(Introducción):
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Para hablar y comprender mejor el origen e historia de Aragón debemos hacer un viaje en el tiempo y situarnos a comienzos del siglo VIII.
En el año 711 los musulmanes ocupan casi toda la península Ibérica. Sólo las regiones montañosas del Norte quedáron en manos de los españoles. Desde allí los reinos cristianos se lanzaron a recuperar sus territorios, iniciándose con el triunfo de Covadonga, en el año 722, un lento pero persistente avance hacia el sur y que duró la friolera de casi ochocientos años.
Surgieron los reinos de Asturias, León, Pamplona, Portugal, Castilla y Aragón. Finalmente, en el año 1492, en tiempos de los Reyes Católicos, la toma de Granada, último bastión musulmán, pondrá fin a la reconquista en España.
La importancia de este período histórico se debe a que durante él se establecen los fundamentos de la sociedad moderna española. A lo largo de los siglos se percibe que el proceso de reconquista representa la afirmación de las formas sociales, políticas y culturales en las que se ve el comienzo de España. Es un regreso a la tradición de contactos con Europa, gracias a la importancia que tuvo el Camino de Santiago.
Núcleos iniciales de la Reconuqista
unque la Reconquista de los territorios comenzó como una serie de intentos independientes, a medida que se ampliaban los territorios reconquistados todo ello derivó hacia una consolidación, conseguida con frecuencia por medios poco pacíficos.
En este proceso, el núcleo central, que llegó a agrupar Asturias, Galicia, León, ambas Castillas y gran parte de Andalucía, fue el más poderoso.
Por su parte Pamplona, ubicada entre castellanos y aragoneses, tuvo su máxima expansión territorial con Sancho Garcés III "el Mayor”, quien unificó todos los reinos cristianos de la península Ibérica en el siglo XI. De hecho, este monarca pamplonés era conocido como "Rex Imperator".
Pamplona y Aragón llegaron a ser “hermanos de sangre” en muchos momentos de su historia, debido a los parentescos de sus linajes reales.
Y para finalizar, en el este peninsular, el Reino de Aragón y el Condado de Barcelona llegaron a ser, con su unión, la Corona de Aragón, la fuerza política y económica más poderosa entre los siglos XII – XV, ambos inclusive. Llegaron a tener el control de todo el área mediterránea. Para darnos cuenta de la importancia que tuvo la Corona de Aragón hay que indicar que en aquella época no se podía navegar por el mar Mediterráneo sin el salvoconducto del rey de Aragón.
Toda esta historia, como estamos viendo, gira en torno a la Reconquista, la recuperación de los territorios usurpados por el Islam. Así nacieron Aragón y el resto de las regiones españolas que conocemos hoy. Fueron creaciones cristianas medievales.
Por consiguiente, ni étnica, lingüística o geográficamente existen indicios que nos hagan pensar en la aparición de un Estado anterior a la invasión musulmana en estos reinos cristianos que se crearon.
Ya he dicho unas líneas más arriba que hubo tres vías principales de Reconquista. Pues bien… en este libro, ensayo o como lo queráis llamar, vamos ha introducirnos en la tercera vía de reconquista, que fue Aragón. Sus inicios como Condado, su consolidación como Reino y su máxima expansión y poder como Corona.
Este trabajo tan extenso acaba con la triste desaparición de la Corona de Aragón como país, en detrimento de la nueva Nación, España.
Aragón siguió desarrollándose de forma diferente en la Edad Moderna y en la Edad Contemporánea hasta la actualidad, pero ésto es tema para otro trabajo...
Como surge Aragón y como se hizo Nación
"Todas las regiones españolas se configuraron en sus límites actuales durante la Edad Media (711-1492). Y sólo el nombre de Galicia tiene antecedentes romanos, si bien sus extensiones durante la época romana y medieval fueron diferentes".
El Pirineo Aragonés hasta el año 920
Mientras en la tierra llana del valle del Ebro las luchas entre las distintas etnias musulmanas eran una constante, en el Norte pirenaico los acontecimientos fueron distintos. La montaña apenas se islamizó , muy al contrario, es allí donde se formó la conciencia antimusulmana que daría origen a la reconquista. Llano y montaña son dos mundos diferentes que viven historias diferentes, aunque inevitablemente entrelazadas.
Las "tierras altas", reducto de cristianos, nos aparecen desorganizadas, carentes de guías, atomizadas en valles ásperos, pero con un denominador común, el enorme deseo de independencia, fruto de la conciencia particularista de sus gentes. Este deseo antimusulmán se vio alentado y apoyado desde el otro lado del Pirineo.
Para hablar y comprender mejor el origen e historia de Aragón debemos hacer un viaje en el tiempo y situarnos a comienzos del siglo VIII.
En el año 711 los musulmanes ocupan casi toda la península Ibérica. Sólo las regiones montañosas del Norte quedáron en manos de los españoles. Desde allí los reinos cristianos se lanzaron a recuperar sus territorios, iniciándose con el triunfo de Covadonga, en el año 722, un lento pero persistente avance hacia el sur y que duró la friolera de casi ochocientos años.
Surgieron los reinos de Asturias, León, Pamplona, Portugal, Castilla y Aragón. Finalmente, en el año 1492, en tiempos de los Reyes Católicos, la toma de Granada, último bastión musulmán, pondrá fin a la reconquista en España.
La importancia de este período histórico se debe a que durante él se establecen los fundamentos de la sociedad moderna española. A lo largo de los siglos se percibe que el proceso de reconquista representa la afirmación de las formas sociales, políticas y culturales en las que se ve el comienzo de España. Es un regreso a la tradición de contactos con Europa, gracias a la importancia que tuvo el Camino de Santiago.
Núcleos iniciales de la Reconuqista
unque la Reconquista de los territorios comenzó como una serie de intentos independientes, a medida que se ampliaban los territorios reconquistados todo ello derivó hacia una consolidación, conseguida con frecuencia por medios poco pacíficos.
En este proceso, el núcleo central, que llegó a agrupar Asturias, Galicia, León, ambas Castillas y gran parte de Andalucía, fue el más poderoso.
Por su parte Pamplona, ubicada entre castellanos y aragoneses, tuvo su máxima expansión territorial con Sancho Garcés III "el Mayor”, quien unificó todos los reinos cristianos de la península Ibérica en el siglo XI. De hecho, este monarca pamplonés era conocido como "Rex Imperator".
Pamplona y Aragón llegaron a ser “hermanos de sangre” en muchos momentos de su historia, debido a los parentescos de sus linajes reales.
Y para finalizar, en el este peninsular, el Reino de Aragón y el Condado de Barcelona llegaron a ser, con su unión, la Corona de Aragón, la fuerza política y económica más poderosa entre los siglos XII – XV, ambos inclusive. Llegaron a tener el control de todo el área mediterránea. Para darnos cuenta de la importancia que tuvo la Corona de Aragón hay que indicar que en aquella época no se podía navegar por el mar Mediterráneo sin el salvoconducto del rey de Aragón.
Toda esta historia, como estamos viendo, gira en torno a la Reconquista, la recuperación de los territorios usurpados por el Islam. Así nacieron Aragón y el resto de las regiones españolas que conocemos hoy. Fueron creaciones cristianas medievales.
Por consiguiente, ni étnica, lingüística o geográficamente existen indicios que nos hagan pensar en la aparición de un Estado anterior a la invasión musulmana en estos reinos cristianos que se crearon.
Ya he dicho unas líneas más arriba que hubo tres vías principales de Reconquista. Pues bien… en este libro, ensayo o como lo queráis llamar, vamos ha introducirnos en la tercera vía de reconquista, que fue Aragón. Sus inicios como Condado, su consolidación como Reino y su máxima expansión y poder como Corona.
Este trabajo tan extenso acaba con la triste desaparición de la Corona de Aragón como país, en detrimento de la nueva Nación, España.
Aragón siguió desarrollándose de forma diferente en la Edad Moderna y en la Edad Contemporánea hasta la actualidad, pero ésto es tema para otro trabajo...
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Como surge Aragón y como se hizo Nación
Cuando algo está escrito con claridad y, además, con pocas palabras, pero las precisas, nada más inteligente que recordarlas con exactitud. Unas simples "comillas" garantizan su autoría:
"El nombre de Aragón como testimonio de una agrupación geográfica, que unía a una comunidad humana bajo un mismo gobernante, es de los más antiguos de España. El nombre de Castilla aparece por primera vez hacia el año 800; el de Navarra, justamente el año 1087; el de Cataluña es más tardío. Los documentos auténticos indiscutibles son de pleno siglo XII, aunque algún investigador (Udina) defiende otros del siglo XI, que en muchos puntos han sido considerados como falsos. En cualquier caso, este nombre y el de Navarra serían teóricamente coetáneos. El nombre de Portugal es del siglo XII, y el "reino de Valencia" emana de 1239".
"El nombre de Aragón, con su conde Galindo, se cita por vez primera en un documento del año 828; Ribagorza surge un poco más tardíamente, pero siempre antes de las fechas dadas arriba.
"Aunque los nombres "Aragón" y "Ribagorza" sirvan desde 828 para designar unas comunidades humanas lo cierto es que unos años antes tales comunidades estaban ya constituidas. Se sabe que el año 809 murió el conde Aureolo, que quizás gobernaba en las tierras del valle de Echo. Existen testimonios anteriores, pero de momento prescindimos de ellos".
"Todo permite afirmar que en torno al año 800, bajo la "protección" del emperador franco Carlomagno (768-814) estaba organizado el condado de Aragón, que englobaba las tierras de los valles de Ansó, Echo y Canfranc.
Al mismo tiempo en la cuenca del río Noguera Ribagorzana actuaban los condes de Toulouse (Francia) y organizaban dicho valle bajo su dependencia, con el conde Bigón, pasando luego a manos del conde aragonés Aznar Galíndez I, para volver nuevamente (848) a depender de la casa condal francesa. Finalmente se instauró una dinastía indígena, que se hizo independiente, si bien estuvo siempre en relaciones incluso familiares con los condes de Aragón y luego con sus reyes. Estos fenómenos de creación de entidades políticas no se dieron sólo en las regiones indicadas, sino que se produjeron en todo el Pirineo, donde los reyes francos dominaron por medio de sus condes; por ejemplo, los francos conquistaban Barcelona el año 801, donde instauraban un condado propio".
"El nombre de Aragón se extendió paulantinamente desde los valles citados hasta alcanzar los límites actuales, y aun superarlos. Primero, a la "Canal de Berdún" y al valle de Tena, dentro del siglo IX. Ribagorza quedó dentro de los límites primitivos durante ese período.
"Aragón constituye una creación medieval y cristiana”. No tiene una unidad basada en una región natural geográfica -y lo mismo ocurre con las distintas regiones españolas-, ni lingüística, étnica o cualquier otra de las que pueden motivar la aparición de un "estado".
En Aragón, a lo largo de varios siglos se creó un grupo humano, que tuvo una unidad jurídica y legal, una organización política, una unidad monetaria. Pero su desarrollo duró prácticamente cuatrocientos años, aunque fue casi exclusivamente durante el siglo XII cuando se fraguó su personalidad, que luego perduraría y le diferenciaría de otras regiones". "Para estudiar la creación y desarrollo histórico de Aragón hay que tener en cuenta un elemento clave, que normalmente se olvida: el distinto concepto económico y político de los cristianos y de los musulmanes"...
Mientras en la tierra llana del valle del Ebro las luchas entre las distintas etnias musulmanas eran una constante, en el Norte pirenaico los acontecimientos fueron distintos. La montaña apenas se islamizó , muy al contrario, es allí donde se formó la conciencia antimusulmana que daría origen a la reconquista. Llano y montaña son dos mundos diferentes que viven historias diferentes, aunque inevitablemente entrelazadas.
Los Francos, tras rechazar a los musulmanes en Poitiers (732), fueron capaces de cimentar un enorme y poderoso estado durante la segunda mitad del siglo VIII y primer tercio del IX: el Imperio de Carlomagno. Un estado que, para defender sus dilatadas fronteras (del Pirineo al Elba, al Danubio e Italia), se rodeó de zonas militarizadas, de regiones tapón, denominadas "marcas", como las llamadas bretona, soraba, oriental, panónica e hispánica, que fueron las más importantes. Es muy verosímil que existiera asimismo una "marca Aragonense", compuesta por tres "condados", los de Aragón, Sobrarbe y Ribagorza.
Es preciso destacar, no obstante, que Sobrarbe, de más fácil acceso desde el llano a través de los anchos valles del Cinca y del Ara, soportó durante mucho tiempo la presencia musulmana, de forma que Boltaña debía ser musulmana a comienzos del siglo X. Los tres territorios, que siguieron caminos paralelos, pero distintos, debieron ser gobernados, en principio, por dinastías condales de procedencia franca o impuestos por los francos. Ahora bien, cuando el Imperio Carolingio se eclipse, a mediados del siglo IX, se convirtieron en dinastías condales independientes, del país. Aznar Galíndez I inicia en Aragón una dinastía pro-carolingia, pero Galindo Aznárez II representa ya la independencia (893-924), denominándose "conde de Aragón".
La ayuda franca había sido fundamental en la lucha contra los musulmanes, pero la decadencia del Imperio Carolingio y la descomposición del Emirato de Córdoba durante el siglo IX y primer cuarto del siglo X, condujo a los tres condados pirenaicos a la independencia, aunque precaria.
Porque, no obstante, esta independencia duró poco tiempo. En realidad los condados de Aragón, Sobrarbe y Ribagorza carecían, de momento, de infraestructura suficiente para sobrevivir por sí solos y, de buen o mal grado, deberán caer ahora en la órbita del Reino de Pamplona, durante el siglo X y primer tercio del XI , lo cual les ayudará a sobrevivir frente al reconstruido poder musulmán del Califato de Abderramán III.
Aragón, tierra de paso, ha servido desde época inmemorial como puente entre la España interior, la civilización Mediterránea y el mundo atlántico. En su territorio han convivido los pueblos más diversos, desde vascones, iberos y celtas, a romanos, godos, árabes y beréberes. Ya en época medieval y moderna, recibió un gran número de inmigrantes de lo que son hoy el País Vasco, Navarra y el sur de Francia.
Aragón surge como entidad política en la Edad Media, en medio de las convulsiones políticas que desató la invasión islámica del 711. Toma su nombre de uno de los pequeños ríos pirenaicos que desaguan en el Gállego, uno de los afluentes más caudalosos del río Ebro.
En el valle del río Aragón se refugiaron un grupo de cristianos insumisos a los nuevos conquistadores. Allí se organizaron, junto con la población local, bajo la dirección de los emperadores carolingios. Fundaron iglesias, monasterios y fortificaciones, y emprendieron una lenta guerra de reconquista contra Al-Andalus. A principios del siglo XI, los condes aragoneses, aprovechando el desconcierto en que se encontraba el Imperio Carolingio, fueron ganando autonomía hasta llegar a fundar un Reino independiente, bajo la protección y complicidad del Papado.
Por su parte, los musulmanes fundaron una prospera región en torno a Zaragoza, caracterizada por sus pequeñas ciudades, sus fértiles regadíos y su activa vida artesanal y mercantil. Durante el siglo X, con el debilitamiento del poder central califal, consiguieron también formar un reino independiente, el Reino de Zaragoza.
Con el tiempo, los cristianos de la montaña llegarón a tomar el control del Reino musulman de Zaragoza. A partir de entonces, el Reino de Aragón, extraordinariamente reforzado, desempeño por muchos años, y a pesar de su escasa población, un importante lugar en la Historia de España y de Europa.
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Tierra de misterios y
leyendas
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Aragón es tierra de leyendas, desde la cumbre del Aneto, hasta el mágico Albarracín, pasando por Los Monegros, la convierten en una tierra llena de las más variopintas historias y misterios.
Muchos de estos cuentos, tienen su origen en el medievo, cuando los juglares iban de pueblo en pueblo entreteniendo a las gentes. Otras leyendas nos relatan orígenes mitológicos como en el caso de los Pirineos...
Las montañas, seres mágicos, algo más que una mole de roca puesta ahí por la mano de quién sabe quién.
El hombre y la naturaleza, la naturaleza y el hombre, binomio generador de infinitas historias y leyendas, como estas que os presento en este video que he encontrado para vosotros, que mezcla leyenda e historia con una dosis de misterios...La leyenda o la realidad...quién sabe..
Os dejoee video… es interesante ymisterioso como siempre.
El fuego en Aragón
En alguno lugares de Aragón las hogueras o xeras se encienden al raso, al igual que en la Sanchuanada. El fuego de la tierra anima al fuego celestial a volver a brillar, a encenderse de nuevo tras el solsticio. La luz en la calle servirá también para mantener alejados a los seres malignos que esta noche andan cerca, como luego veremos. El fuego más tradicional, sin embargo, se enciende dentro de la casa, en el fogaril. Y no sirve cualquier madera. Un antiquísimo culto a la Naturaleza pervive en esta costumbre. Hay que elegir un tronco especial, el de un árbol fuerte y longevo, pedir permiso y perdón al espíritu que habita en su interior antes de talarlo, y luego llevarlo hasta el fogaril. Es el rito de la Tronca o del Tizón. Prueba de su importancia en todo el territorio aragonés es la diversidad de nombres que recibe: tronca, tizón, tió, troncada, toza, tronc, choca, zoca, pullizo, rabasa, corniza, cabirón...
El fuego en el centro del hogar, reunida toda la familia en torno a él, un lugar mágico que conecta con el mundo de las almas, de las almetas. Los espíritus de familiares fallecidos se guiarán por el resplandor para volver esta noche a la Casa. La protegerán con su presencia fantasmal, y garantizarán su continuidad. A los espíritus hay que dejarles ofrendas, se les pone en la mesa comida, sobre todo, alubias. Esta costumbre de las donaciones a los antepasados es la que posiblemente evolucionó a través de los siglos a la de los regalos de Navidad.
Y la tronc, ¿sólo había que quemarla en el hogar? No, por supuesto, algo tan importante exige un ritual ancestral, repetido a lo largo de los siglos, y oficiado por algún miembro especial de la Casa. El fuego de Navidad aseguraba la continuidad de la Casa, garantizada por la presencia de los difuntos. Por ello, los encargados del ritual eran el varón más anciano o el más pequeño de la familia. Antes de quemar la Tronca había que bendecirla. Con la bendición y el encendido terminaba la ceremonia en el Pirineo y prepirineo occidental. El oriental y algunas otras zonas de Aragón incluían las baradas para que cagara la Tronca. Había fórmulas para uno y otro caso. Para bendecirla, una oración tipo sería:
"Buen varón, buena brasa;
buen Tizón, buena Casa;Dios bendiga al amo y a la dueña de esta casa,y a los que en ella son".
Mientrs el crío o el biello recitan las palabras ceremoniales, vierten el vino del porrón sobre la Tronca haciendo una cruz. Se puede bendecir además con las migas de una torta.
Cuando la Tronca tiene que cagar golosinas para los niños, estos deben darle baradas, golpes con las varas, una vez mojadas en agua o rebozadas en ceniza. La cancioncilla infantil es más larga que la bendición y admite más variantes, pero los versos más comunes son:
"Tronca de Nadal Caaturrons y pixa vi blanc"
Algunos pueblos combinan las dos modalidades rituales, bendiciendo y golpeando al Tizón:
"Cabirón, cabirón Caga turrón!".
Con la Tronca bendita se prende el fuego sagrado, comenzando por un extremo, y haciéndolo durar el mayor tiempo posible, variable según las zonas. El poder sobrenatural de la Tronca se transmite a las cenizas. Con ellas se garantiza una fértil siembra si acompaña a las semillas, se mezcla con el fiemo para fertilizante, sirve contra las plagas de los campos y como emplaste sanador de las heridas del ganado. La ropa más blanca es la que se lava con esas cenizas, dicen las ancianas. Además, un trozo de la Tronca no quemado, una tozeta, es talismán protector de entradas a la casa y a las mallatas, y defensor contra las tormentas.
Fiestas del Fuego de los Pirineos
Declaradas Patrimonio Inmaterial de la Humanidad en 2015.
Estas fiestas se celebran en torno a la noche de San Juan para celebrar el solsticio de verano, aunque en algunas ocasiones también en otras festividades, y sus orígenes podrían remontarse, según los expertos, a épocas precristianas vinculadas a ritos relacionados con los ritos solares y la purificación de las almas.
Se conocen tradicionalmente como "Fallas del Pirineo" y reflejan la regeneración cíclica de los lazos familiares y sociales mientras promueven la cultura del voluntariado, la solidaridad y la continuidad. La declaración como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO supone un reconocimiento para todas las generaciones que a lo largo de los años han bajado sus fallas manteneniendo esta tradición.
Los vecinos, según la tradición, encienden una hoguera en un punto próximo al pueblo y con grandes antorchas, denominadas "fallas",formadas por un palo de avellano con trozos de tea atados en la punta, bajan hacia sus poblaciones definiendo una serpiente de fuego por el camino.
Se que as fiestas del fuego constituyen una ocasión para regenerar los vínculos sociales y fortalecer los sentimientos de pertenencia, identidad y continuidad de las comunidades, de ahí que su celebración vaya acompañada de comidas colectivas y cantos y bailes folclóricos.
Estas expresiones culturales están profundamente arraigadas en las comunidades y se perpetúan gracias a una red de asociaciones e instituciones locales. El lugar de transmisión más importante de este elemento del patrimonio cultural inmaterial es el hogar familiar, donde sus miembros lo conservan vivo en la memoria.
Esta manifestación cultural es única del Pirineo y se conserva en poblaciones de Aragón, concretamente en las comarcas de Sobrarbe y Ribagorza, Cataluña, Francia y Andorra ubicados en la MÁGICA CORDILLERA PIRENÁICA.
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El santo y seña de Aragón:
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El Monasterio de San Juan de la Peña
Cuenta la leyenda... que un joven noble de nombre Voto (según alguna otra versión Oto) vino de caza por estos parajes cuando al poco tiempo avistó un ciervo. El cazador corrió tras la presa pero ésta era huidiza y al llegar al monte Pano se despeñó por el precipicio. Milagrosamente su caballo se posó en tierra suavemente. Sano y salvo en el fondo del barranco, vió una pequeña cueva en la que descubrió una ermita dedicada a San Juan Bautista y en el interior, halló el cadáver de un ermitaño llamado Juan de Atarés.Impresionado por el descubrimiento fue a Zaragoza, vendió todos sus bienes y junto a su hermano Felix se retiró a la cueva e iniciaron una vida eremítica. Este sería el inicio del Monasterio.
El santo y seña de Aragón:
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El Monasterio de San Juan de la Peña
El Monasterio de San Juan de la Peña situado al suroeste de Jaca, Huesca, Aragón (España) fue el monasterio mas importante de Aragón en la Edad Media.
Cuenta la leyenda... que un joven noble de nombre Voto (según alguna otra versión Oto) vino de caza por estos parajes cuando al poco tiempo avistó un ciervo. El cazador corrió tras la presa pero ésta era huidiza y al llegar al monte Pano se despeñó por el precipicio. Milagrosamente su caballo se posó en tierra suavemente. Sano y salvo en el fondo del barranco, vió una pequeña cueva en la que descubrió una ermita dedicada a San Juan Bautista y en el interior, halló el cadáver de un ermitaño llamado Juan de Atarés.Impresionado por el descubrimiento fue a Zaragoza, vendió todos sus bienes y junto a su hermano Felix se retiró a la cueva e iniciaron una vida eremítica. Este sería el inicio del Monasterio.
Historia del legendario monasterio
Poco despues de la invasión musulmana se habitan estas montañas, al ser construido el castillo del Pano que fue destruido en el año 734. El origen legendario del Reino de Aragón también encuentra en el monasterio cueva de San Juan de la Peña su propia historia ; cuando reunidos los guerreros cristianos junto a Voto y Felix deciden por aclamación nombrar a García Ximénez su caudillo que les conduciría a la batalla para reconquistar tierras de Jaca y Ainsa lugar éste donde se produjo el milagro de la cruz de fuego sobre la carrasca del Sobrarbe.
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Leyenda / La Cruz del Sobrarbe
A las afueras del pueblo medieval de Aínsa se eleva un templete en recuerdo de la batalla que ganaron los cristianos a los musulmanes, una batalla en la que la leyenda dice que se les apareció una cruz en llamas sobre una carrasca, lo cual fue todo un revulsivo para las mermadas fuerzas de los sobrarbenses.
Testimonio de la enorme trascendencia de este hecho legendario es que hoy en día la carrasca y la cruz roja se mantienen en el escudo de la comarca del Sobrarbe y en el de la propia Comunidad Autónoma de Aragón.
Datos interesantes del monasterio
Reinando en Pamplona García Iñiguez y Galindo Aznarez I, conde de Aragón comienzan a favorecer al Monasterio.
El rey García Sanchez I concedió a los monjes, derecho de juridisción y sus sucesores hasta Sancho III el Mayor, continuaron con ésta política de protección. Allí pasó sus primeros años San Íñigo.
En el reinado de Sancho Ramírez de Aragón adquiere su mayor protagonismo el Monasterio llegando a ser panteón de los reyes de Aragón.
Dicho Panteón Real alberga los restos de algunos monarcas navarros que reinaron en Aragón, de los primeros condes aragoneses y de los tres reyes iniciales de la dinastía ramirense, Ramiro I, Sancho Ramírez y Pedro I, junto a sus esposas.
En el interior del monasterio hay que destacar su antiguo altar de la iglesia mozárabe. Lugar donde era venerado el Santo Grial por los primeros reyes aragoneses.
Mención especial también al claustro, con unos capiteles historiados bien conservados, esculpidos en el siglo XI por el Gran Maestro (así llamado) de San Juan de la Peña.
Fueron devastadores los incendios de 1494 y 1675. A raíz del último de ellos se construyó el Monasterio Nuevo. El Monasterio Viejo es Monumento Nacional desde julio de 1889 y el Monasterio Nuevo desde 1923.
Maguia y misterios en San Juan de la Peña
Existe un pergamino fechado en 1339, que da cuenta del peregrinar del Grial por varios recintos sagrados de la comarca hasta llegar a este monasterio, donde habría de permanecer durante largos siglos.
Aquí encontraremos elementos susceptibles de incorporarse a la tradición griálica, como el repetitivo tema de los monjes custodios. Monjes que como reza la leyenda vivían más de cien años por la contemplación del Cáliz.
Alfonso I el Batallador, fue uno de los monarcas aragoneses que más protegió este monasterio. Caballero templario del Grial, según la tradición oral, tras la batalla de Fraga y supuestamente herido de muerte, se refugió en el monasterio y misteriosamente logró sobrevivir, apareciendo más rejuvenecido y guerrero.
La ubicación del monasterio bajo una imponente roca, contribuye también a conjeturar sobre su enigma. Una fuente con forma de cáliz se erigía en el centro de su espectacular claustro, lo que se relaciona con que el Grial también contuvo el agua que manó de la herida de Cristo.
Leyenda/ El Santo Griál
Según la tradición, el Grial fue el cáliz del que bebieron Jesus y sus discípulos en la Última Cena.
Se trata de una copa a la que en épocas posteriores se le añadieron oro y pedrerías que inicialmente fue labrada en Egipto o Palestina entre el siglo IV a.c. y primero de nuestra era, según estudios arqueológicos recientes.
Este vaso de suma transcendencia no pudo ser olvidado tras la muerte del Redentor. Según la tradición el discípulo Pedro se encargó de llevarlo a Roma desde Jerusalen. Pasaron dos siglos y medio en los que hay claros indícios de que el cáliz fue utilizado por los Pontífices para celebrar la Eucaristía.
La historia del Cáliz cuenta que en la persecución del emperador Valeriano, antes de morir el Papa Sixto II, entregó las relíquias, alhajas y el dinero a su diácono Lorenzo natural de Huesca (España) quien también fue martirizado, no sin que antes enviara a su ciudad natal el Cáliz de la Eucaristía acompañado de una carta suya. Ocurría todo ello en el año 258.
La copa permaneció en Huesca hasta la invasión musulmana. El Obispo de la ciudad Audeberto, abandonó la ciudad con el Santo Cáliz en el 713 para refugiarse en la cueva del monte Pano donde vivía el ermitaño Juan de Atarés ; lugar en el que posteriormente se fundó y desarrolló el monasterio de San Juan de la Peña. En el surgió un núcleo de hombres esforzados y valientes guerreros que acometieron la Reconquista contra los musulmanes. Estas luchas tubieron caracteres épicos que fueron aprovechadas para la creación literaria, fueron el órigen de numerosos relatos de caballería, poemas y óperas cuyo nexo en común eran, las hazañas de los Caballeros y el Santo Grial, con todo el misterio que siempre ha tenido através de los siglos.
Los primeros reyes de Aragón veneraron y custodiaron el Santo Cáliz hasta su muerte siendo enterrados en el mismo sítio donde estubo escondida la misteriosa Copa, cuna del antiguo Reino de Aragón. El Monasterio de San Juan de la Peña.
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Para conocer más:
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El Real Mpnasterio de San Juan de la Peña
Introducción:
Enclavado en la ladera norte de la sierra del mismo nombre y constituyendo un balcón privilegiado orientado hacia las escarpadas cumbres pirenaicas, el Real Monasterio de San Juan de la Peña se ubica a unos 20 kilómetros al suroeste de Jaca, desde donde es posible acceder a través de Santa Cruz de la Serós, población de la que parte un ramal asfaltado tan curvilíneo como pintoresco que conduce a los monasterios.
Y decimos "monasterios" en plural porque, efectivamente, dos son los establecimientos monásticos que, bajo la advocación de San Juan, fueron fundados en este recóndito rincón prepirenaico: uno altomedieval al abrigo de un enorme peñón que centrará principalmente nuestra atención; y un segundo levantado unos cientos de metros más arriba entre los siglos XVII y XVIII como consecuencia del pavoroso incendio que, un 24 de febrero de 1675, asoló el monasterio bajo.
Situado igualmente a los pies del Camino de Santiago Aragonés, el Real Monasterio de San Juan de la Peña es, en la actualidad, uno de los monumentos peninsulares que más visitantes atrae tanto por su interés histórico - artístico, como por la inigualable belleza de su emplazamiento y de sus paisajes circundantes.
Historia
Más allá de relatos legendarios que atribuyen los orígenes de San Juan de la Peña a un episodio milagroso acaecido en el siglo VIII en el que el joven Voto, tras caer por un acantilado persiguiendo un ciervo, fue a dar con una cueva en la que yacía el cuerpo sin vida del eremita Juan de Atarés; lo cierto es que el paraje en que se sitúa el monasterio parece más que propicio para que, durante los primeros siglos de Reconquista, constituyese un escenario idóneo para el retiro de eremitas y anacoretas, germen del primer monacato medieval.
Pese a referencias algo nebulosas que hablan de cierta actividad en torno a San Juan de la Peña durante la novena centuria, lo cierto es que hay que esperar a principios del siglo X (año 920) para encontrar las primeras noticias documentales que hablan de una primigenia consagración del cenobio pinatense, convirtiéndose desde entonces en uno de los centros monásticos de referencia para los reyes navarros y aragoneses.
Abandonado probablemente durante los últimos años del siglo X, es durante la tercera década del XI cuando, bajo el reinado de Sancho el Mayor de Navarra, el monasterio es de nuevo revitalizado con la introducción de la regla benedictina, siendo también ampliado en sus equipamientos. Sin embargo, uno de los momentos claves en el devenir histórico del cenobio pinatense es 1071, fecha en que el monarca Sancho Ramírez, amén de ampliar el monasterio con la erección de un segundo nivel, introduce por primera vez en la Península Ibérica el rito romano en perjuicio de la liturgia hispano visigoda hasta entonces imperante.
De este modo, el Monasterio de San Juan de la Peña se convirtió desde los años finales del siglo XI y durante todo el XII en una de las plazas de referencia para la monarquía aragonesa, desempeñando incluso la función de panteón real.
A partir de finales del siglo XII y sobre todo durante todo el XIII, el cenobio iniciaría un lento proceso de decadencia, justificado principalmente porque con las conquistas y el avance cristiano hacia el sur, el foco de influencia y de poder político se desplazó desde el abrupto Pirineo hacia el área del valle del Ebro, siendo por consiguiente cenobios como Veruela, Poblet, Rueda o Piedra los que pasarían a convertirse en los predilectos de los monarcas.
Así pues, toda la Baja Edad Media será para San Juan de la Peña un periodo de largo ostracismo, sobreviviendo y manteniéndose viva la comunidad monacal en condiciones de extrema humildad hasta que, en 1675, el más devastador incendio de cuantos consta que asolaron el monasterio, motivó el traslado de la comunidad a un nuevo cenobio barroco levantado unos cientos de metros más arriba, concretamente en la llamada Pradera de San Indalecio.
Tras la invasión francesa y, sobre todo, tras la Desamortización, ambos monasterios quedarían abandonados, siendo posteriormente declarados Monumento Nacional en 1923 y 1889 respectivamente, procediéndose a su restauración y adecuación para el turismo, existiendo en la actualidad un centro de interpretación, una hospedería e incluso un pequeño museo.
El primer monasterio de San Juan de la Peña, conocido popularmente como "el viejo" o "el de abajo", se acomoda al abrigo de un imponente peñón rocoso que, como a continuación observaremos, condiciona decisivamente su morfología.
El conjunto monacal queda dividido en dos niveles en altura: uno inferior en el que encontramos la primitiva iglesia mozárabe junto a la mal llamada Sala de los Concilios; y uno superior en el que, sobre el propio templo bajo, se acomoda una segunda iglesia, el panteón real, el celebérrimo claustro, así como una serie de dependencias monacales anejas.
La Iglesia inferior
Dedicada a los santos Julián y Basilisa, la iglesia inferior del Monasterio de San Juan de la Peña es el más antiguo testimonio conservado del cenobio pinatense, remontándose su consagración a nada menos que el año 920.
Por encontrarse semiexcavada en la roca y debiendo acomodarse forzosamente a ella, presenta la particularidad de no respetar la tradicional orientación canónica de los templos cristianos peninsulares.
Consta de dos cortísimas naves separadas por dos arcadas de medio punto doveladas que descansan sobre un potente pilar central. Ambas naves, a través de otros dos arcos de medio punto, desembocan en sendos ábsides cuadrangulares de nicho central literalmente excavados en la roca viva, quedando comunicados entre sí a través de un pequeño ventanal de falsa herradura.
A los pies de la primitiva nave lateral izquierda mozárabe, abre un sencillo vano peraltado que en la actualidad comunica con la Sala de los Concilios pero que, originalmente, pudo cumplir la función de acceso principal al oratorio.
En una segunda fase constructiva, coincidente probablemente con el reinado de Sancho el Mayor, la primitiva iglesia mozárabe fue ampliada mediante la prolongación hacia los pies de sus dos naves, las cuales, comunicadas a través de escaleras, quedan a un nivel ligeramente inferior respecto a la cabecera.
También en tiempos del románico fue desplegado en los muros y bóvedas de la cabecera mozárabe un amplio programa iconográfico basado en la vida y martirio de los santos Cosme y Damián. Lamentablemente este programa pictórico, cuya ejecución se atribuye a una mano próxima a la del taller del Panteón de San Isidoro de León, se encuentra muy perdido a día de hoy.
Sala de los Concilios
Contigua a la iglesia inferior y comunicada por el vano peraltado anteriormente descrito, se encuentra la conocida como Sala de los Concilios, una denominación basada en la errónea teoría de fue escenario de un concilio a mediados del siglo XI.
Su construcción, contemporánea a la ampliación románica de la iglesia inferior, estaría destinada a albergar los dormitorios de los monjes, conservándose incluso horadados en la pared varios enterramientos.
La estancia, accesible también desde el exterior a través de unas escaleras, presenta una planta trapezoidal, quedando dividido el espacio interior en ocho tramos (cuatro a dos) separados por arcos rebajados y cubiertos por bóvedas independientes de cañón que van a apear sobre tres recios pilarones centrales de planta cruciforme.
La iglesia superior
Situada justo sobre la primitiva iglesia mozárabe, la iglesia superior fue edificada en dos etapas: una primera encuadrable cronológicamente en el reinado de Sancho el Mayor, de la que tan sólo se conserva un lienzo hacia el costado de la epístola; y una segunda que correspondería a la actual fábrica que, promovida por el rey Sancho Ramírez, fue definitivamente consagrada a finales del siglo XI, concretamente, en el año 1094.
El espacio de la iglesia superior queda definido mediante una amplia y diáfana nave de tres tramos separados por fajones de medio punto que, al alcanzar la altura de la roca, acusa un marcado ensanchamiento en el último tramo previo a la cabecera, la cual se encuentra literalmente excavada en la roca a considerable profundidad respecto a la iglesia inferior.
Consta dicha cabecera de tres ábsides de planta semicircular cubiertos con bóvedas de cuarto de esfera precedidas de brevísimos tramos rectos con bóveda de cañón, siendo ligeramente de mayor tamaño el altar central, dedicado a San Juan, respecto a los dos laterales, bajo la advocación respectivamente de San Miguel y San Clemente.
La triple cabecera, recorrida horizontalmente por una línea de imposta ajedrezada, queda articulada al interior en su registro bajo mediante arquillos ciegos de medio punto sobre columnas y capiteles de gran sencillez. Llama igualmente la atención que las dos absidiolas laterales quedan comunicadas con la central a través de angostos arquillos de medio punto sobre capiteles bastante desfigurados.
Muy innovadora puede considerarse la solución adoptada en los soportes de los tres arcos triunfales de acceso a la cabecera, compuestos por haces de cuatro columnas en disposición cruciforme, un recurso que, como señala Antonio García Omedes, permite crear una sensación de elegancia y ligereza "frente a la abrumadora sensación de opresión que transmite la roca viva sobre el templo"
En la actualidad el acceso a la iglesia superior se realiza desde el Panteón de Nobles, aunque existe otro vano de formulación mozárabe que comunica la iglesia con el claustro, una puerta que, según muchos especialistas, podía haber sido trasladada desde la iglesia inferior.
El muro de los pies, sin embargo, fue reinterpretado en una reforma tardía, siendo abiertos tres ventanales altos flanqueando uno central original que bien pudiera ser un primitivo acceso al templo dispuesto sobre dependencias monacales a nivel inferior hoy desaparecidas.
Panteón de Nobles
La iglesia superior del cenobio pinatense queda flanqueada a un lado por el inigualable claustro en el que a continuación nos detendremos, mientras que al costado opuesto se disponen tanto las antiguas dependencias monacales habilitadas hoy como museo, como la zona de enterramientos, hoy distorsionada por la adición en tiempos de Carlos III de un moderno Panteón Real.
A la misma entrada del monasterio encontramos una pequeña antesala abovedada desde la que parten dos escaleras: una descendente que nos conduciría a la iglesia baja a través de la llamada Sala del Concilio; y una en ascenso que desemboca directamente en el llamado Panteón de Nobles. Esta escalera, perfectamente documentada gracias a una lápida alusiva a su construcción, dataría del año 1301, siendo mandada habilitar por el Abad Pedro de Setzera.
El Panteón de Nobles propiamente dicho no es más que un pequeño espacio al descubierto habilitado entre la iglesia, las celdas monacales convertidas hoy en museo, y el moderno panteón neoclásico, el cual, fue acomodado sobre el muro en el que se disponen los enterramientos.
Las tumbas, empotradas literalmente en el muro, se suceden bajo una cenefa ajedrezada divididas en dos registros: doce en el superior y diez en el inferior. Los veintidós enterramientos que suman en total presentan la misma disposición, quedando individualizadas mediante arcos de medio punto de roscas ajedrezadas o perladas que inscriben, a modo de pequeños tímpanos, distintos motivos decorativos.
Entre el repertorio ornamental desplegado en los frentes de los nichos encontramos distintas variedades de cruces, crismones trinitarios, una rueda, blasones nobiliarios, formulas vegetales e incluso escenografías figurativas, destacando un grifo dentro de un clípeo, un jinete, o una representación del alma del difunto siendo elevada por ángeles.
Además de las tumbas, son también numerosas las laudas funerarias alusivas a diferentes personajes relevantes que encontramos a lo largo y ancho de todo el espacio, tanto en el mismo lienzo sobre los propios nichos como, incluso, aprovechando el exterior del muro del evangelio de la iglesia superior.
Entre el Panteón de Nobles y la propia peña bajo la cual se asientan las distintas dependencias monásticas, se situaba el Panteón Real original en el que reposaban los restos de los reyes de Aragón. Sin embargo, en el siglo XVIII y por mandato del rey Carlos III, fue erigido el suntuoso panteón neoclásico que puede observarse en la actualidad, habiendo quedado el primitivo panteón altomedieval parcialmente oculto, pudiendo, aún así, observarse entre la peña y el muro algunas tumbas antropomórficas.
Claustro
Al costado opuesto del Panteón de Nobles, frente al muro de la epístola de la iglesia superior, fue habilitado el claustro: sin duda, es el más relevante de cuantos restos se han conservado del primitivo Monasterio de San Juan de la Peña tanto por su propio valor artístico, como por su genuina apariencia que lo convierten, por méritos propios, en una pieza única.
Desde la iglesia se accede al espacio claustral a través del arco de herradura anteriormente aludido y que, para la mayoría de especialistas, se trataría del acceso primitivo de la iglesia baja que, en algún momento, sería trasladado al templo superior. Llama la atención este arco por la inscripción en caracteres mozárabes que recorre toda su rosca y en la que se puede leer: "Por esta puerta se abre el camino de los cielos a los fieles + que unan la fe con el cumplimiento de los mandamientos de Dios".
Junto a la iglesia y asomando al claustro, se encuentra la Capilla de San Victorián, preciosa construcción añadida en tiempos del gótico para albergar los enterramientos de diferentes abades pinatenses. Al lado opuesto, accesible a través de una modesta portada neoclásica, abre la segunda de las capillas claustrales, dedicada a San Voto.
Parece evidente, a juzgar por los cimientos y por las huellas aún patentes en la iglesia que, en primera instancia, el claustro quedaba protegido al exterior mediante un muro hoy desaparecido. Cabe reseñar también la notable cantidad de laudas epigráficas empotradas sobre todo en el muro de la iglesia orientado al claustro, inscripciones que solemos encontrar en la mayoría de claustros monacales dedicadas a miembros de la comunidad tras su fallecimiento.
En la actualidad, el claustro conserva prácticamente íntegros los lienzos Norte y Oeste, habiendo desaparecido las pandas oriental y meridional: es decir, la contigua al muro de la iglesia y la más próxima al peñón rocoso.
Otra de las razones que hacen del claustro pinatense un monumento sobresaliente es el hecho de que en sus capiteles trabajó, durante la segunda mitad del siglo XII, el celebérrimo Maestro de Agüero o de San Juan de la Peña, un artista anónimo cuya inconfundible maestría es perfectamente apreciable en diferentes edificios religiosos del norte de Aragón y de Navarra, siendo perfectamente reconocible, entre otros rasgos, por su personalísima manera de representar los ojos de los personajes: muy bulbosos y considerablemente desproporcionados.
La mayor parte de los capiteles claustrales pertenecen a l taller del llamado Maestro de Agüero o de San Juan de la Peña.
En cuanto al programa iconográfico de los capiteles se refiere, es de suponer que el claustro en su totalidad constituiría una verdadera y completísima Biblia pétrea, sin embargo, debido a la mencionada desaparición casi total de las pandas Sur y Este, hemos de conformarnos con las escenas labradas en los capiteles de los lienzos Norte y Oeste así como con algún capitel aislado y descontextualizado aparecido en los alrededores y recolocado de manera aparentemente aleatoria.
La lectura del conjunto comenzaría en el ángulo nordeste del claustro, donde fue representado el Ciclo del Génesis, siendo reconocibles las escenas de la Creación de Adán y Eva; el Pecado Original, su consiguiente Expulsión del Paraíso por sucumbir a las tentaciones del demonio y, por último y como consecuencia de su pecado, la obligación de trabajar la tierra por parte de los primeros padres.
A continuación, a partir del tercer capitel de la panda norte, comenzaría el Ciclo de la Infancia de Cristo, apareciendo en primer lugar y sobre un único capitel los pasajes de la Anunciación, la Visitación y el Anuncio a los pastores. Tras él, y en lo que constituye un error en la sucesión temporal de la narración, quizás cometido durante la restauración, aparecen dos capiteles con las escenas de la Huida a Egipto y el Sueño de José por un lado, y los Magos ante Herodes junto con la Matanza de los Inocentes por otro.
Tras ellos, después de un confuso capitel que se ha venido interpretando como un pasaje del Bautista descontextualizado, volvemos a recuperar el Ciclo de la Infancia con escenas alusivas a los Magos: apareciendo primero sobre sus cabalgaduras camino de Belén, y a continuación adorando al Niño (Epifanía). Los dos últimos capiteles de la panda norte desaparecieron y fueron sustituidos por dos lisos de hechura contemporánea.
Los capiteles del lienzo occidental, es decir, del más alejado de la iglesia, disponen escenas alusivas al Ciclo de la Vida Pública de Cristo, comenzando por el episodio de las Tentaciones de Cristo en el desierto primero, la Pesca Milagrosa a continuación, así como una magnífica representación de las Bodas de Canaá.
Tras ellos, aparece una escena de difícil interpretación que bien podría representar el pasaje de la Magdalena suplicando de rodillas a Cristo la curación de su hermano Lázaro, ya que en el siguiente capitel si que resulta perfectamente reconocible el tema de la Resurrección del de Betania.
Alcanzando una calidad plástica prácticamente insuperable, la narración prosigue con los capiteles de la Entrada triunfal de Jesús en Jerusalén y el de la Última Cena con el Lavatorio de los pies, rematándose el ciclo con el pasaje de la Traición de Judas.
El resto de capiteles, excepción hecha de un magnífico Bautismo de Cristo muy deteriorado reubicado en la panda sur del claustro, ya no son atribuibles a la mano del Maestro de San Juan de la Peña, siendo de destacar pese a todo una magnífica representación de Cristo en Majestad dispuesto en el sector suroriental del conjunto.
El Museo
Diferentes capiteles aislados aparecidos en diversas restauraciones o campañas de excavaciones han sido depositados en el modesto museo de San Juan de la Peña, habilitado tanto en la zona de las celdas de los monjes junto a la iglesia superior, como en lo que sería la zona de cocinas del cenobio, donde también puede admirarse el horno original del monasterio viejo.
En el pequeño museo habilitado en San Juan de la Peña hay numerosas e interesantes piezas escultóricas.
El Monasterio Nuevo
Situado unos cientos de metros más arriba del viejo monasterio de San Juan de la Peña, concretamente en la llamada Pradera de San Indalecio; el conocido como Monasterio Nuevo de San Juan de la Peña fue erigido entre la última década del siglo XVII y la primera del XVIII como consecuencia de un incendio, perfectamente documenatdo, que asoló y dejó inhabitable el viejo cenobio pinatense.
Consagrado en el año 1705, el Monasterio nuevo construido en ladrillo responde a los cánones propios del barroco, siendo de destacar la fachada principal de la iglesia, la cual queda enmarcada entre dos torres campanario angulares y abierta a través de tres portadas ornamentales coronadas respectivamente por las efigies pétreas de San Benito, San Indalecio y San Benito.
Tanto la iglesia como todos los equipamientos monacales anejos quedaron en el más absoluto abandono tras la Desamortización de Mendizabal, quedando parcialmente arruinado.
Entrado ya el siglo XXI, fue sometido a una profunda restauración, siendo habilitado en su interior una hospedería y un centro de interpretación que introduce al visitante en la historia del monasterio y, por consiguiente, en la historia del Reino de Aragón.
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La Ruta del Griál en la Provincia de Huesca
Al puro estilo, Indiana Jones, nos vamos de Ruta en busca del Grial, y es que cuenta la historia que el Santo Cáliz fue mandado desde Roma por San Lorenzo 4 días antes de su martirio…
¿Nos acompañas a conocer los pasos del Grial por la Provincia de Huesca?
1. – De Roma a Huesca: Monasterio de Loreto, Año 258 d.C.
Durante el mandato del emperador romano Valeriano (253-260), concretamente en el año 258, se emprendió una gran persecución contra los cristianos, conminándoles a abjurar de su fe o sufrir la expropiación de sus bienes y la decapitación. El papa Sixto II fue detenido, procesado y decapitado en su propia silla episcopal en las catacumbas de San Pretextato.
Pero de camino a su ejecución, el Papa iba acompañado por su diácono San Lorenzo, administrador de los bienes de la Iglesia, a quien ordenó que los distribuyera entre los pobres y que pusiera a salvo los más preciados bienes, especialmente el Santo Cáliz, que el propio San Pedro había llevado a la capital del imperio. Lorenzo le rogó que le permitiera compartir su martirio, pero él le dijo que también sufriría martirio por Cristo en su momento. Cuatro días después fue martirizado y asado vivo en una parrilla, que desde entonces pasó a ser el símbolo laurentino por antonomasia, siendo posteriormente santificado y convirtiéndose en el patrón de Huesca.
Antes de su muerte consiguió cumplir el encargo del Papa, repartiendo las riquezas entre los pobres para que no fueran a parar al emperador, a excepción del Santo Cáliz, objeto importante para su propia fe y para la continuidad del cristianismo, que envió a su ciudad natal dos días antes de su martirio a través de un legionario de su confianza, junto con una carta para sus nobles padres San Orencio y Santa Paciencia, que vivían cerca de Huesca en su granja y casa de Loret, en el lugar en que hoy se alza la ermita de Loreto, y donde se cree que se guardó inicialmente, según sostiene la tradición y corroboran los mejores investigadores en la materia.
Hoy en día la Ermita de Loreto se sitúa a tres kilómetros de la ciudad de Huesca, por lo que se puede acceder desde la capital oscense en un agradable paseo de hora y media (ida y vuelta). Según la tradición, hay que recoger una piedra al inicio del camino y depositarlo en el monasterio, y se cumplirán sus plegarias.
Ya que estáis por la zona, os podéis alojar en Huesca y aprovechar para visitar la ciudad y disfrutar de su gastronomía.
2 – San Pedro el Viejo – Año 533
Sin marcharnos de Huesca, seguimos la ruta del Santo Grial hasta el centro de la ciudad. Concretamente viajamos hasta la iglesia de San Pedro el Viejo, una auténtica joya románica.
El año 553 el Grial es trasladado a la Iglesia de San Pedro el Viejo de Huesca, que acababa de ser construida por el Obispo Vicencio con el fin de contener la sagrada reliquia, y donde reposó hasta el año 711. La iglesia se construyó sobre un anterior monasterio benedictino, construido a su vez sobre un templo visigodo que sustituyó a una iglesia de la época romana. La Iglesia de San Lorenzo también fue construida por el obispo Vicencio en la misma época.
Es significativo que tanto esta nueva iglesia de San Pedro el Viejo como otros templos, monasterios, iglesias y catedrales en los que reposó el cáliz o que se construyeron para albergarlo, están dedicados a San Pedro, el primer Papa y primer custodio del Grial.
3 – Yebra de Basa – Año 711 d.C
Una nueva crisis sacude a la cristiandad en forma de invasión árabe capitaneada por Tarik y Muza, y facilitada según los cronistas por el traidor conde Don Julián, que ostentaba el mando en la plaza de Ceuta, y que tras su muerte fue enterrado a la puerta de la Iglesia de San Pedro de Loarre, para que todo el mundo pudiera pisotear su tumba. El avance de los musulmanes es imparable, llegando hasta el sur de Francia.
El entonces obispo de Huesca, San Acisclo, huye hacia el norte en el 711, junto con su sobrina Santa Orosia, llevando consigo el Grial. Hacia el año 715, según la tradición, el Santo Cáliz permanece temporalmente oculto en la casi inaccesible Cueva-Ermita de Yebra de Basa, disimulada gran parte del año por una gran cascada de agua.
Se trata de un lugar apartado, lleno de magia, en el Serrablo. La población tiene 158 habitantes, repartidos en varios núcleos. Algunos de ellos están deshabitados, pero todavía conservan las construcciones tradicionales propias de la montaña. Un viaje al pasado.
4 – San Pedro de Siresa – Año 833 d.C
A 2 kilómetros del valle de Hecho se encuentra Siresa, considerada la puerta a la Selva de Oza, un monumento de la naturaleza. Su monasterio, románico, es el templo aragonés de estas características más al norte, aunque hoy en día tan solo se conserva su iglesia. Albergó el cáliz entre los años 815 y 831. Ya que estáis en este entorno natural, os recomendamos un paseo por la zona.
5 – San Adrián de Sásabe
Sin dejar la Jacetania seguimos hacia la siguiente parada del Santo Grial, que fue transportado para protegerlo de la invasión musulmana por diferentes puntos de la montaña. Los obispos del todavía Condado de Aragón y el Santo Grial se ubican en la Iglesia de Santa María de Sásabe, cuyos restos se encuentran bajo la actual Ermita de San Adrián de Sásabe y que el año 992 se convertía en sede del primer obispado de la Reconquista.
La ermita de San Adrián de Sásabe es románica, del siglo IX, y está situada entre dos barrancos, el Calcil y el Lupán, en el río Lubierre (afluente del río Aragón).
6 – San Pedro de la Sede del Real de Bailo – Años 1014/1045 d.C
La siguiente parada en nuestra ruta pasa por Bailo, un municipio de la Jacetania en las inmediaciones del Parque protegido de San Juan de la Peña. Allí, en la iglesia de San Pedro de la Sede del Real se guardó el Santo Grial entre 1014 y 1045, más de tres décadas. La construcción actual data del siglo XVI, pero por un momento nos podemos imaginar cómo sería la vida en este emplazamiento, que fue residencia de los Reyes de Aragón.
7 – Catedral de San Pedro de Jaca – Años del 1063 al 1071 d.C.
Uno de los templos más importantes del primer románico español es la catedral de San Pedro de Jaca, de la que se dice que el propósito de su construcción estuvo directamente relacionado con la conservación del santo cáliz (de hecho, lo albergó del 1063 al 1071).
El rey Ramiro I estableció la capital del incipiente Reino de Aragón en Jaca y formó el proyecto de hacer una catedral «tan suntuosa que no haya otra mejor», y lo sería para el Aragón de aquella época, una catedral construida por y para el Santo Grial, por eso será consagrada a San Pedro, y por eso le hará donación de trece pueblos en memoria de los comensales de la Última Cena.
En un capitel de la lonja pequeña de la Catedral puede verse todavía la inscripción Sistus que relata la historia de San Lorenzo y la entrega del cáliz que le hizo el papa Sixto II. El obispo García, último de los obispos aragoneses de Sásabe, hijo de Ramiro I y custodio del Grial, fue el encargado de trasladar la reliquia a Jaca el año 1044, aunque debido a enfrentamientos con su hermano Sancho Ramírez, finalmente marchó como obispo a Pamplona, siendo sucedido en sus cargos por Pedro de Jaca.
Se trata de una construcción ligada también al Camino de Santiago, y en este templo es donde se bautizó el estilo ajedrezado jaqués, que después se repetiría en otras iglesias.
8 – Monasterio de San Juan de la Peña – Años del 1076 al 1399 d.C.
El monasterio más importante de Aragón durante la alta Edad Media, el de San Juan de la Peña, también tuvo el honor de guardar el Santo Grial. Y lo hizo durante más de tres siglos, del 1071 al 1399, por lo que fue donde más tiempo permaneció antes de marchar a Zaragoza, Barcelona y, definitivamente, a Valencia. También es parada para los peregrinos del Camino de Santiago.
Pedro de Jaca, el nuevo custodio del Grial, renuncia a su cargo de obispo en 1076 y retorna a su monasterio de origen, San Juan de la Peña, cuna del Reino de Aragón, llevando consigo el Santo Grial, que permanecerá allí hasta el año 1399. Este traslado dió lugar a un importante conflicto entre los obispos de Jaca, que trataron de recuperar el cáliz a toda costa, y los monjes de San Juan de la Peña, apoyados por el Rey de Aragón y por el Papa, que querían guardarlo en el monasterio, conflicto que a punto estuvo de generar una revuelta social. El conflicto se resolvió finalmente a favor del monasterio, al pasar este a depender directamente de la Santa Sede.
Es precisamente durante este período de estancia del Grial en San Juan de la Peña cuando surgen durante el siglo XI las primeras leyendas y obras caballerescas en torno al cáliz de la última cena, extendiéndose por toda Europa y apareciendo versiones alemanas, francesas, castellanas, islandesas, italianas . . . , con derivaciones como Lancelot, el rey Arturo y los caballeros de la Tabla Redonda, Queste del Saint Graal, Parzibal, Tristán, Ginebra, el mago Merlín o la espada Excalibur. En este monasterio se daban elementos susceptibles de ser incorporados a la tradición griálica, como el repetitivo tema de los monjes custodios, que como rezan las leyendas, vivían más de cien años por la contemplación del Santo Cáliz. La ubicación del monasterio bajo una imponente roca, contribuye también a conjeturar sobre su enigma. Una fuente con forma de cáliz se dice que se erigía en el centro de su espectacular claustro, lo que recuerda que el Grial también contuvo el agua que manó de las heridas del costado de Cristo.
Investigaciones históricas recientes realizadas por el historiador alemán de la Universidad de Göttingen, Michael Hesemann, demuestran que la descripción de lugares, detalles arquitectónicos, paisajes y personajes que aparecen en los poemas épicos medievales, como Parzibal (que relata la vida de Sir Perceval, caballero de la Mesa Redonda y de la corte del rey Arturo, y su búsqueda del Santo Grial), coinciden sorprendentemente con la descripción y los detalles arquitectónicos de este monasterio, y con lugares, paisajes y personajes históricos españoles de la época, por lo que el Grial al que aluden poemas y leyendas era el que se guardaba en San Juan de la Peña. Incluso la inscripción árabe de la peana del Santo Cáliz aparece mencionada en el poema Parzibal. Es sumamente importante recalcar que el término lingüístico «grial», utilizado en los libros medievales de caballería para referirse al Santo Cáliz, es de orígen ibérico, y era el que empleaban las gentes de los lugares próximos a San Juan de la Peña para referirse a un cáliz.
Probablemente, el hecho de que Sancho Ramírez se uniera a la corriente innovadora oficialista de Roma, favoreció la difusión de estas leyendas caballerescas, a través de peregrinos y juglares que transitaron por la gran vía de intercambio de ideas que era el Camino de Santiago. Alfonso I el Batallador, fue uno de los monarcas aragoneses que más protegió este monasterio. Caballero templario del Grial, según la tradición oral, tras la batalla de Fraga y supuestamente herido de muerte, se refugió en el monasterio y misteriosamente logró sobrevivir, apareciendo más rejuvenecido y guerrero que nunca.
¿Te animas a realizar la ruta?
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Antecedentes del Reino de Aragón:
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Los Condados
El Condado de Aragón se origina en una franja montañosa en el Pirineo central que comprendía los valles de Ansó, Hecho y Aragón. Se crea por un interés manifiesto por la dinastía franca carolingia de proteger su frontera meridional de los posibles ataques musulmanes.
Aunque en un principio estuvo bajo la tutela de los reyes francos, conforme iba extendiéndose por la cuenca alta del río Gállego se desprendía del amparo carolingio y se acercaba al núcleo de gobernantes de Pamplona.
A principios del siglo VIII los ejércitos musulmanes entraron en el actual Aragón y en el año 714 conquistaron Saraqusta siendo la invasión del resto del territorio tarea fácil, así como la islamización de la población autóctona.
La expansión musulmana por el norte les llevó a ocupar varias ciudades del sur de Francia, pero la importante victoria de los ejércitos francos en Poitiers, en el año 732, les hizo renunciar a sus ideas invasivas en Europa, retirándose a la Península Ibérica.
Respaldados por la geografía, el apoyo franco y por las guerras civiles disputadas entre los musulmanes, aparecieron focos de resistencia en algunos pueblos del Pirineo que fueron adquiriendo importancia, pese a las dificultades, y que serán el germen, primero, del Condado y posteriormente del Reino de Aragón.
Hay que destacar la importancia de los monasterios en la introducción de corrientes europeas en la Península y como focos alrededor de los cuales se fraguó la resistencia frente a los musulmanes. Entre todos, San Pedro de Siresa, situado en el Valle de Echo, ubicado en el norte del río Aragón, será fundamental en el nacimiento del condado que llevará su nombre.
AUREOLO
En el año 800 el conde franco Aureolo entra en la Península.
Aureolo o aureolus (muerto en 809) es tradicionalmente considerado como el jefe de los francos en aragón.
Entre el 798 y el 802 los francos establecieron varios cabezas de puente en la zona: bahlul ibn marzuq se rebeló en zaragoza en contra del poder central de al-ándalus en el 798 y en el 800 conquistaba Huesca de los banu salama. El general amrus ibn yusuf (nacido en Huesca), enviado por el emir de córdoba, reconquistó zaragoza y huesca en el 801 aproximadamente. Bahlul huyó a pallars y fue asesinado por su lugarteniente jalaf ibn rashid hacia el 802, quien tenía en ese momento el dominio sobre barbitanya (barbastro). Con todo este revuelo los francos establecieron su control sobre Jaca y otros castillos y designaron como conde de aragón a aureolus, hijo del conde aureolus de périgueaux (según Adémar de Chabannes), que estuvo en relación con el señor de Zaragoza y Huesca, el citado bahlul ibn marzuq. Sin embargo apenas hay fuentes escritas que avalen el dominio de Aureolo sobre la barbitanya (sobrarbe) o la zona del alto subordán: Hecho, Ansó y Siresa.
A. Durán gudiol se basó en los annales regni francorum para construir una hipotética presencia franca sobre la zona. Si bien la fuentes francas designan como "comes" al personaje, éste parece haber sido más un custodio o jefe militar que una auténtica autoridad territorial. Atribuirle un condado con dominio jurisdiccional y "autoritas" sobre sus pobladores es, sencillamente, demasiado atrevido.
De acuerdo a la tradición la Peña Oroel deriva su nombre de este personaje.
Tras la muerte de Aureolus en el 809 el bando franco aseguró la sucesión de Aznar I Galíndez.
En el 811 nace la dinastía condal aragonesa con Aznar Galíndez de origen indígena y protegido por Carlomagno. Pese a ser desposeído por su yerno García el Malo en el 820, y gracias a la influencia de su familia en tierras aragonesas, en el 833, su hijo Galindo Aznarez I vuelve a gobernar el condado de Aragón recibiendo ahora la protección de los reyes de Pamplona.
AZNAR I GALÍNDEZ
También llamado Aznard o Achinard.
Conde de Aragón, Jaca, Urgel, Cerdaña y Ausona, nacido hacia 780 y fallecido hacia 838. Nombrado por Carlomagno, fue un funcionario al servicio de los intereses carolingios, aunque fue desposeído por usurpadores de parte de sus territorios en la Marca Hispánica.
Probablemente fue un indígena de la zona de Aragón y hacia 809, según queda reflejado en las crónicas cristianas y musulmanas, sucedió a un tal Oriol (Aureolo),de origen franco, como conde del pequeño territorio de Aragón. Este territorio comprendía tan solo una franja montañosa en Pirineo central, que englobaba los valles de Ansó, Hecho y Canfranc. El nombramiento de Aznar Galindo respondió a la necesidad de los francos de mantener un condado más allá de los Pirineos para protegerse de los árabes. Entre 809 y 820 Aznar Galindo se apoderó de Jaca y llegó a dominar los montes de Aspe y los valles del Sobrarbe. Aunque en un principio se alió con Galindo Belascontes, en poco tiempo éste se convirtió en su enemigo y lo desposeyó del condado.
Hacia 820 Aznar Galindez fue desposeído de sus tierras por su yerno García Galíndez el Malo, hijo de Galindo Belascontes, por causa de una disputa familiar. Es posible que los Arista estuviesen aliados con los Belasconte para esta acción. Aznar Galindez marchó con su familia a refugiarse en la corte de Tolosa y recibió de Guillermo de Tolosa los condados de Urgel y Cerdaña, conquistados por Guillermo en 806, con la misión de repoblarlos. En Urgel fue el sucesor del magnate Fredolo, que murió hacia 824, fecha de la posible toma de posesión de Aznar Galindez como conde de Urgel y Cerdaña. Tras la muerte de García el Malo hacia 833, el condado de Aragón pasó a su hijo Galindo García. Hacia 838 Aznar Galindez, conde legítimo de Aragón, aunque éste seguía gobernado de hecho por los Belascontes, abdicó en su hijo Galindo I Aznárez, que recuperó el condado en 844.
El Conde Aznar I era bisnieto de Galindo, probablemente el primer cabeza de familia que se introdujo con los francos en la región.
Casado con Eneca Garcés, que actualmente se cree fue una dama de Gascuña, tuvo cuatro hijos:
Matrona, casada con García I Galíndez, que depuso a Aznar I y gobernó desde el 820 al 833.
Eilo.
Centulfo.
Galindo I Aznárez, conde de Aragón del 844 al 867 y de Urgel y Cerdaña hasta 844.
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Leyenda / La Victoria del Conde Aznar
Esta leyenda rememora la reconquista cristiana de Jaca en el siglo VIII, en la que la población se enfrentó a un gran ejército musulmán encabezado por cuatro reyes moros. Aquella victoria tuvo una trascendencia muy importante en la historia aragonesa, tanto es así que en el actual escudo de Aragón, uno de los cuarteles lo ocupan las cabezas de esos cuatro reyes vencidos.
Tras la reconquista cristiana de Jaca, comandada por el Conde Aznar en el año 758, los musulmanes decidieron recuperar esa plaza y sitiaron la ciudad con un ejército que superaba los 90.000 hombres. Los cristianos ante esa amenaza, en vez de esperar, decidieron salir a combatir, pero antes el conde y sus capitanes se reunieron a orar ante la imagen de la Virgen que salvaguardaban en la capilla del castillo.
Así atacaron una noche de tormenta el campamento musulmán cogiéndoles a traición, pero no acabaron con ellos y en poco tiempo volvieron al asedio de Jaca. De esta manera se reanudó el combate, una lucha cruenta en la que cada poco tiempo se veía cruzar entre los hombres una mujer coronada con un vestido blanquísimo y un niño en brazos, lo que los cristianos lo interpretaron como que la Virgen estaba con ellos. Al mismo tiempo, en Jaca la población que se había quedado en la ciudad fue a rezar ante la imagen de la Virgen y vieron alarmados como había desaparecido. Entonces se vieron obligados, niños, ancianos y mujeres a acudir en ayuda de los hombres. Ya amaneciendo vieron sobre una loma las tropas cristianas con la imagen de la Virgen, que en realidad era la misma que la mujer que había cruzado el campo de batalla. Aquella victoria sobre los musulmanes se festejó aquel año con gran alegría, y en la actualidad los jaqueses siguen celebrando una fiesta en conmemoración de aquel triunfo cristiano.
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GARCIA I GALÍNDEZ, (EL MALO).
García I Galíndez «el Malo» (m. 833), conde de Aragón (820-833). Las pocas noticias sobre su vida, recogidas por historiadores posteriores, se encuentran en el Códice de Roda.
Hijo de Galindo Belascotenes y de Faquilo, se casó con Matrona, hija de Aznar I Galíndez conde de Aragón. Mató a su cuñado Centulfo y repudió a Matrona para casarse con Nunila de Pamplona, hija de Íñigo Arista rey de Pamplona, con la que tuvo un hijo, Galindo Garcés. Según la tradición, la causa fue que Centulfo y su hermano Galindo I Aznárez le gastaron una broma encerrándolo en una casa la noche de San Juan.
Íñigo Arista le proporcionó un pequeño ejército con el que depuso a Aznar I Galíndez y tomó el gobierno del condado de Aragón en 820. En ese mismo año se rebeló contra el poder carolingio uniendo sus fuerzas con las de su suegro, el monarca pamplonés. El 824, apoyó a Íñigo contra una expedición franca en Navarra ordenada por Luis el Piadoso y comandada por los condes Elbe y Aznar. Con la ayuda de Musa ibn Fortún, de la familia de los Banu Qasi, los francos fueron derrotados.
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El Códice de Roda
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Otros nombres: Codex de Roda, Códice de Meyá.
Dimensiones: 205 X 285mm.
232 folios de pergamino en letra visigótica a línea tirada excepto dos páginas a dos columnas.
Contiene 18 páginas iluminadas con dibujos a pluma, además de algunas páginas con imágenes a varios colores en los bordes y de mayúsculas capitulares magníficamente decoradas.
Entorno histórico
Manuscrito copiadDetalle decoración en el margen de la página 72vo en la corte de Nájera por encargo de Sancho Garcés II (970-994). Consta de dos partes bien diferenciadas.
La primera, de finales del siglo X, se supone elaborada por un monje precedente de San Millán de la Cogolla ya que, según todos los expertos, su estilo está considerado como muy semejante al de las obras más significativas de este monasterio. Se continuó varias décadas más tarde, bien entrado el siglo XI, en el mismo scriptorium navarro, donde parece ser que aún se conservaba en el siglo XII.
Posteriormente pasó a la catedral de Roda de Isábena (Huesca), donde se conservó hasta el siglo XVII, a lo que debe su nombre actual. Se sabe que después fue prestado al cronista Diego Joseph Dormer y que a su muerte fue comprado por el abad del monasterio de Santa María de Meyá. A partir de entonces se pierde su pista hasta que apareció nuevamente en 1927, fecha en que fue adquirido por el Estado y depositado en la Real Academia de la Historia, donde se conserva en la actualidad.
El códice, que ha sido digitalizado y se puede estudiar en la página de dicha institución, ha perdido algunos folios, en otros hay mutilaciones y sufrió algunos desperfectos al ser tratado con reactivos que ennegrecieron las páginas afectadas.
Descripción
Detalle decoración en el margen de la página 121vLa primera parte del Códice de Roda, que se extiende desde el folio 1r hasta el 155r contiene la Crónica de Orosio. Está escrito en letra visigótica minúscula muy cuidada y de calidad, en un único tono oscuro, excepto las iniciales policromas y los títulos de capítulo, en los que se utilizaron tintas azul y roja. Contiene notas marginales y pequeñas imágenes que en algunas páginas decoran el margen izquierdo del texto.
La segunda parte, en la que se mantiene el mismo tipo de letra y de presentación, aunque el formato de las líneas es más irregular y en el texto también se utiliza el color rojo. En ella siguen existiendo las notas y las imágenes marginales, aunque éstas son más sencillas y de menor calidad. Sin embargo, las letras mayúsculas y capitulares están más decoradas que en la fase anterior, incluyendo lacerías, entrelazos zoomórficos y las más variadas especies animales y seres fantásticos. También incluye una serie de páginas iluminadas con dibujos a pluma, conteniendo la Genealogía de Cristo, un mapamundi en el formato habitual de los mapas de San Isidoro, una Adoración de los Reyes Magos, y la imagen de varias ciudades, la mayoría de ellos inspirados en algún Beato de la familia II.
Su contenido está formado por un amplio conjunto de textos de diferente procedencia. Entre los de contenido religioso incluye varias colecciones de epístolas y evangelios, una pasión de Cristo, el Smaragdus de San Miguel, la Genealogía de Cristo ya mencionada y diversos escritos sobre el credo y el árbol de la ciencia.
Letra mayúscula en el margen de la página 156rMucho mayor interés presentan los textos históricos. Una parte está dedicada a la copia de códices anteriores, como la Chronica de San Isidoro y sus historias de los vándalos, los suevos y los visigodos, la Crónica de Alfonso III o la Crónica Profética. Pero su contenido de mayor interés está formado por textos propios que incluyen las relaciones de los reyes árabes y de los de Asturias-León, así como genealogías de los reyes de Pamplona y los condes de Aragón, Pallars, Gascuña y Tolosa. También contiene una crónica del reino de Navarra y una lista fechada de los obispos de Pamplona. El conjunto se cierra con un poema epitalámico en honor de Leodegundia Ordóñez, personaje de difícil identificación, que según el propio Códice de Roda fue hija de un rey Ordoño de León -posiblemente Ordoño I- y esposa de un rey de Pamplona, que quizá fuera García Íñiguez después de la muerte de Urraca, su primera esposa.
Esta parte del manuscrito es considerado como fundamental para conocer las genealogías de las dinastías que gobernaron a ambos lados de los Pirineos durante cinco generaciones, desde principios del siglo IX hasta a mediados del siglo X. En el reino de Pamplona incluye las familias de los Íñiguez y los Jiménez, desde Iñigo Arista hasta García Sánchez I.
También es de gran interés, como expresó D. Manuel Gómez Moreno, la información que ofrece sobre el mundo árabe, que según diversos autores pudo ser obtenida para este códice de los estudios sobre los distintos territorios musulmanes en España desarrollados por el historiador y geógrafo almeriense Al Udri, que residió varios años en Zaragoza y escribió un compendio geográfico-histórico sobre la Marca Superior de Al-Ándalus incluyendo unos Anales de la Marca.
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GALINDO GARCÉS
Galindo Garcés (m. 844) fue Conde de Aragón desde 833 hasta su muerte en 844. Hijo y sucesor de García I Galíndez de Pamplona(Conde de Aragón 820-833), era nieto de Galindo Belascotenes y tataranieto de Belasco, conde de Pamplona (799-812).
Casó con Guldregut, ambos fundadores y benefactores del Monasterio de San Pedro de Siresa. Al no tener descendencia, el condado pasó a su tío Galindo I Aznárez, hermano de su madre Matrona Aznárez, también conde de Urgel (830-833), Cerdaña (830-833), Pallars (833-834) y Ribagorza (833-834).
Un punto de importantísimo interés fue el Real Monasterio de San Pedro el Viejo de Siresa. Veámos por qué:
Durante el mandato del Conde Galindo Garcés y su esposa Guldregut, en el año 833, fundaron y beneficiaron económicamente el Monasterio de San Pedro de Siresa.
Este monasterio fue crucial en el inicio de la Reconquista de territorios ocupados por el Islam. Entre sus muros, los monjes guerreros educaron y adiestraron al futuro rey del Reino de Aragón, Alfonso I “el batallador”.
El Monasterio de Siresa albergó una de las bibliotecas más grandes de Occidente. Reconocida y admirada por el Obispo Eulogio de Córdoba.
La leyenda también nos cuenta que en este cenobio se custodió y veneró el Santo Grial, antes de llevarlo al Monasterio de San Juan de la Peña.
Se cree que este monasterio se construyó para homenajear y conmemorar a los miles de fallecidos del ejército carolingio, comandados por Roland, cuando en el siglo VIII intentaron sin conseguirlo, tomar la ciudad de Zaragoza, que estaba en poder de los musulmanes.
En la retirada de las tropas y de camino hacia su país, cruzando los Pirineos sufrieron una emboscada por parte de Vascones y gente autóctona de las montañas.
La famosa batalla de Roncesvalles, acontecida en el año 778. Pero hay indicios suficientes que nos hacen pensar que la ubicación de esta batalla o emboscada, no es la correcta: Vamos a verlo.
Un equipo de arqueólogos e historiadores de la Universidad de Zaragoza, dirigido por el profesor Antonio Ubieto,en la década de 1990, llegaron a una atrevida conclusión.
Basándose en el cantar de gesta más antiguo que se conserva, “La Chansón de Roland”, comprobaron que la toponimia del terreno y los paisajes que se describen en dicho cantar, corresponden exactamente con un paraje situado en el Valle de Hecho.Provincia de Huesca en Aragón. Concretamente, la Boca del Infierno, que es la entrada natural a la Selva de Oza.
En sus cercanías discurre la antigua calzada romana,que atravesaba el Pirineo por el Puerto del Palo. Y en la cabecera del valle se construyó el Monasterio de Siresa, de estilo carolingio, levantado sobre unas ruinas de una antigua iglesia visigótica.
Ahora viene la reflexión:
Si una de esas columnas del ejército de Roland, no hubiera pasado por el lugar que estamos hablando, para qué iban ha construir semejante monasterio conmemorativo los condes aragoneses de la Marca Hispánica… Se sigue investigando. A loc mejor algún día lo sabremos.
Nota:
En el siguiente capítulo dedicado al Reino de Aragón, hablo mas en profundidad sobre este importantísmo monasterio, que quizás fue, un poco olvidado en el tiempo.
GALINDO I AZNÁREZ
Galindo I Aznárez (fallecido en 867) fue conde de Aragón del 844 al 867, sucediendo a Galindo Garcés. Aznárez era hijo de Aznar I Galíndez, que había sido conde de Aragón desde el 809 al 820 y conde de Urgel y de Cerdaña partir del 820.
Galindo I Aznárez recibió los dos condados de su padre (Urgel y Cerdaña), y en algún momento anterior al 833 fue designado conde de Pallars y Ribagorza, hasta que fue expulsado en el 844. Tras un período de gobierno en Pamplona, volvió a Aragón en el844 para asumir la herencia de Galindo Garcés que había muerto sin descendencia. El conde Galindo figura en el cartulario del Monasterio de San Pedro de Siresa haciendo varias donaciones.
Galindo I fue padre de Aznar II Galíndez, su sucesor.
Esta protección desembocará en una especial dependencia del reino pamplonés. Aznar Galíndez II se casará con una hija del rey de Pamplona García Iñiguez. A la muerte de su padre en el año 864,
Aznar Galíndez II asume el condado.
AZNAZ GALÍNDEZ II
Conde de Aragón, nacido hacia 825 y fallecido en 893. Bajo su gobierno se fue consolidando la independencia del condado de Aragón respecto de los carolingios y entró, en cambio, dentro de la órbita navarra.
Hijo de Galindo I Aznárez y de doña Guldregut, dama de origen desconocido, sucedió a su padre al frente del condado de Aragón a su muerte en 867.
Por su matrimonio con doña Oneca, hija de García Íñiguez, rey de Pamplona, el condado de Aragón quedó sujeto a la influencia navarra, aunque pudo conservar su personalidad y el derecho familiar de sucesión dentro de la familia Aznar.
El conde Aznar Galindo II supo mantener la paz con sus vecinos a través de una hábil política matrimonial: casó a su primogénito y sucesor, Galindo II Aznárez, con doña Sancha Garcés, de la casa de Navarra;
su hija Urraca Aznárez se unió en matrimonio con el rey Sancho Garcés de Pamplona; su hija Sancha Aznárez casó con Muhammad al-Tawil, rey de Huesca, y tras su muerte casó en segundas nupcias con Gimeno Garcés. Aznar Galindo II tuvo además otro hijo, llamado García Aznárez, a quien no se le conocen matrimonios.
GALINDO II AZNÁREZ
Patrocinó el golpe de estado de Pamplona (905), del que resultó el cambio de la dinastía Iñigo-Arista pamplonesa por la Jimena, otra rama más favorable a los intereses de Aragón.
Casó en primeras nupcias con Acibella, hija de García Sánchez, conde de Gascuña, y Amuna de Perigord, siendo padres de:
·Sancha Galíndez quien casó con Hunfredo Bernat, conde de Ribagorza.
En segundas nupcias casó con Sancha Garcés, hija de García Jiménez y Onneca Rebelle de Sangüesa. Fueron padres de:
Andregoto Galíndez (condesa 922-943) quien heredó el condado aragonés al no tener su padre hijos varones legítimos, casada con su primo-hermano García Sánchez I de Pamplona en el año 925.
Velasquita Galíndez.
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LA DINASTÍA JIMENA
La Dinastía real pamplonesa que gobernó en el reino desde el 905 hasta el 1234. La Dinastía Jimena se compone de los siguiente monarcas:
Sancho Garcés I (905-925)
García Sánchez I (925-970)
Sancho Garcés II (970-994)
García Sánchez II (994-1004)
Sancho Garcés III (1004-1035)
García Sánchez III (1035-1054)
Sancho Garcés IV (1054-1076)
García V Ramírez (1134-1150)
Sancho VI (1150-1194)
Sancho VII (1194-1234)
A partir del año 905 la situación política del reino de Pamplona cambia radicalmente como consecuencia de una crisis dinástica no bien aclarada y ciertamente enigmática. El nuevo rey de Pamplona es Sancho Garcés I (905-925). Con él, la dinastía Íñigo o Arista quedó desplazada por la Jimena que se mantuvo hasta el año 1234, coincidiendo con la muerte de su último representante, Sancho VII el Fuerte.
Sus primeros éxitos militares acreditaron lo acertado de la elección. Finalizaba la política de sujeción y alianza al islam de sus predecesores, pasando a la acción. Toma la tierra de Deio (Deierri), las riberas del Ega, Arga y Aragón y de la Rioja Alta (Nájera, Viguera, Arnedo, Calahorra). En veinte años de reinado de Sancho extenderá su dominio desde las tierras aragonesas de Sobrarbe hasta Nájera. La línea fronteriza por él establecida y fortificada va a sufrir escasas variaciones en más de un siglo; pérdida y recuperación de Calahorra y Arnedo y poco más.
Para consolidar la hegemonía del reino, los Jimeno se apoyaron tanto en la comunidades aldeanas como en la aristocracia local. Crearon, así, un reino compacto en el que todos sus componentes se necesitaban, al quedar estructurado en una pirámide de poder y autoridad en cuya base estaban las aldeas, de la que muchas carecían de otra autoridad que no fuera el monarca, quien las defendía de la injerencia de señores extraños capaces de alterar su organización. Por su parte, estas aldeas garantizaban el éxito de la colonización de nuevos espacios hasta entonces públicos, recién conquistados a los musulmanes o pertenecientes al patrimonio real. Las donaciones piadosas que los monarcas efectuaron a los grandes monasterios como Leyre, Albelda o Iratxe, son buena prueba del extenso patrimonio diseminado por todo el reino.
Las nuevas tierras conquistadas permitían satisfacer las ambiciones de la aristocracia. A cambio de fidelidad, auxilium y consejo recibieron beneficios y el gobierno de diferentes distritos que le permitía incrementar sus bienes. A pesar de ello, las atribuciones del rey eran amplias, por un lado, a título personal era dueño de un extenso patrimonio (villas, heredades, iglesias, etc.) y por otro, era jefe de los ejércitos y el encargado de administrar justicia.
Entre las funciones de la corona estaba también la de gobernar y organizar el reino. Para ello los monarcas dividieron el territorio en distritos de reducidas dimensiones, en la mayor parte de nueva creación, aunque en otras respetando antiguas demarcaciones. Al mando de éstos colocaron a miembros de su propia familia o de otras con las que establecieron vínculos de dependencia.
El nuevo reino, dotado del suficiente soporte territorial y libre de los poderes franco y cordobés, tuvo que construir el ideario, el programa político que garantizara el mantenimiento de la monarquía, que justificara su expansión por tierras meridionales y que asegurara su preeminencia sobre otras familias notables. Se asumirá el ideal neogótico de la corte ovetense, resaltando la figura del soberano como defensor del pueblo, fuente de justicia, jefe militar y paladín de la cristiandad, al igual que el modelo de escritura, el sistema de cómputo del tiempo y los usos litúrgicos. Es decir, ahora daban sus frutos el trasvase de ideales político-religiosos iniciado a raíz de la colaboración entre García Iñiguez y Ordoño I. Finalizaba la política de alianzas con el poder musulmán local de los Banu Qasi iniciado por Iñigo Arista y se asumía un ambicioso proyecto político de expansión territorial y religiosa que terminaba con el simple enclaustramiento defensivo anterior. El avance sobre el espacio riojano no ha de entenderse como una mera expansión territorial, pues contribuyó a ensanchar las bases económicas, sociales y culturales del reino. Las nuevas tierras descongestionaron el exceso demográfico del área pamplonesa y alavesa; Nájera aportó modos de vida urbana casi desconocidos; y el floreciente monacato riojano impulsó la vida religiosa y cultural.
La nueva articulación socio-política del nuevo reino cambiaba de dirección centrada ahora de norte a sur, sobre el eje Pamplona-Nájera. La naciente monarquía pamplonesa adquirió pronto una estabilidad, un dinamismo y un prestigio sorprendentes. Resalta, primero, el vigor de un linaje que por línea paternofilial de primogenitura trasmitió durante seis generaciones los poderes y atributos de la realeza y con ellos, los nombres de Sancho y García, como símbolo de la gloria y los carismas atribuidos al epónimo fundador de la dinastía.
Después de la muerte de Sancho Garcés I (925) parece que su único hijo varón, García Sánchez I (925-970), menor todavía, quedó al cuidado de su tío Jimeno Garcés y cuñado de Toda, la reina viuda. No se conoce que hubiera ningún conato de usurpación por parte de Jimeno aunque se dejan entrever dificultades por parte del hermano mayor de Sancho, Enneco Garcés. Se sabe que uno de sus hijos murió violentamente en Liédena y otros tres huyeron a Córdoba. Alegando lazos familiares (Abd al-Rahman III era nieto de Onneca, madre de la reina Toda), ésta consiguió que el soberano cordobés reconociera el dominio pamplonés a favor de García Sánchez I. En el tratado concertado a tal efecto (934) se renovaban en cierta medida las cláusulas de fidelidad y subordinación del antiguo pacto, pero no se contemplaba el signo de permanente dependencia efectiva que era el pago anual. No obstante, la sumisión al califa andalusí fue pasajera y, como prueba de ello, en 939 García Sánchez I, junto a Ramiro II de León, lo derrotaron en Simancas.
Después de las conquistas de Sancho Garcés I, la creciente hegemonía y poder militar del califato instaurado en al-Andalus (929) por Abd al-Rhman III, iba a obligar a los monarcas pamploneses a frenar sus impulsos ofensivos y más bien a salvar su incipiente reino y sus nuevas fronteras bien con las armas bien con maniobras diplomáticas. Dentro de este tono defensivo se pueden diferenciar dos etapas; una primera fase en la que predominan las hostilidades e incluso los oportunos contraataques; y otra de agobiante presión califal, claudicaciones y ruinas. Ante los alardes cordobeses de fuerza militar a los que no podía responder el reino de Pamplona, los monarcas siguieron hábiles vías de negociación en los momentos precisos para salvaguardar sus dominios, reponerse de los estragos causados por el enemigo y obtener en ocasiones determinadas ventajas políticas. En esta labor destaca especialmente la figura de la reina viuda Toda tanto con los señores cristianos peninsulares y aquitanos como con su sobrino Abd al-Rhman III.
La reina regente Toda refuerza los nexos políticos y familiares con el reino de León mediante bodas entre los linajes reinantes y haciéndolos extensibles a los condes de Castilla, Álava, Bizkaia, Aragón y Gascuña. La reina había casado a su hija Onneca con el nuevo rey leonés Alfonso IV (925-931) y luego a su otra hija Urraca con Ramiro II (931-951), hermano y sucesor del anterior. A su vez, García Sánchez I había tomado hacia el 941 como segunda esposa a Teresa, hija de Ramiro II, tras repudiar a su primera mujer Andregoto, hija del conde Galindo Aznar II.
Las maniobras diplomáticas ante los diferentes califas cordobeses tienen como objeto salvaguardar los territorios pamploneses aunque algunos vuelven al poder califal como Calahorra.
Hasta el año 940 el dominio de Abd al-Rahman III es claro y envía varias expediciones de castigo contra el corazón del reino (920, 924, 937) aunque también se produce alguna victoria del bando cristiano como la de Simancas en el 939. Los siguientes tres lustros y debido al silencio de los textos invita a suponer que discurrió una fase de calma siquiera relativa en las fronteras, con el consiguiente alivio para sociedad pamplonesa.
Tras el fallecimiento del califa Al-Hakam II (976) se produjo el rápido ascenso de Abu Amir Muhammad, conocido en la historiografía como Almanzor. Durante un cuarto de siglo iba a acosar de manera implacable todos los dominios cristianos peninsulares. De sus 52 campañas se ha cifrado en nueve el número de las que lanzó contra el reino de Pamplona. El rey Sancho Garcés II conocido como "Abarca" (970-994), optó en varias ocasiones por la vía diplomática para salvaguardar su reino pactando con el enemigo y entregando a su propia hija con la que se casó Almanzor y era conocida como Vascona. Fue madre de Abd al-Rahman, al que en recuerdo de su abuelo ella le daba el nombre de "Sanchuelo". A pesar de todo Pamplona no se libró de varias expediciones que "asolaron el país de los vascones" según las fuentes cordobesas. Para calmar a Almanzor o para pedir la paz, Sancho Garcés realizó un viaje a Córdoba en 992 y un año después, Gonzalo hijo del rey, acudía a Córdoba sin duda para confirmar lo convenido por su padre y dar seguridades de que Pamplona seguiría un política amistosa.
Su sucesor, García Sánchez II "el Temblón" (994-1004) inicia una política opuesta a la de su padre, y no mucho después de acceder al trono se enfrenta con Almanzor. En el 998 Almanzor entró en la capital del reino y sometió al monarca. Se puede decir que durante los reinados de Sancho Garcés II y García Sánchez II Pamplona vivió sometida al yugo cordobés.
Entre las características de esta nueva monarquía se puede relacionar el criterio de no desintegrar el reino, es decir, transmitir al sucesor todos los territorios adquiridos por la forma que fuese al contrario que en el reino de Asturias y León donde asomaron ideas secesionistas y los hijos se reparten los dominios. Así la sucesión al trono se realizó sin incidentes y García Sánchez II pudo trasmitir a su hijo Sancho el Mayor, el patrimonio territorial sin menguas ni divisiones.
Con el fin de siglo, tiene lugar un cambio de coyuntura decisivo, el califato se hunde y los reinos del norte comienzan a tomar la iniciativa. En este nuevo panorama tiene lugar el ascenso al trono pamplonés de Sancho Garcés III "el Mayor" (1004-1035) inaugurándose una de las etapas más gloriosas de la monarquía pamplonesa al extender su hegemonía al resto de espacios políticos cristianos de la Península. En efecto, a la herencia paterna, compuesta por el reino de Pamplona y el condado de Aragón, añadió los condados de Castilla, Sobrarbe y Ribagorza, su protectorado sobre el reino de León y unas iniciales pretensiones sobre el ducado de Gascuña a la muerte de su titular, su tío Sancho Guillermo, fallecido en 1032. A pesar de controlar un territorio tan extenso, no tuvo un proyecto de reino unitario sino que, al contrario, mantuvo el estatus jurídico y político de cada condado y reino y a su muerte los dividió a través de la dotación de sus hijos.
De los cuatro hijos que sobrevivieron a Sancho, Ramiro, el primer nacido, no reunía la condición legal de primogénito pero era reconocido. Solo García Sánchez III (1035-1054), por su condición de primogénito le correspondió la herencia paterna, es decir los territorios del Reino de Pamplona, además del País Vasco peninsular y la Castilla vétula. Su segundo hijo, Gonzalo, recibió los condados de Sobrarbe y Ribagorza. Fernando, fue el depositario de la otra mitad del condado castellano, la Castilla burgalesa por la que debía vasallaje a su hermano mayor García, mientras que Ramiro se quedó con el de Aragón, más los dos anteriores a la muerte de su hermano Gonzalo. Esta división de los hijos de Sancho III desataría una relación cainita entre los hermanos y sucesores que finalizaría con la desintegración de la hegemonía pamplonesa consumada en dos actos: la batalla de Atapuerca (1052), donde es derrotado y muere García Sánchez III perdiendo el territorio de Castilla vétula a favor de su hermano Fernando, para entonces rey de León; y el regicidio de su sucesor, Sancho Garcés IV (1054-1076) en Peñalén como consecuencia de una conspiración de la nobleza en la que participaron los propios miembros de la familia real. El desconcierto creado y el vacío de poder fueron aprovechados por Alfonso VI de Castilla para tomar La Rioja, Bizkaia, Álava y Gipuzkoa y por Sancho Ramírez de Aragón para hacerse con el resto del reino de Pamplona.
La etapa de unión dinástica de los reinos de Pamplona y Aragón coincidió con los monarcas Sancho Ramírez (1076-1094), Pedro I (1094-1104) y Alfonso I el Batallador (1104-1134). Por el tratado de Támara (1127) que ponía fin a las disputas entre el reino de Castilla y el de Aragón, se fijaron las fronteras según estaban en tiempos de Sancho III el Mayor, esto es, el País Vasco peninsular, la Rioja y la Castilla vétula dentro del reino de Pamplona.
La muerte de Alfonso I sin sucesión directa abría una crisis profunda en el reino de Aragón como consecuencia de su testamento, que repartía su reino entre las órdenes militares, y a falta de un heredero directo, se celebró el pacto de Vadoluengo (enero 1135) entre Pamplona y Aragón para confirmar la separación y establecer las fronteras. En Pamplona se nombra rey a García Ramírez (1134-1150). Su hijo y sucesor, Sancho VI el Sabio (1150-1194) cambiaría la tradicional denominación de reino de Pamplona por el de reino de Navarra. Con este monarca se iniciaba el proceso urbanizador en Gipuzkoa con San Sebastián y se extendía por Álava con Vitoria, Laguardia y Bernedo. Además durante su reinado tuvo que enfrentarse al expansionismo castellano de Alfonso VII por el espacio navarro. Tras el pacto de Westminster (1177) y el posterior de Cazola (1179) Sancho VI pierde los territorios de La Rioja y Bizkaia, excepto el Duranguesado bajo dominio navarro.
A partir de ahora Navarra fue un reino a la defensiva ante el acoso y la expansión de Castilla y Aragón. Tras esa primera perdida territorial, Alfonso VIII, incorporó a Castilla en 1200 los territorios de Álava, Gipuzkoa y Duranguesado, quedando Navarra reducida a los actuales límites territoriales además de Ultrapuertos y un apéndice suroccidental en la Rioja Alavesa. Sancho VI mediante la boda de su hija Berenguela con el rey Ricardo Corazón de León de Inglaterra, amplió su territorio al enclave de la Baja Navarra.
Su sucesor, Sancho VII el Fuerte (1194-1234) poco pudo hacer por recuperar los territorios perdidos en manos castellanas. A su muerte y al no tener descendencia directa, el reino pasó a manos de su sobrino Teobaldo I de Champaña, hijo de su hermana Blanca, poniendo fin a la dinastía Jimena y dando comienzo a la sucesión de diferentes dinastías francesas en el trono pamplonés siendo la primera la de la casa de Champaña.
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ANDREGOTO GALÍNDEZ
(Aibar?,-muere en el 972). Condesa de Aragón entre 922 y 943, era hija del conde Galindo II Aznárez.
Solucionó el problema jurídico planteado con la ocupación del Condado de Aragón por parte de Sancho Garcés I de Pamplona, al establecer un pacto en el año 919, prometiéndose en matrimonio con el futuro García Sánchez I de Pamplona.
A la muerte de su padre, Galindo II, Andregoto era menor, y el baiulus Fortún Jiménez ejerció su tutoría y el gobierno, sin embargo, en las Genealogías de Roda aparece un hijo ilegítimo de Galindo II llamado Guntislo (o Gutísculo) con las mismas fórmulas que los condes precedentes hasta 933.
En 925, se acordó el matrimonio con su primo García Sánchez, rey de Pamplona, y la tutela de Andregoto pasó a los tutores de García, es decir, Jimeno Garcés hasta que García, mayor de edad en 933 asumió la tutoría por sí mismo.
El matrimonio se llevó a cabo no antes de 938, y fue disuelto hacia 943 por razones parentales. Con la anulación del matrimonio, Andregoto, por ser mujer, no podía ejercer el gobierno del condado, que pasó a su hijo Sancho Garcés II, y ella se retiró. Andregoto acabó sus días en 972, retirada en su solar de Aibar.
En los casi 30 años en los que ejerce el poder, el conde aragonés Aznar Galíndez II se afianza en éste con una inteligente política de matrimonios, casando a una de sus hijas con el valí de Huesca, a otra hija con el conde Bernardo de Ribagorza y a su hijo y heredero con una hija del conde García Sánchez de Gascuña.
Pero el poder creciente de Aragón es sentido como una amenaza por Pamplona que no desea soltar las riendas de su tutela llegando Sancho Garcés I de Pamplona a someter por las armas el oeste del valle del aragón en el año 911.
(Hemos visto de forma resumida los orígenes de la casa condal aragonesa, pero no debemos olvidar que al este aparecen dos dinastías condales en Sobrarbe y en la Ribagorza que, junto a la de Aragón, constituirán el primer núcleo del Reino de Aragón).
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LOS CONDADOS DE SOBRARBE Y LA RIBAGORZA
Para consolidar la hegemonía del reino, los Jimeno se apoyaron tanto en la comunidades aldeanas como en la aristocracia local. Crearon, así, un reino compacto en el que todos sus componentes se necesitaban, al quedar estructurado en una pirámide de poder y autoridad en cuya base estaban las aldeas, de la que muchas carecían de otra autoridad que no fuera el monarca, quien las defendía de la injerencia de señores extraños capaces de alterar su organización. Por su parte, estas aldeas garantizaban el éxito de la colonización de nuevos espacios hasta entonces públicos, recién conquistados a los musulmanes o pertenecientes al patrimonio real. Las donaciones piadosas que los monarcas efectuaron a los grandes monasterios como Leyre, Albelda o Iratxe, son buena prueba del extenso patrimonio diseminado por todo el reino.
Las nuevas tierras conquistadas permitían satisfacer las ambiciones de la aristocracia. A cambio de fidelidad, auxilium y consejo recibieron beneficios y el gobierno de diferentes distritos que le permitía incrementar sus bienes. A pesar de ello, las atribuciones del rey eran amplias, por un lado, a título personal era dueño de un extenso patrimonio (villas, heredades, iglesias, etc.) y por otro, era jefe de los ejércitos y el encargado de administrar justicia.
Entre las funciones de la corona estaba también la de gobernar y organizar el reino. Para ello los monarcas dividieron el territorio en distritos de reducidas dimensiones, en la mayor parte de nueva creación, aunque en otras respetando antiguas demarcaciones. Al mando de éstos colocaron a miembros de su propia familia o de otras con las que establecieron vínculos de dependencia.
El nuevo reino, dotado del suficiente soporte territorial y libre de los poderes franco y cordobés, tuvo que construir el ideario, el programa político que garantizara el mantenimiento de la monarquía, que justificara su expansión por tierras meridionales y que asegurara su preeminencia sobre otras familias notables. Se asumirá el ideal neogótico de la corte ovetense, resaltando la figura del soberano como defensor del pueblo, fuente de justicia, jefe militar y paladín de la cristiandad, al igual que el modelo de escritura, el sistema de cómputo del tiempo y los usos litúrgicos. Es decir, ahora daban sus frutos el trasvase de ideales político-religiosos iniciado a raíz de la colaboración entre García Iñiguez y Ordoño I. Finalizaba la política de alianzas con el poder musulmán local de los Banu Qasi iniciado por Iñigo Arista y se asumía un ambicioso proyecto político de expansión territorial y religiosa que terminaba con el simple enclaustramiento defensivo anterior. El avance sobre el espacio riojano no ha de entenderse como una mera expansión territorial, pues contribuyó a ensanchar las bases económicas, sociales y culturales del reino. Las nuevas tierras descongestionaron el exceso demográfico del área pamplonesa y alavesa; Nájera aportó modos de vida urbana casi desconocidos; y el floreciente monacato riojano impulsó la vida religiosa y cultural.
La nueva articulación socio-política del nuevo reino cambiaba de dirección centrada ahora de norte a sur, sobre el eje Pamplona-Nájera. La naciente monarquía pamplonesa adquirió pronto una estabilidad, un dinamismo y un prestigio sorprendentes. Resalta, primero, el vigor de un linaje que por línea paternofilial de primogenitura trasmitió durante seis generaciones los poderes y atributos de la realeza y con ellos, los nombres de Sancho y García, como símbolo de la gloria y los carismas atribuidos al epónimo fundador de la dinastía.
Después de la muerte de Sancho Garcés I (925) parece que su único hijo varón, García Sánchez I (925-970), menor todavía, quedó al cuidado de su tío Jimeno Garcés y cuñado de Toda, la reina viuda. No se conoce que hubiera ningún conato de usurpación por parte de Jimeno aunque se dejan entrever dificultades por parte del hermano mayor de Sancho, Enneco Garcés. Se sabe que uno de sus hijos murió violentamente en Liédena y otros tres huyeron a Córdoba. Alegando lazos familiares (Abd al-Rahman III era nieto de Onneca, madre de la reina Toda), ésta consiguió que el soberano cordobés reconociera el dominio pamplonés a favor de García Sánchez I. En el tratado concertado a tal efecto (934) se renovaban en cierta medida las cláusulas de fidelidad y subordinación del antiguo pacto, pero no se contemplaba el signo de permanente dependencia efectiva que era el pago anual. No obstante, la sumisión al califa andalusí fue pasajera y, como prueba de ello, en 939 García Sánchez I, junto a Ramiro II de León, lo derrotaron en Simancas.
Después de las conquistas de Sancho Garcés I, la creciente hegemonía y poder militar del califato instaurado en al-Andalus (929) por Abd al-Rhman III, iba a obligar a los monarcas pamploneses a frenar sus impulsos ofensivos y más bien a salvar su incipiente reino y sus nuevas fronteras bien con las armas bien con maniobras diplomáticas. Dentro de este tono defensivo se pueden diferenciar dos etapas; una primera fase en la que predominan las hostilidades e incluso los oportunos contraataques; y otra de agobiante presión califal, claudicaciones y ruinas. Ante los alardes cordobeses de fuerza militar a los que no podía responder el reino de Pamplona, los monarcas siguieron hábiles vías de negociación en los momentos precisos para salvaguardar sus dominios, reponerse de los estragos causados por el enemigo y obtener en ocasiones determinadas ventajas políticas. En esta labor destaca especialmente la figura de la reina viuda Toda tanto con los señores cristianos peninsulares y aquitanos como con su sobrino Abd al-Rhman III.
La reina regente Toda refuerza los nexos políticos y familiares con el reino de León mediante bodas entre los linajes reinantes y haciéndolos extensibles a los condes de Castilla, Álava, Bizkaia, Aragón y Gascuña. La reina había casado a su hija Onneca con el nuevo rey leonés Alfonso IV (925-931) y luego a su otra hija Urraca con Ramiro II (931-951), hermano y sucesor del anterior. A su vez, García Sánchez I había tomado hacia el 941 como segunda esposa a Teresa, hija de Ramiro II, tras repudiar a su primera mujer Andregoto, hija del conde Galindo Aznar II.
Las maniobras diplomáticas ante los diferentes califas cordobeses tienen como objeto salvaguardar los territorios pamploneses aunque algunos vuelven al poder califal como Calahorra.
Hasta el año 940 el dominio de Abd al-Rahman III es claro y envía varias expediciones de castigo contra el corazón del reino (920, 924, 937) aunque también se produce alguna victoria del bando cristiano como la de Simancas en el 939. Los siguientes tres lustros y debido al silencio de los textos invita a suponer que discurrió una fase de calma siquiera relativa en las fronteras, con el consiguiente alivio para sociedad pamplonesa.
Tras el fallecimiento del califa Al-Hakam II (976) se produjo el rápido ascenso de Abu Amir Muhammad, conocido en la historiografía como Almanzor. Durante un cuarto de siglo iba a acosar de manera implacable todos los dominios cristianos peninsulares. De sus 52 campañas se ha cifrado en nueve el número de las que lanzó contra el reino de Pamplona. El rey Sancho Garcés II conocido como "Abarca" (970-994), optó en varias ocasiones por la vía diplomática para salvaguardar su reino pactando con el enemigo y entregando a su propia hija con la que se casó Almanzor y era conocida como Vascona. Fue madre de Abd al-Rahman, al que en recuerdo de su abuelo ella le daba el nombre de "Sanchuelo". A pesar de todo Pamplona no se libró de varias expediciones que "asolaron el país de los vascones" según las fuentes cordobesas. Para calmar a Almanzor o para pedir la paz, Sancho Garcés realizó un viaje a Córdoba en 992 y un año después, Gonzalo hijo del rey, acudía a Córdoba sin duda para confirmar lo convenido por su padre y dar seguridades de que Pamplona seguiría un política amistosa.
Su sucesor, García Sánchez II "el Temblón" (994-1004) inicia una política opuesta a la de su padre, y no mucho después de acceder al trono se enfrenta con Almanzor. En el 998 Almanzor entró en la capital del reino y sometió al monarca. Se puede decir que durante los reinados de Sancho Garcés II y García Sánchez II Pamplona vivió sometida al yugo cordobés.
Entre las características de esta nueva monarquía se puede relacionar el criterio de no desintegrar el reino, es decir, transmitir al sucesor todos los territorios adquiridos por la forma que fuese al contrario que en el reino de Asturias y León donde asomaron ideas secesionistas y los hijos se reparten los dominios. Así la sucesión al trono se realizó sin incidentes y García Sánchez II pudo trasmitir a su hijo Sancho el Mayor, el patrimonio territorial sin menguas ni divisiones.
Con el fin de siglo, tiene lugar un cambio de coyuntura decisivo, el califato se hunde y los reinos del norte comienzan a tomar la iniciativa. En este nuevo panorama tiene lugar el ascenso al trono pamplonés de Sancho Garcés III "el Mayor" (1004-1035) inaugurándose una de las etapas más gloriosas de la monarquía pamplonesa al extender su hegemonía al resto de espacios políticos cristianos de la Península. En efecto, a la herencia paterna, compuesta por el reino de Pamplona y el condado de Aragón, añadió los condados de Castilla, Sobrarbe y Ribagorza, su protectorado sobre el reino de León y unas iniciales pretensiones sobre el ducado de Gascuña a la muerte de su titular, su tío Sancho Guillermo, fallecido en 1032. A pesar de controlar un territorio tan extenso, no tuvo un proyecto de reino unitario sino que, al contrario, mantuvo el estatus jurídico y político de cada condado y reino y a su muerte los dividió a través de la dotación de sus hijos.
De los cuatro hijos que sobrevivieron a Sancho, Ramiro, el primer nacido, no reunía la condición legal de primogénito pero era reconocido. Solo García Sánchez III (1035-1054), por su condición de primogénito le correspondió la herencia paterna, es decir los territorios del Reino de Pamplona, además del País Vasco peninsular y la Castilla vétula. Su segundo hijo, Gonzalo, recibió los condados de Sobrarbe y Ribagorza. Fernando, fue el depositario de la otra mitad del condado castellano, la Castilla burgalesa por la que debía vasallaje a su hermano mayor García, mientras que Ramiro se quedó con el de Aragón, más los dos anteriores a la muerte de su hermano Gonzalo. Esta división de los hijos de Sancho III desataría una relación cainita entre los hermanos y sucesores que finalizaría con la desintegración de la hegemonía pamplonesa consumada en dos actos: la batalla de Atapuerca (1052), donde es derrotado y muere García Sánchez III perdiendo el territorio de Castilla vétula a favor de su hermano Fernando, para entonces rey de León; y el regicidio de su sucesor, Sancho Garcés IV (1054-1076) en Peñalén como consecuencia de una conspiración de la nobleza en la que participaron los propios miembros de la familia real. El desconcierto creado y el vacío de poder fueron aprovechados por Alfonso VI de Castilla para tomar La Rioja, Bizkaia, Álava y Gipuzkoa y por Sancho Ramírez de Aragón para hacerse con el resto del reino de Pamplona.
La etapa de unión dinástica de los reinos de Pamplona y Aragón coincidió con los monarcas Sancho Ramírez (1076-1094), Pedro I (1094-1104) y Alfonso I el Batallador (1104-1134). Por el tratado de Támara (1127) que ponía fin a las disputas entre el reino de Castilla y el de Aragón, se fijaron las fronteras según estaban en tiempos de Sancho III el Mayor, esto es, el País Vasco peninsular, la Rioja y la Castilla vétula dentro del reino de Pamplona.
La muerte de Alfonso I sin sucesión directa abría una crisis profunda en el reino de Aragón como consecuencia de su testamento, que repartía su reino entre las órdenes militares, y a falta de un heredero directo, se celebró el pacto de Vadoluengo (enero 1135) entre Pamplona y Aragón para confirmar la separación y establecer las fronteras. En Pamplona se nombra rey a García Ramírez (1134-1150). Su hijo y sucesor, Sancho VI el Sabio (1150-1194) cambiaría la tradicional denominación de reino de Pamplona por el de reino de Navarra. Con este monarca se iniciaba el proceso urbanizador en Gipuzkoa con San Sebastián y se extendía por Álava con Vitoria, Laguardia y Bernedo. Además durante su reinado tuvo que enfrentarse al expansionismo castellano de Alfonso VII por el espacio navarro. Tras el pacto de Westminster (1177) y el posterior de Cazola (1179) Sancho VI pierde los territorios de La Rioja y Bizkaia, excepto el Duranguesado bajo dominio navarro.
A partir de ahora Navarra fue un reino a la defensiva ante el acoso y la expansión de Castilla y Aragón. Tras esa primera perdida territorial, Alfonso VIII, incorporó a Castilla en 1200 los territorios de Álava, Gipuzkoa y Duranguesado, quedando Navarra reducida a los actuales límites territoriales además de Ultrapuertos y un apéndice suroccidental en la Rioja Alavesa. Sancho VI mediante la boda de su hija Berenguela con el rey Ricardo Corazón de León de Inglaterra, amplió su territorio al enclave de la Baja Navarra.
Su sucesor, Sancho VII el Fuerte (1194-1234) poco pudo hacer por recuperar los territorios perdidos en manos castellanas. A su muerte y al no tener descendencia directa, el reino pasó a manos de su sobrino Teobaldo I de Champaña, hijo de su hermana Blanca, poniendo fin a la dinastía Jimena y dando comienzo a la sucesión de diferentes dinastías francesas en el trono pamplonés siendo la primera la de la casa de Champaña.
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ANDREGOTO GALÍNDEZ
(Aibar?,-muere en el 972). Condesa de Aragón entre 922 y 943, era hija del conde Galindo II Aznárez.
Solucionó el problema jurídico planteado con la ocupación del Condado de Aragón por parte de Sancho Garcés I de Pamplona, al establecer un pacto en el año 919, prometiéndose en matrimonio con el futuro García Sánchez I de Pamplona.
A la muerte de su padre, Galindo II, Andregoto era menor, y el baiulus Fortún Jiménez ejerció su tutoría y el gobierno, sin embargo, en las Genealogías de Roda aparece un hijo ilegítimo de Galindo II llamado Guntislo (o Gutísculo) con las mismas fórmulas que los condes precedentes hasta 933.
En 925, se acordó el matrimonio con su primo García Sánchez, rey de Pamplona, y la tutela de Andregoto pasó a los tutores de García, es decir, Jimeno Garcés hasta que García, mayor de edad en 933 asumió la tutoría por sí mismo.
El matrimonio se llevó a cabo no antes de 938, y fue disuelto hacia 943 por razones parentales. Con la anulación del matrimonio, Andregoto, por ser mujer, no podía ejercer el gobierno del condado, que pasó a su hijo Sancho Garcés II, y ella se retiró. Andregoto acabó sus días en 972, retirada en su solar de Aibar.
En los casi 30 años en los que ejerce el poder, el conde aragonés Aznar Galíndez II se afianza en éste con una inteligente política de matrimonios, casando a una de sus hijas con el valí de Huesca, a otra hija con el conde Bernardo de Ribagorza y a su hijo y heredero con una hija del conde García Sánchez de Gascuña.
Pero el poder creciente de Aragón es sentido como una amenaza por Pamplona que no desea soltar las riendas de su tutela llegando Sancho Garcés I de Pamplona a someter por las armas el oeste del valle del aragón en el año 911.
Un
detalle que suele pasar inadvertido y sin embargo es de vital
importancia:
Andregoto
Galíndez al ser condesa légírima de Aragón y casarse con el rey
pamplonés García Sánchez,fue la primera mujer que traspasó la
“sangre real” pamplonesa al futuro Reino de Aragón. Su hijo
Sancho Garcés II Abarca fue Rey de Pamplona y Aragón...aunque en la
historia figura como conde de Aragón, en realidad hicieron las
funciones de reyes, (él y sus sucesores hasta el año 1035).
(Hemos visto de forma resumida los orígenes de la casa condal aragonesa, pero no debemos olvidar que al este aparecen dos dinastías condales en Sobrarbe y en la Ribagorza que, junto a la de Aragón, constituirán el primer núcleo del Reino de Aragón).
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LOS CONDADOS DE SOBRARBE Y LA RIBAGORZA
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(Ahora debemos volver a la casa de Aragón).
A la muerte de Aznar Galíndez II le sucede en el 893 su hijo Galindo Aznárez II. Galindo II amplió sus territorios hasta San Juan de la Peña.
Definitiva fue la boda de la hija de Galindo II, Andregoto, con el rey García Sánchez de Pamplona, ya que de este matrimonio nacerá Sancho Garcés II Abarca que sucede a Fortuño Jiménez al frente del condado de Aragón en el 958, integrando el condado de Aragón, que ya controlaban desde el 921, al reino de Navarra.
SANCHO GARCÉS II ABARCA
Rey de Navarra y Conde de Aragón, nació en el año 940 y murió en 994 d.c. hijo del rey García Sánchez I y Andregoto Galíndez, hija del conde de Aragón Galindo Aznárez II, fue rey de Pamplona (938- 994).
Aún siendo menor de edad, se le encomendó la tenencia del condado de Aragón y ya al alcanzar la mayoría de edad, gobernó el condado como regulus «aunque siempre bajo la autoridad de su padre el rey de Pamplona».
Con motivo de la donación de la villa de Alastue hecha por el rey de Pamplona almonasterio de San Juan de la Peña en 987, se titula rey de Navarra, siendo el primero que usó este nombre: «reinando Yo, D. Sancho, rey de Navarra, en Aragón, en Nájera y hasta Montes de Oca...». En esta época los reinos de León, Pamplona y el condado de Castilla estaban unidos por lazos familiares; la monarquía pamplonesa sostenía a Ramiro III de León, menor de edad.En septiembre de 971 envió embajadores al califato de Córdoba, según consta en al-Muqtabis de Ibn Hayyan, para entrevistarse con el califa omeya Alhakén II.
Después de la muerte de Alhakén II en 976 y sucederle su hijo Hixem II tutelado por Almanzor, se ensombrecieron aún más las perspectivas de todos los reinos cristianos: las tropas de Almanzor vencieron en 981 a los cristianos en Torrevicente al sur de Soria, y después también en Taracueña, cerca de Osma. En 975 fue derrotado por los musulmanes en Gormaz, y en 981 los cristianos sufrieron una humillante derrota en Rueda, a 12 km de Tordesillas. También en 983 los ejércitos del conde castellano García Fernández, del rey Ramiro III, y de Sancho Garcés se enfrentaron con las tropas de Almanzor en Simancas donde fueron derrotados y murieron luchando muchos cristianos.
Almanzór emprendió su primera campaña contra el reino de Pamplona en 992. Como por las armas no se podía con Almanzor, el 4 de septiembre de 992, Sancho Garcés acudió a Córdoba como embajador de su propio reino, llevando cuantiosos regalos para el victorioso Almanzor y pactando con él. Estando en la corte del califa, se encontró con su hija Urraca, también llamada Abda, a quien había entregado como esposa a Almanzor en 982 y que le había dado un hijo, Abd al-Rahman Sanchuelo, heredero al Califato de Córdoba. Su hijo Gonzalo volvió en 993 para dar seguridades a Córdoba de una actitud de sumisión.
Fundó el Monasterio de San Andrés de Cirueña en 972 y el 24 de noviembre de 978 se encontró en la fundación del Infantazgo de Covarrubias, creado por los condes de Castilla García Fernández y su esposa Ava para su hija, Urraca, sobrina de la esposa del rey Sancho, Urraca Fernández con quien había casado, posiblemente, en 962, hija de Fernán González y de Sancha de Pamplona. Antes de 950 Urraca había estado casada con Ordoño III de León y en 956 casó con el futuro Ordoño IV «el Malo», de quien se separó.
Falleció en 994, unos meses antes que el conde castellano García Fernández, y fue enterrado en la iglesia del monasterio de Santa María la Real de Nájera (La Rioja). A sus pies se halla el panteón real (reconstruido entre 1556 y 1559) en el que están enterrados varios reyes de Pamplona y de León.
De su matrimonio con Urraca Fernández nacieron:
García II Sánchez «el Temblón», rey de Pamplona, casado con Jimena Fernández.
Ramiro de Pamplona (m. 992).
Gonzalo de Pamplona. Su hermano el rey García Sánchez, primero puso a su madre Urraca al frente del condado de Aragón y después a su hermano Gonzalo quien con el título de regulus gobernó el condado con una «pequeña corte condal de caballeros de la tierra.»
Urraca de Pamplona «la Vascona», entregada por su padre en 982 a Almanzor, adoptó el nombre árabe «Abda». Antes de ingresar en un convento le dio un hijo, Abderramán «Sanchuelo», llamado así por su parecido con su abuelo Sancho.
A Sancho Garcés II Abarca, le sucede su hijo García Sánchez II en el reino de Navarra y en Aragón en el 994.
Pero pocos años más tarde este rey y todos sus súbditos tendrán que hacer frente a Almanzor. Fue de tal magnitud la destrucción que trajo este caudillo andalusí en tierras aragonesas que pensaron que era la reencarnación del anticristo y que con él traía el Apocalipsis.
GARCÍA SÁNCHEZ II (EL TEMBLOROSO)
Al fin llegamos a la subida al trono navarro de Sancho Garcés III el Mayor que sucede en el 1003 a García Sánchez II. Será este rey el que gracias a su testamento dará origen al Reino de Aragón.
Sancho Garcés III el Mayor
El Condado de Sobrarbe
El condado de Sobrarbe era uno de los antiguos condados pirenaicos que formaron juntos la Marca Hispánica, dependiente del Imperio carolingio. Surgido en la Edad Media con la Reconquista, el condado de Sobrarbe se formó en torno a la parte alta del valle del Cinca y se extendió hasta el siglo XI, cuando se unió definitivamente al reino de Aragón. Sus límites se corresponden con la actual comarca del Sobrarbe.
El estudio de este condado es muy complejo dado el escaso número de noticias que se han transmitido sobre su historia.
Orígenes e Historia: Marca Hispánica.
Entre 714 y 718 el alto valle del Cinca había sido sometido por los conquistadores musulmanes, pese a ello los habitantes cristianos, que ahora dependían del valí de Huesca, conservaron sus propiedades, sus leyes y sus gobernantes locales.
El origen el condado de Sobrarbe, históricamente conocido como Reino de Sobrarbe, está envuelto en leyendas. Según una de ellas, Garcí Ximénez, un noble vascón establecido entre el Cinca y el Gállego, se rebeló en el año 724 contra el poder musulmán y antes de iniciarse la lucha se le apareció una cruz roja encima de una carrasca. Una leyenda popular cuenta que el nombre de Sobrarbe procedería de este relato: sobre + arbre (sobre el árbol) y su escudo lo recoge como símbolo. Aunque la teoría más lógica y que es la aceptada por los estudiosos de la historia de Sobrarbe y Aragón señala a la Sierra de Arbe que es la frontera natural entre las comarcas oscenses del Somontano y el Sobrarbe como origen del nombre. Tomando como referencia ese elemento geográfico se entiende la evolución del antiguo topónimo "Supra Arbe" que significa "más allá o por encima de la Sierra de Arbe" hasta el nombre actual de Sobrarbe. Poco antes del año 781, aprovechando los enfrentamientos entre musulmanes, tuvo lugar una nueva rebelión por un jefe local, Galindo Belascontenes, quien controla entonces el alto valle del Cinca al este, la sierra de Olsón al sur, el Serrablo (alrededor de Las Bellostas) al oeste y la depresión del Ara al norte. Los lugares más importantes como Aínsa y Boltaña seguían bajo dominio musulmán.
El establecimiento de un condado carolingio
El escudo de Sobrarbe, una cruz de gules sobre un árbol, es legendario pues no apareció hasta fines del siglo XV, cuando una interpretación acerca de los míticos orígenes de Sobrarbe se incorporó a los tres emblemas que habían representado al reino de Aragón (las barras de oro y gules (siglo XII), la Cruz de Íñigo Arista (siglo XIII) y la Cruz de Alcoraz (siglo XIV) como uno de los cuarteles que conformarían el escudo de Aragón.
Los francos carolingios intentaban asimismo establecerse al sur de los Pirineos. En 797, el duque de Aquitania Luis, hijo de Carlomagno, atravesó los Pirineos pero fracasó en su misión delante de Huesca. Sin embargo, se instaló un conde carolingio llamado Aureolo con varios hombres y el apoyo de Galindo Belascotenes fundaron el condado de Aragón. Es posible que también dominaran el Sobrarbe (al sur, en las montañas entre Buil, Las Bellostas y Matidero, alrededor de Boltaña), pero apenas hay fuentes escritas que lo avalen.
Hacia el 806, el Sobrarbe, el valle de Gistau y la Ribagorza pasaron a encontrarse bajo dominio del condado de Tolosa. Desde el punto de vista religioso, la región pertenecía a la diócesis de Urgel.
Con la muerte de Aureolo en 809, el gobernador musulmán de Zaragoza y Huesca Amrus ibn Yusuf recuperó las posiciones perdidas en el Sobrarbe. Una nueva expedición carolingia que fracasó delante de Huesca permitió al menos recuperar estos territorios en 812.
El condado en el Aragón independiente
Sin embargo, las tensiones aumentaban entre los señores cristianos. Las Genealogías de Roda explican que entre 812 y 820, Aznar Galíndez entró en conflicto abierto con la familia de Galindo Belascotenes. El hijo de este último, García Galíndez, se alió en 820 con el rey de Pamplona Íñigo Arista y los señores musulmanes contra Contulfe, hijo de Aznar Galíndez, sometiéndolo en 820.
García Galíndez, quien se había convertido en el gobernador de Aragón, se rebeló contra la autoridad carolingia. En 824 aportó su sustento al rey de Pamplona, amenazado por una expedición carolingia encabezada por los condes Elbe y Aznar. Con la ayuda del poderoso señor musulmán Musa ibn Fortún consiguió librarse de los carolingios.
La vuelta al dominio musulmán
Con la muerte de García I en 833, el condado de Aragón pasó a su hijo Galindo Garcés. En 840 Galindo Garcés atacó Huesca sin éxito y después fue sometido por el emir de Córdoba Abderramán II en 842.
La relativa autonomía de los habitantes del Sobrarbe fue reducida en 907 o 908 por el gobernador musulmán de Huesca Muhammad al-Tawil, quien saqueó una parte del territorio y la sometió a su autoridad, incorporándolo a la cora de la Barbitania.
El condado de Sobrarbe en la Ribagorza
En 916, el conde Ramón I de Ribagorza y Pallars reconquistó el norte del Sobrarbe y favoreció la repoblación de la región. Es de por entonces de cuando dataría la fundación del monasterio de San Pedro de Castillán, en Las Valles, en la margen occidental de Ara. Posteriormente, el norte del Sobrarbe pasó al hijo de Ramón I, Bernardo I de Ribagorza.
En 922 murió el conde de Aragón Galindo II Aznárez sin heredero varón y su herencia se dividió entre sus dos hijas: Andregoto Galíndez aportó el Aragón propiamente dicho al rey de Pamplona García II, mientras que Toda aportó el Sobrarbe meridional a su esposo el conde de Ribagorza Bernardo I. El Sobrarbe estaba por tanto completamente reunido bajo las manos de los condes de Ribagorza.
La dominación pamplonesa
Tras haber recuperado el condado de Aragón en 922, el rey de Pamplona Sancho Garcés I marchó por primera vez hacia el Sobrarbe en 924. Bajo la amenaza de un ataque musulmán en territorio pamplonés, tuvo que renunciar a sus proyectos.
Parece que el conde de Aragón Fortún Jiménez era vasallo del rey de Pamplona, quien dirigiría las expediciones militares posteriores. Con certeza, el Sobrarbe se sometió antes del 959, puesto que en esta fecha el monasterio de San Juan de Matidero fue visitado por Fortún Jiménez y el rey García II. Los prelados ribagorzanos obtuvieron del mismo modo la extensión de su diócesis hacia 950.
Únicamente las partes más orientales del Sobrarbe permanecieron de la misma manera bajo dominio del conde de Ribagorza hasta el siglo XI. En cuanto a la parte baja del valle del Cinca, alrededor de El Grado, Samitier y Aínsa, permaneció bajo dominio musulmán. En 1006 una armada dirigida por Abd al-Malik, el hijo del emir Almanzor, asoló de nuevo la región, siendo destruido Binueste y los monjes de Matidero huyeron. Aprovechando la prematura muerte de Guillermo II de Ribagorza en 1017, los musulmanes reconquistaron una parte de la Ribagorza vecina.
El rey de Pamplona Sancho Garcés III, con la ayuda de los sobrarbenses, reaccionó inmediatamente y retomó el valle del Cinca ese mismo año. Asimismo, sometió al conde Silo, que se había hecho un territorio alrededor de Boïl, y añadió la Ribagorza a los derechos hereditarios de su esposa Muniadona de Castilla. Se adueñó del Sobrarbe y de la mayor parte de la Ribagorza. Es con su reinado cuando el condado comenzó a desarrollarse, se reconquistó la parte inferior del valle del Cinca y el territorio se reorganizó en tenencias (distritos militares) constituidos alrededor de los castillos de Boïl, Boltaña, Morillo de Monclús y Troncedo, con el fin de proteger la parte alta del valle. El monasterio de San Victorián, el principal del condado, se desarrolló y el obispo de Ribagorza, Borell, participó en el trabajo de refundación de iglesias, como en Puértolas en 1019. Finalmente el Sobrarbe se elevó al nivel de diócesis, dentro de los límites del actual arciprestazgo.
Independencia y unión al reino de Aragón
La partición del reino de Pamplona a la muerte de Sancho Garcés III.
Antes de morir en 1035, Sancho Garcés III redactó su testamento, por el cual la mayor parte del reino se transmitió a García Sánchez III, quien obtuvo Pamplona, Álava y gran parte de Castilla. La administración de los otros territorios dejados a sus otros hijos fue: una parte de Castilla para Fernando I, Aragón para Ramiro I y Sobrarbe y Ribagorza para Gonzalo I.
Los hermanos de García Sánchez III, que no aguantaban ser meros condes vasallos de su hermano, decidieron tomar el título de rey, pasando por tanto Gonzalo a ser el primer rey de Sobrarbe y Ribagorza. Su reinado fue breve, dado que fue asesinado el 26 de junio de 1043, 1044 o 1045 en Morillo de Monclús. Ramiro I heredó su reino, siendo definitivamente incorportados al reino de Aragón estos territorios. Los sucesores de Ramiro I no portaron el título de reyes o condes de Sobrarbe.
Monasterio de San Vitorián
Trago saliva y me arrepiento por tantas lecturas de fantasmas y aparecidos. El sitio impone, amilana, no ayuda. Estoy en el Real Monasterio de San Victorián, en el Sobrarbe (Huesca). He venido para conocer uno de los cinco panteones reales que hay en Aragón.
Entre el siglo VIII, cuando los ejércitos musulmanes cruzaron el estrecho de Gibraltar, y el siglo X, estas tierras vivieron a salto de mata. Los restos del antiguo reino visigodo se desmigajaron en pequeños territorios gobernados por caudillos locales, cada uno de los cuales hizo la guerra por su cuenta y hasta creó su propia dinastía. Algunos historiadores han llamado a ese período “protofeudalismo”.
Según la tradición, un puñado de aquellos cristianos se reunió el año 724 para organizar la defensa de esta comarca contra el invasor. Los musulmanes habían adoptado Jaca como su capital en la zona; ellos eligieron la cercana Aínsa. Los sarracenos asediaron pronto esta última ciudad. La situación era desesperada para los defensores, cuando una providencial cruz roja apareció sobre un roble cercano. La manifestación aterrorizó y puso en fuga a los supersticiosos sitiadores. Aquella batalla tuvo como consecuencia el nacimiento de una pequeña entidad política, identificada como “reino”. Su nombre, el Sobrarbe, alude a su fundación gracias a la cruz que apareció “sobre un árbol” (“sobre arbre”).
Recuerdo esa leyenda mientras paseo por San Victorián, un monasterio que ya existía entonces, pues se había fundado en el siglo VI. Por desgracia, el complejo que visito es muy posterior: la mayoría de los edificios y estancias son del siglo XVI, se conservan pocos elementos medievales. Eso sí, el emplazamiento es de campeonato, al pie de la peña Montañesa. Además, aquí yacen los restos de dos monarcas: Íñigo Arista y Gonzalo I.
Ïñigo Arista, quinto soberano del Sobrarbe –y primer rey de Pamplona–, gobernó el territorio en el siglo IX. Su política es un reflejo de la complejidad política de la época, casi siempre obviada por las leyendas moralizantes: fue aliado leal de los Banu Qasi, señores musulmanes del valle del Ebro, junto a quienes combatió contra los ejércitos cristianos de Carlomagno y contra las islámicas tropas del emir Abderramán II. Ya entonces, las alianzas dependían más de los intereses que de la fe. Gonzalo I, por su parte, subió al trono con solo quince años, en 1035. Murió diez después, cuando un vasallo desconsiderado le atravesó la espalda con una lanza.
Gonzalo I murió sin hijos. Su hermanastro Ramiro, quien ya detentaba el título de conde de Aragón, heredó los territorios del Sobrarbe y de la Ribagorza. Nacía así el reino de Aragón, del que Ramiro I fue el primer monarca. Sus restos descansan en el segundo panteón real de mi ruta: San Juan de la Peña, cercano a Jaca.
El Condado de La Ribagorza
El condado de Ribagorza fue uno de los existentes en el territorio que, durante la primera mitad del siglo IX, algunos cronistas de la corte carolingia denominaron Marca Hispánica. Comprendía las cuencas de los ríos Ésera e Isábena, además de una buena parte de la cuenca del Noguera Ribagorzana. Aproximadamente se corresponde con la actual comarca aragonesa llamada Ribagorza.
Junto con los condados de Aragón y Sobrarbe formó posteriormente el Reino de Aragón.
Orígenes e Historia del condado
Dentro de la conquista franca al sur del Pirineo dirigida por Carlomagno, Guillermo I de Tolosa llevó a cabo personalmente la ocupación del Pallars y la Ribagorza, y los incorporó como pagi a su condado, a pesar de la oposición de las élites locales. En el año 833 Aznar Galindo, conde de Urgel y Cerdaña, se apoderó de estos pagi, sustrayéndolos así del dominio tolosano. Gracias al sentimiento indigenista, Aznar Galindo consiguió resistir en el Pallars y Ribagorza hasta 844 a pesar de haber perdido el condado de Urgel y el condado de Cerdaña (concedidos el año 834 a Sunifredo de Urgel-Cerdaña por Luis el Piadoso). Fue expulsado en 844 por el conde Frédol de Tolosa.
El sentimiento indigenista continuó a pesar de todo. En 872 el condado de Tolosa sufrió una crisis de poder a raíz del asesinato del conde Bernardo II de Tolosa por fieles de Bernardo Plantapilosa, reconocido después como conde por Carlos el Calvo. Entonces, un señor local, Ramón, aprovechó para independizar los territorios al sur de los Pirineos de los condados y crear una dinastía condal propia.
Dinastía condal propia
Ramón I de Pallars-Ribagorza (872–920) era hijo del conde Lope de Bigorra y biznieto de Lope Centulo, nombrado en 818 como duque de los vascones, pueblo predominante en las zonas interiores del Pirineo. Para consolidar su independencia, Ramón I procuró constituir un obispado propio en el Pallars, conseguido gracias a las intrigas de Esclua, y encontrar aliados contra los condes de Tolosa, que aspiraban a recuperar el dominio sobre sus territorios del sur del Pirineo. Así pues, el conde de Pallars-Ribagorza buscó influir en los estados vecinos: en Navarra, intervino en 905 en el golpe de estado que entronizó a su sobrino Sancho Garcés I; y en Zaragoza estrechó vínculos con los Banu Qasi. Asimismo, en 904, el miembro de los Banu Qasi Lope ibn Muhamad, rompió con la orientación seguida por su padre, dirigiendo un ataque contra los condados de Pallars y Ribagorza. Posteriormente una nueva expedición dirigida en 907 por al-Tawil de Huesca se apoderó en Ribagorza de Roda de Isábena y Montpedrós, por lo que el conde tuvo que abandonar la política de entendimiento con los musulmanes.
A la muerte de Ramón I en el 920, sus dominios se repartieron entre sus hijos: Miró de Ribagorza y Bernardo rigieron Ribagorza, e Isarn y Lope cogobernaron el condado de Pallars.
La dinastía de Ribagorza
Bernardo Unifredo pudo recuperar los territorios ocupados por los musulmanes en 907 e incorporó el Sobrarbe como dote por el matrimonio con Toda Galíndez, hija de Galindo II Aznárez.1 Como Miró falleció sin descendencia, Ramón II, hijo de Bernardo Unifredo y Tota, fue el único heredero de Ribagorza. A la muerte de Ramón II en 970, en Ribagorza se sucedieron sus hijos Unifredo (970–979), Arnaldo (979–990) e Isarno (990–1003). Cuando murió este último, su hermana Toda, casada con Suñer de Pallars, rigió el condado, y en 1011 al quedarse viuda asoció al condado a su sobrino Guillermo, hijo ilegítimo de Isarno, quien con la ayuda de su primo, el conde de Castilla Sancho García, resistió los ataques de los musulmanes. A la muerte de Guillermo en 1017, Ribagorza fue anexionada al reino de Navarra, que también incluía el antiguo condado de Aragón.
Sancho III el Mayor de Pamplona
A raíz de un enfrentamiento contra los hombres del Valle de Arán, contrarios a su dominio, en 1017 murió el conde Guillermo de Ribagorza, sin descendencia y sin haber dejado sucesor. Este hecho provocó una situación de crisis que los árabes aprovecharon para atacar el centro y el sur del condado, con lo que se apoderaron de las comarcas de Roda y de Santaliestra.
En 1018, ya fuese por iniciativa propia o bien llamado por algunos nobles del condado, el rey Sancho III de Pamplona, casado con Muniadona de Castilla (una biznieta del conde Ramón II de Ribagorza), ocupó el territorio correspondiente a Guillermo de Ribagorza, esto es, la parte central de la Ribagorza, situada al norte del castillo de Laguarres, en las cuencas medias del Ésera y del Isábena y hostigó a los sarracenos. De este modo, la parte septentrional del condado (el Valle de Sos, las cuencas altas del Ésera y del Isábena, al norte de la sierra de Ballabriga y del Turbón) juntamente con toda la cuenca del Noguera Ribagorzana quedaron en poder del conde Ramón III de Pallars Jussà, casado con Mayor García, hija de García Fernández, conde de Castilla y de Ava de Ribagorza, y nieta de Ramón II de Ribagorza.
En el año 1020 Ramón III de Pallars Jussà repudió a su mujer, la cual se refugió en la región septentrional del condado de Ribagorza, de donde el condado de Pallars Jussá intentó expulsarla para quitarle el condado. Finalmente, después de una revuelta acontecida en 1025, Mayor fue desposeída del condado, el cual pasó a manos de Sancho III de Pamplona. Entonces, Mayor se retiró a Castilla, donde acabaría siendo abadesa del monasterio de San Miguel de Pedroso; de su antiguo dominio en Ribagorza, Ramón III de Pallars Jussá sólo conservó la cuenca del Noguera Ribagorzana, mientras que el resto del condado lo poseía Sancho III el Mayor.
El reino de Aragón
A su muerte en 1035, Sancho III de Navarra dividió la herencia entre sus hijos: Fernando I de Castilla, García III de Navarra, Gonzalo I de Ribagorza y Ramiro I de Aragón; cada uno de estos herederos en sus dominios un estado hereditario.
Gonzalo I murió en 1043 y sus dominios (Sobrarbe y Ribagorza) fueron anexionados al reino de Ramiro I, que comprendía únicamente el antiguo condado de Aragón, es decir, la región pirenaica de Jaca.
Tras la anexión de Navarra a Aragón por el rey Sancho Ramírez (1076) y de la crisis provocada en el mundo musulmán por la muerte del rey Al-Muqtadir de Zaragoza en 1081, empezó la expansión aragonesa. Pedro, hijo del rey Sancho Ramírez, en vida de su padre, tomó Estada (1087) y Monzón (1089). Posteriormente devino rey (1096–1104) y se apoderó de Huesca (1096) y Barbastro (1100). Alfonso el Batallador (1104–1134), hermano y sucesor de Pedro, continuó la expansión con la toma de Zaragoza (1118) y, poco después, de Tudela y Tarazona. A continuación, intentó apoderarse de Lérida y Tortosa, que no consiguió tomar a causa de la alianza del emir de Lérida con Ramón Berenguer III. Alfonso el Batallador murió en 1134 en el sitio de Fraga, durante el reinado del cual se habían restablecido las sedes episcopales de Huesca, Tarazona y Zaragoza.
Después de la muerte sin descendencia de Alfonso el Batallador, acabó siendo proclamado rey su hermano Ramiro II el Monje (1134–1147). En 1137, Ramiro II acordó el matrimonio de su hija Petronila con el conde de Barcelona Ramón Berenguer IV, lo que dio origen a la Corona de Aragón.
La nueva dinastía de Ribagorza
Capítulo de las Constituciones de Cataluña, dedicado a la Paz y Tregua.
La unión de Aragón con Cataluña planteó el problema de la delimitación de estos territorios, que no estaba consolidada del todo en tiempos de Ramón Berenguer IV, si bien en los siglos XI y XII las plazas del condado de Ribagorza se rigieron siempre por el sistema administrativo de la tenencia aragonesa y no de la veguería catalana. Entre las tenencias aragonesas que aparecen persistentemente en la documentación entre 1000 y 1200 se cuentan Benabarre, Benasque, Cajigar, Calvera, Cornudella, Estada, Estadilla, Falces, Fantova, Fraga, Laguarres, Lascuarre, Luzás, Mequinenza, Monclús, Monesma, Monzón, Perarrúa, Puente de Montañana, San Esteban de Litera, San Esteban de Mall, Tamarite de Litera, Troncedo y Viacamp.2
En enero de 1244, Jaime I fijó la frontera entre Aragón y Cataluña en el río Cinca, desde el valle de Bielsa hasta el Ebro, incluyendo parte del condado de Sobrarbe en Cataluña a pesar de las protestas de los aragoneses. Ahora bien, en 1300 las Cortes de Aragón reunidas en Zaragoza por Jaime II el Justo votaron un capítulo, que el rey ratificó, incluyendo el condado de Ribagorza, Sobrarbe y la comarca de la Litera (incluyendo Almacellas) dentro del reino de Aragón. En protesta, las Cortes de Cataluña reunidas en Barcelona en 1305 aprobaron un capítulo contrario a la resolución de Zaragoza, declarando que Cataluña se extendía desde Salses hasta el Cinca, pero Jaime II no aprobó este capítulo por lo que quedó definitivamente definido como aragonés.
En 1322, quizá queriendo paliar los resultados de la decisión de 1305, Jaime II decidió conceder el condado de Ribagorza, excluyendo la baronía de Castro, la baronía de Monclús, La Fueva, el valle de Gistaín y el de Bielsa y la ciudad de Monzón, a su hijo, el infante Pedro. El conde de Ribagorza sería vasallo del rey, teniendo que asistir a las Cortes de Aragón.
Alfonso IV y Alfonso V fueron también duques de Gandía. Dado que Alfonso V murió sin herederos, el condado pasó al rey Alfonso el Magnánimo, quien lo concedió a su hermano Juan, el cual al llegar a ser rey (1458–1479) lo concedió a su hijo Fernando el Católico, hasta que en 1469, lo otorgó a su hijo legitimado Alfonso de Aragón y Escobar, duque de Villahermosa, como Alfonso VI de Ribagorza (1469–1485).
El gobierno del condado
Los ribagorzanos no eran vasallos del conde, sino feudatarios. En cuestiones patrimoniales se regían por costumbres locales, muy parecidas a las del condado de Pallars, o por el Fuero de Aragón; que usaban como lengua vulgar el aragonés ribagorzano incluso en zonas donde hoy día se habla castellano, e invocaban siempre el derecho aragonés en las escrituras públicas.
El condado se gobernaba por el Consejo General de Ribagorza, formado por procuradores de todos los lugares y ciudades, que se reunía el día de San Vicente mártir (22 de enero) en Benabarre.
Hasta 1149 el condado de Ribagorza dependía de tres territorios eclesiásticos: la sede episcopal de Roda y las jurisdicciones exentas de los reales monasterios de Alaón y San Victorián. Hasta mediados del siglo XII, Roda protegía e incorporaba la jurisdicción de Lérida. En 1096, mientras que la sede seguía en Roda, se trasladó el obispado a Barbastro. En 1149 se suprimió la sede de Roda, devolviendo la jurisdicción al obispado de Lérida y repartiéndose los territorios rotenses entre las jurisdicciones de Barbastro y Lérida. Ahora bien, en 1571, lugares ribagorzanos que habían estado bajo jurisdicción leridana (el valle del Ésera, una buena parte del valle del Isábena y las tierras del Cinca al norte de Monzón) pasaron a integrarse en el obispado de Barbastro.
Durante el siglo XVI el condado de Ribagorza comprendía el territorio que va desde Benasque a Monzón en el río Cinca y los descampados de Ráfales al sur de Altorricón y Binéfar, según consta en un documento impreso en Zaragoza a finales del siglo XVI, en el que se hace inventario y descripción de cada uno de los pueblos que componen el condado de Ribagorza y en él se hace constar que el conde tenía jurisdicción propia, ateniéndose a litigios con el Justicia de Aragón.
Asimismo, los poderes de cada jurisdicción civil en ocasiones chocaban con el obispo de Lérida, que tenía más de cien parroquias en territorio aragonés, coincidiendo el límite con la margen derecha del río Noguera Ribagorzana y las poblaciones de Albelda, Altorricón y otras desaparecidas que formaban parte de dicho condado según consta en el libro de visitas que se inicia después del Concilio de Trento y se detallan los tributos de cada parroquia aragonesa dependiente del obispo ilerdense.
Las revueltas y la intervención de Felipe II
Artículos principales: Alteraciones de Aragón y Guerra de Ribagorza.
Durante el gobierno del conde Martín de Gurrea y Aragón (1550–1578) se produjeron continuamente revueltas en el condado porque muchos ribagorzanos querían pasar a dominio real. En 1554, los letrados de la corte de Felipe II declararon la extinción del feudo, pero el tribunal del Justicia Mayor de Aragón defendió los derechos del conde. A raíz de la revuelta de Benabarre (1578), ayudada secretamente por la corte real, Martín de Gurrea y Aragón renunció a favor de su hijo Fernando II de Ribagorza, el cual derrotó una nueva revuelta en Benabarre en 1587, pero los ribagorzanos continuaron la revuelta con la ayuda de bandoleros catalanes y con el soporte del conde de Chinchón, tesorero general del Consejo de Aragón y enemigo de los Villahermosa.
Estas revueltas, que dieron lugar a una guerra civil en el condado entre partidarios del conde y partidarios del rey, coincidieron con las alteraciones de Aragón. Entonces, en 1591 Felipe II, para restablecer el orden, obligó al conde Fernando a renunciar a cambio de una compensación económica, y el condado revirtió a la Corona.
El fin del condado
En 1633 Felipe IV concedió a Graus un segundo justicia de Ribagorza, con jurisdicción separada de Benabarre.
Durante las revueltas aragonesas contra Felipe IV, toda la Ribagorza se unió a la revuelta aragonesa hasta que el ejército aragonés fue definitivamente derrotado en Fraga por las tropas de Felipe IV, las cuales ocuparon después la Ribagorza, la Litera y Lérida.
Al estallar la Guerra de Sucesión, en 1705 el condado de Ribagorza, como otras partes de Aragón, se pronunció a favor del archiduque Carlos, mientras que el resto de Aragón todavía estaba en poder de Felipe V. Con los Decretos de Nueva Planta Ribagorza es corregimiento de Aragón, que más tarde se convertiría en el partido judicial de Benabarre en 1834 al establecerse la nueva provincia de Huesca.
(Ahora debemos volver a la casa de Aragón).
A la muerte de Aznar Galíndez II le sucede en el 893 su hijo Galindo Aznárez II. Galindo II amplió sus territorios hasta San Juan de la Peña.
Definitiva fue la boda de la hija de Galindo II, Andregoto, con el rey García Sánchez de Pamplona, ya que de este matrimonio nacerá Sancho Garcés II Abarca que sucede a Fortuño Jiménez al frente del condado de Aragón en el 958, integrando el condado de Aragón, que ya controlaban desde el 921, al reino de Navarra.
SANCHO GARCÉS II ABARCA
Rey de Navarra y Conde de Aragón, nació en el año 940 y murió en 994 d.c. hijo del rey García Sánchez I y Andregoto Galíndez, hija del conde de Aragón Galindo Aznárez II, fue rey de Pamplona (938- 994).
Aún siendo menor de edad, se le encomendó la tenencia del condado de Aragón y ya al alcanzar la mayoría de edad, gobernó el condado como regulus «aunque siempre bajo la autoridad de su padre el rey de Pamplona».
Con motivo de la donación de la villa de Alastue hecha por el rey de Pamplona almonasterio de San Juan de la Peña en 987, se titula rey de Navarra, siendo el primero que usó este nombre: «reinando Yo, D. Sancho, rey de Navarra, en Aragón, en Nájera y hasta Montes de Oca...». En esta época los reinos de León, Pamplona y el condado de Castilla estaban unidos por lazos familiares; la monarquía pamplonesa sostenía a Ramiro III de León, menor de edad.En septiembre de 971 envió embajadores al califato de Córdoba, según consta en al-Muqtabis de Ibn Hayyan, para entrevistarse con el califa omeya Alhakén II.
Después de la muerte de Alhakén II en 976 y sucederle su hijo Hixem II tutelado por Almanzor, se ensombrecieron aún más las perspectivas de todos los reinos cristianos: las tropas de Almanzor vencieron en 981 a los cristianos en Torrevicente al sur de Soria, y después también en Taracueña, cerca de Osma. En 975 fue derrotado por los musulmanes en Gormaz, y en 981 los cristianos sufrieron una humillante derrota en Rueda, a 12 km de Tordesillas. También en 983 los ejércitos del conde castellano García Fernández, del rey Ramiro III, y de Sancho Garcés se enfrentaron con las tropas de Almanzor en Simancas donde fueron derrotados y murieron luchando muchos cristianos.
Almanzór emprendió su primera campaña contra el reino de Pamplona en 992. Como por las armas no se podía con Almanzor, el 4 de septiembre de 992, Sancho Garcés acudió a Córdoba como embajador de su propio reino, llevando cuantiosos regalos para el victorioso Almanzor y pactando con él. Estando en la corte del califa, se encontró con su hija Urraca, también llamada Abda, a quien había entregado como esposa a Almanzor en 982 y que le había dado un hijo, Abd al-Rahman Sanchuelo, heredero al Califato de Córdoba. Su hijo Gonzalo volvió en 993 para dar seguridades a Córdoba de una actitud de sumisión.
Fundó el Monasterio de San Andrés de Cirueña en 972 y el 24 de noviembre de 978 se encontró en la fundación del Infantazgo de Covarrubias, creado por los condes de Castilla García Fernández y su esposa Ava para su hija, Urraca, sobrina de la esposa del rey Sancho, Urraca Fernández con quien había casado, posiblemente, en 962, hija de Fernán González y de Sancha de Pamplona. Antes de 950 Urraca había estado casada con Ordoño III de León y en 956 casó con el futuro Ordoño IV «el Malo», de quien se separó.
Falleció en 994, unos meses antes que el conde castellano García Fernández, y fue enterrado en la iglesia del monasterio de Santa María la Real de Nájera (La Rioja). A sus pies se halla el panteón real (reconstruido entre 1556 y 1559) en el que están enterrados varios reyes de Pamplona y de León.
De su matrimonio con Urraca Fernández nacieron:
García II Sánchez «el Temblón», rey de Pamplona, casado con Jimena Fernández.
Ramiro de Pamplona (m. 992).
Gonzalo de Pamplona. Su hermano el rey García Sánchez, primero puso a su madre Urraca al frente del condado de Aragón y después a su hermano Gonzalo quien con el título de regulus gobernó el condado con una «pequeña corte condal de caballeros de la tierra.»
Urraca de Pamplona «la Vascona», entregada por su padre en 982 a Almanzor, adoptó el nombre árabe «Abda». Antes de ingresar en un convento le dio un hijo, Abderramán «Sanchuelo», llamado así por su parecido con su abuelo Sancho.
A Sancho Garcés II Abarca, le sucede su hijo García Sánchez II en el reino de Navarra y en Aragón en el 994.
Pero pocos años más tarde este rey y todos sus súbditos tendrán que hacer frente a Almanzor. Fue de tal magnitud la destrucción que trajo este caudillo andalusí en tierras aragonesas que pensaron que era la reencarnación del anticristo y que con él traía el Apocalipsis.
GARCÍA SÁNCHEZ II (EL TEMBLOROSO)
Rey de Navarra Y Conde de Aragón desde el año 994 al 1000. Hijo y sucesor de Sancho Garcés II.Abarca. Estuvo casado con Jimena Fernández, con la cual tendría a Sancho Garcés y a Urraca. Llamado el Trémulo, se vio asediado por las huestes de Almanzor, que le derrotó y le obligó a capitular.
Nacido en Tudela en 958, sucedió a su padre en 995, y obtuvo como él grandes ventajas sobres los musulmanes. Llevaba el sobrenombre de Trémulo, probablemente por algún padecimiento de origen nervioso. García se alió con don Bermudo y con el conde de Castilla, y vencieron al poderoso Almanzor, en el año 988 en la Batalla de Calatañazor, donde éste perdió 50.000 de los suyos. García murió después de un reinado de seis años y algunos meses, en el año 1000, y fue llorado pomilitares.r sus soldados y el clero, en favor del cual había hecho muchas fundaciones. Su muerte fue, en cambio poco sentida por su pueblo debido a las considerables sumas que les había exigido para atender a sus constantes campañas
Veámos su corto reinado:
Como ya he dicho ántes llevó el sobrenombre de "el Temblón" por padecer algún tipo de enfermedad nerviosa. Era hijo de Sancho Garcés II "Abarca" y de la reina Urraca Fernández, hija del Conde de Castilla Fernán González y prima carnal del rey Sancho. Contrajo matrimonio con Jimena Fernández de León, hija de Fernando Vermúdez de Cea y Elvira Díaz de Saldaña.
Durante los escasos años que duró su reinado, García Sánchez II dirigió gran parte de su actividad a combatir a Almanzor, caudillo militar que se había hecho con el poder en el Califato de Córdoba. Almanzor, además de enemigo del rey de Pamplona, era su cuñado; el musulmán había contraído matrimonio con una de las hijas de Sancho Abarca, que tras convertirse al Islam tomó el nombre de Abda.
El monarca pamplonés intentó durante el principio de su reinado mantener la paz en sus territorios, pero rompió rápidamente la tregua con Almanzor. Los musulmanes recorrieron durante la primavera de 995 la frontera oriental de Navarra, y Almanzor, que dirigía con firmeza todas las fuerzas musulmanas de la península, sitió y arrasó la ciudad de León. Este acontecimiento obligó al rey de León Vermudo II, que se había refugiado en Asturias, a pactar con el caudillo musulmán. En esta campaña Almanzor llegó a ocupar las tierras de León que vierten sus aguas al Duero.
El 14 de marzo del año 996 García Sánchez II donó al cenobio de San Millán la villa llamada Terrero. En esta donación dice reinar en Pamplona con su mujer la reina Dª Jimena, con su madre la reina Dª Urraca y con su hermano D. Gonzalo en Aragón, y entre los confirmadores se encontraban su hijo D. Sancho y D. Lope Iñiguez con el título de Caballerizo Mayor.
A pesar de la sumisión del rey leonés, Almanzor reanudó sus acciones contra él en el año 997. Salió de Cordoba y se dirigió a Coria. Tomó las ciudades de Coimbra, Viseo, Lamego y Braga. Cruzó el Miño y entró en Tuy. Llegó a realizar incursiones hacia el interior de Galicia y conquistó la ciudad de Santiago de Compostela. Ante estas demostraciones de fuerza se impuso una paz forzada a todos los reyes y príncipes cristianos.
Sin embargo, no todos los ataques fueron iniciados por parte del Califato. En el año 997 un grupo de caballeros pamploneses llevaron a cabo una expedición a tierras de Catalayud y dieron muerte al hermano del gobernador Hakam b. Abd al-Aziz. Almanzor vengó esta muerte cortando la cabeza de 50 cristianos que tenía en Córdoba como rehenes. Algunos de estos prisioneros, recluidos como prenda para que los cristianos guardasen los pactos de tregua firmados, eran pertenecientes a la familia real.
En este mismo año el rey García hizo donación a San Millán de las aguas del de Alesón, para riego de las tierras que el monasterio tenía en Nájera, y reitera en ella los nombres de los miembros de la realeza citados en la anterior donación.
García Sánchez se alió con el conde castellano Sancho García para enfrentarse a Almanzor. El conde de Castilla había acudido en su auxilio cuando el caudillo musulmán llegó en el año 999 a la capital del reino de Pamplona, ocasionando importantes pérdidas humanas y materiales. Al año siguiente Almanzor se dirigió contra el conde castellano. Acudieron en su ayuda fuerzas de los reyes de León y de Pamplona y los ejércitos de ambos bandos se enfrentaron en los montes de Cervera (Burgos), cerca del monasterio de Silos. Los cristianos fueron derrotados con rotundidad.
La última expedición de Almanzor, en el año 1002, también tuvo como objetivo el reino de Pamplona. En esta ocasión atacó e incendió el monasterio de San Millán de la Cogolla. Al regreso de esta incursión, el caudillo musulmán llegó enfermo a Medinaceli (Soria) donde falleció unos días más tarde. Fue enterrado en esta ciudad.
A pesar de las contiendas000., el rey García consiguió mantener íntegramente los territorios del reino. Tras su fallecimiento le sucedió en el trono su hijo Sancho Garcés III, apodado "el Mayor" o "el Grande", el cual fue coronado el año 1004. Algunos autores datan la muerte del rey García alrededor de esta fecha, mientras que otros opinan que este monarca murió entre el año 999 y el año 1000 y que posteriormente, hasta que su hijo fue investido, se abrió una etapa de regencia o interregno de Sancho Ramírez, hijo de Ramiro de Viguera y primo carnal del rey. Reinase hasta el año 999 o hasta el 1004, los testimonios documentales de García Sánchez II desaparecen en torno al año 1.000.
Al fin llegamos a la subida al trono navarro de Sancho Garcés III el Mayor que sucede en el 1003 a García Sánchez II. Será este rey el que gracias a su testamento dará origen al Reino de Aragón.
Sancho Garcés III el Mayor
Sancho Garcés III, llamado el Mayor o el Grande, nacido hacia 965, fue rey de Pamplona desde alrededor del año 1000 hasta 1035. Suele denominársele erróneamente rey de Navarra, pero el Reino de Pamplona no se convirtió en tal hasta 150 años después de su muerte.
Tampoco fue, en contra de una cierta historiografía actual, rey de los vascones o de los vascos, pues ni se tuvo nunca por tal ni la expresión era concebible en su tiempo: los términos vasco y vascón designaban a los habitantes de la orilla Norte del Bidasoa. Similar confusión se da con la expresión País Vasco en una región donde habitaban los que se denominaban vascongados o habitantes de las Vascongadas. País Vasco es un galicismo (Pays Basque) introducido en la lengua española a finales del siglo XIX.
Sancho el Mayor era hijo del rey pamplonés García Sánchez II el Temblón y de una leonesa, doña Jimena. Por parte de padre era bisnieto de Fernán González, el fundador de Castilla, y nieto de la infanta castellana Urraca. Fue el más poderoso de los monarcas cristianos de su tiempo y consiguió extender su hegemonía política -en virtud de diversos títulos y derechos- por toda la España cristiana, desde León hasta Cataluña.
La tradición dijo de él que asistió a la históricamente improbable batalla de Calatañazor, en el año 1002.
Durante el reinado de Sancho el Mayor se realizó la reforma cluniacense y se redactaron importantes fueros -entre ellos el de Nájera, y otros textos jurídicos.
Fomentó la peregrinación a Santiago de Compostela e hizo seguros los caminos que hasta aquel entonces habían sido evitados por los peregrinos por miedo a los árabes. Esto facilitó el contacto con las corrientes culturales y artísticas del resto de Europa, lo que posibilitó, entre otros muchos efectos, el florecimiento del gótico en torno al camino jacobeo.
Fue marido de doña Mayor, condesa de Castilla, y padre de García III de Pamplona; Fernando I el Magno, que ya no fue conde sino el primer rey de Castilla por ser hijo del rey navarro; Ramiro I de Aragón; y Gonzalo, rey en Sobrarbe y Ribagorza (territorios conquistados por su padre tras su devastación por Almanzor); y a su hermana Urraca la casó con Alfonso V de León.
Al morir asesinado en 1029 García Sánchez, hijo y heredero del conde de Castilla, Sancho el Mayor ocupó en nombre de su esposa el condado castellano, que comprendía Álava y Vizcaya.Este rey Sancho se titulaba a sí mismo Rey de España. En los documentos del burgalés monasterio de Oña, donde fue enterrado junto a los últimos condes castellanos, se le llamó Sancius, Gratia Dei, Hispaniarum Rex.
Por la extensión de sus dominios asimismo se le llegó a denominar Imperator Totus Hispaniae. El abad de Ripoll, Oliba, el más importante representante de la iglesia de aquella época, lo llamó rex ibericus; y el también catalán Bernardo, elevado por el rey pamplonés a la dignidad de obispo de Palencia, rey de los reyes españoles.
No hay acuerdo sobre las circunstancias de su muerte: unas fuentes señalan que murió durante una peregrinación a la Cámara Santa de Oviedo; otras, por contra, recogen que fue asesinado por un marido ofendido.
Sancho el Mayor, artífice del Camino de Santiago Francés
Sancho Garcés III, apodado el Mayor, fue rey de Pamplona desde el año 1004 hasta su muerte en 1035. Considerado el rey navarro más importante , durante la mayor parte de su reinado fue el soberano con mayor poder de la Península. A él se le atribuyen la europeización del territorio hispano, la acuñación de moneda y el impulso del Camino de Santiago.
Cuando subió al trono, el Camino discurría por Roncesvalles, Pamplona, Irurtzun, Uharte Arakil, Salvatierra, Miranda de Ebro y Burgos; sin embargo con el fin de controlar sus dominios, modificó el trazado desviándolo hacia el sur y aprovechando viejas calzadas de origen romano lo hizo pasar por Puente La Reina, Estella, Logroño, Nájera, Santo Domingo de la Calzada y Burgos. Este itinerario era algo más corto y abierto, evitaba pasos estrechos y desfiladeros, y facilitaba el tránsito de comerciantes y el desplazamiento de sus ejércitos.
En este sentido, la Historia Silense (s. XII) resalta su decisiva labor a favor de la consolidación del Camino Francés “Desde las cumbres de los Pirineos hasta la ciudad de Nájera hizo correr sin obstáculos el Camino de Santiago, cuando antes, por miedo a los bárbaros, los peregrinos se desviaban por la apartadiza Álava.”
El Camino Francés comienza a convertirse en la gran vía transversal de comunicación de los reinos cristianos del norte de España. En esta tarea pudo contar con el apoyo de su esposa, Mayor, quien según las hipótesis que se barajan habría ordenado la construcción del puente más famoso de la ruta, el románico de Puente la Reina, que sobre el río Arga facilitaba el paso de los peregrinos.
Sancho el Mayor no sólo mejoró el trazado y la protección de la ruta, sino que tomó medidas para fomentarla hospitalidad con los peregrinos, y anuló determinadas exigencias fiscales a las que se veían sometidos. Fundó el monasterio de San Juan de la Peña(Jaca, vinculado al , y en relación con este hecho, favoreció la entrada de la orden de ClunyEspaña, crucial en el desarrollo de la Ruta.
Fue, en definitiva, el monarca más destacado hasta mediado el siglo XI en el fomento de la Ruta Jacobea, iniciando un proceso que culminarían dos reyes en la segunda mitad de esta centuria, tanto atendiendo a su poderoso valor espiritual frente al islam como a sus innegables beneficios socio-económicos. Nos referimos a su nieto Alfonso VI, en Castilla y León, y Sancho I Ramírez, en Aragóny Navarra. Estos monarcas establecerán el trazado del itinerario francés, facilitando su conversión en una gran vía europea medieval, tal y como quedaría descrito hacia 1130 en la celebérrima guía del peregrino del Codex Calixtinus.
La consolidación de los reinos hispánicos en coel siglo XI
A lo largo de los siglos XI y XII se van conformando los reinos cristianos de la península por medio de la conquista de territorios musulmanes en un proceso con significativos avances y paralizaciones, y también algunos retrocesos.
Es un periodo también que se destaca por la sucesiva unión y separación de los distintos reinos a través de guerras, anexiones y de las consecuencias de las políticas matrimoniales y testamentarias de los reyes, hasta llegar a mediados del siglo XII al afianzamiento de los llamados “cinco reinos” (Portugal, León, Castilla, Pamplona y Aragón)..
Sancho el Mayor de Pamplona
En el primer tercio del siglo XI la figura más destacada es Sancho Mayor de Pamplona, que llega a ejercer un auténtico protectorado sobre los demás reinos cristianos. A la muerte de su padre, hereda el reino de Pamplona y el condado de Aragón. Por su matrimonio con Mayor, hija del conde de Castilla, gobernó este condado, lo que provocó disputas con el rey leonés Alfonso V, fundamentalmente por el dominio del territorio situado entre el Pisuerga y el Cea, en la actual provincia palentina. Sancho III el Mayor restauró en el año 1034 el obispado de Palencia.
También incorporó el condado de Sobrarbe-Ribagorza, por lo que su poder se extendió desde el Pirineo hasta Astorga e Intervino activamente en la política del reino de León. Se le puede considerar el primer rey europeísta pues extendió sus relaciones más allá de los Pirineos, aceptó las corrientes culturales venidas del continente, como el monacato cluniacense, y potenció el Camino de Santiago.
Mientras tanto, en el reino de León ocupa el trono entre 1017 y 1028 Alfonso V, a quien le sucede su hijo Bermudo III.
En la zona de los condados catalanes, a pesar de la fragmentación de su territorio, tras lograr la independencia del poder franco, se va destacando la hegemonía del condado de Barcelona (Berenguer Ramón I, 1017-1035), que impone su autoridad sobre los demás e inicia la expansión hacia el sur.
Desaparición del califato de de Córdoba y primeras taifas
El avance de los reinos cristianos se ve favorecido por la crisis del califato de Córdoba. Tras la muerte de Almanzor en el año 1002, el califato entra en declive hasta su final desaparición en 1031, que supuso la fragmentación del territorio musulmán en más de una veintena de reinos de taifas. Esta división provocó el hostigamiento de los reinos cristianos que imponían a las taifas el pago de parias, para evitar acciones bélicas sobre su territorio o protegerlas frente a la ambición de otras taifas. Sin embargo, a pesar del declive político y militar, Al Ándalus mantuvo su esplendor cultural.
Sancho el Mayor reparte sus dominios. Origen de los reinos de Castilla y de Aragón.
A su muerte en 1035, Sancho el Mayor divide su territorio entre sus hijos. El primogénito García Sánchez recibe el reino de Pamplona; Fernando el condado de Castilla (ya lo ejercía desde 1029), que se convierte en reino; Ramiro el condado de Aragón; y Gonzalo, Sobrarbe y Ribagorza. En esta división encontramos el origen de los reinos de Castilla y de Aragón.
Dos años más tarde, en 1037, Fernando I vence en la batalla de Tamarón a su cuñado Bermudo III de León, que muere en el combate, y se proclama Rey de León, uniendo por vez primera los reinos de León y Castilla. Al disputar Álava y las tierras castellanas fronterizas que Sancho III había legado a García Sánchez, Fernando también se enfrentó a su hermano en la batalla de Atapuerca (1054), donde el rey navarro encontró la muerte. Resueltos los problemas con sus vecinos, pudo dedicarse a la expansión hacia el sur, sometiendo varias taifas, cobrando las parias y extendiendo su territorio.
Por su parte, al morir Gonzalo en 1045, Sobrarbe y Ribagorza pasó a su hermano Ramiro I, configurando el primitivo territorio del reino de Aragón.
A causa de su muerte nacieron los reinos de Castilla y Aragón, que con el curso de los siglos conformarían los dos núcleos más importantes de poder y que acabarían realizando la unidad española a mediados del siglo XV.