Horr. Entró en contacto con el Duque de Cantabria. Casó a su hija Ermesinda con el hijo de aquél, a Alfonso y juntos organizaron el germen de la resistencia de Cántabros y Asturianos a los musulmanes.
Los habitantes de las montañas, fuertes defensores de sus costumbres, de su economía y de la distribución y ejercicio del poder según sus tradiciones, se convirtieron en la "resistencia" a los que desde fuera de sus valles pretendía alterar el "status quo".
Don Pelayo liderará el nacimiento del Reino de Asturias desde el 718 al 737 para ser sucedido a su muerte por su hijo Favila.
A la llegada de Pelayo a la montaña se produjo un "concilium" donde fue elegido como el líder que pusiera fin a los problemas con los musulmanes. La alta montaña y su endiablado clima fueron aliados ideales para los montañeses y una barrera infranqueable para los musulmanes del siglo VIII.
En el año 722 se producirá una escaramuza en los Picos de Europa que se convertirá en un hecho de guerra mítico: la Batalla de Covadonga. Pelayo y sus hombres vencerán al ejército musulmán en el monte Auseva.
En el fondo del valle del monte Auseva, se encuentra la cueva de Covadonga. Valle angosto de frondosa vegetación donde los hombres de Don Pelayo se defendieron y vencieron a los sarracenos. Este hecho bélico de escasa entidad militar, pero de enorme simbolismo pasa por ser el inicio del Reino Astur, el prólogo de la resistencia y posterior reconquista cristina y por convertirse en centro de culto importante para la Cristiandad, pues se le relaciona con hechos extraordinarios como la "aparición de la Virgen a Pelayo. En aquellos tiempos las apariciones eran frecuentes a los líderes, recordemos que Mahoma se le apareció en Gibraltar a Tarik, refiriéndose al éxito en los días previos a la batalla de Guadalete, o que Santiago el Mayor se apareció en diversas batallas haciendo vencedores a los ejércitos cristianos.
Hoy en la cueva de Covadonga reposan los restos de Pelayo. Y a pocos metros la basílica de Covadonga se alza al cielo orgullosa para rememorar los heroicos y piadosos hechos.
El 28 de mayo del 722 Pelayo vence a Alqama en Covadonga y entra en la historia.
Alqama negoció con Pelayo, llevando como consejero al obispo Oppas, hermano de la condesa Frondina esposa del Conde Julián y ambos padres de Florinda.
Era frecuente entonces que los hijos e hijas de los nobles mas esclarecidos entraran a servir a los reyes, Esto ocurrió con Florinda, que lo hizo con la reina Egilona, esposa de Rodrigo.
Dice la leyenda que el rey quedó enamorado de los encantos de Florinda y quizá abusó de ella. Este fue el motivo de la traición urdida por el Conde Julián, que era el padre de Florinda cuando ésta le mandó un mensajero.
Alqama llevaba como consejero y negociador al obispo apóstata Oppas, quién fue hecho prisionero y Alqama muerto en la batalla de Covadonga.
Munuza abandonó la región tras ser de nuevo derrotado en Ollíes. Y al parecer fruto de su frustración las fuentes musulmanas se refieren al hecho como "dejado a su suerte a una treintena de asnos salvajes que sólo tienen para comer la miel de las abejas hallada en las hendiduras de las piedras"-al referirse a loa cristianos.
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Para saber más:
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La leyenda de Don Pelayo y la batalla de Covadonga.
El mismo papel que juega la leyenda del rey Arturo para los ingleses o la de Beowulf para los alemanes lo juega el rey Pelayo y la batalla de Covadonga para los españoles. Es la consolidación del concepto de nación apelando a un origen mítico. Los tres tienen en común la mezcla entre la realidad y la ficción. Son personajes reales entre los que entremezclan leyendas que lo elevan a la categoría de héroes. Hay que destacar también que en la idea de nación, tan elogiada en el romanticismo, se da el enfrentamiento con un enemigo. En el caso de la leyenda de Arturo este enemigo son los sajones, que invaden los territorios de los britanos, como aparece en la obra de Geoffrey de Monmouth. En el caso de España por su historia particular quien juegue el rol de enemigo de la nación serán los musulmanes. Resulta curioso destacar que ambos casos se contrapone no sólo las costumbres sino también las ideas religiosas, ya que en Historia de los reyes de Britania se cuenta que los sajones eran paganos y que destruían las Iglesias. Pareja situación se ve en España con el encuentro entre el mundo musulmán y el cristiano y, aunque en la realidad los enfrentamientos no fueron tan exagerados y hubo años de convivencia, en el nacimiento de la idea de nación española sí juega un papel importante esa contraposición.
“Todas las naciones buscan un héroe sobre el que cimentar sus orígenes y Pelayo se ha convertido en uno de los símbolos de identidad de la nación española. (…) Su figura y la victoria de Covadonga significaron el origen del reino de Asturias, el inicio de la reconquista frente al poder musulmán y la génesis del futuro Estado español.”
Don Pelayo, primer rey de Asturias.
La falta de documentación en relación con la figura de Pelayo ha hecho posible que en torno a él surjan ciertas leyendas. Sin embargo, se encuentran bases suficientes para afirmar la historicidad del personaje. En un manuscrito del siglo ix se le considera hijo del duque Fávila y perteneciente a la corte del rey visigodo Witiza (700- 710). También a crónicas que le otorgan una ascendencia real como el la Crónica Alfonsina. Este intento de vincular a un héroe con una genealogía noble o real es común a muchas leyendas. Si se recuerda el origen de Arturo, que, a pesar de ser criado por Merlín, se le considera hijo de Uter Pendragón y, por lo tanto, heredero legítimo de la corona.
Según las Crónicas Alfonsinas Witiza, que era un hombre deshonesto e iracundo, discutió con el duque de Favila por una mujer y lo mató. Pelayo viendo peligrar su vida huyó a Jerusalén y allí permaneció hasta la muerte de Witiza. A éste le siguió en el trono Rodrigo, elegido por los magnates y hombres de la corte. Pelayo regreso a España y se puso a su servicio. Pero el hijo de Witiza y su hermano Oppas no estaban satisfecho con esto. Oppas, arzobispo de Sevilla, traicionó por ello a la corte visigoda y permitió la entrada del ejército musulmán en España en 711. El rey Rodrigo estaba en ese momento en lucha contra los vascones, por lo que el ataque de otro ejército le cogió por sorpresa. A pesar de ello se reunió con sus tropas y se enfrentaron a los invasores en la batalla de Guadalete. Existe la leyenda de que en esta batalla ya se encontraba Pelayo luchando al lado del rey. Al caer éste huyó con sus hombres a Toledo para esconder un tesoro, que constaba no sólo de numerosas joyas, sino también del Arca de la Alianza. Según reza la leyenda Pelayo escondió el tesoro en el Monte Sacro, cerca de Oviedo. Muchas de las leyendas de la época medieval giran alrededor de tesoros fabulosos y con propiedades mágicas o religiosas, como son el tesoro de los Nibelungos o el Santo Grial.
La totalidad de la Península Ibérica cayó en manos de los musulmanes. Pelayo se estableció en Asturias, pero, al igual que el resto de la nobleza visigoda, pagaba los impuestos correspondientes a los musulmanes. El gobernador bereber de Asturias, Munuza, tenía buen trato con Pelayo y por este motivo lo envió a Córdoba como parlamentario. No obstante, en ausencia del héroe Munuza intentó seducir a la hermana de Pelayo, que era considerada mujer de una gran belleza, por lo que Pelayo juró vengarse. Hay que tener en cuenta que estas uniones entre nobles de origen cristiano y de origen musulmán no eran extrañas, la propia viuda de Rodrigo se casó con el primer valí de Al- Andalus. Este elemento además no sólo es propio de las leyendas, sino que recuerda a las historias Perceval o Lancerot, es decir, a las narraciones de caballería.
En 718 Pelayo se convirtió de nuevo en fugitivo esta vez de Munuza. Huyendo a los hombres de Munuza llegó hasta el valle de Cangas donde el pueblo de los astures celebró un concilium. Pelayo los convenció para que se unieran a él en una revuelta popular. Dejaron de pagar impuestos y realizaron pequeñas escaramuzas contra los musulmanes. Pero no supusieron un problema grave para las tropas de Al- Andalus, que se centró en la conquista de la Galia Narbonense. La derrota sufrida en Toulouse llevó a Anbasa Ibn Suhaym-al- Kalbi, nuevo Emir de Al- Andalus, a intentar subir la moral de sus tropas. De ahí que decidiera acabar con la revuelta astur.
El ejército musulmán dirigido por el general Alqama entró en Asturias sirviéndose de la calzada romana. Los astures no contaban con muchos efectivos y sufrieron el ataque del ejército enemigo. Los musulmanes levantaron un asno salvaje como burla hacia Pelayo y sus hombres. Entre las luchas y el hambre la revuelta astur estuvo a punto de desaparecer. Alqama pensó que habría que negociar la redención, como había ocurrido en otras ocasiones con la nobleza visigoda. Por ello se hizo acompañar del traidor Oppas. Pelayo viendo que le superaban en número y que apenas le quedaban efectivos se retiró a lo que hoy día se conoce como Covadonga. La situación de esta garganta era prefecta para resistir un asedió. De ahí que los astures lo conocieran bien.
Covadonga, la cueva sagrada.
A parte de la situación estratégica se dice que Covadonga era un lugar mágico. La leyenda cuenta que un ermitaño había revelado a Pelayo los secretos de la cueva y la salida secreta por la gruta de Orandi. Antiguamente se asociaba a la cueva propiedades mágicas y se rendía culto a la Virgen en ella. El nombre de Covadonga (Cueva de la Señora o Cueva Honda) hace referencia a este culto.
Pero el culto no tiene su origen en el cristianismo, sino que se ancla en la cultura celta. Hay que tener en cuenta que estos territorios los elementos celtas sobrevivieron durante más tiempo. Según estas creencias la cueva estaba asociaba a divinidades femeninas de la naturaleza. De ahí la facilidad de relacionarlo en la época cristiana con la Virgen, cosa que ha ocurrido en muchos lugares de España. Por eso se cree que en el culto a la Virgen se asentó con tanta rapidez y aún hoy día sigue vigente en muchos puntos. En las Crónicas Alfonsinas se relaciona esta cueva con Enna, divinidad de origen celta también conocida como Anna, Danna, y que quedó asociada con la madre de la Virgen, Ana.
Cascada de Covadonga.
El río Deva es considerado también sagrado, algo bastante común en la mitología celta. Este río cae en una cascada y forma un remanso, llamado Pozón, que acaba en un riachuelo y una fuentecilla milagrosa, que brota de la roca. Reza la leyenda que quien beba de esta agua encontrará el amor y en menos de un año se casará. Deva es considerado por la tradición sánscrita una divinidad resplandeciente, un ser celestial, comparado con el arcángel San Miguel.
Todas estas leyendas mezcla de la tradición cristiana con la celta se vinculan a la batalla de Covadonga y a la proclamación de Pelayo como rey de Asturias. Según la historia popular la propia Virgen bajó del cielo a ayudar a los astures contra el ejército musulmán.
La batalla de Covadonga.
En la Crónica Alfonsina se afirma que el ejército musulmán contaba con 187.000, una cifra difícil de creer. Aunque la exageración de los cronistas se puede llegar a entender, como ya se ha dicho. Antes de la batalla Oppas fue mandado para negociar con los astures, que no quisieron escucharle. Pelayo le recriminó su falta de fe y su traición a la cristiandad.
Ante esto los musulmanes lanzaron una lluvia de flechas contra la pequeña resistencia del pueblo asturiano, que se protegió en la cueva. Además los astures conocían el territorio y se habían diseminado por las cimas vecinas. En el momento en el que los musulmanes entraban por la garganta cayeron sobre ellos. El poco espacio y la cantidad de hombres les impidió maniobrar. Murieron, según la citada Crónica, 124.000 musulmanes, entre los que estaba Alqama. El resto de las tropas huyeron en dirección a Liábana de forma desorganizada. Pero su huida se vio interrumpida por un alud, que, según la leyenda, fue fruto de la intervención divina. También se afirma que a Pelayo se le apareció una Santa Cruz, actual símbolo de Asturias, que ahuyentó a los musulmanes y que la propia Virgen ayudó en la victoria.
El gobernador Munuza al ver que los hombres huían de Covadonga se intentó también huir por miedo a una sublevación de la nobleza local. Sin embargo, los astures le dieron caza en Olalíes y le mataron.
Dejando de lado la exageración de las cifras de los ejércitos y los elementos mágicos, la victoria en la batalla de Covadonga de los astures se debió a una falta de juicio por parte de Córdoba, que consideró que no era necesario prestar atención a las revueltas, y la falta de estrategia del general Alqama. Se puede afirmar, sin embargo, que esa pequeña revuelta fue el comienzo del Reino de Asturias. Y es que como se afirma en la película El hombre que mató a Líberty Valans: “Cuando la leyenda se convierte en realidad, hay que recordar la leyenda.”
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Ampliación sobre la batalla de Covadonga:
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Posiblemente el mito de Covadonga y el motivo por el cual las crónicas cristianas han magnificado el acontecimiento se deba a la necesidad de encontrar una actitud heroica en los primeros combatientes contra los musulmanes por parte de los reyes posteriores, los cuales usarían esta mitificación como motivo de legitimación y de engrandecimiento de su propia ascendencia. Por otro lado, es bastante probable que al no existir una crónica cristiana de la batalla realizada en las mismas fechas en las que esta se produjo, la tradición oral, que sería la fuente de transmisión de los hechos, tendiese a mitificar a los protagonistas y a dar mayor importancia a lo que en su momento no la tuvo. Pese a todo ello, la importancia de Covadonga fue doble, por un lado, se convirtió, en reinados posteriores, en el símbolo mítico de la resistencia de los cristianos frente a los musulmanes, un claro ejemplo de ello es la leyenda de la Cruz de la Victoria que pasó de ser una simple cruz de madera que Pelayo usó como estandarte en Covadonga, a convertirse en el símbolo de Asturias después de que Alfonso III la recubriese de oro y piedras preciosas, y la convirtiera en poco más que un elemento de culto y sagrado dada su supuesta bendición divina. Por otro lado, algunos historiadores opinan que no fue hasta después de Covadonga y precisamente a consecuencia de ella, cuando Pelayo fue reconocido como rey, gracias a que la victoria sobre los musulmanes (no hay que olvidar que posiblemente fuese la primera vez que un contingente cristiano derrotase a tropas islámicas desde el desastre de Guadalete) dotó a Pelayo de una fama como guerrero que le permitió elevarse por encima del resto de los nobles cristianos de Asturias. Parece ser que fue en estos momentos cuando Pelayo estableció su campamento o quizás la capital de su reino, de forma fija en Cangas de Onís.
Independientemente de la importancia de Covadonga, lo cierto es que la atención de los musulmanes estaba más en Francia que en el abrupto norte peninsular. Para los emires cordobeses era más atractiva la conquista del rico Mediodía francés que las montañosas tierras asturianas en las cuales el clima era adverso, la orografía poco favorable y la agricultura no se desarrollaba eficazmente, por tanto el asentamiento de la civilización musulmana se encontraba con serios inconvenientes. Todo ello unido a la escasa importancia que dieron a las huestes de Pelayo, debido a que su escaso número en nada inquietaba a los poderosos ejércitos que habían rendido para el Islam la totalidad del norte de África; provocó que durante unos años cruciales para el asentamiento y organización del reino de Pelayo en Asturias, y tras una serie de escaramuzas, se produjese una paz no escrita pero prácticamente total entre ambos bandos.
Lentamente Pelayo aglutinó en su reducto de Cangas a todos los cristianos de las tierras vecinas, hasta que el puñado de montañeses que en un principio compuso el grueso de la tropa del rey asturiano, pronto se convirtió en una numerosa hueste que aprovechó los territorios abandonados por los musulmanes al otro lado de las montañas asturianas para hacer pequeñas incursiones que de tener éxito daban lugar a un nuevo asentamiento, con el consiguiente crecimiento del territorio asturiano; pero que si motivaban la respuesta de los musulmanes, eran abandonados y sus moradores regresaban a la seguridad de las montañas en espera de tiempos mejores o de una oportunidad más propicia. Fue este el lento proceso lo que dio origen a la expansión del reino cristiano de Asturias a costa de las conquistas iniciales de los musulmanes.
Tras diecinueve años de reinado, en el 737 Pelayo falleció dejando de su matrimonio con Gaudiosa dos hijos, Favila que le sucedió en el trono asturiano y Ermesinda, la cual contrajo matrimonio con el que a su vez sería el rey Alfonso I el Católico. Pelayo fue enterrado en la iglesia de Santa Eulalia de Abamia, en Cangas de Onís, que él mismo había fundado para tal fin. Existe la tradición, totalmente infundada, de que los restos del primer rey de Asturias fueron trasladados a Santa María de Covadonga durante el reinado de Alfonso X el Sabio, pero de dicho traslado no hay ningún tipo de prueba y no es admisible el epitafio que existe en Covadonga sobre la supuesta lápida, ya que este data del siglo XVIII.
Autor
Juan Antonio Castro Jiménez
La batalla de Covadonga, un episodio entre la narración bélica y el mito.
La leyenda rodea a una historia que sí tiene visos de haber sido real, a pesar de la exageración de las crónicas regias y la intencionalidad política de las mismas
Aprestábanse ya los primeros rayos de sol a iluminar el monte Auseva cuando el señor Pelagio, príncipe de los astures y último de los godos, sintió el olor a muerte del metal de las espadas de las tropas de Al Qama, el brazo militar del valí Ambasa. Aquella sería la última batalla, la definitiva, que librarían contra el musulmán. Al Qama mandaba a 180.000 hombres bien armados; Pelagio, a apenas tres centenares, debilitados por lo prolongado de unas rencillas que les estaban matando de hambre. Se prepararon las hondas y se enristraron las lanzas y se dispararon las saetas. Solo valía un milagro. Y lo hubo: la mismísima virgen María, aparecida entre las rocas de la cueva, hacía volver hacia los honderos las piedras que arrojaban a los cristianos. Días más tarde y regado el monte de cadáveres, el gobernador bereber Munuza puso pies en polvorosa. La Reconquista había comenzado.
Así, o poco más o menos, es como narra la historia la crónica de Alfonso III, escrita un siglo y medio después de aquella batalla en terreno cangués que, hasta entonces, no había sido recogida por nadie más. Del texto, aparentemente encargado por el rey que también mandó construir la Cruz de la Victoria –el alma de esta, según la leyenda, es una cruz de madera caída desde el cielo a manos de Pelayo en pleno hecho bélico–, se han conservado dos versiones. La rotense primero y la ovetense después, al igual que una crónica regia aparentemente anterior –la Albeldense– hacen especial hincapié en reafirmar al rey como descendiente de la sangre goda de Pelayo y continuador de una misión de unificación en torno al cristianismo.
¿Qué pudo haber de cierto en ello? Vayamos a los historiadores. José Luis Corral, medievalista de la Universidad de Zaragoza, ha negado en rotundo la existencia de lucha alguna en el Auseva. ¿Por qué, si no, la Crónica Mozárabe –escrita apenas tres décadas después de la batalla, allá por 754– no hace referencia alguna a ella? Corral alude a un invento del rey Alfonso, interesado en legitimar su posición de poder en una época conflictiva. Desde Oviedo, el también catedrático de Historia Medieval y sacerdote Francisco Javier Fernández Conde no es tan categórico. «Fue una escaramuza con buenos propagandistas», afirma.
Nada raro en el mundo medieval. La leyenda de Covadonga presenta paralelismos evidentes con otras historias como la de la batalla del puente Milvio o el mito artúrico, e incluso la crónica alfonsina parece olvidarse de los musulmanes para referirse, biblícamente, a los enemigos de Pelayo como «caldeos». Un fenómeno también comprobado en el Cid y aumentado en ambos casos, a lo largo de los siglos, por el Romanticismo literario. No es moco de pavo: el filólogo Agustín Coletes afirma que, en el siglo XIX, el mito de Pelayo llegó hasta los Estados Unidos, arropado por una literatura que amaba las leyendas de héroes medievales y los destinos épicos de gallardos luchadores a honda y espada.
¿Todo está perdido? No. No es motivo de preocupación el saber que la historia, especialmente la más lejana, se sumerge a veces también en la leyenda y coquetea con el mito. Aún es más: el misterio sobre su veracidad y de cómo y por qué se llegó a narrar como hoy se narra la hace aún más apasionante. En torno a la figura de Pelayo, lo único que tiene claro la historiografía actual es que probablemente la batalla que le elevó a los altares en los libros de historia asturianos ocurriera en 722 y no en 718, y que su objetivo no fuera unificar un territorio, España, no existente hasta siglos posteriores, sino levantarse contra el pago de impuestos por parte de la autoridad cordobesa.
La cual, con todo y con eso, sí se replegó. Munuza huye con las tropas que le quedan poco después de la batalla y, a la altura de Cantabria, les pilla un argayo mortal. Aquí, más cerca, la arqueología habla: en lo alto del monte de La Carisa, entre Aller y Lena, alguien construyó fortificaciones para impedir el paso de gentes que vinieran desde la meseta, por donde habían llegado los musulmanes. Sí: en el siglo VIII. Allá, poco más o menos, cuando Pelayo fue elegido líder de la resistencia.
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Pelayo, Favila, Alfonso primero "el Católico", Fruela primero "El Cruél",, Aurelio, Silo, Mauregato, Vermudo primero "el Diácono", Alfonso segundo "el Casto", Ramiro primero "la vara de la Justicia", y Alfonso tercero " el Magno".
En el 737 murió Pelayo, siendo sucedido por su hijo, Favila.
Favila o Fafila. Rey de Asturias.
.Segundo rey de Asturias desde el año 737 hasta la fecha de su muerte. Nacido en lugar y fecha desconocidos y muerto en los montes asturianos en el año 739. Hijo y sucesor de Pelayo, gobernó el reino astur durante dos años.
Hijo del primer rey de Asturias, don Pelayo, y de la esposa de éste, la reina Gaudisa, apenas disponemos de datos biográficos de Favila, ya que apenas se han conservado testimonios de su reinado dada su brevedad, aunque está probada su existencia por estar recogido su nombre tanto por las fuentes cristianas como por las fuentes árabes. De este modo a pesar de estar mencionado en las crónicas, es importante señalar que la mayor parte de los datos que conocemos sobre este monarca son puramente especulativos.
Favila que recibió su nombre en honor a su abuelo (Fafila), debió acompañar a Pelayo en las numerosas campañas que éste emprendió en contra de los musulmanes durante su reinado, así muy posiblemente fue asociado al trono astur desde su juventud, aunque hay que tener en cuenta que la monarquía asturiana, al igual que la visigoda, tenía un carácter electivo y hasta muchos años más tarde, aunque fue patrimonio de una familia concreta, no fue hereditaria. Favila fue proclamado rey por la nobleza del reino a la muerte de Pelayo en el año 737 y posiblemente como afirman la mayoría de los investigadores, los notables del reino se inclinaron por su candidatura por considerarla la más apropiada para asegurar la continuidad de la importante obra emprendida por el anterior monarca.
Como se comentó anteriormente debido a la brevedad de su reinado, el cual según la Crónica Albeldense duró 2 años, 7 meses y dos días, apenas han quedado testimonios de las acciones que éste emprendió cuando ocupó el trono, aunque posiblemente durante los primeros meses Favila se dedicó a consolidar su posición en los diferentes territorios que conformaron su reino, con el propósito de continuar las campañas en contra de los musulmanes lo antes posible, aunque todo parece indicar no llegó a emprender ninguna acción en este sentido. Casado con Froileuba en fecha desconocida, tampoco nos han quedado muchos datos sobre su esposa, aunque todo apunta a que ésta fue la madre de sus dos hijos, de los cuales se ignora cuál fue su destino, tras la prematura muerte de su padre. En este sentido hay que señalar que algunos investigadores sostienen que una de sus hijas, Favinia, pudo contraer matrimonio con el Duque Luitfred III de Suevena, aunque esta afirmación no ésta corroborada por las distintas crónicas asturianas.
A pesar de la pobreza manifiesta del reino astur en aquellos años, sabemos que Favila mandó erigir en las proximidades de Cangas de Onís una Iglesia en honor a la Cruz de la Victoria, la cual parece que acompañó a Pelayo en las campañas que emprendió y que según cuenta la tradición fue el estandarte del ejército cristiano en la famosa batalla de Covadonga. En la mencionada Iglesia, consagrada por el obispo Asterio una vez que estuvo terminada, en el año 737; se encuentran uno de los primeros testimonios epigráficos del reino asturiano, puesto que en ella se encuentran enterrados los restos del rey Favila y de su esposa.
El rey Favila falleció según indican todas las crónicas en un accidente de caza, tras intentar imprudentemente matar a un oso armado tan sólo con un cuchillo, en el año 739, aunque algunos autores sostienen que posiblemente éste fue asesinado por la nobleza, que descontenta por algunas de las acciones emprendidas por Favila, decidió acabar con su mandato y elegir a un nuevo monarca.
Hijo del primer rey de Asturias, don Pelayo, y de la esposa de éste, la reina Gaudisa, apenas disponemos de datos biográficos de Favila, ya que apenas se han conservado testimonios de su reinado dada su brevedad, aunque está probada su existencia por estar recogido su nombre tanto por las fuentes cristianas como por las fuentes árabes. De este modo a pesar de estar mencionado en las crónicas, es importante señalar que la mayor parte de los datos que conocemos sobre este monarca son puramente especulativos.
Favila que recibió su nombre en honor a su abuelo (Fafila), debió acompañar a Pelayo en las numerosas campañas que éste emprendió en contra de los musulmanes durante su reinado, así muy posiblemente fue asociado al trono astur desde su juventud, aunque hay que tener en cuenta que la monarquía asturiana, al igual que la visigoda, tenía un carácter electivo y hasta muchos años más tarde, aunque fue patrimonio de una familia concreta, no fue hereditaria. Favila fue proclamado rey por la nobleza del reino a la muerte de Pelayo en el año 737 y posiblemente como afirman la mayoría de los investigadores, los notables del reino se inclinaron por su candidatura por considerarla la más apropiada para asegurar la continuidad de la importante obra emprendida por el anterior monarca.
Como se comentó anteriormente debido a la brevedad de su reinado, el cual según la Crónica Albeldense duró 2 años, 7 meses y dos días, apenas han quedado testimonios de las acciones que éste emprendió cuando ocupó el trono, aunque posiblemente durante los primeros meses Favila se dedicó a consolidar su posición en los diferentes territorios que conformaron su reino, con el propósito de continuar las campañas en contra de los musulmanes lo antes posible, aunque todo parece indicar no llegó a emprender ninguna acción en este sentido. Casado con Froileuba en fecha desconocida, tampoco nos han quedado muchos datos sobre su esposa, aunque todo apunta a que ésta fue la madre de sus dos hijos, de los cuales se ignora cuál fue su destino, tras la prematura muerte de su padre. En este sentido hay que señalar que algunos investigadores sostienen que una de sus hijas, Favinia, pudo contraer matrimonio con el Duque Luitfred III de Suevena, aunque esta afirmación no ésta corroborada por las distintas crónicas asturianas.
A pesar de la pobreza manifiesta del reino astur en aquellos años, sabemos que Favila mandó erigir en las proximidades de Cangas de Onís una Iglesia en honor a la Cruz de la Victoria, la cual parece que acompañó a Pelayo en las campañas que emprendió y que según cuenta la tradición fue el estandarte del ejército cristiano en la famosa batalla de Covadonga. En la mencionada Iglesia, consagrada por el obispo Asterio una vez que estuvo terminada, en el año 737; se encuentran uno de los primeros testimonios epigráficos del reino asturiano, puesto que en ella se encuentran enterrados los restos del rey Favila y de su esposa.
El rey Favila falleció según indican todas las crónicas en un accidente de caza, tras intentar imprudentemente matar a un oso armado tan sólo con un cuchillo, en el año 739, aunque algunos autores sostienen que posiblemente éste fue asesinado por la nobleza, que descontenta por algunas de las acciones emprendidas por Favila, decidió acabar con su mandato y elegir a un nuevo monarca.
Favila: la absurda muerte del rey español hijo de Don Pelayo a manos de un oso furioso.
Cuenta la tradición que el sucesor del vencedor de Covadonga apenas reinó dos años y falleció devorado por un animal salvaje
Tres líneas de un texto medieval de más de dos centenares de páginas bastaron al monarca Alfonso III para narrar la vida de un personaje tan desconocido como olvidado por la historia. En las dos versiones de la crónica que, se cree, elaboró el rey astur con sus propias manos (la Rotense y la Ovetense), apenas se especifica que Favila, hijo del mitificado Don Pelayo, «ocupó el puesto de su padre» después de que este falleciera. Poco más añade además de que «vivió breve tiempo» y que «fue muerto» en extrañas circunstancias en el 739 «por un oso en el segundo año de su reinado».
A partir de esta escueta reseña, y de algún que otro dato más, se ha forjado el mito de Favila (o Fafila) y del animal que le dio muerte.
Leyenda que se extendió a lo largo y ancho de España durante décadas y que se grabó en la mente de la sociedad hasta tal punto que, en el siglo XIX, diferentes medios de comunicación se hicieron eco de la aparición de los restos de «un oso muy grande en estado fósil». «Con doctórica seguridad afirman los aldeanos de la comarca […] que perseguido muy de cerca desapareció, cayendo en una cueva que cuidaron de tapiar para que el animal muriera sitiado por el hambre».
Lo que tenemos por seguro es que la historia de Favila y el oso ha pasado de generación en generación a lo largo de los siglos. El ejemplo más claro de ello lo ha expuesto el profesor y estudioso de las tradiciones orales José Luis Garrosa Gude en el dossier «La muerte del rey Favila: huellas de su osadía en la prensa decimonónica», elaborado para el Centro Cervantes Virtual. En el mismo estudio rescata dos artículos publicados en la prensa decimonónica que hacen referencia al descubrimiento de los supuestos restos del «oso regicida» cerca de una iglesia.
El primer texto se pudo leer el 5 de abril de 1880 en el periódico carlista «El siglo futuro»:
«De Asturias nos escriben que en Covadonga, en una cueva, y en el lugar donde se hacen los cimientos del magnífico templo que el señor obispo construye, apareció no ha muchos días un oso, muy grande, parte de él ya en estado de fósil. Cuenta la tradición, y con doctórica seguridad lo afirman los aldeanos de la comarca, que perseguido el oso regicida […] muy de cerca desapareció, cayendo en una cueva que cuidaron de tapiar para que el animal muriera sitiado por hambre. Si no señalaban el lugar donde acaeció el suceso, contaban aquello al menos, añadiendo que era el regicida un oso mayor que los que acostumbraban a ver por aquellos lugares. Así cuando a pareció este, cuyas señas convienen con las de aquella voz pública, vio en él al mismo que mató a Favila. Y no admiten en ello duda los aldeanos de la comarca».
El segundo periódico en el que apareció la noticia fue «La lucha». En un artículo publicado el 9 de abril de 1880, el diario especificaba que «según noticias de persona verídica, en una de las muchas grietas y pequeñas cavernas que se han descubierto en las fundaciones del nuevo templo de Covadonga» había sido hallado el cadáver de un «oso de grandes dimensiones, perfectamente petrificado». Y sentenciaba: «La magnitud de la bestia, el sitio donde ha aparecido y la remota antigüedad que revela su estado fósil ha dado margen a que varias personas aficionadas a reconstrucciones históricas traten de ver en dichos restos al oso que, según la tradición, mató a Don Favila».
Alfonso I "el Católico".
Con Alfonso I de Asturias nos vamos a adentrar en lo que se conocerá como la Reconquista, iniciada por su suegro Pelayo, fallecido sin sucesión. La circunstancia de haberse casado con Ermesenda, la hija del primer caudillo astur, propició su aclamación popular como rey. Alfonso nació a finales del siglo VII, en la ciudad de Tritium Magallum, hoy Tricio, en La Rioja, siendo su padre don Pedro, conde de Cantabria. Podría decirse que fue un hombre que supo decidir su destino en forma aprovechada; primero por la muerte del hijo y sucesor de Pelayo, Favila, a zarpazos del oso, y segundo, con su matrimonio con la hermana de este. Es decir, que la aclamación como rey venía por la fuente de su nacimiento, así como por su relación con el difunto rey. Matrimonio que, según fuentes, fue auspiciado por el propio Pelayo.
Alfonso I, asumió la corona ya con cuarenta y tres años y la mantuvo hasta su muerte en Cangas de Onís, en 757. Fueron dieciocho años de intensa actividad tanto guerrera, como religiosa y poblacional. Durante esos años de su caudillaje, el pequeño núcleo astur con centro en Cangas de Onís no sólo logra preservar su independencia, sino que inicia decididamente su expansión territorial por los extremos occidental y oriental de la región de Primorias, entre el Sella y el Deva, desbordando ampliamente los límites de las Asturias. Por otra parte, Alfonso I lleva a cabo una serie de victoriosas campañas militares en los vastos territorios que se extendían al sur de la cordillera Cantábrica, procediendo además a la reorganización interna de los espacios norteños.
A tales empresas guerreras ayudó en medida las luchas internas entre los reinos moros. A las cuales, parece ser, se les unió el hambre, lo cual ofrecía al rey Alfonso y a su espada, su hermano Fruela Pérez, un panorama excelente para ampliar el acotado reino astur. Así, según testimonio de la Crónica de Alfonso III, Galicia y el norte de Portugal, junto con los terrenos situados al sur de la Cordillera cantábrica, amen de las comarcas de la cuenca alta del Ebro, contemplaron las incursiones de Alfonso I, incluidas las conquistas de las ciudades de León y Astorga. Los llamados “Campos Góticos”, fueron objeto de devastación por las tropas cristianas, hasta llegar a la misma orilla del Duero. Con tales incursiones, Alfonso I no pretendía consolidar sus grandes victorias y conquistas, sino la defensa de lo que iba constituyéndose como Reino de Asturias, su seguridad territorial y la existencia de una gran franja despoblada, entre el Duero y la cordillera cantábrica. Al propio tiempo que devastaba a los musulmanes detentadores de aquellas tierras, recuperaba a los pobladores godos, trasplantándolos a las tierras trasmontanas, repoblando aquellas que se extendían desde la cordillera hasta el mar. La Crónica de Alfonso III, nos relata; “Por ese tiempo se pueblan Asturias, Primorias, Liébana, Trasmiera, Sopuerta, Carranza, las Vardulias, que ahora se llaman Castilla, y la parte marítima de Galicia”. Es decir, que nos hallamos ante una espléndida política repobladora por parte de un monarca que sabia de sus limitaciones, pero que también conocía perfectamente sus necesidades vitales. Con la inmejorable ayuda de su hermano Fruela Pérez, Alfonso I puede decirse que vació Lugo, Tuy, Oporto, Braga, Viseo, Zamora, Salamanca, Ávila, Segovia, Simancas, Cenicero, Arganda, Sepúlveda…, arrasadas de musulmanes y recuperados todos sus pobladores hispano-godos que en ellas se hallaban. Unas campañas que prosiguió su hijo y sucesor Fruela I.
A sus acciones guerreras, unía una organización administrativa, amen de la poblacional. Sobre la base de la estructura existente, delegó esa organización en los Comtes, condes, como representantes de la autoridad real. El método poblacional se alimentaba con la incursión de las tropas cristianas, la matanza de los moros, la recogida de los cristianos o simplemente godos, y su traslado a las tierras ya firmemente aseguradas. Pero, es más, ellos provocaban que se crease un yermo, una tierra de nadie que hacia una magnifica función de frontera dado su estado desértico.
A todo ello Alfonso lo completó con una seña de identidad que iba arraigándose con más intensidad, la fe cristiana. Alfonso I, señalado como el Católico, fue consciente que necesitaba un nexo entre sus súbditos, sin perjuicio de la necesaria defensa frente al musulmán. Pero él pretendía ir más allá de la extensiòn de la Cangas de Onís recibida de su suegro, y la cumplió. Con tierras que llegaban desde Galicia hasta Vizcaya, más las ciudades dichas de León, Astorga, y parte de la actual Castilla. Asimismo, fundó el Monasterio de san Pedro de Villanueva, cerca de Cangas, y el de santa María de Covadonga, ninguno de ellos conservados en la actualidad.
Alfonso falleció de muerte natural en 757 y recibió sepultura, según refieren el obispo Sebastián de Salamanca y la Primera Crónica General, en el monasterio de Santa María, cercano al municipio de Cangas de Onís. Dicho monasterio, según refirió el cronista cordobés Ambrosio de Morales, es el de Covadonga. En el mismo monasterio fue sepultada su esposa, la reina Ermesinda.
En el siglo XVI, el cronista Ambrosio de Morales describió del siguiente modo la tumba del rey Alfonso I el Católico, ubicada en la Santa Cueva de Covadonga:
«Su tumba es la que está al cabo de la iglesia frontero del altar mayor, en una pequeña cueva. En partes está labrada. Es un lucillo de piedra lisa, con cubierta de una pieza, de cuatro pies de ancho a la cabecera y dos a los pies, como ataúd, pero cubierta llana y no tumbada. Su largo, doce pies y tres en alto.»
En el sepulcro que se supone contiene los restos del rey Alfonso I y los de su esposa, la reina Ermesinda, y que se encuentra colocado en la Santa Cueva de Covadonga, en Asturias , fue grabado el siguiente epitafio:
AQVI YAZE EL CATOLICO Y SANTO REI DON ALONSO EL PRIMERO I SV MVJER DOÑA ERMENISINDA ERMANA DE DON FAVILA A QVIEN SVCEDIO. GANO ESTE REY MVCHAS VITORIAS À LOS MOROS. FALLECIO EN CANGAS AÑO DE 757.
Según la "Crónica de Alfonso III", tras su muerte se produjo un hecho milagroso, lo que contribuyó a que pasara a la posteridad con el apelativo de "el Católico", pues mientras su cuerpo era velado en palacio por los guardias, se oyó la voz de unos ángeles que cantaban: "He aquí cómo desaparece el justo y nadie repara en ello; y los varones justos desaparecen, y nadie se da cuenta en su corazón. De la presencia de la iniquidad ha sido apartado el justo; en la paz estará en su sepultura".
Matrimonio y descendencia:
De su matrimonio con Ermesinda, hija de don Pelayo, nacieron los siguientes hijos:
Fruela (722-768) que sucedió a su padre como Fruela I de Asturias.
Vimarano (m. 765), asesinado por su hermano Fruela.
Adosinda, esposa del rey Silo de Asturias.
Fuera de matrimonio, tuvo un hijo con una esclava musulmana llamada Sisalda: Este hijo llamado Mauregato, a la postre rey de Asturias también.
Artículo de: Francisco Gilet.
Cuarto rey de Asturias.
Al morir Alfonso I, su hijo Fruela fué elegido rey. La elección probablemente se haría al estilo visigodo, es decir, por elección popular. El nuevo monarca comenzó a reinar cuando en Al-Andalus hacía lo propio el emigrante omeya Abd Al-Rahman I, que consolidó la independencia de la provincia musulmana iniciada por su predecesor Yusuf Al-Fihri.
Se acepta que nació en el 722, por lo que tenía 35 años cuando cuando sucedió a su padre. Dicen los cronistas que Fruela I fue de "ásperas costumbres", y le reconocen un gran fervor religioso. Tuvo de pelear contra gallegos y vascones. No sabemos ni cuando ni como ni porqué. Puede especularse sobre si se trataron de rebeliones contra el poder del rey o sobre si fueron luchas de resistencia ante una guerra de conquista por parte de Asturias. En el caso vascón la situación es más polémica, puesto que las fronteras con el Ducado de Cantabria no estaban claramente delimitadas.
De entre los prisioneros que obtuvo con estas luchas figuraba una vasca llamada Munia, de la que se enamoró en la que engrendó a su hijo Alfonso, el futuro rey. La sangre vascona de este hijo le aseguraría en el futuro la unión y fidelidad de los vascones durante el reinado de su hijo.
Algunos cronistas árabes le atribuyen la conquista de Lugo, Oporto y Segovia, en vez de hacerlo a su padre Alfonso I.
Se aventuró a poner fin a la crisis moral que padecía la iglesia desde las postrimerías de la monarquía visigoda, castigando y prohibiendo el matrimonio y concubinato de los sacerdotes, permitido desde la época de Witiza. La medida favoreció el crecimiento de la iglesia.
Mató con sus propias manos a su hermano Vimarano "por haber ambicionado el trono". Sobre este hecho, del que no se tienen más datos, puede especularse diciendo que es posible que Vimarano pensara en suceder a su hermano Fruela en el trono, y que su ambición quedase frustrada cuando Fruela se unió a Munia y tuvo con ella un hijo. Avala esta idea el hecho de que Alfonso tenía cuatro años a la muerte de su padre y que pasaron 23 años para que pudiera reinar.
Fué asesinado por los suyos en Cangas en el 768; quizás su primo Aurelio, que le sucedió en el trono, se encontraba entre los conjurados. Un cronista árabe dice de él que "superó a su padre en bravura, habilidad para el gobierno y firmeza. Ejerció un poder incontestado y tuvo un reinado glorioso".
Repoblación:
Fruela I favoreció la repoblación de Galicia hasta el río Miño. Así mismo, favoreció el establecimiento de inmigrantes mozárabes a orillas del río Sarriá, los cuales fundaron el monasterio de Samos, situado cerca de la vía romana de Astorga a Lugo por el Cebrero. El monasterio se dedicó a los mártires Julián y Basilisa.
El 24 de abril de 759 asistió a la fundación del monasterio de San Miguel del Pedroso por la abadesa Muniabella, en el valle del río Tirón, cerca de Belorado. Junto a él firmaron el obispo Valentín, de Oca, el presbítero Lupón y las hermanas Munia, Ello, Ginta, Alduara, Glarea, Anderazo, Anderquina, Guntrona, Flagina, Munnata, etc ...
Ataques musulmanes:
Los once años del reinado de Fruela I coinciden con las luchas que Abd Al-Rahman I tuvo que emprender contra los Banu Fihr (756-764), la rebelión abásida de Al-Ala (763) y la rebelión yemení de Said al-Matarí (766). Esta es la razón de la tranquilidad que seguía reinando en el incipiente reino de Asturias.
No obstante la amenaza estaba latente. Las crónicas cristianas mencionan que Fruela I peleó con frecuencia y venció a los cordobeses. No registra hechos de armas, y sólo menciona su victoria en la batalla de Pontuvium a comienzos de su reinado, sobre el 760.
Finalizadas las luchas internas, Abd Al-Rahmán estuvo en condiciones de enviar sus tropas a luchar contra los rebeldes astures. Las crónicas árabes mencionan la expedición que en 766 realizó el general Badr a tierras de Álava, posiblemente a causa de la repoblación que Fruela estaba haciendo en tierras de Bardulia y la fundación de San Miguel del Pedroso. Los musulmanes obligaron a los cristianos al pago de sus tributos y condujeron muchos cautivos a Córdoba. Esta era la cuarta expedición a tierras astures desde la rebelión de Don Pelayo. Pasarían 15 años antes de volver a ver a los ejércitos musulmanes en los dominios del reino de Asturias.
Fundación de Oviedo:
Sobre el año 761 un presbítero llamado Máxima se estableció con sus siervos en la colina de Ovetao, en un lugar donde se supone que existió una antigua villa romana. El rey Fruela visitó el lugar en cierta ocasión, le gustó, y decidió fundar en el lugar una iglesia consagrada al Salvador y otra a los mártires Julián y Basilisa.
En Ovetao nació y fué bautizado el niño Alfonso II, por lo que es de suponer que en esa época ya existía un embrión de población. No obstante, la sede real seguía siendo Cangas. El rey Silo la trasladaría a Pravia, pero en el traslado no pensó en Ovetao. Por todo ello cabe hacernos la siguiente pregunta: ¿acaso Fruela fundó Ovetao como digno refugio para su amada Munia?
Aurelio.
Con la entronización de Aurelio, llega un periodo menos brillante del Reino Astur, el constituido por Aurelio, Silo , Mauregato y Vermudo I.
Aurelio (768-774), primo del asesinado rey Fruela, hijo del guerrero Fruela Pérez hermano del rey Alfonso I y nieto de Pedro duque de Cantabria, quizás cómplice en el asesinato de Fruela I, es elegido rey a los 28 años y traslada la corte a San Martín del Rey Aurelio.
En en 768 llega al trono de los francos, Carlomagno, que jugaría un gran papel en consolidar la Monarquía Asturiana y en propagar por Europa el "Camino de Santiago del Norte o de la Costa, así como el Camino Primitivo".
Carlomagno pone sus ojos en Pamplona, Zaragoza y los pirineos orientales. Ataca Pamplona siendo rechazado en tiempos de la dinastía Arista.
Suleiman fue hecho preso por Carlomagno con idea de llevarlo a Aquitania. Sin embargo, en el desfiladero de Roncesvalles sería liberado por sus hijos Matrub y Aizón; en el mismo épico lugar en el que los vascones arremetieron contra la retaguardia de Carlomagno mandada por el joven Roland, quién moriría pasando a la leyenda y la literatura universal en la famosa Chanson de Roland de los cantares de gesta.
Redujo personalmente una rebelión de siervos contra sus señores, a los que devolvió a su primitiva esclavitud.
Vivió en magnífico entendimiento con Córdoba, en parte por los problemas que Abderramán I tuvo con los bereberes y yemeníes. Por ello durante su reinado hubo paz con los árabes.
Dicen las Crónicas que por su diligencia fueron sometidos todos a su antigua servidumbre.
Fallece en el año 774 por enfermedad en San Martín, que pasó a denominarse San Martín del Rey Aurelio.
En la localidad asturiana de San Martín del Rey Aurelio se celebra a mediados de Julio desde el año 2007, "Un elcuentru Medieval",
que incluye un montaje escénico denominado «La Coronación del Rey Aurelio», que se celebra en el teatro de El Entrego.
Desconocemos sí Aurelio contrajo matrimonio a lo largo de su vida y si tuvo descendencia, aunque todo parece apuntar que éste permaneció soltero, ya que en ningún momento en las mencionadas crónicas asturianas se nombra a ninguno de sus descendientes.
Instalado durante todo su reinado en Cangas de Onís, el rey Aurelio falleció en el año 774, al parecer por causas naturales, y fue sucedido por Silo, el marido de su prima Adosinda, siendo sus restos depositados en Langreo.
Silo, o Silón (muerto en. Pravia, 783), fue rey de Asturias entre los años 774 y 783. Sucedió al rey Aurelio al acceder al trono por estar casado con Adosinda, hija del rey Alfonso I el Católico. Trasladó la corte a Pravia y fue coetáneo de Abderramán I, emir Omeya de Córdoba, y de Carlomagno, rey de los francos.
Acceso al trono:
Sucedió al rey Aurelio I de Asturias en 774 y reinó hasta su muerte en 783. En aquel momento, el acceso al trono era electivo, como lo había sido en el reino visigodo, pero restringido a las familias reinantes. Pasaba de padres a hijos preferentemente o, si no fuese posible, al marido de la hija del rey, como en el caso de Alfonso I y el de Silo, o a otro varón de las familias reales en condiciones de gobernar.
No obstante, es un asunto muy discutido y hay diversas teorías: elección de tipo visigodo, la indigenista de sucesión matrilineal y la hereditaria dentro del linaje real explicada anteriormente. El caso del acceso al trono de Silo es de los más discutidos y justificados en cada una de estas teorías.
Principales hechos de su reinado:
Vivió en paz con los musulmanes, según la Crónica albeldense, ob causam matris (por causa de su madre), que puede significar, o bien que su madre era musulmana con algún tipo de ascendente sobre Abderramán I, o bien que su madre fuera enviada a Córdoba en calidad de rehén, pero realmente es una frase muy oscura sobre la que no hay una explicación verosímil.
Puede explicar la inactividad musulmana respecto al reino de Asturias el que el reinado de Silo coincidiera con la intervención de Carlomagno en España en 778, en la que no pudo mantener el asedio a la ciudad de Zaragoza y se tuvo que retirar por Roncesvalles, donde sufrió una gran derrota, y la subsiguiente campaña de Abderramán I en 781 al valle del Ebro en venganza contra los que habían propiciado la invasión franca.
Sin embargo, en el interior se produce la segunda rebelión de Galicia, después de la que hubo en tiempos de Fruela I, sin que las crónicas aclaren los motivos y protagonistas. Los rebeldes reunieron un ejército que se enfrentó a las tropas de Silo en Montecubeiro (Lugo) donde fueron derrotados y la rebelión sofocada.
Del reinado de Silo procede el documento escrito medieval más antiguo que se conoce de la península ibérica: es el Diploma del rey Silo, en el que el 23 de agosto de 775 el rey dona a varios religiosos algunas propiedades en el lugar llamado Tabulata, hoy Trabada, aldea de la romana Lucus Augusti (Lugo). Es un documento contractual de donación pro anima que se estudia en la carrera diplomática.89
Traslado de la corte a Pravia:
Al acceder Silo al trono, trasladó la capital de Cangas de Onís a Pravia, ya que formaba parte de la aristocracia local y tenía tierras en esos territorios. Además, el traslado de la corte obedecía a motivos estratégicos, ya que Pravia, antiguo asentamiento romano, estaba en el fondo del valle del Nalón y al lado de una vía romana terminal de Asturica Augusta. Por último, al haberse ampliado el reino hasta Galicia, Cangas de Onís quedaba en un lugar demasiado excéntrico.
Muerte y sucesión:
Al no tener descendencia, Silo y Adosinda favorecieron a Alfonso, hijo de Fruela I, y sobrino de Adosinda, nombrándolo muy joven gobernador del Palatium.
El rey Silo falleció en Pravia en el año 783. La Primera Crónica General relata del siguiente modo la defunción del rey:
Andados ocho annos del regnado del rey Silo, que fue en la era de ochocientos et dizisiete annos, murio esse rey Silo, e fue enterrado en la eglesia de sant Johan apostol et evangeliste, la que el fiziera en su vida.
La reina Adosinda consiguió hacer elegir rey a su sobrino Alfonso antes de fallecer Silo, pero una revuelta dio el trono a Mauregato, hijo ilegítimo de Alfonso I de Asturias, habido con una esclava de origen musu
lmán.
Sepultura:
Después de su defunción, el cadáver del rey Silo recibió sepultura en la iglesia de San Juan de Santianes de Pravia, que el monarca asturiano había ordenado erigir, y en la que aún se conserva la tumba en la que se supone que yacen los restos del rey y los de su esposa, la reina Adosinda, que fue inhumada en el mismo templo.
No obstante lo anterior, el maestro Custodio señaló que los restos del rey Silo fueron trasladados al monasterio de San Juan de las Dueñas, de la ciudad de Oviedo, y que detrás del altar mayor se encontraba la sepultura del rey.
Silo que será el nuevo rey a partir del 774, se casó con ella. No tuvieron hijos. Silo y Mauregato no tuvieron enfrentameientos importantes con Córdoba, pues los conflictos internos del emirato lo impidieron.
Silo cambió de ubicación la Capital del Reino de Asturias, pasándola de Cangas de Onís a Pravia.
Silo cambió de ubicación la Capital del Reino de Asturias, pasándola de Cangas de Onís a Pravia.
La Reina consorte Adosinda:
Adosinda (¿728? - después de 785) fue una reina de Asturias casada con el rey Silo de Asturias. Era hija de Alfonso I el Católico, rey de Asturias, y de la reina Ermesinda y media hermana del rey Mauregato de Asturias y nieta de Don Pelayo.
Era hija de Alfonso I el Católico, rey de Asturias, y de la reina Ermesinda. Por parte paterna era nieta del duque Pedro de Cantabria y por parte materna eran sus abuelos el rey don Pelayo, primer monarca asturiano, y su esposa, la reina Gaudiosa. Fue hermana del rey Fruela I de Asturias. Tras el asesinato de este último, Adosinda, temiendo por la vida de su sobrino Alfonso, hijo de su difunto hermano, lo envió al monasterio de San Julián de Samos, en Lugo, a fin de darle protección y formación cultural.
Tras el asesinato de su hermano permaneció en la corte asturiana bajo la protección del rey Aurelio. Es en esta época cuando conoció a Silo, un ricohombre de la zona de Pravia. Lo eligió como esposo, hecho inusual en la época y, tras la muerte del rey Aurelio de Asturias, ocurrida en el año 774, su esposo, Silo, pasó a ser rey de Asturias, convirtiéndose de ese modo Adosinda en reina consorte de Asturias. Su esposo reinó en Asturias desde 774 hasta 783.
Al morir su esposo en el año 783 sin dejar descendencia, Adosinda intervino en la elección de su sucesor, que pasó a ser su sobrino Alfonso, hijo de su hermano, el rey Fruela I. No obstante, el rey Mauregato, medio hermano de la reina Adosinda, expulsó del trono a Alfonso II el Casto y se apropió de él, obligando con ello al depuesto rey a refugiarse en Álava.
Debido al apoyo que prestó a su sobrino, la posición de Adosinda en la corte se hizo insegura y fue obligada a ingresar en el monasterio de San Juan de Santianes de Pravia, donde profesó como religiosa el 26 de noviembre de 785 o de 783 según el cronista Ambrosio de Morales, en presencia del abad Fidel y de Beato y Eterio, siendo estos dos últimos conocidos por la controversia que mantuvieron con Elipando de Toledo, arzobispo de Toledo.
Se desconoce su fecha de defunción. Algunos autores señalan que residió en el monasterio de San Juan de Santianes de Pravia hasta su muerte.
Después de morir, el cadáver de la reina Adosinda recibió sepultura en la iglesia de San Juan de Santianes de Pravia, en la que había sido enterrado su esposo, el rey Silo de Asturias, quien había ordenado erigir dicho templo. En la iglesia de San Juan de Santianes de Pravia aún se conserva la tumba en la que se supone que yacen los restos del rey y los de su esposa, la reina Adosinda.
En el mismo templo había sido sepultado el rey Mauregato de Asturias, hijo ilegítimo del rey Alfonso I el Católico, y medio hermano de la reina Adosinda.
Santianes de Pravia:
La iglesia prerrománica de Santianes de Pravia, edificada al final del siglo VIII, es la más antigua que se conserva en Asturias. Fue erigida por iniciativa del rey Silo. Situada a orillas del río Nalón (Naelus), que Ptolomeo, historiador romano del siglo II, menciona y donde sitúa a Flavium Avia (Flavionavia), capital del antiguo pueblo de los Pésicos, que según la opinión de muchos historiadores se encontraba en la comarca de Pravia. Pravia fue capital del reino de Asturias entre los años 774, inicio del reinado de Silo, y 791, final del reinado de Vermudo I.
A finales del siglo VIII, en Santianes, construyeron los nuevos reyes Silo y Adosinda la iglesia cortesana de San Juan Evangelista y el palacio en las inmediaciones, posiblemente sobre una edificación anterior (no queda ningún vestigio de su ubicación).
Aquí tuvo lugar además el último gran debate cristológico de la Cristiandad occidental, la polémica de Beato de Liébana contra Elipanto de Toledo, defensor de la interpretación adopcionista de la divinidad de Cristo. La reina Adosinda era partidaria de la más estricta ortodoxia defendida por el Beato de Liébana.
Muerto el rey, su esposa, Adosinda, se ve obligada a abrazar la vida monástica, siguiendo una costumbre visigoda, recluyéndose en esta iglesia.
Este es el tercer rey transicional. En su reinado uno de los hechos más relevantes es que separó la Iglesia Asturiana del metropolitano de Toledo. Se basó en que el Obispo de Toledo Elipando se hubo decantado favorable a las tesis adopcionistas en boga en aquellos momentos.
La tesis adopcionista mantenía que Cristo es Dios debido a ser adoptado por Dios Padre. Sus principales defensores fueron el Arzobispo de Toledo y metropolitano Elipando y el Obispo de Urgell Félix.
Por parte asturiana, el beato de Líebana y obispo de Osma Eterio fueron los ejecutores de la separación efectiva de la Iglesia asturiana de la de Toledo.
El Beato de Liébana escribió en el 776 sus comentarios al Apocalipsis, escritos miniados explicativos del texto hermético de San Juan.
La separación de la Iglesia asturiana de la Toledana fue desautorizada por el papa Adriano I y el emperador Carlomagno en los sínodos de Frankfurt (794) y Roma (799).
Tras el fallecimiento de Silo, su viuda Adosinda intenta elevar al trono a un miembro de su linaje. El elegido es el joven Alfonso II, hijo de Fruela I. Sin embargo, la inexperiencia del joven rey motivaría que Mauregato -hijo natural de Alfonso I- liderara una fuerte oposición, provocando la retirada del monarca a tierras alavesas bajo la protección de su familia materna. Mauregato se hace con el trono aunque las fuentes apenas hacen referencia a su reinado. Los graves enfrentamientos en las fronteras y el desarrollo de la querella adopcionista serán los hechos más destacables de este corto reinado. Con la querella adopcionista Carlomagno deseaba separar sus dominios peninsulares de la obediencia de Toledo. Elipando, el metropolitano de Toledo, para evitar la separación, aceptó la doctrina adopcionista -basada en que Cristo, en cuanto a hombre, sería sólo hijo adoptivo del Padre, de ahí su nombre-. Cuando la noticia llegó a Asturias el monje Beato de Liébana y el obispo de Osma atacaron las tesis del metropolitano de Toledo y afirmaron la independencia de la Iglesia asturiana frente a Toledo. Vermudo será el sucesor de Mauregato.
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Tributo de las cien doncellas.
El Tributo de las cien doncellas está unido a la figura histórica de Mauregato, proclamado en el año 783 rey de Asturias. El origen de este monarca es oscuro. No se sabe cuando nació y su alegada legitimidad provenía de ser hijo ilegítimo del rey Alfonso I el Católico () y de la esclava musulmana Sisalda. Con semejantes orígenes, resulta comprensible que este rey no ordenara la redacción de crónicas acerca de su linaje y su infancia, que permanecen oscuros hasta ahora. Se cree que accedió al poder acaudillando a una facción de la nobleza asturiana con cuya ayuda fue capaz de expulsar del trono de Oviedo al legítimo rey Alfonso II; para salvar su vida debió de refugiarse en tierra s de Álava.
También se cree que el acceso al poder de Mauregato fue favorecido por la intervención en su favor del emir de Córdoba, que tenía el control de la práctica totalidad del resto de la Península. A cambio de esa ayuda, el rey Abderramán primero le exigió a Mauregato un tributo que simbolizase el sometimiento del cristiano a su autoridad: la entrega de cien doncellas vírgenes cada año. Con ellas el emir podría renovar su harén, dedicarlas a su servidumbre o venderlas como esclavas.
Mauregato accedió, instaurando la humillante tradición del tributo de las cien doncellas.
La dicha no le duró mucho, pues Mauregato fue asesinado cinco años después por los nobles Don Arias y Don Oveco; estos alegaron que se trataba de una represalia por haber instaurado tan humillante tributo. Mauregato fue enterrado en la iglesia de San Juan de Santianes, en el municipio asturiano de Pravia. En su sepulcro, liso, carente de cualquier adorno, se podía leer: Hic iacet in Pravia qui pravus fuit (Aquí en Pravia yace quien fue depravado).
La relación de fuerzas entre musulmanes y cristianos cambió, reforzándose la precaria situación de aquellos godos refugiados en las montañas de Asturias. En el año 795 el ejército de los asturianos causó una devastadora derrota a los musulmanes en el desfiladero de Lodos, cerca del pueblo asturiano de Lodares. Como consecuencia de esto el rey Alfonso II el Casto anuló el pago del tributo de las cien doncellas. Pero unas décadas más tarde se volvieron las tornas en la intermitente lucha de los reinos cristianos y musulmanes.
El emir de Córdoba, Abderramán II, exigió a Ramiro prinero de León la reinstauraci ón del tributo de las cien doncellas. El rey leonés, hallándose en una situación militar de franca debilidad —y tras consultar con sus consejeros— acabó aceptando reanudar el pago del tributo de las cien doncellas pues consideró que era menos malo que una invasión catastrófica de su reino. Al igual que en tiempos de Mauregato, los heraldos del rey comunicaron a los habitantes de las villas del reino su obligación de seleccionar un número determinado de doncellas para luego enviarlas a todas juntas a Córdoba.
Los regidores de un pueblo de Valladolid decidieron cumplir con la terrible obligación que se les imponía, pero también decidieron demostrar a su rey y al emir de Córdoba su enorme disgusto y la decisión de que no pudieran los poderosos aprovecharse completamente de ellos. Por ello enviaron a las siete doncellas que les habían asignado… pero con la mano izquierda cortada. Aquel terrible gesto de desafío hizo famosos a aquellos lugareños, y andando el tiempo daría nombre a la villa de origen de esas siete doncellas: Simancas. Al recibir ese lote mutilado el emir Abderramán se indignó, rechazó a las doncellas, y exigió la entrega de otras siete. Ante la nueva situación, y la divulgación del gesto valiente de los habitantes de Simancas, el rey Ramiro entendió el gesto de sus vasallos y reaccionó, negándose a aceptar esa exigencia. A continuación llamó a sus mesnadas para defender su reino de la probable invasión musulmana. Como era previsible, el ejército musulmán se dirigió hacia el norte para someter a los cristianos y obligarles a cumplir con el tributo acordado. Ambos ejércitos se encontraron en los campos de Clavijo —cerca de Logroño— el 23 de mayo del año 844.
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Beato de Liébana.
(Liébana, Cantabria, mediados del siglo VIII - Valcavado, Palencia, 798) Monje asturiano. Tomó el hábito en un monasterio de la comarca de Liébana, posiblemente el de San Martín, llamado luego de Santo Toribio de Liébana. Allí escribió en el año 776 sus Comentarios al Apocalipsis de San Juan Evangelista, que difundieron la creencia en un inminente fin del mundo. Los veintiséis ejemplares que se conservan (un número muy elevado para la época, hecho que demuestra el interés suscitado por la obra) fueron copiados en diferentes siglos, desde el X al XIV; constituyen uno de los tesoros documentales más impresionantes de la Edad Media y son famosos por la profusión y calidad de sus miniaturas.
Consejero al parecer en la corte del rey Silo de Asturias, el Beato de Liébana estuvo presente en el año 785 en la profesión monacal de Adosinda, viuda de Silo, que tuvo lugar en el convento de San Juan Evangelista en Pravia. Durante el reinado de Mauregato, sucesor de Silo, compuso un himno litúrgico en el que se invoca a Santiago como cabeza de España y con el que se inició la creencia de que la evangelización de la Península fue obra del Apóstol Santiago.
Se sabe también con certeza que, junto con Eterio, obispo de Osma, escribió hacia el año 786 un tratado contra el adopcionismo, herejía sostenida por el arzobispo de Toledo Elipando. Algunos historiadores han querido ver en esta controversia un deseo de reafirmación de la iglesia asturiana, situada en territorio cristiano, respecto de la metropolitana mozárabe, que se encontraba en zona musulmana; el conflicto expresaría así la aspiración de que Oviedo pasara a convertirse en la nueva Toledo. El beato de Liébana pasó sus últimos años en el monasterio de Valcavado, del que fue abad, según testimonio de Alcuino de York. En Asturias y en la comarca cántabra de La Montaña se le venera como santo; su festividad se celebra el 19 de febrero.
Vermudo I "el Diácono".
Mauregato fue sucedido por Vermudo I "el Diácono". Último rey transicional.
Rey de Asturias (789-791).
Bermudo I era hijo de Fruela de Cantabria. Por lo tanto era sobrino de Alfonso I y hermano del rey Aurelio.
Desde su juventud se dedicó a servir en la Iglesia.
Elección como rey de Asturias (789).
En detrimento del futuro Alfonso II, Bermudo I fue elegido rey tras la muerte del rey Mauregato. Esta elección suponía un problema por su condición clerical, que era, según las leyes canónicas visigodas, un impedimento, aunque no insalvable, para ser rey. Es posible que esta elección algo irregular fuera un compromiso entre facciones cortesanas, es decir, con acuerdo de todos los magnates del reino que habían alejado al futuro Alfonso II de la corte ovetense.
Gobierno y abdicación de Bermudo I.
En la primavera del 791, el emir Hisham primero envió dos aceifas contra el reino asturiano. La primera remontó el río Ebro y se adentró en Álava y Castilla, devastando la zona.
La segunda saqueó el interior de Galicia. Cuando este último ejército volvía hacia Córdoba, Bermudo I trató de cortarle el paso cerca de Villafranca del Bierzo, en la llamada batalla del río Burbia. Bermudo fue derrotado espantosamente.
Ante esta situación, Bermudo I decidió abdicar en Alfonso II. Así lo narra la Crónica Ad Sebastianum:
«a su sobrino Alfonso, al que Mauregato había expulsado del reino, lo hizo sucesor en el trono en el año 791, y vivió con él muchos años en el mayor afecto».
Muerte y sepultura de Bermudo I.
Bermudo I, tras abdicar, vivió como diácono en el palacio real de Oviedo hasta su muerte en el 797.
No existe unanimidad en cuanto a la localización de su sepultura. Para unos se encuentra en la capilla del rey Casto en la catedral de Oviedo. Asi lo expone la Primera Crónica General, que fue sepultado en Oviedo junto con su esposa, la reina Uzenda (Ozenda) Nunilona.
Pero el cronista Ambrosio de Morales, siglo XVI) dice que Bermudo fue sepultado en la ermita de Ciella, junto con su esposa, la reina Ozenda, y su hija, la infanta Cristina, y sus restos mortales permanecieron allí hasta que Alfonso VII de León ordenó trasladarlos al monasterio de San Juan de Corias, en las cercanías de Cangas de Narcea. Según este historiador, en dicho monasterio, donde fueron colocados los restos de los tres individuos frente al altar de San Martín, en el interior de tres arcos de piedra sobre los que fue colocado el siguiente epitafio, desaparecido en la actualidad:
SEPVLCHRVM REGIS VEREMVUNDI ET VXORIS DOMINAE OZENDAE, ET INFANTISSAE DOMINAE CHRISTINAE. TRANSLATI A CIELLA.
Matrimonio y descendencia de Bermudo I
Aún siendo diácono, Bermudo I se casó con Nunilona y tuvo un hijo llamado Ramiro. En ocasiones se cita otro hijo, García, mencionado en un diploma, que se ha demostrado ser falso, del 25 de mayo de 834. También se le atribuye, sin pruebas documentales, ser padre del noble Pedro Theon.
En este punto, Ambrosio de Morales aporta alguna documentación que contradice esta información y afirma que la reina se llamaba Ozenda (Adosinda) y no Nunilona y que tuvo dos hijas: Cristina y Thisiena.
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Video: ADOSINDA: LA NIETA DE DON PELAYO.
(Pasajes de la Historia)
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Alfonso II El Casto. Rey de Asturias
Apartado del trono por una revuelta interna, inmerso en la querella Adopcionista y atacado por las aceifas musulmanas, a Alfonso II le tocó vivir uno de los reinados más complicados de los primeros años de resistencia cristiana en la península. Sin embargo, pese a las dificultades tuvo tiempo de embellecer Oviedo para convertirla en sede regia, abrirse a la influencia carolingia y, especialmente, alumbrar el descubrimiento de la tumba del apóstol Santiago en la diócesis de Iria Flavia, para lo que mandó construir la primera basílica jacobea.
Los inicios de su reinado:
Hijo de Fruela II y Munia, prisionera vascona, Alfonso nació en el año 762. Como sobrino de Silo por vía de la reina Adosinda, gobernó el Palatium Regis hasta que en el año 783 murió el monarca astur. Estos primeros años le aportaron una experiencia fundamental en la vida de la corte, pero no le sirvieron para hacerse con el solio regio. La sociedad astur estaba dividida entre los partidarios de la vía ortodoxa heredera del antiguo reino visigodo o los más reformistas, que propugnan una vía de entendimiento con los mozárabes residentes en Al-Andalus. Este enfrentamiento que traspasa fronteras políticas, como luego veremos, acaba con Mauregato en el poder. Alfonso, depositario de la tradición visigoda, se refugia en el monasterio de Samos, según consta en un documento posterior firmado en el año 912 por Ordoño II.
Rey de AsturiasMauregato reina hasta el año 789. Pese a su fugaz mandato, asiste como monarca a dos acontecimientos de gran importancia, cuyas consecuencias alcanzarán incluso al reinado de Alfonso II. Se trata del Concilio de Sevilla, del 784, inicio de la querella Adopcionista y de los primeros síntomas de un culto jacobeo en la península.
A su muerte le sustituyó Bermudo I, que apenas duró dos años en el poder. Tras su derrota ante los musulmanes en Burbia, en el 791, abdica en Alfonso, que es ungido monarca según el rito visigodo el 14 de septiembre del mismo año. Una de sus primeras decisiones es la de trasladar la sede regia a Oviedo, emplazamiento estratégico, en lo alto de una colina, entre la costa y la llanura central, con mayores posibilidades de explotación agrícola y, ante todo, para controlar mejor las comunicaciones a través del valle del Nalón, el Caudal y el Narcea, vías de acceso a Asturias desde León, Galicia y Cantabria.
Alfonso II, un rey constructor:
Alfonso ordena la construcción de un conjunto arquitectónico cuyo eje central es la catedral del Salvador, de la que la Crónica Silense nos dice que fue encargada al arquitecto Tioda. Unida a ella por el norte estaba la iglesia de Santa María, a cuyos pies disponía de una tribuna y una cámara destinada a panteón real, por lo que se deduce que su función era la de capilla para celebrar las honras fúnebres de los monarcas. Además, el conjunto catedralicio se completaba con la iglesia de San Tirso, cuyo testero de la capilla central ha llegado hasta nuestros días, una zona cementerial y toda una serie de residencias para el alto clero.
San Julián de los Prados fue construida en tiempos de Alfonso II El CastoEl núcleo central de Oviedo se completaba con el palacio regio y una serie de dependencias destinadas a sede del gobierno del Reino. De este conjunto palaciego, sólo se ha conservado la capilla palatina, hoy llamada Cámara Santa. Esta capilla fue mandada construir por orden expresa de Alfonso II para albergar las reliquias que habían llegado a Asturias procedentes de Toledo a raíz de la conquista musulmana, de las que la Crónica Silense asegura que procedían de la misma Jerusalén. La idea de fortalecer el trono con el poder santificante de unas reliquias se debe a la influencia carolingia (Aquisgrán e Ingelheim). Bajo la capilla existía una cripta, dedicada a Santa Leocadia y San Eulogio, mártires toledanos.
A estos tesoros arquitectónicos, habría que unir la llamada Cruz de los Ángeles. Una magnífica pieza de orfebrería en la que figura el lema del monarca "Hoc signo tuetur pius, hoc signo vincitur inimicus". La adoración de la cruz y la consagración de la catedral al Cristo Salvador, constituyen toda una declaración de intenciones del monarca ante la polémica religiosa que le tocó vivir.
La querella Adopcionista y el hallazgo del sepulcro de Santiago:
El origen del adopcionismo es una cuestión controvertida. Algunos historiadores defienden que Félix de Urgel y Elipando de Toledo reinterpretaron la condición humana de Cristo para hacer más aceptable la fe cristiana al musulmán; otros lo atribuyen a un desliz y otros ven tras ello implicaciones de índole política. Sea como fuere, el debate sobre la humanidad de Cristo estaba en plena ebullición cuando Elipando convoca un concilio en Sevilla, en el año 784, para condenar a Migecio, que se había mostrado especialmente activo. Es entonces, en el Credo de este concilio firmado por Elipando, donde se escribe la frase de la polémica, en la que se habla de una doble naturaleza de Cristo "en cuanto Dios, Hijo por naturaleza del Padre, y en cuanto hombre, hijo adoptivo de Dios".
Las actas del sínodo llegaron hasta el remoto monasterio de San Martín de Liébana, desde el que el monje Beato escribe su Tratado Apologético en contra de las tesis de Elipando. Encontrará como aliado en su alegato al monje Eterio de Osma, refugiado en los Picos de Europa, y, lo que es más importante, al propio Alfonso II, que apoyado por Carlomagno, vio la posibilidad de romper con la iglesia toledana para convertir a Oviedo en la única sede hispana reconocida por Roma, con lo que al poder político de su sede regia uniría la autoridad religiosa, que se vería reforzada por un acontecimiento extraordinario, el descubrimiento del sepulcro del apóstol Santiago, que tuvo lugar entre los años 820 y 830 en los confines de la Mahía (Amaea), en la primitiva diócesis de Iria Flavia.
El ermitaño Pelayo y los feligreses de la antigua iglesia de San Félix de Solobio localizaron unas luminarias en el bosque, acompañadas de cantos angélicos. El obispo iriense, Teodomiro, acude inmediatamente a la zona, encuentra un túmulo funerario y lo identifica con el sepulcro del Apóstol. Alfonso II acudió con su familia y la corte real al lugar del hallazgo, comunicándolo ipso facto a Carlomagno, con quien mantenía una relación muy fluida. El monarca astur mandó construir en Arcis Marmóricis, topónimo del lugar en el que se localizó el túmulo, una iglesia de una nave con techumbre de madera, que probablemente seguiría el estilo de las construcciones de Oviedo, y en cuya cabecera se mantuvo el sepulcro romano.
Política territorial de Alfonso II:
Tras una rebelión desencadenada en septiembre del año 801, que le costó su exilio en el monasterio de Ablaña, Alfonso II vuelve a la actividad regia gracias a la intervención de un grupo de fideles regis dirigido por Teuda, un noble visigodo. Estos acontecimientos pueden tener relación con la división de la sociedad astur, entre los partidarios de la ortodoxia goda y los heterodoxos próximos a Toledo.
Su política territorial se centró en la repoblación de los territorios que más adelante darían lugar al condado de Castilla. Fundó monasterios como el de Taranco, en el valle de Mena, y repobló el valle de Valpuesta, donde el obispo Juan estableció una diócesis. Sin embargo, Alfonso tuvo que dedicarse a contener los ataques de Hicham I, que en el año 795 volvió a ocupar la ciudad de Oviedo. Los musulmanes se dedicaron a lanzar razzias periódicas sobre las tierras recién repobladas, especialmente en Álava, la futura Castilla y Galicia, para garantizar su sometimiento, pero afortunadamente para Alfonso, las revueltas internas que tuvieron lugar en Al-Andalus y la presión franca en los pirineos, que provocaron la pérdida de Gerona (785) y Barcelona (801), obligaron a los dirigentes musulmanes a distribuir sus esfuerzos. Esto permitió a Alfonso reorganizar sus dominios y presentar una resistencia formidable, que cristalizaría en victorias como la del río Lutos, cerca de Grado, en el año 794, lo que le otorgó una gran fama como caudillo militar.
Alfonso II, que no se casó, murió sin descendencia en el año 842. Heredó de su padre un fuerte temperamento y un gran carácter guerrero. Introdujo en la iglesia astur el celibato, de ahí su apelativo de "El Casto", aunque antiguamente llegó a conocérsele como "El Magno", debido a sus triunfos. Es precisamente esta devoción por la castidad lo que ha hecho que algunos historiadores le vinculasen con cultos priscilianistas, muy arraigados en Galicia, donde el monarca astur se recluyó en dos ocasiones, pero no se trata más que de una conjetura.
Alfonso II El Casto. Rey de Asturias
Apartado del trono por una revuelta interna, inmerso en la querella Adopcionista y atacado por las aceifas musulmanas, a Alfonso II le tocó vivir uno de los reinados más complicados de los primeros años de resistencia cristiana en la península. Sin embargo, pese a las dificultades tuvo tiempo de embellecer Oviedo para convertirla en sede regia, abrirse a la influencia carolingia y, especialmente, alumbrar el descubrimiento de la tumba del apóstol Santiago en la diócesis de Iria Flavia, para lo que mandó construir la primera basílica jacobea.
Los inicios de su reinado:
Hijo de Fruela II y Munia, prisionera vascona, Alfonso nació en el año 762. Como sobrino de Silo por vía de la reina Adosinda, gobernó el Palatium Regis hasta que en el año 783 murió el monarca astur. Estos primeros años le aportaron una experiencia fundamental en la vida de la corte, pero no le sirvieron para hacerse con el solio regio. La sociedad astur estaba dividida entre los partidarios de la vía ortodoxa heredera del antiguo reino visigodo o los más reformistas, que propugnan una vía de entendimiento con los mozárabes residentes en Al-Andalus. Este enfrentamiento que traspasa fronteras políticas, como luego veremos, acaba con Mauregato en el poder. Alfonso, depositario de la tradición visigoda, se refugia en el monasterio de Samos, según consta en un documento posterior firmado en el año 912 por Ordoño II.
Rey de AsturiasMauregato reina hasta el año 789. Pese a su fugaz mandato, asiste como monarca a dos acontecimientos de gran importancia, cuyas consecuencias alcanzarán incluso al reinado de Alfonso II. Se trata del Concilio de Sevilla, del 784, inicio de la querella Adopcionista y de los primeros síntomas de un culto jacobeo en la península.
A su muerte le sustituyó Bermudo I, que apenas duró dos años en el poder. Tras su derrota ante los musulmanes en Burbia, en el 791, abdica en Alfonso, que es ungido monarca según el rito visigodo el 14 de septiembre del mismo año. Una de sus primeras decisiones es la de trasladar la sede regia a Oviedo, emplazamiento estratégico, en lo alto de una colina, entre la costa y la llanura central, con mayores posibilidades de explotación agrícola y, ante todo, para controlar mejor las comunicaciones a través del valle del Nalón, el Caudal y el Narcea, vías de acceso a Asturias desde León, Galicia y Cantabria.
Alfonso II, un rey constructor:
Alfonso ordena la construcción de un conjunto arquitectónico cuyo eje central es la catedral del Salvador, de la que la Crónica Silense nos dice que fue encargada al arquitecto Tioda. Unida a ella por el norte estaba la iglesia de Santa María, a cuyos pies disponía de una tribuna y una cámara destinada a panteón real, por lo que se deduce que su función era la de capilla para celebrar las honras fúnebres de los monarcas. Además, el conjunto catedralicio se completaba con la iglesia de San Tirso, cuyo testero de la capilla central ha llegado hasta nuestros días, una zona cementerial y toda una serie de residencias para el alto clero.
San Julián de los Prados fue construida en tiempos de Alfonso II El CastoEl núcleo central de Oviedo se completaba con el palacio regio y una serie de dependencias destinadas a sede del gobierno del Reino. De este conjunto palaciego, sólo se ha conservado la capilla palatina, hoy llamada Cámara Santa. Esta capilla fue mandada construir por orden expresa de Alfonso II para albergar las reliquias que habían llegado a Asturias procedentes de Toledo a raíz de la conquista musulmana, de las que la Crónica Silense asegura que procedían de la misma Jerusalén. La idea de fortalecer el trono con el poder santificante de unas reliquias se debe a la influencia carolingia (Aquisgrán e Ingelheim). Bajo la capilla existía una cripta, dedicada a Santa Leocadia y San Eulogio, mártires toledanos.
A estos tesoros arquitectónicos, habría que unir la llamada Cruz de los Ángeles. Una magnífica pieza de orfebrería en la que figura el lema del monarca "Hoc signo tuetur pius, hoc signo vincitur inimicus". La adoración de la cruz y la consagración de la catedral al Cristo Salvador, constituyen toda una declaración de intenciones del monarca ante la polémica religiosa que le tocó vivir.
La querella Adopcionista y el hallazgo del sepulcro de Santiago:
El origen del adopcionismo es una cuestión controvertida. Algunos historiadores defienden que Félix de Urgel y Elipando de Toledo reinterpretaron la condición humana de Cristo para hacer más aceptable la fe cristiana al musulmán; otros lo atribuyen a un desliz y otros ven tras ello implicaciones de índole política. Sea como fuere, el debate sobre la humanidad de Cristo estaba en plena ebullición cuando Elipando convoca un concilio en Sevilla, en el año 784, para condenar a Migecio, que se había mostrado especialmente activo. Es entonces, en el Credo de este concilio firmado por Elipando, donde se escribe la frase de la polémica, en la que se habla de una doble naturaleza de Cristo "en cuanto Dios, Hijo por naturaleza del Padre, y en cuanto hombre, hijo adoptivo de Dios".
Las actas del sínodo llegaron hasta el remoto monasterio de San Martín de Liébana, desde el que el monje Beato escribe su Tratado Apologético en contra de las tesis de Elipando. Encontrará como aliado en su alegato al monje Eterio de Osma, refugiado en los Picos de Europa, y, lo que es más importante, al propio Alfonso II, que apoyado por Carlomagno, vio la posibilidad de romper con la iglesia toledana para convertir a Oviedo en la única sede hispana reconocida por Roma, con lo que al poder político de su sede regia uniría la autoridad religiosa, que se vería reforzada por un acontecimiento extraordinario, el descubrimiento del sepulcro del apóstol Santiago, que tuvo lugar entre los años 820 y 830 en los confines de la Mahía (Amaea), en la primitiva diócesis de Iria Flavia.
El ermitaño Pelayo y los feligreses de la antigua iglesia de San Félix de Solobio localizaron unas luminarias en el bosque, acompañadas de cantos angélicos. El obispo iriense, Teodomiro, acude inmediatamente a la zona, encuentra un túmulo funerario y lo identifica con el sepulcro del Apóstol. Alfonso II acudió con su familia y la corte real al lugar del hallazgo, comunicándolo ipso facto a Carlomagno, con quien mantenía una relación muy fluida. El monarca astur mandó construir en Arcis Marmóricis, topónimo del lugar en el que se localizó el túmulo, una iglesia de una nave con techumbre de madera, que probablemente seguiría el estilo de las construcciones de Oviedo, y en cuya cabecera se mantuvo el sepulcro romano.
Política territorial de Alfonso II:
Tras una rebelión desencadenada en septiembre del año 801, que le costó su exilio en el monasterio de Ablaña, Alfonso II vuelve a la actividad regia gracias a la intervención de un grupo de fideles regis dirigido por Teuda, un noble visigodo. Estos acontecimientos pueden tener relación con la división de la sociedad astur, entre los partidarios de la ortodoxia goda y los heterodoxos próximos a Toledo.
Su política territorial se centró en la repoblación de los territorios que más adelante darían lugar al condado de Castilla. Fundó monasterios como el de Taranco, en el valle de Mena, y repobló el valle de Valpuesta, donde el obispo Juan estableció una diócesis. Sin embargo, Alfonso tuvo que dedicarse a contener los ataques de Hicham I, que en el año 795 volvió a ocupar la ciudad de Oviedo. Los musulmanes se dedicaron a lanzar razzias periódicas sobre las tierras recién repobladas, especialmente en Álava, la futura Castilla y Galicia, para garantizar su sometimiento, pero afortunadamente para Alfonso, las revueltas internas que tuvieron lugar en Al-Andalus y la presión franca en los pirineos, que provocaron la pérdida de Gerona (785) y Barcelona (801), obligaron a los dirigentes musulmanes a distribuir sus esfuerzos. Esto permitió a Alfonso reorganizar sus dominios y presentar una resistencia formidable, que cristalizaría en victorias como la del río Lutos, cerca de Grado, en el año 794, lo que le otorgó una gran fama como caudillo militar.
Alfonso II, que no se casó, murió sin descendencia en el año 842. Heredó de su padre un fuerte temperamento y un gran carácter guerrero. Introdujo en la iglesia astur el celibato, de ahí su apelativo de "El Casto", aunque antiguamente llegó a conocérsele como "El Magno", debido a sus triunfos. Es precisamente esta devoción por la castidad lo que ha hecho que algunos historiadores le vinculasen con cultos priscilianistas, muy arraigados en Galicia, donde el monarca astur se recluyó en dos ocasiones, pero no se trata más que de una conjetura.
Hechos especialmente significativos de su reinado fueron el traslado de la capital a Oviedo, establecimiento de relaciones con Carlomagno, el descubrimiento del sepulcro de Santiago y el auge del prerrománico asturiano (construcción de la Cámara Santa de Oviedo, San Tirso y la de San Julián de los Prados.
Alfonso II y su aportación al arte prerrománico:
Todos conocemos a Don Pelayo. Sin embargo, Alfonso II fue el promotor del prerrománico asturiano, una de las estampas del Reino de Asturias
El prerrománico asturiano es un estilo artístico único en el mundo que se desarrolla en el Reino de Asturias. Todo comienza con el visigodo Pelayo que huye hacia Asturias por problemas dentro de la corte visigoda toledana. Es entonces cuando los musulmanes ganan terreno ocupando toda la península ibérica salvo el actual Principado de Asturias. Esto favorece el desarrollo de una nueva tradición. Es decir, aprovechando la crisis que se desarrolla en la península con la conquista musulmana, comenzará a surgir un movimiento cristiano en recuerdo de la tradición visigoda anterior.
La arquitectura de Alfonso II:
Alfonso II se considera el promotor del perrománico asturiano y es un factor que podemos apreciar hoy en día. Alfoso II había realizado las obras religiosas de la basílica de San Salvador, Santa María, San Tirso y San Julián de los Prados. Actualmente, solo queda en pie esta última además de una de las paredes de San Tirso y la Cámara Santa.
San Salvador se encontraba situada donde está actualmente la catedral de Oviedo, al igual que Santa María que se encontraba paralela a San Salvador. Ambas de estilo perrománico pero que desafortunadamente no podemos apreciar hoy en día. San Salvador era una basílica a tres naves mientras que Santa María tenía la finalidad de panteón regio, una tradición que comienza este rey con esta construcción.
En el caso de San Tirso, no se sabe con exactitud cómo era aunque la llamaban "con multitud de esquinas" ya que se cree que estaba adornada por numerosos contrafuertes a modo de ornamento. Se conserva actualmente la pared de la cabecera que conserva el primer alfiz acompañado de un vano compuesto por tres arcos de medio punto sustentados por columnas corintias. Las dos centrales de nueva factura mientras que las de los extremos son columnas tardo antiguas reaprovechadas.
Más tarde, Ramiro I (el sucesor de Alfonso II) realizaría el palacio de Santa María del Naranco con una planta baja similar a la cripta de la Cámara Santa. Por lo tanto, Alfonso II fue el promotor de este arte que llegaría a ser la estampa de los reyes asturianos, reforzando el cristianismo en la península ibérica.
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El Camino de Santiago.
Una Historia diferente que también hay que conocerla:
El camino de Santiago fue la ruta de peregrinación más importante de la Europa medieval y uno de los hechos de mayor importancia y beneficio para la historia de España. Es el fin de la vía originariamente construida por el Imperio romano del Camino de Santiago, privilegio que otros conceden a Finisterre.
Gracias al camino de Santiago los aislados y pequeños reinos hispánicos enzarzados en guerras civiles y contra Al-Andalus pudieron abrirse a Europa para dar y recibir de los pueblos traspirenaicos una gran riqueza cultural.
El Camino de Santiago fue proclamado el primer itinerario cultural europeo por el Consejo de Europa en 1987. Esta ruta de la frontera franco-española fue, y sigue siendo, de los peregrinos a Santiago de Compostela. Algunos de los 1800 edificios a lo largo de la ruta, tanto religiosos como seculares, son de gran interés histórico. La ruta tuvo un papel fundamental en el fomento de los intercambios culturales entre la península Ibérica y el resto de Europa durante la Edad Media. Sigue siendo un testimonio del poder de la fe cristiana entre personas de todas las clases sociales y de todas partes de Europa.
Esta ruta fue incluida por la UNESCO en su Lista del Patrimonio de la Humanidad en el año 1993.
Origen e historia del camino:
Santiago el Mayor, según la tradición hispánica, predicó el cristianismo por la Hispania romana antes de regresar a Palestina, donde fue decapitado. Más tarde sería trasladado de nuevo a España por sus discípulos para ser enterrado en la costa gallega.
Desde el descubrimiento del sepulcro en el siglo IX hasta su declive en el siglo XIII, la Ruta Jacobea evoluciona hasta convertirse en la principal ruta de peregrinación de occidente desplazando a las de Jerusalén y Roma.
Para entender las peregrinaciones medievales a Santiago de Compostela, debemos partir de la tradición que habla de la labor evangelizadora de Santiago en tierras de la Hispania romana.
Se sabe que tras la muerte de Cristo, Santiago el Mayor, hijo de Zebedeo, continúa inicialmente su labor apostólica en Jerusalén. Posteriormente, pudo embarcar hasta alcanzar algún puerto de Andalucía en cualquier carguero que comunicaba comercialmente Hispania (que aportaba metales y otras materias primas) con Palestina (de la que se recibían mármol, especias y objetos elaborados). Su misión evangelizadora comenzaría en el sur de Hispania para posteriormente desplazarse al norte por tierras portuguesas (Coimbra, Braga, etc.) llegando hasta Iria Flavia, ya en Galicia.
Posteriormente se dirigiría hacia el este de la península (Lugo, Astorga, Zaragoza y Valencia) para partir, de nuevo, hacia Palestina, desde la costa mediterránea española. A su llegada a Palestina y tras incumplir la prohibición de predicar el Cristianismo, fue decapitado en tiempos de Herodes Agripa. Según la tradición, su cadáver fue robado por los discípulos Atanasio y Teodoro y llevado en barco de nuevo a tierras españolas, en concreto a Iria Flavia (cerca de la actual Padrón). La tradición prosigue con el azaroso viaje del cuerpo de Santiago, que es transportado en carro hasta el bosque de Libredón, lugar en que los bueyes se negaron a continuar. Este hecho debió ser tomado como una señal divina y fue elegido como lugar de enterramiento. Para entender el largo viaje emprendido por sus discípulos desde Palestina a las costas gallegas para dar sepultura al cuerpo de su maestro, tenemos las afirmaciones de San Jerónimo que ratifica que fue establecido, al disponerse la salida de los Apóstoles hacia todos los rumbos de la tierra, que al morir: "Cada uno descansaría en la provincia dónde había predicado el Evangelio"
Posteriormente, en el Breviario de los Apóstoles, de finales del siglo VI, se habla de la predicación de Santiago en España y de su enterramiento en el Arca Marmárica. La tradición oral se encarga de difundir el portento y en la segunda mitad del siglo VII, Beda el Venerable describe con meticulosa precisión la localización exacta del cuerpo del Apóstol en Galicia.
Aunque la invasión árabe y los tumultuosos cambios políticos, sociales y religiosos que acarrearon en el país, silencian durante un tiempo la incipiente tradición jacobea en España, pronto resurge, a finales del siglo VIII de la pluma del célebre Beato de Liébana que escribe:
¡Oh Apóstol, dignísimo y santísimo
cabeza refulgente y dorada de España
defensor poderoso y Patrono nuestro.
Descubrimiento del sepulcro:
Tras la batalla de Covadonga, se asienta en Asturias un pequeño reino que intenta recuperar el ideal unificador de la monarquía hispanovisigoda. Uno de los principales y decisivos monarcas de este periodo inicial fue Alfonso II El Casto que reinó durante un largo periodo de tiempo (entre el año 791 y el 842). Este gran gobernante estableció la capital en Oviedo, a la que dotó de numerosos edificios públicos y construyó numerosas iglesias (Cámara Santa, San Tirso, San Julián de los Prados...) y palacios, tratando de imitar el antiguo esplendor del Toledo visigodo. Su gran logro fue consolidar la resistencia al poder musulmán de Al-Andalus. Es durante sus reinado cuando se produce el milagroso descubrimiento de la tumba del Apóstol Santiago.
Según cuenta la Concordia de Antealtares, -el primer testimonio escrito de los hechos, datado en 1077 un ermitaño llamado «Pelayo» que vivía en Solovio, en el bosque de Libredón, empezó a observar durante las noches resplandores misteriosos. Inmediatamente informó del hallazgo a Teodomiro, obispo de Iria Flavia que marchó a aquel lugar encontrándose que esa luz revelaba el lugar donde estaba enterrada el Arca Marmárea. En el sepulcro pétreo reposaban tres cuerpos, atribuyéndolos a Santiago el Mayor y sus discípulos Teodoro y Anastasio.
Teodomiro visita la corte ovetense de Alfonso para informarle de tan fenomenal suceso. El monarca organiza un viaje a este lugar rodeado de sus principales nobles, y al llegar al citado "Campo de Estrellas" (Compostela) manda la construcción de una pequeña iglesia de estilo asturiano, que ha sido constatada por las excavaciones arqueológicas. Teodomiro traslada la sede episcopal a este lugar y muere en el año 847 (en las excavaciones arqueológicas ha aparecido su lauda sepulcral).
Desde este momento, queda establecida oficialmente la tumba del apóstol en aquel mágico lugar, cercano al cabo de Finisterre, punto situado en el extremo occidental de Europa. El camino a Finisterre era indicado desde cualquier lugar de Europa por las estrellas de la «Vía Láctea». desde antiguo se creía que allí se acababa el mundo y que el Atlántico era «la tumba del sol». Posiblemente estos hechos geográficos y astronómicos ayudaron a reforzar el magnetismo que desde entonces provocó en millones de almas la ruta jacobea.
Los siglos IX y X representan la consolidación del reino asturleonés en condiciones muy difíciles desde el punto de vista político, religioso y militar. Por un lado la iglesia ovetense se encuentra enfrentada con la de Toledo (famosos son los cruces dialécticos entre Beato de Liébana y Elipando de Toledo a cuenta de la herejía adopcionista) para los asturianos la iglesia de Toledo había caído en la tolerancia e incluso complicidad con ciertas creencias del Islam.
Por otro lado, Al-Andalus se había fortalecido políticamente desde la creación del Emirato primero y luego el Califato de Córdoba. Este nuevo poder peninsular quedó reflejado en numerosas incursiones militares durante los siglos IX y X, llegando a su máxima expresión en los tiempos de devastación de Almanzor.
Es por ello por lo que el enorme prestigio que proporciona la presencia de las reliquias de Santiago el Mayor, discípulo preferido de Jesús, fue hábil y rápidamente aprovechado por los monarcas asturianos y leones para consolidar su reino en oposición a Al-Andalus y para darse a conocer al resto de la Cristiandad europea.
Se hace de Santiago el abanderado de los ejércitos cristianos en las contiendas militares y se crea la leyenda de la intervención gloriosa del apóstol en la más que dudosa batalla de Clavijo. Desde entonces, los ejércitos cristianos entran en batalla con el grito: "Santiago y cierra España"
Existen dos hechos que prueba la importancia del enclave compostelano para la monarquía asturleonesa. Por un lado, en el año 899 Alfonso III, El Magno, consagra una nueva catedral de mayores dimensiones y calidad artística que la levantada por Alfonso II. Un siglo más tarde, en el año 977 Almanzor destruye Santiago -aunque respeta la tumba a sabiendas que se trataba del centro espiritual del enemigo cristiano.
Apogeo del Camino en tiempos del período románico:
La orden de Cluny pronto se hace eco del prestigio de Compostela y durante el siglo XI promueve las peregrinaciones a Santiago. A cambio, los reyes cristianos hacen generosas donaciones a sus monasterios.
A lo largo del siglo XI la afluencia de peregrinos se intensifica y comienza la labor organizadora de los reyes para facilitar el tránsito. Se comienzan a construir puentes y hospitales en los enclaves necesarios. Comienza a establecerse una ruta principal con sus respectivas estaciones (Camino Francés).
En el año 1073 se inicia la construcción del tercer templo consecutivo sobre la tumba del apóstol, bajo mandato del obispo Peláez. Será la gran catedral románica que conocemos: un magnífico templo del "románico de peregrinación".
El definitivo espaldarazo que hace del Camino de Santiago la gran ruta de peregrinación de los siglos XII y XIII es la concesión desde Roma de los Años Santos Compostelanos, con la posibilidad de que los peregrinos obtengan la indulgencia plenaria.
La Bula Regis Aeterni concedida por el Papa Alejandro III en 1179, no hace sino confirmar privilegio concedido a Compostela por el papa Calixto II en el año 1120 por lo que serán Años Santos o Años Jubilares todos aquéllos en los que el día 25 de julio (día de Santiago) coincida en domingo.
Compostela aventaja claramente a la propia Roma en este aspecto. Allí los años jubilares suelen coincidir cada 25 años, en Compostela cada seis. Las indulgencias de ambos Años Santos son las mismas, es decir, será la indulgencia plenaria o perdón de todo tipo de culpa o pena. Las condiciones para ganar el jubileo son las siguientes:
Visitar en Año Santo la Catedral de Compostela donde se guarda la Tumba de Santiago el Mayor.
Rezar alguna oración (al menos el Credo, el Padre Nuestro y pedir por las intenciones del Papa). Se recomienda asistir a la Santa Misa
Recibir los Sacramentos de la Penitencia y la Comunión, dentro del período comprendido entre los quince días anteriores y posteriores a la visita a Compostela.
Dimensión espiritual, económica y social del Camino:
El Camino de Santiago no sólo tuvo repercusiones de tipo religioso. Para España supuso uno de los hechos de mayor transcendencia de su historia medieval.Gracias a la peregrinación se construyeron iglesias, monasterios, puentes y hospitales, surgieron nuevas ciudades, nuevos asentamientos de emigrantes francos y un intercambio cultural sin precedentes.
El Camino de Santiago, desde sus inicios, se constituyó como una incesante fuente de espiritualidad, de trasmisión de la cultura y las tradiciones, permitiendo la entrada de nuevos gustos provenientes de otros países como pudieron ser los artísticos con su influjo en numerosísimas iglesias, catedrales y construcciones civiles o los literarios con personajes como los juglares; sin olvidar que fue la conexión entre la península y el continente europeo, situándose junto a Jerusalén y Roma como lugar sagrado que todo cristiano aspiraba a visitar al menos una vez en la vida. El prestigio que los restos de Santiago alcanzaron en el occidente cristiano superaron todo lo hasta ese momento conocido, instaurándose como un fenómeno a escala global que sobrepasó las expectativas y las ideas que sobre el Apóstol la Iglesia pudo crearse que, con su descubrimiento, pretendió un doble objetivo: la conexión del mundo cristiano tras la caída del Imperio Romano y las incursiones de los bárbaros a partir de la creación de lugares que se establecieron como referentes para los cristianos y, en el caso español, la consolidación del Reino de Asturias.
En la dimensión social, la Iglesia hizo partícipe a toda la sociedad en nuevos ritos, asegurándose de ese modo su participación y devoción en los mismos. La idea funcionó y es que a la hora de analizar y estudiar la enorme implicación de la sociedad medieval con el Camino de Santiago y la gran notoriedad que el Apóstol alcanzó a partir del siglo X, debemos apartar, una vez más, nuestro punto de vista actual situando en primera plana la profunda creencia y veneración que profesaban a una figura como la del Santo. Se creía, de la misma forma, en la oración, la salvación y el perdón, término esencial al hacer referencia al jubileo.
Santiago y el refuerzo político del Reino de Asturias:
Entorno al descubrimiento del cuerpo de Santiago Apóstol, a mediados de siglo IX, se creó toda una leyenda que ayudó a la mitificación de un santo que, incluso hoy en día, mueve a millones de peregrinos. Su figura fue determinante también en la consolidación del nuevo reino astur, único reducto fiel en la Península Ibérica ya que la mayor parte del territorio, Al- Ándalus, estaba bajo el dominio islámico. Así pues, Santiago se erigió como símbolo del mundo cristiano el cual no podría haber luchado contra los infieles sin su ayuda, llegando por ello a ponerle el sobrenombre de Santiago Matamoros.
Desde los inicios del Camino de Santiago las crónicas recogieron historias, aventuras y anécdotas que, pudiendo ser más o menos veraces, nos permiten hacernos una idea de la importancia que tuvo durante la Edad Media. Entre ellas vale destacar el Códice Calixtino (1140). En estas historias, que gustaban mezclar lo real con lo ficticio, llega a mencionarse la posibilidad de que fuera el propio Carlomagno el que, avisado por el mártir a través de alguna acción divina, encontrase el sepulcro y comenzase el culto del mismo en Santiago de Compostela, ciudad fundada para tal objetivo. Alejada de esta postura, parece que fue la realidad.
De cualquier forma y como ya apuntábamos, su descubrimiento contribuyó a la formación del emergente reino astur que observó en este elemento un estupendo punto de partida que utilizó como aglutinador contra los musulmanes presentes en Al- Ándalus. El norte se convirtió en centro de batalla con Pelayo a la cabeza, instituyéndose como los dos símbolos del cristianismo español.
Plano religioso::
En el aspecto más espiritual, el Camino de Santiago compitió rápidamente en popularidad con las peregrinaciones a Jerusalén y Roma, forjándose como un destino tanto para reyes y nobles como para campesinos, artesanos o religiosos. De esta forma no hacía falta ser caballero y luchar en las Cruzadas para expiar las culpas. Podían visitar Santiago de Compostela, lugar de donde también los musulmanes fueron expulsados.
Todo cristiano aspiraba, al menos una vez en la vida, a visitar Santiago de Compostela. Para darle mayor personalidad y transcendía al Camino, se creó todo un culto de santos menores a lo largo de la peregrinación. Entre las adoraciones destacaba el culto mariano, el realizado a la Virgen María. Así lo demostraban las miles de iglesias, ermitas y catedrales que se construyeron antes de Santiago cuyo objetivo primordial era dar soporte espiritual a los peregrinos.
Los peregrinos:
Los primeros datos que sobre peregrinaciones constan, alrededor del siglo X, aseguran que las personas que realizaban el camino no lo hacían solos sino en expediciones o comitivas y es que era necesaria la protección y la compañía, entendiendo el Camino como un momento de solidaridad, compañía e incluso de protección mutua, sin olvidar que durante el trayecto llevaban a cabo un proceso por el cual los peregrinos asumían sus pecados, aceptándolos e intentando que, a través del perdón y la reflexión, además de una penitencia, pudiesen ser expiados al llegar a Santiago.
Para ello era igualmente importante la actitud de aquellos que lo recorrían, siendo necesaria la caridad y la Penitencia, implantándose como obligación de los que más tenían ayudar a alimentar y proteger a los que menos poseían.
También era característica la indumentaria del peregrino donde podía observarse el sombrero de ala ancha, el zurrón, la calabaza cantimplora y la concha.
Los peregrinos, españoles o extranjeros, traían con ellos sus tradiciones y gustos, poniendo en contacto a éstos con las nuevas tendencias y modas ultrapirenaicas.
El trayecto. Auge económico del recorrido:
Gracias al recorrido y el prestigio cada vez mayor de la peregrinación, las localidades por las que cruzaba pudieron beneficiarse de ello tanto en el aspecto del comercio como del hospedaje y la alimentación, proliferando puestos y tabernas que abastecían al peregrino. Además, según apunta el excelente medievalista Julio Valdeón, los ingresos no vendría sólo del hospedaje sino que el requerimiento de nuevos alojamientos y la construcción de edificaciones religiosas necesitaban de un considerable número de trabajadores, como albañiles, canteros, carpinteros o vidrieros lo que constituyó, sin duda alguna, un poderoso factor de dinamización económica.
Otro de los pilares de la economía, la artesanía, se vio igualmente impulsada por la mayor presencia de peregrinos que, gracias a su demanda de productos, aumentaba considerablemente el nivel de negocio que podían tener en una población cualquiera en ese tiempo. Podemos pensar que los sectores más importantes eran el alimenticio y el textil, siempre relacionado con los símbolos que diferenciaban a los peregrinos.
La creación de estos nuevos espacios junto con la mejora de los caminos, permitieron un excelente comercio que, aprovechando las ventajas que permitía la mejora de las vías de comunicación, aumentó el recorrido y la cantidad de productos incluso del proveniente del otro lado de Los Pirineos así como la articulación del mercado dentro de la Península. En estas localidades comenzaron a ser habituales los mercados semanales, mensuales y anuales, citas que albergaban a comerciantes deseosos de proveer de lo necesario a aquellos que recorrían el Camino. Nadie mejor que Valdeón ha descrito la situación:
Las condiciones para el desarrollo del comercio a lo largo de la ruta jacobea fueron, ciertamente, favorables. Por de pronto contaba a su favor la existencia de las antiguas calzadas romanas, convertidas en vías naturales de penetración del comercio ambulante a partir del siglo IX. Pero quizá lo más positivo fue la gestación de un marco legal favorable para la práctica mercantil, expresado en el denominado "derecho de francos". Es significativo, a este respecto, un decreto del año 1095, otorgado por el conde Ramón de Galicia, en el que se ordenaba no prender ni despojar a ningún mercader ni habitante de Santiago. Los mercaderes de la ciudad del apóstol gozaban, prácticamente desde esas fechas, de autonomía jurisdiccional. Tampoco podemos olvidar la importancia que tuvo la implantación en las tierras de la cristiandad occidental, y por lo tanto en las comarcas por donde pasaba el camino de Santiago, de la "paz de Dios".
Además de posadas se crearon hospitales y un cuerpo de seguridad especial para cuidar la seguridad de los peregrinos.
Resumen a este apasionante, Camino de Santiago:
Las peregrinaciones fueron una parte esencial de la vida espiritual y cultural de Europa occidental en la Edad Media y las rutas que tomaron fueron equipadas con instalaciones para el bienestar físico y espiritual de los peregrinos. La ruta de Santiago de Compostela ha preservado el registro material más completo en forma de edificios eclesiásticos y seculares, los asentamientos grandes y pequeños, y estructuras de ingeniería civil. Este Camino jugó un papel fundamental para facilitar el intercambio de dos vías de desarrollos culturales entre la Península Ibérica y el resto de Europa durante la Edad Media. No hay ruta de peregrinación cristiana comparable de tal magnitud y la continuidad en toda Europa: las otras dos rutas de peregrinación, a Jerusalén y Roma, son sólo reconocibles de manera muy fragmentaria. Además de su enorme valor histórico y espiritual, esta ruta también representa una sección muy completa de la evolución artística y arquitectónica europea durante varios siglos.
Las diferentes rutas de peregrinación se reunieron en Santiago de Compostela, a los pies de la tumba del Apóstol, y estaban llenas de obras de arte y de creaciones arquitectónicas. El patrimonio cultural disperso a lo largo de estas rutas es inmensamente rico. Representa el nacimiento del arte románico; luego vinieron las catedrales góticas y las cadenas de monasterios.
La tradición según la cual el Apóstol Santiago el Mayor predicó el Evangelio en España, data de principios del siglo VII. En el Breviario América de los Apóstoles, San Jerónimo sostuvo que los apóstoles fueron enterrados donde predicaban, por lo que se supone que el cuerpo de Santiago había sido trasladado desde Jerusalén, donde, según los Hechos de los Apóstoles, fue martirizado por orden de Herodes Agripa, y enviado a un lugar de descanso final en España. No fue sino hasta el siglo IX que la tumba del apóstol fue identificada en Compostela. El final del siglo VIII vio la consolidación del reino cristiano de Galicia y Asturias en el norte de España, con el apoyo de Carlomagno.
Fue para proporcionar la base para la reconquista de la península de la dominación musulmana, un proceso que no fue completado hasta 1492. El apóstol había sido adoptado como su patrón por el reino cristiano contra la amenaza del Islam, y en los primeros años del siglo IX, durante el reinado de Alfonso II, su tumba fue descubierta en un pequeño santuario por el ermitaño Pelayo y Todemiro, obispo de la diócesis más occidental en el reino.
La fama de la tumba de Santiago se extendió rápidamente por toda Europa occidental y se convirtió en un lugar de peregrinación. Al principio, los peregrinos del siglo X venían a España en las rutas francesas de Tours, de Limoges, y Le Puy, y crearon instalaciones para su bienestar corporal y espiritual comenzando a ser dotada la ruta de estas, convirtiéndose el camino poco a poco en una ruta de peregrinación formal, mientras que en Compostela se construyó una magnífica nueva basílica para albergar las reliquias del Apóstol, junto con otras instalaciones como: iglesias, capillas, hospicios y hospitales.]
En el siglo XII la ruta logró su mayor influencia, siendo utilizada por miles de peregrinos de toda Europa occidental. En 1139 aparece la primera Guía de la Ruta, en forma de libro V del Códice Calixtino (atribuido al papa Calixto II, pero más probablemente fue obra del peregrino Aymeric Picaud), describiendo su alineación precisa desde Roncesvalles hasta Santiago de Compostela y una lista de las instalaciones disponibles para los peregrinos. Estas estructuras, que van desde humildes capillas y hospicios a magníficas catedrales, representan todos los aspectos de la evolución artística y arquitectónica del románico al barroco y más allá, lo que demuestra los vínculos íntimos entre la fe y la cultura en la Edad Media. Hay dos vías de acceso a España desde Francia, que entran en Roncesvalles (Valcarlos Pass) y Canfranc (Somport Pass), respectivamente; se fusionan al oeste de Pamplona, justo antes de Puente la Reina. Pasa a través de cinco Comunidades Autónomas y 166 ciudades y pueblos, e incluye más de 1800 edificios de interés histórico; en muchos casos, modernos caminos discurren paralelos a la ruta antigua. La tradición de la peregrinación a Santiago no ha cesado desde entonces, aunque su popularidad se desvaneció en los últimos siglos. Desde que fue declarado como el primer Itinerario Cultural Europeo por el Consejo de Europa en 1987, se ha reanudado el papel espiritual que desempeñó en la Edad Media, y cada año ve a muchos miles de peregrinos a pie o en bicicleta.
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Las Reliquias Compostelanas:
¿Es Santiago o es Prisciliano?
LAS DUDAS sobre los restos de Colón han recuperado una polémica acerca de quién yace en la catedral compostelana. El periodista Ramón Chao afirma en una investigación que los huesos venerados por dos millones de peregrinos al año son del hereje gallego Prisciliano, no del apóstol Santiago
El 24 de julio del año 2000, el periodista Daniel Mermet recorría la Plaza del Obradoiro con el micrófono de Radio France Internacional en la mano. Buscaba testimonios entre los peregrinos que llenaban aquellos días Santiago de Compostela cuando unos jóvenes estudiantes se le acercaron y le dijeron: «Tú no tienes ni idea, ¿no sabes que quien está enterrado aquí es Prisciliano y no Santiago?».
Mermet se quedó perplejo. Junto a él, su colega el escritor y periodista Ramón Chao, directivo de la prestigiosa emisora francesa, que le acompañaba, se vio obligado a aclararle: «Te juro que esto no estaba preparado. No conozco de nada a estos chicos».Y es que Chao, nacido en Villalba (en la provincia de Lugo), aunque residente en París, es de los que están convencidos de que el apóstol Santiago jamás pisó España y de que los restos que se veneran en la capital compostelana no son los suyos, sino los de un gallego de nombre Prisciliano que en el siglo IV revolucionó el cristianismo primitivo chocando frontalmente con la Iglesia.Un hereje, en fin, ejecutado en la ciudad alemana de Treveris en el año 385 y cuyos restos habrían sido trasladados por sus seguidores hasta Galicia.
Las dudas del periodista Mermet, sin embargo, no habían hecho más que empezar. Una vez en el interior de la catedral, Chao le animó a que le preguntara a la guía cuál era su versión sobre el origen de las reliquias. «Aquí dentro no puedo decirle nada», le contestó la joven en un impecable francés. «Luego hablamos».Ya en la calle, la chica le dijo que había cosas que era mejor «no meneallas».
EL MITO MAS GRANDE
Después de todo, Santiago, patrón de España, símbolo que animaba a los cristianos contra los ocupantes musulmanes, es el mito mas grande de la cristiandad. Con Santiago nació la idea de Europa, Goethe lo reconocía y el Papa Juan Pablo II proclamaba en uno de sus históricos viajes a Compostela: «Europa, encuéntrate a ti misma, busca en tu identidad...».
A partir del siglo VIII comenzó a peregrinarse desde todo Occidente hasta Galicia para venerar sus restos. De aquel formidable movimiento de masas que dura hasta nuestros días y crece cada año ha nacido una de las mayores industrias turísticas de todos los tiempos.A Santiago llegan miles de peregrinos no católicos, desde monjes sintoístas procedentes de Japón, a personajes como la actriz Shirley McLaine, que no consiguió hacer el Camino de forma anónima como se proponía.
En un año normal Santiago recibe casi dos millones de peregrinos.En Año Santo, que se celebra cada vez que el día de Santiago, el 25 de julio, cae en domingo (el próximo será 2004), puede haber hasta cinco millones de peregrinos. Cada año un miembro de la Familia Real española realiza en la catedral la ofrenda al apóstol. ¿Quién se atrevería a remover los cimientos que sostienen ese entramado social, económico y también espiritual?
«En Galicia tiene mucha más importancia a nivel popular la romería de San Andrés de Teixido», tercia Ramón Chao, autor de Prisciliano de Compostela (Seix Barrall), en el que insiste en que los restos de la catedral no son los del apóstol. «Santiago, en Galicia, no tiene el valor mítico que representa en Europa o en Brasil.Santiago es un santo turístico, y su mito nació como una necesidad política, social y militar de los cristianos europeos. El Camino era tan importante que los ingleses llamaban a todo el norte de España en los siglos X, XI y XII, Jacobsland, aunque yo a la ciudad la llamo Compostela, no Santiago».
«El apóstol», prosigue, «fue decapitado por Herodes en Jerusalén en el año 42 y enterrado en Palestina. Con el carbono 14 radiactivo sería muy fácil probar que los restos de la catedral son de un hombre del siglo I, pero nunca se ha hecho. No han querido hacer esa prueba, que sería definitiva».
El escritor gallego se suma así a tantos otros historiadores, españoles y extranjeros, que, como el profesor Henry Chadwick, de Oxford, también aseguran que la urna de plata de la catedral encierra las reliquias del hereje Prisciliano, y no las del apóstol.Ya Menéndez Pelayo hablaba mucho de este personaje en Historia de los heterodoxos españoles, y el propio Miguel de Unamuno mencionó en muchas ocasiones la posibilidad de que la historia de Prisciliano se hubiera solapado con la leyenda del apóstol Santiago.
El director de la Biblioteca Nacional, Luis Racionero, recuerda un seminario que se celebró en Santiago en los años 80 en torno a Prisciliano. «Fernando Sánchez Dragó nos contó en una comida su conversación con una marquesa en su pazo gallego. Según ella, el marqués se encontró un día llorando a un joven del pueblo.El chico estaba desconsolado porque el obispo le había mandado destruir una lápida donde estaba escrito: "Aquí yacen los restos de Prisciliano". Creo que sus restos son los de la catedral.Los santos son herejes que tienen éxito, los herejes son santos fracasados. Prisciliano puso en cuestión muchas cosas y le tocó perder».
El asunto es objeto de controversias históricas en las que han participado eruditos de la talla de Claudio Sánchez Albornoz o Américo Castro. Francisco Singul, historiador gallego y asesor cultural del Xacobeo, asegura que el tema de Prisciliano «es una boutade. No hay noticias escritas de que su cadáver hubiera sido trasladado de Treveris a Galicia. En cambio, la tradición habla de la predicación de Santiago en España y también de su tumba. Los forenses que examinaron los huesos del apóstol en l879 concluyeron que se trataba de restos humanos muy antiguos, de un varón, y el Vaticano ratificó que era el apóstol».
Singul reconoce, sin embargo, que si la ciencia moderna probara que en la urna de plata no estaban los huesos de Santiago Apóstol no cambiaría la fe de los peregrinos ni el sentido del Camino.«Porque se trata de un peregrinaje ecuménico. La gente va allí a encontrarse a sí misma».
Para el canónigo archivero de la catedral, José María Díaz, tampoco hay dudas «porque, según un estudio llevado a cabo en la cátedra de Anatomía de la Universidad de Santiago, los restos pertenecen a tres hombres del siglo I. Uno sería el apóstol y los otros dos, sus discípulos y compañeros Teodoro y Atanasio».
La leyenda de Santiago el Mayor, hijo de Zebedeo el pescador y hermano de San Juan Evangelista, nació en el siglo VIII con las visiones de un ermitaño que vio luces extrañas en un bosque de Iria Flavia mientras se escuchaban los cánticos de los ángeles.El obispo Teodorico visitó entonces el lugar y encontró una vieja lápida con restos humanos y los atribuyó al apóstol y a dos de sus discípulos.
Cuando la noticia llegó a los dos hombres mas poderosos del momento, el Papa León y el rey francés Carlomagno, ambos se apresuraron a certificar que se trataba del apóstol. El mundo necesitaba creencias, los cristianos necesitaban una fuerza que les moviera a luchar contra los árabes, que habían llegado hasta la localidad francesa de Poitiers y amenazaban de forma permanente Asturias, el único reino de la Península que había resistido sus avances.
SIMBOLO DE PODER
El santuario y Compostela se convirtieron en un lugar de culto, en símbolo del poder cristiano. Santiago empezó a aparecerse en las batallas vestido de blanco, sobre un caballo blanco, matando moros. La Reconquista fue triunfando lenta pero imparablemente, a pesar del temible Almanzor y otros caudillos militares musulmanes.Y cuando Almanzor arrasó Compostela, respetó las reliquias, una circunstancia que afianzó todavía más la leyenda.
Sin embargo, había que justificar la presencia de los restos de Santiago en Galicia, ya que su muerte en el lejano Jerusalén estaba probada.
Cuenta la leyenda que siete de sus discípulos recogieron el cadáver y se embarcaron junto con el can del apóstol en una nave de piedra sin timón, que navegaría sin rumbo fijo hasta llegar a las bravas costas gallegas. Al desembarcar en ellas, los discípulos vencieron a dragones y monstruos y cristianizaron a la malvada gobernanta de aquellas tierras, la reina Lupa.
Los restos de Santiago habrían sido enterrados en Iria Flavia.Ya Martín Lutero, en el siglo XVI, aseguró que lo único que había en la ciudad de Compostela eran los huesos de un perro o de un caballo, pero ya nada podía detener el fervor de los peregrinos, necesitados como nunca de fe.
En el siglo XVI los piratas ingleses al mando de Francis Drake asaltaron La Coruña, lo que obligó al obispo San Clemente a esconder las reliquias del apóstol detrás del altar mayor. Allí permanecieron olvidadas los siguientes 300 años, un periodo en el que decayeron las peregrinaciones, hasta que en 1879 se encontraron las reliquias de nuevo y los forenses aseguraron que se trataba del apóstol y dos de sus seguidores. El entusiasmo volvió a despertarse y las peregrinaciones recuperaron su auge de antaño.
Curiosamente, Prisciliano también salió del olvido y la marginalidad gracias a científicos y estudiosos, que ya no temían la condena de la Iglesia.
Originario de una familia de Iria Flavia del siglo IV, el joven Prisciliano tenía inteligencia, don de gentes y de palabra y una gran cultura, que perfeccionó en la Universidad de Burdeos.Estaba llamado a ocupar un sillón entre los clérigos purpurados.
Fue en la ciudad francesa donde descubrió el cristianismo primitivo con tintes judaicos, maniqueos y orientales, y allí fundó una especie de comuna ascética donde se meditaba, se dejaba participar a las mujeres y no se prohibía el matrimonio entre clérigos, aunque se recomendaba la castidad. Además, Prisciliano condenaba la esclavitud y rendía culto a la naturaleza. Ni un milagro podría salvarle de las iras de curia eclesial
A su vuelta a Galicia, el éxito de sus doctrinas tomó unas proporciones enormes que se extendieron hasta Portugal y que inquietaban a la Iglesia oficial. Le acusaron de excesos sexuales, de celebrar orgías, de permitir que los clérigos llevaran el pelo largo, de que hubiera bailes en su liturgia.
CONDENA A MUERTE
Su elocuencia le salvó de la muerte una primera vez. Defendiéndose a sí mismo en un tribunal romano, logró convencer a la curia.Pero la fuerza con que se extendía su mensaje era imparable, y la desconfianza de sus enemigos también. Su suerte estaba echada
Su ejecución en el año 389 en Treveris fue ordenada por el emperador Teodosio. Constituyó la primera muerte de un cristiano a manos de otros cristianos. Se desencadenó entonces la persecución de anacoretas, vegetarianos, ascetas y todo lo que tuviera visos de priscilianismo.
Sus discípulos consiguieron llevar los restos hasta su Galicia natal por una ruta que luego seguirían los peregrinos de Compostela.Había nacido el Camino de Santiago, casi cuatro siglos antes de que empezara el primer peregrinaje oficial.
¿Quién está, entonces, en la catedral de Compostela, el santo llegado de Palestina o el hereje Prisciliano? Tal vez ni siquiera la ciencia pueda llegar a desvelarlo. El prestigioso forense José Antonio Lorente, director del laboratorio de identificación genética de la Universidad de Granada, ha rechazado en dos ocasiones analizar el ADN de las reliquias. Mientras no se tenga con qué compararlas no tiene mucho sentido hacer las pruebas.
A lo sumo, si se conociese el lugar de enterramiento de algún pariente de Prisiciliano, se podría determinar si los restos corresponden o no al hereje. Lo demás es leyenda. Y un camino por hacer hasta la Plaza del Obradoiro.
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Ramiro I "Vara de la Justicia".
La batalla de Clavijo y el "Milagro de Santiago".:
Ordoño I de Asturias..
Alfonso III "el Magno".
Historia del Reino de León.
Ramiro I "Vara de la Justicia".
Ramiro I era hijo del rey Vermudo I de Asturias. Su padre, que había subido al trono en el año 788 no duró mucho tiempo en el poder. Tres años después de ceñir la corona sufrió una dura derrota frente a los musulmanes de Hisham I, hijo de Abderramán I, en Burbia. No está muy claro si este fracaso militar convenció a Vermudo de que no estaba capacitado para reinar o si fueron los notables del reino los que le forzaron a hacerlo, pero el caso es que en el año 791 Vermudo I abdicó y volvió al retiro monacal. Murió unos años después, en 797.
Su hijo, Ramiro, era apenas un bebé, por lo que solo quedaba una elección posible, especialmente en los tiempos duros que las expediciones árabes de Hisham habían anunciado. El trono pasó a Alfonso II, que pasaría a la Historia con el sobrenombre de «el Casto», y que supondría un fundamental punto de inflexión en el reino de Asturias (ver colaboración dedicada a él en la revista Descubrir la Historia).
La subida al trono de Ramiro I:
Tras más de cincuenta años de reinado, falleció sin descendencia Alfonso II el Casto, aunque la fecha, e incluso el año (842 u 843) de su muerte, es objeto de polémica. Algunas fuentes apuntan a la posibilidad de que, ya durante los últimos años de su reinado, el futuro Ramiro I ostentase algún tipo de responsabilidad al frente del reino, apuntándose dos posibilidades: la asociación al trono por parte de Alfonso II al estilo visigodo o el gobierno directo sobre alguna parte del reino, muy probablemente Galicia. Según Cádiz Álvarez
Unos pocos documentos fechados en el período del reinado indican como “regnante” al príncipe Ramiro I, haciendo dudar sobre si este no hubiera esperado a la muerte de Alfonso II o, acaso, hubo una regencia o una asociación al trono, citándose incluso un período de gobierno de Ramiro en Galicia. Los documentos, en todo caso, son copias tardías de posibles originales […]. Nos hace plantearnos si hubo un golpe de estado de Ramiro, si reinaron juntos un período, o reinaron en distintos territorios luchando por el poder.
La imposición de la rama cántabra» en el trono de Asturias:
El reinado de Ramiro I fue relativamente breve (ocho años) pero muy intenso. Tras la muerte de Alfonso II fue designado (o confirmado) como sucesor. Los autores no se ponen de acuerdo sobre cuál debió de ser la relación entre Ramiro y Alfonso II. Para algunos, el trato entre ambos era muy amistoso, pues Alfonso debía su trono al padre de Ramiro, Vermudo I, que se lo había cedido en el año 792. Sánchez Albornoz señala que «fue el rey Diácono quien le dio (a Alfonso II) paso al solio regio. Y consta que el rey Casto agradeció tal gesto viviendo amicalmente con él (Ramiro) muchos años».
Otros, sin embargo, piensan que la sustitución en el trono de Vermudo por Alfonso no fue tan amigable, y que eso fue causa de enemistad entre el rey Casto y el hijo de Vermudo, y de los intentos de diversos nobles (posiblemente simpatizantes de la rama de descendientes de don Pelayo, extinguida con Alfonso II) de evitar la vuelta al trono de la rama procedente de Fruela Pérez.
Con la coronación de Ramiro I se consolidó la pertenencia del trono a la descendencia de Fruela Pérez frente a la extinguida línea de su hermano Alfonso I y, por tanto, del primer rey asturiano don Pelayo.
La rebelión de Nepociano:
Ramiro, que tendría unos cincuenta años cuando falleció Alfonso, había enviudado de su primera esposa Urraca (que le había dado un hijo, el futuro Ordoño I), por lo que había decidido volver a casarse. Pero cuando abandonó Oviedo para buscar una esposa en Bardulia, se produjo el intento de hacerse con el poder por parte de un hombre llamado Nepociano, según unas fuentes cuñado de Alfonso II, aunque lo más probable es que fuese algún pariente vascón de la madre del fallecido rey. Nepociano fue proclamado rey con apoyo de parte de la nobleza asturiana y vascona, y también de Castilla, según se deduce de la cédula de la reclamación presentada ante él por un tal Rebelio, que fue resuelta por Nepociano, cuyo dictamen fue obedecido.
Por su parte, Ramiro buscó ayuda de la nobleza gallega (por eso hay quien sostiene, como hemos visto, que ya gobernaba esa zona antes de la muerte de Alfonso II). Ambos ejércitos se enfrentaron en la zona de Cangas del Narcea y Nepociano fue derrotado, al parecer porque el ejército que había levantado se negó a combatir por él. Huyó del campo de batalla, pero fue capturado en Piloña, cegado y encerrado en un monasterio. Desde allí siguió conspirando para que otros nobles lucharan por él, pero serían ferozmente perseguidos por Ramiro. Hay quien cita a Nepociano entre la lista de reyes de Asturias.
Destacan las crónicas del reinado de Ramiro que «a los ladrones les sacó los ojos y puso fin, por el fuego, a los brujos. Y sujetó y exterminó rápidamente a los que tiránicamente se le rebelaron». Esta última mención no solo se refiere a Nepociano, sino a intentos posteriores de los condes Aldoroito y Piniolo de hacerse con el trono, según algunas versiones con el apoyo de Nepociano. Aldoroito siguió la misma suerte que este (fue cegado), pero a Piniolo le esperaba un destino mucho más cruel: él y sus siete hijos murieron por orden del rey.
La mención de las crónicas a los brujos seguramente hace referencia a los sacerdotes que seguían practicando ritos de religiones paganas prerromanas que pervivirían en Asturias, a los que parece que Ramiro ordenó ejecutar en la hoguera, aunque no existen detalles sobre actuaciones concretas del rey en tal sentido.
La batalla de Clavijo y el "Milagro de Santiago".:
Leyenda o realidad, o parte y parte*, los hechos referidos sobre la batalla de Clavijo han marcado una profunda huella en la historia de España.
Clavijo, enclave que se encuentra a 17 kilómetros de Logroño, ha sido considerado como uno de los lugares más emblemáticos de la Reconquista Española. En dicho emplazamiento crónicas medievales hacen referencia a una de las batallas más carismáticas de la cruzada peninsular, no tanto por la táctica, como por la aparición de Santiago Apóstol al Rey Ramiro primero.
El Rey Ramiro primero de Asturias, se niega a conceder el Tributo de las Cien Doncellas a Abderramán III, con lo que rompe con la neutralidad que el impuesto brindaba. La negativa de la entrega anual de 100 mujeres jóvenes cristianas a los moros a cambio de la paz, es el motivo del conflicto.
Después de un desastroso primer encuentro, los cristianos quedaron en una situación muy difícil; pero tuvieron la capacidad de retirarse sin llegar a sufrir una derrota definitiva. Durante la noche, el rey Ramiro tuvo una visión del Apóstol Santiago; en esta el apóstol le prometió al monarca su ayuda cuando reanudara la lucha. Al día siguiente, al reanudarse los combates, los caballeros cristianos vieron como un impetuoso guerrero —cabalgando sobre un caballo blanco— se unía a la vanguardia de las tropas leonesas, y les lideraba hasta conseguir una inesperada y contundente victoria. Al acabar los combates el caballero blanco desapareció sin que se le hubiera reconocido ni se le pudiera dar las gracias por su intervención. El rey Ramiro inmediatamente pensó que ese caballero era Santiago apóstol.
Muy agradecido por el auxilio, Ramiro primero estableció el Voto de Santiago. Éste consistía en la realización de un juramento por el que a partir de entonces el ejército del rey reservaría al apóstol una parte del botín que se obtuviese de los moros en todas las batallas que se celebrasen. Esto suponía considerar a Santiago como un caballero más. Además de simbolizar el agradecimiento por la ayuda recibida en la Batalla de Clavijo, el Voto podría entenderse como una especie de precedente de los actuales bonus que se les da a los directivos de empresa por haber conseguido determinado nivel de beneficios; pues al incluírsele en el reparto del botín se promovía ulteriores apariciones del Santo en los escenarios bélicos. La instauración de tan singular Voto motivó que —como es lógico en todo personaje noble, más aún si es “santo— Santiago se encariñara con los castellano-leoneses; hasta el punto de prodigar a partir de entonces sus apariciones salvadoras. Según distintas crónicas, el apóstol prestó su providencial brazo en otras batallas contra infieles. Se cree que se trató de Santiago el caballero desconocido que sorpresivamente ayudó a los cristianos durante los asedios de las ciudades musulmanas de Coímbra (Portugal) y Mérida. También se cree que fue Santiago el caballero blanco que tuvo una brillante actuación durante la batalla de Simancas; aunque en esa ocasión estuvo acompañado por otro caballero desconocido, que por algunos indicios se identificó con su homónimo “castellano”: San Millán.
Las intervenciones del santo en las batallas le valieron el justificado apelativo de “Matamoros”. En el siglo XVI, no habiendo ya infieles que matar en la Península, Santiago se decidió a “hacer las Américas” con Los Conquistadores, auxiliando a Hernán Cortés. Dado que el Santo sólo hacía fugaces apariciones durante el combate y no se quedaba hasta el reparto del botín, se decidió que el obispo de Santiago de Compostela —en nombre del Apóstol— recogiera su parte.
Para renovar el acuerdo de asistencia militar, el cumplimiento del voto se viene realizando hasta nuestros días cada 25 de julio —día de Santiago—en una solemne ceremonia. En los siguientes siglos los ejércitos españoles conquistaron América y grandes territorios de Asia y África, dominando los campos de batalla europeos durante los siglos XV, XVI y buena parte del siglo XVII; tal éxito motivó que a Santiago se le ampliase el patronazgo, nombrándosele patrón de España.
Posteriormente, con la intención de extender el auxilio del Apóstol a toda clase de necesidades y estabilizarlo, se decidió la sustitución de la parte del botín guerrero por un diezmo adicional de la cosecha de cereal. Este diezmo también suponía un gasto variable; pues dependía de la meteorología sobre la que debería de influir el Santo. Al patrón Santiago le aportaba la seguridad de una periodicidad anual, independientemente de que hubiera guerras y posibles botines. El nuevo impuesto se añadía a las primicias (la entrega de los primeros frutos) que ya le correspondían a los templos consagrados de cada circunscripción. En vista de que el Voto se cobraba en las parroquias situadas entre Galicia y La Rioja, una enorme cantidad de cereal enriqueció durante siglos a la diócesis compostelana, contribuyendo a financiar las maravillas arquitectónicas y ornamentales que se disfrutan la ciudad de Santiago de Compostela (La Coruña).
El Voto perduró hasta 1812; cuando las Cortes de Cádiz abolieron éste y otros privilegios del Antiguo Régimen. Aún así, Santiago permanece actualmente como Patrón de España y cada año se celebra una solemne ceremonia en la catedral dedicada a él en la ciudad compostelana.
Texto de Ignacio Suarez-Zuloaga.
La mítica batalla de Clavijo:
Narra la Crónica rotense que «con los sarracenos tuvo dos guerras, pero con la ayuda de Dios salió siempre vencedor», aunque las fuentes árabes no hacen referencia a otro enfrentamiento diferente de una aceifa sobre León en los años 845-846 y otra sobre Álava en el año 848 sin que conste el resultado. Relatos posteriores datan, en el año 844, en la zona de La Rioja, una batalla teñida de detalles sobrenaturales cuya veracidad el tiempo se ha encargado no solo de poner en duda, sino de hacer que se pueda afirmar que nunca se llegó a producir en los términos en que se narró: la batalla de Clavijo. Se trataría, según una crónica del siglo XII, de un enfrentamiento en la zona de Nájera entre Ramiro I y un enorme contingente musulmán que obligó al rey asturiano a refugiarse en el castillo de Clavijo. Allí, según la leyenda, se le apareció el apóstol Santiago anunciando la victoria del ejército del reino asturiano contra el infiel y, participando en su caballo blanco, como Santiago Matamoros. El rey instituyó en agradecimiento el llamado «voto de Santiago», que obligaba a los cristianos a peregrinar a Santiago de Compostela. No es de extrañar que se atribuya a una mítica batalla el final de una no menos mítica costumbre: el tributo de las cien doncellas.
Ataques vikingos:
Durante el reinado de Ramiro I se produjo el desembarco de una fuerza normanda (vikinga), que algunas fuentes cifran en ciento quince barcos y unos cinco mil hombres, primero frente a la costa de Gijón (que abandonaron, no se sabe si por contar con fuertes defensas o por carecer de interés para ellos lo encontrado) y luego en el faro Brecantino (La Coruña). Rechazados allí por el ejército de Ramiro (parece que el rey no estuvo presente en el enfrentamiento), los normandos se dirigieron hacia el sur, a al-Ándalus, primero hacia Lisboa y, posteriormente, tras pasar por Algeciras, remontaron el Guadalquivir hasta Sevilla. Allí, causaron grandes daños durante casi un mes y medio, fueron rechazados por los musulmanes de Abderramán II en la batalla de Tallades y volvieron a sus tierras, aunque un grupo de ellos, al parecer, tendría un curioso final, pues se asentaron en la zona y se dedicaron a la ganadería y a la producción de queso.
– Joyas del arte prerrománico:
Si por algo destaca especialmente el reinado de Ramiro I es por la construcción de grandes obras arquitectónicas del estilo conocido como prerrománico, al que en honor de este monarca se denomina también «arte ramirense». Se trata de Santa María del Naranco, construida como palacio o con otros fines ajenos al religioso y, posteriormente, consagrada como iglesia, y de la iglesia de San Miguel de Lillo, en Oviedo. Algunas fuentes le atribuyen también la construcción de la iglesia de Santa Cristina, en Pola de Lena, aunque la mayoría cita como su impulsor a su hijo Ordoño I.
Muerte y sucesión de Ramiro I:
Ramiro I falleció en el año 850, tras ocho años de convulso reinado, como hemos visto. A su muerte le sucedió su hijo Ordoño I, cuyo reinado estaría plagado de enfrentamientos con diversos enemigos… pero esa es otra historia.
Ordoño I de Asturias..
(Oviedo, 821 - 866) Undécimo rey de Asturias (850-866) que amplió notablemente las fronteras del reino. Hijo del monarca asturiano Ramiro I y de la primera esposa de éste, pasó los primeros años de su vida en Oviedo, en la corte del protector de su padre, el también monarca Alfonso II el Casto. Ordoño, en su calidad de hijo primogénito, debió ocupar una posición destacada desde su nacimiento, puesto que el mencionado Ramiro probablemente desde su juventud fue asociado al trono y el rey Casto expresó en diversas ocasiones su deseo de que, a su muerte, éste ocupara su trono, puesto que no tenía descendientes, a pesar de que hasta ese momento la corona había conservado su carácter electivo.
En el año 830, tras el nombramiento de Ramiro como gobernador de Galicia, Ordoño, que contaba en aquel tiempo nueve años, acompañó a su familia a tierras gallegas. Instalada la corte del gobernador en Lugo, fue en esta ciudad donde Ordoño completó su educación e inició su formación militar, donde muy pronto destacó por su habilidad en el manejo de las armas.
Durante los años siguientes la vida de Ordoño debió de ser cómoda en Galicia, ya que su padre, lejos de encontrar oposición a su gobierno, formó un sólido grupo de colaboradores, los cuales le dieron prueba de su lealtad posteriormente. Ordoño, desde su adolescencia, debió de acompañar a su padre, probablemente con el fin de familiarizarse con el funcionamiento de las distintas instituciones y sobre todo en los complicados engranajes que conformaban la vida de la corte.
Así, su padre le encomendó que se hiciera cargo de las funciones de gobernador mientras él acudía a las Vardulias en el año 842, para contraer matrimonio con la que sería su segunda esposa, Paterna. Mucho cambió entonces la vida del joven, puesto que poco tiempo después se conoció la noticia de que Alfonso II había muerto en Oviedo, por lo que todo parecía indicar que la proclamación de Ramiro sería inminente.
Desafortunadamente para Ramiro, el encontrarse alejado de la corte en el momento del fallecimiento del monarca estuvo a punto de truncar sus aspiraciones, ya que un noble llamado Neopocioano, contando con el apoyo de un grupo de notables, se hizo proclamar rey de Asturias. Ordoño debió de participar en las tareas para organizar el ejército que su padre pretendía utilizar en contra de Neopociano, aunque no marchó junto a él, sino que se quedó en Galicia, ocupando el mencionado puesto de gobernador, puesto en el que fue confirmado ese mismo año, tras el advenimiento al trono de Ramiro I.
Firmemente asentado en Galicia como gobernador, a la edad de 26 años, en el año 847, Ordoño contrajo matrimonio con una noble de la región, posiblemente una hermana del conde del Bierzo, Gatón, llamada Muniadona o Muña. Dicho matrimonio tuvo una abultada descendencia, ya que según ha quedado registrado en diferentes crónicas, Ordoño fue padre en al menos seis ocasiones; entre sus descendientes, destaca por su importancia su hijo primogénito, el futuro Alfonso III el Magno.
El 1 de enero del 850 murió Ramiro I en Oviedo, tras ocho años de reinado, siendo sucedido por su hijo Ordoño, el cual fue el primer monarca asturiano en heredar el cargo, sin previa elección. Poco después de su proclamación tuvo que hacer frente a una sublevación de los vascones, los cuales contaron al parecer con el apoyo de los Banu Qasi. Ordoño I logró someter a los rebeldes, aunque cuando se encontraba de regreso a Oviedo recibió la noticia de que un ejército musulmán tenía intención de atacar la región de las Vardulias. Dicho ejército no logró su propósito y se vio obligado a regresar a al-Andalus, tras ser frenado por Ordoño a orillas del Ebro.
A pesar de sus victorias, la situación no mejoró, ya que tras estas campañas el gobernador de Zaragoza, Musa ibn Musa (800-862), decidió construir una fortaleza en la ciudad de Albaida, actual Albelda, la cual suponía un enorme peligro para los intereses de Ordoño, ya que los siempre levantiscos vascones podrían aprovechar la circunstancia para unirse a los Banu Qasi en su contra. Rápidamente reorganizó el monarca su ejército y se dirigió a la fortaleza. Tras levantar su campamento en los alrededores de la mencionada ciudad, comenzó su asedio. Musa ibn Musa acudió rápidamente en auxilio de sus hombres, pero tras una dura batalla tuvo que retirarse mal herido y la ciudad fue arrasada.
No hay duda de que la compleja situación política que se vivió en al-Andalus en aquellos años fue hábilmente aprovechada por Ordoño I, el cual emprendió importantes campañas para acrecentar sus dominios. En el año 854, tras producirse la sublevación de Toledo, no tardó en enviar un ejército en su auxilio, el cual fue dirigido por su cuñado el conde del Bierzo, Gatón, aunque la campaña no obtuvo el éxito que éste esperaba, ya que el propio emir cordobés, Muhammad I (823-886), acudió para sofocar la rebelión, derrotando a los ejércitos toledanos y asturianos en la batalla de Guadalete.
A pesar de lo que afirman las crónicas musulmanas, las pérdidas de los cristianos no debieron ser tan elevadas, ya que el conde del Bierzo participó en importantes campañas poco después y Toledo conservó su independencia. Pero no todo fueron derrotas para los ejércitos de Ordoño, ya que poco tiempo después de este incidente, Ordoño organizó varias expediciones que tuvieron un notable éxito. Inició una incursión por tierras de al-Andalus, llegando a ocupar ciudades como Salamanca o Coria, donde tomó prisionero a su gobernador y ordenó a algunos de sus hombres de confianza que reconstruyesen las murallas de importantes ciudades, que aunque habían sido reconquistadas en tiempos de Alfonso I de Asturias, no habían sido pobladas, como es el caso de Tuy, Astorga, León o Amaya.
Muhammad I intentó castigar la audacia del rey cristiano y envió dos expediciones sucesivas en su contra en el año 862 y el 863. En la segunda, los ejércitos musulmanes penetraron por la zona de Álava y la primitiva Castilla y atacaron la región de Miranda, tras lo cual fueron sorprendidos por los ejércitos de Ordoño, que cortaron su retirada hacia el sur. Probablemente en Pancorvo tuvo lugar una sangrienta batalla, que debió tener consecuencias desastrosas para los cordobeses, ya que éstos no iniciaron ninguna expedición el año siguiente (864). El emir logró enviar años después un ejercito, formado por soldados de toda al-Andalus, que destruyó la fortaleza cristiana de Frías.
No se vio libre tampoco Ordoño de los ataques de los piratas normandos, que entre los años 858 y 861 realizaron numerosas incursiones en la Península Ibérica; intentaron atacar las costas gallegas y fueron rechazados por el conde Pedro. Durante los últimos años de su vida, Ordoño no pudo participar activamente en las campañas defensivas llevadas a cabo contra los musulmanes, aunque su círculo de colaboradores siempre tuvo muy en cuenta las opiniones del monarca. Enfermo de gota, su salud se fue debilitando poco a poco, hasta que murió a la edad de 45 años. A su muerte el trono asturiano fue ocupado por el Alfonso III el Magno.
Alfonso III "el Magno".
Alfonso III el Magno, el último rey asturiano, ¿o el primero de León.
Su llegada al trono fue muy accidentada puesto que, entre algunos de los hombres influyentes del reino no se entendía que la corona fuera aún hereditaria sino electiva.
El motivo de reflexión de este capítulo se establece en torno a la figura de Alfonso III el Magno que se hizo cargo del reino de los astures o Reino de Oviedo a la muerte de su padre, acaecida en los alrededores de mayo del año 866, por lo que podemos deducir que sería en el mes de junio cuando asentaría su dominio sobre el reino.
Alfonso era hijo de Ordoño primero y de su esposa la reina Nunia o Nuña. Su llegada al trono fue muy accidentada puesto que, entre algunos de los hombres influyentes del reino no se entendía que la corona fuera aún hereditaria sino electiva. Finalmente, después de bastantes problemas y algunos enfrentamientos entre esos nobles aludidos que unos le apoyaban y otros todo lo contrario, consiguió ser aceptado como rey. Tenía entonces 14 años y ante sí un largo y fructífero reinado de más de cuatro décadas.
Sus principales objetivos se fijaron, de inmediato, en la extensión de las fronteras de su reino, tanto hacia el Sur como hacia el este, donde se encontraría, ya al año siguiente de su coronación, con algunos problemas, por rebeliones de los vascos que, no obstante, ante la llegada del rey que se acercó a combatirlos se mostraron de lo más sumisos, hasta el hecho de entregar a su caudillo Eylo que fue llevado a Oviedo cargado de cadenas. No deja de ser un dato y una reacción curiosa por parte de unos sublevados.
Sus enfrentamientos con los musulmanes fueron prácticamente todos coronados por el éxito, destacando la denominada batalla de Polvoraria, un lugar que se localizaría en tierras de Zamora, en la confluencia del Órbigo y el Esla. De hecho, hay varios pueblos que tienen hoy el apellido de la Polvorosa.
Otros combates y problemas varios tuvo además con los enemigos del Sur pero fue un hábil negociador y consiguió, por momentos, hasta dividirlos puesto que llegaba a pactos con algunos para que se enfrentaran entre ellos o sirvieran como apoyo a sus tropas en el combate. No obstante, los musulmanes veían peligrar su hegemonía en las tierras leonesas, por lo que intentaron una y otra vez combatir a Alfonso llegando, en algunas ocasiones, hasta Astorga e intentando incluso atacar al reino por el norte, para lo que construyeron una flota cuya misión sería la de atacar desde Galicia. Por suerte(ya se sabe que en aquellos momentos muchas cosas eran atribuidas a la divinidad o a los santos protectores), en una tormenta, las naves se vieron, en su mayoría destruidas.
Otro de sus objetivos principales fue la repoblación. En las tierras del sur de Galicia, la misma se hizo con ricoshombres gallegos, especialmente en lo que se había denominado, ya en la época romana, la Galicia bracarense, alrededor del convento jurídico de Braga. La del norte, como hemos señalado ya alguna vez, se denominaba Lucense, por Lucus Augusti (Lugo).
La franja central de su reino fue repoblada de manera prioritaria con mozárabes, política que seguirá más adelante en sus descendientes, destacando, en este sentido, la labor repobladora de Ramiro II, su nieto. Hay que señalar que, en esta zona, también se establecieron numerosos astures trasmontanos; seguramente, muchos de los cuales, por cierto, serían descendientes de los que tuvieron que huir al norte con la llegada de los musulmanes con la caída de los visigodos.
La zona más al este, la denominada Bardulia, será repoblada especialmente con vascos y otros pueblos de la zona. Con el tiempo, esto será el origen de Castilla. Por cierto, que, para confirmarlo, aún hoy hay pueblos que mantienen este nombre de Vascones.
Y, a este respecto, una curiosidad: cuando en las tierras de León (y cuando digo León no hablo solo de la provincia, como se suele hacer minimizando la extensión del Reino…) aparecen pueblos con el nombre de Castellanos; se entiende, entonces, claramente, que el resto no lo son, simple deducción que hasta el más torpe comprendería
Pero volvamos a nuestro Alfonso y a la teoría mantenida por muchos historiadores de que debería ser considerado como el primer soberano del Reino de León.
Es fácil suponer que, en este afán de extender su reino hasta la línea del Duero, como acabamos de señalar, el rey decidiera que sería mejor establecerse en un lugar suficientemente seguro sin tener que refugiarse, cada vez que se replegaba, más allá de las montañas que protegían su capital, Oviedo. ¿Y cuál podría ser el lugar ideal para hacerlo?
Fácil de deducir: el solar de la antigua Legio, con el prestigio aún de la capitalidad de las legiones romanas que defendían la península ibérica, contaba con recias murallas que vendrían bien en caso de ataque y, por si esto fuera poco, mantenía en pie algunos edificios que podrían ser utilizados como palacios reales, caso concreto de las Termas que sirvieron para tal uso hasta la época de Ordoño II que tras la batalla de Castromoros, las cedió a la iglesia para construir la primera catedral de la urbe regia.
De hecho, se sabe, por determinados documentos, que el rey residió en León muy a menudo y durante largas temporadas, y, ¿quién podría dudar de que el traslado de la corte era evidente cuando en León se asentaban ya tanto el Consejo de Gobierno como el Tribunal de Justicia, verdaderos instrumentos del poder real?
Y llegamos, en este apretado resumen, al momento final de su vida. Los problemas que Alfonso había tenido para hacerse con el trono, se reproducen en esta situación; pero, en este caso, lo lamentable es que sean sus hijos, especialmente el mayor, García, los que se subleven contra el padre y se repartan sus territorios.
García, el mayor, se coronará rey de León, siendo subordinados a él sus otros hermanos. Ordoño se quedará con Galicia, aunque la muerte de García (4 años más tarde) le traerá muy pronto a León. Ordoño muere diez años más tarde y llegará Fruela que se había mantenido tranquilo en Asturias; mas solo será rey de León durante un año y dos meses, falleciendo seguramente de lepra.
Los tres hermanos recluyen pues a su padre en Boides, un pueblecito cerca de un convento fundado por el propio Alfonso, San Salvador de Valdedios. Pero el gran Alfonso, aunque obedeciendo a las circunstancias, no parece resignarse a permanecer inactivo.
Hace una peregrinación a Santiago y, contando con el beneplácito de sus hijos, conseguirá de estos un último deseo: hacer una incursión guerrera, que además resultó exitosa, por tierras de Mérida Así llegamos al 20 de diciembre de ese 910 en el que, volviendo de esa su última campaña, murió en la medianoche de dicho día, en la leonesa Zamora. Todos estos acontecimientos que, en muchas ocasiones se han ocultado, se pueden confirmar incluso en la documentación elaborada por los historiadores musulmanes.
Es curioso, chocante y hasta injusto, a pesar de lo dicho, la forma en la que pasó a la otra vida este gran rey que había extendido la frontera hasta el Duero y por momentos hasta el Mondego (Coímbra), siendo capaz, en varias ocasiones, de derrotar a un enemigo mucho más fuerte que él.
Sería enterrado, en un principio, en la catedral de Astorga, aunque su cuerpo, temiendo, unos años más tarde, la llegada de Almanzor, fue trasladado, junto con el de su esposa, a la catedral de Oviedo.
Texto: Hermenegildo López González
La cultura en la época de Alfonso III el Magno.
Convocó el segundo Concilio ovetense en el 893.
Mandó elaborar la Cruz de la Victoria, que figura en la actual bandera de Asturias, convertida en símbolo del Principado. La joya fue hecha por orfebres procedentes del reino franco. Ordenó su elaboración a principios del siglo X, como donación a la catedral de San Salvador. Hoy se guarda en la Cámara Santa de la Catedral de Oviedo y una copia cuelga del puente de Cangas de Onís.
El hallazgo del sepulcro de Santiago convierte a Compostela en la segunda sede apostólica después de Roma, con autoridad sobre clérigos de otros reinos y condados cristianos. Santiago se convierte en destino de peregrinos, verdaderos transmisores de cultura.
Con respecto al arte asturiano, durante el reinado de Alfonso III el Magno se da la llamada «etapa postramirense» de la arquitectura prerrománica asturiana, con edificios de la importancia de San Salvador de Valdediós, Santo Adriano de Tuñón y la basílica de Santiago de Compostela.
Ordenó la redacción de tres crónicas en las que rehace la historia presentando al reino de Asturias como el heredero del reino visigodo:
La Crónica albeldense (c. 881).
La Crónica profética. (c. 883)
La Crónica de los reyes visigodos o Crónica de Alfonso III (c. 911).
Historia del Reino de León.
Introducción:
De todos los reinos medievales de España, en la actualidad, el leonés es el más desconocido y olvidado. Para comprobar este extremo no hace falta más que echar una ojeada a cualquier libro de texto del país o incluso a cualquier manual generalista de historia de España.
Este olvido es más sangrante si observamos que el león heráldico ocupa el segundo cuartel del escudo nacional. Es decir, es considerado el segundo reino en importancia, tan solo por detrás de Castilla.
El reino de León existió al menos desde el año 910 hasta 1230. Durante la mayor parte de ese tiempo fue el principal poder político de la Península.
En su seno tuvieron lugar hechos muy relevantes. Allí surgieron las leyes escritas con validez para todo un reino (1017) o nacieron de las Cortes (1188). En este artículo pretendemos dar un rápido vistazo a la historia del reino de León.
Su existencia va indisolublemente unida a la ciudad homónima. La ciudad de León nació como campamento militar de las Legios romanas sexta y séptima.
Para comprender mejor el origen del Reino de León, tenemos que situarnos en la época de los Visigodos, antes de la invasión musulmana del 711.
León bajo el dominio visigodo (585-711):
Los visigodos mantuvieron la división administrativa del reino suevo. Respetaron la provincia de Gallaecia, compuesta a su vez por los diferentes conventus jurídicos (Asturiense, Bracarense y Lucense).
Al frente de cada provincia había un dux (o duque), cuyas funciones eran eminentemente militares, aunque acabarán teniendo también competencias fiscales y judiciales.
De la provincia de Gallaecia se acabó desgajando el llamado ducado Asturiense, creado entre 653 y 683, y cuya capital fue Astorga. Esta ciudad además es la única sede episcopal en toda la Asturia de la que tenemos constancia en este periodo.
La importancia del fuero juzgo:
Uno de los grandes avances del reino visigodo, y que tendrá una enorme repercusión para el futuro reino de León, fue la promulgación del “Liber Iudiciorum” (Libro de los Jueces) en el año 654 por el rey Recesvinto.
Este corpus legislativo unificó las leyes para toda Hispania, fusionando el Derecho romano y el germánico. El libro recibió múltiples nombres a lo largo de su historia. Fue denominado “Liber Iudicum”, “Fuero Juzgo”, “Liber Gothorum”, “Libro Juzgo de León” o simplemente “Libro de León”.
Estas dos últimas denominaciones se deben a que fue recuperado como legislación básica del reino asturleonés en el siglo IX. Y siguió funcionando como tal a lo largo de toda la existencia del reino de León, incluso después de la unión con Castilla en 1230.
Tras incorporar el reino suevo, y expulsar a los bizantinos asentados en el sur, los visigodos lograron unificar Hispania bajo su mando, aunque constantemente tuvieron que hacer frente a las rebeliones de ástures, cántabros y vascones. La capital visigoda fue Toledo, en el centro mismo de la península.
La invasión musulmana y los inicios del reino de los ástures:
En el año 711 los musulmanes cruzan el Estrecho, y en un avance militar fulgurante completan la conquista de la península en pocos años. La intención de los invasores era expandir su fe por toda Europa, pero fueron detenidos por Carlos Martel en la batalla de Poitiers (732).
Mientras tanto, en torno al año 722 ya se había iniciado la resistencia cristiana en las montañas de los Picos de Europa. Comenzó tras la victoria de Covadonga capitaneada por Pelayo.
Nacía así el llamado reino de Asturias, si bien las crónicas de la época lo llamaron el reino de los ástures. Este reino acabó expandiéndose hacia el sur, aprovechando los momentos de debilidad del emirato de al-Ándalus.
En la época de Alfonso II (791-842) se descubrió la supuesta tumba del apóstol Santiago, que se convirtió en un destino religioso para peregrinos procedentes de toda Europa. Este rey también restableció el Liber Iudiciorum y asentó la capital definitivamente en Oviedo.
Del reino de los ástures al reino de León (910):
Durante el reinado de Ordoño I las conquistas se extendieron por la submeseta norte, llegando hasta la ciudad de León. Esta debía conservar sus murallas romanas casi intactas.
No ha de extrañar que los monarcas asturianos pasaran en ella cada vez temporadas más largas. Alfonso III (866-910) conquistó la estratégica ciudad de Zamora, llevando la frontera hasta el Duero.
Su hijo García I (910-914) trasladó la corte a León, que sería la capital del reino hasta 1230. Este traslado es aprovechado por los historiadores para fijar el final del reino de Asturias y establecer el comienzo del reino de León.
Sin embargo es una clasificación totalmente arbitraria que ni siquiera aparece recogida en las crónicas de la época: los reyes, la dinastía, las instituciones, etc. seguían siendo los mismos, y no se percibió ningún tipo de ruptura.
Ordoño II y Ramiro II:
García fue sucedido por su hermano Ordoño II (914-924), quien realizó incursiones tan profundas en al-Ándalus que hasta las lejanas ciudades de Badajoz y del Algarve portugués se vieron obligadas a fortificarse.
Tuvo que hacer frente al emir Abderramán III, que se proclamaría califa en el año 929. Ordoño obtuvo grandes victorias, como la de Castro Moros (San Esteban de Gormaz), pero también sufrió derrotas como la de Valdejunquera (920), a pesar de haberse aliado con el pequeño reino de Pamplona.
Las guerras civiles en el Reino de León:
Tras la muerte de Ordoño II se sucedió una época de guerras civiles en el reino leonés. Esta etapa finalizó en el 931, con la subida al trono de Ramiro II (931-951).
Este monarca centró sus esfuerzos en Toledo, tomando varias poblaciones para establecer un cerco sobre la antigua capital visigoda. Una de estas poblaciones fue Magerit, la futura Madrid.
Se fueron sucediendo las victorias y las derrotas entre cristianos y musulmanes. Harto de esta situación, Abderramán III proclamó la yihad en el año 939.
Reunió además al ejército más grande de la historia de al-Ándalus. Un total de 100.000 infantes y un número indeterminado de soldados a caballo. Probablemente se disponía a borrar del mapa al reino de León, o al menos su capital.
Pero la suerte le fue adversa y Ramiro lo venció en la localidad vallisoletana de Simancas, a pesar de estar en una clara inferioridad numérica.
Los musulmanes acabaron huyendo para ser nueva y definitivamente derrotados en Alhándega, donde Ramiro II estuvo a punto de capturar al mismísimo Abderramán III.
Estas victorias supusieron una ampliación de fronteras del reino de León, ya que inmediatamente se cruzó el Duero y se llegó hasta el Tormes, repoblándose poblaciones como Salamanca o Baños de Montemayor.
A esta campaña le sucedió un tiempo de paz, aunque poco después se reiniciaron las hostilidades. Ramiro II todavía obtendría otra victoria en Talavera (950), aunque en enero del año siguiente renunció al trono para morir poco después.
Medio siglo de desastres:
Tras la muerte de Ramiro II y de su hijo Ordoño III se sucedieron los desastres para el reino leonés. Los principales se debieron a guerras civiles, como la que enfrentó a Sancho I contra Ordoño IV o a Ramiro III contra Bermudo II.
Estas circunstancias provocaron que los monarcas y los condes buscasen la paz con el califato de Córdoba, comprometiéndose al pago de tributos.
Además los vikingos acosaron las costas del reino en el año 968, aunque ya habían realizado otras incursiones desde mucho tiempo atrás. La diferencia fue que en esta ocasión saquearon toda Galicia y se establecieron allí durante tres años, llegando incluso a Tierra de Campos.
Las campañas de Almanzor:
Por si fuera poco en el último cuarto del siglo X comenzó a descollar en al-Ándalus la figura de Almanzor, hayib o primer ministro de Hisham II que trató de atacar a las principales ciudades del reino leonés.
Al principio no le sonrió el éxito, pero a raíz de la guerra civil entre Ramiro III y Bermudo II (982-985) sus campañas se convirtieron en auténticos paseos militares.
Así, destruyó ciudades tan importantes como Salamanca, Zamora, León, Astorga, Santiago de Compostela, Pamplona, Barcelona, etc.
De todas formas sus victorias fueron fútiles, porque a diferencia de al-Ándalus los reinos cristianos se caracterizaban por su ruralidad, por lo que la destrucción de las ciudades no supuso su derrota.
Tras la muerte de Almanzor (1002) y de sus hijos (1008) al-Ándalus se dividió en multitud de reinos de Taifas, y el reino de León se recuperó con rapidez.
Alfonso V y el Fuero de León (1017):
Alfonso V (999-1028) sucedió a su padre, Bermudo II, siendo apenas un niño. Durante la minoría de edad estuvo a merced de las decisiones de su madre y de los principales nobles. Pero en cuanto pudo se deshizo de las ataduras y según el cronista musulmán Ibn Jaldún “reemplazó a los condes por personas que le eran devotas”.
Tuvo que sofocar algunas rebeliones y combatir en persona contra una nueva oleada vikinga. En esta ocasión estuvo dirigida por Olaf Haroldsson, futuro rey y santo con el nombre de San Olaf.
Poco después, para facilitar la reconstrucción y el repoblamiento de la capital promulgó el llamado Fuero de León. Concedía una serie de concesiones y privilegios para sus habitantes.
Este Fuero fue copiado y versionado por toda Hispania y además incluía una serie de ordenamientos para todo el reino. Convirtió a León en pionero en asuntos legislativos. Alfonso V murió tempranamente al recibir un flechazo durante el cerco de Viseo (Portugal).
Bermudo III y Fernando I:
A Alfonso V le sucedió su hijo Bermudo, de corta edad. Tuvo la mala suerte de coincidir en el tiempo con Sancho Garcés III de Pamplona, un rey que fue haciéndose con Castilla y otros condados leoneses.
Con el tiempo, Bermudo III recuperó gran parte del terreno perdido, si bien tuvo que aceptar a Fernando, el hijo menor de Sancho Garcés, como conde de Castilla. Quizás para eliminar tiranteces este Fernando fue casado con Sancha, la hermana de Bermudo, y en sus documentos siempre reconoció a su cuñado como su rey y señor.
Contra lo que se suele decir, Fernando nunca se declaró rey de Castilla, ni recibió tal título de su padre. En cualquier caso, al poco tiempo los dos cuñados llegaron a las armas.
En la batalla de Tamarón (1037) Fernando se impuso a Bermudo, que falleció en la contienda al acometer prácticamente en solitario a las tropas enemigas.
Fernando I (1037-1065), infante pamplonés y conde Castilla, se hizo así con el reino de León gracias a su esposa doña Sancha. La consignaría siempre en sus documentos como portadora de la legitimidad dinástica.
Tardó varios años en pacificar el reino, ya que al principio no fue recibido con simpatía por los leoneses.
Mientras tanto, el califato de Córdoba había desaparecido y se había dividido en las taifas, docenas de pequeños reinos que comenzaron a guerrear entre sí.
Esta situación benefició a los reinos cristianos. Aprovecharon la ocasión para imponerles las parias, es decir, tributos en oro a cambio de ayuda militar o sencillamente por seguir permitiendo su existencia.
Nuevas conquistas y amplios territorios:
León seguía destacando en la Península por la amplitud de sus territorios, pero además Fernando I los amplió con nuevas conquistas en el norte de Portugal y al este de Castilla, e incluso recuperó algunas comarcas castellanas que todavía estaban en manos pamplonesas.
El oro que recibía de las taifas le sirvieron para embellecer el reino con construcciones como la basílica de San Isidoro (cuyo cuerpo se trasladó desde Sevilla a León) y el Panteón de los Reyes.
Antes de morir Fernando decidió dividir el reino entre sus tres hijos varones. Al primogénito, Sancho, le entregó Castilla, es decir, el condado que había recibido de su padre.
Al segundo, Alfonso, que según todas las crónicas era el hijo favorito, le concedió León, con el territorio más amplio y la capital del reino, lo que le situaba en una posición de preponderancia. Y al último hijo, García, le dio Galicia.
Con este reparto Castilla ascendía de condado a reino, si bien esta situación duraría apenas siete años.
Alfonso VI (1065-1109) y Urraca I (1109-1126):
Tras varios conflictos Sancho II se hizo con el control de los tres reinos en 1072, se coronó en León y desterró a sus hermanos. Pero su dicha duró poco, porque en octubre murió asesinado mientras asediaba Zamora, la ciudad que permanecía fiel a Alfonso VI.
A su muerte Alfonso regresó del destierro y fue reconocido como único rey por todos los nobles. García, muy impopular incluso entre sus súbditos gallegos, fue encarcelado de por vida.
Alfonso VI supo aprovechar muy bien las disensiones entre las taifas para lograr enfrentarlas, cobrarles parias e ir arrebatándoles territorio sin tener casi que arriesgar tropas.
Un súbdito que no supo comprender esta política fue Rodrigo Díaz, el Cid, cuyas torpezas y desaires al rey le valieron varios destierros a pesar de ser el principal militar de su época.
El principal logro de Alfonso VI fue la conquista de Toledo y toda su taifa en 1085. Este hecho provocó que los andalusíes llamaran en su ayuda al imperio almorávide. Los almorávides, integristas musulmanes subsaharianos que controlaba todo el norte y oeste de África, cruzaron el Estrecho y obligaron a replegarse a Alfonso, si bien fueron incapaces de recuperar Toledo.
El inédito reinado de una mujer en la Europa medieval:
A pesar de sus cinco matrimonios y de sus relaciones extramaritales Alfonso VI no tuvo ningún hijo varón que le sobreviviera. Así, a su muerte (1109) le sucedió su hija Urraca.
Hacía dos años que había quedado viuda al morir su marido, el noble francés Raimundo de Borgoña. Fruto de ese matrimonio tuvo dos hijos, Sancha y Alfonso: éste último llegaría a reinar como Alfonso VII de León.
Al reinar una mujer en solitario se dio una situación inédita en la Europa occidental medieval, por lo que los nobles del reino la convencieron para que se casara rápidamente con Alfonso I “el Batallador”, el rey de Aragón.
En el contrato matrimonial se estipulaba que en el caso de tener descendencia el hijo heredaría ambos reinos. Pero eso no ocurrió a pesar de la fertilidad de Urraca (que ya había tenido dos hijos del matrimonio anterior).
A Alfonso I no se le conoce ningún hijo legítimo o ilegítimo, y algunos cronistas insinúan que era homosexual. En cualquier caso el matrimonio acabó en desastre. Hubo malos tratos por parte del aragonés y guerras continuas entre los dos ex-esposos.
Alfonso I invadió Castilla. Logró mantenerla bajo su dominio hasta los tiempos del reinado de su hijastro, Alfonso VII.
Alfonso VII “el Emperador” (1126-1157):
Como ya se ha dicho, Alfonso era hijo de un anterior matrimonio de Urraca. A la muerte de su madre fue coronado en León como Alfonso VII, y rápidamente fue recuperando los territorios ocupados por los aragoneses.
También tuvo que hacer frente a las rebeliones de su tía Teresa, una hija bastarda de Alfonso VI que había sido nombrada condesa de Portucale (norte de Portugal).
Alfonso se casó en 1128 con Berenguela, hija del conde barcelonés Ramón Berenguer III, y hermana por tanto de Ramón Berenguer IV, el fundador de la corona de Aragón.
En 1135 se coronó emperador en la catedral románica de León, “puesto que el rey García, el rey de los musulmanes Zafadola, el conde Raimundo de Barcelona, el conde Alfonso de Tolosa y muchos condes y duques de Gascuña y Francia le obedecían en todo”, tal y como narra su Crónica.
Pero Afonso Henriques, hijo de Teresa de Portucale, se mostraba cada vez más independiente, y aunque se reconoció vasallo de Alfonso VII, acabaría proclamando la independencia de Portugal en 1139, que le fue reconocida en el Tratado de Zamora de 1143.
Alfonso VII realizó una gran cantidad de conquistas: Coria, Ciudad Rodrigo, etc. Incluso con la ayuda de Zafadola tomó Córdoba y otras ciudades andalusíes. En 1147 logró conquistar Úbeda, Baeza y Almería.
Pero pronto perdió muchas de sus conquistas a manos de los almohades, otros musulmanes integristas del norte de África que estaban dispuestos a coger el relevo de los almorávides.
En 1155 decidió que a su muerte se repartiría el imperio entre sus dos hijos: Sancho III recibiría Castilla y Toledo, y Fernando II León y Galicia. Alfonso moría dos años después, en 1157.
Fernando II (1157-1188) y Alfonso IX (1188-1230):
Fernando II es de los reyes más desconocidos de la historia de España, a pesar de haber ostentado una clara hegemonía sobre el resto de territorios cristianos. Y es que a la muerte de su hermano Sancho en 1158 se convirtió en el tutor de su sobrino, Alfonso VIII.
También fue el tutor de Alfonso II de Aragón, con lo que Fernando se intituló “Rex Hispanorum” y “Rex Hispaniarum”, es decir, rey de los hispanos y de las Hispanias, aunque sin atreverse a usar el título imperial de su padre.
En su época el reino de León tuvo que hacer frente a tres enemigos: los almohades en el sur, los portugueses al oeste y, más tarde, los castellanos al este. Fernando tomó las principales ciudades de la actual Extremadura.
Pero fueron recuperadas por los musulmanes en la ofensiva de 1174. Aunque obtuvo importantes victorias frente a los almohades, el rey leonés no logró reconquistar Cáceres, que constituía la llave de Extremadura.
El nacimiento del parlamentarismo:
A su muerte su hijo Alfonso IX subió al trono tras algunas dificultades iniciales. En algún momento de ese mismo año convocó curia plena en el claustro de San Isidoro, en la capital del reino.
Por primera vez tenemos constancia de que acuden representantes del pueblo llano, elegidos por las ciudades, convirtiéndose así en las primeras cortes de la historia. La UNESCO ha reconocido este hecho otorgando a León el título de “Cuna del Parlamentarismo”. Es el precedente más antiguo del sistema parlamentario.
Las guerras con Portugal, Castilla e incluso Aragón fueron continuas. No dejaron margen de maniobra a Alfonso IX durante muchos años. Pero en los comienzos del siglo XIII pudo rehacerse.
Comenzó a centrarse en la recuperación de Extremadura. Si bien no logró hacerse con la ciudad de Cáceres hasta 1229, entre ese año y el siguiente tomó Badajoz y Mérida. Dejaba así libre el camino hacia Sevilla.
Pero en el mes de septiembre de 1230, cuando se estaba dirigiendo a Santiago de Compostela, se sintió repentinamente enfermo. Acabó muriendo en Sarria el día 24.
A pesar de los numerosos hijos bastardos que tuvo, complicó mucho su sucesión. Dejó como herederas del reino a sus hijas Sancha y Dulce.
En contra de su voluntad, y tras muchas dudas y luchas civiles, le acabó sucediendo su hijo Fernando III. Ya estaba gobernando en Castilla. Por eso se considera que en ese momento surge la Corona de Castilla.
A pesar de ello León continuó teniendo sus propias instituciones y una gran autonomía. En su territorio siguió estando vigente el Libro de los Jueces o Fuero Juzgo. Las Cortes de León y de Castilla se reunieron por separado hasta mediados del siglo XIV.
El último rey de León:
Todavía hubo un último rey de León, Juan I, hijo de Alfonso X el Sabio. Se intituló rey de León, Galicia y Sevilla desde 1296 a 1300. Emitió documentos y moneda, siendo reconocido como tal por los reyes de Portugal y de Aragón.
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El Cid, el vasallo que desafió un rey:
Rodrigo Díaz, el Cid, fue desterrado dos veces por su rey, Alfonso VI. El 'Cantar de mio Cid' nos presenta un vasallo que intenta por todos los medios recuperar el amor de su soberano, pero la realidad fue muy distinta.
Rodrigo Díaz fue alzado a la categoría de mito a partir del célebre Cantar de mio Cid, que dibuja un héroe de conducta ejemplar: desterrado por su rey, recupera el favor del monarca, quien lo destierra de nuevo; sin embargo, a pesar de tales condenas, siempre injustas, nunca se enfrenta a su soberano, Alfonso VI; por el contrario, siempre intenta recuperar la buena voluntad del monarca. Esta imagen del Cid, positiva y sin fisuras, pasó a diferentes crónicas medievales que incorporaron los hechos narrados en el Cantar. Según esta óptica, nuestro personaje se mereció la fama que tiene por ser un caballero perfecto, un vasallo ejemplar, un campeón de la Cristiandad. Pero la visión del Cid acuñada por el Poema se compadece mal tanto con el Rodrigo soberbio que aparece en el romance de la Jura de Santa Gadeacomo con la realidad histórica de los desencuentros entre el soberano y su vasallo, que terminaron en dos destierros.
El Cid, fiél servidor de Sancho II:
En una de aquellas crónicas medievales, la llamada Primera crónica general, se cuenta que, siendo aún muy joven, Rodrigo Díaz de Vivar entró en contacto con la familia real de León, encabezada por Fernando I, lo que le permitió tratarse con sus hijos Sancho, Alfonso y García, y con sus hijas Urraca y Elvira. Sobre todo con la primera: entre Urraca y Rodrigo quizá pudo haber surgido algún tipo de relación amorosa, como sugieren los versos de un romance que pone en boca de la princesa estas palabras: «Yo te calcé espuela de oro porque fueses más honrado; pensando casar contigo, ¡no lo quiso mi pecado!, casástete con Jimena, hija del conde Lozano; con ella hubiste dineros, conmigo hubieras estad.
Viéndose cercano a la muerte, que le llegó en 1065, Fernando I decidió repartir entre sus hijos los reinos que tanto le había costado reunir. A Sancho, el primogénito, le asignó el condado de Castilla; Alfonso, su hijo predilecto, heredó León, y a García le correspondió Galicia. A su hija Urraca le dejó Zamora, mientras que Elvira recibió la villa de Toro. Todos quedaron contentos salvo, naturalmente, Sancho, el primogénito, que pensaba ser el único rey. Y, como el padre advirtió su reticencia, obligó a todos sus vástagos a jurar que acatarían su voluntad. Sin embargo, tras la muerte del rey, Sancho se preparó para iniciar una particular reconquista que le permitiera reunir en sus manos los antiguos dominios paternos. Para ello contaba con la ayuda de Rodrigo, su amigo y estrecho colaborador.
La paz entre los hermanos se mantuvo hasta la muerte de su madre doña Sancha, en 1067. Entonces Sancho, convertido en el primer rey de Castilla, atacó a su vecino Alfonso. En 1068, los ejércitos de ambos se enfrentaron en Llantada, en territorio leonés, con la condición de que el hermano derrotado debía ceder el trono al vencedor. Ganó la batalla el ejército castellano, dirigido por Rodrigo, pero el resultado no fue tan decisivo como para que Alfonso se considerase muy mermado, de forma que nada cambió. Con todo, Sancho y Alfonso acordaron unir sus fuerzas para destronar a García y repartirse sus dominios de Galicia, lo que hicieron en 1071. García, derrotado, desapareció de la escena política.
Por supuesto, Alfonso no podía dormir tranquilo, pues conociendo a su hermano debía de temer otro enfrentamiento. Y así fue. El segundo choque se produjo en enero de 1072, de nuevo en territorio leonés. Esta vez las tropas castellanas, con Rodrigo al frente, se impusieron en toda la línea y Alfonso terminó exiliado en el reino taifa de Toledo, cuyo soberano era tributario del monarca leonés. Desde luego, el amor fraterno entre los reyes de Castilla y de León –si alguna vez lo hubo– se había esfumado. Y la inquina que Alfonso sentía por Sancho debía de ir a la par con la que albergaba hacia Rodrigo, mano derecha del rey castellano.
La situación dio un giro radical el 7 de octubre de 1072. Ese día, Sancho fue asesinado a traición mientras cercaba la Zamora de su hermana Urraca, misión en la que Rodrigo desempeñó un notable papel. Entonces Alfonso, por derecho de sangre, se convirtió en señor de los reinos de sus hermanos. Pero algunos textos refieren que el monarca de León tuvo que cumplir el requisito exigido por los castellanos: jurar que no había participado en el asesinato de su hermano, jura de la que se encargó precisamente Rodrigo.
La controvertida Jura de Santa Gadéa:
El juramento del monarca se narra en el célebre romance de la Jura de Santa Gadea, y también en la Primera crónica general compuesta por orden de Alfonso X el Sabio, a mediados del siglo XIII. En esta última, la dureza inicial del tono empleado por el Cid suscita en Alfonso el desamor hacia su vasallo, hasta el punto de desterrarlo. Sin embargo, se nos dice que «al cabo fueron amigos: así lo supo merecer el Cid». Pero en el romance se mantiene un tono altanero por parte de Rodrigo, quien se dirige al monarca de esta forma:
«Villanos te maten, rey, villanos, que no hidalgos; [...] sáquente el corazón vivo, por el derecho costado, si no dices la verdad de lo que te es preguntado: si tú fuiste o consentiste en la muerte de tu hermano». Alfonso, que se siente humillado, acaba por desterrar durante un año a su soberbio vasallo, quien le espeta entonces altivamente: «Tú me destierras por uno, yo me destierro por cuatro».
Desde luego, noticias e imágenes como las que contiene este romance resultaban lesivas para la Corona: a la presunta participación de Alfonso en la muerte de su hermano Sancho se le sumaba el tono conminatorio de Rodrigo a la hora de exigir a su rey el juramento de que no había participado en el magnicidio.
No es extraño, pues, que en la Crónica promovida por Alfonso X la jura acabe felizmente: un monarca no podía aceptar desplantes como el que sufre el rey en la Jura. Éste pudo haber sido el origen del Cantar, tal vez compuesto en el entorno real para ofrecer un contrapeso a la imagen del monarca humillado que transmite la Jura. En aquel poema épico –que justamente empieza cuando Rodrigo abandona Burgos camino del destierro, al frente de su mesnada–, Rodrigo es desterrado no porque la exigencia del juramento haya ofendido al rey, sino por la intervención de malos consejeros, lo que deja a salvo la figura del monarca y el prestigio de la Corona. Y todo el afán del Cid durante el destierro será recuperar el amor de su rey, al que no deja de enviar regalos y la parte del botín correspondiente a la Corona. Al final, con su acatamiento, el Cid se verá encumbrado a lo más alto por el soberano. Ése es el modelo de conducta que propone el Cantar. Pero la realidad histórica ofrece una imagen menos idílica de las relaciones entre el monarca y su vasallo.
El Cid es desterrado por Alfonso VI:
En el año 1079 Alfonso VI envía al Cid a Sevilla para cobrar las parias (tributos pagados por las Taifas a los reinos cristianos para mantener la paz y protegerlos ante posibles ataques de otras Taifas).
Cuando al-Motamid, rey de Sevilla, y el Cid están tramitando su pago, les llegan noticias del movimiento de tropas de Abd Allah, rey de la Taifa de Granada, junto con tropas cristianas (encabezadas por García-Ordoñez, conde de Nájera y amigo personal del Alfonso VI) hacia Sevilla. El Cid trató de evitar el combate pero la insistencia de García-Ordoñez hizo que el Cid uniese sus tropas a las de al-Motamid, tributario de su rey, y así derrotar a los granadinos y sus aliados. El Cid capturó a García-Ordoñez y al rey de Granada y los tuvo encadenados tres días, para escarmiento. Al-Mutamid pago, encantado, las parias e hizo varios regalos personales al Cid, entre ellos Bavieca.
De regreso a la corte, el Cid cometió otro error: pernoctó una noche en el castillo de Luna, donde estaba confinado, por orden del rey Alfonso, su hermano menor García (al que su padre Fernando dejó Galicia).
De todo esto se aprovechó el conde de Nájera para acusar al Cid de apropiarse de parte de las parias de Sevilla y de confabularse con García para derrocar al rey. Alfonso hizo caso de su amigo García-Ordoñez y desterró al Cid en el año 1081.
El primer destierro:
Como nuevo soberano de Castilla, Alfonso se había convertido en señor del hombre que lo había derrotado dos veces, y aunque la nueva situación le permitía vengarse de él, ese acto le podía acarrear serios problemas con los nobles castellanos. Así las cosas, y actuando más con diplomacia que por benevolencia, el soberano no tomó medidas contra Rodrigo. Más aún, lo dignificó casándolo con su propia pariente Jimena, aunque, desde luego, el Cid perdió la importancia que tenía con Sancho. Ello no impidió que algunos miembros del séquito real lo miraran con malos ojos, por lo que las fricciones no tardaron en producirse. De hecho, cuando el Cid del Cantar da una razón para explicar su destierro alude –como ya hemos dicho– a ciertos «mestureros», sembradores de cizaña que aconsejan mal al soberano y lo alejan de su fiel vasallo. En definitiva, la leal actuación de Rodrigo sería criticada en la corte y malinterpretada por el rey, lo que le acarrearía no un destierro, sino dos.
El primero, en 1081, se decretó a raíz de su ataque contra una zona del reino taifa de Toledo, en respuesta a la incursión de unos bandidos que había partido de allí. La actuación del Cid, sin permiso de Alfonso, dejó en evidencia a este último ante el rey de Toledo, que le pagaba tributo. ¿Acaso el poderoso monarca de León y Castilla no podía imponer su autoridad a sus vasallos y lograr que éstos respetasen la frontera? Mantener su crédito ante los tributarios musulmanes exigía castigar a Rodrigo.
Sin embargo, las circunstancias obligaron a Alfonso a perdonar al Cid. En 1086, los almorávides (bereberes integristas) invadieron la Península y el día 23 de octubre derrotaron a las tropas alfonsinas en la sangrienta batalla de Sagrajas. Necesitado del auxilio de todo el mundo, el rey acudió a Rodrigo, quien durante su destierro había entrado al servicio del rey moro de Zaragoza y se había ganado un gran renombre como guerrero al frente de sus tropas. El rey concedió siete fortalezas al Cid, con lo que éste se situó entre los primeros magnates de Castilla. Pero la reconciliación, en 1087, no implicó el regreso del vasallo a la corte, pues Rodrigo marchó hacia los divididos territorios musulmanes de Levante, cuyos soberanos estaban enfrentados entre sí. Aunque formalmente actuaba allí por cuenta de Alfonso VI, que deseaba asentar su protectorado sobre la taifa de Valencia y su rica y apetitosa capital, Rodrigo empezó a labrar su futuro a punta de lanza en aquellas tierras, y muy pronto el príncipe de Albarracín y el mismo rey de Valencia se reconocieron tributarios suyos.
La segunda expulsión:
Rodrigo Díaz de Vivar: el Cid Campeador.
El Cid histórico y el Cid literario:
La leyenda que a partir del siglo XIII comenzó a forjarse en torno a la figura histórica de Rodrigo Díaz de Vivar fue engendrando progresivamente un corpus de gestas y acontecimientos que los interesados monarcas de siglos posteriores utilizaron como referente épico en el que encontrar los valores predominantes de cada época con fines claramente propagandísticos.
De esta manera, El Cantar de Mio Cid (fechado hacia 1207), la Leyenda de Cardeña (hacia 1270) y Las Mocedades de Rodrigo (hacia 1400) divulgaron una falsa historia que ocultó la verdadera peripecia vital de un hombre de armas del siglo XI que lejos de encarnar los ideales de orgullo castellano, fidelidad a ultranza al rey y cristianismo militante, como pretendían estos relatos, buscó su propio beneficio al amparo del mejor postor, lo que le hizo combatir a ambos lados de la frontera cambiando de aliado en función de sus intereses personales.
En esta biografía vamos a centrarnos estrictamente en la figura histórica del llamado Cid Campeador, apelativo que deriva de Sidi, del árabe Señor y Campeador, del latín Campi doctor, experto o vencedor en el campo de batalla, lo que nos da una muestra más de su carácter.
Ramón Menéndez Pidal, en su España del Cid, afirma que la personalidad histórica del héroe era mucho más interesante que la literaria.
Su significación ha sido muy discutida, incluso hay quien incluso ha negado su existencia, como el jesuita catalán Masdeu en el siglo XVIII, pero en absoluto puede llegarse a tal extremo, puesto que hay evidencias históricas suficientes para trazar una biografía sumamente atractiva.
Los primeros años de Rodrigo Díaz de Vivar en la política castellanoleonesa:
No existe evidencia alguna ni sobre el lugar ni sobre la fecha de su nacimiento. Recurriendo a los relatos literarios, podríamos afirmar que llegó al mundo en Vivar en una fecha comprendida entre el 1043 y el 1054. Era hijo de Diego Laínez, del que se creía que era descendiente de Laín Calvo, uno de los jueces de Castilla, y de una mujer, de la que se desconoce el nombre, que pertenecía al aristocrático linaje de los Álvarez.
Rodrigo se formó en la corte de Fernando I, donde trabó amistad con el infante Sancho, al que acompañó a una temprana edad, quizás 15 años, hasta la capital del reino musulmán de Zaragoza, cuyo príncipe era tributario del rey castellano-leonés. El viaje sirvió para forjar una alianza cristiano-musulmana con el objetivo de combatir al rey aragonés, Ramiro, al que se arrebató la plaza de Graus para reintegrarla a la taifa del Ebro. El tempranero éxito en el campo de batalla y los honores posteriores dispensados por al-Muqtadir debieron de impactar al joven castellano, que conoció de primera mano el modo de vida de las ciudades musulmanas y el juego de alianzas fronterizas imperante en la península durante el primer tercio del siglo XI.
La batalla de Gráus:
En este apartado, como en ningún otro, saltaremos de la ficción a la realidad en la delgada línea que a veces representa su frontera, en un periodo donde las fuentes oficiales son más bien escasas.
Tras la muerte de su padre, un importante noble castellano, el joven Rodrigo es invitado a la corte del rey de Castilla y León. Fernando, convertido en Fernando I, acoge en su seno al hijo de su amigo con la firme convicción de dotarlo de la misma educación, tanto cultural, como en armas, que había tenido su hijo Sancho. Tras una serie de años, difíciles de precisar, ambos están preparados para defender los intereses del rey de León.
La llamada de auxilio llega de la taifa de Zaragoza, en concreto de su rey al-Muqtádir, promotor del Palacio de la Aljafería, que se sintió atacado en sus propios dominios. Como llevaba unos años pagando religiosamente las parias correspondientes para su protección al rey de León Fernando I, a este no le queda más remedio que acudir en su ayuda, en definitiva, su honor estaba en juego. El problema es que al frente tendría a su propio hermano, el conde, que ya por entonces pretendía ser llamado rey, Ramiro I.
Es preciso recordar que Ramiro I había heredado el pequeño condado de Aragón con la firme intención de expandir sus fronteras. En un principio a costa de los territorios de sus hermanos, Loarre fue sustraído a Gonzalo, y Ruesta a García. Además, en 1045 se anexionó por completo los condados de Sobrarbe y Ribagorza, tras la muerte en extrañas circunstancias del Conde Gonzalo. El siguiente paso, con fuertes poderes al este y al oeste, era expandirse hacia el sur donde le esperaba la Taifa de Zaragoza. La poderosa ciudad árabe de Barbastro se convirtió en el punto de mira de Ramiro I, pero antes había que conquistar la fortaleza de Graus, una de las que más al norte poseían los moriscos.
El asedio de las tropas aragonesas a la fortaleza de Graus, con su rey a la cabeza, comenzó tras el inverno de 1063. Acto seguido la llamada de socorro pronto llegó a la corte de León, donde su rey puso en marcha a sus mejores hombres bajo el mando de su hijo Sancho, junto a él viajaría Rodrigo Díaz de Vivar para enfrentarse a su primera batalla. Tras veintisiete días de marcha los soldados castellanos divisan la fortaleza sitiada por el contingente aragonés, la batalla estaba servida. Los primeros envites fueron favorables a los aragoneses, mayores en cuanto a número. Pero un hecho cambió el curso de la batalla, el rey aragonés es engañado por un musulmán vestido de soldado cristiano, que tras entrar en su tienda clava su lanza en el ojo de Ramiro I causándole incurables heridas.
Tras la muerte de su rey las tropas aragonesas levantan el asedio a la fortaleza de Graus, la victoria sonrió a los dos jóvenes castellanos, Sancho y Rodrigo son invitados por las autoridades moriscas a descansar unos días en el interior de la fortaleza, era la primera vez que Rodrigo conocía la forma de vida de los musulmanes y parece ser que se quedó prendado de ella.
“Estos moriscos sí que saben disfrutar de la vida. Bellas mujeres con ropas de seda bailaban para nosotros de manera sensual, mientras nosotros hacíamos cuenta de las viandas que se nos servían. Los adornos de las paredes, las vajillas, los muebles, todo es de una belleza incomparable. Creo que sería capaz de acostumbrarme a vivir así”
Rodrigo Díaz, el Cid, fue desterrado dos veces por su rey, Alfonso VI. El 'Cantar de mio Cid' nos presenta un vasallo que intenta por todos los medios recuperar el amor de su soberano, pero la realidad fue muy distinta.
Rodrigo Díaz fue alzado a la categoría de mito a partir del célebre Cantar de mio Cid, que dibuja un héroe de conducta ejemplar: desterrado por su rey, recupera el favor del monarca, quien lo destierra de nuevo; sin embargo, a pesar de tales condenas, siempre injustas, nunca se enfrenta a su soberano, Alfonso VI; por el contrario, siempre intenta recuperar la buena voluntad del monarca. Esta imagen del Cid, positiva y sin fisuras, pasó a diferentes crónicas medievales que incorporaron los hechos narrados en el Cantar. Según esta óptica, nuestro personaje se mereció la fama que tiene por ser un caballero perfecto, un vasallo ejemplar, un campeón de la Cristiandad. Pero la visión del Cid acuñada por el Poema se compadece mal tanto con el Rodrigo soberbio que aparece en el romance de la Jura de Santa Gadeacomo con la realidad histórica de los desencuentros entre el soberano y su vasallo, que terminaron en dos destierros.
El Cid, fiél servidor de Sancho II:
En una de aquellas crónicas medievales, la llamada Primera crónica general, se cuenta que, siendo aún muy joven, Rodrigo Díaz de Vivar entró en contacto con la familia real de León, encabezada por Fernando I, lo que le permitió tratarse con sus hijos Sancho, Alfonso y García, y con sus hijas Urraca y Elvira. Sobre todo con la primera: entre Urraca y Rodrigo quizá pudo haber surgido algún tipo de relación amorosa, como sugieren los versos de un romance que pone en boca de la princesa estas palabras: «Yo te calcé espuela de oro porque fueses más honrado; pensando casar contigo, ¡no lo quiso mi pecado!, casástete con Jimena, hija del conde Lozano; con ella hubiste dineros, conmigo hubieras estad.
Viéndose cercano a la muerte, que le llegó en 1065, Fernando I decidió repartir entre sus hijos los reinos que tanto le había costado reunir. A Sancho, el primogénito, le asignó el condado de Castilla; Alfonso, su hijo predilecto, heredó León, y a García le correspondió Galicia. A su hija Urraca le dejó Zamora, mientras que Elvira recibió la villa de Toro. Todos quedaron contentos salvo, naturalmente, Sancho, el primogénito, que pensaba ser el único rey. Y, como el padre advirtió su reticencia, obligó a todos sus vástagos a jurar que acatarían su voluntad. Sin embargo, tras la muerte del rey, Sancho se preparó para iniciar una particular reconquista que le permitiera reunir en sus manos los antiguos dominios paternos. Para ello contaba con la ayuda de Rodrigo, su amigo y estrecho colaborador.
La paz entre los hermanos se mantuvo hasta la muerte de su madre doña Sancha, en 1067. Entonces Sancho, convertido en el primer rey de Castilla, atacó a su vecino Alfonso. En 1068, los ejércitos de ambos se enfrentaron en Llantada, en territorio leonés, con la condición de que el hermano derrotado debía ceder el trono al vencedor. Ganó la batalla el ejército castellano, dirigido por Rodrigo, pero el resultado no fue tan decisivo como para que Alfonso se considerase muy mermado, de forma que nada cambió. Con todo, Sancho y Alfonso acordaron unir sus fuerzas para destronar a García y repartirse sus dominios de Galicia, lo que hicieron en 1071. García, derrotado, desapareció de la escena política.
Por supuesto, Alfonso no podía dormir tranquilo, pues conociendo a su hermano debía de temer otro enfrentamiento. Y así fue. El segundo choque se produjo en enero de 1072, de nuevo en territorio leonés. Esta vez las tropas castellanas, con Rodrigo al frente, se impusieron en toda la línea y Alfonso terminó exiliado en el reino taifa de Toledo, cuyo soberano era tributario del monarca leonés. Desde luego, el amor fraterno entre los reyes de Castilla y de León –si alguna vez lo hubo– se había esfumado. Y la inquina que Alfonso sentía por Sancho debía de ir a la par con la que albergaba hacia Rodrigo, mano derecha del rey castellano.
La situación dio un giro radical el 7 de octubre de 1072. Ese día, Sancho fue asesinado a traición mientras cercaba la Zamora de su hermana Urraca, misión en la que Rodrigo desempeñó un notable papel. Entonces Alfonso, por derecho de sangre, se convirtió en señor de los reinos de sus hermanos. Pero algunos textos refieren que el monarca de León tuvo que cumplir el requisito exigido por los castellanos: jurar que no había participado en el asesinato de su hermano, jura de la que se encargó precisamente Rodrigo.
La controvertida Jura de Santa Gadéa:
El juramento del monarca se narra en el célebre romance de la Jura de Santa Gadea, y también en la Primera crónica general compuesta por orden de Alfonso X el Sabio, a mediados del siglo XIII. En esta última, la dureza inicial del tono empleado por el Cid suscita en Alfonso el desamor hacia su vasallo, hasta el punto de desterrarlo. Sin embargo, se nos dice que «al cabo fueron amigos: así lo supo merecer el Cid». Pero en el romance se mantiene un tono altanero por parte de Rodrigo, quien se dirige al monarca de esta forma:
«Villanos te maten, rey, villanos, que no hidalgos; [...] sáquente el corazón vivo, por el derecho costado, si no dices la verdad de lo que te es preguntado: si tú fuiste o consentiste en la muerte de tu hermano». Alfonso, que se siente humillado, acaba por desterrar durante un año a su soberbio vasallo, quien le espeta entonces altivamente: «Tú me destierras por uno, yo me destierro por cuatro».
Desde luego, noticias e imágenes como las que contiene este romance resultaban lesivas para la Corona: a la presunta participación de Alfonso en la muerte de su hermano Sancho se le sumaba el tono conminatorio de Rodrigo a la hora de exigir a su rey el juramento de que no había participado en el magnicidio.
No es extraño, pues, que en la Crónica promovida por Alfonso X la jura acabe felizmente: un monarca no podía aceptar desplantes como el que sufre el rey en la Jura. Éste pudo haber sido el origen del Cantar, tal vez compuesto en el entorno real para ofrecer un contrapeso a la imagen del monarca humillado que transmite la Jura. En aquel poema épico –que justamente empieza cuando Rodrigo abandona Burgos camino del destierro, al frente de su mesnada–, Rodrigo es desterrado no porque la exigencia del juramento haya ofendido al rey, sino por la intervención de malos consejeros, lo que deja a salvo la figura del monarca y el prestigio de la Corona. Y todo el afán del Cid durante el destierro será recuperar el amor de su rey, al que no deja de enviar regalos y la parte del botín correspondiente a la Corona. Al final, con su acatamiento, el Cid se verá encumbrado a lo más alto por el soberano. Ése es el modelo de conducta que propone el Cantar. Pero la realidad histórica ofrece una imagen menos idílica de las relaciones entre el monarca y su vasallo.
El Cid es desterrado por Alfonso VI:
En el año 1079 Alfonso VI envía al Cid a Sevilla para cobrar las parias (tributos pagados por las Taifas a los reinos cristianos para mantener la paz y protegerlos ante posibles ataques de otras Taifas).
Cuando al-Motamid, rey de Sevilla, y el Cid están tramitando su pago, les llegan noticias del movimiento de tropas de Abd Allah, rey de la Taifa de Granada, junto con tropas cristianas (encabezadas por García-Ordoñez, conde de Nájera y amigo personal del Alfonso VI) hacia Sevilla. El Cid trató de evitar el combate pero la insistencia de García-Ordoñez hizo que el Cid uniese sus tropas a las de al-Motamid, tributario de su rey, y así derrotar a los granadinos y sus aliados. El Cid capturó a García-Ordoñez y al rey de Granada y los tuvo encadenados tres días, para escarmiento. Al-Mutamid pago, encantado, las parias e hizo varios regalos personales al Cid, entre ellos Bavieca.
De regreso a la corte, el Cid cometió otro error: pernoctó una noche en el castillo de Luna, donde estaba confinado, por orden del rey Alfonso, su hermano menor García (al que su padre Fernando dejó Galicia).
De todo esto se aprovechó el conde de Nájera para acusar al Cid de apropiarse de parte de las parias de Sevilla y de confabularse con García para derrocar al rey. Alfonso hizo caso de su amigo García-Ordoñez y desterró al Cid en el año 1081.
El primer destierro:
Como nuevo soberano de Castilla, Alfonso se había convertido en señor del hombre que lo había derrotado dos veces, y aunque la nueva situación le permitía vengarse de él, ese acto le podía acarrear serios problemas con los nobles castellanos. Así las cosas, y actuando más con diplomacia que por benevolencia, el soberano no tomó medidas contra Rodrigo. Más aún, lo dignificó casándolo con su propia pariente Jimena, aunque, desde luego, el Cid perdió la importancia que tenía con Sancho. Ello no impidió que algunos miembros del séquito real lo miraran con malos ojos, por lo que las fricciones no tardaron en producirse. De hecho, cuando el Cid del Cantar da una razón para explicar su destierro alude –como ya hemos dicho– a ciertos «mestureros», sembradores de cizaña que aconsejan mal al soberano y lo alejan de su fiel vasallo. En definitiva, la leal actuación de Rodrigo sería criticada en la corte y malinterpretada por el rey, lo que le acarrearía no un destierro, sino dos.
El primero, en 1081, se decretó a raíz de su ataque contra una zona del reino taifa de Toledo, en respuesta a la incursión de unos bandidos que había partido de allí. La actuación del Cid, sin permiso de Alfonso, dejó en evidencia a este último ante el rey de Toledo, que le pagaba tributo. ¿Acaso el poderoso monarca de León y Castilla no podía imponer su autoridad a sus vasallos y lograr que éstos respetasen la frontera? Mantener su crédito ante los tributarios musulmanes exigía castigar a Rodrigo.
Sin embargo, las circunstancias obligaron a Alfonso a perdonar al Cid. En 1086, los almorávides (bereberes integristas) invadieron la Península y el día 23 de octubre derrotaron a las tropas alfonsinas en la sangrienta batalla de Sagrajas. Necesitado del auxilio de todo el mundo, el rey acudió a Rodrigo, quien durante su destierro había entrado al servicio del rey moro de Zaragoza y se había ganado un gran renombre como guerrero al frente de sus tropas. El rey concedió siete fortalezas al Cid, con lo que éste se situó entre los primeros magnates de Castilla. Pero la reconciliación, en 1087, no implicó el regreso del vasallo a la corte, pues Rodrigo marchó hacia los divididos territorios musulmanes de Levante, cuyos soberanos estaban enfrentados entre sí. Aunque formalmente actuaba allí por cuenta de Alfonso VI, que deseaba asentar su protectorado sobre la taifa de Valencia y su rica y apetitosa capital, Rodrigo empezó a labrar su futuro a punta de lanza en aquellas tierras, y muy pronto el príncipe de Albarracín y el mismo rey de Valencia se reconocieron tributarios suyos.
La segunda expulsión:
En noviembre de 1088 Alfonso VI solicitó ayuda al Cid para atacar a los almorávides, que sitiaban la fortaleza de Aledo, en Murcia. El encuentro entre las tropas de Alfonso y del Cid debía producirse en la zona alicantina de Villena, pero ambos ejércitos, por causas desconocidas, no llegaron a encontrarse. El Cid montó su campamento en Elche. Allí supo que el rey Alfonso, furioso al no recibir la ayuda del Campeador, le había declarado traidor, la deshonra más grave para un caballero, y en consecuencia le había arrebatado todas sus heredades y condenado a un segundo destierro. En Elche y en condiciones tan penosas el Cid celebró la Navidad de 1088. Fue entonces cuando decidió no servir a ningún señor y actuar por su cuenta y riesgo.
Una nueva ofensiva almorávide trastocó la situación y provocó el segundo destierro de Rodrigo. Los almorávides asediaron en 1089 el estratégico castillo de Aledo (Murcia), y Alfonso convocó al Cid para su defensa. Pero no se fijaron los detalles del encuentro, de modo que el soberano se dirigió hacia allí por una ruta mientras Rodrigo lo esperaba en otro lugar, y las tropas de ambos no llegaron a juntarse. Aunque el rey logró evitar que la plaza cayera en manos enemigas, consideró que el Cid lo había desobedecido y que incluso había puesto en peligro al ejército cristiano, de modo que lo volvió a desterrar. Ahora las condiciones fueron drásticas, ya que Rodrigo estaba acusado de traición: confiscó sus bienes y encarceló –aunque por breve tiempo– a su esposa e hijas. En vano proclamó Rodrigo su inocencia y denunció a los cortesanos que lo habían acusado, según él, sin fundamento.
Sin embargo, el destierro le dio la oportunidad de construir su propio principado en tierras levantinas. Nunca más estaría al servicio de un señor cristiano o musulmán. Al parecer, en 1091 hubo un intento fallido de reconciliación por iniciativa de la reina Constanza y sus partidarios en la corte, quienes pidieron al Cid que se uniera a Alfonso VI en su campaña contra el poder almorávide en Granada. Pero a la vista de la ciudad, Rodrigo y el monarca disputaron por el lugar donde plantarían sus tiendas, y en Úbeda la ira del rey estalló. Alfonso debía de haber acumulado no pocos agravios, visto, por ejemplo, que Rodrigo había usurpado su posición como protector de Valencia.
La creciente amenaza almorávide llevó a Alfonso a perdonar definitivamente a Rodrigo en 1092, más por la utilidad de tener a su lado un guerrero de renombre que por magnanimidad: los únicos lugares que los almorávides no lograban conquistar eran aquellos por los que campaba el Cid. Rey y vasallo no se volvieron a ver jamás, aunque ambos siguieron luchando para contener a los almorávides. Rodrigo se adueñó de Valencia en 1094 y murió en 1099. Diez años más tarde fallecía Alfonso. Y al cabo de dos siglos, el altivo Cid del romance se había impuesto en la imaginación popular al sumiso Rodrigo del Cantar.
Rodrigo conquista Valencia:
El fracaso militar del rey, que no contó con la colaboración del Cid, permite a Rodrigo Díaz de Vivar iniciar por su cuenta una intensa y violenta ofensiva sobre la capital levantina, que asedia sin contemplaciones, asolando los campos y destruyendo sus arrabales. En 1094, obtiene la capitulación definitiva de la urbe, en la que entra victorioso.
El triunfo sobre los almorávides en la batalla de Cuarte, una de las más importantes de su trayectoria, permite al Campeador la imposición de parias de forma generalizada desde Lérida y Tortosa hasta la capital levantina, configurando así un principado islámico bajo soberanía de un príncipe cristiano, en el que sigue vigente la legalidad coránica. La obtención de riquezas y el orgullo de ser el único capaz de frenar la violenta irrupción peninsular de los almorávides, que habían contrarrestado el golpe de efecto que Alfonso VI había dado al tomar Toledo, suponen un triunfo personal para Rodrigo.
Tras liderar una última campaña victoriosa contra Yusuf, la deMurviedro, en 1098 y 1099, el Cid muere en la ciudad de Valencia dejando a su viuda, Jimena, la custodia del reino valenciano y territorios adyacentes. Sin embargo, carente de apoyos externos, la resistencia sólo pudo prolongarse hasta 1102, fecha en la que los cristianos abandonan la ciudad después de incendiarla.
En lo más alto de su poder, el 10 de julio de 1099, cinco días antes de la toma de Jerusalén por los cruzados, falleció el héroe castellano por excelencia a causa de muerte natural, lo que dejó en manos de Doña Jimena y de sus dos hijas el señorío y sus huestes. Lo que no era poca cosa. En el año 1101, los almorávides conquistaron la plaza tras un largo asedio que duró más de seis meses, a pesar de que Alfonso VI acudió en auxilio del estratégico señorío.
A la muerte del Cid, su esposa, Jimena, mujer de vigoroso carácter, prolongó la resistencia local dos años más antes de rendirse al empuje musulmán.Abandonó Valencia con los restos de su esposo, que enterró en el monasterio de Cardeña para posteriormente, y tras muchas vicisitudes, ser enterrado junto a ella en la catedral de Burgos, donde hoy puede visitarse su tumba.
A partir de este momento, empezó la leyenda.
El Cid Campeador en Aragón:
El territorio de Aragón es parte importante del decorado en el que se enmarcan las hazañas de don Rodrigo Díaz de Vivar; el legendario Cid Campeador, protagonista del “Cantar de Mío Cid”, la obra más importante de la literatura medieval española. Un personaje histórico convertido en héroe épico que ha dado lugar a la aparición de múltiples topónimos y leyendas relacionadas con su persona y sus aventuras en nuestra tierra. Pero ¿quién fue este caballero? ¿Qué le trajo a Aragón? ¿Qué hay de cierto en todo ello?
Rodrigo Díaz fue realmente un caballero castellano de origen burgalés nacido a mediados del siglo XI y educado en la corte de Fernando I. Se casó con una dama leonesa, Doña Jimena, prima del rey Alfonso VI, y destacó como guerrero a su servicio.
Posiblemente, cuando todavía era un muchacho, pudo participar en el sitio de Graus en torno a 1063, acompañando al infante don Sancho de Castilla, quien había sido enviado por su a padre a pelear junto a los musulmanes frente rey aragonés Ramiro I. Incluso se dice que pudo participar en un asedio a la ciudad de Zaragoza años después. En cualquier caso, su verdadera vinculación con Aragón comienza a partir de 1081 cuando, tras provocar un incidente con el monarca musulmán de Toledo, es desterrado por Alfonso VI.
Destierro del Cid:
Don Rodrigo buscó sin éxito la protección del conde de Barcelona, así que, al igual que otros muchos caballeros de su época que sufrieron la “ira regia” (destierro), acabó como mercenario a las órdenes de un rey musulmán, en este caso, el rey Al Muqtadir de Zaragoza. Pasó varios años protegiendo la frontera del Reino de Zaragoza a las ordenes del rey Almutamín frente a su hermano Mundir I de Lérida y el rey aragonés Sancho Ramírez, a quienes infringió importantes derrotas en las batallas de Almenar y Olocau.
Evidentemente, este hecho no es recogido en el Cantar de Mío Cid. Su anónimo autor, más interesado por construir la figura de un heroico caballero cristiano que por reflejar la verdad, fabricó una imagen ideal del Cid como azote de los musulmanes. Algo más acorde con el pensamiento de la época.
La presencia del Cid en estas tierras ha dado lugar a numerosas leyendas. Por ejemplo, en Tamarite de Litera se cuenta que el Cid fue responsable de la expulsión de los musulmanes y también de los judíos. En Monzón, que venció en un escarceo al mismísimo rey Pedro I, y que en un alarde de bondad dejó en libertad a todos los prisioneros. Pero la más curiosa de todas es la que afirma que una de las hijas del Cid dejó la espada Tizona en el castillo de Monzón, y muchos años después fue entregada por el maestre templario Guillén de Montrodó al rey Jaime I.
En el año 1086, la amenaza que supuso el desembarco de los almorávides en la Península hizo que don Rodrigo Díaz fuese requerido nuevamente por Alfonso VI para volver a defender sus intereses. Sirviendo a su legítimo rey, el Cid volvió en varias ocasiones por Aragón. Por ejemplo, al Reino de Albarracín, donde obligó a su rey a someterse y asumir la protección del rey castellano. Sin embargo, tan solo tres años después, volvió a ser desterrado.
La estancia de Cid por la zona de Albarracín también ha dado lugar a interesantes leyendas. Una de ellas afirma que la hija del rey moro de Albarracín quedo perdidamente enamorada al verle. Una noche se escapó de palacio y fue a su encuentro junto a una fuente para poder hablarle . Cuando se enteró su padre ordenó a un hechicero que lo evitara, y éste la convirtió en una estrella. Desde entonces, cada noche, la joven se asuma a contemplar el reino de su padre y, cada cien años, vuelve a tomar forma humana y aparece junto a esta fuente para esperar a su amado mientras se peina con un peine de oro y piedras preciosas.
Otra leyenda afirma que un escudero del Cid, llamado Pero Gil, logró huir de la persecución de los musulmanes saltando de lado a lado de un barranco situado en Tramacastilla. Desde entonces, es conocido como el Salto de Pero Gil.
A partir de ese momento, don Rodrigo, que era un reconocido y veterano caballero, se planteó llevar a cabo la conquista de Valencia por su cuenta, de forma personal, sin someterse a nadie, y camino de Levante sus pasos le llevaron esta vez por las tierras del Maestrazgo turolense. Junto a la localidad de Monroyo tuvo lugar la famosa Batalla del Pinar de Tévar que le enfrentó a un ejército reclutado por Mundir I y Berenguer Ramón II; una batalla histórica que también se recoge en el Cantar. A pesar de la inferioridad numérica, la superioridad táctica del Cid le llevó a alcanzar la victoria. Un triunfo que le reportó importantísimas riquezas y le abrió definitivamente las puestas hacia el mar. Tras estar unos meses convaleciente en Daroca, el Cid firmó la paz con el Conde de Barcelona, se asentó en Burriana, y desde allí preparó la toma de Valencia.
En el Cantar de Mío Cid, el protagonista es desterrado en una única ocasión y su paso por Aragón se hace de forma continuada en el tiempo en su camino hacia Valencia. En la versión literaria, el Cid recorre los valles del Jalón y del Jiloca obligando a los musulmanes al pago de parias (impuestos) y castigando a los que no se someten a su autoridad. Primero desde en el castillo de Alcocer, entre Ateca y Terrer, a orillas del Jalón; que según narra el texto conquistó tras una épica batalla. Después, desde el Poyo del Cid (cerro de San Esteban) junto a Monreal del Campo, a orillas del Jiloca. Dice el texto que el Cid estuvo viviendo allí durante varios meses.
En Teruel son muchos los topónimos que recuerdan al Cid y las leyendas más interesantes han surgido en la zona del Maestrazgo y el Bajo Aragón, precisamente, las que verdaderamente fueron recorridas por el personaje histórico.
En Calanda, una leyenda afirma que el Cid, huyendo de los musulmanes, quiso refugiarse en el pueblo y se vio obligado a saltar a lomos de su caballo Babieca una enorme corriente de agua. El salto fue de tal envergadura y potencia que dejó una huella hendida en la roca; la llamada “Pota del Caballo”. Desde entonces, en recuerdo del mismo existen la puerta y el arco del Cid a la entrada de Calanda.
Y no podemos terminar sin recordar la participación del Cid en la legendaria Batalla de Torrenublos, junto a la Iglesuela del Cid. Según la leyenda, en pleno combate conotra los musulmanes vino a socorrerle el mismísimo Apostol Santiago quien salto al campo de batalla desde una peña; la Peña del Morrón. Tan extraordinario salto hizo que la huella del caballo blanco del apóstol quedase allí marcada y justamente en ese lugar se levantó un peirón.
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La unión de León con Castilla.
La unión definitiva del reino de León con el de Castilla fue en el año 1230.
El emperador Alfonso VII, dividió el reino entre sus dos hijos: Sancho III es designado rey de Castilla y Fernando II de León. La polémica frontera entre ambos reinos, Tierra de Campos, será atribuida a Castilla convertida en infantado. Las hostilidades entre hermanos se recrudecen cuando la independencia eclesiástica, y con ella, la independencia política de León, se ve amenazada con el sometimiento del clero al arzobispo de León o Braga. Pera evitar que las tropas castellanas y portuguesas cierren en Extremadura el paso hacia el sur del reino, Fernando II se aliará con los almohades en 1169, quienes firmarán la paz con Castilla en 1173 haciendo gala de un gran espíritu acomodaticio.
Todos los intentos de consolidar las alianzas fracasaron y solo en 1197, tras un nuevo ataque almohade, se llega a una nueva alianza, ratificada esta vez por el matrimonio del hijo de Fernando II y Urraca de Portugal Alfonso IX, y la castellana Berenguela, que llevaría como lote la zona del litigio, la Tierra de Campos.
Este matrimonio hará posible la unión política de ambos reinos en la persona de Fernando III, que recibiría de Berenguela el reino de Castilla al morir sin heredero varón su hermano Enrique I (1217) y el reino de León de Alfonso IX, en 1230. Sin embargo, no es hasta un año después, con el pacto de Toro, cuando el padre de Fernando acepta las negociaciones -había alzado rebeldías contra su vástago- poniendo fin a la última guerra entre León y Castilla.
Fernando III, de sobrenombre El Santo, ampliará considerablemente a costa de los musulmanes la extensión de los dominios recibidos. Con la ayuda de un rey de Granada tomará Córdoba en 1236, mientras que el lado musulmán extendía su autoridad a Málaga y Almería e intentaba ocupar Murcia. En 1246, el rey de Granada entrega Jaén, con lo que se completa la conquista de la alta Andalucía y se inicia la más importante campaña de Fernando III, la conquista de Sevilla, que tomará finalmente en 1248.
Conceptos resumidos:
¿Cuál es el origen de la Corona de Castilla?
Al convertirse Fernando III en rey de León tras la muerte de Alfonso IX de León, las Cortes de León y Castilla se fundieron, momento el que se considera que surge la Corona de Castilla, formada por dos reinos: Castilla y León, así como taifas y señoríos conquistados a los árabes (Córdoba, Murcia, Jaén, Sevilla).
¿Qué reinos formaban la Corona de Castilla?
Los reyes de la Corona de Castilla desde Juana la Loca, poseían los títulos de Rey de Castilla, León, Navarra, Granada, Toledo, Galicia, Murcia, Jaén, Córdoba, Sevilla, los Algarves, Algeciras y Gibraltar y de las islas de Canaria y de las Indias e islas y Tierra Firme del mar Océano y Señor de Vizcaya y Molina.
¿Qué es la Corona de Castilla?
. Estado originariamente constituido por la definitiva unión de los reinos de Castilla y León (con el antiguo reino de Galicia) en 1230, bajo Fernando III, y por el conjunto de tierras conquistadas a los musulmanes por ambos reinos.
¿Cómo evolucionó la Corona de Castilla entre los siglos XIII y XV?
Así Castilla y León se unieron y separaron en varias ocasiones. ... La unión definitiva se produjo cuando Fernando III heredó de su madre el reino de Castilla y de su padre el reino de León, creándose la Corona de Castilla.
¿Cuáles eran las principales instituciones de la Corona de Castilla?
El rey se veía asistido en su acción de gobierno por diversas instituciones centrales: el Consejo Real, la Audiencia.
¿ Cuándo se formó el Reino de Castilla?
El Reino de Castilla se formó en el año 1065
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Historia de Castilla.
A lo largo de su historia, la península ibérica ha estado integrada por una gran diversidad de reinos, coronas y condados que en sus características han dado forma y establecido la historia de esta zona geográfica.
En el caso de la actual España, los distintos reinos han jugado un papel importante en su historia y su evolución. Uno de ellos es el Reino de Castilla, cuyo origen y posterior evolución abordaremos en el siguiente artículo.
Ubicación y extensión del Reino de Castilla:
El Reino de Castilla se encontraba ubicado en todo el centro de la actual España (hablamos de zonas que hoy forman parte de las comunidades autónomas de Castilla y León, Madrid y Castilla-La Mancha).
Estaba integrado por importantes ciudades como Madrid, Guadalajara, Segovia, Toledo y Burgos.
Posteriormente, la Corona de Castilla expandió su territorio al anexionar o subyugar otros reinos, hasta el punto de lograr una convergencia con la Corona de Aragón y controlar toda la península durante la Monarquía Hispánica.
Etimología de Castilla:
Existen varias teorías sobre el origen del nombre Castilla, pero la más aceptada la atribuye a la palabra en latín castellum, la cual es diminutivo de castrum (castro), que era el nombre que recibían los poblados fortificados en la época romana.
Esta palabra evolucionó al español medieval como Castella o Castiella, que podría interpretarse como tierra de castillos debido a su gran abundancia en la zona.
Los orígenes de Castilla.
De Condado a Reino:
En primer lugar, trasladémonos al medievo. A comienzos del siglo IX comienza la repoblación de las tierras que años más tarde van a configurar el condado de Castilla. Aprovechando los momentos de debilidad del Emirato de Córdoba, multitud de familias van atravesar la Cordillera Cantábrica desde las tierras de Cantabria y Vizcaya hacia unos territorios en los cuales no existe ningún tipo de organización territorial. Van a realizar presuras de terrenos, a restaurar iglesias y recuperar molinos con el fin de labrarse una nueva tierra donde vivir.
Parece que estos movimientos migratorios no son patrocinados por los reyes asturianos, sino que son abades o familias más o menos poderosas las que van a protagonizar las primeras repoblaciones. La situación del territorio no es ni mucho menos tranquila. Son varias las aceifas musulmanas que van a tener que soportar y poca la ayuda que pueden recibir desde la lejana capital asturiana. Aún así se supone que debieron de existir varias fortificaciones desde las que avistar los movimientos musulmanes y tratar de detenerlos aunque aún persiste la inferioridad de las tropas asturianas frente a la poderosa caballería cordobesa.
No solo van a ser clérigos los repobladores en estos momentos iniciales. Una carta de donación del 1 de Julio del año 811 nos habla sobre la donación que Guduigia hace al recién fundado monasterio de San Vicente y San Cristóforo de Fístoles. Incluye en su donación el propio monasterio así como territorios en Kabarzeno, Festoles (Esles) y Paniacos (Penagos). Firma el documento, entre otros, el abad del monasterio Sesinando, siendo obispo Kintila. Los orígenes de Castilla, como vemos, son godos, donde el componente cultural germánico tiene una importancia capital.
Sin embargo, la población en las montañas muere de hambre. La población decide dejar atrás la miseria y emprende la mayor aventura de sus vidas: abandonar las montañas. Hacia el 814 se inicia la empresa. «En la era 853 (rezan los Anales Castellanos) salieron los foramontanos de Malacoria y vinieron a Castilla». Una masa de gentes atenazadas por el hambre y dispuestos a jugárselo todo se desgaja de las estribaciones orientales de los Picos de Europa, bajan buscando la llanura hacia el sur y el este, desalojan a los moros y empiezan a asentarse en las tierras y valles del norte de Burgos, en el alto Ebro por Bricia, Villarcayo, Espinosa de los Monteros, Amaya, Valdegobia y Medina de Pomar; en la antigua Bardulia, que pronto se empezará a llamar Castilla.
En el año 850 el nuevo Rey Ordoño I de Asturias va a delegar el gobierno de sus territorios fronterizos a gentes de la familia real, quienes tendrán gran libertad de acción a cambio de su fidelidad: su hermano Gatón será Conde del Bierzo y su pariente Rodrigo se convertirá en el primer Conde de Castilla.
El Conde de Castilla será el encargado de recaudar los impuestos, cobrar las multas e impartir justicia en sus territorios. En los primeros años de su gobierno se reanuda la repoblación de nuevos territorios bajo la acción de eclesiásticos y señores pero a partir del 860 el propio conde va actuar y repoblará Amaya (860).
La vida del condado será de práctica total autonomía durante las décadas siguientes, si bien nominalmente se engloba en el Reino de Asturias, primero, y cuando éste traslada la Corte de Oviedo a León, en el Reino de León.
En el año 920 el Rey de León Ordoño II sufrió la derrota de Valdejunquera. El monarca atribuyó el desastre a la negativa de los magnates castellanos de acompañarle en la guerra de Navarra y se propuso castigarlos con máximo rigor. Sabedor Ordoño de que los cuatro magnates más poderosos del condado de Castilla se hallaban reunidos en Burgos, los invitó a una conferencia en Tejares, a orillas del río Carrión, adonde acudieron sin desconfianza. Allí los tomó presos y los condujo a León, donde los ejecutó.
Indignados los castellanos por esta acción y no pudiendo levantarse en armas acordaron proveer por sí mismos su gobierno, eligiendo entre los nobles dos magistrados, uno civil y otro militar, con el nombre de Jueces, para recordarles que su misión era de hacer justicia y no la de oprimir a los pueblos con su autoridad, o menoscabar su libertad.
Estos jueces ejercieron su oficio basándose en los usos y costumbres de Castilla (juicio o fuero del albedrío) y sus sentencias se denominaron fazañas. Juzgaban a la manera de los visigodos y en esta forma de semirrepública se erigió Castilla hasta que se erigió en condado independiente. Para este honroso cargo fueron nombrados en el año 842 los dos primeros jueces castellanos: Nuño Rasura y Laín Calvo.
En el año 932 Fernán González es mencionado como Conde de Castilla por primera vez. Personaje teñido de tintes legendarios, la base patrimonial de su familia era el castillo de Lara (Lara de los Infantes), estableciendo un poderoso linaje que alcanzará gran influencia. Crece en el castillo de Lara y hereda el título de su padre tras el apresamiento y muerte de su tío Nuño Fernández. Fernán González tuvo un papel destacado en la batalla de Simancas (939) en la que fueron derrotadas las tropas del califa Abderramán III. A continuación conquistó Sepúlveda y la repobló (940), así como Riaza y Fresno. Ese mismo año concedió un fuero a Sepúlveda, dicho fuero estaba concebido para atraer repobladores a esa zona extremadamente peligrosa por su situación fronteriza con las tierras musulmanas.
Tras varios avatares históricos donde el Condado de Castilla pasa a manos navarras, recae finalmente en la persona de Fernando I, hijo del navarro Sancho Garcés III. Fernando es proclamado Conde de Castilla en 1028. Gracias a la política matrimonial, Fernando logra concentrar en su cetro los Reinos de León y Galicia, además del Condado de Castilla. A su muerte repartió sus territorios entre sus hijos, y para evitar agravios, elevó el Condado a la categoría de Reino, igualando así la herencia de sus herederos. A Alfonso le dejó el Reino de León, a García el Reino de Galicia, y a Sancho, en el año de 1065, el ya Reino de Castilla.
¿Fue Fernán González el primer conde independiente de Castilla?
Es frecuente leer, incluso en obras históricas actuales, que el conde Fernán González es el responsable de la independencia de Castilla frente al reino leonés, el primer conde independiente de Castilla.
Incluso existe una leyenda, que se cuenta por primera vez en El Poema de Fernán González acerca del préstamo de un caballo y un azor al rey leonés durante tanto tiempo que, cuando el rey se vio obligado a devolver los intereses, comprobó que lo mejor era que Fernán González tuviera el dominio absoluto de Castilla.
La realidad es que el condado de Castilla nunca fue independiente y siempre perteneció al reino de León. Lo que sí es cierto es que Fernán González logró unificar en una única demarcación y bajo un único poder un conjunto de territorios que hasta el 931 estaban fragmentados y que, desde ese momento, conformarán siempre Castilla.
Además, al participar en los distintos conflictos en torno a los reyes leoneses, adquirió un gran poder y se convirtió en el árbitro de la política leonesa y en su hombre fuerte. Así es como logró coronar a su yerno Ordoño IV frente a Ordoño III. Y, por último, estableció una línea hereditaria en el condado de Castilla que perduró hasta el conde García Sánchez.
En conclusión, con Fernán González aparece Castilla como una entidad política bien definida, en expansión y con capacidad para influir de forma decisiva en las luchas de poder que acaecen en León y para oponerse en la frontera, con éxito, a las incursiones cordobesas. Pero de ningún modo fue independiente del reino de León.
Castilla se independizará del reino de León en el año 1065 cuando tras la muerte del rey Fernando I sus hijos se repartan el reino y Sancho II se convierta en el primer rey de Castilla.
El Torreón de Fernán González o de Doña Urraca es el único edificio militar que nos ha llegado en buen estado de conservación de todo el periodo Prerrománico Español. De origen romano, fue construido por el conde Fernán González en el año 942, el mismo en el que se funda Castilla, por lo que está considerado como el primer edificio defensivo castellano.
Reino de Castilla:
En 910 se funda el Reino de León cuando los príncipes del Reino de Asturias trasladaron su capital de Oviedo, en la zona norte, a la ciudad de León durante el proceso de la Reconquista. Con esto, Castilla adquiriría su autonomía en 932.
Fernando I de León fue conde de Castilla desde 1029 y, posteriormente, tras casarse con Sancha de León (hija del difunto rey Alfonso V), fue rey de León en 1037.
Tras su muerte en 1065, dividió el reino entre sus herederos, entregando a su hijo Sancho el condado de Castilla. Este se convertiría en su primer rey.
Desde un principio, los reinos y territorios que fueron repartidos entre los hijos del difunto rey afrontaron disputas y conflictos.
Sancho II de Castilla se alió con su hermano, Alfonso VI, para conquistar Galicia, la cual había sido entregada a su hermano García.
Tras haber logrado con éxito la conquista del territorio, surgieron disputas entre ambos reyes, un conflicto en el que el rey Sancho fue asesinado y Alfonso VI pudo controlar todo el territorio que había sido repartido por su padre.
Con el territorio bajo su control, Alfonso continuó con la Reconquista de la mano de Rodrigo Díaz de Vivar (El Cid), quien anteriormente había estado al servicio del rey Sancho.
A pesar de que Castilla formaba parte de sus dominios, constituía una parte diferente de su reino debido a sus características.
Tras la muerte del monarca en 1109, fue sucedido por su hija Urraca, la cual afrontó distintos conflictos. Su hijo, Alfonso VII de León, dividió una vez más el reino entre sus hijos, entregando Castilla a Sancho III.
Los años posteriores del reino estuvieron marcados por conflictos con los otros reinos y por el proceso de reconquista.
Sin embargo, finalmente en 1217 el rey Fernando III recibe Castilla de su madre Berenguela, y en 1230 sucede lo propio con León de parte de su padre, Alfonso IX.
Se produjo entonces la unificación de ambos reinos. A partir de este punto, Castilla pasa a ser una entidad en unión con León y el resto de las entidades bajo su poder conocida como la Corona de Castilla.
Consecuencias del Reino de Castilla.
Corona de Castilla:
Con la unificación de ambos territorios bajo un soberano y a merced de las Cortes de Castilla, el reino continuó con la Reconquista capturando ciudades y causando derrotas a los musulmanes. También el idioma castellano alcanzó mayor popularidad y uso entre los territorios.
Un suceso importante fue sofocar la revuelta mudéjar entre los años 1264 y 1266 de la mano del rey Alfonso X.
Sin embargo, el reino seguiría afrontando problemas internos relacionados con la sucesión: tras la muerte del rey Alfonso XI en 1350, sus hijos Pedro I y Enrique II se enfrascaron en un conflicto conocido como la primera guerra civil castellana, que terminó con la muerte de Pedro I en 1369.
Luego, entre los años 1474 y 1479, se produjo la guerra de Sucesión castellana entre los partidarios de Isabel y los de Juana la Beltraneja, que culminó con el reconocimiento de Isabel I de Castilla.
Los Reyes Católicos:
Otro de los reinos en la península ibérica era la Corona de Aragón, la cual no estuvo bajo el control de la Corona de Castilla.
Isabel se casó con el heredero de Aragón, Fernando, en 1469, por lo que esta corona apoyó a Isabel durante la guerra de Sucesión.
La unión dinástica de ambos permitió un gran poder, aunque los territorios conservaban sus leyes propias.
Durante esta unión se completó la Reconquista al concretarse la conquista de Granada en 1492. También se conquistaron la Islas Canarias entre 1478 y 1496, y se financió la expedición de Cristóbal Colón, gracias a la cual se produciría el descubrimiento de América.
Fue, en definitiva, un periodo de gran influencia y crecimiento en la zona del Mediterráneo y del continente americano.
Isabel falleció en 1504 y fue sucedida por su hija Juana I, quien al padecer una enfermedad mental no ejercía un poder real. Este recaía en su marido, Felipe I, el cual murió en 1506 y Fernando de Aragón obtuvo de nuevo la regencia de Castilla.
Fernando falleció en 1516 y fue sucedido por el hijo de Juana, Carlos I, quien, debido a la combinación de matrimonios dinásticos, recibe nuevos territorios, consolidando la idea de monarquía universal.
La idea de tener un rey extranjero (Carlos I había nacido en Gante, Bélgica) causó malestar en Castilla, y desató la guerra de las Comunidades de Castilla entre los años 1520 y 1522, que culminó con la victoria del rey y las Cortes de Castilla perdieron su poder
Unificación de reinos:
Durante las décadas siguientes, los monarcas españoles mantuvieron su control sobre gran parte del mundo a través de distintas guerras.
Castilla afrontó un periodo de recesión económica debido a la enorme carga fiscal a la que estaba sometida. Sin embargo, tras la muerte de Carlos II sin heredero en 1700, ocurrió la guerra de sucesión española entre 1701 y 1715, que culminó con el tratado de Utrecht y el reconocimiento a Felipe V.
Esto condujo a los Decretos de Nueva Planta, en los cuales las leyes e instituciones del Reino de Aragón y sus aliados fueron abolidas por apoyar al archiduque Carlos, el otro candidato a rey en la guerra.
Con el fin de las instituciones y su reemplazo por las castellanas, el sistema federal que conformaba el reino llegó a su fin y desapareció el Reino de Aragón, un reformismo que llevó a una monarquía absolutista y uniformista para todo el reino (sin la necesidad de distintas coronas).
Los Reyes de Castilla.
El Reino de Castilla, al que luego llamaremos Corona de Castilla, surge en el siglo X d.C. con la unión de varios pequeños condados. Este fue el germen de un reino que creció a lo largo de muchos siglos, con cuatro dinastías que conforman lo que podemos llamar Reyes de Castilla.
Castilla, tierra de castillos. Su nombre viene debido a la gran cantidad de castillos existentes en la zona, esto nos da una idea de como fue esta época. Luchas y guerras para la defensa contra los reinos musulmanes establecidos en el sur de la península, así como batallas dinásticas por hacerse con el poder.
Dinastía Lara:
Fernán González une los condados de Burgos, Castilla, Lantarón y Cerezo, así como el condado de Álava. Sin el beneplácito del Rey de León, se autoasigna un carácter hereditario a su mandato, por lo que podríamos calificarlo como el primer rey castellano. Es nombrado regente de Castilla por primera vez en un documento en el año 932: “Regnante Ranimiro in Obeto et comite Fredinando Gundissalbiz in Castela”.
931-970 Fernán González
970-995 García Fernández
995-1017 Sancho García
1017-1028 García Sanchez.
Dinastía Jimena:
Con el matrimonio de Fernando I y Sancha, reina de León, se juntan bajo un mismo poder ambos reinos, dominando así una vasta extensión, inédita hasta la época.
1029-1065 Fernando I de León
1065-1072 Sancho II
1072-1109 Alfonso VI, el Bravo
1109-1126 Urraca
1126-1157 Alfonso VII, el Emperador.
Dinastía Borgoña:
Con la muerte de Alfonso VII, se vuelve a dividir el reino de Castilla y León, siendo el de Castilla para Sancho III.
1157-1158 Sancho III, el Deseado
1158-1214 Alfonso VIII, el Noble
1214-1217 Enrique I
1217 Berenguela I
Fernando III es coronado tanto Rey de Castilla como de León. De su madre Berenguela recibe el reino de Castilla y por parte de padre el de León, tras la muerte de Alfonso IX. Tras ello, se funden las coronas dando lugar a lo que conocemos como Corona de Castilla. En esta época, también ganaría en batalla contra los musulmanes varios territorios en el sur.
1217-1252 Fernando III, el Santo
1252-1284 Alfonso X, el Sabio
1284-1295 Sancho IV, el Bravo
1295-1312 Fernando IV, el Emplazado
1312-1350 Alfonso XI, el Justiciero
1350-1369 Pedro I, el Cruel o el Justo
Pedro I, el Cruel o el Justo, para amigos o enemigos, lidió una guerra civil durante largo tiempo con su hermanastro Enrique II, hijo bastardo de su padre, Alfonso XI. Tuvo que hacer frente a grandes retos durante su reinado, como la peste.
Dinastía Trastámara:
Enrique II, se posicionó en la Guerra de los Cien Años de parte de los franceses, teniéndose que exiliar a Francia tras ser vencido por Pedro I. Años después, estando Pedro I en guerra con el reino de Aragón, Enrique aprovecha esto para volver y apoyándose en sus aliados franceses se proclama rey. Aunque poco le duró, ya que tuvo que volverse a exiliar a Francia. Finalmente Bertrand Du Guesclin, mercenario francés, vence a Pedro en la batalla de Montiel haciéndole prisionero. “Ni quito ni pongo rey”, frase célebre atribuida al francés. Finalmente, Pedro I es asesinado por Enrique II convirtiéndose así en Rey de Castilla.
1366-1379 Enrique II, el Fratricida
1379-1390 Juan I
1390-1406 Enrique III, el Doliente
1406-1454 Juan II
1454-1474 Enrique IV, el Impotente
1474-1504 Isabel I y Fernando V de Castilla, Reyes Católicos.
Con la unión entre Fernando II de Aragón y V de Castilla con Isabel I dio lugar lo que podemos llamar los Reyes de España.
La desaparición de la dinastía Trastámara.
El Príncipe español que pudo salvar a los Trastámara, pero murió por su «desenfreno sexual».
Carlos I de España creía, como muchos de sus contemporáneos, que el único hijo varón de los Reyes Católico, Juan de Castilla y Aragón, había fallecido por una inmoderada actividad sexual con su joven esposa. Por ello, advertía a su hijo Felipe II, recién casado con su primera mujer, María Manuela de Portugal, que la actividad sexual para un joven «suele ser dañosa, así para el crecer del cuerpo como para darle fuerzas, y muchas veces pone tanta flaqueza el hacer hijos y quita la vida como lo hizo con el Príncipe Juan, quien venía a heredar estos reinos».
Evidentemente, Su Majestad Cesárea se equivocaba. Juan de Trastámara no murió por desenfreno sexual o por «exceso de amor», que bajo ningún supuesto se puede calificar como una causa de muerte, sino por tuberculosis. El prematuro fallecimiento del heredero de los Reyes Católicos, que estaba destinado a unir en su corona los dos reinos peninsulares más extensos, condenó a la dinastía de los Trastámara, que habían gobernado en España desde hacía dos siglos, a la desaparición. Tras la muerte Isabel de Aragón ?la hija mayor de los Reyes Católicos?, la sucesión de Castilla y posteriormente de Aragón quedó en manos de la conocida como Juana «la Loca» y su marido, el borgoñés Felipe «el Hermoso». Un suceso que supuso la inesperada llegada de los Habsburgo a España.
Desde su nacimiento, Juan de Aragón y Castilla asumió gran relevancia política. Con dos años fue investido con el título de Príncipe de Asturias
Juan de Castilla y Aragón nació el 30 de junio de 1478 en el Alcázar de Sevilla, donde los Reyes Católicos habían instalado su corte en el contexto de la Guerra de Sucesión Castellana. Aunque el matrimonio ya contaba con una hija, el nacimiento de un varón sano fue motivo de grandes celebraciones en la ciudad, entre ellas una justa en la que compitió el propio Rey Católico, y la lidia de ocho toros pagados por el cabildo catedralicio hispalense.
Los Reyes Católicos establecieron para su hijo una Casa propia, es decir, una nómina de criados y consejeros puestos a su servicio. Se trataba de una medida inédita en la Península Ibérica y da cuenta de la importancia de un nacimiento que prometía completar el sueño medieval de unir los reinos hispánicos bajo una única corona. Así, la corte del Príncipe quedó fijada de forma permanente en el Palacio de los Mendoza de Almazán, villa cuyo señorío se concedió al Príncipe en el año 1496. Algunos de los más importantes nobles de Castilla y sus hijos custodiaron a Juan durante la infancia.
El heredero esperado por Castilla y Aragón:
La educación humanista, muy del gusto en la época, fue orquestada por fray Diego de Deza, un dominico maestro en Teología en la Universidad de Salamanca. El fraile ejerció la figura medieval del sabio y piadoso consejero que tutelaba al Príncipe en los asuntos morales, mientras otros maestros se encargaban de adiestrarle en el uso de las armas. El resultado final debió ser satisfactorio y digno de admiración en las cortes europeas, ningún príncipe español en el pasado habían recibido una educación tan esmerada como él, hasta el extremo de que Carlos I estableció una organización semejante para el aprendizaje de Felipe de Habsburgo, el futuro Felipe II.
Margarita de Habsburgo:
Desde su nacimiento, Juan de Aragón y Castilla asumió gran relevancia política. Con dos años fue investido con el título de Príncipe de Asturias, para legitimar su posición de heredero del reino castellano. A los cuatro años, juró como heredero de Aragón por los estamentos reunidos en las Cortes de Tarazona (1484). Y cuando contaba 17 años, los Reyes Católicos le incluyeron en el doble tratado matrimonial con el emperador de Alemania, Maximiliano de Habsburgo. Así, con la intención de aislar internacionalmente a Francia y alejar su influencia de las posesiones aragonesas en Italia, Juan y Juana, dos de los hijos de los Reyes Católicos, contrajeron matrimonio con los hijos de Maximiliano, Felipe el Hermoso y Margarita de Austria. Para el transporte de la Infanta Juana a Flandes y la llegada de Margarita a España, la flota castellana dispuso cerca de cien embarcaciones, al cuidado del Almirante de Castilla, Fadrique Enríquez de Cabrera, que partió en 1496 desde Laredo.
Después de la boda entre Juana y Felipe, la flota del Almirante Enríquez regresó en marzo de 1497 a costas cántabras, en concreto a Santander, donde tuvo lugar un aparatoso recibimiento a la Princesa Margarita. Si bien Juan era un príncipe bizarro y bien educado, Margarita no se quedaba atrás. Educada en la tradición germano-borgoñonesa y de una notable belleza, la Princesa acogió con gran entusiasmo el enlace, puesto que había permanecido hasta 1493 viviendo en Francia a la espera de cumplir la edad necesaria para casarse con el monarca francés Carlos VIII «el Cabezudo», que le sacaba casi diez años. Sin embargo, la enemistad franco-germana quebró la alianza, y Margarita, aún sin compartir tálamo nupcial con Carlos VIII, fue ofrecida como esposa al Príncipe español. Finalmente, su boda se celebró a primeros de abril de 1497 en Burgos.
A los pocos días, el Príncipe sufrió un ataque acompañado de violentas fiebres de las que nunca se recuperaría, y que a la postre fueron la causa de su fallecimiento, el 4 de octubre de 1497
Los cronistas afirman que en cuanto se conocieron los jóvenes quedaron «flechados» uno por el otro. Después de la boda, los recién casados y su séquito se trasladaron a Medina del Campo para pasar el verano, donde el Príncipe Juan enfermó de viruela, lo que obligó a guardar reposo a la comitiva hasta septiembre. Desde su pubertad, en efecto, el único hijo varón de los Reyes Católicos había dado muestras de tener una salud débil y enfermiza. Viruelas, resfriados y, en especial, unas extrañas fiebres parecidas a las que le causaron la muerte, posiblemente tuberculosis, le habían acompañado durante sus escasos diecinueve años de vida.
Aprovechando una ligera mejoría en la salud del Príncipe, la corte se trasladó hacia Salamanca, donde la ciudad les obsequió con unas magníficas fiestas, celebradas en el palacio de su antiguo tutor fray Diego de Deza. A los pocos días, el Príncipe sufrió un ataque acompañado de violentas fiebres de las que nunca se recuperaría, y que a la postre fueron la causa de su fallecimiento, el 4 de octubre de 1497.
El desenfreno empeoró su salud, pero no lo mató:
Solo seis meses después de la boda con la Princesa Margarita, Juan de Trastámara había caído muerto. Hubo quien quiso vincular ambos hechos. A juzgar por algún testimonio contemporáneo, se consideraba que el exceso de actividad sexual, motivado por los constantes y deseosos furores de su bella y joven esposa, habían impedido la recuperación de la salud del heredero de los Reyes Católicos. «Preso del amor de la doncella, nuestro joven Príncipe vuelve a estar demasiado pálido. Tanto los médicos como el Rey aconsejan a la Reina que, de cuando en cuando, aparte a Margarita del lado del Príncipe, que los separe y les conceda treguas, pretextando el peligro que la cópula tan frecuente constituye para el Príncipe», dejó escrito Pedro Mártir de Anglería, futuro Capellán de la Reina Isabel la Católica.
Aunque el exceso de esfuerzo físico pudo debilitar al Príncipe cuando trataba de recuperarse, la verdadera y principal causa de su muerte fue con toda probabilidad la tuberculosis. Unos meses después, su mujer Margarita dio a luz a una hija que murió en el parto. Tras estos acontecimientos, la hermana mayor de Juan, Isabel, fue nombrada Princesa de Asturias y de Gerona. Su muerte el siguiente año, a su vez, dejó la Corona en manos de Juana «la Loca». Incapacitada para reinar por su inestable salud mental, su marido Felipe I, su padre Fernando «el Católico» y su hijo Carlos I se encargaron de hacerlo en su nombre o encima de él hasta la muerte de la castellana.
El Rey dejó todas sus posesiones a su hija Juana, Reina de Castilla, que al encontrarse inhabilitada para reinar cedió la Corona de Aragón:
Con la inesperada muerte del Príncipe Juan quedó sellado el final de la dinastía Trastámara en España. Pese a que Fernando «el Católico» intentó hasta sus últimos días ?posiblemente a consecuencia de esos esfuerzos falleció? tener otro hijo varón con su segunda esposa, Germana de Foix, nunca lo consiguió. Por el contrario, el Rey dejó todas sus posesiones a su hija Juana, Reina de Castilla, que al encontrarse inhabilitada para reinar cedió la Corona de Aragón, incluidos sus reinos italianos y una parte de Navarra, a Carlos de Gante, futuro Carlos V de Alemania
Juan de Trastámara fue sepultado en la capilla mayor de la catedral de Salamanca, aunque posteriormente los Reyes Católicos ordenaron el traslado del cadáver al convento abulenses de Santo Tomás. Las muestras de dolor y el sentimiento de oportunidad perdida invadieron la península durante un tiempo.
El origen del Feudalismo en la España medieval..
Castillos medievales de frontera, viviendo en tierra de nadie.
Los castillos de frontera se convertirán partir del siglo X, en una nueva forma de vida para muchos territorios al norte del rio Ebro. Las antiguas ciudades romanas ya habían sido abandonadas en la recta final del Imperio Romano. De ahí que la ruralización se convirtió con la llegada de los visigodos en un hecho constatado. Estos últimos buscaron el cobijo de las villas romanas que habían proliferado en las postrimerías del Imperio, para comenzar la vida rural en pequeñas aldeas alrededor de las primeras iglesias paleocristianas. A partir de ese punto, una serie de acontecimientos propiciaran esta nueva forma de vida en los castillos medievales.
La conquista musulmana de la Península Ibérica.
Los visigodos, a pesar de asentarse en toda la Península Ibérica, no consiguieron llevar a cabo un poder fuerte, ya que sin ir más lejos a principios del siglo VIII se hallaban sumidos en continuas luchas dinásticas. Este hecho les llevó a quedar expensas de otros imperios mejor coordinados tanto políticamente como socialmente.
En concreto el Califato Omeya tomará las riendas de la conquista ibérica por parte del Islam. Un poder religioso y militar surgido escasamente un siglo antes, que ya había conquistado prácticamente todo Oriente Próximo, el Norte de África y se disponía a entrar en Europa. La puerta elegida el sur de la península Ibérica, donde la mítica derrota en la Batalla de Guadalete en el año 711, ponía el pistoletazo de salida a la conquista de la Hispania visigoda.
Dicha conquista duro aproximadamente 15 años, tras los cuales los últimos reductos visigodos se refugian al norte de la Cordillera Cantábrica.
La Batalla de Poitiers.
Aunque los musulmanes no se detendrán tras la conquista, ya que su propósito era llevar el islam a todos los rincones de Europa. Pero fueron frenados por las tropas del franco Carlos Martel, esta mítica batalla de Poitiers está escasamente documentada por lo tanto no se sabe a ciencia cierta cuando tuvo lugar. No obstante supuso el fin de la expansión por Europa de los musulmanes. De esta manera Carlos Martel se convertirá en el defensor del cristianismo en occidente, y además los francos se consagraran como el reino cristiano más importante de Europa.
Carlomagno y la Marca Hispánica.
La Edad Media fue uno de los periodos históricos más complicados de toda la historia de la humanidad. En ella se crearon muchas divisiones, en gran parte debido a las diferencias religiosas que existían entre los distintos territorios. Una de estas divisiones fueron las llamadas “Marcas”, creadas por Carlomagno para definir las fronteras y delimitar las zonas enemigas.
¿Qué es la Marca Hispánica?
Para entender qué es la Marca Hispánica, debemos definir las divisiones territoriales del imperio carolingio para entender la gran importancia que tuvo esta Marca en los años posteriores.
Las marcas eran una divisiones territoriales defensivas que Carlomagno creaba en las fronteras de su imperio, las cuales servían para fijar las zonas que delimitaban sus dominios y los del enemigo. Podría decirse que era una zona colchón, que servía para que existiera una zona sin tensión entre ambos bandos.
En el Imperio carolingio existían varias marcas como por ejemplo la bretona, la sajona o la lombarda. Todas estas marcas servían como división entre los dominios de Carlomagno y la de los pueblos germánicos y estaban gobernadas por un marqués.
Aun así se debe tener en cuenta que la Marca Hispánica era diferente a todas ellas, siendo una estructura administrativa completamente distinta. La zona estaba dividida en diferentes condados, cada uno dirigido por un conde.
El origen de la Marca Hispánica:
El origen de la Marca Hispánica se puede encontrar a finales del siglo VIII, con la llegada de las tropas del Imperio Carolingio a la Península Ibérica. A lo largo de muchos años, los musulmanes habían ido conquistado gran parte de la Península formando un gran territorio llamado Al-Andalus y dejando solo sin conquistar ciertas regiones al norte de la zona.
Por otro lado el Imperio Carolingio, dirigido por Carlomagno, había conquistado gran parte de Europa, siendo considerado como el sucesor del Imperio Romano de Occidente y convirtiéndose en el gran defensor del cristianismo. Por todo ello era solo cuestión de tiempo que Carlomagno pensara en la conquista de la zona musulmana hispánica.
En el 777, Carlomagno recibió en audiencia a varios de los líderes musulmanes de importantes ciudades como Zaragoza o Barcelona, quienes pedían ayuda al rey franco debido a que recibían un ataque del emir de Córdoba. Carlomagno vio en todo ello una gran oportunidad para expandir tanto su Imperio como el cristianismo y fue hacia Saraqusta, la taifa de Zaragoza, para tomarla.
Cuando las tropas de Carlomagno llegaron a Zaragoza las puertas no se abrieron ya que el líder de la ciudad había decidido pactar con Córdoba. Carlomagno, que a la hora de preparar las tropas pensaba que no necesitaría un asedio, no tenía suficientes recursos para tomar la ciudad, así que decidió abandonar la Península. En su retirada por el Paso de Roncesvalles fue atacado por los vascones, los cuales vencieron a su retaguardia en una fantástica emboscada, siendo una de las derrotas más famosas del Imperio Carolingio.
Carlomagno no se rindió y en los años siguientes conquistó y se unió a numerosas zonas de la parte norte de la Península. A finales del siglo, Carlomagno había conquistado Girona, Cerdanya, Osona y Urgel, las cuales formaron la Marca Hispánica. A estos se añadirían con el tiempo las ciudades que Carlomagno iba conquistando, como por ejemplo Barcelona, Tarragona o Tortosa.
El siglo VIII terminó con la creación de la Marca Hispánica y la firme intención de Carlomagno de seguir conquistando regiones para expandir la marca en su lucha contra Al-Andalus.
Historiadores detectives, el profesor Antonio Ubieto y su visión del Cantar de Roldán muestra el trabajo realizado por medievalistas, detectives del pasado, buscando pistas a través de la ficción literaria (en este caso el Cantar de Roldán) para descubrir los hechos. El documental desarrolla y refuta los estudios y la teoría del historiador Antonio Ubieto Arteta de que la batalla en la que murió Roldán no tuvo lugar en Roncesvalles (Navarra) sino en los puertos de Siresa (Huesca).
Esta investigación es considerada puntera desde el punto de vista literario, ya que se trata del primer cantar de gesta europeo, y desde el histórico, pues Carlomagno es considerado precursor de lo que luego ha sido la Unión Europea.
El Cantar de Roldán (La Chanson de Roland) es un poema épico de varios cientos de versos, escrito a finales del siglo XI en francés antiguo (sitúa su muerte en Roncesvalles.
¿Dónde sucedió realmente la batalla?
Eso es lo que se preguntan los historiadores, que ponen en duda la precisión geográfica sobre los Pirineos del autor del cantar de gesta, escrito 300 años después de que tuviera lugar.
En el documental, un grupo de investigadores sigue los pasos del ejército de Carlomagno a través del valle de Hecho; una vía de regreso a Francia mucho más plausible. Ahora se aportan conocimientos geológicos y estratégicos. La Documentación, la Literatura y la Filología apoyan la divulgación de estos resultados a la sociedad europea.
El historiador Antonio Ubieto (en imágenes de archivo) documenta y desgrana las razones que le llevan a afirmar que una de las dos columnas del ejército de Carlomagno, que vuelve desde Zaragoza hacia Francia en agosto del año 778, tuvo que pasar por la calzada romana que cruzaba los Pirineos por el Puerto del Palo (en el valle de Hecho).
Entre las conclusiones de Ubieto, reforzadas ahora por los historiadores detectives, destacan que los ejércitos utilizaban las vías de comunicación para poder desplazarse de un lugar a otro y no lo hacían “campo a través”. Las vías utilizadas en la época eran las calzadas romanas y ninguna de ellas pasaba por Roncesvalles. Además, el nombre de Roncesvalles no existía en el siglo VIII. De hecho no aparece en la documentación histórica hasta el año 1070 (siglo XI: casi 300 años después de los hechos narrados). En el Cantar y en las fuentes francas sí se citan los “puertos de Sizer”, que el historiador Antonio Ubieto identifica con los puertos de Siresa.
Otro de los resultados obtenidos es que el Cantar de Roldán (obra literaria) y las fuentes francas (históricas) aluden a las “altas montañas, valles tenebrosos, rocas grisáceas y siniestros desfiladeros” y estos accidentes geográficos no aparecen en la zona de Roncesvalles y sí en los puertos de Siresa (peña Forca, peña Agüerri y la peña La Cuta, que rondan los 2000 metros de altitud). Asimismo, el Monasterio de San Pedro de Siresa (en el Valle de Hecho) ya estaba construido a principios del siglo noveno. Pudo construirse en memoria de quienes fallecieron años antes, cerca de allí.
El fin de la Marca Hispánica:
Para concluir esta definición y resumen breve de la Marca Hispánica, debemos hablar sobre la desaparición de la marca y la influencia que tuvo para la creación de nuevas regiones y reinos.
La Marca Hispánica se mantuvo durante décadas como una fantástica forma de dividir las dos zonas, pero la muerte de Carlomagno hizo que el imperio comenzará un lento declive que iba a terminar pocas décadas después con la desaparición del mayor imperio europeo de la época.
Poco a poco los condados que formaban la Marca Hispánica fueron tomando mayor autonomía, consiguiendo cada vez mayor poder, especialmente los condados de Barcelona, Pamplona, Aragón y Urgel. Fue en esta época que los condes dejaron de formar parte de la administración carolingia, y se convirtieron en figuras hereditarias.
Con el paso del tiempo estos condados se convirtieron en figuras territoriales muy importantes en la historia de España. De la Marca Hispánica es de donde nacen el Reino de Aragón, el Condado de Barcelona y el Reino de Navarra, siendo todos ellos parte muy importante del origen del país hispano.
A modo de resumen podemos decir lo siguiente:
Carlomagno se convirtió en rey franco en el año 768 y en emperador carolingio en el año 800. Será el impulsor de la denominada Marca Hispánica. Esta se convertirá en el territorio fronterizo referido en el titulo. Ni más ni menos que un colchón entre los musulmanes de la península y su recién estrenado Imperio Carolingio.
La marca Hispánica fue un amplio territorio en tierra de nadie. Desde un principio Carlomagno compaginará dirigentes francos y autóctonos, en definitiva no busco una vinculación directa, sino una zona en la que no fuera fácil de controlar por nadie. Además podemos decir que sus fronteras fueron muy imprecisas, ya que existían poblaciones con mayoría musulmana junto a otras de dominio cristiano. En conclusión este será el germen de una nueva forma de vida, y más tras la pérdida de poder del Imperio Carolingio, que deja en manos de los nobles el control del territorio. De ahí que los castillos broten en toda Europa, pero con especial hincapié a ambos lados del Pirineo.
A grandes rasgos, este fue el origen del feudalismo en la España medieval.
La Edad Media siempre ha sido una época muy mal vista por gran parte de la sociedad. Desde el periodo conocido por el Renacimiento, podemos decir que siempre ha servido para definir lo que no se debía hacer, siendo tachada hasta el siglo XIX como una época oscura en la que, la barbarie era la única forma de vida.
Definición de sistema feudal:
El sistema feudal es un conjunto de instituciones por las que un hombre libre, el vasallo, se compromete a prestar servicios militares, económicos o de consejo a otro hombre libre de condición superior (el señor) a cambio de un feudo, que podía ser una parcela de tierra o dinero.
Según esta definición no podemos aceptar como válida la palabra vasallo para hablar de esclavitud, es decir, en muchas ocasiones, podemos encontrar la palabra vasallo para hablar de los campesinos, que eran tratados como esclavos. Esto es debido a que a este sistema, solo podían acceder personas libres, es decir, no esclavos y siempre había una línea roja que no se podía sobrepasar, pues era eliminar las libertades principales.
Sin embargo, Karl Marx llegó a definir el feudalismo como un modelo de producción que se encontraba integrado entre el modelo esclavista de la antigüedad y el capitalismo creado en la Edad Moderna. Por ello era un conjunto de relaciones de producción entre el campesino y el señor, el cual era el dueño de las tierras, éste se las daba en usufructo a cambio de unas rentas anuales, además de tener que prestar otros servicios al señor.
El sistema feudo-vasallático:
Como toda institución, el feudalismo tenía un ritual que constaba de dos partes: el primero era la creación de un contrato que era redactado por los clérigos, las únicas personas que sabían leer y escribir en la época. Mientras que la segunda parte era la que podemos definir totalmente como ritual, pues prácticamente era como una obra teatral. Esta constaba de:
Homenaje: en esta parte del ritual, el vasallo se arrodillaba ante el que iba a ser su señor, dando a entender de esa manera quien era la persona superior. Esto era observado por miembros de la nobleza y de la Iglesia para dar fe de ello.
Juramento: el señor, alzaba al que iba a ser su vasallo agarrándole de los brazos en señal de reconocimiento y juraban fidelidad y apoyo mutuo.
Beso: tras ello el vasallo besaba las manos o el pie del señor.
Feudo: Por último, el señor le entregaba una rama de olivo o de algún otro tipo arbóreo en señal de la entrega de la tierra que había sido prometida.
¿Cuál fue el inicio del sistema feudal?
Debemos de situarnos en el Bajo Imperio romano para encontrar un vestigio de lo que más adelante sería el feudalismo. En esa época, este se encontraba inmerso dentro de una gran crisis político-social la cual acabó afectando a su modelo económico. A diferencia del modelo económico del Imperio de Oriente, el de Occidente versaba en traer todos los recursos a Roma, ciudad que destinaba gran parte de las materias para enviarlas a las fronteras y poder así mantener al ejército, además de pagarlo.
Esto hacía que tarde o temprano este modelo cayera pues era insostenible para el Imperio. Así llegó un momento, en la época de Diocleciano, en la que se creó un edicto mediante el cual todos los varones deberían aprender los trabajos de sus padres, produciéndose la adscripción a los oficios.
Del mismo modo, y bajo el mismo reinado, el emperador ordenó que toda la población fuera censada de nuevo para poder llevar un control más minucioso de los impuestos que se podían recaudar anualmente. Dicha recaudación podía hacerse en metálico o en especies, el problema fue que la gran parte de los campesinos y artesanos del Imperio estaban en la más extrema pobreza, debido a los constantes impuestos y a las grandes epidemias e inclemencias del tiempo que se estaban sucediendo.
Todo ello hizo que comenzaran a salirse del sistema, siendo la única opción el vender sus tierras a los grandes aristócratas, que con el tiempo se convertirían en los grandes terratenientes. De esa manera, el señor aceptaba las tierras y además se las devolvía a su anterior propietario para que se las trabajara a cambio de una renta anual que quedaba fijada.
No podemos decir que esta forma hiciera que los campesinos perdieran su libertad por completo, pues la venta siempre se hacía mediante un contrato, quedando estipulado que se vendía o entregaba la propiedad si coacción alguna.
Además, el señor se comprometía a defender a los campesinos y artesanos de los emisarios imperiales, sirviéndose para ello de una milicia personal, o lo que es lo mismo, un pequeño ejército.
La evolución hacia el sistema feudal:
Podemos decir que, tras las invasiones bárbaras y la desintegración del Imperio romano, el sistema de gobierno fue decayendo y fueron los grandes terratenientes romanos los que obtuvieron el poder total. Estos fueron los que rápidamente acabaron relacionándose con las élites emergentes, llegando incluso a contraer matrimonio, de esa manera fue surgiendo una nueva clase social, las nobles, los cuales se fueron centrando sobre todo en el arte de la guerra y en el gobierno.
Estos eran un grupo que poseía grandes porciones de tierra y que, durante toda la Alta Edad Media y gran parte de la Plena y Baja Edad Media, tuvieron en jaque a las grandes monarquías europeas, pues eran ellos los que designaban a los reyes y también los que los deponían si la actitud del monarca no les era favorable.
Esta es la idea por la cual surge el feudalismo pues será en época de Carlomagno cuando se cree la red o aparato feudal, por el que el monarca fue haciendo que los nobles le juraran lealtad a la Corona a cambio de una recompensa (ya podía ser terrenos nuevos, cargos o aranceles).
De esa manera, la monarquía quedaba por encima de los intereses de los nobles pues quedaba conformada como el señor de todo el territorio. Esto se fue implantando poco a poco en todas las monarquías europeas en un intento por salvaguardar los intereses de la monarquía.
El problema fue que esta red (que fue creada en principio para controlar a los nobles) acabó extendiéndose a toda la sociedad libre, incluyendo igualmente a las capas más bajas de la sociedad, como fueron los campesinos y los artesanos. De modo que, estos entraron también a depender de los nobles, los cuales podían ser de baja o grande cuna, dependiendo del título que poseyera, la cuestión es que toda la sociedad quedó entrelazada por una gran cantidad de contratos feudales.
La Sociedad Feudal: La Nobleza Guerrera:
El feudalismo se constituyó sobre la base de tres estamentos claramente diferenciados: los nobles, a quienes les correspondía combatir, los eclesiásticos, destinados a rezar y los campesinos, cuya misión era trabajar para mantener a los demás.
La nobleza feudal estuvo constituida por señores y vasallos que participaban de las relaciones de vasallaje: a su cabeza estaba el rey, que no era vasallo de nadie y que, teóricamente, era señor de todos. Entre los miembros de la nobleza había grandes diferencias, aunque todos formaban parte de la aristocracia.
Los grandes vasallos eran los condes, vizcondes, duques y marqueses dueños de extensos feudos. En el nivel intermedio, se encontraban los vasallos de los vasallos o vasvessores, con feudos más pequeños. Por último existían los vasallos menores, los caballeros, que eran la mayoría. Éstos no tenían feudo ni vasallos, pero iban a la guerra a caballo y con un equipo de armas importante.
Toda la nobleza feudal era guerrera por necesidad, por deseo de aventura y por avidez de botín, y se educaba en este espíritu. La guerra representaba para ella una perspectiva de fama y de fortuna, en tanto la paz era considerada una desdicha.
La morada feudal, el castillo, estaba concebido para las exigencias de defensa y de combate. Las ocupaciones cotidianas se limitaban a la administración de justicia y a la vigilancia de os subordinados. Los periodos de ocio eran prolongados, y durante los mismo el señor se dedicaba a las diversiones, sobre todo a la caza y a los torneos.
Los castillos:
Al comienzo los castillos eran de madera. Recién hacia el siglo XII se hicieron de piedra. El castillo se construía sobre una cima y era un lugar amurallado y rodeado de un profundo foso salvado por un puente levadizo. En su interior había un patio que comunicaba con las diferentes estancias del castillos: los pabellones para la tropa y los servidores, el almacén, los establos y la capilla. La parte más importante era el edificio que servía de vivienda al noble y a su familia. En ella destacaba la torre del homenaje, la de mayor elevación. La vida en el castillo resultaba generalmente incómoda e insalubre debido a los rudimentarios medios de que se disponía, la escasa aireación y la falta de higiene. Asimismo, era una vida monótona, sobre todo para las mujeres, que apenas salían del castillo.
El señorío territorial:
Todos los feudos giraban alrededor de la residencia habitual del señor feudal: el castillo o la abadía. Los nobles raramente cultivaban todas sus tierras. Por eso concedían una buena parte de ellas a otras personas. Conceder la tierra equivalía a adquirir un poder: el de participar en los recursos de las familias a quienes se les entregaba. La tierra cultivable se dividía en tres partes diferentes:
La reserva eran las tierras de uso exclusivo de señor: él las explotaba directamente, empleando una mano de obra en su mayoría servil. Todos los productos de la reserva caían en manos del señor.
Los mansos eran pequeñas parcelas confiadas a campesinos libres, colonos, que a cambio, trabajaban unos determinados días al año para el señor y le daban una parte de su cosecha o dinero. También a los siervos se le entregaban parcelas para cultivar, en ese caso se hablaba de mano servil.
Las tierras comunales de aprovechamiento común eran, fundamentalmente, bosques y pastos para el ganado.
La abadía como feudo:
Hacia el siglo XI, a los vasallos de gran importancia se les entregó con mucha frecuencia en feudo una iglesia con su abadía. Con este tipo de feudo, los vasallos percibían todas las rentas que surgían del dominio de éste o del propio ejercicio del ministerio eclesiástico: los diezmos, que eran la décima parte de la iglesia, y las ofrendas de los fieles, entre otras rentas más. Estas rentas de naturaleza eclesiástica y especialmente, los diezmos, figuraron entre los objetos más codiciados para su concesión en feudo, pues con ellos se podían amasar grandes fortunas.
El fin del feudalismo:
Con la llegada de la Baja Edad Media, es decir, el siglo XIII, llega a la sociedad un nuevo grupo, la burguesía, que no encajaba en el sistema feudal. Este surgió del auge de las ciudades durante la Plena Edad Media e iba en contra del grupo nobiliario, el cuál sería su mayor enemigo.
De esa manera estos se fueron resguardándose en la monarquía, que se fue rodeando además de los licenciados salidos de las incipientes universidades, en las cuales se estudiaba el derecho romano, sobre todo.
Fue mediante la recuperación de dichos estudios cuando la monarquía comenzó a hacerse fuerte en la barrera legal y en la social, haciendo que los nobles fueran perdiendo el poder político y alejándolos así de las numerosas conspiraciones que se realizaban en contra de la monarquía para obtener mayores beneficios.
De esa manera las monarquías se fueron haciendo cada vez más autoritarias, siendo el reinado de los Reyes Católicos, el mayor ejemplo de ello en toda Europa. Tras este paso vendrían las denominadas monarquías absolutas, por el cual todo el poder recaía en el monarca y de esa manera quedaban fuera del juego político los nobles y con ello desapareció el sistema feudal, pues toda la sociedad pasó a depender del rey.
Hay una división debida a procesos históricos muy marcados. Se manifiestan en diferencias sociales y culturales que se mantienen hasta el presente.
El núcleo central, castellano, más preocupado con su extensión hacia el sur, permanece en la vida política, relativamente aislado de Europa.
El nucleo del Este, La Corona de Aragón, mantuvo relaciones, políticas y comerciales, más estrechas con las naciones de Europa.
El reparto de la tierra que se iba reconquistando benefició a la nobleza guerrera, que fue acumulando grandes posesiones que dedicarían sobre todo a la ganadería. Había musulmanes que permanecían en los territorios cristianos. Se los llamaba mudéjares y se dedicaban a la agricultura y a la pequeña industria. También era numerosa en estas zonas la comunidad judía que se dedicaba al comercio, los préstamos y al artesanado. Los musulmanes y los judíos eran tan numerosos en algunas zonas como los cristianos.
La sociedad:
En los reinos cristianos había dos grandes grupos: los privilegiados y los no privilegiados.
Los privilegiados, que eran los nobles y el clero, no pagaban impuestos. Los nobles vivían en los castillos, eran dueños de grandes propiedades y poseían muchas riquezas.
El castillo medieval:
La época medieval fue un tiempo de inseguridad y de luchas. Por ello, los monarcas encargaban la defensa de sus territorios a los nobles. Estos debían jurar fidelidad al rey, quien, en recompensa les ofrecía tierras (feudos).
Los nobles que tenían feudos eran señores feudales. Vivían en un castillo y se rodeaban de caballeros, que les ofrecían ejércitos y ayuda para la guerra a cambio de tierras.
El clero lo formaban los monjes y monjas que vivían en los monasterios. Un abad o una abadesa dirigían el monasterio. Las tareas diarias de los monjes se repartían entre la oración, el trabajo y el estudio. A una horas del día se reunían para rezar, el resto del día lo dedicaban a tareas necesarias para el funcionamiento del monasterio. Los sacerdotes y obispos atendían las iglesias.
Los no privilegiados estaban obligados a pagar impuestos. De este grupo formaban parte los campesinos, los artesanos y los comerciantes. Los campesinos eran el grupo más numeroso. Vivían en las aldeas, que se situaban cerca de un castillo, trabajando las tierras feudales de los nobles. Existían campesinos libres, que podían ser propietarios de su tierra, y siervos, campesinos que no eran propietarios ni tenían libertad personal. La mayoría cultivaba las tierras de los nobles. Los artesanos y los comerciantes vivían en las ciudades.
Las ciudades:
Las ciudades medievales tomaron importancia a partir del siglo XII. Estaban rodeadas de murallas y tenían puertas que se cerraban por la noche para defenderse de un posible ataque. Se organizaban en barrios. Las calles eran estrechas y las casas de madera. Tenían una gran plaza en la que los comerciantes vendían sus productos. En muchas ciudades se construyeron bellas catedrales, como las de Burgos, Toledo y León.
En las ciudades vivían principalmente los comerciantes y los artesanos: panaderos, carpinteros, tintoreros, tejedores… El maestro artesano era el único que podía disponer de un taller. Los oficiales y aprendices trabajaban bajo sus órdenes y aspiraban a hacerse maestros cuando aprendieran perfectamente el oficio.
Los artesanos del mismo oficio se agrupaban en gremios y solían tener los talleres en una misma calle. En muchas ciudades aún se conservan los nombres de aquellas calles: calle de Toneleros, calle de Cuchilleros, etc. Cada gremio controlaba la calidad y el precio de sus productos. En algunas ciudades se celebraban ferias de comercio una o dos veces al año, a las que llegaban productos de toda Europa.
Los habitantes de las ciudades eran libres, es decir, no dependían de ningún señor feudal. Así nació un nuevo grupo social: la burguesía, dedicada a las actividades mercantiles y artesanales.
En las principales ciudades, como Palencia y Salamanca, se crearon las universidades.
La economía de los reinos cristianos.
Tras la ruralización que supuso la época visigoda y la invasión musulmana, los pequeños núcleos de resistencia cristiana que se formaron en el norte de la península tardaron varios siglos en iniciar un tímido desarrollo económico, notable posteriormente. Hasta el siglo XI y XII, su economía era cerrada, centrada en el autoconsumo y con escasa circulación de bienes y de moneda.
Tras las conquistas del XI y XII y especialmente las del XIII, la estabilidad, la ampliación de los territorios, la apertura de rutas comerciales (Mediterráneo, Atlántico) o culturales (Camino de Santiago, estilo románico y después gótico) y el despegue demográfico y repoblador, en un contexto general europeo de renacimiento urbano y económico, permitió el desarrollo económico de Castilla, Aragón, Navarra y Portugal. El crecimiento del comercio posibilitó la creación de gremios, que agrupaban a los artesanos por oficios.
Centrándonos en Castilla. La orientación a la ganadería fue crucial en la Edad Media, lo que fue en perjuicio de la agricultura. Alfonso X creó en 1273 el Honrado Concejo de la Mesta, asociación de ganaderos que organizaba la trashumancia a través de las cañadas. La mesta contaba con enormes privilegios de paso (lo que irritaba a los agricultores) y enriqueció a grandes propietarios como la nobleza, el clero o las órdenes militares, además de aportar unos enormes ingresos para la corona de Castilla. La lana de la oveja merina, de gran calidad, se reunía en Burgos y desde allí se transportaba a los puertos del cantábrico para ser exportada a Flandes o Inglaterra. De estos mismos puertos salía también el hierro vasco, de gran importancia. Era una economía de exportación de materias primas, importando los productos manufacturados. También destacaron las ferias comerciales, siendo la más famosa la de Medina del Campo.
Por contra en Aragón, que también contaba con una importante ganadería ovina y una agricultura de regadío próspera, las actividades artesanales (textil especialmente) y el comercio mediterráneo si que consiguió el desarrollo de una importante burguesía, especialmente en Barcelona o Valencia, que se harán con el control de las instituciones ciudadanas (Consell de Cent). El comecio aragonés, se vio favorecido por la extraordinaria expansión de la corona por el Mediterráneo (Sicilia, Cerdeña, Nápoles, puertos del norte de África) así como por las instituciones creadas para favorecer el comercio (como los consulados del mar o las lonjas) y por los avances generales en transportes y medidas de pago (letras de cambio). Tradicionalmente se exportaban tejidos, aceites, armas, y se importaban sedas o especias.
La peste negra en 1348, la crisis agrícola, las guerras civiles catalanas y el avance de los turcos supondrán el fin de este periodo de esplendor de la corona de Aragón en lo político y económico, y dejarán al reino en mala situación para afrontar la unidad dinástica con los Reyes Católicos. Solamente Valencia se recuperará con mayor rapidez y sustituirá a Barcelona como principal puerto comercial y centro económico de la Corona de Aragón en el siglo XV
¿Quién fue el Cid Campeador?
Fue un guerrero de la reconquista nacido en Burgos en 1043 llamado Rodrigo Díaz de Vivar, que luchó al servicio de los reyes Fernando I y Sancho II. Desterrado de Castilla en tiempos de Alfonso VI, guerreó por su cuenta contra los musulmanes y tomó la ciudad de Valencia en 1094. Murió allí en 1099. Su vida, símbolo del guerrero de la reconquista, inspiró el famoso poema del Mío Cid.
¿Qué eran las cortes?
A fines del siglo XII surgió una nueva institución: las cortes, una especie de parlamento presidido por el rey e integradas por la "Curia" (nobles y eclesiásticos) y los representantes de villas y ciudades. Votaban los impuestos, presidían la jura del monarca, planificaban las acciones militares contra los musulmanes y se ocupaban de los asuntos del reino.
Las cortes significaron un avance democrático y una limitación al poder de los reyes.
¿Cómo era la situación en el siglo XV?
Dos grandes reinos cristianos estaban ya formados y asentados: Castilla y Aragón. En 1469, el casamiento de Fernando de Aragón e Isabel de Castilla logra unificar la península, aunque cada uno mantendrá el reinado sobre sus regiones de origen. Los "reyes católicos" incorporaron Navarra y culminaron la reconquista con la toma de Granada
el 2 de enero de 1492, el mismo año del viaje de Colón.
¿Qué fue la Inquisición?
Era un tribunal impuesto por Isabel y Fernando destinado a perseguir a los no católicos y lograr, por la fuerza, la unidad religiosa. El Gran Inquisidor Torquemada persiguió a herejes, musulmanes y judíos que se negaban a convertirse a la religión católica, aplicándoles graves tormentos que iban desde la tortura a la muerte en la hoguera. Finalmente, en 1492, los reyes católicos decretaron la expulsión de España de los judíos y los moros (musulmanes). Esto trajo graves consecuencias para el reino, que se vio privado de dos culturas muy ricas que se dedicaban a actividades económicas fundamentales.
¿Qué aportaron los musulmanes a la cultura española?
Los musulmanes permanecieron ocho siglos en España. Gracias a sus traducciones se difundieron grandes clásicos de la antigüedad y realizaron grandes aportes en el campo de la agricultura, la industria, las matemáticas, la física, la química y la medicina. Fueron ellos quienes introdujeron la guitarra en la península. El arte y la arquitectura islámicas pueden apreciarse en grandes obras de la región de Al -Andalus (Andalucía),como la Alhambra de Granada.
¿Qué fue el feudalismo?
Fue un sistema político, social y económico que se desarrolló en gran parte de Europa Occidental desde fines del siglo IX hasta fines del siglo XII. Este sistema tuvo sus orígenes en el colonato romano y se perfeccionó entre los francos, a la muerte de Carlomagno, cuando el reino se dividió y el poder real fue reemplazado por el de los señores feudales.
¿Cómo estaba dividida la sociedad?
Por aquel entonces no había clases sociales sino estamentos; es decir que no había movilidad social y el que nacía pobre moría pobre.
Existían tres estamentos: los caballeros (los que luchaban), los sacerdotes (los que rezaban) y los campesinos (los que trabajaban). Los campesinos eran el sostén económico de los sacerdotes y los caballeros. Se suponía que este orden era divina, que Dios lo había dispuesto así; por lo tanto, de acuerdo a la concepción de la época, quien se oponía a este orden, se oponía a Dios.
¿Cómo eran los castillos feudales?
Se construían en lo alto de las montañas para poder vigilar la zona y controlar los trabajos de los campesinos y los posibles ataques de los enemigos. Casi todos tenían una muralla exterior defensiva y otra interior. Entre las dos murallas había un patio que servía de refugio en caso de ataque.
¿Qué era el vasallaje?
Era un contrato que se establecía entre el señor y sus subordinados donde se establecían obligaciones mutuas. Por lo general el señor se comprometía a velar por la vida de sus vasallos y éstos a obedecerle y proveerlo de alimentos y servicios personales, que incluían acompañarlo en la guerra.
¿Quiénes eran los siervos?
La mayoría de la población de la sociedad feudal estaba compuesta por siervos, es decir, campesinos sometidos a servidumbre que no eran libres de elegir a su señor o de trasladarse a otro castillo. Debían cultivar las tierras del señor o de la iglesia y pagar impuestos o diezmos según el caso.
¿Cómo y por qué terminó el feudalismo?
Este sistema cerrado tenía sentido en tanto la gente se sintiera en peligro frente a las continuas invasiones de diversos pueblos. Así fue en la época de su florecimiento, pero cuando cesaron las invasiones y la gente se sintió segura, comenzó a querer salir del aislamiento a que la sometían los señores. Así surgieron los burgos, pequeñas aldeas que rodeaban a los castillos feudales pobladas por artesanos y comerciantes que practicaban una economía libre, en la que la moneda y los productos circulaban con fluidez. Surgieron así los gremios de artesanos y comerciantes que fueron adquiriendo el poder suficiente como para competir y derrotar al sistema feudal. Los señores debieron salir del aislamiento y reconocer los derechos de los burgos y de sus habitantes: los burgueses.
Vida religiosa.
El establecimiento de los nuevos reinos representa también el regreso a la tradición latina y cristiana. En este proceso de reintegración cultural contribuyeron de manera muy notable las ordenes monásticas francesas, de Cluny y más tarde del Cister invitadas inicialmente por los reyes peninsulares.
Los monjes franceses mantuvieron estrechos contactos con los monasterios franceses de que procedían, estableciendo así en la Península una extensión de las tradiciones religiosas, literarias y artísticas francesas. Aunque el concepto de Cruzada contra los infieles no fue nunca popular en España, como lo fue en Francia. El predominio religioso de los cristianos en la sociedad y en las estructuras políticas quedó firmemente establecido con la consideración de ser tierra de cristianos y la importancia que tuvieron las llamadas Ordenes militares.
Los problemas del Clero:
En los inicios de la Edad Media, el clero era elegido por la comunidad religiosa. A partir del siglo X, en cambio, los monarcas decidieron reservarse ese derecho llamado investidura.
De esta forma el clero, privado de toda independencia, se hallaba sometido a los príncipes y a los señores, y a su elección podía recaer en personajes que carecían de toda riqueza espiritual.
Esto provocó el relajamiento de las costumbres y los dos principales vicios de la época: la simonía, que consistía en la compra de los cargos eclesiásticos por medio de la influencia o del dinero, y el nicolaísmo, es decir, el rechazo al celibato religioso, transgrediendo la pureza de las costumbres eclesiásticas.
A pesar de esta corrupción, el clero procuró humanizar las rudas costumbres de la época y evitar las constantes guerras.
Por el llamado derecho de asilo, prohibía realizar cualquier acto violento contra el que se encontraba dentro de una iglesia o convento. Mediante la paz de Dios, prohibía a los señores feudales atacar en las batallas a los que no combatían. Por último, la tregua de Dios consistía en la prohibición de combatir de viernes a domingo y en el transcurso de las festividades religiosas, bajo pena de excomunión.
La renovación Eclesiástica:
En el siglo XI, el clero regular reaccionó en contra de la relajación de las costumbres de la Iglesia y del poder de los laicos sobre ella. El movimiento monacal fue reformado por dos conventos bendictinos.
Cluny, el espíritu de reforma:
La primera reforma partió de la abadía de Cluny, fundada el año 910. Los monjes de Cluny optaron por la protección exclusiva del Papa (y no la del obispo o la del señor feudal) y reforzaron la autoridad del abad.
Bajo estas reformas nació la orden cluniacense, que se extendió con rapidez en Europa. En su momento de máxima popularidad, a comienzos del siglo XII, poseía cerca de 1500 monasterios, todos ellos bajo la autoridad del abad de Cluny.
La orden cluniacense:
La orden cluniacense fue esencialmente una orden aristocrática, pues la mayoría de sus monjes eran miembros de la nobleza. Quizas por ello, el trabajo manual ya no se consideró una ocupación adecuada y fue sustituido por una elaborada liturgia, que ocupaba la mayor parte del tiempo de los monjes. La organización de Cluny se basó en la idea feudal de jerarquía: de la misma manera que en la sociedad feudal había un rey en la cima, con condes, duques, caballeros y el resto en una escala de mayor a menor importancia, el abad de Cluny fue la cabeza de toda una jerarquía de miembros subordinados. Todos los monasterios cluniacenses estaban bajo su autoridad.
El Císter, el retorno a la simplicidad:
Sin embargo, a mediados del siglo XII, los cluniacenses se alejaron del ideal de vida benedictino enriqueciéndose en extremo. Esto dio origen a una segunda reforma que partió del monasterio de Citeaux, también en Francia; su promotor fue San Bernardo de Claraval.
En busca de una vida más recluida y estricta, los cisternienses fundaron su propia orden. La orden cisterniense se propagó por Europa en el siglo XIII, y su expansión también fue espectacular.
La Orden de Cluny.
En el año 911 el rey Guillermo de Aquitania cede unos terrenos en Borgoña al monje Bernon para fundar un monasterio.
De esta forma comienza la andadura de una de las organizaciones más decisivas en la historia de Occidente: la Orden benedictina de Cluny. Desde ese primer momento fundacional la Orden de Cluny alcanza una absoluta independencia respecto de cualquier poder laico o eclesiástico.
Esta independencia temporal de la orden se debe a que el abad Bernon exigió el derecho de ser sólo tributario del Papado y responder de sus actos únicamente ante el Papa, lo que le permitió una gran cantidad de privilegios y de donaciones, saltándose la autoridad de señores laicos y obispos. Con tamaña libertad de acción, la abadía se involucró en decisiones de ámbito social, político, económico e incluso militar en los distintos reinos europeos.
El otro factor que permitió el engrandecimiento de la Orden de Cluny fue el acierto de crear una estructura orgánica centralizadora, frente a la habitual dispersión y disgregación que los monasterios benedictinos habían tenido hasta entonces. Esto sólo fue posible gracias a la "inmunidad" internacional frente a reyes y nobles que la dependencia papal le había conferido.
El siglo XI fue el de máximo esplendor para la Orden, y en ello intervino la extrema longevidad y estabilidad de los mandatos de dos abades que abarcaron todo el siglo XI. Nos referimos al abad Odilón (994-1049) y a Hugo el Grande (1049-1109).
En este lapso de máximo desarrollo, la abadía de Cluny llegó a contar entre 400 y 700 monjes, y extendía su absoluto poder sobre 850 casas en Francia, 109 en Alemania, 52 en Italia, 43 en Gran Bretaña y 23 en la Península Ibérica, agrupando a más de 10.000 monjes, sin contar su innumerable personal subalterno.
Los principales aspectos organizativos, políticos y religiosos de los "monjes negros" se pueden resumir en los siguientes puntos:
* Vasallaje exclusivo a Roma y defensa de su primacía moral.
Predominio de una férrea estructura jerárquica piramidal entre prioratos, abadías subordinadas y abadías afiliadas.
* Organización feudal interna y apoyo a la sociedad feudal de la época, manteniendo buenas relaciones con nobles y obispos (a pesar de su inmunidad frente a ellos)
Cluny multiplicó el número de sacerdotes entre sus miembros.
Predominio en la vida monástica del rezo litúrgico y la celebración coral de la eucaristía, frente a los trabajos físicos que eran irrelevantes, y que eran realizados por personal subalterno.
* Conservación y difusión de la cultura gracias a labor de sus scriptoria donde se realizaban permanentemente copia de manuscritos.
La crisis de la Orden de Cluny llega en las primeras décadas del siglo XII. Las razones del declive de la Orden en estos años se puede resumir en:
Excesiva rigidez de su propia estructura que impedía la más mínima flexibilidad entre las distintas casas, paralizando así a toda la orden.
Incorporación masiva de nobles sin vocación para beneficiarse de los privilegios y comodidades de la vida monástica. Ello llevó a una progresiva relajación de costumbres.
Progresiva orientación -durante el siglo XII- del monaquismo occidental hacia aspectos eremíticos y ascéticos, lo que influyó en el nacimiento de las nuevas órdenes, como la del Císter.
Influencia de la Orden de Cluny en la España Medieval..
La influencia de los monjes cluniacenses en España se puede clasificar en tres puntos esenciales:
Impulso del Camino de Santiago:
Indudablemente, la Orden de Cluny fue uno de los principales motores de dinamización del Camino de Santiago.
Fiel a la regla benedictina, la abadía cluniacense se autoinvistió como difusora del cristianismo, sobre todo a lo largo del Camino. Desde ese punto de vista, resulta comprensible su interés por el Camino de Santiago, donde se fraguaban la Reconquista y la cristianización del sur musulmán.
También es posible que tal devoción jacobea se debiera en parte al anhelo de poder, ya que durante los siglos XI y XII, la orden duplicó sus propiedades gracias a las generosas donaciones realizadas por los monarcas hispanos. La orden de Cluny alzó monasterios, puentes, iglesias y hospitales, pero también recibió infinidad de edificios, tierras, prioratos y villas a través de decretos reales.
Abolición del rito mozárabe:
Otra influencia de Cluny ejerció sobre la España cristiana del siglo XI fue el apoyo a Roma para la abolición del rito mozárabe y la reorganización eclesiástico-monástica.
El 22 de marzo de 1071, en la segunda Semana de Cuaresma, en la hora sexta del oficio divino (en torno al mediodía), se rezó por primera vez en España según la liturgia romana, tal y como consta en la crónica de San Juan de la Peña. En ese instante, se abandonó el rito mozárabe, hispánico o toledano.
EL PUNTO DE PARTIDA PARA QUE EL RITO ROMANO SE EXTENDIERA POR TODA LA PENÍNSULA:
El Real Monasterio de San Juan de la Peña, cuna del Reino de Aragón, fue el primer lugar en el que se instauró la nueva liturgia, vigente hasta nuestros días. Aquella fecha, el 22 de marzo de 1071, no solo supuso el inicio del cambio del rito, sino que fue el punto de partida para que esta práctica se fuera extendiendo al resto de la Península Ibérica a lo largo de los siguientes siglos.
La expansión del nuevo rito llegó con el rey Sancho Ramírez al Monasterio de San Juan de la Peña -coincidiendo con la estancia en tierras aragonesas del Santo Cáliz que hoy se conserva en la Catedral de Valencia-, y por el afán de occidentalización de su reino.
De hecho, la actuación política y religiosa del monarca siempre estuvo condicionada por sus relaciones con la Santa Sede, a cambio del apoyo del Papa Alejandro II a un incipiente Reino de Aragón.
DEL RITO HISPANO-MOZÁRABE A LA LITURGIA ROMANA:
Amigos de Serrablo, que cada primer domingo de agosto recuperaba -hasta la llegada de la pandemia- la tradición del rito hispano-mozárabe en las iglesias de Serrablo, recuerda que esta es «una liturgia que se desarrolló en España bajo la dominación de los visigodos, sobre todo desde su conversión al catolicismo en el año 589 hasta su abolición».
Ese momento llegaría en 1071, en San Juan de la Peña, en el contexto del esfuerzo, por parte de Roma, de la unificación de toda la Cristiandad.
Tal y como recuerda la Hermandad de San Juan de la Peña, Sancho Ramírez «consiguió que el viejo rito, mal visto por el Papado, desapareciera de sus dominios, primero en San Juan de la Peña y San Victorián de Sobrarbe; poco después, en el resto de las iglesias y monasterios aragoneses».
Se convirtió San Juan de la Peña, de esta manera, en pionero en los cambios religiosos más importantes del siglo XI: En 1071, con la adopción del rito romano y, en 1028, con la introducción de la regla benedictina.
Fundación de Monasterios:
Cluny encontró en los reyes de León del siglo XI el apoyo necesario para el establecimiento o reforma de varios monasterios en Tierra de Campos.
Entre estos monasterios destacan San Zoilo en Carrión de los Condes, San Isidro de Dueñas (Palencia) y por supuesto, San Benito de Sahagún, que fue el monasterio más poderoso de ese periodo.
En estos tres monasterios se producen manifestaciones románicas valiosísimas.
De San Benito de Sahagún (Anteriormente llamado "San Facundo y Primitivo) se conserva la lauda sepulcral de Alfonso Ansúrez más una Virgen procedente del tímpano de una portada que se exponen en el Museo Arqueológico Nacional.
San Isidro de Dueñas tiene una iglesia transformada que debió ser muy similar a San Martín de Frómista. Afortunadamente, la portada occidental se conserva bien.
Por último, en San Zoilo de Carrión de los Condes, se descubrió en 1993 una portada oculta de excelente calidad artística. Tiene cinco arquivoltas y cuatro columnas con capiteles relacionados con Jaca y San Isidoro de León.
Impulso del Camino de Santiago:
Indudablemente, la Orden de Cluny fue uno de los principales motores de dinamización del Camino de Santiago.
Fiel a la regla benedictina, la abadía cluniacense se autoinvistió como difusora del cristianismo, sobre todo a lo largo del Camino. Desde ese punto de vista, resulta comprensible su interés por el Camino de Santiago, donde se fraguaban la Reconquista y la cristianización del sur musulmán.
También es posible que tal devoción jacobea se debiera en parte al anhelo de poder, ya que durante los siglos XI y XII, la orden duplicó sus propiedades gracias a las generosas donaciones realizadas por los monarcas hispanos. La orden de Cluny alzó monasterios, puentes, iglesias y hospitales, pero también recibió infinidad de edificios, tierras, prioratos y villas a través de decretos reales.
Abolición del rito mozárabe:
Otra influencia de Cluny ejerció sobre la España cristiana del siglo XI fue el apoyo a Roma para la abolición del rito mozárabe y la reorganización eclesiástico-monástica.
EL PUNTO DE PARTIDA PARA QUE EL RITO ROMANO SE EXTENDIERA POR TODA LA PENÍNSULA:
El Real Monasterio de San Juan de la Peña, cuna del Reino de Aragón, fue el primer lugar en el que se instauró la nueva liturgia, vigente hasta nuestros días. Aquella fecha, el 22 de marzo de 1071, no solo supuso el inicio del cambio del rito, sino que fue el punto de partida para que esta práctica se fuera extendiendo al resto de la Península Ibérica a lo largo de los siguientes siglos.
La expansión del nuevo rito llegó con el rey Sancho Ramírez al Monasterio de San Juan de la Peña -coincidiendo con la estancia en tierras aragonesas del Santo Cáliz que hoy se conserva en la Catedral de Valencia-, y por el afán de occidentalización de su reino.
De hecho, la actuación política y religiosa del monarca siempre estuvo condicionada por sus relaciones con la Santa Sede, a cambio del apoyo del Papa Alejandro II a un incipiente Reino de Aragón.
DEL RITO HISPANO-MOZÁRABE A LA LITURGIA ROMANA:
Amigos de Serrablo, que cada primer domingo de agosto recuperaba -hasta la llegada de la pandemia- la tradición del rito hispano-mozárabe en las iglesias de Serrablo, recuerda que esta es «una liturgia que se desarrolló en España bajo la dominación de los visigodos, sobre todo desde su conversión al catolicismo en el año 589 hasta su abolición».
Ese momento llegaría en 1071, en San Juan de la Peña, en el contexto del esfuerzo, por parte de Roma, de la unificación de toda la Cristiandad.
Tal y como recuerda la Hermandad de San Juan de la Peña, Sancho Ramírez «consiguió que el viejo rito, mal visto por el Papado, desapareciera de sus dominios, primero en San Juan de la Peña y San Victorián de Sobrarbe; poco después, en el resto de las iglesias y monasterios aragoneses».
Se convirtió San Juan de la Peña, de esta manera, en pionero en los cambios religiosos más importantes del siglo XI: En 1071, con la adopción del rito romano y, en 1028, con la introducción de la regla benedictina.
Cluny encontró en los reyes de León del siglo XI el apoyo necesario para el establecimiento o reforma de varios monasterios en Tierra de Campos.
Entre estos monasterios destacan San Zoilo en Carrión de los Condes, San Isidro de Dueñas (Palencia) y por supuesto, San Benito de Sahagún, que fue el monasterio más poderoso de ese periodo.
En estos tres monasterios se producen manifestaciones románicas valiosísimas.
De San Benito de Sahagún (Anteriormente llamado "San Facundo y Primitivo) se conserva la lauda sepulcral de Alfonso Ansúrez más una Virgen procedente del tímpano de una portada que se exponen en el Museo Arqueológico Nacional.
San Isidro de Dueñas tiene una iglesia transformada que debió ser muy similar a San Martín de Frómista. Afortunadamente, la portada occidental se conserva bien.
Por último, en San Zoilo de Carrión de los Condes, se descubrió en 1993 una portada oculta de excelente calidad artística. Tiene cinco arquivoltas y cuatro columnas con capiteles relacionados con Jaca y San Isidoro de León.
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Para conocer mas sobre la Orden de Cluny, pinchar en éste enlace:
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Cluny y el Románico.
Tras la gran variedad del prerrománico, Europa, durante los siglos XI y XII, se unifica artísticamente y culturalmente.
Esta unificación se debe a la Abadía de Cluny, en la Borgoña.
En 910, el duque de Aquitania entregó al abad Bernón la región de Cluny para fundar una abadía. Esta abadía es grande y rica, se pone bajo la regla de San Benito -> Benedictinos.
Desde los primeros momentos la abadía tiene 4 principios:
1. Exaltación de Dios por medio de la Belleza. Buscan la belleza en la liturgia y en la arquitectura.
2. Obediencia exclusivamente al Papa, privilegio de exención.
3. Profesan monjes pertenecientes a las clases nobiliarias. Esto trae acumulación de dinero y bienes. La orden Benedictina adquiere gran prestigio.
4. Se pone al lado de “La Paz de Dios” o “Tregua de Dios”. -> propone la paz en Europa (sólo se podría luchar con pueblos invasores de otras religiones). Esto hace que los pueblos de Europa quisieran a esta abadía.
A lo largo del siglo X cobra una gran fuerza y se extiende por toda Europa fundando filiales. A finales de este siglo hay unos 1.500 monasterios. Gran potencial religioso, político y económico.
En este estado de cosas acontece “el milenario” o año 1.000. Los milenaristas creían que en este año se acabaría el mundo.
Raúl Glaber -> monje milenarista que escribió una crónica sobre los últimos años del siglo X.
Al llegar el año 1.000 no se produce el fin del mundo y se hacen una serie de celebraciones.
La orden de Cluny organizaron las Rutas de peregrinación para unir a toda Europa en un acto de religiosidad.
Son largos viajes que parten desde Cluny a través de caminos que recorren prácticamente toda Europa. Cluny organizó 3 grandes rutas:
a. LA RUTA NACIONAL.
Que iba desde Cluny (Borgoña) hasta Mont S. Michel Normandía. Los viajeros que hacían estas rutas iban ganando indulgencias. Esta ruta daba pocas indulgencias.
b. CAMINO DE SANTIAGO.
Desde Cluny hasta Santiago de Compostela. Era una ruta internacional. En Santiago de Compostela se veneraban los restos mortales del apóstol.
c. GRAN RUTA.
Desde Cluny hasta Jerusalén: era la ruta más larga y que más indulgencias daba. Era una ruta Intercontinental.
Cluny traza los caminos, levanta iglesias, hospederías... A lo largo de esta ruta se va creando un estilo constructivo.
Estas rutas trajéron...
El origen del románico:
Gran movimiento de viajeros. Por motivos religiosos, aventureros... Surge la posibilidad del viaje.Se mezclan ideas, formas de pensar, etc...
Se convierten en grandes vías de comunicación de toda Europa. Por tanto, Unidad cultural y artística.
Las Cruzadas:
La primera en 1093, cuando Jerusalén fue conquistada por los árabes. Estalla porque se ha interrumpido la 3ª ruta de Cluny. Las cruzadas también fueron motivo de unión entre los pueblos cristianos.
El arte:
Es fundamentalmente de arquitectura en el que están integradas la pintura y la escultura. Los edificios tienen tres principios:
1. Perdurables para toda la eternidad. -> Todos los edificios serán construidos en piedra, sin nada de madera, para que sean inincendiables.
2. Teológicos- han de captar la filosofía y la teología del siglo XI: idea del rezo y de la penitencia que el hombre ha de ejercer en su vida. Tendrán poca luz (recogimiento) y serán poco lujosos.
3. Docentes- A través de esculturas y pinturas -> lección y adoctrinamiento. Docencia por medio de la visión. Están técnicamente inspirados en el prerrománico. Se toman datos del Carolingio, elementos Ostrogodos, del Otoniano, del Visigodo y del Astur.
El arte románico en el arte medieval.
A partir del año 1000, debido al enorme aumento de los bienes eclesiásticos los campos europeos se llenaron de iglesias y monasterios. Estos edificios se construyeron con un nuevo estilo, el románico, que es considerado el primer gran arte europeo.
El estilo románico fue ideado por los monjes de Cluny para propagar el cristianismo. El románico fue un arte monástico.
En la Edad Media, los puestos más importantes de la Iglesia se reservaban a los nobles. El románico, que fue un arte eclesiástico, reflejaba, por tanto, la mentalidad de los nobles feudales. Esto quiere decir que el románico fue un arte aristocrático.
Por último, como el arte románico se desarrolló durante la etapa feudal, fue también un arte rural, pues en aquella época la mayoría de la población vivía dispersa en el campo.
La arquitectura del arte medieval: fortalezas de Dios:
Como el románico fue un arte cristiano, sus construcciones más características fueron las iglesias y los monasterios. Las construcciones románicas son edificios imponentes que reflejan el poder de la Iglesia. Se las ha llamado fortalezas de Dios, pues son grandes, firmes y macizas como los castillos de aquella época. Otros rasgos distintivos de la arquitectura románica fueron:
– El empleo de semicírculos en arcos y bóvedas, llamados arcos de medio punto.
– El uso de bóvedas de piedra o bóvedas de cañón, es decir, bóvedas en forma de semicírculo, para cubrir las naves de la iglesia.
– La incorporación de torres a las fachadas.
– La construcción de muros muy gruesos y con pocas aberturas para poder sostener el peso de las bóvedas.
La escultura y la pintura del arte medieval:
Tanto la pintura como la escultura románica formaban parte del edificio: se subordinan al marco arquitectónico sobre el que se apoyan. La escultura se trabajó en piedra, y la pintura se trabajó sobre muros.
La característica fundamental de la escultura y la pintura románicas es su falta de realismo. Sus representaciones son rígidas y con pocos detalles. Por eso resultan inexpresivas.
– La escultura se concentra, sobre todo, en los portales de acceso y en los capiteles. Los temas preferidos fueron el Juicio Final y la Pasión de Cristo. Pero además, se ilustraron imágenes de trabajos, de la vida cotidiana, e incluso monstruos y figuras alegóricas.
– La pintura se realizó directamente sobre los muros de las iglesias. Se trató, por lo tanto, de frescos, donde se pintaban preferentemente las imágenes de Cristo o de la Virgen con el niño.
Edificios imponentes del arte medieval:
Las iglesias románicas fueron edificios imponentes. Un cronista de la época explicó esta súbita proliferación de iglesias en el campo a partir del año 1 000 diciendo que era como si el mundo se hubiera repentinamente despertado y vistiera, de pronto, el blanco manto de las iglesias. Sin embargo, según el historiador del arte A. Hausser, las iglesias románicas no fueron construidas pensando en los fieles: eran demasiado grandes y por ello, jamás se llenaban. Estas iglesias se construyeron, según este especialista, para la gloria de Dios y para simbolizar la autoridad suprema de la Iglesia.
Los temas del románico;
Los temas más importantes de la escultura románica fueron el Juicio Final y la Pasión de Cristo. El Juicio Final fue el tema preferido para los tímpanos de las iglesias. Este tema obedecía a la creencia generalizada de que en el año mil. Cristo volvería a la Tierra para luego juzgar a todos los hombres. El otro tema, la Pasión, se adaptó a la mentalidad feudal: la sociedad aristocrática de aquella época no gustaba del desnudo ni de la humillación, que creían indignos de Dios. Por eso. en las Pasiones románicas el Crucificado no se representa abatido en la cruz, sino casi en posición firme. Por regla general, es representado con los ojos abiertos, con corona y vestido.
1. Exaltación de Dios por medio de la Belleza. Buscan la belleza en la liturgia y en la arquitectura.
2. Obediencia exclusivamente al Papa, privilegio de exención.
3. Profesan monjes pertenecientes a las clases nobiliarias. Esto trae acumulación de dinero y bienes. La orden Benedictina adquiere gran prestigio.
4. Se pone al lado de “La Paz de Dios” o “Tregua de Dios”. -> propone la paz en Europa (sólo se podría luchar con pueblos invasores de otras religiones). Esto hace que los pueblos de Europa quisieran a esta abadía.
A lo largo del siglo X cobra una gran fuerza y se extiende por toda Europa fundando filiales. A finales de este siglo hay unos 1.500 monasterios. Gran potencial religioso, político y económico.
En este estado de cosas acontece “el milenario” o año 1.000. Los milenaristas creían que en este año se acabaría el mundo.
Raúl Glaber -> monje milenarista que escribió una crónica sobre los últimos años del siglo X.
Al llegar el año 1.000 no se produce el fin del mundo y se hacen una serie de celebraciones.
La orden de Cluny organizaron las Rutas de peregrinación para unir a toda Europa en un acto de religiosidad.
Son largos viajes que parten desde Cluny a través de caminos que recorren prácticamente toda Europa. Cluny organizó 3 grandes rutas:
a. LA RUTA NACIONAL.
Que iba desde Cluny (Borgoña) hasta Mont S. Michel Normandía. Los viajeros que hacían estas rutas iban ganando indulgencias. Esta ruta daba pocas indulgencias.
b. CAMINO DE SANTIAGO.
Desde Cluny hasta Santiago de Compostela. Era una ruta internacional. En Santiago de Compostela se veneraban los restos mortales del apóstol.
c. GRAN RUTA.
Desde Cluny hasta Jerusalén: era la ruta más larga y que más indulgencias daba. Era una ruta Intercontinental.
Cluny traza los caminos, levanta iglesias, hospederías... A lo largo de esta ruta se va creando un estilo constructivo.
Estas rutas trajéron...
El origen del románico:
Gran movimiento de viajeros. Por motivos religiosos, aventureros... Surge la posibilidad del viaje.Se mezclan ideas, formas de pensar, etc...
Se convierten en grandes vías de comunicación de toda Europa. Por tanto, Unidad cultural y artística.
Las Cruzadas:
La primera en 1093, cuando Jerusalén fue conquistada por los árabes. Estalla porque se ha interrumpido la 3ª ruta de Cluny. Las cruzadas también fueron motivo de unión entre los pueblos cristianos.
El arte:
Es fundamentalmente de arquitectura en el que están integradas la pintura y la escultura. Los edificios tienen tres principios:
1. Perdurables para toda la eternidad. -> Todos los edificios serán construidos en piedra, sin nada de madera, para que sean inincendiables.
2. Teológicos- han de captar la filosofía y la teología del siglo XI: idea del rezo y de la penitencia que el hombre ha de ejercer en su vida. Tendrán poca luz (recogimiento) y serán poco lujosos.
3. Docentes- A través de esculturas y pinturas -> lección y adoctrinamiento. Docencia por medio de la visión. Están técnicamente inspirados en el prerrománico. Se toman datos del Carolingio, elementos Ostrogodos, del Otoniano, del Visigodo y del Astur.
El arte románico en el arte medieval.
A partir del año 1000, debido al enorme aumento de los bienes eclesiásticos los campos europeos se llenaron de iglesias y monasterios. Estos edificios se construyeron con un nuevo estilo, el románico, que es considerado el primer gran arte europeo.
El estilo románico fue ideado por los monjes de Cluny para propagar el cristianismo. El románico fue un arte monástico.
En la Edad Media, los puestos más importantes de la Iglesia se reservaban a los nobles. El románico, que fue un arte eclesiástico, reflejaba, por tanto, la mentalidad de los nobles feudales. Esto quiere decir que el románico fue un arte aristocrático.
Por último, como el arte románico se desarrolló durante la etapa feudal, fue también un arte rural, pues en aquella época la mayoría de la población vivía dispersa en el campo.
La arquitectura del arte medieval: fortalezas de Dios:
Como el románico fue un arte cristiano, sus construcciones más características fueron las iglesias y los monasterios. Las construcciones románicas son edificios imponentes que reflejan el poder de la Iglesia. Se las ha llamado fortalezas de Dios, pues son grandes, firmes y macizas como los castillos de aquella época. Otros rasgos distintivos de la arquitectura románica fueron:
– El empleo de semicírculos en arcos y bóvedas, llamados arcos de medio punto.
– El uso de bóvedas de piedra o bóvedas de cañón, es decir, bóvedas en forma de semicírculo, para cubrir las naves de la iglesia.
– La incorporación de torres a las fachadas.
– La construcción de muros muy gruesos y con pocas aberturas para poder sostener el peso de las bóvedas.
La escultura y la pintura del arte medieval:
Tanto la pintura como la escultura románica formaban parte del edificio: se subordinan al marco arquitectónico sobre el que se apoyan. La escultura se trabajó en piedra, y la pintura se trabajó sobre muros.
La característica fundamental de la escultura y la pintura románicas es su falta de realismo. Sus representaciones son rígidas y con pocos detalles. Por eso resultan inexpresivas.
– La escultura se concentra, sobre todo, en los portales de acceso y en los capiteles. Los temas preferidos fueron el Juicio Final y la Pasión de Cristo. Pero además, se ilustraron imágenes de trabajos, de la vida cotidiana, e incluso monstruos y figuras alegóricas.
– La pintura se realizó directamente sobre los muros de las iglesias. Se trató, por lo tanto, de frescos, donde se pintaban preferentemente las imágenes de Cristo o de la Virgen con el niño.
Edificios imponentes del arte medieval:
Las iglesias románicas fueron edificios imponentes. Un cronista de la época explicó esta súbita proliferación de iglesias en el campo a partir del año 1 000 diciendo que era como si el mundo se hubiera repentinamente despertado y vistiera, de pronto, el blanco manto de las iglesias. Sin embargo, según el historiador del arte A. Hausser, las iglesias románicas no fueron construidas pensando en los fieles: eran demasiado grandes y por ello, jamás se llenaban. Estas iglesias se construyeron, según este especialista, para la gloria de Dios y para simbolizar la autoridad suprema de la Iglesia.
Los temas del románico;
Los temas más importantes de la escultura románica fueron el Juicio Final y la Pasión de Cristo. El Juicio Final fue el tema preferido para los tímpanos de las iglesias. Este tema obedecía a la creencia generalizada de que en el año mil. Cristo volvería a la Tierra para luego juzgar a todos los hombres. El otro tema, la Pasión, se adaptó a la mentalidad feudal: la sociedad aristocrática de aquella época no gustaba del desnudo ni de la humillación, que creían indignos de Dios. Por eso. en las Pasiones románicas el Crucificado no se representa abatido en la cruz, sino casi en posición firme. Por regla general, es representado con los ojos abiertos, con corona y vestido.
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un día en la vida de un monasterio medieval.
Enteramente dedicados a la oración, los monjes de la Edad Media dividían cada jornada entre los cantos en el coro, el trabajo y las discusiones en el capítulo.
los primeros grupos de cristianos que decidieron llevar una vida en común al margen del mundo nacieron en el Oriente del Imperio Romano, en el siglo IV. Esta forma de vivir el cristianismo no tardó en difundirse por Europa occidental, donde surgió el personaje considerado el padre del monasticismo europeo: Benito de Nursia (480-547).
La orden benedictina, subdividida a partir del año Mil en dos grandes ramas, la cluniacense y la cisterciense, ejercería un gran influjo sobre las otras órdenes que se desarrollaron en la Edad Media, como la cartujana, las mendicantes (franciscana, dominica), la jerónima, los canónigos regulares (que seguían la Regla de San Agustín) o incluso las órdenes militares (templaria, hospitalaria, de Calatrava, de Santiago...).
Los monjes medievales hicieron de los monasterios no sólo un centro de religiosidad y de intercesión con el más allá, sino un mundo autónomo que representaba el propio universo. Desde las construcciones impulsadas por la orden benedictina de Cluny en el siglo X, los monasterios tendieron a ser autosuficientes y funcionaron como pequeñas ciudades. Su centro de gravedad era la iglesia monástica, donde se administraba la Palabra y se desplegaba un programa iconográfico que había de extasiar y educar a quienes tuvieran acceso a él.
PEQUEÑOS MUNDOS.
En torno a la iglesia se crearon enormes complejos arquitectónicos compuestos de múltiples edificios, unidos por diversos claustros o patios, tierras de labor y construcciones auxiliares de uso agropecuario, todo rodeado por la necesaria cerca que los aislaba del exterior.
Esas grandes dimensiones se justificaban por la necesidad de acoger a importantes concentraciones de personas, a veces hasta trescientas, que además de los monjes o monjas propiamente dichos incluían a conversas o conversos (como se llamaba al personal religioso que no había hecho todos los votos necesarios) y un amplio conjunto de sirvientes, que iba desde administradores hasta lavanderas, mozos de cuadra, agricultores o artesanos de todo tipo.
Esta muchedumbre hacía posible la actividad primordial de un monasterio: la religiosa. En efecto, la dedicación a la oración era lo que definía la forma de vida monástica (la del clero regular, es decir, sujeto a una regla), o al menos así lo sostenían los monjes en su pugna histórica frente a su competidor en la empresa de salvar almas: el clero secular (el que vivía en el siglo, es decir, en el mundo, fuera del monasterio).
En la práctica, los monasterios medievales tuvieron intereses materiales tan poderosos como los del resto de la Iglesia católica. Recibían rentas, diezmos y derechos sobre explotaciones agrarias e industriales, y a menudo ejercían poderes jurisdiccionales sobre las poblaciones de su entorno, hasta ser incluso jueces «de horca y cuchillo», esto es, con autoridad para imponer la pena capital.
Los monjes buscaban llevar a la práctica una de las máximas aspiraciones del cristianismo desde sus orígenes: «Orar sin cesar», como había establecido san Pablo. Dada la dificultad de un rezo ininterrumpido, los monjes siguieron la práctica –ya establecida entre las comunidades cristianas primitivas– de concentrar las plegarias en momentos concretos de la jornada.
Para ello siguieron una división horaria heredada de la Antigüedad, según la cual el día se dividía en 24 horas iguales, agrupadas a su vez en dos mitades, las horas del día y de la noche. Las horas del día se contaban desde la salida a la puesta del sol, yendo así desde la primera (el amanecer) a la duodécima (el crepúsculo), con la hora sexta justo en mediodía. Los antiguos, además, subdividían la jornada en tramos de tres horas. Así se desarrolló la costumbre de rezar cada tres horas: en la hora prima, la tercia, la sexta, la nona y la de vísperas (el crepúsculo). En el siglo VI, san Benito de Nursia convirtió esas horas en «horas canónicas» y las estableció tal y como las conocemos en su Regla.
Las ocho horas canónicas que se rezaban en los monasterios se concebían como una progresión de la oscuridad hacia la luz, en una clara metáfora de la salvación a través de la gracia divina. El ciclo se iniciaba con las vísperas (a la puesta del sol), seguían las completas y los maitines (durante la noche), las laudes (por lo común rezada al amanecer) y luego se reanudaba el ciclo con las horas diurnas, ya mencionadas.
EMPIEZA LA JORNADA.
Gracias a diversas fuentes, entre ellas las llamadas consuetudines o costumarios, que detallan las obligaciones diarias de quienes ingresaban en un determinado monasterio, es posible conocer cómo se desarrollaba la jornada en los monasterios benedictinos entre los siglos XI y XIII. Los monjes dormían en un dormitorio común, con camastros corridos.
Entre las dos y las tres de la madrugada, dependiendo de la estación, un monje –que se había quedado despierto o que disponía de un reloj mecánico que funcionaba a modo de despertador– hacía sonar la campana que convocaba a sus compañeros al primer oficio de la jornada. De inmediato todos se dirigían al coro de la iglesia para celebrar los maitines, los oficios más complejos y extensos.
La asistencia a los oficios era ineludible, empezando por el que se celebraba a la hora más intempestiva, los maitines. Muchos monjes tenían miedo de quedarse dormidos. En el siglo XI, el monje Raúl Glaber contaba que una madrugada lo visitó el diablo y lo tentó aconsejándole que se quedara en la cama. «¿Por qué saltas tan rápido de la cama en cuanto has escuchado la señal? Podrías entregarte todavía un poco a la dulzura del descanso, al menos hasta la tercera señal».
Otro problema era el de mantenerse despierto durante el oficio de maitines o el que seguía, el de laudes. Según las costumbres de Cluny, durante la celebración un monje deambulaba por el coro con una lámpara para asegurarse de que todos estaban despiertos, y si veía a alguno adormilado se acercaba y movía la vela delante de su cara para despertarlo. En algunos períodos del año, tras rezar las laudes los monjes volvían al dormitorio a descansar hasta que las campanas los despertaban al amanecer. Con todo, la tendencia en los monasterios fue a espaciar los oficios nocturnos para no interrumpir demasiado el necesario sueño.
Nada más levantarse al alba, los monjes realizaban el servicio de prima. Los oficios diurnos eran más breves que el resto e incluso no había obligación de asistir al coro, pues se podían realizar individualmente, interrumpiendo el trabajo que en ese momento se estuviera haciendo. Entre prima y tercia había un período que los monjes aprovechaban para ponerse el calzado diario, lavarse las manos y la cara –el baño integral se reservaba para las ocasiones especiales, no más de tres al año, lo mismo que el afeitado– y realizar diversas tareas antes del siguiente oficio, el de tercia. Inmediatamente después de ésta se celebraba una misa matutina.
TIEMPO DE DEBATE.
Después de la misa, todos los monjes se reunían en el capítulo. Sentados en sitiales (asientos pegados a la pared) y bajo la presidencia del abad o el prior, los monjes escuchaban la lectura de una lección o un capítulo de la regla, discutían las cuestiones económicas que los afectaban a todos y examinaban las faltas de disciplina que hubiera cometido alguno de ellos.
El ambiente no era siempre de serenidad monástica, si hemos de creer lo que decía un cisterciense de sus rivales cluniacienses, quienes aprovechaban el capítulo para «aplicarse a las distracciones y al parloteo. Se sientan –pues se demoran tanto tiempo en el capítulo que no podrían permanecer de pie– y todo el mundo habla con todo el mundo de cualquier cosa. Las habladurías vuelan en un sentido y luego en otro y como todos hablan con su vecino se produce una formidable algarabía como entre los habituales de una taberna o en medio de un tugurio lleno de borrachos.
A veces se ponen a gritar en la sala capitular, uno se precipita sobre el que le ha dicho una mala palabra durante la conversación, de la disputa se pasa a las amenazas y los insultos, hasta que se hace necesario golpear sobre la mesa para convocar la asamblea de los monjes a un segundo capítulo».
Tras el capítulo, y hasta la hora sexta (mediodía), los monjes se dedicaban al trabajo en aplicación del célebre lema benedictino: ora et labora, «reza y trabaja». La tendencia fue que los trabajos manuales más duros o rutinarios los ejecutaran sirvientes laicos, mientras que los monjes desempeñaban los servicios comunitarios según los oficios que les correspondían en el monasterio, generalmente rotatorios.
Por ejemplo había claveros encargados de vigilar las puertas del monasterio, cantores que enseñaban música y dirigían el canto en los oficios, cillereros o administradores de la despensa, enfermeros, refitoleros que organizaban el refectorio o comedor, obreros o fabriqueros que estaban al tanto de las obras, etcétera. Otros realizaban tareas intelectuales, como la escritura o copia de libros en el scriptorium.
EL YANTAR DE LOS MONJES-
Tras el oficio de sexta, a mediodía, se celebraba la segunda misa del día. A continuación, los monjes se reunían en el refectorio para tomar la comida principal de la jornada, el yantar, pues además del alimento espiritual, era necesario el físico. La comunidad religiosa realizaba dos comidas diarias.
Así, el capítulo XLI de la Regla de San Benito establece que durante la Pascua los monjes comerán a mediodía (hora sexta) y cenarán al anochecer (hora de vísperas); en cambio, desde Pentecostés hasta el final del verano, los miércoles y viernes no se probará bocado hasta la tarde (hora nona), y el resto de los días se comerá al mediodía; desde mediados de septiembre hasta el principio de la Cuaresma comerán por la tarde, y durante la Cuaresma se ayunará, rompiendo la privación en la cena, que tendrá lugar al anochecer.
Los monjes tenían estipulada una cantidad moderada de vino (mezclado con agua) que podían tomar al día, pero no las monjas, a quienes se les prohibía por la asociación misógina de las mujeres con las bajas pasiones. Lo que no se permitía –así lo afirma a comienzos del siglo XII el monje y filósofo Pedro Abelardo– era el consumo de vino puro, mezclado con miel o bien condimentado con especias como la canela, «preparados» que se dejaban a los enfermos. Esta dieta, que llegó a ser insana, se vengó en forma de gota, enfermedad relativamente frecuente ente los monjes, pero no entre las monjas.
Tras el almuerzo, los monjes podían echar una siesta, especialmente en verano, antes de realizar el oficio de nona, al que seguía un nuevo período dedicado al trabajo o el estudio. Los monjes podían aprovecharlo para dar un paseo por el claustro o ir a su celda, un espacio que no se usaba para dormir –ya hemos visto que había un dormitorio común–, sino para realizar las obligaciones particulares que precisaban recogimiento o bien para leer.
A la puesta del sol se celebraba el oficio de vísperas, más largo que los anteriores. La jornada concluía, ya de noche, con el servicio de completas, tras el que los monjes se encaminaban al dormitorio para descansar unas horas antes de que la campana los volviera a despertar en plena madrugada para una nueva jornada de oración, trabajo y estudio.
Veamos ahora las labores que desempeñaron los monjes en los monasterios...
Las universidades:
La contribución de los monjes y, en general, de los eclesiásticos al desarrollo de la vida cultural de este tiempo no se puede exagerar, tanto en la educación y cultura artística como en su servicio de consejeros en las cortes de los reyes y ayuda en el desarrollo económico de los reinos. A ellos se debe también la creación de instituciones de enseñanza, escuelas, de las que se derivaron las universidades.
En un principio las universidades surgieron como gremios que agrupaban a profesores y estudiantes para defender los intereses comunes de los oficios. Había cuatro facultades: Artes, Derecho, Medicina y Teología. La universidad de París fue una de las más importantes y sirvió de modelo a muchas otras como la de Oxford en Inglaterra y Salamanca en España. La Universidad de Bolonia, una de las mejores de la época, tenía una curiosa particularidad: los alumnos podían sancionar a los profesores que no cumplieran puntualmente con los programas de estudio o fueran malos docentes.
Los libros:
Todavía no se había inventado la imprenta, así que los libros eran escasos y caros. Sólo una minoría podía acceder a ellos. La gran mayoría de la población era analfabeta. A partir del siglo XIII comienzan a ser reemplazados los viejos rollos de pergaminos por los doblados en pliegos de papel y a publicarse las clases de los profesores de las universidades. Casi todos los libros estaban escritos en latín, que era la lengua culta y diplomática de la época. La literatura medieval exaltó el ideal caballeresco en los llamados "cantares de gesta", donde se contaban las hazañas de los guerreros de aquella época. Estos poemas fueron compuestos por juglares y cantores que recorrían las diferentes cortes europeas y luego se fueron transmitiendo oralmente. Algunos cantares de gesta famosos fueron La canción de Rolando en Francia, El cantar de los Nibelungos en Alemania y El cantar del Mío Cid en España. También deambulaban por los caminos los trovadores, músicos ambulantes que le cantaban a la mujer y al amor.
Los traductores:
Los traductores:
Una actividad de importancia en la que participaron no sólo los monjes, sino también colaboradores moros y judíos es la traductora, que permitió la llegada a Europa de muchos adelantos científicos de los árabes.
La literatura:
De gran importancia es el desarrollo lingüístico que llega a estabilizarse a partir del siglo XII, dando lugar a derivaciones del latín que ahora se fijan con la escritura dando lugar a los idiomas de España, gallego, catalán y castellano, éste absorbiendo otras formas dialectales (leonés y aragonés). Comenzando en todos ellos una literatura de gran importancia todavía: poesía lírica y épica, narraciones en prosa, tratados jurídicos e históricos.
El arte:
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A los monjes se debe también la introducción en España de los dos grandes estilos medievales, a los monjes de Cluny el románico, (que ya hemos hablado anteriormente) y a los del Cister el gótico, aplicado especialmente a construcciones religiosas. La diferencia que se percibe entre ambos estilos, son: por un lado la técnica o manera de construir y por otro lo que querían dar a entender o lo que es lo mismo la expresividad.
Todas responden a la diferente espiritualidad de ambas ordenes. Mientras la orden de Cluny envisionaba el mundo espiritual según las estructuras feudales francesas, los del Cister preferían ver los momentos íntimos y emotivos de las relaciones del hombre con Dios.
El románico era un estilo sobrio y austero, con paredes anchas y reducidas aberturas.
A partir del siglo XIII comienza a imponerse el gótico, llamado así por ser el arte derivado de los godos. El gótico fue fundamentalmente un arte urbano caracterizado por la construcción de grandes catedrales que se distinguieron por su marcada verticalidad y la gran luminosidad interior debido a los grandes ventanales adornados con hermosas cristalerías llamadas comúnmente vitraux.
Consecuencia de la constitución social de la Península fue el desarrollo de un estilo de arquitectura y decoración en el que los elementos árabes, se mezclan con los franceses, creando el, típicamente hispano, estilo mudéjar.
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La Orden del Cister.
A los monjes se debe también la introducción en España de los dos grandes estilos medievales, a los monjes de Cluny el románico, (que ya hemos hablado anteriormente) y a los del Cister el gótico, aplicado especialmente a construcciones religiosas. La diferencia que se percibe entre ambos estilos, son: por un lado la técnica o manera de construir y por otro lo que querían dar a entender o lo que es lo mismo la expresividad.
Todas responden a la diferente espiritualidad de ambas ordenes. Mientras la orden de Cluny envisionaba el mundo espiritual según las estructuras feudales francesas, los del Cister preferían ver los momentos íntimos y emotivos de las relaciones del hombre con Dios.
El románico era un estilo sobrio y austero, con paredes anchas y reducidas aberturas.
A partir del siglo XIII comienza a imponerse el gótico, llamado así por ser el arte derivado de los godos. El gótico fue fundamentalmente un arte urbano caracterizado por la construcción de grandes catedrales que se distinguieron por su marcada verticalidad y la gran luminosidad interior debido a los grandes ventanales adornados con hermosas cristalerías llamadas comúnmente vitraux.
Consecuencia de la constitución social de la Península fue el desarrollo de un estilo de arquitectura y decoración en el que los elementos árabes, se mezclan con los franceses, creando el, típicamente hispano, estilo mudéjar.
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La Orden del Cister.
En el siglo XI surge un movimiento de renovación monástica que muestra su disconformidad ante la riqueza y el cierto refinamiento que habían ido adquiriendo los monasterios, contrarios al espíritu de pobreza y vida apostólica de la Regla de San Benito, la cual rechaza todo aquello que es superfluo. Para los renovadores, el monje había descuidado su labor y su lugar en la Iglesia. Según ellos, los abades no encarnaban la imagen propuesta por la Regla benedictina y se dedicaban a la vida mundana, pasando demasiado tiempo en las Cortes e interviniendo demasiado tiempo en política; acumulaban demasiadas tierras y riquezas, y hacían excesos en el comer y en el beber; todo ello muy lejano de la penitencia, pobreza y soledad que tenían que practicar para seguir fielmente la Regla.
La Orden del Císter, conocida como el Císter, es una orden religiosa fundada por Roberto de Molesmes en 1098. Debe su nombre a la Abadía de Císter, donde se originó (la antigua Cistercium romana, localidad próxima a Dijon, Francia).
El monje debía de llevar una vida de oración, trabajo y acogida de peregrinos, y poseer una razonable medida de todo. La Orden del Cister forma parte de este movimiento renovador.
Se les llamó en la Edad Media los monjes blancos, por por el hábito blanco o gris que usaban bajo sus escapularios negros, en oposición a los monjes negros, que eran los benedictinos. También es frecuente la denominación monjes bernardos o simplemente bernardos por el impulso que dio a la orden Bernardo de Claraval, ya que no sería hasta su aparición en escena, cuando el Císter comienza su imparable desarrollo durante el siglo XII. Del Cister salieron en poco tiempo más de 60.000 monjes que se diseminarían por Italia, España y la Europa Central fundando nuevos monasterios.
Los monasterios del Císter se situaban en zonas yermas o inhóspitas pero con abundancia de agua. Normalmente el sitio elegido era un lugar boscoso y aislado por montañas. Eran los propios monjes o laicos que trabajaban para ellos quienes roturaban y cultivaban estas tierras.
La entrada del Cister en la península Ibérica suele situarse en la primera mitad del siglo XII. Algunas fuentes concretan el año 1140 como la fecha en que Alfonso VII dio las primeras tierras al abad cisterciense de la Escaladieu (Francia). Inicialmente, San Bernardo no estaba entusiasmado por la prolongación territorial de la Orden hacia el sur; al final, no puso objeción y pronto se implantaron numerosos monasterios cistercienses. La causa de este entusiasmo por los monjes blancos deberá buscarse en "la necesidad de una urgente colonización y repoblación de las tierras conquistadas a los moriscos", y parecía que los idóneos para esta tarea eran los monjes cistercienses, maestros consumados en las explotaciones agrarias y ganaderas.
El Cister entró en Cataluña en el año 1150, pocos años después de la fundación del primer monasterio cisterciense peninsular, respondiendo a una situación similar al resto de la Península, es decir, tierras conquistadas a los moriscos, despobladas y yermas y, al mismo tiempo, con una necesidad recristianizadora.
A finales de la edad media, la orden contaba con más de 700 abadías, habiendo logrado una gran expansión por casi toda Europa. A medida que la orden se fue expandiendo y prosperando, le fueron surgiendo nuevas exigencias. Para poder cumplir con estas demandas, los cistercienses se apartaron de los ideales de ascetismo señalados en su constitución, en parte porque algunas de estas disposiciones no eran compatibles con el espectacular crecimiento que experimentaba la orden. Durante el siglo XII, considerada como su edad de oro, los cistercienses constituían la orden con más influencia dentro de la iglesia católica. Alcanzaron obispados y desempeñaron diversas funciones eclesiásticas, encomendadas a los benedictinos de Cluny durante el siglo XI, reemplazándolos en la curia romana, que gobierna la Iglesia. También tuvieron un fuerte protagonismo en la economía de la edad media, en especial en el desarrollo de técnicas para hacer utilizables terrenos baldíos, y en la creación de métodos de producción, distribución y venta de granos y de lana.
Fueron en gran parte los responsables de la expansión de la arquitectura gótica por toda Europa, y dedicaron mucho tiempo y esfuerzos en la recogida y copia de manuscritos para sus bibliotecas. Durante el siglo XIII tuvieron un período de decadencia, etapa que fue seguida por un resurgimiento, al nacer grupos nuevos de cistercienses reformados. Dentro de éstos, el más destacable es el que surgió en La Trappe. Por lo general son llamados trapenses. Más tarde este grupo se desgajó del tronco original con el nombre de cistercienses de la Estrecha Observancia.
La arquitectura de los monasterios cistercienses:
Los primeros monasterios cistercienses fundados fueron de lo más sencillo. Muchos de ellos estaban construidos únicamente en madera. Con el progresivo avance de la orden, la piedra fue sustituyendo a la madera y empezaron a construirse los primeros cenobios con este material, en el estilo arquitectónico imperante en aquél momento: el románico.
Es por ello que en varios de los Monasterios del Cister visitados encontramos una parte del mismo construido en estilo románico. Sin embargo, es el gótico el estilo imperante en la mayor parte de ellos, tal como veremos en los cenobios seleccionados. Se trata, en todo caso, de un arte desprovisto de todo tipo de adornos superfluos, lo que se corresponde con la observancia estricta de la regla de San Benito que promulgaba la rigurosidad y la pobreza. Una sencillez, eso sí, no exenta de belleza.
El plano de casi todos los Monasterios del Cister es similar, con un claustro alrededor del cual se disponían la práctica totalidad de estancias monásticas tales como una Sala Capitular (donde los monjes se reunían a fin de discutir los temas de importancia para el cenobio), un refectorio (casi siempre con un lavatorio justo enfrente y sobresaliendo del claustro), una cocina (al lado del refectorio), un locutorio (de los pocos lugares donde a los monjes se les permitía hablar), un calefactorio (la única zona donde resguardarse durante el frío invierno) o un scriptorium (dedicado al copiado de obras religiosas). Generalmente, los dormitorios se localizaban en el primer piso.
Por su parte, la iglesia se disponía adosada al claustro, pero justo al otro lado del refectorio, orientada de este a oeste y con la cabecera al este.
Aunque con ligeras modificaciones, la mayoría de monasterios del Cister se disponían de la forma señalada. Cada uno, desde luego, con sus particularidades.
El monasterio de Poblet: una de las joyas del Císter en España. Veámos.
El monasterio de Poblet es una de las grandes joyas cistercienses que se conservan en Europa. Un magnífico recinto que vamos a recorrer.
El monasterio se encuentra en el término municipal de Vimbodí i Poblet, en la provincia de Tarragona. Un lugar tranquilo, perfecto para unas vacaciones libres de estrés. Por ello, por su historia y la belleza de su enclave, cada año infinidad de turistas se deciden a pasar unos días en este lugar.
El monasterio se construyó en la Edad Media y, con el tiempo, llegó a convertirse en uno de los focos espirituales más importantes de la región. Pero el de Poblet era mucho más que un monasterio.
A finales del siglo XII, el monasterio llegó poseer 17 granjas, cada una gobernada por un monje. Dentro del recinto había una verdadera población: tenía enfermería, farmacia, molinos, panaderías, cementerios, jardines, etc.
Desde su fundación, el monasterio de Poblet estuvo bajo la protección y el patronazgo de los reyes de Aragón, que incluso situaron en este lugar el panteón real. También tuvo una estrecha relación con las grandes casas nobiliarias de Cataluña.
Sin embargo, después de siglos de esplendor, tuvo que cerrarse en el siglo XIX, tras la desamortización de Mendizábal. Pero ya algunos años antes la situación política, las guerras y otras circunstancias habían hecho que fuera decayendo poco a poco. Más adelante, a mediados del siglo XX, se volvió a habitar el monasterio y hoy es hogar de 30 monjes.
En el año 1991 fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Es un gran logro, puesto que lo convierte en uno de los cinco monasterios españoles con este reconocimiento. Los otros cuatro son los monasterios de Guadalupe, El Escorial, San Millán de Yuso y San Millán de Suso.
njunto parece una fortaleza. Una serie de murallas protege los edificios y rodea el monasterio. En total, tiene más de 600 metros de muralla defendida por 12 torreones. Encontrarás varias puertas, pero no puedes olvidarte de admirar la Puerta Real, propia de una verdadera fortaleza.
Dentro encontrarás, entre otras edificaciones, el palacio del rey Martín primero el Humano. Es de estilo gótico y en su interior se encuentra un pequeño museo de arte litúrgico. Martín fue el último monarca de la Corona aragonesa y en las paredes de su palacio se puede admirar el blasón real.
Después, el monumental claustro te fascinará. Es una muestra de la mezcla de estilos: algunas galerías son góticas, otras románicas, etc. Tampoco te puedes perder el lavabo o lavatorio, de estilo gótico y que data del siglo XIV.
Es imprescindible recorrer despacio la iglesia del monasterio. Una iglesia de planta basilical y tres naves. En ella destaca un bellísimo retablo en alabastro, una obra de Damiá Forment realizada entre 1527 y 1529.
La otra gran joya son los panteones reales, en los que reposan algunos de los monarcas de la Corona de Aragón. En el recinto, tanto dentro de la iglesia como en el claustro y el exterior hay otros enterramientos que pertenecen a nobles, miembros de la realeza y abades del monasterio.
El estilo Gótico.
En España, antes de entrar en el gótico pleno, tiene una fase que podríamos denominar protogótica, en la segunda mitad del siglo XII, donde van a convivir las últimas formas románicas con las primeras góticas. Las características que se van a dar dentro de esta arquitectura protogótica van a ser la austeridad, el equilibrio y la proporción.
Los ejemplos más importantes serán los monasterios de Poblet y el monasterio de Santa Creus. Todo esto va a servir de base para el gran gótico español del siglo XIII, el siglo de las grandes catedrales, como la Catedral de León, Toledo y Burgos.
En 1250, el arte Europeo fue totalmente transformado en lo que ahora apreciamos como el arte gótico. Este estilo de arquitectura tiene tres períodos: "Transición del románico al gótico, siglos XII y XIII; apogeo siglos XIII y XIV, y decadencia siglos XV y XVI". De éstos, el período que quizás es más difícil de entender, es el período de transición.
Primero, el estilo gótico es como una continuación del románico. Esto causa conflictos cuando alguien quiere distinguir el final del románico y el empiezo del gótico.
Segundo, muchos monumentos tienen rasgos esenciales de ambos estilos. Por esta razón, muchos de estos monumentos no tienen su propio estilo, y existen conflictos sobre cual estilo realmente domina la obra.
La arquitectura es lo que mejor define al gótico, en rigor de ella nace el movimiento. Los dos elementos fundamentales de la arquitectura gótica son el arco apuntado u ojival y la bóveda de ojivas o de crucería.
Si el románico es un arte clásico, el gótico es por esencia barroco, apasionado, romántico.
Por algo fue el predilecto de los románticos del siglo XIX.
La arquitectura gótica es infinitamente más complicada que la románica. Corresponde a una época llena de entusiasmos religiosos y de riqueza material. Las Cruzadas han encendido los Espíritus. Los reyes y los eclesiásticos poseen saneadas fortunas; la misma sociedad se ha redimido de la miseria. Hay ya infinidad de municipios, refugio del hombre libre, que se agrupa en gremios fuertemente desarrollados. Como se ve, por todas partes hay indicios de fuerza y de poder. El arte gótico es una consecuencia de esa riqueza.
Al ser el gótico la culminación de la Edad Media emplea las artes plásticas (arquitectura, pintura, escultura) con fines de adoctrinamiento y exaltación de los valores religiosos. Las catedrales se convierten en los nuevos "Evangelios de piedra" que narran con las pinturas, estatuas y vitrales escenas de la vida de Cristo, de la Virgen, de los santos y del Antiguo Testamento.
La gente, por lo regular, tiene una tendencia para disfrutar las cosas que son familiares.
En el siglo XIII el estilo familiar era el románico, y por eso, el estilo gótico era identificado como salvaje y bárbaro. La belleza de este estilo no fue realmente descubierto hasta finales del siglo XVIII.
El estilo gótico usa las ideas de los Romanos -como el arco- pero las perfeccionó para hacerlas "mejor" estructuralmente. El resultado es un arco ojival o apuntado que facilitó la construcción de altas catedrales, con sus torres que realmente parecen rascar el cielo.
Aunque el arco ojival es visto por muchos como gloriosamente bello, su función no era tanto para agradar el ojo, sino más bien era estructuralmente necesaria. Además del arco ojival, las contrafuertes también ayudaron a soportar estas inmensas catedrales góticas.
Las catedrales góticas eran los monumentos más altos que se habían construido, y por este hecho empezó un tipo de competencia en Europa.
Muchos describían estas catedrales como milagros medievales, y entre 1050 y 1350, 80 catedrales de este estilo fueron construidas.
Parece que cada rey quería que su reino tuviera la catedral más alta, y construían catedrales inmensas que acababan por derrumbarse. Este fenómeno de fiebre catedralesca culminó en la construcción de muchas catedrales que no tenían uso.
El estilo gótico es muy famoso por sus vidrieras. Estas ventanas grandes tenían la forma del arco apuntado, y permitían que bastante luz entrara a la catedral.
Las vidrieras eran un gran contraste para los creyentes que estaban acostumbrados a las ventanas pequeñas del estilo románico. Estas estaban decoradas con historias bíblicas y con otras historias de la vida cotidiana. Otro tipo de ventanas típicas del estilo gótico son los redondeles. Estas ventanas redondas están localizadas arriba de la puerta principal en la fachada de estas catedrales.
Igual que las vidrieras, los redondeles también están decorados con historias y diferentes figuras.
Otro contraste a la simplicidad del estilo románico, es la abundancia de decoración que tiene el estilo gótico. La fachada de las catedrales están repletas con escultura que muchos describen como extravagante por su cuidado en los detalles. Las torres también tienen escultura detallada que no se puede apreciar porque no esta al alcance de los ojos. La razón porque ponían la escultura en las torres era, "para que Dios la disfrute".
La Catedral Gótica:
Edifício emblemático de todos los tiempos.
La catedral es el monumento característico de la arquitectura gótica, en la que se reúnen todas las características esenciales del estilo.
Edifício emblemático de todos los tiempos.
La catedral es el monumento característico de la arquitectura gótica, en la que se reúnen todas las características esenciales del estilo.
La catedral como elemento aglutinador de una sociedad.
Su construcción está vinculada al renacimiento de las ciudades a partir del siglo XII. Se erige en el centro de la urbe sobre antiguas construcciones, normalmente religiosas.
La catedral se erige por encima de la ciudad.
Dirige o promociona la obra inicialmente el obispo, pero en su construcción participa, mediante donaciones o trabajo personal, el esfuerzo comunal de todos los ciudadanos, que terminan sintiéndola algo suyo. Era la época de las Cruzadas, y quienes no podían engrosar los ejércitos que se dirigían a Tierra Santa, hacían su manifestación de fe y entusiasmo con inmensos sacrificios levantando las catedrales de su ciudad. Los reyes, los nobles y los clérigos hicieron gala de gran generosidad con la contribución de sus bienes. Los campesinos se enganchaban a los carros y llevaban piedras, vigas y alimentos a los obreros. Los artesanos agrupados en sus corporaciones juntaban dinero y ofrecían una vidriera o un objeto de culto. La catedral se ligará a las vidas de sus ciudadanos además a través de las ceremonias litúrgicas y festivas más solemnes que viva la ciudad. En lo privado sus habitantes recibirán los sacramentos del bautismo y del matrimonio y los gremios y cofradías adquirirán capillas y lugares de sepultura en ella. El tañido de sus campanas marcará las horas y el ritmo de vida en la ciudad...
En la construcción de una catedral participa toda la ciudad.
Esta obra es fruto del trabajo de varias generaciones, aunque hay un arquitecto o maestro de obras inicial, que trabaja con cuadrillas de canteros a los vigila y dirige todo. No obstante, la historia añade distintos avatares a la misma: destrucciones; reedificaciones; modificaciones sobre el programa de construcción según se van imponiendo nuevos estilos o modas; malas y buenas restauraciones; añadidos fuera de plano; adiciones decorativas de todos los tiempos... La catedral pues supone la labor de la ciudad durante siglos y, por tanto, el edificio adquiere el valor documental no sólo del momento en que se construyó sino del devenir histórico.
La catedral se convierte además en un símbolo, produciéndose entre las ciudades cercanas una especie de emulación por poseer la catedral más esbelta y elevada.
Esoterismo templario en la arquitectura gótica:
No se sabe si los templarios fueron realmente herejes, aunque hay una hipótesis que formula que si lo fueron. Se trata de la arquitectura que ellos pusieron en práctica en sus iglesias, el estilo gótico.
Dos cosas van relacionadas con la historia de los templarios, una son las cruzadas, y la otra, la introducción de la arquitectura gótica en los países cristianos. Todo el mundo ha oído hablar de Las Cruzadas, pero no todos saben que los templarios fueron, junto a los hospitalarios, muy importantes en el desarrollo de las mismas. Todo el mundo ha oído hablar de los templarios, pero pocos saben que fueron, los verdaderos financieros de las construcciones catedralicias. Mediante la financiación de las cofradías de albañiles (masones) o la creación de otras, en las que los secretos aprendidos en Tierra Santa eran divulgados a los artesanos, vinculados así de forma indisoluble a la orden. Y de hecho, con el proceso que aniquiló a los templarios, un gran numero de albañiles se negaron a construir para el rey de Francia y emigraron a otros países de Europa, especialmente a Alemania.
Su historia se desarrolla entre los siglos XII y principios del XIV.
Desde su fundación en Jerusalén en 1118 hasta la detención de su último maestre, un viernes y trece de 1307, financiaron numerosas iglesias, catedrales y castillos en toda Europa y a lo largo de todo el camino de peregrinaje, levantadas, las primeras, en lugares especialmente escogidos por sus propiedades telúricas que les llevaba desde la Europa cristiana hasta su destino en Tierra Santa. Los especialistas que levantaban estas iglesias por orden de los templarios se hicieron llamar compañeros constructores. Se reunían en logias, igual que los masones, con reglamentos internos y rituales de recepción e iniciación de aprendices, en donde se transmitía de forma oral, el conocimiento secreto sobre el arte y ciencia de la construcción, que comprendía aspectos materiales, intelectuales y místicos.
En resumen, los templarios no intervinieron nunca directamente en su construcción, sino más bien, fueron los que las financiaron.
En sus iglesias (cuyo más característico ejemplo es la catedral de Notre Dam, en Francia), se pueden apreciar efigies demoníacas (gárgolas) adornando estas construcciones, lo que hace suponer a algunos historiadores que tal vez las acusaciones de adoración al demonio fueran ciertas, aunque hasta la fecha no se ha demostrado tal cosa.
Sin duda los templarios siguen siendo, como en su época, protagonistas de varias leyendas. Las logias francmasónicas se consideraban descendientes de ellos y de su saber arcano, y muchos místicos, como el conde de Saint Germain, aseguran que los templarios eran seguidores de la reencarnación y que poseían grandes poderes místicos. Los nazis crearon a la policía secreta a la manera de los templarios, e incluso se decía que los templarios habían llevado a Alemania el Santo Grial, razón por la cual los nazis habían formado sociedades secretas, y de hecho los alemanes consideraban en ese tiempo que el Santo Grial no era una copa, sino la sangre pura de la raza aria.
Muchos misterios rodean a estos enigmáticos caballeros, pero sobretodo su heroísmo será recordado en las palabras de sus estandartes:
Non nobis, Domine, sed Nomini tuo da gloriam (¡Nunca a nosotros, Señor, nunca a nosotros, sino que a ti sea toda la gloria!).
No se sabe si los templarios fueron realmente herejes, aunque hay una hipótesis que formula que si lo fueron. Se trata de la arquitectura que ellos pusieron en práctica en sus iglesias, el estilo gótico.
Dos cosas van relacionadas con la historia de los templarios, una son las cruzadas, y la otra, la introducción de la arquitectura gótica en los países cristianos. Todo el mundo ha oído hablar de Las Cruzadas, pero no todos saben que los templarios fueron, junto a los hospitalarios, muy importantes en el desarrollo de las mismas. Todo el mundo ha oído hablar de los templarios, pero pocos saben que fueron, los verdaderos financieros de las construcciones catedralicias. Mediante la financiación de las cofradías de albañiles (masones) o la creación de otras, en las que los secretos aprendidos en Tierra Santa eran divulgados a los artesanos, vinculados así de forma indisoluble a la orden. Y de hecho, con el proceso que aniquiló a los templarios, un gran numero de albañiles se negaron a construir para el rey de Francia y emigraron a otros países de Europa, especialmente a Alemania.
Su historia se desarrolla entre los siglos XII y principios del XIV.
Desde su fundación en Jerusalén en 1118 hasta la detención de su último maestre, un viernes y trece de 1307, financiaron numerosas iglesias, catedrales y castillos en toda Europa y a lo largo de todo el camino de peregrinaje, levantadas, las primeras, en lugares especialmente escogidos por sus propiedades telúricas que les llevaba desde la Europa cristiana hasta su destino en Tierra Santa. Los especialistas que levantaban estas iglesias por orden de los templarios se hicieron llamar compañeros constructores. Se reunían en logias, igual que los masones, con reglamentos internos y rituales de recepción e iniciación de aprendices, en donde se transmitía de forma oral, el conocimiento secreto sobre el arte y ciencia de la construcción, que comprendía aspectos materiales, intelectuales y místicos.
En resumen, los templarios no intervinieron nunca directamente en su construcción, sino más bien, fueron los que las financiaron.
En sus iglesias (cuyo más característico ejemplo es la catedral de Notre Dam, en Francia), se pueden apreciar efigies demoníacas (gárgolas) adornando estas construcciones, lo que hace suponer a algunos historiadores que tal vez las acusaciones de adoración al demonio fueran ciertas, aunque hasta la fecha no se ha demostrado tal cosa.
Sin duda los templarios siguen siendo, como en su época, protagonistas de varias leyendas. Las logias francmasónicas se consideraban descendientes de ellos y de su saber arcano, y muchos místicos, como el conde de Saint Germain, aseguran que los templarios eran seguidores de la reencarnación y que poseían grandes poderes místicos. Los nazis crearon a la policía secreta a la manera de los templarios, e incluso se decía que los templarios habían llevado a Alemania el Santo Grial, razón por la cual los nazis habían formado sociedades secretas, y de hecho los alemanes consideraban en ese tiempo que el Santo Grial no era una copa, sino la sangre pura de la raza aria.
Muchos misterios rodean a estos enigmáticos caballeros, pero sobretodo su heroísmo será recordado en las palabras de sus estandartes:
Non nobis, Domine, sed Nomini tuo da gloriam (¡Nunca a nosotros, Señor, nunca a nosotros, sino que a ti sea toda la gloria!).
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En primer lugar, vamos a ver el reinado de Fernando III el Santo, que fue el primer rey, dela incipiente Corona de Castilla, perteneciente a la dinastía Borgoña.
Posteriormente seguiremos con Alfonso décimo el Sábio y concluirémos con Pedro primero el Cruél que dió paso a la dinastía de los Trastámara. Comencémos.
¿Quién era Fernando III el Santo?
Nace en la provincia de Zamora en 1201, y fallece en Sevilla el 30 de Mayo de 1252. De ahí que en esta fecha, se celebre su onomástica y sea el patrón de Sevilla.
A consecuencia de la muerte de Enrique I de Castilla y la abdicación de su madre, obtiene en 1217 el Reino de Castilla. Se enfrenta a la Familia de los Lara, por una revuelta nobiliaria.
ALFONSO IX DE LEÓN (demostró siempre y abiertamente una actitud anticastellana).
BERENGUELA DE CASTILLA (madre coraje, ayudó muchísimo a su hijo en las tareas del reino).
Anécdota de este matrimonio: Alfonso IX era tío de Berenguela. Se pidió permiso al Papa para celebrar esta boda y éste se lo otorgó. Posteriormente, después de llevar bastante tiempo casados y haber tenido 10 hijos, otro papa, Inocencio III, declaró nulo el matrimonio de sus padres, Alfonso IX de León y Berenguela de Castilla, alegando el parentesco de los cónyuges, porque él era tío carnal de Berenguela. La separación del matrimonio se aprobó en 1203, y la anulación en 1204.
Durante los primeros años de su reinado la vida política se caracterizó por la predominante presencia de su madre Berenguela en los asuntos del reino. Ésta le ayudó mucho, tanto en los asuntos de estado durante sus ausencias mientras se encontraba batallando por reconquistar las tierras ocupadas por los musulmanes y expandir el cristianismo, como con los problemas de herencia al trono de León.
En 1230 murió su padre, Alfonso IX de León, que en su actitud anticastellana había designado como herederas a sus hijas Sancha y Dulce, habidas de su primer matrimonio con Teresa de Portugal. Sin embargo, la habilidad de Fernando, la ayuda de la Iglesia y un sector de la nobleza leonesa, junto con la habilidad de Berenguela, consiguieron que la Corona de León recayera en Fernando (esas infantas aceptaron muchas tierras y muchísimo dinero, a cambio).
La unión de Castilla y León, bajo el cetro de Fernando III, terminó definitivamente con la separación de estos dos reinos.
Después de fallecer su padre Alfonso IX en 1230, luchó por el trono de León, ya que éste legó su reino a Sancha y Dulce, hijas de su primer matrimonio con Teresa de Portugal. Gracias a la persuasión y algún pago heredó el Reino de León, pasando a ser Rey de Castilla y León, anexionándose el Reino taifa de Murcia en 1243. Estableció las fronteras con el Reino de Aragón en el Tratado de Almizra (1244), repartiendo los nuevos territorios conquistados.
Volvió a conquistar el territorio de la actual Andalucía, menos el Reino de Granada, siendo importantes las tomas de las ciudades de Baeza (1227), Úbeda (1233), Córdoba (1236), Jaén (1246) y Sevilla (1248).
Trató de unificar y centralizar la administración de los reinos castellano y leonés, promovió la traducción del Fuero Juzgo, e impuso el castellano como idioma oficial de sus reinos en sustitución del latín. Repartió las nuevas tierras conquistadas entre las órdenes militares, la Iglesia y los nobles, lo que dio lugar a la formación de grandes latifundios.
En el ámbito cultural y religioso, mandó levantar las catedrales de Burgos y León. Se esmeró por que en su corte tuviera importancia la música y el buen hablar literario (su hijo el Rey Alfonso X El Sabio será un gran literato y declarará que su saber se lo debe en gran parte al interés que su padre tenía por que su instrucción fuera la mejor posible).
Fernando III se rodeó de doce varones sabios para que le aconsejaran en todo, siendo uno de ellos el Arzobispo de Toledo, Rodrigo Jiménez de Rada. Era un hombre de palabra y cumplía lo prometido aunque le costara muchos sacrificios.
Antes de contraer su primer matrimonio pasó una noche entera rezando, pidiendo a Dios que bendijera su nuevo hogar. En sus cartas se declaraba: «Caballero de Jesucristo, Siervo de la Virgen Santísima y Alférez del Apóstol Santiago». Sus guerreros decían que en algunas batallas, San Fernando les hacía sentir por los aires al Apóstol Santiago protegiéndolos.
Sobre su tumba está escrito el siguiente epitafio: «Aquí yace el muy honrado Rey Fernando que conquistó y libertó a toda España. Fue el más leal, el más franco, el más humilde, el más respetuoso hacia Dios, el más servicial con los demás, y el que siempre supo honrar y pagar muy bien a sus amigos».
El Papa Clemente X, le canoniza el 4 de Febrero de 1671, siendo el segundo rey español, considerando a San Hermenegildo como rey español, que es elevado a la santidad.
Fernando III se casó en dos ocasiones. Su primera esposa fue Beatriz de Suabia, hija de Felipe de Alemania, con quien contrajo matrimonio en 1219. De este matrimonio nacieron 10 hijos, entre ellos Alfonso X El Sabio. Una vez fallecida Beatriz, se casó con Juana de Danmartin, Condesa de Ponthieu, antes de agosto de 1237 naciendo 5 hijos.
En los últimos días de su reinado, ostentaba los títulos de Rey de Castilla, Toledo, León, Galicia, Sevilla, Córdoba, Murcia y Jaén.
Los restos del Rey San Fernando, se encuentran en la Capilla Real de la Catedral de Sevilla, a las plantas de la Virgen de los Reyes.
Murió el 30 de mayo de 1252, en el alcázar de sevilla, a los 54 años.
Conceptuado como santo por su vida ejemplar, fue elevado a la gloria de los altares el 4 de febrero de 1671 por el papa clemente x.
Es el santo patrón de los ingenieros militares.
Fue un hombre humilde y bondadoso, nada soberbio.
Cuando llegó la hora de su muerte, pidió un sayo como mortaja y una cuerda anudada, se la puso al cuello, se arrodilló y después de comulgar pidió a Dios que lo recibiera.
Antes de morir, había pedido ser enterrado en la Catedral de Sevilla, pero sin estatuas ni adornos de ningún tipo (lo cual no cumplieron algunos de sus sucesores).
Rara es la persona en nuestra ciudad que no sepa que San Fernando es el patrón de Sevilla. Pero, ¿qué detalles saben los sevillanos de su vida? Te contamos los 10 datos más curiosos del rey Fernando III de Castilla.
1. El peculiar pueblo donde nació San Fernando:
Se dice, aunque hay división de opiniones, que Fernando III de Castilla nació en 1201 en un pueblo llamado Peleas de Arriba (Zamora).
En este lugar había un albergue, por donde pasaban numerosos peregrinos de la Vía de la Plata. Allí se aposentaron los padres del futuro rey al albor de su nacimiento. Entre esas paredes lo alumbró su madre, Berenguela de Castilla.
Al tiempo, San Fernando edificaría allí el Monasterio de Santa María de Valparaíso.
2. La Concordia de Benavente:
La Concordia de Benavente es el nombre que se le dió al pacto firmado por el padre de Fernando III de Castilla, Alfonso IX de León, por el cual su primera esposa, Teresa de Portugal, renunciaba a los derechos de sus hijas sobre el trono de León en favor de la segunda esposa del rey Alfonso IX, doña Berenguela de Castilla y de su hijo Fernando (es decir, el futuro rey).
Dicho así parece un poco lioso, pero si lo contamos como si lo contáramos a la vecina suena mejor: Alfonso IX de León, antes de morir, se da cuenta de que al haber tenido dos esposas (Teresa de Portugal y Berenguela de Castilla) tiene un problema sucesorio.
Teresa y Alfonso tuvieron dos hijas: Dulce y Sancha (bonito nombre, por cierto). Eran mujeres y ya sabemos que las mujeres entonces pintaban bastante poco.
Con su segunda esposa, Berenguela de Castilla, tuvo más hijos, entre ellos el que su madre pretendía que fuera el heredero, Fernando.
Como siempre ocurre, casi se llega a la sangre y hubo partidarios y detractores de Fernando de Castilla. Como la cosa cada vez se ponía más tensa, finalmente se llega al pacto nombrado anteriormente: las infantas Dulce y Sancha renunciarían a sus derechos al trono de León y a cambio recibirían un montón de señoríos que les darían ricas rentas de por vida.
Así Fernando III se hizo con el trono de León y de este modo acabaría siendo el primero en unificar ambos reinos: Castilla y León.
3. La imposición de la lengua castellana:
Pese a que durante mucho tiempo se había hecho prevalecer el latín sobre cualquier otra lengua de los territorios castellanos y leoneses, San Fernando impuso como lengua oficial la lengua castellana, relegando el latín y otras lenguas locales a un segundo plano.
Evidentemente, el proceso fue lento y la producción literaria gradual, y sería su hijo Alfonso X El Sabio quien afianzaría el castellano en sus territorios.
4. ¿Cuántos hijos tuvo el rey?:
Al igual que su padre, San Fernando se casó dos veces.
De su primer matrimonio con Beatriz de Suabia, de la casa Hohenstaufen, nacieron tres niñas y siete niños, entre los cuales estaban Alfonso X El Sabio y Don Fadrique de Castilla (el de la torre).
De sus segundas nupcias con Juana de Ponthieu, salieron cinco hijos más (cuatro hijos y una hija). Entre ellos, Leonor de Castilla, que casó con Enrique I de Inglaterra y dio a luz a Enrique II de Inglaterra.
5. ¿De qué murió Fernando III de Castilla?:
El 30 de mayo de 1252 murió el rey Fernando III. Este es el motivo por el cual celebramos en esta fecha su festividad.
El rey murió de hidropesía (una retención de líquidos o edema en determinados órganos). No se especifica dónde tenía el rey esa hidropesía, pero se sabe que debido a su vida castrense se fue agravando.
Esta enfermedad era bastante frecuente, siglos después personajes importantes como Isabel La Católica o Cervantes morirían por la misma causa.
El día de su muerte, encontrándose al borde de ella, Fernando III mandó llamar a sus hijos y al obispo Don Remondo. Se postró de rodillas, se colocó una soga al cuello y, tras despojarse de la ropa real, se golpeó el pecho varias veces con un crucifijo y lo besó repetidas veces. Esto lo conocemos por la crónica que hizo años después Alfonso X El Sabio.
6. Epitafio en cuatro idiomas:
Como ya sabrás, San Fernando está enterrado en la Capilla Real de la Catedral de Sevilla junto a su esposa Beatriz de Suabia y su hijo Alfonso X. Éste último diseñó las tumbas de sus padres.
A la tumba de San Fernando le compuso el sabio rey Alfonso un epitafio en cuatro lenguas: latín, lengua romance o castellano, árabe y hebreo.
En castellano el epitafio dice lo siguiente:
«AQUI YACE EL MUY ONRADO HERNANDO SEÑOR DE CASTIELLA, E DE TOLEDO, E DE LEON, E DE GALICIA, DE SEVILLA, DE CORDOVA, DE MURCIA, DE JAHEN, EL QUE CONQUISSO TODA España, EL MAS LEAL, EL MAS VERDADERO, EL MAS FRANCO, EL MAS ESFORZADO, EL MAS APUESTO, EL MAS GRANADO, EL MAS SOFRIDO, EL MAS HOMILDOSO, EL QUE MAS TEMIE A DIOS, EL QUE MAS LE FAZIE SERVICIO, EL QUE QUEBRANTO E DESTRUYO A TODOS SUS ENEMIGOS, EL QUE ALZO E ONRO TODOS SUS AMIGOS, E CONQUISSO LA CIUDAD DE SEVILLA, QUE ES CABEZA DE TODA ESPAÑA, E PASSO EN EL POSTRIMERO DIA DE MAYO, EN LA ERA DE MIL E CC E NOVENTA»
Si te choca lo de «mil e cc e noventa», es que se toma como referencia la era hispánica, a partir de 38 d.C, momento en que Hispania al completo se ve pacificada por Augusto. Sin embargo, es equivalente a 1252, año de la muerte del rey.
7. El rey que robó a otro rey:
Antes de morir, San Fernando había dispuesto en su testamento que quería ser enterrado a los pies de la Virgen de los Reyes. Además, recalcó que no quería para su descanso eterno ninguna estatua yacente.
Si embargo, como cuando mueres ya no puedes rechistar, su hijo Alfonso X le hizo caso omiso y diseñó los mausoleos de sus padres y el suyo propio, con estatuas sedentes sobre tronos de rica plata. Los tres portaban coronas de oro y estaban adornadas con piedras preciosas.
Estas joyas, siglos después desaparecieron porque así lo dispuso otro rey.
Pero, ¿qué rey le robó a Fernando III de Castilla? No sería otro que nuestro tan nombrado monarca Pedro I de Castilla.
El también apodado «El Cruel» o «El Justiciero» creyó que esas joyas no estaban seguras en su ubicación original y dijo que las guardaría en un sitio más seguro.
La verdad del asunto es que las cogió durante la guerra de los dos Pedros, momento en el cual el rey Pedro I tuvo que sufragar numerosos gastos y, casi con total seguridad, se vio obligado a vender las joyas para obtener fondos.
Fuera con esta finalidad o con cualquier otra, las joyas nunca volvieron a verse en el lugar para el cual se habían ideado.
8. ¿Cómo se llamaba la espada del monarca?:
La espada del rey San Fernando se llamaba Lobera. Un nombre aventurero para una espada que vivió cientos de enfrentamientos.
Actualmente podemos ver esta espada en la ciudad todos los 23 de noviembre, día de San Clemente, en el que se conmemora la conquista de la ciudad de Sevilla a manos de San Fernando. Para celebrar dicho acontecimiento, se realiza la procesión de la Espada, en la que Lobera es paseada por el Alcalde por las naves de la Catedral.
9. El Pendón de San Fernando:
Cuando tras la muerte de su padre Alfonso IX de León en 1230, Fernando de Castilla unifica los reinos de Castilla y León, se adopta esta bandera o pendón que será bautizado como «Pendón de San Fernando» tiempo después.
A día de hoy y tras muchas restauraciones, aún se conserva el pendón original en la Catedral de Sevilla.
El 23 de noviembre, junto a la espada Lobera, también procesiona el pendón, aunque lo que vemos es una réplica exacta del original. En este caso es portado por el miembro más joven de la Corporación Municipal.
También vemos esta réplica en la procesión del Corpus Christi.
10. Ascenso a los altares. San Fernando y San Luis:
¿Sabías que San Fernando y San Luis (para nosotros, san Luis de los Franceses) fueron primos hermanos?
San Luis fue rey de Francia, Luis IX, entre 1226 y 1
También éste fue un rey muy devoto y cristiano. Sin embargo, y aunque tanto Fernando como Luis son santos, la fecha de canonización de ambos varía y mucho.
A San Luis lo subieron a los altares en 1297, en menos de treinta años después de haber muerto. Sin embargo a San Fernando lo santificaron en 1671, casi cuatrocientos años más tarde.
¿Por qué tardaron tan poco con el francés? Pues porque era un fervoroso seguidor y potenciador de las Cruzadas. En concreto murió en Túnez durante el transcurso de la octava Cruzada a causa de disentería.
Siglo XIII:. De Al-Ándalus a Andalucía.
un territorio de crueldad y oportunidades.por Jose Mari23 enero, 20212 comentarios.
Acababa de arrancar el Siglo XIII, cuando el año 1212 marcó un punto de inflexión en la historia de lo que hoy conocemos como Andalucía. Por primera vez, tras más de cinco siglos, un contingente de los reinos cristianos del norte de la península derrota contundentemente a los andalusís al sur de Sierra Morena. La victoria en la Navas de Tolosa, supuso un punto de no retorno a los reinos cristianos para conquistar los territorios islámicos, convirtiéndose para reyes y nobles en una gran oportunidad para incrementar sus posesiones. Una visión muy diferente a la que sintieron los andalusís, que vieron como su sociedad erigida durante más de cinco siglos de historia estaba en grave peligro.
Indiferentemente lo nombremos como conquista o reconquista, fue un conflicto que se extendió a lo largo de casi ocho siglos y que se convirtió en un “tira y afloja”, en manos directamente de la estabilidad política de los reinos en los que durante la Edad Media estaba dividida la Península Ibérica. Los derrotados en 1212, fueron los almohades, el último gran poder político islámico llegado de África seis décadas antes. Desde aquella derrota toda su estructura política, social y económica andalusí se desmoronó y el territorio más poderoso económicamente de la Península, Al-Ándalus, se convirtió en un inmenso solar de crueldad y oportunidades.
Los primeros en aprovecharlo fueron los propios andalusís. Los gobernantes de las ciudades dieron un paso al frente, sublevándose contra los restos del poder almohade y autoproclamase reyes. Dos parecían los más fuertes, Ibn Hud rey de Murcia, que extendió sus dominios hasta Sevilla expulsando definitivamente a los almohades en 1231, y Muhammad I que desde la localidad jienense de Arjona fundará el esplendoroso reino nazarí de Granada. Solo el más inteligente podría sobrevivir, ya que, sin los grandes ejércitos africanos de los almohades, la supremacía militar quedaba en manos de los reinos cristianos del norte.
El enfrentamiento entre andalusís tuvo como espectadores de primera línea a los reinos cristianos. Estos no mandaron durante un largo periodo grandes ejércitos como el que había acudido al desfiladero de Despeñaperros en 1212. Aun así, supieron aprovechar las disputas internas, para ir conquistando diferentes plazas. Castilla se hizo con algunas ciudades del tamaño medio, como Martos, Andújar o Baeza entre los años 1225-1229, con ello controlaba el acceso por el norte al principal eje de la economía andalusí, el valle del Guadalquivir. Mientras sus vecinos leoneses conquistaban Extremadura, entrado en Badajoz a principios del año 1230.
Fernando III rey de Castilla y León (1230-1252):
El personaje más importante en la conquista de los territorios andalusís había nacido al unísono que el propio siglo XIII. En 1217 tras la muerte accidental del joven rey de Castilla, Enrique I, su hermana mayor Berenguela se ve obligada a recoger la corona castellana y colocarla sobre la cabeza de su hijo Fernando, de solo 17 años. Trece años después, muere Alfonso IX de León padre de Fernando. Castilla y León vuelven a estar unidas bajo un mismo rey, Fernando III.
Era el momento de volver a poner en marcha los grandes ejércitos para conquistar Al-Ándalus. Dos años después de Navas de Tolosa había muerto el principal rey de aquella victoria, Alfonso VIII, dejando a Castilla inmersa en un sinfín de batallas internas entre la alta nobleza y sin la posibilidad de reunir un contingente de tropas importante. Ahora, Fernando III había sido el punto de encuentro de muchos de ellos. Además, este no temía dejar desprotegida la corona durante sus campañas en el sur, al mando de Castilla y León quedaba la reina madre Berenguela de Castilla, ser nieta de la Leonor de Aquitania era toda una garantía.
Las conquistas comenzaron a llegar por el alto Guadalquivir. Cazorla en 1231 o Úbeda en 1233. Un año después el rey de Castilla empieza a recibir las parias del reino de Murcia, que siguen financiando la conquista. La caída de Córdoba, la histórica capital andalusí, se produce por sorpresa y prácticamente sin batalla en 1236, ante las graves disputas internas.
La idiosincrasia política del mundo islámico dejaba el mando en manos de las aristocracias de las ciudades, que eran los que decidían como la ciudad pasaría a ser gobernada por los cristianos. Así, unas capitulaban y directamente Castilla colocaba sus propios gobernadores, mientras otras decidían luchar y enfrentarse a duros asedios y combates que diezmaban sus poblaciones. El trato a los andalusís era equitativo al comportamiento de sus señores, a los primeros se les respetaba y pronto los conoceremos como mudéjares, a los segundos matanzas, esclavización y deportaciones.
En 1243 entra en liza el heredero al trono, Alfonso, que con poco más de 20 años se pone al frente de las tropas castellanas que inician la conquista del reino de Murcia.
En 1246, tras conquistar Jaén, Fernando III obtuvo un importante triunfo en los despachos al obtener el vasallaje del reino de Granada, como comentábamos anteriormente solo el más inteligente entre los andalusís lograría sobrevivir, y en aquellos momentos lo mejor era ponerse al lado del más fuerte. Desde ese momento se iniciaba la consolidación del lujoso reino de Granada, que sigue maravillándonos a los que visitamos la Alhambra.
En 1247 se inicia la gran empresa cristiana de conquistar Sevilla, en aquel entonces la principal ciudad económica de Al-Ándalus que, desde sus puertos al rio Guadalquivir comerciaba con todo el norte de África. Con el apoyo económico del resto de reinos cristianos europeos, con la ayuda de todas las órdenes religiosas militares, de sus vecinos aragoneses y los nuevos socios andalusís de Granada, comienza el duro asedio a la capital de Guadalquivir, ciudad que acabará capitulando en noviembre de 1248 al rey de Castilla y León.
Fernando III, apodado el santo, murió cristianamente el Alcázar de Sevilla el 30 de mayo de 1252, desde entonces sus restos descansan en la Catedral de Sevilla, síntoma inequívoco de la rápida cristianización de la capital andaluza. Ahora dejaba el relevo a su sucesor, Alfonso X “el sabio”, era hora de poner en orden los 100.000 km2 de territorios conquistados por Castilla.
La resistencia andalusí en el siglo XIII:
Es difícil conocer los sentimientos que en los andalusís levantó la conquista castellana. Lo cierto es que el Reino Nazarí de Granada hay un significativo cambio de rumbo. Desde los territorios perdidos, se comienza a generar una lenta migración de los andalusís, muchos cruzaron el estrecho y otros se refugiaron en Granada. La llegada de estos incidió en ambos lugares en los nuevos acontecimientos que se estaban fraguando.
La revuelta mudéjar tuvo lugar a partir de 1264. En aquellos momentos las tropas castellanas al servicio de Alfonso X ya se habían hecho con la taifa de Niebla, que reinaba en Huelva, y con prácticamente toda la provincia de Cádiz. Solo restaba en manos andalusís, además del reino de Granada, algunas pequeñas taifas independientes, pegadas al mar Mediterráneo y otras que controlaban el Estrecho de Gibraltar, como Tarifa y Algeciras.
La revuelta fue instigada por Muhammad I de Granada y se produjo en dos zonas bien diferencias, Murcia que volvería a manos musulmanas y en especial en poblaciones gaditanas como Jerez, que sufriría aquellos dos años un durísimo castigo. Allí es donde más fuerte se hizo la revuelta, que además contó con el apoyo de Tarifa y Algeciras. El principal problema para los castellanos era su cercanía al estrecho, lugar de entrada principal de los musulmanes a la Península, el temor de Castilla era solo uno; una nueva invasión.
Sin los trascendentales apoyos externos y con Granada más preocupada de proteger su territorio, los rebeldes andalusís fueron sometidos. Dos años después la revuelta estaba aplacada. Las consecuencias fueron muy duras en todos los territorios andalusís en posesión de Castilla. Se acabó con la benevolencia, las mezquitas que habían sido respetadas se convirtieron en iglesias, y el rey de Castilla mandó una limpieza étnica, que provocó asesinatos, deportaciones en masa, y repoblación castellana. Jerez, unas de las grandes ciudades andalusís y una de las cunas de la revuelta, se convirtió en un solar vacío de oportunidades para los castellanos.
Los temores de Castilla se consumaron en 1275. Un nuevo contingente musulmán cruza el estrecho, los benimerines, intentan reverdecer las gestas de omeyas, almorávides o almohades. En sus primeras incursiones, y con el apoyo de los nazaríes llegan incluso hasta el alto Guadalquivir saqueando ciudades como Úbeda. Pero era evidente que ni los benimerines eran los omeyas, ni los castellanos, aunque con graves problemas aquellos años, el destartalado reino visigodo.
Los últimos años del siglo XIII contemplaron la lucha entre benimerines y castellanos por el control del estrecho. Las batallas más duran tuvieron lugar en Tarifa, lugar donde en 1294 se encumbrará un personaje ,Don Alonso Pérez Guzmán, que pasó a la historia, como Guzmán el bueno, un hombre sin origen que se convertirá en dueño y señor de la punta más al sur de Península Ibérica.
Como hemos visto en este rápido resumen del siglo XIII, el occidente de Andalucía se convirtió en un espacio geográfico muy interesante para los amantes de la historia. Un espacio geográfico que paso de denominase Al- Ándalus a ser nombrado Andalucía, en especial desde Alfonso X. Un periodo de cruel convivencia de formas muy diferentes de ver el mundo conocido. Dos religiones que se ha confirmado como irreconciliables durante toda su historia, arrastrando a hombres y mujeres a luchar por una mezcla de ideales, difíciles de entender en una sociedad cada día un poco más laica. Como reza el título de nuestro artículo, un tiempo de crueldad y oportunidades
Para explicar estos periodos, la historiografía suele acudir a los personajes que salen reflejados en las fuentes de la época; reyes, nobles o gobernadores principalmente. De la misma forma que se olvida del resto de millones de personajes anónimos que poblaron ese territorio. Afortunadamente, como se suele decir, donde no llega la historiografía, llega el tesón y el enorme trabajo de los grandes narradores históricos de este país, para poner nombre y apellidos a las personas que sufrieron en su propia carne la crueldad de ese siglo XIII.
Alfonso X el Sábio.
A la muerte de su padre, el 30 de mayo 1252, Alfonso accedió al trono de Castilla y León. Coronado también como rey de Sevilla, recae sobre él la obligación de proseguir la conquista de la Baja Andalucía. Paralelamente a las campañas militares buscó dotar al Reino de Castilla de unas leyes comunes a todos sus súbditos y reforzar el poder de la monarquía, lo que le llevó a enfrentarse con la nobleza. La voluntad unificadora se plasmó en el extenso código legal redactado en romance y organizado en torno al número siete (las Partidas) y en el Fuero Real, instrumento para unificar la legislación municipal, otorgado a diferentes ciudades.
Dos de los grandes hitos de la monarquía de Alfonso X concluyeron en sonados fracasos. El intento de extender el empuje de la reconquista al norte de África, a modo de cruzada, finalizó en 1263 con la toma de tan sólo algunas plazas cerca de la ciudad de Orán, que ni tan siquiera pudieron conservarse. Además, tuvo como efecto el de incitar una rebelión mudéjar en la península que llegó a conquistar varias ciudades andaluzas hasta que fue duramente reprimida. Por otro lado, el denominado “Fecho del Imperio”, esto es, la aspiración, tras la muerte del emperador Federico II en 1250, al trono del Sacro Imperio Germánico, en su condición de hijo de Beatriz de Suabia y nieto de Felipe de Suabia, tampoco dio los resultados esperados, en gran parte por la oposición del pontificado que frustró las dos tentativas de hacerse con la púrpura imperial. Finalmente, presionado por el papa Gregorio IX, Alfonso X desistiría de su intento en 1275. Ese mismo año el monarca español tuvo que hacer frente a la invasión de los benimerines que tomaron Tarifa y Algeciras.
Los últimos años de la vida de Alfonso X estuvieron envueltos en la tragedia y el conflicto. La muerte de su hijo primogénito generó tensiones entre su nieto y su segundo hijo, Sancho, por la sucesión al trono. El conflicto desembocó en la deposición del rey y el estallido de una guerra civil: los apoyos de Alfonso X se limitaron a Murcia y a Sevilla, mientras que el resto de Castilla y la gran mayoría de los nobles se decantaban por Sancho. Cuando organizaba su ejército le sobrevino la muerte en Sevilla el 4 de abril de 1284.
Una curiosidad gastronómica que se dió en el reinado de Alfonso X el Sábio.
Se atribuye al Rey la orden de que se sirviera con la bebida en todos los mesones de Castilla una pequeña porción de comida, habitualmente cecina o queso, los que Cervantes denominaba llamativos de la sed y Quevedo avisillos, en el siglo XX llamados tapas, a fin de retardar la embriaguez e impedir las peleas y disgustos provocadas por esta al salir de las tabernas, ventorrillos y fondas. Esta costumbre forjó varias leyendas etiológicas, si bien la más antigua y sólida es esta, porque la apoya el hecho de que el rey Alfonso se ufanara de gastrónomo y de ser el rey de mejor mesa de Europa, como declara en su cantiga profana XLIV:
Hubo aquí reyes de mayor poder en conquistar y en ganar tierras, pero no quien tuviese mayor placer en comer cuando le dan buen yantar... pues gran gusto tuve de muy buen come.
ALFONSO DÉCIMO no sólo se preocupó de establecer unos principios jurídicos sólidos para el reino y de la monarquía, también quiso mejorar el nivel cultural y la educación de sus súbditos. Gracias a la llegada de numerosos sabios y científicos a la corte castellana se redactaron diversas obras sobre astronomía, ciencias puras, religión, literatura e historia. Será en esta última disciplina donde aparezcan sus trabajos más reputados, la General Estoria y la Estoria de España (también conocida como Primera Crónica General). Existe, sin embargo, cierto consenso en negar la autoría de ambas obras al monarca y parece más probable que tan sólo participase de modo indirecto en su elaboración y que, en ocasiones, supervisase algunos pasajes; pero su condición de “sabio”, aunque pueda ser cierta, no alcanzaba el nivel cultural necesario para realizar una labor de tal envergadura.
Vamos ahora ha profundizar, en las Obras de Alfonso X el Sabio. Veámos.
El reinado de Alfonso destacó sobre todo en el orden cultural. A Alfonso X el Sabio se le considera el fundador de la prosa castellana y, de hecho, puede datarse en su época la adopción del castellano como lengua oficial. Sus profundos conocimientos de astronomía, ciencias jurídicas e historia y su interés por las más diversas áreas del saber lo llevaron a impulsar la organización de tres grandes centros culturales que giraron alrededor de Toledo, Sevilla y Murcia.
En la primera ciudad quedó ubicada la famosa Escuela de Traductores de Toledo, la cual, junto a compiladores y autores originales repartidos por el resto, emprendió una ingente labor de recogida de toda clase de materiales para la elaboración de libros, que el propio rey corregía y supervisaba. Movido exclusivamente por un afán cultural, el rey hizo tabla rasa de las diferencias de raza o religión, por lo que reunió a judíos, musulmanes, castellanos e italianos, que colaboraron libremente y otorgaron al conjunto una proyección universal.
Las obras así producidas pueden encuadrarse en tres grandes apartados: obras jurídicas, obras científicas o de carácter recreativo y obras históricas. El propósito de las primeras fue contribuir a la labor unificadora iniciada por Fernando III el Santo. El Fuero real de Castilla (1254) preparó la redacción de la que sería su gran obra, el Código de las siete partidas (1256-1263 o 1265), donde se recoge lo mejor del derecho romano para unirlo a las más vivas tradiciones de Castilla. Este código, de larga influencia en el ordenamiento castellano y español, supuso la recepción del derecho romano en Castilla y su incorporación a la corriente europea del «derecho común».
Obras científicas o de carácter recreativo son los Libros del saber de astronomía con sus Tablas astronómicas o Tablas alfonsíes, integrados por tratados originales, refundiciones y traducciones que pretenden compilar todo el conocimiento astronómico de la época con el fin de promover su desarrollo. Asimismo cabe registrar el Lapidario (1276-1279), tratado en el que se describen quinientas piedras preciosas, metales y algunas sustancias, y los Libros de ajedrez, dados y tablas (1283). También se le atribuye la traducción de los cuentos de Calila y Dimna.
Entre las obras de carácter histórico figuran dos títulos fundamentales: la Crónica general y la Grande e general estoria, textos cuya ambiciosa empresa es contar, el primero de ellos, la historia de España desde un punto de vista unificador, en términos nacionales y políticos; el segundo, en cambio, se propone la relación de la historia universal.
Otra importante faceta de su actividad fue alentar la creación poética, así como escribir poesía en lengua gallega. Sus 453 composiciones, entre las que abundan las de "escarnio" vertidas en un lenguaje paródico o insolente que recurre a veces a la ironía mordaz, lo avalan como el primer lírico en dicha lengua. Sin embargo, es en su vertiente religiosa donde el rey alcanza sus mayores logros: las 420 canciones que componen las Cantigas de Santa María, dedicadas a enaltecer los milagros de la Virgen María, constituyen uno de los más preciados legados de musicalidad y variedad métricas.
Tanto la General Estoria como la Estoria de España supusieron una significativa transformación en el método historiográfico medieval. Hasta la aparición de ambas predominaban las crónicas, es decir, la mera relación de hechos narrados, mientras que Alfonso X trata en sus trabajos de reconstruir el pasado a través de un estudio pormenorizado de las fuentes y con una voluntad divulgativa evidente. Más allá de la autoría de los escritos es innegable el impulso que el rey Sabio dio a la disciplina histórica, en una época compleja en la que los reyes estaban más interesados en batallar que en la cultura.
Clasificar a Alfonso X como historiador es una decisión controvertida, más aun cuando resulta evidente que no fue el propio monarca quien redactó las obras que se le atribuyen. No obstante, es tal la importancia que la General Estoria y la Estoria de España tuvieron sobre la historiografía medieval que nos obliga a incluir al rey que las promovió entre los grandes historiadores. Las novedades en la preparación, elaboración, técnica y contenido de ambos textos son tales que, si éstos pueden no alcanzar la categoría de obras revolucionarias, constituyen en todo caso una ruptura con la tradición historiográfica previa. De ahí la importancia que se ha atribuido a la labor del monarca castellano como impulsor de la disciplina histórica.
Panorama Artístico durante el reinado de Alfonso X el Sabio.
El espectro artístico y arquitectónico en los treinta años de su reinado siguen la inercia del periodo anterior de Fernando III.
El gótico pleno francés continúa su instalación en solar hispano, pero de manera poco generalizada todavía. En los ambientes rurales, la arquitectura es bastante más conservadora.
El mudéjar continúa su amplio desarrollo en numerosos territorios, sin perder su mestizaje con la influencia románica cristiana e incorporando otros de raigambre gótica.
A la muerte de su padre, el 30 de mayo 1252, Alfonso accedió al trono de Castilla y León. Coronado también como rey de Sevilla, recae sobre él la obligación de proseguir la conquista de la Baja Andalucía. Paralelamente a las campañas militares buscó dotar al Reino de Castilla de unas leyes comunes a todos sus súbditos y reforzar el poder de la monarquía, lo que le llevó a enfrentarse con la nobleza. La voluntad unificadora se plasmó en el extenso código legal redactado en romance y organizado en torno al número siete (las Partidas) y en el Fuero Real, instrumento para unificar la legislación municipal, otorgado a diferentes ciudades.
Dos de los grandes hitos de la monarquía de Alfonso X concluyeron en sonados fracasos. El intento de extender el empuje de la reconquista al norte de África, a modo de cruzada, finalizó en 1263 con la toma de tan sólo algunas plazas cerca de la ciudad de Orán, que ni tan siquiera pudieron conservarse. Además, tuvo como efecto el de incitar una rebelión mudéjar en la península que llegó a conquistar varias ciudades andaluzas hasta que fue duramente reprimida. Por otro lado, el denominado “Fecho del Imperio”, esto es, la aspiración, tras la muerte del emperador Federico II en 1250, al trono del Sacro Imperio Germánico, en su condición de hijo de Beatriz de Suabia y nieto de Felipe de Suabia, tampoco dio los resultados esperados, en gran parte por la oposición del pontificado que frustró las dos tentativas de hacerse con la púrpura imperial. Finalmente, presionado por el papa Gregorio IX, Alfonso X desistiría de su intento en 1275. Ese mismo año el monarca español tuvo que hacer frente a la invasión de los benimerines que tomaron Tarifa y Algeciras.
Los últimos años de la vida de Alfonso X estuvieron envueltos en la tragedia y el conflicto. La muerte de su hijo primogénito generó tensiones entre su nieto y su segundo hijo, Sancho, por la sucesión al trono. El conflicto desembocó en la deposición del rey y el estallido de una guerra civil: los apoyos de Alfonso X se limitaron a Murcia y a Sevilla, mientras que el resto de Castilla y la gran mayoría de los nobles se decantaban por Sancho. Cuando organizaba su ejército le sobrevino la muerte en Sevilla el 4 de abril de 1284.
Una curiosidad gastronómica que se dió en el reinado de Alfonso X el Sábio.
Se atribuye al Rey la orden de que se sirviera con la bebida en todos los mesones de Castilla una pequeña porción de comida, habitualmente cecina o queso, los que Cervantes denominaba llamativos de la sed y Quevedo avisillos, en el siglo XX llamados tapas, a fin de retardar la embriaguez e impedir las peleas y disgustos provocadas por esta al salir de las tabernas, ventorrillos y fondas. Esta costumbre forjó varias leyendas etiológicas, si bien la más antigua y sólida es esta, porque la apoya el hecho de que el rey Alfonso se ufanara de gastrónomo y de ser el rey de mejor mesa de Europa, como declara en su cantiga profana XLIV:
Hubo aquí reyes de mayor poder en conquistar y en ganar tierras, pero no quien tuviese mayor placer en comer cuando le dan buen yantar... pues gran gusto tuve de muy buen come.
ALFONSO DÉCIMO no sólo se preocupó de establecer unos principios jurídicos sólidos para el reino y de la monarquía, también quiso mejorar el nivel cultural y la educación de sus súbditos. Gracias a la llegada de numerosos sabios y científicos a la corte castellana se redactaron diversas obras sobre astronomía, ciencias puras, religión, literatura e historia. Será en esta última disciplina donde aparezcan sus trabajos más reputados, la General Estoria y la Estoria de España (también conocida como Primera Crónica General). Existe, sin embargo, cierto consenso en negar la autoría de ambas obras al monarca y parece más probable que tan sólo participase de modo indirecto en su elaboración y que, en ocasiones, supervisase algunos pasajes; pero su condición de “sabio”, aunque pueda ser cierta, no alcanzaba el nivel cultural necesario para realizar una labor de tal envergadura.
Vamos ahora ha profundizar, en las Obras de Alfonso X el Sabio. Veámos.
El reinado de Alfonso destacó sobre todo en el orden cultural. A Alfonso X el Sabio se le considera el fundador de la prosa castellana y, de hecho, puede datarse en su época la adopción del castellano como lengua oficial. Sus profundos conocimientos de astronomía, ciencias jurídicas e historia y su interés por las más diversas áreas del saber lo llevaron a impulsar la organización de tres grandes centros culturales que giraron alrededor de Toledo, Sevilla y Murcia.
En la primera ciudad quedó ubicada la famosa Escuela de Traductores de Toledo, la cual, junto a compiladores y autores originales repartidos por el resto, emprendió una ingente labor de recogida de toda clase de materiales para la elaboración de libros, que el propio rey corregía y supervisaba. Movido exclusivamente por un afán cultural, el rey hizo tabla rasa de las diferencias de raza o religión, por lo que reunió a judíos, musulmanes, castellanos e italianos, que colaboraron libremente y otorgaron al conjunto una proyección universal.
Las obras así producidas pueden encuadrarse en tres grandes apartados: obras jurídicas, obras científicas o de carácter recreativo y obras históricas. El propósito de las primeras fue contribuir a la labor unificadora iniciada por Fernando III el Santo. El Fuero real de Castilla (1254) preparó la redacción de la que sería su gran obra, el Código de las siete partidas (1256-1263 o 1265), donde se recoge lo mejor del derecho romano para unirlo a las más vivas tradiciones de Castilla. Este código, de larga influencia en el ordenamiento castellano y español, supuso la recepción del derecho romano en Castilla y su incorporación a la corriente europea del «derecho común».
Obras científicas o de carácter recreativo son los Libros del saber de astronomía con sus Tablas astronómicas o Tablas alfonsíes, integrados por tratados originales, refundiciones y traducciones que pretenden compilar todo el conocimiento astronómico de la época con el fin de promover su desarrollo. Asimismo cabe registrar el Lapidario (1276-1279), tratado en el que se describen quinientas piedras preciosas, metales y algunas sustancias, y los Libros de ajedrez, dados y tablas (1283). También se le atribuye la traducción de los cuentos de Calila y Dimna.
Entre las obras de carácter histórico figuran dos títulos fundamentales: la Crónica general y la Grande e general estoria, textos cuya ambiciosa empresa es contar, el primero de ellos, la historia de España desde un punto de vista unificador, en términos nacionales y políticos; el segundo, en cambio, se propone la relación de la historia universal.
Otra importante faceta de su actividad fue alentar la creación poética, así como escribir poesía en lengua gallega. Sus 453 composiciones, entre las que abundan las de "escarnio" vertidas en un lenguaje paródico o insolente que recurre a veces a la ironía mordaz, lo avalan como el primer lírico en dicha lengua. Sin embargo, es en su vertiente religiosa donde el rey alcanza sus mayores logros: las 420 canciones que componen las Cantigas de Santa María, dedicadas a enaltecer los milagros de la Virgen María, constituyen uno de los más preciados legados de musicalidad y variedad métricas.
Tanto la General Estoria como la Estoria de España supusieron una significativa transformación en el método historiográfico medieval. Hasta la aparición de ambas predominaban las crónicas, es decir, la mera relación de hechos narrados, mientras que Alfonso X trata en sus trabajos de reconstruir el pasado a través de un estudio pormenorizado de las fuentes y con una voluntad divulgativa evidente. Más allá de la autoría de los escritos es innegable el impulso que el rey Sabio dio a la disciplina histórica, en una época compleja en la que los reyes estaban más interesados en batallar que en la cultura.
Clasificar a Alfonso X como historiador es una decisión controvertida, más aun cuando resulta evidente que no fue el propio monarca quien redactó las obras que se le atribuyen. No obstante, es tal la importancia que la General Estoria y la Estoria de España tuvieron sobre la historiografía medieval que nos obliga a incluir al rey que las promovió entre los grandes historiadores. Las novedades en la preparación, elaboración, técnica y contenido de ambos textos son tales que, si éstos pueden no alcanzar la categoría de obras revolucionarias, constituyen en todo caso una ruptura con la tradición historiográfica previa. De ahí la importancia que se ha atribuido a la labor del monarca castellano como impulsor de la disciplina histórica.
Panorama Artístico durante el reinado de Alfonso X el Sabio.
El espectro artístico y arquitectónico en los treinta años de su reinado siguen la inercia del periodo anterior de Fernando III.
El gótico pleno francés continúa su instalación en solar hispano, pero de manera poco generalizada todavía. En los ambientes rurales, la arquitectura es bastante más conservadora.
El mudéjar continúa su amplio desarrollo en numerosos territorios, sin perder su mestizaje con la influencia románica cristiana e incorporando otros de raigambre gótica.
Las iglesias fernandinas de Córdoba.
Las llamadas iglesias fernandinas de Córdoba, primeros templos cristianos construidos ex novo tras la conquista de la ciudad fueron iniciadas, al parecer, décadas más tarde, durante el reinado de Alfonso X, tras un periodo en que las parroquias cristianas no eran otra cosa que mezquitas consagradas.
Estos interesantes edificios, bastante homogéneos en sus características, tienen cabecera gótica poligonal de influencia de la catedral burgalesa, unida a una estructura sencilla de tres naves sin abovedamiento, de tradición tardorrománica.
Preeminencia de Castilla en el concierto político hispano.
La extensión territorial de Castilla frente a los reinos peninsulares vecinos, como Portugal, Navarra y Aragón generó una situación de preeminencia castellana que derivaría en la política de unificación de los Reyes Católicos a partir del siglo XV.
10 Curiosidades sobre Alfonso X El Sabio.
1. Alfonso X el Sabio: El rey que quería ser enterrado en tres partes:
Murió en Sevilla el 4 de abril de 1284. Se coronó frente a la tumba de su padre, el rey Fernando III. Su sepulcro se encuentra en el lateral izquierdo de la Capilla Real de la Catedral, enfrentado al de su madre, la alemana Beatriz de Suabia.
Había ordenado construir la primera iglesia cristiana de Murcia en la que, en el momento de su edificación, manifestó que quería ser enterrado allí, aunque luego no fue así.
En los testamentos reales, fechados en Sevilla entre 1283 y 1284, no dejó escrito el lugar exacto en el que había de reposar su cuerpo, dejando en manos de sus cabezaleros esta elección.
Pero, en el caso de que fuera Sevilla, dejó escrito que la sepultura no fuera muy alta y que estuviese cercana a la de sus padres, Fernando III y Beatriz de Suabia.
Tenía más claro el destino de su corazón que el del resto del cuerpo. Quería ser sepultado en Murcia o Sevilla, y ordenó llevar sus entrañas al lugar contrario escogido para su cuerpo.
Y el deseo más curioso: el maestre del Témple debía llevar su corazón a Tierra Santa. Así que, en Sevilla dejaron su cuerpo y extrajeron sus vísceras (para llevarlas a Murcia) y su corazón (para ser entregado a los templarios).
2. Inauguración y traslado del monumento de Alfonso X el Sabio:
El 23 de noviembre de 1976, fecha en la que se cumplían 755 años de su nacimiento en Toledo, tenía lugar el acto de inauguración del monumento al rey Alfonso X el Sabio en el paseo del Miradero.
La estatua, en bronce, es obra de Francisco Toledo Sánchez y representa al rey sobre un pedestal de piedra, flanqueada por sendos bloques ilustrados con diez relieves con temas inspirados en las Cantigas.
A finales de los años noventa, el monumento volvió a ser noticia por su traslado desde su emplazamiento original hasta el parque de las Tres Culturas que acababa de ser inaugurado.
3. ¿Qué relación guarda el rey con el Imperial Monasterio de San Clemente de Toledo?:
Cuando Alfonso X el Sabio nace, lo hace un 23 de noviembre de 1221. Ese día era la festividad de San Clemente. El mismo día, pero 27 años antes, su padre Fernando III el Santo había conquistado Sevilla.
Eso lo hizo devoto del santo y protector del monasterio de Toledo, como él lo recuerda en los privilegios que le concede.
Hay que tener en cuenta que, en la Edad Media, los reyes otorgaban determinados favores y privilegios a algunas personalidades, sectores sociales o instituciones que conseguían disfrutar de ciertas prebendas, generalmente de carácter económico. En el Archivo Municipal de Toledo se pueden ver algunos de ellos.
Por ejemplo: el 6 de febrero de 1254 confirma el privilegio ya otorgado por su padre, de libertad para los ganados del monasterio y portazgo. El 25 de mayo de 1254 en Uclés, concedió a la abadesa Leocadia Fernández, por un albalá, ocho moros escusados de pecho en Toledo, para servicio del monasterio; y al día siguiente un baño que tenía en el arrabal.
El 31 de marzo de 1273, Alfonso X otorga un privilegio que destaca por lo que tiene de novedoso: una renta anual de 100 maravedíes para vestuario de la abadesa y 400 maravedíes para el resto de las monjas. El 30 de abril de 1259 confirma la heredad de Azután al monasterio (privilegio de Alfonso VIII de 1204). Este convento, además, es famoso por su mazapán. Se dice que es la cuna del mazapán toledano desde el año 1212.
4. ¿Sabías qué reforma legal propuso Alfonso X?
Promulgó el Fuero Real (1254-1255) para sustituir fueros anteriores y acabar con la creación libre del derecho pues no había ninguna uniformidad. El rey era el único que podía dictar la ley y nombrar a los jueces.
El mismo prólogo nos dice los motivos de su redacción: se pone fin al libre albedrío judicial causante de muchos males de Castilla.
Lo va concediendo de manera sucesiva a diferentes ciudades y pueblos. Esta política del rey no contó con todos los apoyos puesto que tuvo dos fuentes de oposición: por un lado la nobleza castellana, por entender que disminuía sus privilegios y, por otro, las propias ciudades porque sus cabildos ven mermadas las competencias que antes tenían.
Esta oposición da lugar a que, Alfonso X, tenga que derogar múltiples concesiones que ya había hecho. Está dividido en cuatro libros en los que trata de materias religiosas y políticas, procedimiento judicial, derecho privado y derecho penal. Fue redactado en castellano y traducido al portugués.
5. El rey Alfonso X abre la primera Universidad Europea:
La Universidad de Salamanca fue la primera institución educativa europea que recibe el título de universidad, por la Real Cédula de Alfonso X el Sabio, fechada el 9 de noviembre de 1252 y posteriormente ratificada por la licentia ubique docendi de Alejandro IV en 1255.
La universidad contó con unos estatutos que definían su sistema de financiación y creaban el cargo de bibliotecario y nuevas cátedras.
Se convirtió en la primera de Europa en contar con una biblioteca pública. Los estudios que allí se enseñaban: derecho, medicina, lógica, gramática y música.
6. Un cráter lunar lleva su nombre:
En 1935 se le reconoció como astrónomo, nombrando en su honor al cráter lunar “Alphonsus”. Su epónimo hace referencia al interés por la astronomía del rey de Castilla. El cráter tiene un diámetro de 119 kilómetros y una profundidad de 2,7 kilómetros.
Está cercano a otro cráter que lleva el nombre del ilustre astrónomo árabe Azarquiel.
El cráter “Arzachel”, como se denomina, tiene una estructura muy definida, y es un punto preferente de observación para los telescopios de los astrónomos aficionados.
Se encuentra al sur del cráter “Alphonsus” y junto con “Ptolemaeus” más al norte. Los tres forman una línea prominente de cráteres al este del Mare Nubium.
7. ¿Sabes qué institución vinculada a la ganadería creó Alfonso X?
Esta institución fue el Honrado Concejo de la Mesta (1273). Reunió a todos los pastores de León y Castilla en la Real Sociedad de Ganaderos de la Mesta y recibirían privilegios como la exención del servicio militar, derecho de pasto y pastoreo entre otros.
La Mesta, que tenía atribuciones sobre todos los ganados trashumantes de Castilla y León, estaba dominada por los grandes dueños de rebaños, es decir, órdenes militares, las catedrales, importantes monasterios y la nobleza.
8. La afición desconocida de Alfonso X el Sabio:
Por todos es conocida la afición del rey por la astronomía y del laboratorio astronómico, situado en los antiguos Palacios de Galiana del Alficén de Toledo.
Otra de sus aficiones fue la caza que, en aquella época, sólo podía ser practicada por reyes, nobles y gentilhombres, estando vetada para el pueblo llano con duras leyes en contra de quien fuera sorprendido durante sus ejercicios.
Pero la gran afición desconocida del rey fue el ajedrez. Él recopiló toda la sabiduría y conocimientos sobre este juego en “El libro de ajedrez, dados y tablas”.
Se calcula que fue escrito sobre 1287 ya fallecido el rey. El libro consta de 98 páginas de pergamino, con 150 ilustraciones en miniatura y en color, siendo destacados los dedicados al ajedrez (contiene los problemas de ajedrez más antiguos de Europa). El único original conocido se encuentra en la biblioteca del Escorial.
9. La lápida de Alfonso X en el Puente de Alcántara:
Muy cerca del Castillo de San Servando y de las escaleras mecánicas que suben a Zocodover, se encuentra el Puente de Alcántara, de origen romano.
Muhammad I, en el año 958, destruyó parcialmente el puente ante una revuelta del pueblo. Ya sería, en el año 997, cuando Almanzor lo restaura.
En tiempos de Alfonso X, debido a las grandes crecidas provocadas por las intensas lluvias, el puente de Alcántara se vio afectado y se tuvo que restaurar.
De esto da fe la lápida que, Alfonso X , mandó poner en la segunda puerta del Puente de Alcántara donde se recuerda este hecho.
Esta lápida conmemorativa de la reconstrucción del puente en 1259 está formada por tres tablas de piedra y sobre ella figura una inscripción de 1575 que recuerda su reparación por el corregidor Gutiérrez Tello y por orden de Felipe II.
10. Un cáncer de cara pudo condicionar la política del rey Alfonso X:
Un cáncer maxilofacial que le afectó al área inferior del ojo izquierdo ocasionándole grandes dolores, bien pudo condicionar las decisiones que tomó durante su reinado.
Esto lo afirma Salvador Martínez, profesor de literatura española medieval y del renacimiento en la Universidad de Nueva York.
Salvador Martínez explica que los dolores le provocaban al rey ataques de ira y vincula este mal con la toma de decisiones desacertadas y erróneas.
Dos informes forenses hablan de que, en las fotos del cráneo del rey, se puede ver una amplia necrosis facial.
Alfonso X el Sabio sufría grandes dolores de cabeza. De hecho, su hijo Sancho lo tildó de leproso y loco.
Pero no fue la única enfermedad que sufrió el rey. Durante su estancia en Vitoria cayó enfermo y el rey sólo se curó cuando le colocaron en su pecho el I volumen de las Cantigas. Este hecho milagroso aparece reflejado en la cantiga 235.
1. Alfonso X el Sabio: El rey que quería ser enterrado en tres partes:
Murió en Sevilla el 4 de abril de 1284. Se coronó frente a la tumba de su padre, el rey Fernando III. Su sepulcro se encuentra en el lateral izquierdo de la Capilla Real de la Catedral, enfrentado al de su madre, la alemana Beatriz de Suabia.
Había ordenado construir la primera iglesia cristiana de Murcia en la que, en el momento de su edificación, manifestó que quería ser enterrado allí, aunque luego no fue así.
En los testamentos reales, fechados en Sevilla entre 1283 y 1284, no dejó escrito el lugar exacto en el que había de reposar su cuerpo, dejando en manos de sus cabezaleros esta elección.
Pero, en el caso de que fuera Sevilla, dejó escrito que la sepultura no fuera muy alta y que estuviese cercana a la de sus padres, Fernando III y Beatriz de Suabia.
Tenía más claro el destino de su corazón que el del resto del cuerpo. Quería ser sepultado en Murcia o Sevilla, y ordenó llevar sus entrañas al lugar contrario escogido para su cuerpo.
Y el deseo más curioso: el maestre del Témple debía llevar su corazón a Tierra Santa. Así que, en Sevilla dejaron su cuerpo y extrajeron sus vísceras (para llevarlas a Murcia) y su corazón (para ser entregado a los templarios).
2. Inauguración y traslado del monumento de Alfonso X el Sabio:
El 23 de noviembre de 1976, fecha en la que se cumplían 755 años de su nacimiento en Toledo, tenía lugar el acto de inauguración del monumento al rey Alfonso X el Sabio en el paseo del Miradero.
La estatua, en bronce, es obra de Francisco Toledo Sánchez y representa al rey sobre un pedestal de piedra, flanqueada por sendos bloques ilustrados con diez relieves con temas inspirados en las Cantigas.
A finales de los años noventa, el monumento volvió a ser noticia por su traslado desde su emplazamiento original hasta el parque de las Tres Culturas que acababa de ser inaugurado.
3. ¿Qué relación guarda el rey con el Imperial Monasterio de San Clemente de Toledo?:
Cuando Alfonso X el Sabio nace, lo hace un 23 de noviembre de 1221. Ese día era la festividad de San Clemente. El mismo día, pero 27 años antes, su padre Fernando III el Santo había conquistado Sevilla.
Eso lo hizo devoto del santo y protector del monasterio de Toledo, como él lo recuerda en los privilegios que le concede.
Hay que tener en cuenta que, en la Edad Media, los reyes otorgaban determinados favores y privilegios a algunas personalidades, sectores sociales o instituciones que conseguían disfrutar de ciertas prebendas, generalmente de carácter económico. En el Archivo Municipal de Toledo se pueden ver algunos de ellos.
Por ejemplo: el 6 de febrero de 1254 confirma el privilegio ya otorgado por su padre, de libertad para los ganados del monasterio y portazgo. El 25 de mayo de 1254 en Uclés, concedió a la abadesa Leocadia Fernández, por un albalá, ocho moros escusados de pecho en Toledo, para servicio del monasterio; y al día siguiente un baño que tenía en el arrabal.
El 31 de marzo de 1273, Alfonso X otorga un privilegio que destaca por lo que tiene de novedoso: una renta anual de 100 maravedíes para vestuario de la abadesa y 400 maravedíes para el resto de las monjas. El 30 de abril de 1259 confirma la heredad de Azután al monasterio (privilegio de Alfonso VIII de 1204). Este convento, además, es famoso por su mazapán. Se dice que es la cuna del mazapán toledano desde el año 1212.
4. ¿Sabías qué reforma legal propuso Alfonso X?
Promulgó el Fuero Real (1254-1255) para sustituir fueros anteriores y acabar con la creación libre del derecho pues no había ninguna uniformidad. El rey era el único que podía dictar la ley y nombrar a los jueces.
El mismo prólogo nos dice los motivos de su redacción: se pone fin al libre albedrío judicial causante de muchos males de Castilla.
Lo va concediendo de manera sucesiva a diferentes ciudades y pueblos. Esta política del rey no contó con todos los apoyos puesto que tuvo dos fuentes de oposición: por un lado la nobleza castellana, por entender que disminuía sus privilegios y, por otro, las propias ciudades porque sus cabildos ven mermadas las competencias que antes tenían.
Esta oposición da lugar a que, Alfonso X, tenga que derogar múltiples concesiones que ya había hecho. Está dividido en cuatro libros en los que trata de materias religiosas y políticas, procedimiento judicial, derecho privado y derecho penal. Fue redactado en castellano y traducido al portugués.
5. El rey Alfonso X abre la primera Universidad Europea:
La Universidad de Salamanca fue la primera institución educativa europea que recibe el título de universidad, por la Real Cédula de Alfonso X el Sabio, fechada el 9 de noviembre de 1252 y posteriormente ratificada por la licentia ubique docendi de Alejandro IV en 1255.
La universidad contó con unos estatutos que definían su sistema de financiación y creaban el cargo de bibliotecario y nuevas cátedras.
Se convirtió en la primera de Europa en contar con una biblioteca pública. Los estudios que allí se enseñaban: derecho, medicina, lógica, gramática y música.
6. Un cráter lunar lleva su nombre:
En 1935 se le reconoció como astrónomo, nombrando en su honor al cráter lunar “Alphonsus”. Su epónimo hace referencia al interés por la astronomía del rey de Castilla. El cráter tiene un diámetro de 119 kilómetros y una profundidad de 2,7 kilómetros.
Está cercano a otro cráter que lleva el nombre del ilustre astrónomo árabe Azarquiel.
El cráter “Arzachel”, como se denomina, tiene una estructura muy definida, y es un punto preferente de observación para los telescopios de los astrónomos aficionados.
Se encuentra al sur del cráter “Alphonsus” y junto con “Ptolemaeus” más al norte. Los tres forman una línea prominente de cráteres al este del Mare Nubium.
7. ¿Sabes qué institución vinculada a la ganadería creó Alfonso X?
Esta institución fue el Honrado Concejo de la Mesta (1273). Reunió a todos los pastores de León y Castilla en la Real Sociedad de Ganaderos de la Mesta y recibirían privilegios como la exención del servicio militar, derecho de pasto y pastoreo entre otros.
La Mesta, que tenía atribuciones sobre todos los ganados trashumantes de Castilla y León, estaba dominada por los grandes dueños de rebaños, es decir, órdenes militares, las catedrales, importantes monasterios y la nobleza.
8. La afición desconocida de Alfonso X el Sabio:
Por todos es conocida la afición del rey por la astronomía y del laboratorio astronómico, situado en los antiguos Palacios de Galiana del Alficén de Toledo.
Otra de sus aficiones fue la caza que, en aquella época, sólo podía ser practicada por reyes, nobles y gentilhombres, estando vetada para el pueblo llano con duras leyes en contra de quien fuera sorprendido durante sus ejercicios.
Pero la gran afición desconocida del rey fue el ajedrez. Él recopiló toda la sabiduría y conocimientos sobre este juego en “El libro de ajedrez, dados y tablas”.
Se calcula que fue escrito sobre 1287 ya fallecido el rey. El libro consta de 98 páginas de pergamino, con 150 ilustraciones en miniatura y en color, siendo destacados los dedicados al ajedrez (contiene los problemas de ajedrez más antiguos de Europa). El único original conocido se encuentra en la biblioteca del Escorial.
9. La lápida de Alfonso X en el Puente de Alcántara:
Muy cerca del Castillo de San Servando y de las escaleras mecánicas que suben a Zocodover, se encuentra el Puente de Alcántara, de origen romano.
Muhammad I, en el año 958, destruyó parcialmente el puente ante una revuelta del pueblo. Ya sería, en el año 997, cuando Almanzor lo restaura.
En tiempos de Alfonso X, debido a las grandes crecidas provocadas por las intensas lluvias, el puente de Alcántara se vio afectado y se tuvo que restaurar.
De esto da fe la lápida que, Alfonso X , mandó poner en la segunda puerta del Puente de Alcántara donde se recuerda este hecho.
Esta lápida conmemorativa de la reconstrucción del puente en 1259 está formada por tres tablas de piedra y sobre ella figura una inscripción de 1575 que recuerda su reparación por el corregidor Gutiérrez Tello y por orden de Felipe II.
10. Un cáncer de cara pudo condicionar la política del rey Alfonso X:
Un cáncer maxilofacial que le afectó al área inferior del ojo izquierdo ocasionándole grandes dolores, bien pudo condicionar las decisiones que tomó durante su reinado.
Esto lo afirma Salvador Martínez, profesor de literatura española medieval y del renacimiento en la Universidad de Nueva York.
Salvador Martínez explica que los dolores le provocaban al rey ataques de ira y vincula este mal con la toma de decisiones desacertadas y erróneas.
Dos informes forenses hablan de que, en las fotos del cráneo del rey, se puede ver una amplia necrosis facial.
Alfonso X el Sabio sufría grandes dolores de cabeza. De hecho, su hijo Sancho lo tildó de leproso y loco.
Pero no fue la única enfermedad que sufrió el rey. Durante su estancia en Vitoria cayó enfermo y el rey sólo se curó cuando le colocaron en su pecho el I volumen de las Cantigas. Este hecho milagroso aparece reflejado en la cantiga 235.
Frío y vengativo, Pedro I de Castilla persiguió con saña a quienes amenazaban su poder, pero su hermano bastardo, Enrique de Trastámara, lo mató con sus propias manos en Montiel.
Contexto Histórico:
Pedro el Cruel es uno de esos monarcas de los que se han escrito innumerables estudios y biografías, pues su vida y muerte, si no fuera por la gravedad de los acontecimientos, daría para un culebrón televisi.
Pedro I de Castilla, que debió llamase Pedro I de Borgoña atendiendo a su linaje dinástico, ( Burgos 30.08.1334 – Montiel 23-03-1369 ) hijo de Alfonso XI de Castilla y María de Portugal, fue rey desde la muerte de su padre en 1350, ganándose el apodo de “El Cruel” para sus detractores o “El justiciero” para sus partidarios, no dejando indiferentes a uno ni otros.
La infancia de Pedro ya fue, de por sí, complicada porque su padre, el rey Alfonso XI, lo envió junto a su madre, la reina María de Portugal, fuera de la corte. La razón no era otra que la existencia de otra mujer en el corazón y lecho del monarca. Leonor de Guzmán, una noble con la que el rey llegó a tener diez hijos, uno de los cuáles, Enrique II sería su asesino y quién le sucedería en el trono, comenzando así la dinastía Trastámara su reinado en la corona de Castilla (la última Trastámara fue la reina Juana la Loca).
Casa Trastámara:
Es interesante aquí citar el origen de la casa de Trastámara, tan importante en nuestra historia. En primer lugar resulta imprescindible recordar que el origen de su nombre, Tras-Támari, significa detrás del río Tambre que así es como se llamaba entonces dicho río. Enrique II, el primer Trastámara en la Corona de Castilla, ostentaba dicho título otorgado por su padre, el rey Alfonso XI. Los orígenes del título de conde de Trastámara se remontan al siglo XI, como un dominio feudal del norte de Galicia que, en aquél momento es vasallo del rey de León o del de Galicia, según la época. Asociado al linaje de los Traba, se trataba de uno de los feudos más importantes del reino por cuanto mayores rentas aportaban. Por falta de herederos, la Casa se extinguió y el título pasó al rey de León primero, y al de Castilla, después. Este título lo usaban los monarcas para dárselo en compensación a nobles por gestas o fidelidades que hubieran aportado a la corona. Era de carácter vitalicio pero no hereditario, es decir que, una vez el noble fallecía, este pasaba de nuevo al rey, quién podía volver a otorgarlo a otro noble. Esto cambió para siempre cuando Alfonso XI otorgó el título de conde de Trastámara a su hijo bastardo, Enrique (gemelo de Fadrique), quien pasa a ser el fundador de dicha casa. ¿Por qué hablamos de fundador si ya existía desde el Siglo XI? Por un motivo muy sencillo: porque lo convierte en hereditario, una condición sine que non para que sea un linaje, una casa. Al convertirse Enrique II en rey de Castilla siendo, además, conde de Trastámara, dio comienzo así dicha dinastía que permanecería hasta el siglo XVI con la muerte de Juana primera la loca.
De todas maneras, la historia no es matemática. Hubo algunos acontecimientos en el medio dignos de ser reseñados. Tras la Batalla de Montiel (1369), el ya rey Enrique II, nombró conde de Trastámara a su sobrino Pedro Enríquez de Castilla. Es decir, el título permaneció en dicho linaje hasta que se extinguió en 1430 (. A partir de ahí, ya se queda para siempre ligado a la Corona de Castilla.
También es importante señalar que fue título de la Corona de Aragón en virtud del compromiso de Caspe.
Después de esta breve anotación sobre la Casa Trastámara, volvémos a la biografía de Pedro primero de Castilla. Veámos.
Pedro I de Castilla murió en 1369, en uno de los episodios más dramáticos de la historia de la España medieval: asesinado en la tienda de un campamento militar por su propio hermano, Enrique, que se alzó así con el trono de Castilla al término de una cruenta guerra civil. Pero Enrique de Trastámara no sólo acabó con la vida de su rival; también lo condenó ante la historia. Para justificar la muerte violenta del rey, se dijo que don Pedro había sido un tirano y se ordenó escribir una crónica en la que aparece como un personaje vengativo, avaricioso y hasta paranoico. Así nació la imagen de Pedro «el Cruel». Quienes, por el contrario, piensan que el autor de la crónica mintió o manipuló la verdad, que don Pedro defendió a los débiles y castigó a los nobles y que fue un buen monarca traicionado por los suyos, se refieren a este soberano como «el Justiciero».
Pedro I subió al trono en 1350, con tan sólo 15 años, después de que su padre Alfonso XI muriese en el cerco de Algeciras debido a la Peste Negra. Al principio mostró poco interés por la política y prefería salir al campo para cazar con sus halcones. Permitió así que un aristócrata de origen portugués, Juan Alfonso de Alburquerque, se hiciera con el control del reino. Alburquerque combatió y ejecutó a gran parte de sus enemigos, utilizando al rey como una marioneta que firmaba las sentencias.
Con todo, la principal amenaza para don Pedro eran sus hermanos bastardos, los hijos de Alfonso XI y su amante Leonor de Guzmán, siete en total; el primogénito era Enrique, conde de Trastámara y un año mayor que don Pedro. En vida de su padre habían gozado de grandes privilegios en la corte, pero tras la muerte de aquél cambió su situación. Leonor de Guzmán, víctima de los celos de la reina viuda, María de Portugal, fue apresada y asesinada. Enrique de Trastámara se convirtió en enemigo abierto del monarca, y desde sus posesiones en Asturias encabezaba rebeliones constantes. En el verano de 1352, don Pedro hubo de marchar al norte para combatir un levantamiento de su hermano, pero en el camino se enamoró de una doncella llamada María de Padilla, a la que hizo su amante.
Las bodas de Valladolid:
Alburquerque había prometido al rey con una sobrina del rey de Francia, Blanca de Borbón, que llegó a Castilla en febrero de 1353, poco antes de que naciese la primera de las hijas de don Pedro y María de Padilla. El matrimonio se celebró en Valladolid, pero pasados algunos días don Pedro salió de la villa para reunirse con su amante. Nunca más volvió a ver a doña Blanca.
Fue el Castillo de Sigüenza en el que fue encerrada Blanca de Borbón, esposa de Pedro I, quien la haría asesinar más tarde en Andalucía.
La principal amenaza para don Pedro eran sus hermanos bastardos, los hijos de Alfonso XI y su amante Leonor de Guzmán
En los meses anteriores al enlace, el monarca había comenzado a cambiar de actitud respecto a su madre, a Alburquerque y, en general, a todos aquellos que lo habían controlado. Sus nuevos amigos y consejeros eran los parientes de María de Padilla; especialmente el tío de ésta, Juan Fernández de Henestrosa. Los nobles, furiosos por sentirse apartados del rey, se rebelaron y exigieron al monarca que se alejase de sus nuevos privados y que regresase con su esposa para dar a Castilla un heredero legítimo.
Tratando de acallar estas protestas, el rey se casó con una noble llamada Juana de Castro, después de que algunos clérigos anularan su anterior matrimonio; pero también la abandonó al día siguiente de la boda, al descubrir las intrigas de los hermanos de su nueva esposa. Alburquerque, por su parte, se alió con los hermanos bastardos del monarca, pero murió pronto, se dijo que envenenado; durante su agonía hizo prometer a sus aliados que su cadáver les acompañaría hasta haber reducido a don Pedro. Tras varios meses de tensiones y enfrentamientos, el rey fue retenido en Toro, acusado de no saber gobernar, y el ataúd de Alburquerque fue sepultado. El monarca empleó su astucia para dividir a sus captores y consiguió escapar, pero la afrenta se le quedó grabada en la memoria.
Guerras y revueltas:
En 1356, el rey se encontraba en Sanlúcar de Barrameda cuando apareció ante sus ojos un barco aragonés que se dirigía a Francia y que atacó a unos navíos de Piacenza atracados allí. Don Pedro persiguió al barco pero, viendo que no podía atraparlo, regresó e hizo apresar a todos los comerciantes catalanes residentes en Sevilla y confiscar sus bienes. Como el rey Pedro IV de Aragón se negó a disculparse por el ataque, le declaró la guerra. Este episódio es conocido por la historiografía como, La Guerra de los dos Pedros.
A mediados del siglo XIV la península estaba dividida en cinco reinos diferentes. Uno de ellos, Portugal, se lamía las heridas de sus últimas guerras civiles. Mientras, Navarra se contentaba con inmiscuirse en los asuntos de Francia, su vecino del norte, desde sus cada vez más menguados territorios. Si miramos al sur encontramos el Reino de Granada, los sometidos musulmanes vasallos de Castilla, con el simple sueño de seguir manteniendo las tierras heredadas de sus antecesores.
Nos quedan dos; el Reino de Castilla, el más grande territorialmente y la Corona de Aragón, con sus continuas miras en su expansión mediterránea. Ambos deciden jugarse la supremacía de la Península en una intrascendente Guerra de los Dos Pedros, que acabó como empezó, al menos en el aspecto político. Pero que sentó las bases de una unión dinástica que tardaría un siglo y medio más en dar sus frutos, el nacimiento de la España como hoy conocemos.
El conflicto con el Reino de Aragón, que se prolongó diez años, se mezcló con las disputas internas en el reino de Castilla. Enrique de Trastámara huyó a Francia y, convertido en mercenario, se unió al rey aragonés; en cambio, sus hermanos y la mayor parte de los nobles lucharon del lado de don Pedro. Algunos le fueron fieles hasta el fin; pero otros muchos le traicionaron y eso llevó al rey a ordenar numerosos castigos y escarmientos. Ejecutar a los traidores era una práctica común en la época medieval; lo que se recriminó a don Pedro fue el carácter frío e implacable de sus castigos.
En 1358 Fadrique, uno de los medio hermanos del rey, acudió al Alcázar de Sevilla para presentarle sus respetos cuando los ballesteros lo desarmaron y lo asesinaron, golpeándolo con una maza. Minutos más tarde, y dando muestras de una terrible sangre fría, el monarca se puso a comer en la misma sala en la que aún yacía el cadáver. A continuación, el rey envió a sus esbirros a Bilbao en busca de su primo don Juan, el infante de Aragón, que fue abatido a golpes de maza; su cuerpo fue arrojado por una ventana.
La lista de víctimas de la ira regia en los años siguientes es muy larga. Blanca de Borbón fue apresada y ejecutada; Gutier Fernández de Toledo,uno de los hombres de confianza del rey, le escribió una dramática carta antes de ser ejecutado; Samuel Leví, tesorero real judío, fue torturado para que confesase dónde había escondido lo que en teoría había robado a la Corona… El rey Bermejo, que había usurpado el trono nazarí de Granada, se presentó ante don Pedro en Sevilla cargado de joyas para ganarse su favor, pero éste, tras aceptar el presente, hizo que lo atasen a una mula y lo alanceasen hasta matarle.
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Pincha en el enlace para ampliar el tema de la primera Guerra Civíl castellana:
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La encerróna de Montiél:
En este clima de sospechas y terror, Enrique de Trastámara creyó que había llegado su oportunidad. Acompañado por mercenarios franceses, entró en Castilla, se autoproclamó rey y se ganó el apoyo de muchos nobles castellanos que estaban descontentos con el gobierno de don Pedro. De esta forma, obligó a huir al soberano, que marchó por mar hasta las posesiones del rey de Inglaterra en Gascuña, al sur de Francia.
En un clima de sospechas y terror, Enrique de Trastámara creyó que había llegado su oportunidad:
Pero el rey legítimo volvió a Castilla en 1367, con las tropas del Príncipe de Gales. Los ejércitos de los dos hermanos se enfrentaron en la batalla de Nájera. Los partidarios de don Pedro eran superiores en número y contaban con los arqueros ingleses, que en la Guerra de los Cien Años habían demostrado su poderío sobre la caballería pesada. El Trastámara sufrió una terrible derrota. Acabada la batalla, don Pedro recorrió el campo buscando entre los cadáveres el de su medio hermano, pero Enrique había logrado huir.
Pasados unos meses, Enrique regresó a Castilla; al cruzar la frontera, se arrodilló, tomó entre sus manos un puñado de tierra y juró que no volvería a salir. Retomó sus apoyos y contrató mercenarios a los que prometió pagar cuando se hiciese con el trono, con lo que pudo reanudar la lucha. Sobre esta guerra civil, cruel y sangrienta como pocas, nos han llegado testimonios escasos. Los ingleses que habían acudido en ayuda de don Pedro, cansados de esperar las compensaciones prometidas, acabaron abandonando el reino, mientras que los mercenarios franceses, ante la perspectiva de un cuantioso botín, siguieron luchando. Los combates se sucedieron hasta que en marzo de 1369 Enrique de Trastámara consiguió cercar al rey en la fortaleza de Montiel.
Las Joyas del Príncipe:
Para conseguir el apoyo del Príncipe Negro y sus mercenarios ingleses, don Pedro debió entregarle las joyas que llevaba consigo como garantía. Una de ellas, un rubí que el monarca había recibido del rey Bermejo de Granada, adorna hoy la corona real de Inglaterra.
Sabedor de que, militarmente, su suerte estaba echada, don Pedro entró en contacto con Bertrand du Guesclin, caballero francés que se encontraba en el campamento de Enrique de Trastámara, para que le facilitara la huida. La noche del 22 de marzo el rey se aventuró en la posada del francés, acompañado por un puñado de hombres de confianza. Pero a poco de llegar apareció don Enrique, completamente armado.
Llevaban años sin verse, y se dice que en los primeros momentos el Trastámara no le reconoció. Uno de sus aliados le dijo, señalando a don Pedro: «Catad que ese es vuestro enemigo». Enrique siguió dudando hasta que el propio rey le gritó: «Yo só, yo só». Los dos hermanos se enzarzaron en una lucha cuerpo a cuerpo. Don Pedro recibió una herida de daga en la cara, y ambos contendientes cayeron al suelo. Se cuenta que don Pedro era más fuerte y, por ello, a pesar de no llevar armadura, consiguió reducir a Enrique. Pero entonces Bertrand du Guesclin le cogió las piernas y lo volteó diciendo «Ni quito ni pongo rey, sino ayudo a mi señor». Aprovechando esta repentina ventaja, el conde dio una puñalada mortal en el cuerpo de su enemigo y, tras ello, le cortó la cabeza. Así murió don Pedro, como había vivido: entre la sangre y la violencia.
Como conclusión podemos decir lo siguiente:
La guerra civil que enfrentó a los hermanastros se dio por finalizada en 1369 con el asesinato de Pedro a manos de su hermano. La historiografía la sitúa como la I guerra civil castellana y trajo como consecuencia dos importantes hitos, el inicio de la dinastía Trastámara en Castilla y que dicha Corona pasase a apoyar a Francia en la guerra de los 100 años. De la historia de Pedro I de Castilla hay que tener en cuenta varias cosas. Primero, la importancia que tiene el cambio dinástico. Algunos historiadores dicen que este, junto el cambio que también se va a operar en Portugal con la Casa de Avis, establece los pilares de la Edad Moderna en cuanto a que este tipo de monarquías ya son autoritarias y centralizadas, en detrimento de los señores feudales. Un proceso que culminará con los Reyes Católicos. Segundo, la capacidad y el poder de las mujeres. Leonor de Guzmán fue quién tejió las redes. Ella era castellana, los grandes partidos nobiliarios no iban a apostar por Pedro, que estaba en situación de inferioridad. Y tercero, las relaciones internacionales. Los reinos hispánicos no eran reinos con una política exclusivamente nacional, establecieron relaciones con las grandes potencias europeas, principalmente Francia e Inglaterra. No estábamos única y exclusivamente centrados en la reconquista. Podemos hablar de una cierta globalización. De hecho, parte de este conflicto se puede enmarcar en algunos aspectos como parte de la guerra de los Cien Años.
El último asalto de este sangriento combate civil se da unos meses después, cuando Enrique de Trastamara mata a Pedro el Cruel en Montilla (Ciudad Real) en 1369, convirtiéndose en el nuevo rey, poniendo el punto final a la dinastía de Borgoña que había reinado durante más de dos siglos e iniciándose la de los Trastamara.
Para parte de los historiadores, el reinado de Pedro, la guerra contra Enrique y sus venganzas contra los nobles levantiscos se enmarcan en el legítimo derecho de la monarquía para anteponer su autoridad a la pretenciosa nobleza y a favor de las clases populares. Quienes así lo interpretan, desde un punto de vista romántico, le apodaron "El Justiciero"
Por el contrario, para otros autores, por encima de su legitimidad como rey, predomina en él su carácter vengativo y violento, por lo que se le apodaría el cruél.
Sepultura de Pedro I:
Una crónica manuscrita conservada en la Biblioteca Nacional de París afirma que Enrique II hizo pasear la cabeza de Pedro I clavada en el extremo de una lanza por diversas ciudades y castillos que aún defendían la causa del rey Pedro I.
El historiador Jerónimo Zurita afirma en sus Anales de Aragón que después de haber cortado la cabeza del rey «echáronla en la calle, y el cuerpo pusiéronlo entre dos tablas sobre las almenas del castillo de Montiel».
Los restos del rey permanecieron varios años en el castillo de Montiel hasta que fueron trasladados, en fecha que se ignora, a la iglesia de Santiago de Puebla de Alcocer. En dicho templo permanecieron los restos del rey Pedro I hasta que, en 1446, el rey Juan II de Castilla dispuso que se trasladaran al convento de Santo Domingo el Real de Madrid, donde fueron colocados en un sepulcro delante del altar mayor.
Cuando el convento de Santo Domingo el Real de Madrid fue demolido, en 1869, los restos mortales de Pedro I fueron llevados al Museo Arqueológico Nacional, hasta que en 1877 fueron trasladados a la cripta de la Capilla Real de la Catedral de Sevilla, donde permanecen en la actualidad junto a los de su hijo, Juan de Castilla (1355-1405).
En el Museo Arqueológico Nacional de Madrid se conserva la estatua orante de Pedro I de Castilla, único resto superviviente del desaparecido sepulcro del monarca.
Los Palacios musulmanes de Pedro I:
La adopción de esta arquitectura musulmana iba mucho más allá de un simple gusto, o capricho arquitectónico. Sin lugar a dudas, fue su forma de encaminar a Castilla hacía una nueva concepción de estado, y es ahí donde más se reflejan aquellas intensas sesiones con Ibn Jaldún o Ibn al-Jatib. La Corona de Castilla era uno de los estados más descentralizados, la alta nobleza seguía teniendo una enorme importancia política y militar. Pedro I en continua lucha contra ella debido a la herencia dejada por su padre, no tiene más remedio que dar un paso al frente para llevar a la Corona a un modelo de estado más autoritario y centralizado.
Los palacios musulmanes son indicativos de esa nueva forma política, a la que quiere encaminar a Castilla el rey Pedro I. El Reino de Granada, como era habitual en el mundo musulmán, era un modelo de centralismo político en torno a la figura del sultán. Sus palacios contaban con numerosos símbolos, e incluía estancias propias de esta forma política. Una de las más destacadas era la Qubba, estancia de carácter religioso rematada con espectaculares bóvedas celestiales, la figura central, evidentemente la del monarca, resaltaba en dicha estancia, fue usada por Pedro I para impartir justicia. Uno de los mejores ejemplos lo encontramos en el Salón de los embajadores del Alcázar de Sevilla.
Un efecto similar producía las monumentales fachadas, rematadas con un balcón superior desde donde el monarca se exhibía ante sus súbditos.
Destacar que en algunos de los cuatro palacios que os presentamos, el inicio de las obras fue previo a la amistad narrada entre Pedro I y Muhammad V. Este aspecto denota que el rey castellano tuvo contactos habituales con el Reino de Granada. Se evidencia claramente en la planta de estos edificios la intervención de los arquitectos nazarís, descartando que los encargados de dichas obras fueran de origen mozárabe. Lo evidente es que tras el golpe de estado en La Alhambra, arquitectos, yeseros y artesanos en general emigraron a Castilla para trabajar a las órdenes del rey Pedro I.
Uno de los aspectos que llamó la atención en el siglo XIX, a la hora de estudiar estos edificios, fueron las inscripciones árabes que todos ellos tenían en fachadas y principales aposentos de los palacios. Fue uno de los principales indicadores de que dichas obras fueron efectuadas por nazarís. Unas inscripciones que a buen seguro no entendían los visitantes de aquellos palacios, e incluso a lo mejor ni el propio Pedro I. El islam estaba muy presente en el medievo hispano, el espacio de frontera era un lugar permeable, y sí a los sultanes las usaban para intimidar a sus visitantes, al otro lado el resultado de aquella visión era sin duda muy similar. Es realmente llamativo que un musulmán haga una inscripción para un rey cristiano de la guisa:
“Gloria a nuestro señor el rey Don Pedro, ayúdele Dios”.
Los Palacios que acabo de reseñar fueron:
Palacio de Doña María Padilla een Astudillo.
El Palacio de Tordesillas..
Alcázar del rey Don Pedro en Carmona..
y por último,
El Palacio de Pedro I en los Alcázares de Sevilla:
Su padre, Alfonso XI, ya había convertido Sevilla en su residencia real. Como él, Pedro I pasa la mayor parte de su reinado en la ciudad del Guadalquivir. Es evidente que el Palacio que mandó a construir allí entre los años 1356-1366 era en dimensiones mucho más importante que los anteriores.
Sobre los restos de los antiguos recintos de los alcázares sevillanos de las dinastías omeyas y especialmente almohades, que convirtieron Sevilla en capital andalusí, Pedro I mandó construir su palacio real de 2.500 m2. Estancias, salones, patios, fuentes o estanques que los historiadores del arte comparan directamente con la Alhambra granadina. No hace falta señalar que hoy día es el único lugar de España, en que se puede disfrutar plenamente de las construcciones que Pedro I mandó a construir durante su reinado.
Muchos han sido los reyes que han pasado por Sevilla a lo largo de su historia, pero de todos ellos destaca uno por su importancia histórica, su impacto en la ciudad y las numerosas leyendas que de él se cuentan: Pedro I de Castilla, apodado por sus enemigos como “el Cruel” y por sus aliados como “el Justiciero”. Paseando por Sevilla nos encontramos con numerosas leyendas que hablan de sus amores, historias en las que se mezcla mito y realidad, siendo la línea que las separa tan mínima que muchas veces es imposible distinguirlas. ¿Vamos a descubrir estas leyendas.
Una de las más conocidas es la de la cabeza del rey Don Pedro que se puede ver en la calle del mismo nombre. Según esta leyenda, Pedro I se batió en duelo a muerte con un noble que descubrió el romance que el rey mantenía con su mujer, aunque otras versiones hablan de que la disputa estuvo provocada por el enfrentamiento político del rey con la familia del caballero, los Guzmán. El descubrimiento de este asesinato podría haber provocado una grave crisis política, ya que los Guzmán y los Trastámara lo podían usar para destronar al rey, por lo que Pedro I se vio obligado a ocultarlo y sólo salió a la luz gracias a una anciana y al ingenio de su hijo.
Vamos ha escuchhar esta bonita leyenda. Veámos:
Descubierto a la mañana siguiente el cadáver, el rey recibió la visita de don Tello de Guzmán, reclamando justicia por la muerte de su hijo. La familia Guzmán era aliada de la también poderosa familia Trastámara y si se descubría que él mismo era el asesino podía provocar una guerra civil en un momento en el que la lucha por el trono vivía un periodo de tensa paz. El rey prometió así una recompensa de 100 monedas de oro a quien le trajera la cabeza del asesino, que mandaría colocar en un nicho en el lugar donde había aparecido el cadáver.
Lo que no sabía el rey es que su duelo había tenido un testigo: una anciana que, alertada por el ruido, se asomó con un candil a la ventana. En la oscuridad de la noche, la anciana no fue capaz de ver la cara del rey, pero sí escuchó el crujir de sus huesos en la huida. Un ruido peculiar que la anciana no tardó en asociar a Pedro I, que sufría artrosis. Así que le contó a su hijo lo que sabía del asesinato.
El hijo se frotó las manos al escuchar la recompensa que prometía el rey, y se presentó en el Alcázar portando una caja en la que decía que estaba la cabeza del asesino. El rey lo recibió con sorpresa. “¿Estás seguro que en esa caja está la cabeza del verdadero culpable?”, le preguntó desde el trono. “Estoy seguro, majestad”, respondió él. “Piénsalo bien”, le advirtió el rey, “porque si descubro que me mientes será tu cabeza la que cortaré”. Viendo que el joven no se echaba atrás, el rey abrió la caja y miró en su interior.
Según una versión de la leyenda, al asomarse se vio reflejado en un espejo; otras versiones dicen que la caja contenía un busto del propio rey hecho en piedra. Sea como fuere, el rey vio que el joven tenía razón y cumplió su palabra. Tras darle la recompensa y anunciar a todos que había aparecido el asesino, mandó colocar su cabeza en el lugar prometido. Eso sí, mandó que la cabeza quedara oculta en una caja y protegida por una reja y guardias que vigilaran que nadie tratara de ver su interior, ya que argumentó que el asesino era una persona muy conocida en la ciudad y no quería que hubiera más represalias si se conocía su identidad.
Años después, una vez muerto el monarca a manos de su hermanastro, don Tello de Guzmán fue nombrado Gobernador de Sevilla. Nada más tomar posesión de su cargo, mandó que retiraran la reja y la caja del asesino de su hijo pues quería contemplar quién era, aunque sólo quedara de él su calavera. Su sorpresa fue mayúscula cuando descubrió el busto del fallecido Pedro I, burlándose de él desde la tumba.
El busto permaneció allí varios siglos hasta que fue sustituido por el que se halla actualmente, una obra de finales del siglo XVI o principios del XVII. El original aún se puede ver en la Casa-Palacio de los duques de Medinaceli en Sevilla, conocida popularmente como Casa de Pilatos. En una casa cercana al busto, precisamente en la esquina de esta calle con la calle Candilejo, también cuelga un candil en recuerdo del que usó la anciana para descubrir al rey.
Otra leyenda muy conocida es la Doña María Coronel. Al quedar viuda, Doña María empezó a recibir las visitas de Pedro, que, cada vez con más vehemencia, reclamaba su amor. Doña María llegó a refugiarse en casa de sus padres, pero una noche el rey se presentó con su guardia para llevársela al Alcázar. Doña María huyó por una ventana y se refugió en el Convento de Santa Clara. Sin embargo, Pedro I descubrió su paradero y se coló en el Convento para raptarla. Viéndose acosada, Doña María se escondió en la cocina y se echó un cazo de aceite hirviendo a la cara para ahuyentar a su pretendiente.
El rey quedó aterrado y cejó en su empeño. Dicen que también quedó tan arrepentido por lo ocurrido que le prometió a Doña María que le concedería lo que pidiera, a lo que ella replicó que deseaba recuperar parte de las tierras de su marido para fundar allí un convento, el que sería el Convento de Santa Inés, aunque seguramente esto sea falso ya que el convento se construyó una vez que Pedro I fue destronado por Enrique II. Cada 2 de diciembre, en dicho convento, se puede ver el cuerpo incorrupto de Doña María Coronel, apreciándose aún en su rostro las quemaduras y cicatrices que provocó el aceite.
La fama de mujeriego despiadado de Pedro I también le valió para protagonizar otra leyenda, en la que se explicaba que el nombre de la Torre del Oro derivaba de una mujer de dorados cabellos que el rey mandó recluir en ella para tenerla a su disposición, algo totalmente falso ya que el nombre de la Torre no tiene nada que ver con eso, como explicamos aquí.
Cuando la sangre manchó los azulejos del Real Alcázar de Sevilla.
la leyenda de la muerte de don Fadrique:
Aunque se trata de una historia no confirmada, sí que parece tener toques de verdad y la mancha puede ser vista en la salas.
El Real Alcázar es el lugar en el que ocurre esta historia:
Sevilla tiene mucha historia, al igual que, con sus siglos de historia, se han formado leyendas y curiosidades en torno a los lugares que han formado lo que hoy conocemos como la ciudad. Y uno de esos lugares en los que las piedras susurran los sucesos del pasado y en cuyos resquicios se pueden observar detalles épicos y míticos es sin duda el Real Alcázar .
El Alcázar es el hogar de muchas leyendas y curiosidades y una de ellas tiene por protagonista a Pedro I 'el Cruel' (sin duda uno de los personajes históricos que más suele ser asociado con las leyendas de la ciudad).
Una mancha en los azulejos:
Una de las múltiples salas que forman el Real Alcázar es conocida como la Sala de la Justicia, allí se ubica el relato que nos acontece. Ya se ha mencionado que el rey Pedro I el Cruel fue uno de sus protagonistas, pero ¿quiénes fueron los otros? Pues gente cercana al monarca: su esposa doña Blanca de Borbón y el hermanastro de él, don Fadrique Alfonso de Castilla.
Algunas historias cuentan que doña Blanca y don Fadrique tenían una aventura, algo que no gustó al monarca castellano, que cuando se enteró y hizo convocar a don Fadrique al Real Alcázar. Fue en la Sala de la Justicia donde ambos hombres se enfrentaron y, aunque supuestamente, el rey no tenía intención de atacar a su hermanastro, la situación se calentó y terminó en pelea.
Este enfrentamiento, según la leyenda, terminaría con la muerte de don Fadrique, al darse un golpe en la cabeza y terminando sangrando en el suelo de la Sala de la Justicia, cuyo mármol absorbería la sangre, quedando manchado durante un largo tiempo.
A día de hoy la mancha todavía puede apreciarse en el suelo de la sala, pero es posible que lo que pasara en realidad no se acercara tanto a este relato. Lo que sí se sabe es que don Fadrique murió asesinado en el Real Alcázar de Sevilla, donde se alojaba, presumiblemente por orden del rey (aunque no se sabe a ciencia cierta si fue Pedro I el ejecutor de su propio deseo) después de que hubiera participado en una sublevación contra él y hubiera (falsamente) sido perdonado por el monarca gracias a la intervención de Juan Fernández de Henestrosa, tío de María de Padilla (amante de Pedro I).
Tras su asesinato, don Fadrique sería enterrado en la Catedral de Sevilla y, desde finales del siglo XVI, sus restos reposan en la Capilla Real del templo, precisamente junto al culpable de su muerte, Pedro I 'el Cruel' y a María de Padilla.
María de Padilla, la mujer que fue reina después de morir:
Aunque oficialmente se casó dos veces, el gran y verdadero amor de Pedro I el cruel o el justiciero (según quién cuente la historia), fue María, una noble dama castellana a la que describían así las crónicas de la época: “muy fermosa, e de buen entendimiento e pequeña de cuerpo”
Los pocos datos que hay sobre su biografía impiden saber con exactitud dónde nació María de Padilla.
Los historiadores sitúan ese nacimiento en algún lugar de Castilla en 1334. Cuando la joven tenía 18 años se encontró por primera vez con Pedro I. Fue en Asturias, hasta donde se había desplazado el rey para luchar contra su hermanastro, Enrique de Trastámara, que se había sublevado contra él.
Desde ese primer encuentro se convirtieron en amantes y a pesar de expresar públicamente su amor, Pedro I tuvo que casarse con Blanca de Borbón, pues el matrimonio ya estaba concertado. La pareja no duró mucho y el rey volvió con su amada, María de Padilla, con la que tuvo su primera hija.
Pedro i logró que ese matrimonio fuera declarado nulo para casarse con juana de castro:
Esta segunda boda no impidió que Pedro I siguiera manteniendo relación con María de Padilla, que tuvo a su segunda hija. Poco después, la noble castellana pidió al Papa licencia para fundar un monasterio de monjas y tras recibir la autorización, fundó el convento de Santa Clara en Astudillo.
En contra de lo que pudiera pensarse, eso tampoco puso fin al amor entre Pedro I y María de Padilla, que siguieron juntos y tuvieron dos hijos más, otra niña y un varón, Alfonso de Castilla, que murió siendo un niño.
De María de Padilla decían que era bondadosa y que influía en Pedro I para que perdonara a los nobles que se habían sublevado contra él.
La pareja eligió Sevilla para dar riendas sueltas al amor que sentían e hicieron de los Reales Alcázares de Sevilla su residencia oficial, aunque a veces pasaban temporadas en el Alcázar de Carmona.
En el palacio sevillano hay varias estancias que recuerdan a la pareja, una de ellas son los baños reales de María de Padilla
Según la leyenda, la noble castellana se paseaba desnuda por el palacio camino de su baño. Otra dice que el monarca pedía a quienes atendía en audiencia que, antes de dirigirle una palabra, bebieran de las aguas donde se bañába María.
El Rey quería que María de Padilla, a la que ya había nombrado Señora de Huelva, fuera la Reina y para ello manda asesinar a su primera mujer, Blanca de Borbón, pero María murió prematuramente. Murió en Sevilla a los 27 años, probablemente víctima de la peste, y es enterrada en Santa Clara de Astudillo.
Pedro I no cesa de llorar su muerte y un año después, en las Cortes celebradas en Sevilla, declaró ante los nobles que su única y primera esposa fue María de Padilla. El arzobispo de Toledo dio por válida esa afirmación y declaró nulos sus dos matrimonios anteriores, por lo que las Cortes la declaran reina después de muerta y legitiman su descendencia.
Pedro I ordena que trasladen los restos de María de Padilla a la Capilla Real de la Catedral de Sevilla, donde posteriormente también sería enterrado el propio Rey.
Con Fernando y su hija Juana murió la dinastía que Enrique de Trastámara había empezado el 14 de marzo de 1369 en una sangrienta y trágica noche en Montiel
Carlos V tenía sangre Trastámara por parte de su madre, Juana «La Loca» , pero a esas alturas era el último e intrascendente rastro que quedaba de una dinastía que había vertebrado la historia de Castilla, primero, y luego la de Aragón. «Hagan otros la guerra; tú feliz Austria, cásate; porque los reinos de Marte da a los otros, a ti te los concede Venus», rezaba la traducción de unos versos latinos del siglo XVI sobre la estrategia llevada a cabo por los Habsburgo para extender sus tentáculos por Europa. Frente a esos monarcas austriacos y sus pródigos matrimonios, la familia de los fratricidas castellanos se ahogó a la orilla de la Edad Moderna y, sin más, desapareció.
Con Fernando y su hija Juana murió la dinastía que Enrique de Trastámara había empezado el 14 de marzo de 1369 en una sangrienta noche en Montiel. Tras casi 20 años en guerra –donde Enrique de Trastámara y su hermano Pedro I «El Cruel» (o «el Justiciero», dependiendo del bando) se disputaron la Corona de Castilla, involucrando a numerosos reinos vecinos, incluidos los de Francia e Inglaterra–, ambos se encontraron frente a frente en Montiel. «¿Dónde está ese judío hideputa que se nombra Rey de Castilla?», gritó Enrique de Trastámara , hermano bastardo del Rey, antes de enzarzarse en un duelo fratricida que dio a Castilla un nuevo Rey y origen a una nueva dinastía: Enrique «El Fratricida» de los Trastámara.
La guerra entre los dos hermanos empezó con la repentina muerte de Alfonso XI de Castilla, en 1350, a causa de la peste, cuando solo contaba 40 años. La Corona de Castilla cayó por sorpresa en un imberbe Pedro I. Hasta entonces, el joven príncipe había estado aislado de la Corte junto a su madre María de Portugal, que había sido desplazada por la hermosa amante del Rey, Leonor de Guzmán (tataranieta de Alfonso IX de León ), y por los diez hijos frutos de esta relación extramatrimonial. Enrique de Trastámara fue uno de los hijos de Leonor y el primero en llegar a la vida adulta junto a su hermano gemelo Fadrique Alfonso de Castilla .
El Conde Trastámara le hace la guerra a Pedro I:
Mientras Pedro permanecía marginado, Enrique recibió los condados de Noreña y Trastámara y los señoríos sobre Lemos y Sarria , en Galicia, y las villas de Cabrera y Ribera , junto al resto de concesiones de las que se beneficiaron los hijos de Leonor. El fallecimiento de Alfonso XI revirtió la situación. Con la llegada al poder de Pedro I y de su madre María de Portugal , los hijos de Leonor perdieron el apoyo de buena parte de la nobleza y tuvieron que huir de la corte.
La guerra civil costó muchas vidas a ambos bandos. Leonor y varios de sus hijos fueron ejecutados por orden del Rey, que fue apodado a la postre como «El Cruel» . A su muerte, en 1369, terminó el reinado de la Casa de Borgoña en Castilla y empezó el de la Casa de Trastámara. En el libro «Historia de España de la Edad Media» (Ariel), el profesor Julio Valdeón Baruque plantea que «la victoria del bastardo fue de la mano de la consolidación de los cimientos del poder real, así como de lo que se ha denominado de “la revolución aristocrática”». Enrique II se presentó ante sus súbditos como un continuador de las obra de su padre, Alfonso XI, lo que significaba que pretendía defender el fortalecimiento del poder regio. Ésto no se traducía necesariamente en acotar el poder de las Cortes, que fueron convocadas con toda normalidad y mucha frecuencia durante su reinado.
Juan I de Castilla:
A la muerte de Enrique le sucedió en el trono castellano su hijo, Juan I de Castilla, que también tuvo que luchar para defender sus derechos al trono frente a los descendientes de Pedro «El Cruel» . Juan fue un continuista del periodo anterior y su reinado supuso un periodo de maduración institucional para la Corona de Castilla y de expansión militar. No obstante, la hegemonía castellana en la Península ibérica y la presencia de personajes afines a la dinastía anterior en los reinos vecinos complicaron la posición de Juan en el encaje internacional. Como prueba de ello, en julio de 1380 se firmó en Estremoz un acuerdo secreto que preveía una acción angloportuguesa sobre Castilla para sustituir al trastámara por Juan de Lancaster , casado con la hija de Pedro «El Cruel». La operación fue un fracaso y, de la enemistad con Portugal, se pasó de golpe a la amistad a través de la boda de Juan y la hija del Rey luso.
Con la intención de evitar un nuevo desembarco inglés en Portugal, Juan de Castilla reclamó a la muerte del Rey de Portugal los derechos dinásticos de su esposa para establecer un protectorado sobre el reino portugués a partir de 1383. El matrimonio fue reconocido como Rey y Reina de Portugal por la nobleza, con la hostilidad del pueblo en algunos puntos del país, lo cual devino en una revuelta encabezada por el maestre de Avís , que era hermano bastardo del anterior Rey.
El 3 de septiembre de 1384, Juan I de Castilla dejó guarniciones en las plazas de sus partidarios, regresó a Castilla y pidió ayuda al Rey de Francia. El monarca castellana entró de nuevo en Portugal por la ruta de Ciudad Rodrigo y Celorico . Pero las derrotas que sufrió su ejército en Trancoso y Aljubarrota, en mayo y en agosto de 1385, supusieron el fin de sus opciones de imponerse como Rey de Portugal. En Aljubarrota el desastre castellano fue absoluto, el Rey huyó a Santarém y desde allí bajó el Tajo hasta encontrarse con su flota cerca de Lisboa. A partir de entonces, los Avis iniciarán en el país vecino uno de los periodos de mayor esplendor de Portugal. De bastardo a bastardo.
Se afianzan en Castilla, desembarcan en Aragón:
La derrota castellana en Portugal llevó a pensar a Juan de Lancaster que se trataba de un momento excelente para volver a reclamar el trono castellano e incluso el Papa Urbano VI se prestó a ello. Le reconoció como Rey en abril de 1386. No obstante, la dinastía Trastámara reaccionó reorganizando su ejército y sus estructuras políticas para hacer frente a la amenaza inglesa. Cuando los ingleses desembarcaron en La Coruña en julio de 1386 no hallaron el reino desarticulado que esperaban, sino todo lo contrario. Avanzaron a través de Galicia, tierra afín a Pedro «El Cruel», siendo coronado Rey en Santiago de Compostela y plantada su corte en Ourense . Hasta aquí llegaron sus pretensiones.
Castilla se defendió a las incursiones inglesas y la superioridad de su flota forzó a Juan Lancaster a renunciar a la Corona a cambio de una compensación económica. Tras años de cierta estabilidad, Juan I de Castilla falleció el 9 de octubre de 1390 junto a la puerta de Burgos, dejando el poder en un consejo de regencia hasta que su hijo Enrique III alcanzara la mayoría de edad.
la irrupción de los Trastámaras en la Corona de Aragón:
Lo más reseñable para los Trastámara en materia internacional en los siguientes años a la muerte de Juan I fue el desembarco de la dinastía fratricida en la Corona de Aragón. El largo reinado de Pedro IV de Aragón finalizó con una sensación de crisis general y con la banca catalana arruinada. Le sucedió su hijo Juan I «El Cazador» , cuyo reinado se caracterizó por el desorden administrativo y financiero en Aragón, y a éste le siguió su hermano Martín «El Humano» , hasta entonces gobernador de Sicilia.
Martín trató de ganarse el favor de las oligarquías urbanas —muy descontentas con la anarquía del anterior reinado— pero finalmente quedó atrapado en el terreno de la indecisión y nada pudo hacer para finalizar los enfrentamientos banderizos que dividían los reinos de Aragón y Valencia. En 1410, Martín I moría sin dejar hijo varón vivo (si dejó a un nieto ilegítimo, Fadrique) ni hermano al que dar la Corona.
Ante esta situación se decidió que el sucesor de Martín I sería el que designara un Parlamento General de la Corona, para lo cual se reunieron en febrero de 1411 en Calatayud las Cortes de Aragón bajo la presidencia del arzobispo de Zaragoza, García Fernández de Heredia. La disputa, sin embargo, evolucionó en enfrentamiento abierto entre los dos principales candidatos a suceder a Martín : Jaime II de Urgel y Fernando de Trastámara , el de Antequera, Infante de Castilla.
Fernando de Antequera era hijo segundo de Juan I de Castilla y de Leonor de Aragón , hermana del Rey aragonés Martín « El Humano », lo que le convertía en un sólido candidato al trono. No en vano, fue su capacidad económica (su red de señoríos era enorme), su sólido prestigio militar y el ejército castellano a su disposición lo que le entregó la Corona en 1412. A través de una serie de acuerdos con Jaime II de Urgel –lo que vino a certificarse en el Compromiso de Caspe –, Fernando prendió la dinastía Trastámara en Aragón. La perpetuaron dos de sus hijos, Alfonso V «El Magnánimo» y Juan II (padre de Fernando «El Católico»).
El caos de Juan II y Enrique «El Impotente»:
Mientras tanto en Castilla Enrique III pacificó a la aristocracia y restauró el poder real, apoyándose en la pequeña nobleza. Sin embargo, los sucesivos reinados de Juan II y de Enrique IV interrumpieron la serie histórica de reyes que habían reforzado el poder regio. Las revueltas dirigidas por nobles convirtieron sus reinados en un nido de inestabilidades. A la muerte de Enrique «El Impotente» (se sospecha que envenenado por orden de su hermana) aconteció una guerra de sucesión entre los partidarios de su hija Juana «La Beltraneja» y la hermanastra del Rey, Isabel. La joven y su esposo, Fernando, heredero de la Corona de Aragón, se impusieron en la guerra. Dos descendientes Trastámaras reinarán al fin juntos en los dos principales reinos hispánicos.
La unión de reinos fue el gran logro de esta generación de los Trastámara, pero la dinastía no vivió para ver completado el proceso. Los Reyes Católicos casaron a dos de sus hijos, Juan y Juana, con dos vástagos del Archiduque Maximiliano de Austria con el objetivo de alejar la amenaza francesa que se cernía sobre las posesiones aragonesas en Italia. La alianza entre los Austrias (la dinastía Habsburgo) y los Trastámara también implicaba a la familia real portuguesa, los Avis, y de forma puntual a los Tudor a través del matrimonio de Catalina de Aragón con Enrique VIII de Inglaterra . No en vano, la prematura muerte del infante Juan de Trastámara, el único hijo varón de los Reyes Católicos en llegar a adulto, terminó precipitando el desplazamiento de la casa reinante en España por los Habsburgo.
Pese a que Fernando «el Católico» intentó hasta sus últimos días – posiblemente a consecuencia de esos esfuerzos sexuales falleció – tener otro hijo varón con su segunda esposa, Germana de Foix; nunca lo consiguió. Por el contrario, el Rey dejó todas sus posesiones a su hija Juana, Reina de Castilla, que al encontrarse inhabilitada para reinar cedió la Corona de Aragón, incluidos sus reinos italianos y una parte de Navarra, a Carlos de Gante, futuro Carlos V de Alemania. Castilla también pasó a sus manos.
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Isabel de Trastámara, la reina más poderosa del mundo.
Introducción:
Una vida plagada de acontecimientos.
Isabel fue siempre una niña rebelde, una chica que se crió sin familia en un mundo violento y cruel gobernado por hombres.
De pelo oro apagado, ojos de color agua clara y cuerpo menudo, creció en la adversidad y le hizo frente. A la muerte, a la enfermedad, a la soledad. Con tres años quedó huérfana de padre. Con diez años, su madre enloqueció y fue apartada de ella. A los diecisiete perdió a Alfonso, su hermano pequeño. Su hermanastro mayor, el rey Enrique IV, la detestaba.
Pero a todo y a todos impuso su mente ágil, su voluntad de hierro, su fe inquebrantable, su disciplina, su decisión, su confianza en sí misma, su inteligencia, su espíritu asertivo, su transgresión. Así llegó más alto que ninguna mujer en la historia de la humanidad.
A los dieciocho años, en su boda clandestina en Valladolid. Allí llegó escapada una mañana fría y gris, y así habló a su futuro esposo, Fernando, su primo segundo de diecisiete años:
Te he elegido yo y solo yo como esposo, en contra de la voluntad del Rey y sin el permiso del Papa. Pero a Dios pongo por testigo de nuestro amor y de nuestra determinación por reinar, cada uno, en Castilla y Aragón.
A los diecinueve años, en su primer parto, sin anestesia ni medicina, sin que apenas la oyesen quejarse en los momentos de mayor dolor.
A los veintitrés años, en su coronación en Segovia. Allí, en la Plaza Mayor, hizo lo que ninguna mujer había hecho antes: tomar entre sus manos una espada, símbolo máximo del poder real que ella iba a ejercer.
A los veinticuatro años, en el campo de batalla en Tordesillas, donde un mes después de perder otro bebé que esperaba, acudió al frente para defender su corona. Allí lideró a los mil quinientos hombres que lucharon bajo su estandarte y a los que habló así:
—Solo soy una débil mujer, pero antes de huir del enemigo he de descubrir si la fortuna está de mi lado.
Y así fue como Isabel de Trastámara, la reina Isabel I de Castilla, llamada Isabel la Católica, se convirtió en la mujer más poderosa de Europa, que en ese tiempo era como decir del mundo. Con su tenacidad, sembró el camino que llevó al nacimiento del Imperio español.
Vamos ahora ha introducirnos en esta interesantísima vida y biografía.
La reina Isabel la Católica.
Pocas mujeres han reinado en España en calidad de reinas propietarias. Una de ellas, Isabel I fue determinante para la historia de los reinos de la Península Ibérica. Demonizada por unos, santificada por otros, lo cierto es que la Reina Católica fue una reina que gobernó con mano de hierro y basó su vida en la inteligencia, la cultura y una ferviente fe. Su decisión la llevó a casarse con Fernando de Aragón aun desobedeciendo al rey de Castilla, su hermano; su determinación la colocó en el trono; su fe la llevó a conquistar el último reducto moro de la península y su intuición favoreció a Cristóbal Colón quien recibió el apoyo incondicional de una reina que vivió a caballo de los tiempos medievales y la Europa humanista.
La princesa que no tenía que reinar:
Isabel de Trastámara nació el 22 de abril de 1451 en un alejado lugar de Castilla. En la preciosa localidad de Madrigal de las Altas Torres, se encontraba su madre, Isabel de Portugal, en un palacio hoy convertido en monasterio, a la espera de dar a luz a su primer vástago. Sería el segundo del rey, Juan II de Castilla, pues ya tenía un hijo y heredero, Enrique, quien se convertiría en rey tres años después. El nacimiento de Isabel no fue tenido muy en cuenta pues el reino ya contaba con un heredero quien, si tenía a su vez un hijo, alejaría a la pequeña Isabel del trono. Así pues, la princesa no estaba destinada a ser reina. Dos años después nacería en Tordesillas su hermano Alfonso.
Isabel tuvo una infancia tranquila, alterada sin embargo, por la enajenación mental que le sobrevino a su madre cuando quedó viuda de su esposo el rey, muerto el 22 de julio de 1454. Isabel, Alfonso y su madre se retiraron a vivir al castillo de Arévalo con un séquito reducido y unos bienes relativamente escasos para su condición real.
Su vida retirada dedicada principalmente a la oración y a la lectura de obras piadosas terminó en 1461 cuando ella y su hermano fueron trasladados a Segovia. Poco tiempo después, el 28 de febrero de 1462 nacería Juana, la primera hija de su hermanastro Enrique aunque la historia pondría en duda su paternidad y apodaría a la niña como “La Beltraneja”. Isabel fue su madrina; años después se convertirían en enemigas.
La heredera de su hermano:
La dudosa legitimidad de Juana y el descontento de algunos nobles con el gobierno del rey hicieron peligrar su corona. Sus enemigos quisieron utilizar a sus hermanastros para destronar a Enrique. Primero fue Alfonso, el hermano pequeño de Isabel, quien fue proclamado rey en la conocida como “la farsa de Ávila”. Era el 5 de junio de 1465 y el pequeño infante tenía poco más de 12 años. Tres años después, el 5 de julio de 1468, moría en extrañas circunstancias. Fue más que probable que muriera envenenado.
Frustrado el intento de deponer al rey utilizando a su hermano, los nobles rebeldes pusieron la mirada en la joven Isabel quien, a pesar de la insistencia, nunca aceptó proclamarse reina, al menos mientras su hermano aún viviera.
Sin embargo, Isabel sí que aceptó ser proclamada Princesa de Asturias en la ceremonia celebrada junto a los verracos prehistóricos conocidos como los Toros de Guisando, el 18 de septiembre de 1468. Con esta decisión, Enrique no sólo relegaba a su propia hija de la línea sucesoria, sino que daba la razón a quienes no la consideraban como legítima. Aunque Isabel consiguió una gran victoria en Guisando, tuvo que aceptar una importante condición. Sólo podría casarse previo consentimiento del rey, su hermano.
Una boda en entredicho:
Como Isabel no estaba destinada a ser reina, desde pequeña se planteó su existencia como una baza más de la corona para establecer importantes acuerdos con otras monarquías o con alguna casa aristocrática mediante su matrimonio.
Muchos fueron los candidatos, a los que Isabel fue rechazando sistemáticamente. Alfonso V de Portugal, su hijo Juan, el duque de Guyena, hermano de Luis XI de Francia, fueron algunos de los grandes nombres que Isabel no aceptó como maridos. Incluso en una ocasión, cuando tenía 16 años y fue comprometida a un noble mucho más viejo que ella, don Pedro Girón, se dice que rezó tanto que en el camino a su encuentro que murió de un ataque de apendicitis. Aunque podría haber sido la ayuda de su incondicional amiga Beatriz de Bobadilla la causa de la liberación de Isabel.
Isabel decidió entonces casarse con su primo Fernando, hijo de Juan II de Aragón. El 5 de marzo de 1469 se firmaban las capitulaciones matrimoniales con una supuesta bula papal que autorizaba dicha unión. Todo el proceso se hizo en secreto y a espaldas del rey. Mientras Isabel escapaba a la estricta vigilancia de Juan Pacheco, Fernando viajaba hacia tierras castellanas disfrazado de mozo de mula de un grupo de comerciantes. El 19 de octubre de 1469 Isabel y Fernando se casaban en Valladolid.
Esa boda supondría en el futuro una unión de facto de dos coronas peninsulares y abrían el camino para una futura unión de toda la Península en manos de su bisnieto Felipe II.
Isabel y Fernando formaron una pareja excepcional. Cada uno reinaría en su territorio y ambos se complementarían en el gobierno de sus reinos.
Enrique IV no aceptó la unión e intentó disolverla aduciendo que no existía ninguna bula papal que la bendijera. Pero el Papa Sixto IV hizo pública una bula que alejaba toda duda sobre su legalidad. El rey ofendido decidió entonces volver a nombrar a su hija Juana heredera de Castilla y casarla con el rey portugués Alfonso V.
La reina católica:
El 11 de diciembre de 1474 moría Enrique IV, quien pasaría a la historia con el triste apodo de “El impotente”. Tan sólo dos días después, y defendiendo su derecho al trono, Isabel salió decidida del Alcázar de Segovia en dirección a la Iglesia de San Miguel y se proclamaba a sí misma reina de Castilla.
Aquel golpe de efecto llevó a una inexorable división del reino entre los partidarios de Juana, la última heredera del monarca fallecido y los defensores de Isabel, Princesa de Asturias según el pacto de los Toros de Guisando. Empezaba entonces una cruenta guerra civil que terminaría dos años después con Isabel como vencedora tras la victoria de su marido en la Batalla de Toro.
Un reinado de mano firme:
Isabel gobernó de manera estricta su nuevo reino. . Alejó a los nobles del poder, mejoró la administración del reino, saneó sus finanzas e hizo mejorar la seguridad de sus súbditos con la creación de la Santa Hermandad.
Mujer piadosa, quiso transmitir su profunda fe a su reino, no en vano, el Papa Alejandro VI le otorgó a ella y a su marido el título de Reyes Católicos mediante la bula Si convenit de 19 de diciembre de 1496. Una fe que la llevó a instaurar el Tribunal de la Santa Inquisición primero en Castilla y más tarde en Aragón, a firmar el decreto de expulsión de los judíos y terminar la reconquista iniciada siete siglos atrás con la toma de Granada.
Isabel I compartió con Cristóbal Colón la visión del navegante al que protegió y ayudó en su aventura oceánica.
Reconquista del reino de Granada:
Pero la fórmula de Estado que implantaron los Reyes Católicos no se correspondía con la integridad del cuerpo físico de la nación. España seguía repartida. Todavía en sus tierras del sur existían fragmentos de lo que fue poderoso Califato de Córdoba. Era preciso poner el broche a la reconquista empezada, siglos antes, en un rincón asturiano y en otro rincón pirenaico. Este broche no se cerraría mientras hubiese musulmanes en el llamado reino de Granada. Y contra este reino dirigieron sus ejércitos Isabel y Fernando. El monarca, con su habitual arrojo, al frente de sus huestes. La reina, derrochando energías en los frentes de combate y en la retaguardia. Ante Málaga — 1487 —, en las operaciones que determinaron la rendición del Zagal. Ante Granada, creando la ciudad de Santa Fe, y el primer hospital de sangre; allegando dinero, estudiando planes, sacando levas, animando a los atacantes de vanguardia. Un día de 1492 logró entrar en Granada. Isabel pudo sonreír con plenitud de gozo. La unidad española se había completado. (Sólo con ciertas reservas, pues quedaba por añadir la tierra navarra.)
Unión de reinos:
Isabel y Fernando, ella con asombroso instinto político, él con su astucia diplomática y su sabiduría política —inspiradoras de maquiavelismos especialmente «fabricados» para el mejor príncipe europeo —, pensaron en el valor de las alianzas familiares para fines de interés internacional. Los Reyes eran los «propietarios» de los países que gobernaban. Por ello, si los «propietarios» se unen, si las Casas familiares reinan, la paz entre los príncipes cristianos es un hecho. Los hijos de Isabel y de Fernando enlazarían Cortes con Cortes sin necesidad de acudir a las guerras. Para Portugal destinaron a su primogénito don Juan, ya que el casamiento de éste con la heredera de aquel reino conseguiría la tan ansiada unidad peninsular.
Unidad de fe, expulsión de los judíos:
La unidad española quedó afirmada sobre dos pilares ingentes: el territorio y el Estado sin mediatizadores. Pero aún faltaban la unidad religiosa y la unidad de raza. Para conseguir una fe sin desviaciones era indispensable la propagación obsesiva del catolicismo. Los musulmanes y judíos hispanizados fueron respetados en sus creencias. Pero algo ocurrió entonces que originó alarma en los soberanos. Por el Mediterráneo pululaba la piratería turca y berberisca. Las costas españolas quedaron casi cerradas a una navegación normal, pues las leguas para la vigilancia eran muchas y los piratas parecían contar con auxiliares poderosos tierra adentro. Tanto por propio convencimiento como para ganarse la confianza de sus súbditos, los Reyes Católicos, haciendo caso omiso del respeto a los judíos determinado en las capitulaciones de Granada, publicaron — 1492 — la orden de expulsión contra los hebreos. Expulsión injustificada y dañosa para España, cuyo motivo último pareció ser el especialísimo caso del Santo Niño de la Guardia, asesinado en una parodia de crucifixión.
Descubrimiento de América:
Como si Dios quisiera premiar los admirables ideales y trabajos de Isabel y Fernando, en 1492, bajo el empuje de Castilla y León (pues Aragón y Cataluña, haciendo reservas, habían alegado, como escribe Tarsicio de Azcona, «reparos jurídicos», «dudas técnicas», «dificultades prácticas»), se lanzan los marinos de Moguer, capitaneados y dirigidos por Martín y Alonso Pinzón, a la aventura que ha organizado «como en ensueños» Cristóbal Colón, tratando de hallar el camino directo entre el Occidente europeo y el Este asiático, con lo que se acortaría el camino comercial del tráfico de especias, tan apreciadas y bien pagadas. Por su parte, los andaluces de Huelva estaban seguros de que entre Europa y Asia se interponía otra tierra. La historia de Alonso Sánchez de Huelva corría de boca en boca. La confluencia de las dos convicciones —la de Colón, camino del Asia, la de los andaluces occidentales, nuevas tierras que buscar— determinaron el descubrimiento del continente infelizmente «bautizado» como América. En el cual descubrimiento se empleó Castilla, que tanto monta como Isabel, muy a fondo. Pues Castilla era africana, oceánica ante todo, amiga de ampliarse, ensancharse. La conquista de las Canarias ya había marcado, muchos años antes, este destino. Pero hay que guardar un gran respeto para los recelos del agudísimo Fernando, cuya política —más cercana, más «a la vista», de muy antiguo ya comprobada— era plenamente mediterránea. Política flechada hacia Italia, hacia el norte de Africa. Isabel, al final de su vida, pareció comprender, y compartir, esta política fernandina, especialmente la referida al norte africano.
El anuncio de que son tierras descubiertas son riquísimas empujaron a miles y miles de españoles a las fabulosas tierras de América. El mundo cuya puerta había abierto Isabel le va a quedar pronto pequeño a una España que asombrará, que atemorizará al orbe.
La santa inquisición:
Antes de estos sucesos en 1478 autorizó el Pontífice Sixto IV a los Reyes Católicos el establecimiento de la Inquisición, para que ésta velara con rigurosidad por el mantenimiento de un catolicismo químicamente puro en todos los territorios nacionales. A esta institución, y a su inquisidor general fray Tomás de Torquemada, debieron los judíos su expulsión. Antes aún, en las Cortes de Madrigal, de 1476, quedó fundada la Santa Hermandad, una institución benemérita dedicada a imponer la tranquilidad en pueblos y caminos, a terminar con el bandolerismo reinante, a romper cuantas anarquías pudieran levantarse; los cuadrilleros — soldados a caballo — de la Santa Hermandad, constituyeron las más eficaces milicias de gobierno interior. Isabel impuso la Santa Hermandad en Castilla y León. Pero Isabel y Fernando no lograron imponerla en los reinos de Aragón y Cataluña sino «provisionalmente»: impuesta en 1488, quedó suprimida en 1510.
Vamos ha aclarar algunos detalles inportantes, sobre la leyenda negra en torno a Isabel y la Inquisición:
¿Isabel la Católica inventó la Inquisición?
No, la Inquisición no es un invento de Isabel la Católica y tampoco en un invento cristiano, ni católico.
De hecho si nos remontamos a los orígenes de la Inquisición como represión de las desviaciones religiosas hallamos sus raíces en la religión judaica.
En efecto, a los judíos se les manda, tanto en la Biblia como en el Talmud matar al judío que reniegue de su fe. San Esteban, el primer mártir de la Iglesia Católica, muere apedreado por los judíos por haber abandonado la ley de Moisés.
¿Qué clase de torturas solían usarse en los procedimientos inquisitoriales de Castilla?
Antes que nada hay que aclarar que la tortura no era sino un procedimiento extremadamente excepcional, que para ser utilizada se requería de un permiso especial que debía ser firmado por los inquisidores y el obispo del lugar. “Y en las estadísticas sacadas de los procesos inquisitoriales de Toledo y Valencia en esa época muestran que no hubo tortura más que en 1 o 2% de los casos, y que sólo se aplicaba con los conversos más peligrosos".
Las penas más comunes solían ser peregrinaciones, procesiones, oraciones o visitas continuadas a la Iglesia. También el uso del sambenito era frecuente. Pero como vemos todas estas penas están muy lejos de ser verdaderas torturas.
Podríamos decir que quizá la “tortura” más frecuente que la Inquisición utilizaba era la prisión.
¿Cómo eran las cárceles de la Inquisición?
La pena más frecuente que era la de prisión perpetua, era una pena de prisión por tres a ocho años en una prisión abierta, en la que se confiaba en la buena voluntad del enmendado que podría salir de la prisión, siempre y cuando volviera a ella antes de la caída del sol.
Pero había otras penas en las que el acusado debía permanecer encerrado. Entonces este podía traer su servidumbre (si lo tenía); podía escribir, pues se disponía para él tinta y pluma; e incluso podía trabajar, llevando a prisión los elementos que requería. Así el preso podía incluso continuar manteniendo a su familia desde la cárcel.
¿Fue la Inquisición motivo de roces con el Papa?
Sí, efectivamente, muerto Sixto IV, llega al Trono Pontificio Inocencio VIII, quien prestará demasiados oídos a los rumores que los judíos y conversos hacía circular por Roma con el fin de que el tribunal fuese suspendido.
Pero estas contiendas no afectaron sustancialmente la relación de los Reyes con el Papa y las cartas a él dirigidas son una muestra exquisita de humildad y obediencia hacia la sede de San Pedro.
Hemos expuesto hasta aquí a grandes rasgos los motivos y algunos aspectos de la Inquisición que instaurara la Reina Isabel en sus Reinos.
Conversión obligada de musulmanes:
Nuevas empresas de Isabel y Fernando fueron la creación de un ejército permanente; la estabilización del Consejo de Castilla; la imposición de una monarquía absolutamente absoluta; la incorporación a la Corona de las Ordenes Militares; la conversión al catolicismo de cuantos musulmanes quedaban en España, misión en que ayudaron a la reina el famoso cardenal Mendoza y el no menos famoso cardenal Francisco Jiménez de Cisneros. Esta última empresa motivó que, sublevados muchos musulmanes — moriscos — que deseaban conservar su religión, se refugiaran armados en las Alpujarras, defendiéndose hasta encontrar la muerte. La Capitulación que se les otorgó —en mayo del año 1501 — les colocaba ante la disyuntiva de convertirse, siquiera fuera «de dientes afuera», o abandonar España. Tan impolítica medida motivó la salida de España de los más abnegados trabajadores de sus tierras: los moriscos, algunos de cuyos cultivos todavía se conservan, inmejorables.
La pragmática de conversión forzosa es un término que podría aplicarse a varias pragmáticas u otros textos legales emitidos a comienzos del siglo XVI en la Monarquía Hispánica bajo los Reyes Católicos y Carlos V, es el nombre que la historiografía da especialmente a la Pragmática de 14 de febrero de 1502. Por ella, aparentemente se daba a elegir a los musulmanes sometidos (mudéjares) de la corona de Castilla entre el exilio y la conversión al cristianismo. La nueva categoría social así surgida, los cristianos nuevos de origen musulmán, recibieron el nombre de moriscos.
La conversión forzosa de los mudéjares en la Corona de Castilla:
La opción que ofrecía la Pragmática del 14 de febrero de 1502 entre el bautismo o la expulsión era sólo aparente, puesto que la posibilidad de salir del reino no existía: además de contener rigurosas limitaciones de edad que supondrían la separación de las familias (niños menores de catorce años y niñas menores de doce), el propósito explícito quedó evidenciado sólo tres días más tarde con la Pragmática de 17 de febrero de 1502, que les prohibía abandonar el reino. El bautismo pasaba a ser la única posibilidad, y se realizó masivamente, mediante ceremonias colectivas en que los sacerdotes asperjaban el agua sobre toda la población de un lugar mientras pronunciaba las palabras rituales. A partir de ese momento, considerados ya cristianos, cualquier manifestación religiosa divergente podía ser considerada herejía. No obstante, el control real de la Inquisición española no se centró en la población morisca, de muy clara diferenciación (continuaban con sus costumbres de todo tipo), sino en los judeoconversos, que vivían entre la comunidad cristiana y eran objeto de una particular dinámica social.
La fecha exacta en que se impuso el bautismo obligatorio fue diferente en cada territorio de la Corona de Castilla: 1501 en el reino de Granada y 1502 en el resto.
Entre 1515 y 1516 se impone el bautismo o la expulsión de los mudéjares navarros tras haber sido incorporado ese reino a Castilla en 1515 por Fernando el Católico.
Peligro en la sucesión:
Los últimos años vividos por la reina Isabel I no fueron ciertamente eslabones de regocijos, sino engarces de hondísimas penas. Su hija primogénita Isabel, casó primero con don Alfonso de Portugal, y muerto éste contrajo nuevo matrimonio — 1497 — con el primo de aquél, don Manuel «el Afortunado»; pero murió del sobreparto de su primer hijo, llamado Miguel. Un año antes habíanse festejado dos bodas: la del príncipe don Juan de Castilla con Margarita de Austria, y la de doña Juana con el archiduque de Austria don Felipe. El 4 de octubre de 1497 murió en Burgos el príncipe don Juan, quedando un solo vástago de su sangre: el príncipe Miguel. Pero este niño murió cuatro años más tarde. Y sólo quedó como heredera de «tan grandes reinos» la princesa doña Juana, que ya había comenzado a enloquecer, pero que siéndolo de amor parecía locura natural, curable a plazo más o menos largo. Fracasaron, pues, los proyectos de Isabel para constituir una gran Casa Familiar Europea. La sucesión se vio en peligro, y hubo de dar a España en manos extranjeras. Se torció el camino de África por el tirón violento que dio el Oeste inédito. España iba a pechar con una tarea superior a sus fuerzas físicas, y productora de una nueva anemia nacional: la falta de sangre joven, derrochada en América, y la falta de oro. La falta de proporción entre el esfuerzo y los medios, la envidia y los ataques en rapiña de otros países poderosos, ponían en peligro inclusive la conservación de lo descubierto a precio de sangre preciosa.
La muerte de Isabel la Católica:
Isabel ocupó el trono de Castilla en 1474. Treinta años después, el 26 de noviembre de 1504, falleció en Medina del Campo. Según las fuentes, murió a causa de una hidropesía (retención de líquido en los tejidos) ocasionada por un cáncer de útero.
Desde luego, no ayudó en nada la azarosa vida que padeció la reina de Castilla. A su muerte contaba con 53 años, pero parecía mucho más vieja para los cánones de la época. No en vano sufrió importantes dificultades: la guerra contra Juana la Beltraneja para hacerse con el trono; la muerte de dos de sus hijos y su nieto; sobrevivió a la malaria o al paludismo; las infidelidades de Fernando el Católico; la incipiente enfermedad mental de su hija Juana; y todo ello, se especula, con una enfermedad que pudo venir de su empeño por desplazarse siempre montando a caballo por sus territorios castellanos.
Pero aun cuando la fortuna «ha hecho lo que ha querido, aunque ellos hicieran lo que han podido» —como podría escribir Quevedo—, del glorioso reinado de Fernando y de esa incansable, heroica, tenaz hasta agonizando, Isabel, quedaron en pie por los siglos de los siglos la Unidad nacional, la religión esclarecida y… ¡América! Nadie podrá disputar la mayor fama que concede la admiración del mundo a esta singularísima mujer, que un día de 1504 a duras penas se bajó de su cabalgadura —su famosa yegua blanca— a la puerta de un viejo caserón de Medina del Campo, cayendo desvanecida en brazos de sus damas. El 26 de noviembre de aquel año entregó su alma a Dios, estando sentado a la cabecera de su lecho —ningún testimonio mejor que el cuadro de Rosales— su esposo don Fernando, cuyo rostro tenía ya algo de estatua orante… Poco antes de morir, dictó Isabel su testamento, prodigio de discriminación, de justicia y de fecundo amor. Además de testamento podría decirse de él que es un tratado de bien gobernar. A este testamento añadió un codicilo el 3 de noviembre.
Testamento de la reina Isabel:
Las principales cláusulas del testamento fueron: que deseaba ser enterrada en el Monasterio de San Francisco, de Granada; que deseaba se pagasen cuantas deudas hubiese contraído en vida; que se le aplicasen veinte mil misas en los conventos y parroquias de España y América; que instituía por heredera general de todos sus Reinos, Tierras y Señoríos, y de todos sus bienes raíces, a su muy amada hija doña Juana, Archiduquesa de Austria; prohibición de conceder oficios, tanto civiles como eclesiásticos, a los extranjeros; que las islas Canarias quedarían adscritas al reino de Castilla y León; que en el caso de incapacitación de su hija, quedase por gobernador de los reinos el rey su señor, hasta que el infante don Carlos, su nieto, llegara a la edad de regirlos por sí mismo; que exige a sus sucesores no cesen en la conquista de Africa y «de pugnar por la fe contra los infieles»; que deseaba fueran entregadas al rey don Fernando la mitad de las rentas que llegasen de América; que repartía sus joyas entre sus hijos y varios monasterios, donación a la que añadió esta enternecedora cláusula: «Suplico al Rey, mi Señor, se quiera servir de todas las dichas joyas e cosas o de las que más a su Señoría agraden, porque viéndolas pueda tener más continua memoria del singular amor que a su Señoría siempre tuve; y aun porque siempre se acuerde que ha de morir y que le espero en el otro siglo, y con esta memoria pueda más santa e justamente morir»; que nombraba sus testamentarios a Cisneros, Fonseca, Juan Velázquez, fray Diego de Deza y Juan López de Carraga; que ordenaba se terminase de construir la capilla real de Granada.
El famoso Codicilo:
Las principales cláusulas del Codicilo son éstas: que se empleasen justamente las rentas de Cruzada, Ordenes y Encomiendas; y… «Suplico al Rey mi Señor muy afectuosamente, que los indios vecinos y moradores de las dichas Indias e Tierra Firme, ganadas e por ganar, no reciban agravio alguno en sus personas ni bienes, mas manden que sean bien e justamente tratados».
La directriz de tratar bien a los indios y cooperar con ellos pervivió a la muerte de la Reina, aunque no faltaron conquistadores que hicieron oídos sordos y cometieron numerosos abusos, castigados por la Corona siempre que fue posible. La presencia de los representantes reales en un territorio tan extenso fue siempre escasa y condicionada por el poder de los grandes terratenientes.
En los días que precedieron a su muerte, el 26 de noviembre de 1504, una de las pocas preocupaciones que Isabel la Católica plasmó en su testamento estuvo puesta en los «inocentes» del Nuevo Mundo y de las Islas Canarias . La Monarca comprendía que la esclavitud estaba justificada para los «infieles» y los enemigos vencidos, no para los habitantes de la tierra descubierta por Cristóbal Colón. En su lecho escribió: «No consientan ni den lugar que los indios reciban agravio alguno en sus personas y sus bienes, mas manden que sean bien y justamente tratados».
El gótico isabelino.
Los mejores ejemplos del gótico isabelino en España: una ruta por los monumentos con el sello de Isabel La Católica.
Isabel I de Castilla, que pasó a la historia como La Católica, nació un Jueves Santo de 1451 y falleció un frío mes de noviembre de 1504. Se trata de una soberana cuyo reinado se desarrolló a caballo entre los siglos XV-XVI, entre la Edad Media y la Moderna. Durante estos momentos, la luz del arco ojival se apagaba en Castilla para dar paso al Renacimiento, mientras un estilo de transición con sello de la Reina resplandecía: el gótico isabelino.
Mientras que la primera etapa gótica en España fue importada de otros reinos europeos, como Francia, esta corriente artística de la que hablamos se caracteriza por ser parte del patrimonio cultural e histórico nacional, ya que únicamente se puede encontrar en nuestro país o en determinados puntos de América del Sur. El nombre que recibe este estilo hace referencia a Isabel La Católica, reina propietaria de Castilla entre 1474-1504, y que auspició la construcción de muchos de los monumentos marcados por estas formas, el antecedente del Renacimiento en España.
Características y definición del gótico isabelino:
Como hemos dicho, el gótico isabelino recibe esta denominación por ser un estilo propio de la Corona de Castilla, desarrollado durante el reinado de los Reyes Católicos, y con notables influencias flamencas, de ahí que en ocasiones también se le confunda con el gótico flamígero importado de Europa y que podemos contemplar en monumentos como la Catedral de Santa María de Burgos. Templos amplios, bóveda de crucería estrellada o uso de pináculos caracterizan y definen al gótico isabelino respecto a otras corrientes pertenecientes al mismo estilo.
Motivos heráldicos de los Reyes Católicos:
Las construcciones patrocinadas por los Reyes Católicos contaban con un alto valor propagandístico. Por ello, en la decoración de los monumentos que responden al gótico isabelino predominan los motivos heráldicos, entre los que destacan el escudo real, yugos, flechas o granadas. Sobre el yugo y las flechas, cabe destacar que eran el emblema de los monarcas, el cual fue sugerido por Antonio de Nebrija. Mientras que el Yugo representaba a Fernando y la dominación del enemigo, las Flechas a Ysabel y a la unidad y cohesión. Si nos fijamos, utilizaron la inicial del otro en cada elemento, siguiendo de este modo la teoría de las divisas galantes. Aunque acompañan al escudo real, estas divisas se contemplan en los edificios de forma independiente.
Por otra parte, una pista para valorar el momento en que se construyó un edificio de la época de los Reyes Católicos consiste en fijarse en el escudo real: si en el entado del mismo, es decir, el pico, aparece el símbolo de la granada, otro de sus emblemas, el monumento es posterior a 1492, la conquista de Granada. Ocurre los mismo que con el yugo y las fechas, pudiendo encontrar granadas también de forma independiente por los edificios, lo que también ayuda a explicar el tiempo en que se construyeron.
Arquitectos del gótico isabelino:
Juan Guas y Enrique Egas son los arquitectos más destacados del gótico isabelino, siendo a ellos a quienes se atribuyen la mayoría de los edificios que podemos encontrar en España. Por ejemplo, al primero se debe el Monasterio de San Juan de los Reyes (Toledo) y al segundo la Capilla Real de Granada, entre otros monumentos.
Los edificios más destacados del estilo isabelino son: Monasterio de san Juan de los Reyes, en Toledo; Cartuja de santa María de Miraflores, en Burgos; Monasterio dominico de santo Tomás, en Ávila; Iglesia de san Pablo y Colegio de san Gregorio, en Valladolid; Capilla Real de Granada, sepulcro de los Reyes Católicos; y el Patio del Palacio del Infantado (de los duques del Infantado), en Guadalajara.
El arquitecto Juan Guas fue el máximo representante del gótico isabelino.
Turismo:
Lugares donde vivió Isabel la Católica.
El día que Isabel I de Castilla nació, nadie podía imaginar que esa niña llegaría a ser uno de los personajes históricos más destacados de todos los tiempos. Ella, que ni siquiera estaba llamada a reinar, fue partícipe de la unificación de los territorios que ahora forman España y, con su apoyo a las expediciones colombinas sentó las bases para la creación del Imperio Español.
Isabel la Católica vivió a lo largo de su vida en varios lugares. Sus cambios de residencia fueron motivados, en la mayoría de los casos, por los intereses de la Corona, que ella defendió por encima de todo. Su recorrido por gran parte de la geografía española nos deja una interesante ruta en la que destacan lugares como:
1. Madrigal de las Altas Torres (Ávila):
Isabel nació en 1451 en el palacio de Madrigal de las Altas Torres, que en el siglo XVI se transformó en el Monasterio de Nuestra Señora de Gracia.
Curiosamente, dos de las hijas bastardas de Fernando de Aragón, María y María Esperanza, fueron monjas de este convento.
2. Arévalo (Ávila):
Uno de los lugares más queridos por Isabel la Católica fue Arévalo, ya que allí fue donde pasó su infancia. El Palacio del Real, donde vivió junto a su madre y su hermano ya no existe, pero el municipio conserva algunos de los edificios que ya existían en aquella época, como la Ermita de la Lugareja, considerada uno de los monumentos mudéjares más destacados, o el Castillo de Arévalo, que se construyó en el siglo XV y que fue propiedad de los Reyes Católicos.
3. Segovia:
En 1461, con solo 10 años, Isabel y su hermano Alfonso fueron reclamados a la corte segoviana por su hermanastro el Rey Enrique IV, que iba a ser padre.
Segovia era el lugar donde se ubicaba tradicionalmente la residencia de los Trastámara, la línea real a la que pertenecía Isabel. Fue, además, el lugar donde ésta se coronó reina años más tarde.
En la ciudad castellana hay varios lugares relacionados con Isabel I de Castilla, aunque destaca sobre todos el Alcázar, que fue una de las residencias favoritas de los Reyes Católicos.
4. Ocaña (Toledo):
Una vez que Isabel fue proclamada heredera y Princesa de Asturias por el Tratado de los Toros de Guisando, se trasladó a vivir a Ocaña, municipio de procedencia de dos de sus mayores apoyos: Gonzalo Chacón y Diego Gutiérrez de Cárdenas. Es allí donde la futura reina conoció al que sería su marido, Fernando de Aragón.
Uno de los lugares de Ocaña más ligados a Isabel la Católica es el Palacio de los Cárdenas, construido en estilo gótico y detalles mudéjares, aunque ese es solo uno de sus bonitos monumentos.
5. Valladolid:
El Palacio e los Vivero de Valladolid fue el lugar en el que contrajeron matrimonio los Reyes Católicos en 1469.
El enlace nupcial, al que se oponía Enrique IV y que había sido negociado en secreto, se realizó después de que Isabel se escapara de Ocaña, donde el noble Juan Pacheco la vigilaba, y de que Fernando llegara a Castilla de forma clandestina haciéndose pasar por un criado.
Después de la ceremonia, Isabel y Fernando pasaron su luna de miel en el Castillo de Fuensaldaña, a escasos kilómetros de la ciudad.
6. Dueñas (Palencia):
Después de casarse, los Reyes Católicos se trasladaron al Palacio de los Condes de Buendía, en Dueñas, donde nació su primogénita Isabel. Este Palacio se encuentra en ruinas, aunque sí permanece en buen estado la Iglesia de Santa María de la Asunción, donde la infanta fue bautizada.
7. Toledo:
Isabel mandó construir el Monasterio de San Juan de los Reyes en Toledo para servir de panteón real, aunque finalmente no sirvió para este fin, para celebrar el nacimiento de su hijo Juan y para conmemorar la victoria en la Batalla de Toro, en la que se disputaba la sucesión al trono de Castilla.
Es uno de los monumentos construidos en estilo gótico isabelino más importantes de España.
8. Ávila:
Ávila vivió momentos de prosperidad gracias a las idas y venidas de la corte, ya que los Reyes Católicos hicieron del Real Monasterio de Santo Tomás su residencia de verano.
El príncipe Juan, único heredero varón de los monarcas, fue enterrado en este lugar cuando murió prematuramente.
Actualmente aún se conserva el sarcófago de mármol que mandó construir su madre, aunque los restos mortales han desaparecido.
9. Granada:
Una de las metas de Isabel y Fernando era lograr la rendición de Granada, el último de los reinos musulmanes de la Península. Lo lograron en 1492 y, unos pocos años más tarde, la Corte se instaló en la ciudad.
El lugar relacionado con los Reyes Católicos más significativo de Granada es la Capilla Real, donde están enterrados los monarcas, su hija Juana y Felipe el Hermoso.
10. Medina del Campo (Valladolid):
Isabel murió en 1504, a los 53 años, en el Palacio Testamentario de Medina del Campo. Se llama así al Palacio porque en este lugar fue donde la Reina realizó su testamento.Palacio Testamentario
El edificio original fue destruido a lo largo de los siglos. El actual es una reproducción de aquél.
Isabel ocupó el trono de Castilla en 1474. Treinta años después, el 26 de noviembre de 1504, falleció en Medina del Campo. Según las fuentes, murió a causa de una hidropesía (retención de líquido en los tejidos) ocasionada por un cáncer de útero.
Desde luego, no ayudó en nada la azarosa vida que padeció la reina de Castilla. A su muerte contaba con 53 años, pero parecía mucho más vieja para los cánones de la época. No en vano sufrió importantes dificultades: la guerra contra Juana la Beltraneja para hacerse con el trono; la muerte de dos de sus hijos y su nieto; sobrevivió a la malaria o al paludismo; las infidelidades de Fernando el Católico; la incipiente enfermedad mental de su hija Juana; y todo ello, se especula, con una enfermedad que pudo venir de su empeño por desplazarse siempre montando a caballo por sus territorios castellanos.
Pero aun cuando la fortuna «ha hecho lo que ha querido, aunque ellos hicieran lo que han podido» —como podría escribir Quevedo—, del glorioso reinado de Fernando y de esa incansable, heroica, tenaz hasta agonizando, Isabel, quedaron en pie por los siglos de los siglos la Unidad nacional, la religión esclarecida y… ¡América! Nadie podrá disputar la mayor fama que concede la admiración del mundo a esta singularísima mujer, que un día de 1504 a duras penas se bajó de su cabalgadura —su famosa yegua blanca— a la puerta de un viejo caserón de Medina del Campo, cayendo desvanecida en brazos de sus damas. El 26 de noviembre de aquel año entregó su alma a Dios, estando sentado a la cabecera de su lecho —ningún testimonio mejor que el cuadro de Rosales— su esposo don Fernando, cuyo rostro tenía ya algo de estatua orante… Poco antes de morir, dictó Isabel su testamento, prodigio de discriminación, de justicia y de fecundo amor. Además de testamento podría decirse de él que es un tratado de bien gobernar. A este testamento añadió un codicilo el 3 de noviembre.
Testamento de la reina Isabel:
Las principales cláusulas del testamento fueron: que deseaba ser enterrada en el Monasterio de San Francisco, de Granada; que deseaba se pagasen cuantas deudas hubiese contraído en vida; que se le aplicasen veinte mil misas en los conventos y parroquias de España y América; que instituía por heredera general de todos sus Reinos, Tierras y Señoríos, y de todos sus bienes raíces, a su muy amada hija doña Juana, Archiduquesa de Austria; prohibición de conceder oficios, tanto civiles como eclesiásticos, a los extranjeros; que las islas Canarias quedarían adscritas al reino de Castilla y León; que en el caso de incapacitación de su hija, quedase por gobernador de los reinos el rey su señor, hasta que el infante don Carlos, su nieto, llegara a la edad de regirlos por sí mismo; que exige a sus sucesores no cesen en la conquista de Africa y «de pugnar por la fe contra los infieles»; que deseaba fueran entregadas al rey don Fernando la mitad de las rentas que llegasen de América; que repartía sus joyas entre sus hijos y varios monasterios, donación a la que añadió esta enternecedora cláusula: «Suplico al Rey, mi Señor, se quiera servir de todas las dichas joyas e cosas o de las que más a su Señoría agraden, porque viéndolas pueda tener más continua memoria del singular amor que a su Señoría siempre tuve; y aun porque siempre se acuerde que ha de morir y que le espero en el otro siglo, y con esta memoria pueda más santa e justamente morir»; que nombraba sus testamentarios a Cisneros, Fonseca, Juan Velázquez, fray Diego de Deza y Juan López de Carraga; que ordenaba se terminase de construir la capilla real de Granada.
El famoso Codicilo:
Las principales cláusulas del Codicilo son éstas: que se empleasen justamente las rentas de Cruzada, Ordenes y Encomiendas; y… «Suplico al Rey mi Señor muy afectuosamente, que los indios vecinos y moradores de las dichas Indias e Tierra Firme, ganadas e por ganar, no reciban agravio alguno en sus personas ni bienes, mas manden que sean bien e justamente tratados».
La directriz de tratar bien a los indios y cooperar con ellos pervivió a la muerte de la Reina, aunque no faltaron conquistadores que hicieron oídos sordos y cometieron numerosos abusos, castigados por la Corona siempre que fue posible. La presencia de los representantes reales en un territorio tan extenso fue siempre escasa y condicionada por el poder de los grandes terratenientes.
En los días que precedieron a su muerte, el 26 de noviembre de 1504, una de las pocas preocupaciones que Isabel la Católica plasmó en su testamento estuvo puesta en los «inocentes» del Nuevo Mundo y de las Islas Canarias . La Monarca comprendía que la esclavitud estaba justificada para los «infieles» y los enemigos vencidos, no para los habitantes de la tierra descubierta por Cristóbal Colón. En su lecho escribió: «No consientan ni den lugar que los indios reciban agravio alguno en sus personas y sus bienes, mas manden que sean bien y justamente tratados».
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El gótico isabelino.
Los mejores ejemplos del gótico isabelino en España: una ruta por los monumentos con el sello de Isabel La Católica.
Isabel I de Castilla, que pasó a la historia como La Católica, nació un Jueves Santo de 1451 y falleció un frío mes de noviembre de 1504. Se trata de una soberana cuyo reinado se desarrolló a caballo entre los siglos XV-XVI, entre la Edad Media y la Moderna. Durante estos momentos, la luz del arco ojival se apagaba en Castilla para dar paso al Renacimiento, mientras un estilo de transición con sello de la Reina resplandecía: el gótico isabelino.
Mientras que la primera etapa gótica en España fue importada de otros reinos europeos, como Francia, esta corriente artística de la que hablamos se caracteriza por ser parte del patrimonio cultural e histórico nacional, ya que únicamente se puede encontrar en nuestro país o en determinados puntos de América del Sur. El nombre que recibe este estilo hace referencia a Isabel La Católica, reina propietaria de Castilla entre 1474-1504, y que auspició la construcción de muchos de los monumentos marcados por estas formas, el antecedente del Renacimiento en España.
Características y definición del gótico isabelino:
Como hemos dicho, el gótico isabelino recibe esta denominación por ser un estilo propio de la Corona de Castilla, desarrollado durante el reinado de los Reyes Católicos, y con notables influencias flamencas, de ahí que en ocasiones también se le confunda con el gótico flamígero importado de Europa y que podemos contemplar en monumentos como la Catedral de Santa María de Burgos. Templos amplios, bóveda de crucería estrellada o uso de pináculos caracterizan y definen al gótico isabelino respecto a otras corrientes pertenecientes al mismo estilo.
Motivos heráldicos de los Reyes Católicos:
Las construcciones patrocinadas por los Reyes Católicos contaban con un alto valor propagandístico. Por ello, en la decoración de los monumentos que responden al gótico isabelino predominan los motivos heráldicos, entre los que destacan el escudo real, yugos, flechas o granadas. Sobre el yugo y las flechas, cabe destacar que eran el emblema de los monarcas, el cual fue sugerido por Antonio de Nebrija. Mientras que el Yugo representaba a Fernando y la dominación del enemigo, las Flechas a Ysabel y a la unidad y cohesión. Si nos fijamos, utilizaron la inicial del otro en cada elemento, siguiendo de este modo la teoría de las divisas galantes. Aunque acompañan al escudo real, estas divisas se contemplan en los edificios de forma independiente.
Por otra parte, una pista para valorar el momento en que se construyó un edificio de la época de los Reyes Católicos consiste en fijarse en el escudo real: si en el entado del mismo, es decir, el pico, aparece el símbolo de la granada, otro de sus emblemas, el monumento es posterior a 1492, la conquista de Granada. Ocurre los mismo que con el yugo y las fechas, pudiendo encontrar granadas también de forma independiente por los edificios, lo que también ayuda a explicar el tiempo en que se construyeron.
Arquitectos del gótico isabelino:
Juan Guas y Enrique Egas son los arquitectos más destacados del gótico isabelino, siendo a ellos a quienes se atribuyen la mayoría de los edificios que podemos encontrar en España. Por ejemplo, al primero se debe el Monasterio de San Juan de los Reyes (Toledo) y al segundo la Capilla Real de Granada, entre otros monumentos.
Los edificios más destacados del estilo isabelino son: Monasterio de san Juan de los Reyes, en Toledo; Cartuja de santa María de Miraflores, en Burgos; Monasterio dominico de santo Tomás, en Ávila; Iglesia de san Pablo y Colegio de san Gregorio, en Valladolid; Capilla Real de Granada, sepulcro de los Reyes Católicos; y el Patio del Palacio del Infantado (de los duques del Infantado), en Guadalajara.
El arquitecto Juan Guas fue el máximo representante del gótico isabelino.
Turismo:
Lugares donde vivió Isabel la Católica.
El día que Isabel I de Castilla nació, nadie podía imaginar que esa niña llegaría a ser uno de los personajes históricos más destacados de todos los tiempos. Ella, que ni siquiera estaba llamada a reinar, fue partícipe de la unificación de los territorios que ahora forman España y, con su apoyo a las expediciones colombinas sentó las bases para la creación del Imperio Español.
Isabel la Católica vivió a lo largo de su vida en varios lugares. Sus cambios de residencia fueron motivados, en la mayoría de los casos, por los intereses de la Corona, que ella defendió por encima de todo. Su recorrido por gran parte de la geografía española nos deja una interesante ruta en la que destacan lugares como:
1. Madrigal de las Altas Torres (Ávila):
Isabel nació en 1451 en el palacio de Madrigal de las Altas Torres, que en el siglo XVI se transformó en el Monasterio de Nuestra Señora de Gracia.
Curiosamente, dos de las hijas bastardas de Fernando de Aragón, María y María Esperanza, fueron monjas de este convento.
2. Arévalo (Ávila):
Uno de los lugares más queridos por Isabel la Católica fue Arévalo, ya que allí fue donde pasó su infancia. El Palacio del Real, donde vivió junto a su madre y su hermano ya no existe, pero el municipio conserva algunos de los edificios que ya existían en aquella época, como la Ermita de la Lugareja, considerada uno de los monumentos mudéjares más destacados, o el Castillo de Arévalo, que se construyó en el siglo XV y que fue propiedad de los Reyes Católicos.
3. Segovia:
En 1461, con solo 10 años, Isabel y su hermano Alfonso fueron reclamados a la corte segoviana por su hermanastro el Rey Enrique IV, que iba a ser padre.
Segovia era el lugar donde se ubicaba tradicionalmente la residencia de los Trastámara, la línea real a la que pertenecía Isabel. Fue, además, el lugar donde ésta se coronó reina años más tarde.
En la ciudad castellana hay varios lugares relacionados con Isabel I de Castilla, aunque destaca sobre todos el Alcázar, que fue una de las residencias favoritas de los Reyes Católicos.
4. Ocaña (Toledo):
Una vez que Isabel fue proclamada heredera y Princesa de Asturias por el Tratado de los Toros de Guisando, se trasladó a vivir a Ocaña, municipio de procedencia de dos de sus mayores apoyos: Gonzalo Chacón y Diego Gutiérrez de Cárdenas. Es allí donde la futura reina conoció al que sería su marido, Fernando de Aragón.
Uno de los lugares de Ocaña más ligados a Isabel la Católica es el Palacio de los Cárdenas, construido en estilo gótico y detalles mudéjares, aunque ese es solo uno de sus bonitos monumentos.
5. Valladolid:
El Palacio e los Vivero de Valladolid fue el lugar en el que contrajeron matrimonio los Reyes Católicos en 1469.
El enlace nupcial, al que se oponía Enrique IV y que había sido negociado en secreto, se realizó después de que Isabel se escapara de Ocaña, donde el noble Juan Pacheco la vigilaba, y de que Fernando llegara a Castilla de forma clandestina haciéndose pasar por un criado.
Después de la ceremonia, Isabel y Fernando pasaron su luna de miel en el Castillo de Fuensaldaña, a escasos kilómetros de la ciudad.
6. Dueñas (Palencia):
Después de casarse, los Reyes Católicos se trasladaron al Palacio de los Condes de Buendía, en Dueñas, donde nació su primogénita Isabel. Este Palacio se encuentra en ruinas, aunque sí permanece en buen estado la Iglesia de Santa María de la Asunción, donde la infanta fue bautizada.
7. Toledo:
Isabel mandó construir el Monasterio de San Juan de los Reyes en Toledo para servir de panteón real, aunque finalmente no sirvió para este fin, para celebrar el nacimiento de su hijo Juan y para conmemorar la victoria en la Batalla de Toro, en la que se disputaba la sucesión al trono de Castilla.
Es uno de los monumentos construidos en estilo gótico isabelino más importantes de España.
8. Ávila:
Ávila vivió momentos de prosperidad gracias a las idas y venidas de la corte, ya que los Reyes Católicos hicieron del Real Monasterio de Santo Tomás su residencia de verano.
El príncipe Juan, único heredero varón de los monarcas, fue enterrado en este lugar cuando murió prematuramente.
Actualmente aún se conserva el sarcófago de mármol que mandó construir su madre, aunque los restos mortales han desaparecido.
9. Granada:
Una de las metas de Isabel y Fernando era lograr la rendición de Granada, el último de los reinos musulmanes de la Península. Lo lograron en 1492 y, unos pocos años más tarde, la Corte se instaló en la ciudad.
El lugar relacionado con los Reyes Católicos más significativo de Granada es la Capilla Real, donde están enterrados los monarcas, su hija Juana y Felipe el Hermoso.
10. Medina del Campo (Valladolid):
Isabel murió en 1504, a los 53 años, en el Palacio Testamentario de Medina del Campo. Se llama así al Palacio porque en este lugar fue donde la Reina realizó su testamento.Palacio Testamentario
El edificio original fue destruido a lo largo de los siglos. El actual es una reproducción de aquél.
A lo largo de los siglos, a Juana I de Castilla se le ha diagnosticado desde esquizofrenia a psicosis. Bajo ese pretexto, su padre y su hijo la mantuvieron encerrada casi cincuenta años pero, ¿y si fuera solo una mujer independiente en una época en la que no podía serlo?
Juana I de Castilla. La primera en reinar en los territorios que juntos conformaron España. Una de las mujeres más poderosas de su tiempo, cuya historia aún sigue cautivando. Una reina que, aunque nunca mostró ni el hambre ni el talento político de su madre, tuvo tiempo para la grandeza. Juana la Loca. De entrada, como apodo, conjura una inmediata escala de fascinación, pero si esa locura es fruto de una pasión delirante, de un amor fou, que llamó Bretón a ese fervor que es vértigo y estrago, el sobrenombre resulta arrebatador. Con él ha pasado a la Historia pero, ¿realmente lo fue?
Buscar una explicación para la conducta de alguien que lleva siglos bajo tierra es, cuando menos, tarea arriesgada, pero cada vez son más numerosas las investigaciones que ponen en entredicho que Juana la Loca mereciese tal apodo, apostando por un análisis de sus actos y decisiones desde una perspectiva más feminista de . De hecho, Cristina Segura, catedrática de la Complutense y autora de Utilización política de la imagen de la reina Juana I de Castilla, concluye que, incluso en sus momentos vitales más críticos, actuó con notable lucidez y lealtad para con los suyos. «Tradicionalmente se ha insistido en sus actos de locura, su suciedad, su no comer o su reclusión. ¿Por qué no su austeridad, sus penitencias?», se pregunta.
Nacida en Toledo el 6 de noviembre de 1479, Juana de Castilla recibió una educación esmerada de orientación humanista por empeño de su madre, Isabel «la Católica» , quien bien sabía lo complicado que era para una mujer progresar en una sociedad dominada por los hombres. Pronto, la Infanta castellana destacó en el dominio de las lenguas romances y el latín, en interpretación musical y en danza. Era, en consecuencia, la educación típica de un miembro secundario de la Familia Real . No en vano, Juana de Castilla fue una niña normal que no dio prueba de sufrir ningún tipo de trastorno mental hasta la madurez.
Para empezar, ya desde niña dio muestras de indómita conducta. Los historiadores cuentan que se encaraba frecuentemente con su madre, Isabel la Católica, quien dejó escrito que nunca llegó a entenderla ni a dirigirla. Juana se negaba a comer cuando se disgustaba y se resistía a confesarse o a ir a los oficios religiosos, actitud esta última que mantuvo toda su vida. Como tercera en la línea de sucesión de los Reyes Católicos, no estaba llamada al trono, pero sí lo estaba a afianzar el poder geopolítico que ambicionaba su madre. En una alianza estratégica contra Francia, Isabel la promete con el hijo de Maximiliano de Austria, que pasaría a la historia con el nombre de Felipe el Hermoso. Recién cumplidos los dieciséis años, acompañada por quince mil soldados y noventa oficiales, Juana viaja a la corte de los Países Bajos para casarse con él. Su prometido ni siquiera fue a recibirla pero, al conocerla, cuentan que se enamoraron de inmediato. Poco después, él mismo la bautizó como Juana la Terrible.
Aunque a ella le duraría de por vida, el fervor de Felipe no tardó en evaporarse. Aprovechando unos coléricos ataques de celos –cimentados en el hecho de que su marido comenzó pronto a retozar con cualquier mujer que se le antojaba– y el ansia de poder que el de Flandes compartía con Fernando el Católico, ambos comenzaron a alimentar la leyenda de que Juana no estaba en sus cabales y que, por tanto, no era apta para ocupar el trono. Curiosamente, Isabel, en vísperas de su muerte en el año 1504, no cedió la regencia de Castilla a ninguno de los dos. Confió en su hija, pese a indicar en el testamento que no reinaría si algo la incapacitaba y a que el temperamento airado de Juana –con tendencia a incurrir en el desacato–también le acarreó numerosos disgustos en los últimos años de su vida.
A la muerte de Isabel, las luchas de poder entre Felipe y Fernando por saber quién asumiría la corona de Castilla se hicieron aún más patentes. El segundo asumió la regencia hasta que ambos llegaron de Flandes, pero Felipe logró el apoyo de la nobleza castellana –para ello, cuentan que quiso destacar la locura de Juana y la obligó a recibirlos a oscuras, pero que ella se mostró lúcida– y consiguió convertirse en rey de Castilla. Aunque por poco tiempo: sin quedar claro si lo finiquitó un virus, un veneno o el colapso al beber un vaso de agua helada tras jugar un partido de pelota, apenas diez semanas después de su coronación, muere el Hermoso. Aunque ya había recibido sepultura en la Cartuja de Miraflores, Juana decide cumplir la voluntad de su esposo, desenterrarlo y llevar sus restos a Granada, como él había dispuesto. Durante meses, la reina no se separó del féretro de su marido y padre de sus seis hijos, y el cortejo fúnebre viajó por tierras castellanas de noche, entre incienso, velas, cánticos y nobles armados.
Esta imagen, mitad espanto, mitad esplendor, asienta la hipótesis de la locura que sus actos habían apuntalado antes. Pero ¿y si, como proponen algunas historiadoras como Milagros Rivera, esta santa compaña fuera fruto de la decisión de Juana de mantener el cuerpo insepulto de su marido, algo que por ley le evitaba un nuevo matrimonio forzado por su padre? Enterrar al Hermoso junto a la Católica garantizaba sus derechos y los de sus descendientes, y ganaba tiempo para que su primogénito, Carlos I (o V, si prefieren) tuviera edad suficiente para reinar.
De hecho, después de tratar de reinar por sí misma en Castilla, alegando su supuesta locura, Fernando la confinó en Tordesillas, un encierro que también evitaba unas segundas nupcias que su padre no deseaba. Pretendientes no le faltaban a Juana, entre otros el díscolo Enrique VII, fundador de la dinastía de los Tudor, cuyo testimonio contradice la leyenda negra: «…aunque su marido y los que venían con ella la hacían loca, yo no la vi sino cuerda». Años más tarde, su hijo Carlos se benefició de la inestabilidad mental de su madre para hacerse con los títulos que le pertenecían y asumió el poder en 1516. Sin embargo, Juana nunca fue declarada incapaz por las Cortes de Castilla, por lo que mantuvo el título de reina y aunque ella no ejercieron como tal, oficialmente, ambos correinaron. «La imagen de la loca de Tordesillas era conveniente para justificar su apartamiento del poder. La locura de Juana era una táctica para desautorizarla y para justificar las discrepancias que en algunos momentos de su vida aparecían al entrar en conflicto los dos cuerpos que debía de soportar y que en su caso estaban en conflicto. Para Isabel, la locura justificaba las desobediencias de su hija y su escaso interés por el poder político. Para su marido, era la vía necesaria para llegar al gobierno de Castilla. Para Fernando, la locura de su hija le facilitaba el cumplimiento del testamento de Isabel la Católica y su ejercicio del poder en Castilla», escribe Cristina Segura.
Durante 46 largos años, la reina permaneció encerrada en Tordesillas, con el beneplácito de su padre primero y de su hijo después. Algunos testimonios de la época denuncian las condiciones en las que mantuvieron a Juana y a Catalina, su hija pequeña nacida ya muerto Felipe, que permaneció allí con ella hasta su matrimonio. Tanto Fernando como Carlos pusieron un gran empeño en justificar el encierro de Juana, además de en borrar cualquier testimonio que pudiera cuestionar su incapacidad mental, algo esencial para justificar que no ocupase el trono castellano. Sin embargo, esas dudas existían entre los adversarios del nuevo monarca. Los comuneros, que no aceptaban que Carlos –que ni siquiera conocía el idioma– ocupase el trono de Castilla, llegaron hasta Juana, pieza fundamental para justificar su revuelta. Ella, con unas intervenciones cuerdas y sosegadas, se dirigió al pueblo con estas palabras: «Yo tengo mucho amor a todas las gentes y pesaríame mucho cualquier daño o mal que hayan recibido». Aunque quisieron demostrar que no estaba loca, la liberaron y lograron cierta respuesta por su parte, no quiso asumir el trono y no lograron que firmase ningún papel. El movimiento comunero fue reprimido y Juana volvió a su encierro.
Durante siglos, la figura de Juana ha sido analizada con gran interés por parte de los historiadores. En el siglo XIX, Gustav Bergenroth fue uno de los primeros en plantear que Juana no estaba loca y que fue víctima de un complot para arrebatarle el trono de Castilla. Aunque pocos dudan de que padecía algún tipo de trastorno –se le ha diagnosticado desde depresión severa hasta esquizofrenia o psicosis, e incluso en vida se planteó que estuviera endemoniada–, la mayoría de las líneas investigadoras apuntan a que las circunstancias en las que vivió influyeron profundamente en un carácter ya inestable desde niña.
Antecedentes de locura en la familia:
El carácter de Juana «la Loca» oscilaba rápidamente entre la euforia y la melancolía. Los expertos se inclinan por pensar que pudiera sufrir algún tipo de trastorno obsesivo compulsivo o incluso una bipolaridad, nada lo bastante grave como para ser privada del trono. Sin embargo, la dinastía de los Trastámara tiene un antecedente directo de alguien con problemas mentales en la figura de Isabel de Portugal, madre de Isabel «la Católica».
Muerto Juan II y tras la ascensión al trono de Enrique, Isabel sintió tanto su pérdida que fue supuestamente acometida de una enajenación mental, por lo cual fue confinada junto a sus dos hijos, su madre y un pequeño número de sirvientes, al castillo de la villa de Arévalo. Muy similar al caso de Juana la Loca, su abuela Isabel de Portugal también presentaba un clínico de depresiones y actitud melancólica. Y de la misma forma, también es complicado saber si existió realmente algún tipo de trastorno mental tras su súbita reclusión.
Aunque la historia no pueda cambiarse, sí que se transforman los ojos con los que la miramos. Siglos después, lo que desde los libros de texto se nos planteaba como una verdad incuestionable, puede que no lo sea tanto. De hecho, hace unos meses, el Museo del Prado invitaba a actualizar la obra Doña Juana la Loca pintada por Francisco Pradilla en el siglo XIX con una cartela más contemporánea, adaptada a la nueva realidad. Quizá Juana no estaba tan loca y fue víctima de las ambiciones de poder de su padre, su marido y su hijo en un momento en el que la voz de la mujer no era escuchada. Quizá no fue un sujeto pasivo y alienado, sino una mujer responsable de sus decisiones, capaz de construir(se) un espacio propio de libertad que, siglos después, contemplamos con otra mirada.
Juana I de Castilla murió el Viernes Santo de 1555, a los 76 años, tras haber permanecido confinada casi medio siglo. Francisco de Borja atestiguó que sus últimas y balbuceantes palabras habían sido "Jesucristo crucificado, ayúdame". Juana luchó durante toda su vida para ser una buena hija, esposa y madre. Aceptó que enfermaba con frecuencia y que, cuando eso ocurría, era incapaz de gobernar sus múltiples reinos. El mayor tributo que puede rendirle la historia es reconocer sus debilidades.
En los últimos años, a la enfermedad mental se unía la física, teniendo grandes dificultades para caminar. Entonces volvió a hablarse de su indiferencia religiosa, llegándose incluso a comentar que podía estar endemoniada. Por ello, su nieto Felipe pidió a un jesuita, que la visitara y averiguara qué había de cierto en todo ello. Después de hablar con ella, el jesuita aseguró que las acusaciones carecían de fundamento y que, dado su estado mental, quizá la reina no había sido tratada adecuadamente. Algo después, tuvo que volver el jesuita a visitarla, pero en esta ocasión para confortarla en el momento de su muerte. Y lo hizo tan bien, que incluso se afirmó que la reina había recuperado la razón, por haber encontrado —dice san Francisco de Borja— muy diferente sentido en las cosas de Dios del que hasta allí se había conocido en su Alteza. Falleció en Tordesillas (Valladolid) en 12 de abril de 1555, a los 76 años.
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El princípio, del final de La Reconquista en España.
En 1212 tiene lugar la batalla de las Navas de Tolosa en la que el Imperio almohade fue derrotado por Alfonso VIII de Castilla y Pedro II de Aragón. En las décadas siguientes reinos cristianos conquistaron casi todas las taifas musulmanas: Jaime I de Aragón conquistó Valencia (1238) el futuro Alfonso X conquistó Sevilla y Alicante (1248). Desde 1230 Castilla y León se unieron definitivamente formando la Corona de Castilla y pactaron la frontera definitiva con la Corona Aragón. La Corona de Castilla conquistó casi todo al-Ándalus menos Granada que subsistió dos siglos más a cambio de pagar parias (impuestos) a Castilla. La Corona de Aragón renunció a las posesiones que había adquirido en el sur de Francia y se expandió por el Mediterráneo apoderándose de Cerdeña, Sicilia y Nápoles. En esa época ya se usaba el término España para referirse a la cultura (lenguas, creencias y costumbres) de los territorios cristianos peninsulares, aunque estuvieran divididos políticamente en varios reinos.
La entrada en la península de un nuevo imperio norteafricano, el almohade, generó inquietud en los reinos cristianos y buscaron ayuda exterior. El papa colaboró y convocó a todos los europeos a una cruzada contra ellos. Se unieron los reinos de Castilla (Alfonso VIII), Aragón (Pedro II), Navarra (Sancho III) y cruzados voluntarios de otros reinos europeos. El reino de León y el de Portugal no lo hicieron por sus disputas con Castilla. El resultado fue la batalla de las Navas de Tolosa (1212), en la que el Imperio almohade fue derrotado. Desde ese momento los reinos de taifas quedaron indefensos y ya no pudieron ofrecer resistencia al avance cristiano. En las décadas siguientes las taifas musulmanas fueron cayendo una tras otra hasta que solo quedó la de Granada.
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Si quieres sabwe más sobre la batalla de Las Navas de Tolosa, pincha en el enlace siguiente:
Las Navas de Tolosa: la batalla decisiva de la reconquista (nationalgeographic.com.es)
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El final de La Reconquista:
En 1212 tiene lugar la batalla de las Navas de Tolosa en la que el Imperio almohade fue derrotado por Alfonso VIII de Castilla y Pedro II de Aragón. En las décadas siguientes reinos cristianos conquistaron casi todas las taifas musulmanas: Jaime I de Aragón conquistó Valencia (1238) el futuro Alfonso X conquistó Sevilla y Alicante (1248). Desde 1230 Castilla y León se unieron definitivamente formando la Corona de Castilla y pactaron la frontera definitiva con la Corona Aragón. La Corona de Castilla conquistó casi todo al-Ándalus menos Granada que subsistió dos siglos más a cambio de pagar parias (impuestos) a Castilla. La Corona de Aragón renunció a las posesiones que había adquirido en el sur de Francia y se expandió por el Mediterráneo apoderándose de Cerdeña, Sicilia y Nápoles. En esa época ya se usaba el término España para referirse a la cultura (lenguas, creencias y costumbres) de los territorios cristianos peninsulares, aunque estuvieran divididos políticamente en varios reinos.
La entrada en la península de un nuevo imperio norteafricano, el almohade, generó inquietud en los reinos cristianos y buscaron ayuda exterior. El papa colaboró y convocó a todos los europeos a una cruzada contra ellos. Se unieron los reinos de Castilla (Alfonso VIII), Aragón (Pedro II), Navarra (Sancho III) y cruzados voluntarios de otros reinos europeos. El reino de León y el de Portugal no lo hicieron por sus disputas con Castilla. El resultado fue la batalla de las Navas de Tolosa (1212), en la que el Imperio almohade fue derrotado. Desde ese momento los reinos de taifas quedaron indefensos y ya no pudieron ofrecer resistencia al avance cristiano. En las décadas siguientes las taifas musulmanas fueron cayendo una tras otra hasta que solo quedó la de Granada.
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Si quieres sabwe más sobre la batalla de Las Navas de Tolosa, pincha en el enlace siguiente:
Las Navas de Tolosa: la batalla decisiva de la reconquista (nationalgeographic.com.es)
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El final de La Reconquista:
La Guerra de Granada.
Con el fin de la Guerra Civil Castellana hacia 1480 y el definitivo asentamiento de Isabel I en el trono, por primera vez se daban en Castilla las condiciones necesarias para realizar la conquista total de Granada, que se veían favorecidas por la crisis política y económica en el Reino Nazarí. Las guerras civiles granadinas eran causadas por las luchas internas entre dos facciones del poder nazarí: los partidarios del emir Abú l-Hasan Alí y de su hermano El Zagal, y los partidarios del hijo del emir, Muhammad XI (Boabdil). Este último, capturado por los castellanos, firmó con Fernando una tregua que confirmaba su vasallaje, al que posteriormente se unirían otros pactos.
A partir de 1484 los Reyes Católicos llevaron a cabo una larga y tenaz serie de asedios en lo que se denominó la Guerra de Granada, utilizando la novedosa artillería que condujo a la toma progresiva de las plazas granadinas una tras otra.
Los reyes castellanos recogieron de tiempos pasados la justificación ideológica que preconizaba la recuperación de tierras usurpadas por los musulmanes, enemigos de la fe católica; recogieron también los procedimientos militares de convocatoria, reunión y mantenimiento de las huestes, así como las ideas para lograr ayuda económica del Reino a través del Papa, del clero y de los empréstitos y Cortes o hermandad. De los tiempos modernos podemos enumerar el auge extraordinario de artillería, el esfuerzo para aumentar y reglamentar el número de peones y mil detalles más, tanto en la organización del ejército como en la técnica de combate. La guerra se convirtió en acontecimiento internacional importante, como única réplica a la agresividad turca, señaló la voluntad de los Reyes Católicos de convertir a sus reinos en el brazo armado de la cristiandad.
Sobre el solitario reino de la media luna se abalanzaron las tropas de las Coronas de Castilla y Aragón, en la culminación del viejo sueño de la Reconquista.
La conquista de Málaga:
La cruenta conquista de Málaga (en agosto de 1487) privó al territorio sureño de su principal puerto y acabó para siempre con el espejismo de una posible ayuda militar de los reinos musulmanes del Magreb. La toma de Baza, en el otro extremo del reino, marcó asimismo un punto de inflexión. Quedaba claro que no se trataba de una guerra tradicional, basada en campañas veraniegas: aquella era una guerra total. Sólo continuaban resistiendo Granada y algunas escasas comarcas circundantes, y fue en esta zona en la que se concentraron Fernando e Isabel. Ambos esposos, los Reyes Católicos, habían establecido pactos secretos con el rey granadino Boabdil por los que éste se comprometía a rendir la capital tan pronto como las circunstancias lo permitiesen.
Al último sultán granadino le tocó vivir un periodo convulso en el que tuvo que afrontar sangrientas luchas por el poder entre diferentes facciones de Granada así como la larga ofensiva militar de los Reyes Católicos.
Sin embargo, llegado el momento, Boabdil no pudo, o no quiso, cumplir con su parte del trato. La existencia en Granada de un sector intransigente, cerrado a toda negociación, le impedía revelar el acuerdo y le obligaba a mantener la guerra hasta el final, esperando, quizás, una intervención exterior que nunca habría de llegar, pues los imperios islámicos más fuertes estaba demasiado alejados geográficamente e interesados en sus propios asuntos.
Las Capitulaciones de Granada fueron muy ventajosas para Boabdil y sus súbditos, pues estipulaban el perdon para todos los resistentes, el respeto a sus propiedades, leyes, lengua e incluso religión. Sin embargo, poco tiempo más tarde, debido a diversas presiones, todo fue papel mojado y la corona impuso nuevos gravámenes e intentó convertir al cristianismo a los musulmanes.
La presión de las fuerzas combinadas de Castilla y Aragón se dirigió frontalmente sobre la capital a fin de acabar con la resistencia mediante un solo golpe. En el mes de julio, en pleno bloqueo de Granada, un incendio arrasó el campamento de los reyes; según algunas fuentes, la propia Isabel estuvo a punto de morir carbonizada en su tienda, donde al parecer se inició el fuego.
Isabel, en vez de ordenar su desalojo, mandó levantar una nueva población, que tomó el llamativo nombre de Santa Fe. Desde esta estratégica posición las tropas castellanas podían realizar continuas razias sobre los desprevenidos pobladores de la Vega, que rápidamente fueron abandonando sus casas para protegerse tras las fortificaciones granadinas. Así, no sólo se privaba a los nazaríes de provisiones, sino que los sitiadores se aseguraban de que, al aumentar sin tregua la población refugiada tras las murallas de Granada, el hambre se apoderaría rápidamente de la ciudad.
Asedio de Granada:
Los musulmanes, perdidas todas las esperanzas, se veían abocados a un durísimo asedio, que podía concluir como el de Málaga, con la muerte y la esclavitud de buena parte de la población. El final llegó por el hambre, por la presión militar y, por supuesto, por el soborno a varios notables cortesanos nazaríes, a los que se prometió conservar sus propiedades y su posición social y concederles determinadas mercedes.
El 25 de noviembre de 1491 se formalizaban las condiciones de rendición o capitulaciones en el campamento real de la Vega, cerca de Santa Fe. El 2 de enero de 1492 las tropas cristianas entraron en la ciudad, precedidas por varios destacamentos que tomaron las principales fortalezas y torres del recinto amurallado.
Tras año y medio de continuos combates, el 2 de enero de 1492 se producía la rendición de Granada. Boabdil ‘el Chico’ tuvo que entregar las llaves de la ciudad a los Reyes Católicos. Boabdil se trasladó a la zona de las Alpujarras, no sin antes derramar amargas lágrimas por la pérdida de lo que había sido su reino, haciendo célebre la frase que le diría su madre que dice “llora como mujer lo que no has sabido defender como hombre”. Más tarde se trasladó a Marruecos, poniendo fin a ocho siglos de reconquista.
Con la Reconquista de Granada en 1492, finaliza la época de dominación musulmana en la península ibérica y se fortalece España como potencia mundial.
Desaparición del Emirato Nazarí:
Es importante saber cómo se cumplieron las capitulaciones: Para el musulmán vencido se abrían dos caminos: emigrar o permanecer. Para irse hubieron muchas facilidades de transporte hacia África; para quien decidió quedarse, podía establecerse en cualquier otro lugar de Castilla, pero su situación de oprimido se hacía muy patente y no les dejaba muchas ganas de vivir en otro sitio que no fuera su país de origen. Entre vencedores y vencidos hubo, especialmente durante aquellos primeros años, un verdadero abismo cultural e ideológico.
La desaparición legal de Granada como sociedad islámica ocurrió entre 1499 y 1501. Los acontecimientos que acaecieron estos años son absolutamente originales en sus motivaciones, alcance y generalidad. Los mudéjares no recibieron garantías suficientes que aseguraran su vida dentro del Islam como hasta entonces, por lo que viéndose amenazados se dio una conversión en masa de los moros de los arrabales y la Vega granadina. Los alpujarreños, por otro lado, se alzaron en armas en 1500, a lo que sucedieron más alzamientos en Níjar y Velefique, en las serranías de Ronda y Villaluenga. Para julio de ese mismo año, los Reyes Católicos habían pacificado las sublevaciones granadinas, y prohibieron a todos los musulmanes su estancia en el país, para no estorbar el adoctrinamiento de los cristianos nuevos o moriscos; así pues, destruyeron todos los libros islámicos y forzaron las conversiones.
En la repoblación cristiana, la Corona tuvo el control sobre las casas y tierras, se podían comprar las tierras y se hizo un reparto reglamentado de éstas en todos los lugares donde la población musulmana hubo de salir a tenor de las cláusulas de las capitulaciones. Por último debe tenerse en cuenta la alteración que la conquista y sus consecuencias introdujeron en el sistema económico del país. Hubo un gigantesco trasvase de bienes acompañado de la sustitución parcial de la mentalidad y unas técnicas del que hacer productivo, por otras. En el ámbito agrario lo musulmán y lo castellano coexistieron durante años.
Con la conquista de Granada, los Reyes Católicos pusieron fin a ocho siglos de dominio político musulmán en la Península, concluyendo el proceso secular que se conoce como Reconquista, definidor en gran medida de la evolución política, económica, social y cultural de los reinos ibéricos durante toda la Edad Media.
La filosofía:
En el siglo V los textos de San Agustín fueron la base de todo el pensamiento medieval. Aristóteles fue redescubierto en Occidente y Santo Tomás de Aquino trató de conciliar su pensamiento con la doctrina cristiana aceptando la razón como forma de interpretación y un instrumento para llegar a Dios. En su obra la Suma teológica, describe racionalmente los dogmas cristianos. Las graves crisis de los siglos XIV y XV (la peste, el hambre y las guerras) provocaron un cambio en el pensamiento medieval tornándolo más terrenal. El inglés Roger Bacon expuso una filosofía más experimental que empezaba a diferenciarse claramente del pensamiento religioso y la teología.
El pre-renacimiento:
A fines del siglo XIII surgió en Italia un notable movimiento literario cuyos principales exponentes fueron Dante Alighieri (1265-1321), Francisco Petrarca (1304-1374) y Giovanni Bocaccio (1313-1375). Los tres parten de la tradición grecorromana para tocar temas de su tiempo poniendo el acento en la problemática humana y alejándose de la temática estrictamente religiosa. En La divina comedia Dante relata su viaje imaginario a los distintos ámbitos del infierno guiado por el poeta Virgilio. Luego ingresa al cielo en compañía de Beatriz, la mujer amada, y dialoga con quienes disfrutan de la vida eterna. La obra de Petrarca influyó notablemente sobre los poetas de su tiempo. Obras como África, dedicada a la Segunda Guerra Púnica, o sonetos a Laura, dedicada a su amada, marcaron el estilo poético de su tiempo. A Bocaccio se lo recuerda por ser el autor del Decamerón, una colección de cien novelas, en las que 10 jóvenes, siete muchachas y tres muchachos se refugian en el campo para huir de la Peste Negra de 1348 y cada uno de ellos cuenta diez historias.
Mientras el sistema feudal se basaba en la producción agraria y no necesitaba ni moneda ni de los intercambios comerciales porque se autoabastecía, el sistema de los burgos se orientó hacia la producción de mercaderías y al comercio. Los artesanos se especializaron e incorporaron a sus productos nuevos materiales que venían de tierras lejanas.
Las ciudades eran centros de producción e intercambio. La gente buscaba en sus mercados los productos locales, pero también los importados. Muchos mercaderes comenzaron a montar flotas para ir a buscar esos productos y aunque los viajes eran bastante peligrosos por la amenaza de los piratas, valía la pena arriesgarse porque las ganancias eran enormes.
¿Cómo surgieron los banqueros?
El dinero acumulado por estos mercaderes y productores fue mucho, y así fue naciendo una nueva clase a la que se llamó alta burguesía, que pronto incorporó una nueva actividad: la creación de bancos que prestaban dinero a interés. Si un banquero tenía una oficina en Florencia y otra en Venecia, uno podía depositar el dinero en Venecia y recibía un papel que le permitía retirar la misma cantidad en Florencia. Así nacieron los cheques. Sólo con firmar un papelito un banquero podía transformarse en un amigo poderoso o enemigo peligroso de los reyes y señores de la época.
¿Cuál era la situación social en las ciudades?
En las ciudades había una clara división entre ricos y pobres, que no era tan tajante como en el campo. Las relaciones en la ciudad eran más igualitarias dentro del marco de una sociedad con fines comunes en los que todos tenían que ver.
En aquella época la Iglesia tenía mucho poder e influencia y era un fuerte factor de unidad y orden social. Este predominio se expresaba físicamente en las catedrales que se construían. Cada ciudad competía con la otra en tener la más alta y la más linda.
¿Cómo eran las catedrales medievales?
La catedral medieval no era sólo una iglesia; era el centro de reunión en el que se celebraban representaciones y fiestas religiosas, donde se guardaban los tesoros y documentos de la ciudad y donde la gente podía refugiarse en caso de peligro. El campanario era el medio de comunicación de la ciudad: no sólo anunciaba las horas, también daba aviso sobre ataques externos o sobre reuniones de importancia. Todos contribuían a su edificación según sus posibilidades: señores, artesanos, mercaderes, banqueros y campesinos.
¿Cómo se pasó del románico al gótico?
El estilo románico era muy sencillo y reflejaba una fe suplicante que pedía a Dios sobre todo protección. Los feligreses se aislaban en la penumbra de lugares más bien pequeños y de gruesas paredes de piedra. El estilo gótico, en cambio, tenía que ver con una nueva fe más abierta y no tan temerosa; abría la Iglesia a la luz, con construcciones lo más altas posibles y dotadas de enormes ventanales. Las catedrales góticas se construían sobre la base de pilares, bóvedas, arbotantes, contrafuertes y agujas, que sostenían al edificio y le daban un aire muy cargado de religiosidad.
¿Qué eran los gremios medievales?
Los mercaderes y artesanos estaban permanentemente amenazados por los ladrones, que ya entonces abundaban, o por los señores de la ciudad, que inventaban impuestos o pleitos para quitarles su dinero. Para defenderse, se pusieron de acuerdo y formaron uniones o gremios para ayudarse entre sí. El gremio de los mercaderes, por ejemplo, se aseguraba de que nadie en la ciudad los defraudara. Fijaba los precios y controlaba la calidad de los productos. El poder de los gremios creció tanto que en algunas ciudades llegaron a disputarle el poder a los señores y hasta gobernarlas por su cuenta.
¿Por qué se produjo la decadencia del feudalismo?
El dinero de los burgueses terminó con las ideas feudales y permitió armar ejércitos propios demostrando que ya no necesitaban de la protección de los señores. Los caballeros feudales se negaban a admitir la nueva realidad formando órdenes de caballería. Esto hacía pensar a la gente que los señores seguían siendo igual de poderosos e importantes. Para poder seguir disfrutando de sus riquezas, tuvieron que admitir que el poder político se les iba de las manos hacia la de las burguesías nacientes en toda Europa.
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Las Cruzadas en la Edad Media.
Origen:
Cruzadas. Se designan con este nombre las expediciones que, bajo el patrocinio de la Iglesia emprendieron los cristianos contra el Islam con el fin de rescatar el Santo Sepulcro y para defender luego el reino cristiano de Jerusalén.
La palabra "Cruzada" fue la "guerra a los infieles o herejes, hecha con asentimiento o en defensa de la Iglesia".
Aunque durante la Edad Media las guerras de esta naturaleza fueron frecuentes y numerosas, sólo han conservado la denominación de "Cruzada" las que se emprendieron desde 1095 a 1270.
Con el fin de la Guerra Civil Castellana hacia 1480 y el definitivo asentamiento de Isabel I en el trono, por primera vez se daban en Castilla las condiciones necesarias para realizar la conquista total de Granada, que se veían favorecidas por la crisis política y económica en el Reino Nazarí. Las guerras civiles granadinas eran causadas por las luchas internas entre dos facciones del poder nazarí: los partidarios del emir Abú l-Hasan Alí y de su hermano El Zagal, y los partidarios del hijo del emir, Muhammad XI (Boabdil). Este último, capturado por los castellanos, firmó con Fernando una tregua que confirmaba su vasallaje, al que posteriormente se unirían otros pactos.
A partir de 1484 los Reyes Católicos llevaron a cabo una larga y tenaz serie de asedios en lo que se denominó la Guerra de Granada, utilizando la novedosa artillería que condujo a la toma progresiva de las plazas granadinas una tras otra.
Los reyes castellanos recogieron de tiempos pasados la justificación ideológica que preconizaba la recuperación de tierras usurpadas por los musulmanes, enemigos de la fe católica; recogieron también los procedimientos militares de convocatoria, reunión y mantenimiento de las huestes, así como las ideas para lograr ayuda económica del Reino a través del Papa, del clero y de los empréstitos y Cortes o hermandad. De los tiempos modernos podemos enumerar el auge extraordinario de artillería, el esfuerzo para aumentar y reglamentar el número de peones y mil detalles más, tanto en la organización del ejército como en la técnica de combate. La guerra se convirtió en acontecimiento internacional importante, como única réplica a la agresividad turca, señaló la voluntad de los Reyes Católicos de convertir a sus reinos en el brazo armado de la cristiandad.
Sobre el solitario reino de la media luna se abalanzaron las tropas de las Coronas de Castilla y Aragón, en la culminación del viejo sueño de la Reconquista.
La conquista de Málaga:
La cruenta conquista de Málaga (en agosto de 1487) privó al territorio sureño de su principal puerto y acabó para siempre con el espejismo de una posible ayuda militar de los reinos musulmanes del Magreb. La toma de Baza, en el otro extremo del reino, marcó asimismo un punto de inflexión. Quedaba claro que no se trataba de una guerra tradicional, basada en campañas veraniegas: aquella era una guerra total. Sólo continuaban resistiendo Granada y algunas escasas comarcas circundantes, y fue en esta zona en la que se concentraron Fernando e Isabel. Ambos esposos, los Reyes Católicos, habían establecido pactos secretos con el rey granadino Boabdil por los que éste se comprometía a rendir la capital tan pronto como las circunstancias lo permitiesen.
Al último sultán granadino le tocó vivir un periodo convulso en el que tuvo que afrontar sangrientas luchas por el poder entre diferentes facciones de Granada así como la larga ofensiva militar de los Reyes Católicos.
Sin embargo, llegado el momento, Boabdil no pudo, o no quiso, cumplir con su parte del trato. La existencia en Granada de un sector intransigente, cerrado a toda negociación, le impedía revelar el acuerdo y le obligaba a mantener la guerra hasta el final, esperando, quizás, una intervención exterior que nunca habría de llegar, pues los imperios islámicos más fuertes estaba demasiado alejados geográficamente e interesados en sus propios asuntos.
Las Capitulaciones de Granada fueron muy ventajosas para Boabdil y sus súbditos, pues estipulaban el perdon para todos los resistentes, el respeto a sus propiedades, leyes, lengua e incluso religión. Sin embargo, poco tiempo más tarde, debido a diversas presiones, todo fue papel mojado y la corona impuso nuevos gravámenes e intentó convertir al cristianismo a los musulmanes.
La presión de las fuerzas combinadas de Castilla y Aragón se dirigió frontalmente sobre la capital a fin de acabar con la resistencia mediante un solo golpe. En el mes de julio, en pleno bloqueo de Granada, un incendio arrasó el campamento de los reyes; según algunas fuentes, la propia Isabel estuvo a punto de morir carbonizada en su tienda, donde al parecer se inició el fuego.
Isabel, en vez de ordenar su desalojo, mandó levantar una nueva población, que tomó el llamativo nombre de Santa Fe. Desde esta estratégica posición las tropas castellanas podían realizar continuas razias sobre los desprevenidos pobladores de la Vega, que rápidamente fueron abandonando sus casas para protegerse tras las fortificaciones granadinas. Así, no sólo se privaba a los nazaríes de provisiones, sino que los sitiadores se aseguraban de que, al aumentar sin tregua la población refugiada tras las murallas de Granada, el hambre se apoderaría rápidamente de la ciudad.
Asedio de Granada:
Los musulmanes, perdidas todas las esperanzas, se veían abocados a un durísimo asedio, que podía concluir como el de Málaga, con la muerte y la esclavitud de buena parte de la población. El final llegó por el hambre, por la presión militar y, por supuesto, por el soborno a varios notables cortesanos nazaríes, a los que se prometió conservar sus propiedades y su posición social y concederles determinadas mercedes.
El 25 de noviembre de 1491 se formalizaban las condiciones de rendición o capitulaciones en el campamento real de la Vega, cerca de Santa Fe. El 2 de enero de 1492 las tropas cristianas entraron en la ciudad, precedidas por varios destacamentos que tomaron las principales fortalezas y torres del recinto amurallado.
Tras año y medio de continuos combates, el 2 de enero de 1492 se producía la rendición de Granada. Boabdil ‘el Chico’ tuvo que entregar las llaves de la ciudad a los Reyes Católicos. Boabdil se trasladó a la zona de las Alpujarras, no sin antes derramar amargas lágrimas por la pérdida de lo que había sido su reino, haciendo célebre la frase que le diría su madre que dice “llora como mujer lo que no has sabido defender como hombre”. Más tarde se trasladó a Marruecos, poniendo fin a ocho siglos de reconquista.
Con la Reconquista de Granada en 1492, finaliza la época de dominación musulmana en la península ibérica y se fortalece España como potencia mundial.
Desaparición del Emirato Nazarí:
Es importante saber cómo se cumplieron las capitulaciones: Para el musulmán vencido se abrían dos caminos: emigrar o permanecer. Para irse hubieron muchas facilidades de transporte hacia África; para quien decidió quedarse, podía establecerse en cualquier otro lugar de Castilla, pero su situación de oprimido se hacía muy patente y no les dejaba muchas ganas de vivir en otro sitio que no fuera su país de origen. Entre vencedores y vencidos hubo, especialmente durante aquellos primeros años, un verdadero abismo cultural e ideológico.
La desaparición legal de Granada como sociedad islámica ocurrió entre 1499 y 1501. Los acontecimientos que acaecieron estos años son absolutamente originales en sus motivaciones, alcance y generalidad. Los mudéjares no recibieron garantías suficientes que aseguraran su vida dentro del Islam como hasta entonces, por lo que viéndose amenazados se dio una conversión en masa de los moros de los arrabales y la Vega granadina. Los alpujarreños, por otro lado, se alzaron en armas en 1500, a lo que sucedieron más alzamientos en Níjar y Velefique, en las serranías de Ronda y Villaluenga. Para julio de ese mismo año, los Reyes Católicos habían pacificado las sublevaciones granadinas, y prohibieron a todos los musulmanes su estancia en el país, para no estorbar el adoctrinamiento de los cristianos nuevos o moriscos; así pues, destruyeron todos los libros islámicos y forzaron las conversiones.
En la repoblación cristiana, la Corona tuvo el control sobre las casas y tierras, se podían comprar las tierras y se hizo un reparto reglamentado de éstas en todos los lugares donde la población musulmana hubo de salir a tenor de las cláusulas de las capitulaciones. Por último debe tenerse en cuenta la alteración que la conquista y sus consecuencias introdujeron en el sistema económico del país. Hubo un gigantesco trasvase de bienes acompañado de la sustitución parcial de la mentalidad y unas técnicas del que hacer productivo, por otras. En el ámbito agrario lo musulmán y lo castellano coexistieron durante años.
Con la conquista de Granada, los Reyes Católicos pusieron fin a ocho siglos de dominio político musulmán en la Península, concluyendo el proceso secular que se conoce como Reconquista, definidor en gran medida de la evolución política, económica, social y cultural de los reinos ibéricos durante toda la Edad Media.
Diferentes causas que permitieron el paso del Medievo al Renaccimiento.
La filosofía:
En el siglo V los textos de San Agustín fueron la base de todo el pensamiento medieval. Aristóteles fue redescubierto en Occidente y Santo Tomás de Aquino trató de conciliar su pensamiento con la doctrina cristiana aceptando la razón como forma de interpretación y un instrumento para llegar a Dios. En su obra la Suma teológica, describe racionalmente los dogmas cristianos. Las graves crisis de los siglos XIV y XV (la peste, el hambre y las guerras) provocaron un cambio en el pensamiento medieval tornándolo más terrenal. El inglés Roger Bacon expuso una filosofía más experimental que empezaba a diferenciarse claramente del pensamiento religioso y la teología.
El pre-renacimiento:
A fines del siglo XIII surgió en Italia un notable movimiento literario cuyos principales exponentes fueron Dante Alighieri (1265-1321), Francisco Petrarca (1304-1374) y Giovanni Bocaccio (1313-1375). Los tres parten de la tradición grecorromana para tocar temas de su tiempo poniendo el acento en la problemática humana y alejándose de la temática estrictamente religiosa. En La divina comedia Dante relata su viaje imaginario a los distintos ámbitos del infierno guiado por el poeta Virgilio. Luego ingresa al cielo en compañía de Beatriz, la mujer amada, y dialoga con quienes disfrutan de la vida eterna. La obra de Petrarca influyó notablemente sobre los poetas de su tiempo. Obras como África, dedicada a la Segunda Guerra Púnica, o sonetos a Laura, dedicada a su amada, marcaron el estilo poético de su tiempo. A Bocaccio se lo recuerda por ser el autor del Decamerón, una colección de cien novelas, en las que 10 jóvenes, siete muchachas y tres muchachos se refugian en el campo para huir de la Peste Negra de 1348 y cada uno de ellos cuenta diez historias.
Mientras el sistema feudal se basaba en la producción agraria y no necesitaba ni moneda ni de los intercambios comerciales porque se autoabastecía, el sistema de los burgos se orientó hacia la producción de mercaderías y al comercio. Los artesanos se especializaron e incorporaron a sus productos nuevos materiales que venían de tierras lejanas.
Las ciudades eran centros de producción e intercambio. La gente buscaba en sus mercados los productos locales, pero también los importados. Muchos mercaderes comenzaron a montar flotas para ir a buscar esos productos y aunque los viajes eran bastante peligrosos por la amenaza de los piratas, valía la pena arriesgarse porque las ganancias eran enormes.
¿Cómo surgieron los banqueros?
El dinero acumulado por estos mercaderes y productores fue mucho, y así fue naciendo una nueva clase a la que se llamó alta burguesía, que pronto incorporó una nueva actividad: la creación de bancos que prestaban dinero a interés. Si un banquero tenía una oficina en Florencia y otra en Venecia, uno podía depositar el dinero en Venecia y recibía un papel que le permitía retirar la misma cantidad en Florencia. Así nacieron los cheques. Sólo con firmar un papelito un banquero podía transformarse en un amigo poderoso o enemigo peligroso de los reyes y señores de la época.
¿Cuál era la situación social en las ciudades?
En las ciudades había una clara división entre ricos y pobres, que no era tan tajante como en el campo. Las relaciones en la ciudad eran más igualitarias dentro del marco de una sociedad con fines comunes en los que todos tenían que ver.
En aquella época la Iglesia tenía mucho poder e influencia y era un fuerte factor de unidad y orden social. Este predominio se expresaba físicamente en las catedrales que se construían. Cada ciudad competía con la otra en tener la más alta y la más linda.
¿Cómo eran las catedrales medievales?
La catedral medieval no era sólo una iglesia; era el centro de reunión en el que se celebraban representaciones y fiestas religiosas, donde se guardaban los tesoros y documentos de la ciudad y donde la gente podía refugiarse en caso de peligro. El campanario era el medio de comunicación de la ciudad: no sólo anunciaba las horas, también daba aviso sobre ataques externos o sobre reuniones de importancia. Todos contribuían a su edificación según sus posibilidades: señores, artesanos, mercaderes, banqueros y campesinos.
¿Cómo se pasó del románico al gótico?
El estilo románico era muy sencillo y reflejaba una fe suplicante que pedía a Dios sobre todo protección. Los feligreses se aislaban en la penumbra de lugares más bien pequeños y de gruesas paredes de piedra. El estilo gótico, en cambio, tenía que ver con una nueva fe más abierta y no tan temerosa; abría la Iglesia a la luz, con construcciones lo más altas posibles y dotadas de enormes ventanales. Las catedrales góticas se construían sobre la base de pilares, bóvedas, arbotantes, contrafuertes y agujas, que sostenían al edificio y le daban un aire muy cargado de religiosidad.
¿Qué eran los gremios medievales?
Los mercaderes y artesanos estaban permanentemente amenazados por los ladrones, que ya entonces abundaban, o por los señores de la ciudad, que inventaban impuestos o pleitos para quitarles su dinero. Para defenderse, se pusieron de acuerdo y formaron uniones o gremios para ayudarse entre sí. El gremio de los mercaderes, por ejemplo, se aseguraba de que nadie en la ciudad los defraudara. Fijaba los precios y controlaba la calidad de los productos. El poder de los gremios creció tanto que en algunas ciudades llegaron a disputarle el poder a los señores y hasta gobernarlas por su cuenta.
¿Por qué se produjo la decadencia del feudalismo?
El dinero de los burgueses terminó con las ideas feudales y permitió armar ejércitos propios demostrando que ya no necesitaban de la protección de los señores. Los caballeros feudales se negaban a admitir la nueva realidad formando órdenes de caballería. Esto hacía pensar a la gente que los señores seguían siendo igual de poderosos e importantes. Para poder seguir disfrutando de sus riquezas, tuvieron que admitir que el poder político se les iba de las manos hacia la de las burguesías nacientes en toda Europa.
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Las Cruzadas en la Edad Media.
Origen:
Cruzadas. Se designan con este nombre las expediciones que, bajo el patrocinio de la Iglesia emprendieron los cristianos contra el Islam con el fin de rescatar el Santo Sepulcro y para defender luego el reino cristiano de Jerusalén.
La palabra "Cruzada" fue la "guerra a los infieles o herejes, hecha con asentimiento o en defensa de la Iglesia".
Aunque durante la Edad Media las guerras de esta naturaleza fueron frecuentes y numerosas, sólo han conservado la denominación de "Cruzada" las que se emprendieron desde 1095 a 1270.
Según Molinier, las Cruzadas fueron ocho.
Cuatro a Palestina, dos a Egipto, una a Constantinopla y otra a África del Norte.
Las causas de las Cruzadas deben buscarse, no sólo en el fervor religioso de la época, sino también en la hostilidad creciente del Islamismo, en el deseo de los pontífices de extender la supremacía de la Iglesia católica sobre los dominios del Imperio Bizantino, en las vejaciones que sufrían los peregrinos que iban a Tierra Santa para visitar los Santos Lugares, y en el espíritu aventurero de la sociedad feudal.
Cuatro a Palestina, dos a Egipto, una a Constantinopla y otra a África del Norte.
Las causas de las Cruzadas deben buscarse, no sólo en el fervor religioso de la época, sino también en la hostilidad creciente del Islamismo, en el deseo de los pontífices de extender la supremacía de la Iglesia católica sobre los dominios del Imperio Bizantino, en las vejaciones que sufrían los peregrinos que iban a Tierra Santa para visitar los Santos Lugares, y en el espíritu aventurero de la sociedad feudal.
Cuando los turcos selúcidas (selyúcidas) se establecieron en Asia Menor (1055) destruyendo el Imperio Árabe de Bagdad, el acceso al Santo Sepulcro se hizo totalmente imposible para los peregrinos cristianos.
Alejo I, emperador de Bizancio, lanzó en 1095 una petición de auxilio al Papa de Roma para defender la cristiandad frente al acoso del Islam. Aquella carta desencadenaría una guerra eterna...
Alejo I, emperador de Bizancio, lanzó en 1095 una petición de auxilio al Papa de Roma para defender la cristiandad frente al acoso del Islam. Aquella carta desencadenaría una guerra eterna...
Un gran clamor se levantó por toda Europa, y tanto los grandes señores como los siervos acudieron al llamamiento del papa Urbano II.
Los caballeros aspiraban a combatir para salvar su alma y ganar algún principado, los menestrales soñaban hacer fortuna en el Oriente, país de las riquezas, los siervos deseaban adquirir tierras y libertad.
LA PRIMERA CRUZADA.
En el concilio de Clermont, ciudad situada en el centro de Francia, el papa Urbano II predicó la Primera Cruzada, prometiendo el perdón de los pecados y la eterna bienaventuranza a todos cuantos participasen en la campaña. "Vosotros, los que habéis cometido fratricidio -decía el Santo Padre-, vosotros, los que habéis tomado las armas contra vuestros propios padres, vosotros, los que habéis matado por paga y habéis robado la propiedad ajena, vosotros, los que habéis arruinado viudas y huérfanos, buscad ahora la salvación en Jerusalén.
Si es que queréis a vuestras propias almas, libraos de la culpa de vuestros pecados, que así lo quiere Dios..." "
LA PRIMERA CRUZADA.
En el concilio de Clermont, ciudad situada en el centro de Francia, el papa Urbano II predicó la Primera Cruzada, prometiendo el perdón de los pecados y la eterna bienaventuranza a todos cuantos participasen en la campaña. "Vosotros, los que habéis cometido fratricidio -decía el Santo Padre-, vosotros, los que habéis tomado las armas contra vuestros propios padres, vosotros, los que habéis matado por paga y habéis robado la propiedad ajena, vosotros, los que habéis arruinado viudas y huérfanos, buscad ahora la salvación en Jerusalén.
Si es que queréis a vuestras propias almas, libraos de la culpa de vuestros pecados, que así lo quiere Dios..." "
¡Dios lo quiere! ¡Dios lo quiere!" -gritaron a una voz millares de hombres de todas las clases sociales, reuniéndose en torno del Papa, para recibir cruces de paño rojo que luego fijaban en su hombro izquierdo como señal de que tomaban parte en la campaña.
Pedro el Ermitaño recorrió los burgos y campos de Italia y Francia predicando la Cruzada a los humildes. Era un hombre de pequeña talla, de faz enjuta, larga barba y ojos negros llenos de pasión; su sencilla túnica de lana y las sandalias le daban un aspecto de auténtico asceta. Las multitudes le veneraban como si fuera un santo y se consideraban felices si podían besar o tocar sus vestidos. Reunió una abigarrada muchedumbre de 100.000 personas, entre hombres, mujeres y niños.
La Primera Cruzada fue dirigida por Pedro de Amiens, el Ermitaño. Los cruzados, poseídos por el fanatismo, en su camino atacaron y asesinaron a judíos y húngaros, tomando posesión de sus bienes. Al llegar a Constantinopla, fueron masacrados por los turcos.
LA TOMA DE JERUSALÉN
En 1096, un año después del concilio de Clermont, la cruzada de los caballeros se puso en marcha, teniendo como principales jefes a Godofredo de Bouillon, a su hermano, el conde Balduino, a Raimundo de Tolosa y a Bohemundo de Tarento, quienes emprendieron un viaje de 5000 km. Al llegar a Constantinopla, el emperador Alejo les exigió un juramento de fidelidad, el cual incluyó la promesa de retornar al Imperio Bizantino todos los territorios que fueran reconquistados.
El ejército cruzado se dirigió a la ciudad de Nicea, que fue sitiada. Luego, se dirigieron a Jerusalén, donde enfrentaron a los turcos en la famosa Batalla de Dorilea, la cual culminó con el triunfo del ejército cristiano.
El sitio y toma de la ciudad de Antioquía, en 1098, convirtieron a la ciudad en la capital de un nuevo estado cruzado, el Principado de Antioquía. Luego de este triunfo, el ejército se dirigió a Jerusalén, en manos de los fatimíes.
Una de las principales dificultades que enfrentó este ejército fue el abastecimiento de agua y comida. Los ataques, que se llevaron a cabo en contra de la ciudad, en un inicio fracasaron por la fuerte protección que ofrecían las murallas.
Los cruzados tuvieron éxito cuando utilizaron las torres de asedio. Una vez dentro de la ciudad, se inició la masacre de los habitantes de Jerusalén. Con la toma de esta ciudad, se dio por terminada la Primera Cruzada.
LA SANGRE LLEGA A LAS RODILLAS DE LOS CRUZADOS
Pedro el Ermitaño recorrió los burgos y campos de Italia y Francia predicando la Cruzada a los humildes. Era un hombre de pequeña talla, de faz enjuta, larga barba y ojos negros llenos de pasión; su sencilla túnica de lana y las sandalias le daban un aspecto de auténtico asceta. Las multitudes le veneraban como si fuera un santo y se consideraban felices si podían besar o tocar sus vestidos. Reunió una abigarrada muchedumbre de 100.000 personas, entre hombres, mujeres y niños.
La Primera Cruzada fue dirigida por Pedro de Amiens, el Ermitaño. Los cruzados, poseídos por el fanatismo, en su camino atacaron y asesinaron a judíos y húngaros, tomando posesión de sus bienes. Al llegar a Constantinopla, fueron masacrados por los turcos.
LA TOMA DE JERUSALÉN
En 1096, un año después del concilio de Clermont, la cruzada de los caballeros se puso en marcha, teniendo como principales jefes a Godofredo de Bouillon, a su hermano, el conde Balduino, a Raimundo de Tolosa y a Bohemundo de Tarento, quienes emprendieron un viaje de 5000 km. Al llegar a Constantinopla, el emperador Alejo les exigió un juramento de fidelidad, el cual incluyó la promesa de retornar al Imperio Bizantino todos los territorios que fueran reconquistados.
El ejército cruzado se dirigió a la ciudad de Nicea, que fue sitiada. Luego, se dirigieron a Jerusalén, donde enfrentaron a los turcos en la famosa Batalla de Dorilea, la cual culminó con el triunfo del ejército cristiano.
El sitio y toma de la ciudad de Antioquía, en 1098, convirtieron a la ciudad en la capital de un nuevo estado cruzado, el Principado de Antioquía. Luego de este triunfo, el ejército se dirigió a Jerusalén, en manos de los fatimíes.
Una de las principales dificultades que enfrentó este ejército fue el abastecimiento de agua y comida. Los ataques, que se llevaron a cabo en contra de la ciudad, en un inicio fracasaron por la fuerte protección que ofrecían las murallas.
Los cruzados tuvieron éxito cuando utilizaron las torres de asedio. Una vez dentro de la ciudad, se inició la masacre de los habitantes de Jerusalén. Con la toma de esta ciudad, se dio por terminada la Primera Cruzada.
LA SANGRE LLEGA A LAS RODILLAS DE LOS CRUZADOS
Un relato espeluznante que la Iglesia disimuló diciendo... "Dios lo quiere".
Un cronista y clérigo de la época, Raimond d’Aguilers, describe de primera mano la toma de Jerusalén por los caballeros cruzados el 14 de junio de 1099 al ritmo de un reportaje periodístico.
Historia Francorum qui ceperunt Iherusalem, así se llama la crónica de Raimundo que se nos muestra plagada de detalles sangrientos.
Un cronista y clérigo de la época, Raimond d’Aguilers, describe de primera mano la toma de Jerusalén por los caballeros cruzados el 14 de junio de 1099 al ritmo de un reportaje periodístico.
Historia Francorum qui ceperunt Iherusalem, así se llama la crónica de Raimundo que se nos muestra plagada de detalles sangrientos.
El ejército enviado por el Papa Urbano II entró en Jerusalén a sangre y fuego y, tras dar muerte a todos los habitantes musulmanes, ya fueran ancianos, mujeres o niños, quemaron vivos a unos dos mil judíos que se refugiaban en la sinagoga central de la ciudad.
Uno de los hombres que participó en aquella masacre fue Raimundo de Aguilers, canónigo de Puy, nos dejó el espeluznante relato escrito en latín y que no fue traducido al francés moderno hasta comienzos del siglo XIX por el erudito francés François Guizot.
…estábamos a punto de presenciar escenas maravillosas. Algunos de nuestros hombres (y esto fue lo más piadoso) les cortaban la cabeza a los enemigos; otros los abatían con flechas haciéndolos caer desde lo alto de las torres; otros los torturaban un poco más, lanzándolos a las llamas. En las calles de la ciudad se veían montones de cabezas, manos y pies. Había que ir sorteando cadáveres y caballos muertos. Pero esto fue insignificante en comparación con lo sucedido en el templo de Salomón…
Al igual que el anónimo conocido como Gesta Francorum, la crónica de Raymond, que viajaba con el ejército de Raimundo IV de Tolosa, a pesar de las limitaciones que supone un texto escrito bajo el patrón mental de un clérigo del siglo XI-XII, es fundamental para entender que sucedió en aquella conquista y tiene un gran valor como fuente de información al tratarse del testimonio de un testigo presencial de los hechos, en particular sobre el desarrollo día a día de las expediciones, operaciones tácticas y sobre el estado de ánimo del ejército cruzado tal como iban pasando los días.
…estábamos a punto de presenciar escenas maravillosas. Algunos de nuestros hombres (y esto fue lo más piadoso) les cortaban la cabeza a los enemigos; otros los abatían con flechas haciéndolos caer desde lo alto de las torres; otros los torturaban un poco más, lanzándolos a las llamas. En las calles de la ciudad se veían montones de cabezas, manos y pies. Había que ir sorteando cadáveres y caballos muertos. Pero esto fue insignificante en comparación con lo sucedido en el templo de Salomón…
Al igual que el anónimo conocido como Gesta Francorum, la crónica de Raymond, que viajaba con el ejército de Raimundo IV de Tolosa, a pesar de las limitaciones que supone un texto escrito bajo el patrón mental de un clérigo del siglo XI-XII, es fundamental para entender que sucedió en aquella conquista y tiene un gran valor como fuente de información al tratarse del testimonio de un testigo presencial de los hechos, en particular sobre el desarrollo día a día de las expediciones, operaciones tácticas y sobre el estado de ánimo del ejército cruzado tal como iban pasando los días.
La crónica dice:
A la mañana siguiente, nuestros hombres echaron a correr hacia las murallas con las máquinas a rastras, pero los sarracenos habían construido tantas máquinas que disponían de nueve por cada una de las nuestras. De este modo obstaculizaban nuestras acometidas. Era el noveno día, fecha en que, según el sacerdote, íbamos a conquistar la ciudad. (…)
Nuestras máquinas comenzaban a despedazarse pues eran alcanzadas por un gran número de piedras, y nuestros hombres iban quedando atrás, porque estaban muy cansados. Sin embargo, aún quedaba la compasión del Señor, que nunca puede ser superada o conquistada, y siempre es un gran apoyo en la adversidad. (…)
Dos mujeres lanzaban maleficios contra una de nuestras catapultas, pero de pronto una piedra las aplastó a ellas y a tres esclavos, de modo que perdieron la vida y así fueron conjuradas sus diabólicas maldiciones. Al mediodía nuestros hombres estaban muy desanimados. Estaban cansados y habían agotado casi todas sus fuerzas. Todavía quedaban muchos soldados enemigos por cada uno de los nuestros; las murallas eran altas y resistentes, y los recursos y la habilidad del enemigo para reparar sus defensas parecían insuperables. Pero mientras vacilábamos, indecisos, y el enemigo se regocijaba con nuestra turbación, la gran misericordia de Dios nos dio fuerza, y convirtió nuestras penas en alegría, pues el Señor no nos abandonó. Cuando nuestros estrategas celebraban una reunión para decidir si debían retirar las máquinas, pues algunas habían ardido en llamas y otras estaban despedazadas, un caballero del Monte de los Olivos comenzó a hacer señales con su escudo a los hombres del conde y a los demás para que avanzaran sobre las murallas. No se ha descubierto nunca quién era este caballero. Al ver su señal nuestros hombres cobraron nuevos ánimos y algunos comenzaron a echar abajo las murallas (…).
Nuestros arqueros comenzaron a lanzar saetas encendidas, y de esta manera detuvieron el ataque de los sarracenos contra las torres del duque y de los dos condes. (…)
Esta lluvia de fuego hizo retroceder a los hombres que defendían A muralla. Entonces el conde soltó el puente levadizo que protegía un flanco de la torre y éste cayó sobre la muralla, y así nuestros hombres lograron entrar en Jerusalén, valiente y ferozmente. Entre los primeros se encontraban Trancredo y el duque de Lorranie, y fue increíble la cantidad de sangre que derramaron, los demás los siguieron, y los sarracenos comenzaron a sufrir. Sin embargo, aunque parezca extraño, en este momento en que la ciudad había sido prácticamente conquistada por los francos, los sarracenos aún luchaban en el otro lado, donde el conde atacaba una muralla que le presentaba una tenaz resistencia.
Pero ahora (…) estábamos a punto de presenciar escenas maravillosas. Algunos de nuestros hombres (y esto fue lo más piadoso) les cortaban la cabeza a los enemigos; otros los abatían con flechas haciéndolos caer desde lo alto de las torres; otros los torturaban un poco más, lanzándolos a las llamas. En las calles de la ciudad se veían montones de cabezas, manos y pies. Había que ir sorteando cadáveres y caballos muertos. Pero esto fue insignificante en comparación con lo sucedido en el templo de Salomón, lugar donde se elevan cánticos en alabanza de Dios. ¿Qué ocurrió ahí? (…)
Basta con decir que en el templo de Salomón y en su porche la sangre llegaba a los hombres a las rodillas y las riendas de su cabalgadura. De hecho, fue una sentencia justa y espléndida de Dios que este templo quedara repleto de sangre de infieles, pues había sufrido sus blasfemias durante mucho tiempo. La ciudad estaba llena de cadáveres y de sangre.(…)
Una vez conquistada la ciudad, se vio que había merecido la pena pasar tantas dificultades para poder contemplar los devotos peregrinos en el santo sepulcro. ¡Cuánto se regocijaban de poder elevar nuevos cánticos al Señor! (…)
LA SEGUNDA CRUZADA
La Segunda Cruzada inició en respuesta a la invasión y ocupación del Condado de Edesa por parte de los turcos. Edesa había sido el primer estado cruzado que se fundó en Oriente durante la Primera Cruzada y, también, fue el primero en caer. A pesar de ser una ciudad amurallada, en su interior solamente se encontraba el obispo y una población conformada por campesinos y artesanos. Su escasa población la hacía susceptible a sufrir ataques frecuentes.
La recuperación de Edesa, por parte del gobernador militar selyúcida, Imad al-Din Zangi, tuvo lugar entre el 28 de noviembre y el 24 de diciembre de 1,144.
La noticia de la captura de Edesa fue llevada a Europa por peregrinos, el año de 1,145. Más tarde, las embajadas de Antioquía, Jerusalén y Armenia confirmaron la noticia. El Papa Eugenio III quedó consternado con el suceso, ya que Edesa era una ciudad importante de peregrinación (por haberse encontrado ahí la Sábana Santa) y su caída ponía en peligro la existencia de los demás estados cruzados. El 1 de diciembre de 1145, el papa emitió la bula Quantum Praedecessores, pidiendo una segunda cruzada.
La predicación de esta nueva cruzada quedó en manos delabad Bernardo de Claraval, más tarde nombrado santo, quien, gracias a sus habilidades, como orador, logró reunir una gran cantidad de combatientes, a quienes instruyó en su doctrina mística, diciendo que era necesario que los hombres defendieran el reino de Dios en la tierra y, a cambio, estos quedarían absueltos de todos sus pecados. Esta estuvo dirigida por los reyes europeos, Luis VII de Francia y Conrado III de Alemania y no por el papa.
El Rey Conrado III y veinte mil hombres, salieron de Alemania rumbo a Edesa, siguiendo la ruta de la Primera Cruzada. Sin embargo, al pasar por la ciudad de Dorilea, el grupo cruzado decidió tomar un descanso, momento que fue aprovechado por los turcos selyúcidas para realizar un ataque sorpresivo. Conrado y los sobrevivientes de su ejército huyeron hacia Nicea.
Los cruzados franceses, liderados por Luis VII, partieron de Metz, en junio del mismo año. Este ejército sufrió las consecuencias del escaso abastecimiento, lo que sumado a la actitud pasiva del rey francés, quien consideraba que esta era una peregrinación para expiar sus pecados, dio como resultado un ejército débil y poco eficaz.
Al encontrarse los dos ejércitos en Asia Menor, decidieron que Edesa era un objetivo poco importante y marcharon hacia Jerusalén. Tomaron la ruta de la costa mediterránea, ya que era un camino más seguro.
Ya en ruta, decidieron atacar la ciudad de Damasco, a pesar que esta era aliada de Francia, por lo que el gobernador de la misma, no dudó en pedir auxilio a Nur-al-Din, gobernador de Alepo. Los ejércitos cruzados fueron vencidos en batalla y regresaron a sus lugares de origen.
Este fracaso llevó al sitio y caída de Jerusalén y a la convocatoria de la tercera cruzada.
LA TERCERA CRUZADAS
Después del fracaso de la Segunda Cruzada, el poderío de los musulmanes aumentó. El imperio del sultán Nur- Eddin se extendió desde el Tigris hasta el Nilo. Saladino, lugarteniente de Nur-Eddin se convirtió en sultán de Siria y Egipto al deponer a Nur-Eddin y se convirtió en el hombre más poderoso de Medio Oriente.
Reinaldo de Châtillon, príncipe de Antioquía, atacó una caravana musulmana y tomó como prisioneros a los integrantes de la misma. Previendo represalias por parte de Saladino, Guido de Lusignan, rey de Jerusalén, reunió a sus fuerzas contra el líder musulmán. Los ejércitos cristianos (Châtillon y Lusignan) se enfrentaron al ejército musulmán dirigido por Saladino en la batalla de los Cuernos de Hattin, en la cual fueron derrotados los ejércitos cristianos. Como resultado, Saladino tomó prisioneros a los sobrevivientes cristianos, incluidos Guido de Lusignan y Reinaldo de Châtillon. El primero fue absuelto por el líder musulmán y el segundo, ejecutado.(En el capítulo dedicado a los templarios, se narra con mas detalle y profundidad lo que ocurrió en la masacre de Los Cuernos de Hattin…).
Luego de la victoria en Hattin, Saladino ocupó el norte del Reino de Jerusalén y conquistó Galilea y Samaria. Además, tomó la fortaleza templaria de Gaza y ocupó la ciudad de Jerusalén.
Al conocerse la noticia de la reconquista de Jerusalén, por parte de los musulmanes, los papas Gregorio VIII y, posteriormente, Clemente III, llamaron a una nueva cruzada, la cual fue predicada por Guillermo, arzobispo de Tiro. A este llamado atendieron los reyes Federico I, Barbarroja, Emperador de Alemania, Felipe Augusto de Francia y Ricardo I de Inglaterra, Corazón de León.
Esta cruzada se desarrolló en dos etapas:
Primera etapa (1189-1190): Esta expedición, dirigida por Federico Barbarroja, salió de Ratisbona y se dirigió a Constantinopla, la cual estaba gobernada por Isaac II Angelo, con quien, anteriomente, había pactado una alianza. Sin embargo, Federico lo traicionó y se apoderó de Filipolis y Andrinópolis, atacó Constantinopla y conquistó Iconio. Federico murió “accidentalmente”, ahogado en el río Cidno (Tarso, Turquía). Tomó el mando de las tropas debilitadas su hijo, Federico de Suabia, quién solo pudo llegar a San José de Acre y murió al poco tiempo. Entretanto, Guido de Lusignan intentó recuperar Acre al sitiar la ciudad, sin embargo, fracasó.
Segunda etapa (1190-1192): Fue dirigida por Felipe II Augusto y Ricardo Corazón de León. Felipe zarpó desde Génova y Ricardo, desde Marsella. Debido a desavenencias surgidas entre ambos ejércitos, Felipe partió hacia San Juan de Acre. Ricardo tomó otra ruta y se vió obligado a refugiarse en Chipre debido al mal tiempo, por lo que llegó más tarde a Acre. Al enterarse de la presencia cruzada en dicha ciudad, Saladino se presentó con su ejército. Franceses e ingleses lo derrotaron y aseguraron la ciudad. Debido a la escasez de recursos, Ricardo se vió obligado a asesinar a los prisioneros de guerra. Ambos reyes disputaron quien debía gobernar la ciudad. Al no haber consenso, Felipe se embarcó y regresó a Francia.
A pesar de tener un ejército disminuido, Ricardo logro conquistar Jafa, y al no poder tomar Jerusalén se concentró en consolidar las ciudades ya conquistadas.
En 1191, Saladino se enfrentó a Ricardo en la Batalla de Arsuf, tras horas de fuertes luchas, las tropas de Saladino se retiraron del campo de batalla. Ambos líderes, conscientes de la capacidad de rearme y liderazgo de su rival, decidieron pactar un armisticio con el cual se garantizó el libre acceso a Jerusalén a comerciantes y peregrinos. Además, el Santo Sepulcro quedó abierto sin pago de tributo para los cristianos. Los cruzados mantuvieron el control de una franja de costa entre Jafa y Tiro. Ricardo regresó a Inglaterra sin haber cumplido el objetivo principal de la expedición (reconquistar Jerusalén). Así finalizó la Tercera Cruzad.
SALADINO: EL CABALLERO MUSULMÁN
Se podría decir que Salah al-Din Yusuf o Saladino como se le conoce popularmente, fue para los musulmanes un gran héroe medieval, del mismo modo que para occidente pudo ser “El Cid”, Roldán o el propio Carlomagno.
La importancia de Saladino en la Historia fue la de ser uno de los pocos, sino el único, líder musulmán medieval que fue respetado no sólo entre los seguidores de Alá, sino entre sus enemigos potenciales de occidente.
Saladino, Sultán de Egipto y Siria
La razón de ello es que Saladino fue para su pueblo un gran líder, capaz de unificar a los distintos pueblos de Siria y Egipto en un solo gobierno (algo que parecía prácticamente imposible) al mismo tiempo que se erigió como paladín del Islam contra los invasores cruzados y la opresión de sus guerras de fe.
Fue Saladino quien combatió el fuego con fuego convocando su propia Yihad, su propia guerra santa, dando al conflicto armado con los cruzados un nuevo cariz, una verdadera guerra religiosa más allá de la simple conquista de territorios. Además, Saladino aglutinó ciertos valores que le erigieron como uno de aquellos monarcas de la antigüedad: culto, honesto, justo, inflexible en batalla y clemente en la victoria. Y fueron precisamente esas virtudes las que le hicieron ganar el respeto de occidente, pues encarnaban en aquellos tiempos el ideal del perfecto caballero.
El enemigo de la cristiandad
En un primer momento, sin embargo, las cosas fueron bien distintas. Saladino había derrotado al gran ejército cruzado que había mantenido el control de Jerusalén desde su llegada a aquella árida tierra, en la batalla de Hattin. Allí murieron cientos de caballeros cristianos, un duro revés para las fuerzas europeas que provocó una marea de odio y desprecio hacia aquel enemigo de la “verdadera fe”.
Saladino, ajeno a tal situación aunque poco le hubiese importado el conocer tales avatares, prosiguió su campaña militar con el fin de expulsar a los extranjeros cristianos de las tierras del Islam. Así, su segundo gran paso fue reconquistar Jerusalén, la pieza clave de aquella guerra. Y he aquí que la imagen del gran caballero musulmán hizo enmudecer a occidente.
El Sultán de Siria conquistó Jerusalén, pero a diferencia de lo que hicieron los cristianos en su conquista, éste perdonó las vidas de sus habitantes civiles si estos abandonaban la ciudad, un noble hecho que no pasó desapercibido para los cronistas europeos.
Saladino un honorable enemigo
Al enterarse de tan trágica noticias, el Papa Urbano III convocó de nuevo a cientos de caballeros para recuperar el Santo Sepulcro en manos ahora de Saladino. La respuesta no se hizo esperar y una gran alianza de monarcas europeos se encaminó rumbo a Jerusalén. Entre aquellos hombres, tres destacaron sobre el resto, Federico I del Sacro Imperio Romano Germánico, el rey francés Felipe II y el monarca inglés Ricardo I “Corazón de León”.
Afortunadamente para Saladino, las cosas se complicaron para el ejército cruzado puesto que Federico I murió ahogado en un río de Anatolia y su ejército se disgregó regresando a su país, y tiempo más tarde las disputas entre el monarca francés y el inglés se saldaron con el abandono del primero, quedando reducido de forma drástica el ejército cruzado.
El “Corazón de León” distó mucho de ser un honorable monarca, por mucho que pese a algunos historiadores ingleses, teniendo más de hooligan que de verdadero hombre de estado, cometiendo una y mil tropelías como la ejecución sumaria de más de 3000 prisioneros musulmanes ante las puertas de Acre, por lo que pronto se había olvidado el gesto del Sultán con los prisioneros cristianos en la reconquista de Jerusalén.
Con todo Ricardo I y su ejército consiguieron una gran victoria sobre Saladino en la batalla de Arsuf, acabando con la racha de invencibilidad del líder musulmán y con el tiempo, aunque Saladino jamás perdonase la grave falta de Ricardo con los prisioneros de Acre, ambos monarcas llegaron a un punto de entendimiento, respeto y diplomacia.
En este punto es de resaltar que cuando el monarca inglés cayó enfermo, Saladino, lejos de esperar que aquel enfermase y muriese, mandó a su propio equipo médico en ayuda de su respetado enemigo. Sin duda, éste fue otro de los grandes gestos del líder islamita que contribuyó a su favor en las crónicas de la Historia.
Tiempo más tarde, cuando la acuciante necesidad de Ricardo por regresar a su antiguo trono ahora usurpado, podía haber significado la victoria incondicional de Saladino, éste volvió a sorprender con un nuevo gesto, sentándose ante su enemigo y firmando un armisticio que supusiese ventajas para ambos: Jerusalén permanecería bajo control musulmán, pero se concedía a los cristianos el derecho de peregrinar y orar libremente en Jerusalén.
LA CUARTA CRUZADA
La Cuarta Cruzada se diferencia de las otras debido a que se revelaron los verdaderos motivos de los organizadores. Es en esta cruzada, el tema religioso fue ignorado y los cruzados decidieron invadir y saquear un imperio que compartía su misma fe, el Imperio Bizantino.
A finales del siglo XII, los ánimos de los occidentales para recuperar Jerusalén, se encontraban en su punto máximo. La muerte de Saladino y el éxito de la Tercera Cruzada, hicieron que el papa iniciara los preparativos para una nueva cruzada.
El Papa Inocencio III se regía por las teorías teocráticas del papa Gregorio VII, introduciendo la doctrina teocrática del poder y el derecho de los papas a disponer de las monarquías. Esto dio como resultando un papado autoritario y absolutista, donde los Estados Pontificios alcanzaron su máxima extensión. El deseo de Inocencio III era crear un “estado universal” donde la máxima autoridad fuera la del pontífice romano. El buscar la supremacía en Occidente y Oriente solamente tenía un camino: la Cuarta Cruzada.
El Papa no solo exhortó a todos los cristianos a defender la “Tierra Sagrada”, si no también lo hizo con los canónigos y con los frailes, a los cuales les pedía un impuesto para salvarse de los castigos del juicio final. Al momento del llamado, Europa se encontraba dividida por la guerra entre Felipe II Augusto y Ricardo Corazón de León. El cardenal, Pedro de Capua, fue enviado a Francia para poner fin al conflicto y para que franceses e ingleses formaran parte del ejército cruzado. El cardenal Esteban fue enviado a Venecia para pactar una alianza con Enrique Dandolo, ya que eran el único que podía asegurar el transporte. Al mismo tiempo, llegó un mensaje del papa dirigido al emperador bizantino Alejo III, donde le exigía la formación de un ejército para liberar Jerusalén. Sin embargo, su mensaje contenía también una amenaza, ya que si Constantinopla llegaba a rechazar las exigencias del papa, entonces las fuerzas de occidente intervendrían. Constantinopla rechazó las demandas del papa.
A la mayoría de los nobles que acudieron al llamado del sacerdote francés Fulco de Nuilly, los movía el interés de preservar el poder en occidente y ampliarlo, con sus conquistas, a Oriente.
El primer lugar al que debían llegar los cruzados era a Egipto, pero Enrique Dandolo, dueño del transporte, tenía un fuerte lazo comercial con ellos, por lo que los cruzados debieron responder, tanto a los intereses económicos de Venecia como a los interés de poder del Papa, y el objetivo principal del ataque fue Constantinopla.
El monarca alemán, Felipe de Suabia, también compartía esa política anti bizantina, pero en otro sentido, ya que lo movía la idea de entronizarse en Bizancio. Él estaba casado con Irene Angelina, hija de Isaac II, emperador de Bizancio, derrocado por Alejo III.
Los cruzados tenían una deuda que saldar con Enrique Dandolo, pero este decidió perdonársela sí los cruzados tomaban la ciudad de Zara, actual Zadar reino de Hungría. Los cruzados aceptaron y tomaron la ciudad.
Al enterarse de esto, el papa Inocencio III excomulgó a los venecianos. Luego de la caída de la ciudad de Zara, Felipe de Suabia se dirigió al ejercito cruzado, ofreciéndoles 10,000 soldados de apoyo, sí estos le ayudaban a reconquistar su trono. La mayoría de los cruzados aceptó y, en abril de 1204, cayó Constantinopla en manos de los cristianos.
“La Cuarta Cruzada fue desviada por una decisión desastrosa de un aspirante al trono bizantino, quien convenció a los cruzados para que fueran a Constantinopla para ayudarlo a presionar a favor de su demanda. Los cruzados terminaron saqueando la gran ciudad, conmocionando así al mundo cristiano. Establecieron un reino latino en Constantinopla, ganándose la eterna enemistad de los bizantinos y debilitando al ya frágil Imperio bizantino”
El Imperio Latino: es el nombre del estado feudal Cruzado fundado por los líderes de la Cuarta Cruzada, en los territorios capturados del Imperio Bizantino. Fue establecido después de la captura de Constantinopla, en 1204 y se prolongó hasta 1261.
LA CRUZADA DE LOS NIÑOS
La Cruzada de los Niños o Cruzada infantil es el nombre dado a un conjunto de hechos historicos mezclados con relatos fantasiosos que ocurrieron en el año 1212. Esta combinación dio lugar a varios informes con varios elementos en común: un hombre llevando a un gran grupo de niños y jóvenes menores a marchar al sur de Italia con el objetivo de liberar Tierra Santa (Jerusalén) y que desemboco en la muerte de los niños o su venta para ser esclavizados (fueron vendido como esclavos cuando llegaron a Alejandría). Hay varias versiones diferentes y los hechos reales que dieron origen a leyendas continúan siendo debatidos por los historiadores.
Version Romantica sobre la Cruzada de los Niños:
Las diversas historias que han llegado hasta nuestros días sobre la Cruzada de los niños giran en torno a eventos comunes. Un niño de Francia o Alemania comenzó a difundirse que había sido visitado por Jesús, quien lo instruyó para dirigir la próxima cruzada.
Después de una serie de milagros, junto un considerable número de seguidores, que pudo contener alrededor de 20 000 niños. Él llevó a sus seguidores hacia el Mar Mediterráneo, donde las aguas deberían abrirse para que pudieran avanzar hasta Jerusalén. Como esto no sucedió, dos comerciantes ofrecieron siete barcos para llevarlos hasta Jerusalem, pero los niños fueron engañados y llevados a Túnez donde murieron debido a un naufragio y los demás fueron vendidos como esclavos. En algunos informes, los niños no habrían llegado incluso al Mediterráneo, sino que murieron de hambre y agotamiento en el camino
Investigaciones modernas
Hoy en día los historiadores han demostrado que estas versiones de los sucesos contienen algunas mezclas de ficción y de hechos historicos reales.
Según los estudios de los historiadores, estos sucesos tuvieron lugar el año 1212 donde dos movimientos de personas de Francia y Alemania. Algunas similitudes entre los dos ayudaron a que mas tarde fueran agrupados como un única historia.
En el primer movimiento, Nicolas, un pastor de Alemania, lideró un grupo a través de los Alpes hasta a Italia en la primavera del año 1212. Unos 7.000 llegaron a Génova a finales de Agosto. No obstante, como la aguas Mediterráneo no se abrieron para que pudieran pasar como se prometió, el grupo se disolvió. Algunos regresaron a sus hogares, otros pueden haber sido dirigidos a Roma y otros habrían viajado a Marsella donde probablemente habrían sido vendidos como esclavos. Pocos fueron capaces de volver a casa y ninguno llegó a Tierra Santa "Jerusalem".
El segundo movimiento fue dirigido por un joven, llamado Esteban de Cloyes que, en Junio de 1212 afirmó ser el portador de una carta de Jesús para el Rey de Francia. Después de haber conseguido atraer a una multitud de más de 30.000 personas asistieron a Saint-Denis donde fue visto practicando milagros. Allí habría sido recibido por Felipe II, y aconsejado por los sabios de Universidad de París , quienes ordenaron a la multitud dispersarse, los cuales en mayoria obedecieron y se retiraron. Ninguna de las fuentes de la época menciona planes para ir a reconquistar Tierra Santa.
Las investigaciones modernas revelaron que los participantes no eran niños, sino más bien jovenes y adultos. A principios del siglo XIII, Hubo varias migraciones de personas pobres de todo Europa motivado por los cambios en las condiciones económicas y climaticas que obligaron a muchos campesinos en el norte de Francia y Alemania a vender sus tierras. Estas bandas fueron llamadas con desprecio pueri (Niño en Latín). Más tarde las referencias a puer Nicholas y el alemán puer Stephan (Esteban, El francés). tanto multitudes de liderazgo en el nombre de Jesús, se han unificado en un único informe, con el término pueri ha traducido para los niños.
LAS ORDENES MILITARES
La custodia y defensa de los territorios conquistados en Tierra Santa fueron confinados a milicias especiales de carácter mitad religioso mitad militar, que recibieron el nombre de Ordenes Militares. Todos sus componentes estaban sujetos al triple voto de obediencia, castidad y pobreza. Al frente de la Orden se hallaba un Gran Maestre que residía en Tierra Santa. Los fieles o miembros se dividían en tres grupos: caballeros, religiosos y hermanos. Los primeros tenían por misión acompañar y proteger a los peregrinos que visitaban los Santos Lugares, y luchar contra los infieles. El servicio divino de los castillos estaba encomendado a los religiosos.
Los hermanos atendían los quehaceres domésticos, cuidaban de los pobres y de los enfermos. La Orden de los Hospitalarios fue constituida por varios nobles franceses con el fin de atender a los peregrinos y cuidar a los enfermos. Más tarde esta Orden cambió de finalidad e intervino en las luchas contra los infieles y en la defensa de los territorios cristianos. Al evacuar Tierra Santa, se establecieron en la isla de Rodas e hicieron frente a los turcos por espacio de dos siglos. De todas las órdenes militares, la más famosa fue la de los Templarios, creada en 1118 por Hugo de Payens y nueve caballeros borgoñeses, con la misión de proteger a los peregrinos y limpiar los caminos de salteadores infieles. Su Gran Maestre residía en el mismo lugar donde se había levantado el templo de Salomón, de aquí el nombre de "templarios". La mayor parte de ellos eran franceses y vestían un manto blanco con una cruz roja colocada sobre la armadura. Su bandera era blanca y negra. Gracias a las herencias y donativos los caballeros templarios llegaron a reunir gran número de castillos y territorios en Europa y Oriente, pero esta prosperidad suscitó envidias y dio pie a toda clase de calumnias.
Felipe IV de Francia les acusó ante el papa Bonifacio VIII de herejía, impiedad, prácticas idolátricas, etc., hasta conseguir el encarcelamiento de sus miembros, que fueron juzgados por tribunales de la Inquisición. Las acusaciones se apoyaron en declaraciones obtenidas por el tormento, la amenaza de la hoguera o la promesa del perdón, por lo que acabaron confesando todo cuanto sus jueces quisieron. El Papa suprimió la Orden, cuyos bienes fueron cedidos a otras órdenes o al poder civil, sobre todo en provecho del rey de Francia. La tragedia de los Templarios fue debida a la falta de escrúpulos de Felipe el Hermoso, quien de esta forma vio saldada a su favor la suma de quinientas mil libras que adeudaba a los caballeros del Temple.
(En un capítulo posterior titulado, Los Templarios o el ejército de Dios, profundizo un poco más en esta misteriosa Orden). En los reinos cristianos de España que, a la sazón, se hallaba empeñada en la Cruzada contra los musulmanes, también surgieron instituciones parecidas: las Ordenes de Santiago, Calatrava y Alcántara, la de Monreal, Alfambra,ect.
ULTIMAS CRUZADAS
La quinta, iniciada por el papa Inocencio III y continuada porHonorio III, fue secundada por Juan de Brienne, rey de Jerusalén en el exilio, el duque Leopoldo VI, de Austria, y el rey de Hungría, Andrés II. El único resultado práctico fue la conquista de Damieta, después de un asedio memorable, sin que ello tuviese consecuencias para la Cristiandad. La importancia de las Cruzadas va disminuyendo a medida que nos acercamos a las últimas. La sexta fue dirigida por Federico II, de Alemania, a pesar de la oposición del papa Gregorio IX, que no quería ver convertido en caudillo de los cruzados a un rey como Federico que se hallaba excomulgado. Llegadas las fuerzas alemanas a Tierra Santa, su emperador siguió una política complicada y realista, usando más de la diplomacia que de las armas, concertando en 1229 una tregua de diez años con el sultán de el Cairo, Malek-el-Kumel, durante la cual los cruzados conservarían Jerusalén, Nazaret, Belén y otras localidades estratégicas. Jerusalén se declaraba ciudad santa para los cristianos, aunque se permitió la continuación del culto musulmán en las mezquitas.
La Séptima Cruzada fue propuesta en el Concilio de Lyon (1245) por el papa Inocencio IV, con el fin de recobrar la ciudad de Jerusalén, que había sido conquistada por los turcos. El llamamiento del pontífice tuvo un eco muy débil en Europa. Sólo fue escuchado por Luis IX, rey de Francia, quien movilizó un gran ejército y marchó hacia Damieta que fue tomada. Después de algunos fracasos y epidemias que descorazonaron a los cruzados, Luis IX cayó prisionero y pudo recobrar su libertad mediante el pago de un millón de escudos y la evacuación de Damieta. El fracaso había sido completo. Una vez en Francia, el rey francés organizó la Octava Cruzada, esta vez dirigida contra Túnez.
A los pocos días de desembarcar, San Luis fue atacado por la peste y murió ante los muros de la ciudad. Las Cruzadas, consideradas desde el punto de vista militar, fueron un verdadero fracaso toda vez que los Santos Lugares que se querían conquistar para la Cristiandad, continuaron en poder de los musulmanes. Sin embargo, las consecuencias indirectas de ellas fueron importantísimas en todos los órdenes de la vida y contribuyeron a transformar la sociedad y el pensamiento europeos. En el orden social y político ayudaron a la decadencia del Feudalismo; millares de señores murieron en las expediciones y los que consiguieron regresar quedaron empobrecidos, en incremento del poder real, que adquirió desde entonces una gran preponderancia sobre los nobles.
En el orden religioso contribuyeron a atenuar al fanatismo propio de la época y a crear cierta tolerancia, ya que los cruzados comprobaron que el infiel no era un hombre salvaje sino que en muchos aspectos vivía mejor que los europeos. En efecto, los orientales eran más civilizados en el orden científico y comercial que los cristianos, y éstos llevaron a sus tierras muchos conocimientos que fueron altamente beneficiosos: los damascos, telas brochadas, el terciopelo, los espejos, los vidrios artísticos, el papel, el azúcar de caña, el alcohol, etc., que en Europa sólo se conocían a través de los árabes españoles.
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Pincha en el enlace para conocer más, sobre el final de los Cruzados en Tierra Santa:
LA CAÍDA DE ACRE: EL FINAL DE LAS CRUZADAS EN TIERRA SANTA (nationalgeographic.com.es)
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LA VERDADERA HISTORIA DE LAS CRUZADAS
La historiadora británica Karen Armstrong dijo sobre la reconquista de Jerusalén:
“El 2 de octubre de 1187, Saladino y su ejército entraron a Jerusalén como conquistadores, y por los 800 años siguientes Jerusalén permaneció como una ciudad musulmana… Saladino guardó su palabra, y conquisto la ciudad de acuerdo a los más altos ideales islámicos. Él no se vengó por la masacre de 1099 (encontramos en el Corán: {Sé paciente y sabe que la paciencia es una virtud que Al-lah concede a quien Le place. No te apenes [por la incredulidad de tu pueblo] ni te angusties por lo que traman} [Corán 16:127]), y a la hora que las hostilidades terminaron él frenó la matanza y el genocidio al que había sido sometido por tantos años esta región (en el Corán se menciona: {Combatidlos hasta que cese la sedición y triunfe la religión de Al-lah; pero si dejan de combatiros, que no haya más enemistad, excepto con los agresores. Si os combaten en un mes sagrado, combatidlos y aplicad la ley del talión; así pues, si os agreden agredidles en igual medida. Temed a Al-lah y sabed que Al-lah está con los piadosos} [Corán 2:193-94]). Ningún cristiano fue asesinado durante la reconquista y no hubo saqueo” .
P.H. Newby dijo:
“Los cruzados se fascinaron con el líder musulmán que poseía virtudes que suponían ser cristianas. Para ellos, para sus contemporáneos musulmanes y para nosotros, todavía sigue siendo extraordinario que en tiempos tan duros y sangrientos como aquellos, un hombre con tanto poder no se hubiera dejado llevar por el deseo de venganza” .
La Segunda Cruzada:
La Segunda Cruzada fue iniciada por Bernardo de Claraval en directa respuesta a los musulmanes seléucidas quienes habían recuperado el condado de Edesa y liberado sus tierras y gente. Bernardo de Claraval, monje que dirigió la orden de Císter, la cual influyó fuertemente la cristiandad durante su época, declaró al lanzar la Segunda Cruzada: “El cristiano se glorifica con la muerte de un pagano (obviamente se refería a los musulmanes y judíos), porque de ese modo Cristo mismo es glorificado” .
Los musulmanes seléucidas salvaron a todos los territorios islámicos de la extinción total, en lo que respecta a la masacre que al por mayor propagaban los cruzados de las poblaciones de Maarat An-Numan (Arra), Antioquía y Jerusalén.
Cuando ellos, los cruzados, conquistaron el pueblo de Tanis al Este del delta del Nilo, ellos literalmente mataron a los habitantes que resultaron ser cristianos coptos. Hasta sus hermanos no pudieron escapar de su brutalidad desenfrenada, de la matanza y la rapiña. Muchas atrocidades fueron cometidas en contra de los judíos en Maguncia, Colonia y Estrasburgo. El colapso de la Segunda Cruzada causó una profunda consternación. Ellos trataron de atacar Damasco, pero por falta de confianza entre sus aliados, falló dramáticamente. Las atrocidades cometidas en esta segunda campaña siguen comprobando el por qué las cruzadas son tomadas como una de las guerras más bárbaras.
La tercera cruzada
Esta cruzada, conocida como la cruzada de los reyes, fue concordada por el rey Enrique II de Inglaterra y el rey Felipe II de Francia, quienes, motivados por su fanatismo religioso, dejaron de lado sus conflictos y se unieron en un intento para recuperar Tierra Santa, que había sido liberada por Saladino años atrás. Tras la muerte de Enrique II, Ricardo Corazón de León, quien lo sucedió, y Felipe II asediaron la ciudad musulmana de Acre. La ciudad fue finalmente asediada en 1191.
Ricardo encarceló a los soldados musulmanes, incluyendo a sus esposas e hijos, y anunció un intercambio de prisioneros. Este intercambio no se llevó a cabo, así que Ricardo ordenó la ejecución de 3.000 soldados musulmanes junto con sus esposas e hijos enfrente de Saladino y su ejército. Este acto feroz cometido por este rey revela la bajeza de los líderes cristianos, quienes eran unos fanáticos desenfrenados que arrasaban lo que se les ponía en frente de ellos, para así saciar su deseo de poder y dinero.
Aunque durante esta cruzada se logró avanzar muy adentro de las tierras que los musulmanes habían recuperado y liberado de los primeros cruzados y del Imperio Bizantino, no alcanzó su principal objetivo, el cual era recuperar para la cristiandad la ciudad santa de Jerusalén y acabar con todos los “infieles” que en ella vivían, es decir, con los musulmanes y los judíos. Pues el intento de unirse con el Sacro Imperio Romano Germánico, gobernado por Federico Barba Roja, falló cuando las tropas que envió el emperador Federico, las cuales cruzaron a través de Anatolia, se ahogaron antes de llegar, factor que hizo que los sobrevivientes regresaran a sus hogares.
Al ver que no se pudo llegar a Jerusalén, y luego de varios enfrentamientos, finalmente Ricardo y Saladino firmaron un tratado en el cual se estableció que Jerusalén seguiría bajo el control islámico, y que los musulmanes permitirían a los cristianos europeos y orientales visitar la ciudad en peregrinaje.
En 1198 el nuevo Papa, Inocencio II, buscó el apoyo de los monarcas europeos, quienes se encontraban sumidos en disputas internas y con sus vecinos, para lanzar una cuarta cruzada que buscaba, como la anterior, recuperar a Jerusalén. Sin embargo, por problemas de logística, la falta de apoyo y otra serie de inconvenientes que se dieron, esta empresa fracasó, así que se desvió hacia Constantinopla, ciudad capital del Imperio Bizantino (cristiano de Oriente), la saqueó y se apoderó de ella.
La Segunda Cruzada fue iniciada por Bernardo de Claraval en directa respuesta a los musulmanes seléucidas quienes habían recuperado el condado de Edesa y liberado sus tierras y gente. Bernardo de Claraval, monje que dirigió la orden de Císter, la cual influyó fuertemente la cristiandad durante su época, declaró al lanzar la Segunda Cruzada: “El cristiano se glorifica con la muerte de un pagano (obviamente se refería a los musulmanes y judíos), porque de ese modo Cristo mismo es glorificado” .
Los musulmanes seléucidas salvaron a todos los territorios islámicos de la extinción total, en lo que respecta a la masacre que al por mayor propagaban los cruzados de las poblaciones de Maarat An-Numan (Arra), Antioquía y Jerusalén.
Cuando ellos, los cruzados, conquistaron el pueblo de Tanis al Este del delta del Nilo, ellos literalmente mataron a los habitantes que resultaron ser cristianos coptos. Hasta sus hermanos no pudieron escapar de su brutalidad desenfrenada, de la matanza y la rapiña. Muchas atrocidades fueron cometidas en contra de los judíos en Maguncia, Colonia y Estrasburgo. El colapso de la Segunda Cruzada causó una profunda consternación. Ellos trataron de atacar Damasco, pero por falta de confianza entre sus aliados, falló dramáticamente. Las atrocidades cometidas en esta segunda campaña siguen comprobando el por qué las cruzadas son tomadas como una de las guerras más bárbaras.
La tercera cruzada
Esta cruzada, conocida como la cruzada de los reyes, fue concordada por el rey Enrique II de Inglaterra y el rey Felipe II de Francia, quienes, motivados por su fanatismo religioso, dejaron de lado sus conflictos y se unieron en un intento para recuperar Tierra Santa, que había sido liberada por Saladino años atrás. Tras la muerte de Enrique II, Ricardo Corazón de León, quien lo sucedió, y Felipe II asediaron la ciudad musulmana de Acre. La ciudad fue finalmente asediada en 1191.
Ricardo encarceló a los soldados musulmanes, incluyendo a sus esposas e hijos, y anunció un intercambio de prisioneros. Este intercambio no se llevó a cabo, así que Ricardo ordenó la ejecución de 3.000 soldados musulmanes junto con sus esposas e hijos enfrente de Saladino y su ejército. Este acto feroz cometido por este rey revela la bajeza de los líderes cristianos, quienes eran unos fanáticos desenfrenados que arrasaban lo que se les ponía en frente de ellos, para así saciar su deseo de poder y dinero.
Aunque durante esta cruzada se logró avanzar muy adentro de las tierras que los musulmanes habían recuperado y liberado de los primeros cruzados y del Imperio Bizantino, no alcanzó su principal objetivo, el cual era recuperar para la cristiandad la ciudad santa de Jerusalén y acabar con todos los “infieles” que en ella vivían, es decir, con los musulmanes y los judíos. Pues el intento de unirse con el Sacro Imperio Romano Germánico, gobernado por Federico Barba Roja, falló cuando las tropas que envió el emperador Federico, las cuales cruzaron a través de Anatolia, se ahogaron antes de llegar, factor que hizo que los sobrevivientes regresaran a sus hogares.
Al ver que no se pudo llegar a Jerusalén, y luego de varios enfrentamientos, finalmente Ricardo y Saladino firmaron un tratado en el cual se estableció que Jerusalén seguiría bajo el control islámico, y que los musulmanes permitirían a los cristianos europeos y orientales visitar la ciudad en peregrinaje.
En 1198 el nuevo Papa, Inocencio II, buscó el apoyo de los monarcas europeos, quienes se encontraban sumidos en disputas internas y con sus vecinos, para lanzar una cuarta cruzada que buscaba, como la anterior, recuperar a Jerusalén. Sin embargo, por problemas de logística, la falta de apoyo y otra serie de inconvenientes que se dieron, esta empresa fracasó, así que se desvió hacia Constantinopla, ciudad capital del Imperio Bizantino (cristiano de Oriente), la saqueó y se apoderó de ella.
RESUMEN SOBRE LAS CRUZADAS
Las Cruzadas fueron expediciones militares que se proponían tomar Jerusalén y recuperar para la cristiandad los lugares sagrados que habían caído en manos de los turcos. Se las llamó así por la cruz que llevaban los guerreros bordada en sus pechos. Se realizaron en total ocho cruzadas entre 1095 y 1291. Las cruzadas también les sirvieron a los caballeros medievales para hacer grandes negocios y transformarse en poderosos mercaderes y banqueros.
¿Cómo fue la primera cruzada?
A fines del año 1000, muchos europeos pensaban que estaba por llegar el "día del juicio final". Temerosos de Dios, verdaderas multitudes de hombres, mujeres y niños respondieron al llamado del papa Urbano II, quien en 1095 convocó a los cristianos a liberar Jerusalén. Pero esta primera cruzada, llamada popular, fracasó y la mayoría de sus integrantes fueron masacrados sin poder acercarse a la Tierra Santa.
En 1096 señores francos y normandos forman un poderoso ejército. Sus jefes son Godofredo de Bouillon, duque de Lorena; Roberto, de Flandes; Raimundo, de Tolosa, y Bohemundo, de Sicilia. A esta cruzada se la llamó "señorial". Cuando llegaron a Bizancio, el emperador Alejo Conmeno les agradeció su presencia, pero por las dudas les hizo jurar que las tierras conquistadas a los turcos quedarían dentro de su imperio. La campaña fue un éxito y el 15 de julio del 1099 Godofredo conquistó la ciudad.
¿Qué hicieron los cruzados en Tierra Santa?
Implantaron el sistema político-social al que estaban habituados: el feudalismo. Los caballeros se distribuyeron los distintos dominios y crearon nuevos reinos feudales. El más famoso fue el "reino cristiano de Jerusalén". Los comerciantes italianos que habían contribuido con sus naves a la cruzada se vieron recompensados con grandes ventajas comerciales. Pronto el comercio y la ambición de los caballeros fueron reemplazando los fines religiosos iniciales por otros claramente económicos. El notable incremento del comercio alterará la economía mediterránea, a la que se le irán haciendo imprescindibles el azúcar de Siria, las especies, los perfumes y las sedas orientales.
¿Por qué hubo tantas cruzadas?
Porque las expediciones religioso-militares se habían transformado cada vez más en fuentes de poder y riquezas, y porque la ocupación de la zona por los cristianos, ahora vital para Europa, no era muy sólida. Estaban en minoría y rodeados por poderosos ejércitos turcos. Una de las cruzadas más recordadas fue la tercera, llamada "cruzada de los reyes", de la que participaron el emperador germánico Federico Barbarroja; el rey francés Felipe Augusto y el rey ingles Ricardo Corazón de León. Fue un importante ejemplo de la unidad religiosa de la Europa de entonces (1189), pero no lograron consolidar el poder europeo en la zona.
¿Cómo influyeron los comerciantes italianos en las cruzadas?
Su influencia fue notable, a tal punto que lograron cambiar el objetivo de la cuarta cruzada de 1202. El papa Inocencio III había llamado a liberar Egipto pero los venecianos convencieron a los cruzados de ocupar Constantinopla y reemplazar al emperador bizantino por un cruzado: Balduino de Flandes, que gobernó como Balduino I, inaugurando una dinastía de 60 años que favoreció los negocios de Venecia en toda esa región.
¿Qué pasó después?
Hubo más cruzadas. La quinta (1217) fue encabezada por Andrés II de Hungría y fue derrotada en Egipto. La sexta (1228), encabezada por el emperador germánico Federico II, logró acordar una tregua de diez años con los musulmanes pero el Papa no aceptó el acuerdo. Las séptima y octava cruzadas (1248-1270) fueron dirigidas por San Luis, rey de Francia, y terminaron con la derrota de las tropas cristianas y la muerte del propio rey santo.
¿Cuáles fueron las consecuencias de las cruzadas?
Reiniciaron el contacto cultural y comercial entre Oriente y Occidente. Esto colocó en una posición de mucho poder e influencia a las ciudades portuarias y comerciales de Italia, como Génova y Venecia. El poder de la nobleza feudal, fuertemente diezmada en las guerras contra los turcos y debilitada por el auge del comercio, decayó notablemente. La nueva situación fortaleció el poder de los mercaderes y los reyes.
El período de las Cruzadas a Jerusalem "Tierra Santa" terminaría, después de 208 años desde que El papa Urbano II predicó la primera cruzada de estas guerras santas .
Todas las Cruzadas emprendidas para recuperar Tierra Santa:
La Primera Cruzada : 1096 - 1099
Cruzada Popular
Cruzada de los Principes
La Segunda Cruzada : 1147 - 1149
La Tercera Cruzada : 1189 - 1192(llamada tambien la Cruzada de los Reyes).
La Cuarta Cruzada : 1201 – 1204.
Cruzada de los niños (1212).
La Quinta Cruzada : 1218 – 1221.
La Sexta Cruzada : 1228 – 1229.
La Septima Cruzada : 1248 – 1254.
La Octava Cruzada : 1270.
La Novena Cruzada: 1271 – 1272.
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