miércoles, 29 de enero de 2014

1/ EL CRISTIANISMO.






La religión cristiana surgió en torno a la persona de Jesús de Nazaret, nacido en Palestina en el año 753 de la fundación de Roma, y el comienzo de la era cristiana, durante el gobierno de Augusto. Desde el 63 a. C. la zona de Palestina había sido ocupada por las legiones romanas comandadas por Herodes Antipas, con el título de rey. La comunidad judía, a la que pertenecían Jesús y su familia, estaba regida por un Consejo o Sanedrín, presidido por un rabino elegido por el procurador romano.



Jesús de Nazaret: El origen del Cristianismo


Jesús de Nazaret es reconocido como una de las figuras más importantes de la historia occidental y del cristianismo, religión ampliamente extendida para la cual se trata del Hijo de Dios, quien murió y resucitó para librar al hombre de los pecados.

Jesús no dejó ningún texto escrito en los que diera testimonio de sus predicaciones, milagros, ni de su vida. Por tal razón existen dificultades para aclarar ciertos momentos importantes de su biografía.

Sin embargo, los escasos documentos que ofrecen datos importantes, muchos escritos por sus discípulos, han sido estudiados y analizados por los especialistas con el fin de corroborar y reconstruir pasajes de la historia que confirman su existencia.

Los evangelios que ofrecen mayor información sobre la vida de Jesús son los de Marcos, Lucas, Mateo y Juan. Sin embargo, estos evangelios más que ofrecer un relato histórico se centran en exponer y dar a conocer la vida de Jesús y sus mensajes.


Nacimiento e infancia de Jesús de Nazaret

Jesús de Nazaret nació en Belén, en un humilde pesebre donde fue adorado por sus padres María y José.

Acerca del nacimiento de Jesús de Nazaret se tienen escasos datos. Lo que se sabe deriva, en gran medida, de los evangelios de Mateo y Lucas. Por tanto, todavía existen ciertas dudas con respecto a este importante acontecimiento.

Los padres de Jesús fueron José, el carpintero, y María de Nazaret, quienes vivían en Galilea. María quedó embarazada de manera inesperada, su estado fue anunciado por el ángel Gabriel, quien se le apareció en sueños para darle a conocer que Jesús fue concebido por obra del Espíritu Santo, de allí que sea el Hijo de Dios. Este hecho se conoce como la Anunciación.

María era una mujer virgen y libre de pecado, de allí que fuese elegida para ser la madre del Hijo de Dios. Asimismo, al parecer María era prima de Isabel, esposa de Zacarías, quienes durante su vejez tuvieron un hijo llamado Juan Bautista.

Para aquel entonces, el emperador romano Augusto había ordenado un censo en el que cada persona debía empadronarse en su lugar de nacimiento. Eso motivó a José a emprender un viajar junto a María, quien se encontraba en un avanzado estado de embarazo, hacia Belén su pueblo de nacimiento.

José y María contaban con escasos recursos, y ya estando en Belén a María le llegó la hora de dar a luz, por lo que tuvieron que refugiarse en una especie de cueva utilizada por los pastores de la zona.

Allí fue donde María dio a luz a su hijo, Jesús de Nazaret, quien fue adorado por unos pastores que ya habían sido anunciados por los ángeles y tres reyes magos que venían de Oriente con ofrendas de oro, mirra e incienso.
En tal sentido, Jesús nació en Belén, un pueblo de Judea que pertenecía al Imperio romano, aproximadamente, en el año 4 a.C.

En esa época Herodes el Grande reinaba en Judea, quien supo del supuesto nacimiento del Mesías tras las llegada de los tres misteriosos reyes de Oriente que, antes de llegar a Belén, habían pasado por Jerusalén preguntando por el rey de los judíos que acababa de nacer y a quien iban a adorar.

Después de haber sido alertado, Herodes decidió acabar con su supuesto oponente y ordenó la muerte de todos los varones con cerca de un año de edad. Es una fecha que el cristianismo celebra cada 28 de diciembre como el Día de los Santos Inocentes.

José fue advertido por el ángel Gabriel de las órdenes de persecución del rey Herodes, por lo que decidió huir con su familia hacia Egipto, lugar donde permanecieron hasta la muerte del monarca. Luego, volvieron a Nazaret, Galilea.

Una vez de vuelta a Nazaret, Jesús llevó una infancia normal en la que aprendió del oficio de la carpintería ayudando a su padre y estudió las tradiciones judías, de las cuales fue un buen conocedor porque constantemente asistía al Templo.

Entre los 12 y 30 años de edad, aproximadamente, no se sabe casi nada acerca de la vida de Jesús, excepto lo que algunos textos de los evangelios apócrifos narran, los cuales tienen un origen desconocido y no forman parte de la Biblia.


Predicaciones de Jesús de Nazaret 

No existe una descripción exacta de cómo era físicamente Jesús de Nazaret. Sin embargo, la imagen más difundida expone a un hombre de piel clara, delgado, cabellos largos y barba.

A partir de los 30 años Jesús de Nazaret comenzó a hacerse notar en la vida pública y dio inicio a las enseñanzas y predicaciones de las palabras de Dios, a través de las cuales anunciaba la llegada de su reino.

Para ese entonces, según el evangelio de Lucas, Jesús de Nazaret fue bautizado por su primo Juan el Bautista, en el río Jordán, quien lo había designado como su sucesor y ya anunciaba la llegada del Mesías, es decir, de Jesús.

Tomando en cuenta las palabras de los evangelistas, se dice que durante el bautizo de Jesús apareció el Espíritu de Dios en forma de paloma, que descendió sobre Jesús y lo designó como Hijo de Dios.

Según los evangelios, el Espíritu de Dios guio a Jesús hasta el desierto, lugar donde se retiró por cuarenta días, hizo ayuno y superó las tentaciones del demonio. Luego, Jesús de Nazaret se estableció en Cafarnaún, Galilea, donde comenzó a predicar a todos la llegada del Reino de Dios.

Las predicaciones de Jesús de Nazaret se caracterizaban por ser parábolas, es decir, relatos breves y simbólicos que tienen como finalidad enseñar qué es el Reino de Dios y dejar una enseñanza o generar una reflexión moral. De allí que sus predicaciones resultaran agradables.

De esta manera, viajando a distintos lugares y dando a conocer la palabra de Dios fue que Jesús de Nazaret ganó seguidores, incluso, en diversos evangelios se relatan los diferentes milagros que llegó a realizar, entre los que destacan sanar a leprosos o ciegos, calmar tempestades, caminar sobre el agua o multiplicar el pan.

No se sabe con exactitud cuánto tiempo Jesús pudo realizar sus predicaciones de manera libre, ya que en el evangelio de san Juan se menciona que participó en tres ocasiones en la Pascua judía, pero, en otros evangelios se dice que solo vivió la Pascua en la cual fue crucificado.

De esta manera, tras dichos actos y predicaciones, Jesús de Nazaret también consiguió hacerse un gran número de enemigos, como los fariseos, quienes lo acusaban por su soberbia al llamarse Hijo de Dios, Mesías o rey de los judíos.

Asimismo, y debido a la incomprensión de muchos, Jesús fue acusado de mentir y querer engañar a las personas a través de sus predicaciones, razones por las cuales fue denunciado ante el gobernador de Roma, Poncio Pilatos.

No obstante, durante su actividad pública Jesús estuvo acompañado de un gran número de personas que lo escuchaban y creían en su palabra, en especial los más humildes. Entre tantos destacó un grupo de hombres honestos y responsables que dedicaron su vida a acompañar a Jesús en sus predicaciones y ayudarlo en su misión.

Este grupo es conocido como los doces apóstoles y estuvo conformado por: Simón, a quien llamó Pedro, y su hermano Andrés. Se suman Santiago y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé, Mateo y Tomás, Santiago de Alfeo y Simón el Zelote, Tadeo y Judas Iscariote, quien traicionó a Jesús.

Los apóstoles eran hombres sencillos y trabajadores que dejaron todo por seguir a Jesús y, junto a él establecer un nuevo orden religioso.


Pasión y muerte de Jesús de Nazaret 

A medida que Jesús de Nazaret tenía mayor cantidad de seguidores, el Imperio romano más lo asechaba. De allí que en la víspera de la Pascua judía Jesús se dirigió hasta Jerusalén, lugar donde entró sentado sobre un asno y fue recibido y proclamado como rey de los judíos por una gran multitud de seguidores.

Una vez en la ciudad se dirigió al Templo y expulsó a los vendedores y cambistas. Se dice que Jesús ya sabía que su final estaba próximo, por lo que luego se reunió con sus apóstoles para celebrar la Pascua en lo que se conoce como la Última Cena.

Durante dicho acto Jesús predijo que quesería traicionado por uno de sus apóstoles y negado por otro. Posteriormente, una vez culminada la reunión se dirigió al Monte de los Olivos para rezar. Jesús fue acompañado por dos de sus apóstoles, quienes más tarde se quedaron dormidos.

Judas Iscariote fue el apóstol que traicionó a Jesús de Nazaret por treinta piezas de plata. Por ello, a tempranas horas del día siguiente Jesús fue capturado por los guardias de los príncipes del sacerdote, y así inició lo que se conoce como la Pasión de Cristo.

Una muchedumbre de personas quiso evitar el arresto, sin embargo, terminaron huyendo y Jesús fue llevado hasta el palacio del sacerdote Caifás, donde se realizó el sanedrín, consejo de sabías que fungían como jueces y en el que participaron testigos falsos.

Durante el juicio Caifás le preguntó a Jesús si él era el Mesías, a lo que Jesús contestó “Tú lo has dicho”. Ante tal respuesta, el consejo religioso de los judíos lo declaró culpable de blasfemia y sentenció pena de muerte al declararse como Mesías y rey de los judíos.

Sin embargo, los integrantes del sanedrín no podían llevar a cabo una pena de muerte sin tener previamente el consentimiento de las autoridades romanas. De esta manera, Jesús fue llevado ante el procurador de Judea, Poncio Pilatos, quien accedió a interrogar a Jesús.

Incluso, Pedro, el apóstol que siguió a Jesús en secreto durante la detención, lo negó tres veces ante los sirvientes de Caifás.
La pasión de Cristo es uno de los pasajes más doloros y sufridos de la vida de Jesús de Nazaret.

Pilatos lo consideró inocente. Sin embargo, éste decidió interrogar a la multitud de personas que se acercaron a ver la condena, para que eligieran entre la liberación de Jesús o de un bandido llamado Barrabás. Las personas habían sido previamente inducidas por los sacerdotes del sanedrín y solicitaron la liberación del bandido y la crucifixión de Jesús.

Tras la decisión de la muchedumbre Pilatos se lavó las manos para simbolizar su inocencia en la muerte de Jesús, quien tras la sentencia fue torturado, azotado, su ropa rasgada, le pusieron una corona de espinas y tuvo que cargar su cruz hasta el monte el Calvario, lugar donde se llevó a cabo su crucifixión.

La imagen de Jesús de Nazaret crucificado es una de las representadas y expuestas en las iglesias católicas.
En la parte superior de la cruz le fue colocado un cartel con las iniciales INRI, que se corresponde a Iesus Nazarenus Rex Iudaeorum, cuya traducción es ‘Jesús de Nazaret, rey de los judíos’. Jesús fue crucificado entre dos ladrones y, según los evangelios, cuando Jesús falleció tembló el suelo y tronó el cielo.

A partir de los evangelios se sabe que Jesús murió alrededor de las tres de la tarde del viernes de Pascua. Tras su fallecimiento su cuerpo fue bajado de la cruz, ungido en bálsamos, tapado con una sábana y sepultado en un pequeño sepulcro cerrado con una piedra.

A tercer día después de su muerte, Jesús resucitó entre los muertos y se le apareció a sus discípulos en varias ocasiones, hasta que, finalmente, se llevó a cabo su ascensión a los cielos.

Tras la muerte y resurrección de Jesús de Nazaret se da inicio al cristianismo, una de las religiones más expandidas y con gran número de fieles en la actualidad.



Conocer mas:
¿Quién fue Jesús?


(Jesús o Cristo; Belén, h. 6 a. C. - Jerusalén, h. 30 d. C.) Predicador judío fundador de la religión cristiana, a quien sus seguidores consideran el hijo de Dios. El nombre de Cristo significa en griego «el ungido» y viene a ser un título equivalente al de Mesías.

La vida de Jesús está narrada en los Evangelios redactados por algunos de los primeros cristianos. Jesús nació en una familia pobre de Nazaret, hijo de José y de María. Aunque la civilización cristiana ha impuesto la cuenta de los años a partir del supuesto momento de su nacimiento (con el que daría comienzo el año primero de nuestra era), se sabe que en realidad nació un poco antes, pues fue en tiempos del rey Herodes, que murió en el año 4 a.C.

Fueron precisamente las persecuciones de Herodes las que llevaron a la familia, después de la circuncisión de Jesús, a refugiarse temporalmente en Egipto. El relato evangélico rodea el nacimiento de Jesús de una serie de prodigios que forman parte de la fe cristiana, como la genealogía que le hace descender del rey David, la virginidad de María, la anunciación del acontecimiento por un ángel y la adoración del recién nacido por los pastores y por unos astrónomos de Oriente. Por lo demás, la infancia de Jesucristo transcurrió con normalidad en Nazaret, donde su padre trabajaba de carpintero.

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Circuncisión de Jesús

Circuncisión es la denominación de un episodio evangélico (Lucas 2, 21) y un tema iconográfico relativamente frecuente en el arte cristiano. Trata de la circuncisión que se efectuó a Jesucristo.

La circuncisión es la ablación ritual del prepucio(el de Cristo se denomina Santo Prepucio, y es una de las reliquias cristianas más preciadas). La ley mosaica, por mandato divino, prescribía: «Serán circuncidados a los ocho días de nacer todos vuestros varones de cada generación».El evangelista Lucas cuenta cómo se cumplió esta ley a los ocho días del nacimiento de Jesús; en un acto en que también «le pusieron por nombre Jesús, el cual le había sido puesto por el ángel antes que fuera concebido» (en referencia al episiodio de la anunciación).

Posteriormente cuando se cumplieron los días de la purificación (Lucas, 2, 22), se produjo la presentación de Jesús en el Templo.

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Hacia los treinta años inició Jesucristo su breve actividad pública incorporándose a las predicaciones de su primo, Juan el Bautista. Tras escuchar sus sermones, Jesús se hizo bautizar en el río Jordán, momento en que Juan le señaló como encarnación del Mesías prometido por Dios a Abraham. Juan fue pronto detenido y ejecutado por Herodes Antipas, lanzándose Jesucristo a continuar su predicación.

Se dirigió fundamentalmente a las masas populares, entre las cuales reclutó un grupo de fieles adeptos (los doce apóstoles), con los que recorrió Palestina. Predicaba una revisión de la religión judía basada en el amor al prójimo, el desprendimiento de los bienes materiales, el perdón y la esperanza de vida eterna. Su enseñanza sencilla y poética, salpicada de parábolas y anunciando un futuro de salvación para los humildes, halló un cierto eco entre los pobres. Su popularidad se acrecentó cuando corrieron noticias sobre los milagros que le atribuían sus seguidores, considerados como prueba de los poderes sobrenaturales de Jesucristo.

Esta popularidad, unida a sus acusaciones directas contra la hipocresía moral de los fariseos, acabaron por preocupar a los poderosos del momento.

Jesús fue denunciado ante el gobernador romano, Poncio Pilatos, por haberse proclamado públicamente Mesías y rey de los judíos; si lo primero era cierto, y reflejaba un conflicto de la nueva fe con las estructuras religiosas tradicionales del judaísmo, lo segundo ignoraba el hecho de que la proclamación de Jesús como rey era metafórica, refiriéndose al «reino de Dios» y sin poner en cuestión los poderes políticos constituidos. Consciente de que se acercaba su final, Jesús celebró una última cena para despedirse de sus discípulos; luego fue apresado mientras rezaba en el Monte de los Olivos, al parecer con la colaboración de uno de ellos, llamado Judas. Comenzaba así la Pasión de Cristo, proceso que le llevaría hasta la muerte tras sufrir múltiples penalidades; con ella daba a sus discípulos un ejemplo de sacrificio en defensa de su fe, que éstos asimilarían exponiéndose al martirio durante la época de persecuciones que siguió.

Jesús fue torturado por Pilatos, quien sin embargo, prefirió dejar la suerte del reo en manos de las autoridades religiosas locales; éstas decidieron condenarle a la muerte por crucifixión. La cruz, instrumento de suplicio usual en la época, se convirtió después en símbolo básico de la religión cristiana.

Los Evangelios cuentan que Jesucristo resucitó a los tres días de su muerte y ascendió a los cielos. Judas se suicidó, arrepentido de su traición, mientras los apóstoles restantes se esparcían por el mundo mediterráneo para predicar la nueva religión; uno de ellos, Pedro, quedó al frente de la Iglesia o comunidad de los creyentes cristianos, por decisión del propio Jesucristo. Pronto se incorporarían a la predicación nuevos conversos, entre los que destacó Pablo de Tarso, que impulsó la difusión del cristianismo más allá de las fronteras del pueblo judío. La obra de Pablo hizo que el cristianismo dejara de ser una secta judía cismática y se transformara en una religión más universal; la nueva religión se expandió hasta los confines del Imperio Romano y más tarde, desde Europa, se difundió por el resto del mundo, convirtiéndose hasta nuestros días en la religión más extendida de la humanidad (si bien se encuentra dividida en varias confesiones, como la católica romana, la ortodoxa griega y las diversas protestantes).


¿Cuáles eran sus ideas?

Las ideas de Jesús implicaban una verdadera revolución. Decía que todos los hombres son iguales ante Dios y que la salvación no dependía de la fortuna o de la práctica de ritos o ceremonias, sino de la fe y las buenas acciones de los individuos. Proponía la caridad y el amor al prójimo como normas de vida con relación a todos los seres humanos, incluso a los enemigos. La recompensa a los sufrimientos de este mundo estará en la otra vida, en el cielo al que se accederá tras el juicio final. Negaba el egoísmo, la hipocresía y la vanidad. Le quitaba el carácter divino al emperador al decir "Al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios"

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¿Por qué se difundió tanto el cristianismo?

Mucha gente estaba descontenta con los viejos credos basados sobre todo en la obediencia a las normas y ritos pero con poco contenido espiritual. El cristianismo venía a proponer una esperanza de cambio y salvación para los más pobres y olvidados en una época de cruel explotación y desesperanza. Jesús y sus seguidores predicaban sobre todo con el ejemplo, llevando una vida sana y solidaria, rechazando la riqueza y el poder y entregando sus vidas por defender sus ideas. La coherencia entre la palabra y la acción le valió la adhesión de mucha gente primero en Palestina y luego en todo el Imperio Romano.


¿Cómo eran las primeras comunidades cristianas?

Los discípulos de Jesús afirmaron que tras su muerte había resucitado y ascendido al cielo. Este hecho confirmaba para ellos el origen divino de Jesús. Estos primeros cristianos se organizaron en comunidades que carecían de jerarquías y donde todo se compartía. La ayuda mutua era la base de la vida en estas comunidades, a las que se accedía tras el bautismo. El nuevo miembro se incorporaba a la Iglesia (en griego ekklesía = asamblea) y se dedicaba a predicar las enseñanzas de Jesús.


De las persecuciones a la religión oficial

En un principio los romanos no distinguieron a los cristianos de los demás judíos, pero a partir de Nerón se hicieron frecuentes las persecuciones contra los seguidores de Jesús que predicaban las enseñanzas impartidas por los apóstoles Pedro y Pablo en Roma. En el año 64 d. C. un incendio destruyó parte de la ciudad de Roma y Nerón acusó de ello a los cristianos desatando una violenta persecución sobre ellos. Los cristianos, que eran monoteístas, se negaban a adorar a los múltiples dioses romanos y a reconocer el carácter divino del emperador, lo que era visto como un mal ejemplo por las autoridades imperiales, a lo que se sumaba que la doctrina cristiana era considerada peligrosa por predicar el fin de los privilegios y la igualdad entre los hombres. No todos los emperadores persiguieron a los cristianos. Trajano y Adriano los toleraron y los dejaron practicar su religión.

El emperador Constantino se convirtió al cristiansmio y a partir de allí esta religión se convirtió en la oficial.


Los padres de la Iglesia

Al ascender Jesús a los cielos encomendó a Pedro la conducción de la Iglesia, transformándose al catolicismo.Apartir de la conversión de Constantino, el obispo de Roma, llamado Papa o Sumo Pontífice gobernará a los católicos de todo el mundo. A partir del siglo IV surgieron grandes escritores que se dedicaron a difundir la doctrina cristiana, como San Jerónimo (331-420) que tradujo la Biblia del original hebreo al latín; San Agustín (354-430), el más famoso de los "padres de la Iglesia" y uno de los más grandes pensadores cristianos.


Los textos cristianos

El Nuevo Testamento, compuesto por las epístolas (cartas) de San Pablo escritas durante los años 41 y 61, los Evangelios o relatos de la buena nueva, compuestos después del año 70 por cuatro discípulos, de los cuales dos San Juan y San Mateo conocieron a Jesús). La buena nueva es la salvación prometida a los que creen en Dios y en Jesús, su hijo: un cristiano cree firmemente en Cristo, espera todo de su bondad, manifiesta hacia su prójimo caridad y amor y llega a desprenderse de todos los bienes materiales.


La división

A partir de que el catolicismo se transformó en religión oficial fue creciendo su poder e influencia política. En el siglo XV el sacerdote alemán Martín Lutero (1483-1546) realizó una protesta contra el poder de los Papas acusándolos de alejarse de las enseñanzas de Jesús, que predicaba que no había que hacer tesoros en la tierra. Esto produjo una ruptura dentro del cristianismo, por un lado la Iglesia Oficial de Roma y por el otro los seguidores de Lutero, conocidos como protestantes o luteranos, que proponen la libre interpretación de la Biblia, la posibilidad para los sacerdotes de contraer matrimonio y combaten la propiedad de bienes terrenales en manos de la Iglesia.


El Cristianismo: un cambio en la historia de Occidente


El Cristianismo es una religión monoteísta basada en las enseñanzas de Jesucristo según se recogen en los Evangelios , que ha marcado profundamente la cultura occidental y que es actualmente la más extendida del mundo. Está ampliamente presente en todos los continentes del globo y la profesan más de 1.700 millones de personas.


1. Los comienzos de la Iglesia.

El cristianismo se extendió entre los siglos I y IV d.c., Jerusalén fue el primer núcleo del movimiento cristiano; al menos lo fue hasta su destrucción a manos de los ejércitos de Roma en el 70 d.C. Desde este centro, el cristianismo se desplazó a otras ciudades y pueblos de Palestina, e incluso más lejos.


2. En un principio, la mayoría de las personas que se unían a la nueva fe eran seguidores del judaísmo: 

para quienes sus doctrinas representaban algo nuevo, no en el sentido de algo novedoso por completo y distinto, sino en el sentido de ser la continuación y realización de lo que Dios había prometido a Abraham, Isaac y Jacob. Por lo tanto, ya en un principio, el cristianismo manifestó una relación dual con la fe judía: una relación de continuidad y al mismo tiempo de realización, de antítesis, y también de afirmación.


3. Principios fundamentales del Cristianismo: 

Monoteísmo con sentido de paternidad: el Dios predicado por Jesús es un Dios cercano, accesible, preocupado por la persona y no sólo por el pueblo. Es alguien a quien se puede llamar Padre. Se distingue en todo momento lo espiritual de lo terrenal. Acepta el orden establecido . El cristianismo es universal . Igualdad esencial entre todos los hombres . El cristianismo es la religión del amor.

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Monoteismo:

El monoteísta es la creencia en la existencia de un solo Dios. El término proviene de dos palabras griegas: μόνος monos que significa "solo" y θέος theos que significa "dios".

En el monoteísmo, "Dios" significa algo supremo, relacionado con ideas y conceptos filosóficos, distinto un ser personal con atributos antropomórficos, nombres, e incluso etnia.

El monoteísmo contrasta con el politeísmo que es la creencia en la existencia de varios dioses. Las religiones monoteístas suelen oponerse abiertamente al politeísmo.

Las religiones monoteístas más extendidas son: el cristianismo, islam, judaísmo y zoroastrismo. En Occidente, el monoteísmo suele estar dominado por el concepto de Dios de las religiones abrahámicas y el concepto neoplatónico de Dios expresado por el Pseudo Dionisio Areopagita. Existen ejemplos historicos de cultos monotesitas, como el culto a Atón en el antiguo egipto liderado por el faraón Akenatón, o a Marduk en Mesopotamia.

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4. Las Persecuciones. 

Dentro del Imperio romano, y como secta judía, la Iglesia cristiana primitiva compartió la misma categoría que tenía el judaísmo, pero antes de la muerte del emperador Nerón en el 68 d.c. ya se le consideraba rival de la religión imperial romana. Las causas de esta hostilidad hacia los cristianos no eran siempre las mismas y, por lo general, la oposición y las persecuciones tenían causas muy concretas. Sin embargo, la lealtad que los cristianos mostraban hacia su Señor Jesús, era irreconciliable con la veneración que existía hacia el emperador como deidad, y los emperadores, que estaban comprometidos de manera más profunda con mantener la unidad ideológica del Imperio, veían en los cristianos una amenaza para sus propósitos; decidiendo poner fin a la amenaza.


5. Medidas anticristianas:

A comienzos del siglo II el emperador Trajano reglamentó la persecución contra los cristianos. En el siglo III se realizan nuevas persecuciones. En 303 el emperador Diocleciano ordena la entrega de los libros sagrados y niega a los cristianos todos los derechos civiles. En 304 un edicto condena a muerte a todos los cristianos.


6. La supervivencia del cristianismo durante las persecuciones.

Debido a las dificultades que tuvieron los cristianos para reunirse producto de las persecuciones del siglo I y II, se protegieron en catacumbas o cementerios subterráneos que tenían entradas secretas. Llegó a tanto la persecución, que esto motivó aún más su unión y fuerza. Tanto así, que muchos prefirieron morir por Cristo y convertirse en mártires . No obstante, también hubo un grupo de delatores que entregaba a sus hermanos por dinero, aunque fueron un pequeño número.


7. La victoria del Cristianismo.

A comienzos del siglo IV el mundo cristiano había crecido tanto en número y en fuerza, que para Roma era preciso tomar una decisión: erradicarlo o aceptarlo. El emperador Diocleciano trató de eliminar el cristianismo, pero fracasó; el emperador Constantino I el Grande optó por contemporizar, y acabó creando un imperio cristiano, y a través del Edicto de Milán concedió en 313 la libertad religiosa a los cristianos. La conversión del emperador Constantino situó al cristianismo en una posición privilegiada dentro del Imperio; se hizo más fácil ser cristiano que no serlo. Con el emperador Teodosio el Grande , el cristianismo dio un importante paso al convertirse en la religión oficial del Estado Romano . A pesar de la caída del Imperio Romano en 476 d.c., la iglesia sobrevivió, convirtiéndose en portadora y difusora de sus elementos culturales. Es más, durante la Edad Media , el pensamiento se concentra en las iglesias y monasterios.



El Imperio pagano y el Cristianismo
Anexo a las persecuciones.


El Cristianismo nació y se desarrolló dentro del marco político-cultural del Imperio romano. Durante tres siglos, el Imperio pagano persiguió a los cristianos, porque su religión representaba otro universalismo y prohibía a los fieles rendir culto religioso al soberano.

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Paganismo 

El término pagano proviene del latín pagānus, que significa “aldeano”. Se trata de un adjetivo utilizado para hacer referencia a los politeístas y los idólatras, y a todo infiel que no fue bautizado.El concepto comenzó a ser utilizado por los cristianos del siglo IV parar nombrar a aquellos que rechazaban al monoteísmo y a las Sagradas Escrituras. Por el contrario, los paganos solían creer en más de un dios y realizaban rituales y prácticas de veneración que eran rechazadas por cristianos y judíos al ser consideradas como idolatrías (la adoración de una imagen).A la hora de hablar de paganismo es importante que sepamos que existen una serie de conceptos que están estrechamente unidos a aquel. Este sería el caso del politeísmo, del panteísmo y del animismo.

El politeísmo es la doctrina religiosa que cree en varios dioses. El panteísmo es la que se sustenta en el hecho de que Dios es todo. Y finalmente está el animismo que parte del hecho de que los espíritus forman parte de los objetos, ya sean de tipo animado o inanimado.Se cree que la palabra pagano empezó a utilizarse en el ámbito religioso en relación a las prácticas de adoración de los dioses que se mantenían en la vida rural cuando las ciudades ya se habían volcado al cristianismo. Algunos rituales paganos se conservan en la actualidad, ya sea combinados con creencias cristianas o a través de la defensa y la revalorización de otras culturas. El Día de los Muertos en México es uno de estos ejemplos. Cabe destacar que, en cierto punto, todos los rituales del cristianismo se basan en algún rito pagano ya que se instauraron en momentos donde se intentaba convertir a los paganos y, por lo tanto, se mantuvieron con modificaciones sus prácticas. Hay quienes afirman que hasta la Navidad se fijó en el calendario según un rito pagano (de adoración al sol).

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1. Introducción: Imperio Romano y Cristianismo.

El nacimiento y primer desarrollo del Cristianismo tuvo lugar dentro del marco cultural y político del Imperio romano. Es cierto que durante tres siglos la Roma pagana persiguió a los cristianos; pero sería equivocado pensar que el Imperio constituyó tan sólo un factor negativo para la difusión del Evangelio. La unidad del mundo grecolatino conseguida por Roma había creado un amplísimo espacio geográfico, dominado por una misma autoridad suprema, donde reinaban la paz y el orden. La tranquilidad existente hasta bien entrado el siglo III y la facilidad de comunicaciones entre las diversas tierras del Imperio favorecían la circulación de las ideas. Cabe afirmar que las calzadas romanas y las rutas del mar latino fueron cauces para la Buena Nueva evangélica, a todo lo ancho de la cuenca del Mediterráneo.


2. Los primeros conversos

La afinidad lingüística —sobre la base del griego, primero, y del griego y el latín, después— facilitaba la comunicación y el entendimiento entre los hombres. El clima espiritual dominado por la crisis del paganismo ancestral y la extensión de un anhelo de genuina religiosidad entre las gentes espiritualmente selectas, predisponía también a dar acogida al Evangelio. Todos estos factores favorecían, sin duda, la extensión del Cristianismo.

Pero la adhesión a la fe cristiana implicaba también dificultades que, sin exageración, cabe calificar de formidables. Los cristianos procedentes del Judaismo debían romper con la comunidad de origen, que en adelante los miraría como tránsfugas y traidores. No eran menores los obstáculos que necesitaban superar los conversos venidos de la gentilidad, sobre todo los pertenecientes a las clases sociales elevadas. La fe cristiana les obligaba a apartarse de una serie de prácticas tradicionales de culto a Roma y al emperador, que tenían un sentido religioso-pagano, pero que eran a la vez consideradas como exponente de la inserción del ciudadano en la vida pública y testimonio de fidelidad hacia el Imperio. De ahí la acusación de «ateísmo» lanzada tantas veces contra los cristianos; de ahí la amenaza de persecución y martirio que se cernió sobre ellos durante siglos y que hacía de la conversión cristiana una decisión arriesgada y valerosa, incluso desde un punto de vista meramente humano. ¿Cuáles fueron las razones que determinaron el gran enfrentamiento entre Imperio pagano y Cristianismo? La religión cristiana fomentaba entre las gentes el respeto y la obediencia hacia la legítima autoridad. «Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios» (cfr. Mt XX, 15-21), fue el principio formulado por el propio Cristo. Los Apóstoles desarrollaron esta doctrina: «toda persona esté sujeta a las potestades superiores, porque no hay potestad que no provenga de Dios» (Rom XIII, 1), escribió San Pablo a los fieles de Roma; «temed a Dios, honrad al rey» (I Pet II, 17), exhortaba San Pedro a los discípulos. El Imperio, por su parte, era religiosamente liberal y toleraba con facilidad nuevos cultos y divinidades extranjeras. El choque y la ruptura llegaron porque Roma pretendió exigir de sus súbditos cristianos algo que ellos no podían dar: el homenaje religioso de la adoración, que sólo a Dios les era lícito rendir.


3. La persecución de Nerón

Las circunstancias que rodearon a la primera persecución —la neroniana— fueron pródigas en consecuencias, pese a que esa persecución no parece haberse extendido más allá de la Urbe romana. La acusación oficial hecha a los cristianos de ser los autores de un crimen horrendo —el incendio de Roma— contribuyó de modo decisivo a la creación de un estado generalizado de opinión pública profundamente hostil para con ellos.

El Cristianismo era considerado por el historiador Tácito «superstición detestable»; «nueva y peligrosa», según Suetonio; «perversa y extravagante», para Plinio el Joven. El mismo Tácito calificaba a los cristianos de «enemigos del género humano», y no puede, por tanto, sorprender que el vulgo atribuyese a los discípulos de Cristo los más monstruosos desórdenes: infanticidios, antropofagia y toda suerte de nefastas maldades. «¡Los cristianos a las fieras! —dirá Tertuliano— se convirtió en el grito obligado en toda suerte de motines y algaradas populares».


4. Desarrollo del Cristianismo en los primeros siglos.

El Cristianismo, desde el siglo I, fue considerado como «superstición ilícita», y esta calificación hizo que la mera profesión de la fe cristiana —el «nombre cristiano»— constituyera delito. Ello explica que muchas violencias anticristianas del siglo II tuvieran su origen, más que en la iniciativa de los emperadores o magistrados, en agitaciones o denuncias populares. Por esta razón, la persecución en esta época no fue general ni continua, y los cristianos gozaron en ocasiones de largos períodos de paz, sin lograr por ello ninguna seguridad jurídica ni quedar a salvo de ulteriores agresiones, que podían surgir en cualquier momento. La ambigua actitud de ciertos emperadores del siglo II está reflejada en la célebre respuesta de Trajano a la consulta elevada por Plinio, gobernador de Bitinia, acerca de la conducta que debía seguir con los cristianos.Trajano declara que las autoridades no habrían de perseguirlos por su propia iniciativa, ni hacer caso de denuncias anónimas; pero debían actuar cuando recibiesen denuncias en regla, llegando hasta la condena y muerte de los cristianos que no apostataran y rehusaran sacrificar a los dioses.Tertuliano—apologista cristiano y buen jurista— pondría luego de relieve el absurdo que encerraba la respuesta trajánica: «Si son criminales dice, refiriéndose a los cristianos—, ¿por qué no los persigues?; y si son inocentes, ¿por qué los castigas?» En el siglo III, las persecuciones tomaron un nuevo cariz. En los intentos de renovación del Imperio que siguieron a la «anarquía militar» —un período de peligrosa desintegración política—, uno de los capítulos principales fue la restauración del culto a los dioses y al emperador, en cuanto expresión de la fidelidad de los súbditos hacia Roma y su soberano. La Iglesia cristiana, que prohibía a los fieles participar en el culto imperial, apareció entonces como un poder enemigo. Ésta fue la razón de una nueva oleada de persecuciones, promovidas ahora por la propia autoridad imperial y que tuvieron un alcance mucho más amplio que las precedentes.


5. La persecución de Decio

La primera de estas grandes persecuciones siguió a un edicto dado por Decio (a. 250), ordenando a todos los habitantes del Imperio que participaran personalmente en un sacrificio general, en honor de los dioses patrios. El edicto de Decio sorprendió a una masa cristiana, bastante numerosa ya, y cuyo temple se había reblandecido, tras una larga época de paz. El resultado fue que, aun cuando los mártires fueron numerosos, hubo también muchos cristianos claudicantes que sacrificaron públicamente o al menos recibieron el «libelo» de haber sacrificado, y cuya reintegración a la comunión cristiana suscitó luego controversias en el seno de la Iglesia. La experiencia sufrida sirvió en todo caso para templar los espíritus y cuando, pocos años después, el emperador Valeriano (253-260) promovió una nueva persecución, la resistencia cristiana fue mucho más firme: los mártires fueron muchos, y los cristianos infieles —los lapsi—, muy pocos.


6. La persecución de Diocleciano

La mayor persecución fue sin duda la última, que tuvo lugar a comienzos del siglo IV, dentro del marco de la gran reforma de las estructuras de Roma realizada por el emperador Diocleciano. El nuevo régimen instituido por el fundador del Bajo Imperio fue la «Tetrarquía», es decir, el gobierno por un «colegio imperial» de cuatro miembros, que se distribuían la administración de los inmensos territorios romanos. El régimen tetrárquico atribuía a la religión tradicional un destacado papel en la regeneración del Imperio, pese a lo cual Diocleciano no persiguió a los cristianos durante los primeros dieciocho años de su reinado. Diversos factores —entre ellos sin duda la influencia del césar Galerio— fueron determinantes del comienzo de esta tardía pero durísima persecución. Cuatro edictos contra los cristianos fueron promulgados entre febrero del año 303 y marzo del 304, con el designio de terminar de una vez para siempre con el Cristianismo y la Iglesia. La persecución fue muy violenta e hizo muchos mártires en la mayoría de las provincias del Imperio. Tan sólo las Galias y Britania —gobernadas por el cesar Constancio Cloro, simpatizante con el Cristianismo y padre del futuro emperador Constantino— quedaron prácticamente inmunes de los rigores persecutorios. El balance final de esta última y gran persecución constituyó un absoluto fracaso. Diocleciano, tras renunciar al trono imperial, vivió todavía lo suficiente en su Dalmacia natal para presenciar, desde su retiro de Spalato, el epílogo de la era de las persecuciones y los comienzos de una época de libertad para la Iglesia y los cristianos.




10 misterios que rodean a Jesús de Nazaret.


"Sin conocimiento de uno mismo, no hay conocimiento de Dios" decía Juan Calvino, pero el hombre siempre ha querido descubrir lo que no conoce quizá por miedo a lo desconocido o para terminar con el pensamiento mágico. Lo cierto es que la ciencia investiga todo aquello que se relacione con la religión, principalmente con Jesús de Nazaret. En este texto se presentan las especulaciones y descubrimientos que los científicos han hecho sobre Cristo.

El evangelio de la esposa de Jesús - Karen King, profesora avalada por el prestigio de la Universidad de Harvard, descubrió un papiro copto del siglo IV en el que puede leerse: "Jesús les dijo: mi esposa…". La profesora presentó su hallazgo en el Congreso Internacional de Estudios Coptos en Roma.

Roger Bagnell, director del Instituto para los Estudios del Mundo Antiguo, avaló la autenticidad del papiro que Karen King supone pertenece a un evangelio perdido llamado "Evangelio de la esposa de Jesús", posiblemente escrito en la segunda mitad del siglo II y traducido posteriormente al copto.

La tumba de Jesús - El 28 de marzo de 1980 se descubrió una tumba en Talpoit, Jerusalén, de más de 2000 años de antigüedad, y los estudios realizados en osarios de piedra caliza aportaron la posibilidad de que el sepulcro pertenezca a Jesús y a su familia.

Por ahora la Autoridad de Antigüedades de Israel (IAA) ha analizado el ADN mitocondrial de todos los cuerpos y han descubierto que todos pertenecen a la misma familia. Además en la tumba se encuentran tallados los siguientes nombres: Yehshúah bar Yoshef (Jesús hijo de José), Mariamne e Marah (Mariane “la maestra”), Yehudah Bar Yehshúah (Judas hijo de Jesús), Yosha (José), Mariah (María) y Matthiyah (Mateo).


María Magdalena fue su esposa

- El doctor Carney Matheson del laboratorio del laboratorio Paleo – DNA de Lakehead University de Ontario, Canadá, logró extraer el ADN mitocondrial de los restos de la tumba de Talpoit y descubrió que María Magdalena y Jesús de Nazaret no poseían el mismo código genético; lo que ha creado la especulación de que posiblemente estuvieron casados, sobre todo cuando en el evangelio se menciona que había tres mujeres que siempre caminaban con él: María su madre, su hermana y María Magdalena.

En un capítulo mas adelante dedicado a los Templarios y sus misterios, analizo mas en profundidad la figura increible y desconocida de María Magdalena.


El hijo de Jesús

- Tras el descubrimiento de la tumba de Talpoit y los estudios realizados en ella se encontró en el último osario una inscripción en arameo "Yehudah Bar Yehshúah" (Judas hijo de Jesús), por lo que surgieron especulaciones de que posiblemente Jesús de Nazaret tuvo un hijo. Sin embargo no existe evidencia concreta de ello.


El hermano de Jesús

- La escritora Anne Rice en el libro "Camino a Caná: El mesías" menciona que Jesús tuvo varios hermanos. Sin embargo la ciencia aún no ha podido confirmar si esto es cierto, pues la única evidencia que poseían era una inscripción en la tumba de Talpoit que decía "Santiago hermano de Jesús". Tras investigar el grabado los expertos descubrieron que el tallado de "Santiago" provenía del siglo II, pero "hermano de Jesús" se lo habían agregado en épocas recientes.


La corona de espinas

- De acuerdo con la página Catholic.net, la corona de espinas fue donada por Napoleón III a la Catedral de Notre Dame donde cada Viernes Santo se exhibe a los fieles. Sin embargo, varios científicos han querido investigarla y probar su autenticidad y les han negado el acceso a la corona.


Los clavos de Cristo

- El cineasta canadiense Simcha Jacobovici aseguró haber encontrado en una excavación arqueológica en Jerusalén dos antiguos

clavos que fueron utilizados para crucificar a Jesús. Los detalles de su hallazgo forman parte del documental “Los clavos de Cristo”. Sin embargo, la Autoridad de Antigüedades de Israel (IAA) mencionó que este descubrimiento carecía de fundamento pues donde el cineasta excavó no está relacionado con el sitio donde se cree que puede estar el sepulcro de Jesús.


El doble entierro.

Los investigadores de la tumba de Talpoit han asegurado que en el sepulcro falta un cuerpo, que ellos creen pertenece a Jesús, por lo que han elaborado dos hipótesis: un saqueador de tumbas lo vendió al mercado negro, o la familia de Cristo lo enterró en otro lugar para evitar que se robaran el cuerpo.


Los romanos responsables de la muerte de Cristo

- Después de que Poncio Pilatos se lavara las manos y entregara a Jesús al pueblo judío, se les tachó a ellos como los responsables de la muerte de Jesús. La página de internet Catholic.net menciona que tres siglos después de la muerte de Cristo los sacerdotes cristianos convencieron al emperador Constantino de convertirse al Cristianismo e imponerlo como religión y así absolver al pueblo romano del asesinato de Jesús.


El pesebre de Jesús

- El Papa emérito Benedicto XVI escribió en su libro "La infancia de Jesús" que el buey y el asno, que la tradición católica coloca junto a Jesús en su nacimiento, no aparecen en las escrituras del Evangelio. Sin embargo, agregó que estos ahora se colocaban para representar la obediencia y el amor de Jesús.


Textos no aceptados por la Iglesia
Evangelios apócrifos, la otra vida de jesucristo


Muchos de de los pasajes de la vida de Jesús pertenecen, en realidad, a evangelios apócrifos, textos donde se relataba a los primeros cristianos todo tipo de anécdotas de la vida de Cristo y que no fueron incluidos en la versión oficial de los textos sagrados de la vida de Jesús de Nazaret.

la historia del cristianismo y el relato bíblico ha sido motivo de discusión durante cientos de años. La Iglesia defiende la actual Biblia como el libro esencial del catolicismo, pero existen otros documentos, como el famoso Evangelio de Judas, que contradice esta versión oficial de los hechos y pone en el punto de mira la veracidad histórica de lo relatado y confirmado.

Pablo de Tarso no perteneció al círculo inicial de los doce apóstoles de Jesús de Nazaret, pero sus escritos constituyen la base de la mayor parte de la fe cristiana. Para él, lo verdaderamente importante en la vida de Jesús fue su muerte y resurrección. Sin embargo, algunos seguidores de Pablo, como los evangelistas Mateo, Marcos, Lucas y Juan, le enmendaron la plana: consideraban que la vida de Cristo también tenía importancia, y por ello compusieron sus evangelios. Pero con el paso del tiempo estas «vidas de Jesús» se quedaron muy cortas en detalles para los lectores, ávidos de saber más sobre el Mesías.

Los autores de los evangelios apócrifos intentaron llenar con sus historias los huecos que dejaban los cuatro evangelios aceptados por la Iglesia. Por ello abundan en datos sobre la vida oculta de Jesús y transmiten detalles de sucesos recogidos por los evangelistas. Por ejemplo, es en los apócrifos donde se dice que los Magos de Oriente eran reyes y se llamaban Melchor, Gaspar y Baltasar.



LA DESCONOCIDA HISTORIA DE LA VERÓNICA

Algo parecido sucede con la Verónica, la mujer que enjugó con un lienzo el rostro de Cristo mientras caminaba hacia la cruz. Su historia y su nombre sólo aparecen en el evangelio de Lucas: «Le seguía una gran multitud del pueblo y mujeres que se dolían y se lamentaban por él. Jesús, volviéndose a ellas, dijo: Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí; llorad más bien por vosotras y por vuestros hijos. Porque llegarán días en que se dirá: ¡Dichosas las estériles, las entrañas que no engendraron y los pechos que no criaron!».

Pero este pasaje supo a poco a la piedad cristiana, que lo transformó en la historia siguiente, recogida en el apócrifo Muerte de Pablo: «Cuando mi Señor se iba por ahí predicando, y yo carecía de su presencia muy a pesar mío, quise que me pintaran su imagen, para que, mientras me veía privada de su presencia, me diese al menos consuelo su figura. Y cuando llevaba el lienzo al pintor para que me la pintara, mi Señor me salió al paso y me preguntó a dónde iba. Cuando le expliqué la causa de mi marcha, me pidió el lienzo y me lo devolvió señalado con la imagen de su venerable faz. Por consiguiente, si alguien mira con devoción su aspecto, obtendrá el beneficio de su curación». De hecho, «Verónica» es un vocablo grecolatino: vero icono, que significa «verdadera imagen» de Jesús.


LA CRUCIFIXIÓN APÓCRIFA DE JESUCRISTO

En el episodio de la crucifixión de Jesús, los apócrifos también rellenan las lagunas de los evangelios canónicos. Según estos últimos, a la izquierda y a la derecha de Jesús fueron crucificados dos bandoleros, que es como los romanos llamaban a los sediciosos que se oponían a su poder. El Evangelio de Nicodemo nos proporciona los nombres de estos bandidos. Allí se refiere que el prefecto romano Poncio Pilato, tras oír que los judíos desean la muerte de Jesús, decreta su muerte: «Tu raza te ha rechazado como rey. Por eso, he decidido que en primer lugar seas azotado según la costumbre de los reyes piadosos, y luego seas colgado en la cruz en el jardín donde fuiste apresado; y que los dos malhechores Dimas y Gestas sean crucificados juntamente contigo».


El largo viaje de la Sábana Santa

¿Cómo llegó de Jerusalén a Turín? Repasamos su controvertida historia.

Uno de los episodios que más llaman la atención en la pasión de Jesús sólo aparece en el Evangelio de Juan: la lanzada de un soldado romano al costado de Jesús para hacer que su muerte acaeciera de manera segura. En este texto, el soldado es un personaje anónimo, pero el Evangelio de Nicodemo y una presunta Carta de Pilato a Herodes Antipas nos revelan su nombre, Longino, y su cargo, centurión.


JESÚS EN LOS INFIERNOS

Entre la muerte y resurrección de Jesús hay un oscuro episodio, que no aparece en los evangelios, pero sí en un par de breves alusiones de un escrito canónico, la Primera epístola de Pedro (3,19; 4,6): el descenso de Jesús a los infiernos. Este hecho se desarrolla en la segunda parte de un apócrifo, el Evangelio de Nicodemo. Unos cuantos sacerdotes, un levita y un doctor de la Ley cuentan cómo en el retorno de Galilea –donde habían sido testigos de la ascensión de Jesús hasta Jerusalén– les salió al encuentro una gran muchedumbre de hombres vestidos de blanco, que resultaron ser los resucitados con Jesús. Entre ellos reconocieron a dos que se llamaban Leucio y Carino, que les contaron los maravillosos acontecimientos tras la muerte del Maestro, entre ellos su visita a los infiernos.

Uno de los episodios que más llaman la atención en la pasión de Jesús sólo aparece en el Evangelio de Juan: la lanzada de un soldado romano al costado de Jesús para hacer que su muerte acaeciera de manera segura.

El comienzo de la narración suena así: «Estábamos nosotros en el infierno en compañía de todos los que habían muerto desde el principio. Y a la medianoche amaneció en aquellas oscuridades como la luz del sol, y con su brillo fuimos todos iluminados y pudimos vernos unos a otros. Y al punto nuestro padre Abraham, los patriarcas y los profetas y todos a una se llenaron de regocijo y dijeron entre sí: “Esta luz proviene de un gran resplandor”. Entonces el profeta Isaías dijo: “Esta luz procede del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”». Los antiguos patriarcas comenzaron a regocijarse de inmediato con la liberación que se les avecinaba, mientras que Satán prevenía a sus huestes a fin de que se prepararan para «recibir» a Jesús.

Satán mandó reforzar las puertas del infierno, pero al conjuro de una voz celestial «se hicieron añicos las puertas de bronce, los cerrojos de hierro quedaron reducidos a pedazos, y todos los difuntos encadenados se vieron libres de sus ligaduras, nosotros entre ellos». Entonces «penetró dentro el rey de la gloria en figura humana, y todos los antros oscuros del infierno fueron iluminados. Enseguida se puso a gritar el Infierno mismo: “¡Hemos sido vencidos!”». Jesús tomó por la coronilla a Satanás y se lo entregó al mismo Infierno para que lo mantuviera a buen recaudo. Luego condujo a todos los patriarcas fuera del oscuro antro, comenzando por Adán y siguiendo por Henoc, Elías, Moisés, David, Jonás, Isaías y Jeremías, Juan Bautista…


LA OTRA IGLESIA

Así pues, los evangelios apócrifos satisfacían el interés de los primeros cristianos por la vida de su Maestro, alimentando su curiosidad con todo tipo de anécdotas que los escuetos evangelios canónicos no proporcionaban. Pero esta diversidad de testimonios y relatos sobre la vida de Cristo reflejaba una realidad que ya debió de darse al poco de su muerte. Así lo manifiesta el propio Evangelio de Lucas, que comienza con las palabras dirigidas por su redactor a un personaje llamado Teófilo: «Ya que muchos han intentado escribir la narración de los sucesos que se han cumplido entre nosotros, [...] pareciome también a mí, después de haberme informado de todo exactamente desde su origen, escribírtelos por su orden, dignísimo Teófilo, a fin de que conozcas la verdad de lo que se te ha enseñado». El texto, compuesto hacia los años 95-100, nos indica que circulaban múltiples tradiciones sobre la vida de Jesús cuando habían transcurrido unos setenta años de su muerte en la cruz, ya que el autor aspiraba a ofrecer «la verdad» respecto a lo mucho que se decía sobre la cuestión.

En tal sentido, los apócrifos sirven para contrastar datos o dichos de Jesús que ofrecen los evangelios aceptados por la Iglesia. Así, pueden hacer surgir dudas sobre la corrección de algunos pasajes canónicos. Es sabida, por ejemplo, la divergencia en la tradición aceptada por la Iglesia sobre quién fue la primera persona a la que Jesús se apareció tras su muerte: según Pablo de Tarso, fue el apóstol Pedro; según los evangelios de Juan y Marcos, quien primero lo vio fue María Magdalena; según el evangelio de Lucas, fueron dos de los discípulos de Cristo, de camino al pueblo de Emaús; pero según el Evangelio de los hebreos, apócrifo, fue Santiago, hermano de Jesús. Y en alguna ocasión los apócrifos pueden transmitirnos una sentencia de Jesús que probablemente sea verdadera, como el dicho número 83 del Evangelio de Tomás: «El que está cerca de mí está cerca del fuego. Y quien está lejos de mí está lejos del Reino».

Tras los pasos de los apóstoles: los viajes de una nueva fe
Eran líderes poco habituales. Como cuenta la Biblia, la mayoría sabía más de remendar redes que de ganar adeptos cuando Jesús dijo que los convertiría en "pescadores de hombres". Hoy, 2.000 años después, los apóstoles siguen atrayendo gente de todo el mundo.


Por otra parte, estos textos también permiten dibujar una imagen de la Iglesia primitiva diferente a la que terminó imponiéndose. Así, tanto el Evangelio de María (redactado a mediados del siglo II, y que convierte a María Magdalena en la primera apóstol, enfrentada a Pedro, a la que Jesús encomienda difundir las enseñanzas secretas) como el Evangelio de Felipe (del siglo III) defienden la imagen de una comunidad de seguidores de Jesús en la que tenían mucha importancia las mujeres, que luego fueron perdiendo terreno por la evolución masculinista de la Iglesia.

Precisamente ahí reside la importancia de los apócrifos: en el hecho de que posibilitan nuevas aproximaciones a las dos fuentes de la fe católica: las Escrituras y la tradición. Sin duda, el acercamiento al Jesús histórico debe hacerse a través de los documentos más cercanos a él en el tiempo: los evangelios canónicos. Pero sin olvidar los apócrifos, que desempeñan una función de contraste nada despreciable.




La historia alternativa de Jesucristo a través de los evangelios apócrifos.


Los evangelios apócrifos muestran una cara distinta de la aceptada por la Iglesia. Analizamos qué tienen de diferente las distintas versiones, cómo nacieron y cuántos evangelios de este tipo existen.

la historia del cristianismo y lo que se explica en la Biblia ha provocado incontables discusiones desde hace 2.000 años. La Iglesia defiende que la actual Biblia es el libro esencial del catolicismo, pero existen otros documentos, como el famoso Evangelio de Judas, que precisamente contradicen la versión oficial de la Iglesia. ¿Cuál es más fidedigno? ¿Cuándo decidió la Iglesia que los apócrifos no eran verdaderos relatos de Jesucristo?

Para el cristianismo actual, los únicos evangelios oficiales o canónicos son los de Marcos, Mateo, Juan y Lucas. Estos son, en efecto, los testimonios más antiguos sobre la vida de Cristo, escritos a finales el siglo I, y desde finales del siglo II fueron reconocidos como los únicos válidos. Pero desde una época muy antigua circularon junto a ellos otros textos similares, que recogían episodios diversos de la vida de Jesús, muchos no coincidentes con la versión canónica. Estos fueron denominados evangelios "apócrifos", es decir, "ocultos", en alusión a que eran de origen dudoso o incluso constituían falsificaciones de los evangelios "auténticos".

En la actualidad existe un gran interés por estos evangelios, a causa del deseo un tanto morboso de encontrar en estos escritos algunas verdades, más o menos interesantes o comprometidas, que la Iglesia habría pretendido ocultar de la vista de los fieles.

Sin embargo, hay que insistir en que las diversas iglesias cristianas, entre ellas la católica, no se oponen a la difusión de estos textos. Y cabe subrayarse que los evangelios apócrifos son todos más tardíos que los canónicos e incluyen elementos manifiestamente legendarios.

Su lectura, sin embargo, nos ilustra sobre la forma en que se comprendió el cristianismo en los primeros siglos de su historia y, en particular, la figura de Jesús, de la que los evangelios apócrifos ofrecen una imagen muy diferente a la de los canónico

 
50 evangelios apócrifos conservados:

Se conservan en total unos cincuenta evangelios apócrifos: los gnósticos, los que hablan de la natividad, la infancia o la pasión de Cristo, los que abordan la muerte de la Virgen...

Uno de los más antiguos es el Protoevangelio de Santiago, llamado así por su editor moderno del siglo XVI, aunque el manuscrito más antiguo se titula Nacimiento de María: Revelación de Santiago.

El texto cuenta cómo dos ricos y ancianos personajes de Israel, Joaquín y Ana, tuvieron finalmente una hija por intervención divina a quien llamaron María. Cuando la pequeña tenía tres años, la llevaron al Templo de Jerusalén, donde se quedó sirviendo al Señor y fue alimentada por un ángel. A los doce años, los sacerdotes decidieron entregarla por esposa a un viudo de Israel. Reunidos todos los viudos, cada uno con una vara, ocurrió que de la de José salió una paloma, por lo que fue designado esposo de María.

José hubo de ausentarse por motivos de trabajo y entonces tuvo lugar la anunciación del ángel y la promesa del nacimiento virginal. A los seis meses, José volvió y encontró a María encinta. Cuando ésta negó haberle engañado, José quedó perplejo. Entre tanto, la noticia llegó a oídos de los sacerdotes, que acusaron a José de haber abusado de María. Ambos fueron sometidos a la ordalía de la ingestión de agua sagrada y enviados a una montaña. Los dos volvieron sanos y salvos.

En uno de los evangelios se afirma que los sacerdotes acusaron a José de haber abusado de María.

A continuación se narra la orden de Augusto de censar a todo el pueblo. Puestos en camino, al llegar el momento del parto, José y María entraron en una cueva. Se produjeron entonces signos y prodigios maravillosos, como una partera que se mostró incrédula y exigió una comprobación física de la virginidad de María. Al realizarla, la mano de la partera quedó carbonizada por su incredulidad. Arrepentida, posteriormente se curó al coger al niño Jesús entre sus brazos.

El texto sigue con la visita de los magos y la matanza de los inocentes, narrada con sobriedad.


Los hermanos de Jesucristo:

El autor del Protoevangelio habla también del problema de los hermanos de Jesús: José era viudo y había aportado al matrimonio con María unos hijos, fruto de sus anteriores esponsales, a los que luego se llamaría, impropiamente, hijos de María y hermanos de Jesús.

El influjo que ejerció el Protoevangelio de Santiago en la literatura posterior se advierte en el denominado Evangelio del Pseudo Mateo, de autor desconocido y que puede datarse entre los siglos IV y V.

La segunda parte de este texto se inicia con el viaje de la Sagrada Familia a Egipto, en el que ocurrieron gran número de prodigios. A los tres años Jesús retornó a Palestina, concretamente a Galilea, donde transcurrió su infancia entre toda clase de hechos portentosos. Uno de los más conocidos es el de las doce estatuillas en forma de pájaro que Jesús elaboró con barro. Cuando el niño dio unas palmadas, los pajarillos echaron a volar.

El evangelio explica que Jesús era temido entre sus compañeros de juegos pues, aquellos que se enfrentaban con él caían como fulminados por un rayo. La familia se trasladó luego a Nazaret, donde Jesús empezó su vida de escolar, causando evidentes dificultades a sus maestros. Cuando uno de ellos se atrevió a castigar a Jesús con una vara por una respuesta que le pareció irrespetuosa, cayó muerto en el acto. El niño iba sembrando el terror entre sus vecinos, por lo que la familia hubo de trasladarse a Belén.

El Evangelio del Pseudo Mateo trataba de presentar al niño Jesús como un héroe maravilloso, omniscente y poderoso. Pero la imagen que se desprende del texto es más bien la de un chiquillo arrogante, díscolo, caprichoso y hasta asesino. Pese a ello, la influencia de este evangelio en escritores posteriores, sobre todo en la Edad Media, fue enorme.

Otro de los evangelios apócrifos más antiguos es El Evangelio de Pedro, descubierto en 1886. Está escrito en griego y ya hacia el año 190 era conocido por Serapión, obispo de Antioquía. El texto comienza abruptamente, lo que denota que solo nos ha llegado un fragmento. Entre otras muchas cosas, el Evangelio de Pedro describe la resurrección de Jesús, cosa que ningún evangelio canónico hace. Añade detalles tan curiosos como una cruz parlante que siguió a Jesús por los aires cuando salió de la tumba. Al recibir la noticia de la resurrección, Pilato ordenó que no se publicara. Aquella misma mañana, María Magdalena acudió con sus amigas al sepulcro; al encontrarlo vacío, un joven les dio la noticia de la resurrección y las mujeres huyeron aterrorizadas. Mientras tanto, los doce discípulos, sumidos en la aflicción, volvieron cada uno a su casa.


¿Tuvo Jesús una esposa?

De una lectura literal de ciertos pasajes del evangelio de Felipe, del siglo III, se podría deducir que María Magdalena no solo era la discípula preferida de jesús, sino, posiblemente, su amante o su esposa. En un pasaje del evangelio se dice que Tres mujeres caminaban siempre con el Señor: María, su madre, la hermana de ésta y Magdalena, denominada su compañera. Así pues, María es su hermana, y su madre, y es su compañera". La compañera del Salvador es María Magdalena. El la aaba más que a todos los discípulos y la besaba frecuentemente en la boca. Los demás discípulos dijeron "¿por qué la amas más que a nosotros?". El Salvador respondió: "¿Por qué no os amo a vosotros como a ella?". Los estudiosos del evangelio de Felipe, sin embargo, indican que no cabe una interpretación sexual de tales textos. Su carácter es puramente simbólico y las palabras no manifiestan sino que Jesús consideraba a María, efectivamente, la mejor discípula.

Existe otro grupo de evangelios apócrifos que trata de un tema que tendría gran fortuna en el cristianismo medieval y moderno: la asunción de María al cielo. Son textos de fecha relativamente tardía (siglo IV o V), aunque algunos investigadores pretenden ver el origen de la tradición sobre la muerte y asunción de la Virgen en relatos antiguos que se remontarían hasta el siglo II.

El más significativo de estos textos es el Libro de san Juan Evangelista. El texto comienza relatando cómo, tras la resurrección de Jesús, el arcángel Gabriel se le apareció a María para anunciarse su pronta marcha de este mundo.


María y los apóstoles:

Días más tarde, María pidió en sus oraciones ver de nuevo a los apóstoles. El Espíritu los reunió a todos, incluso a aquellos que ya habían muerto, que fueron resucitados para ofrecer compañía a María. A continuación se presentó en casa de María un nutrido ejército de ángeles que realizaron curaciones milagrosas. Los judías, sin dejarse impresionar, decidieron marchar contra la Virgen, o al menos, lograr que el gobernador romano la expulsara del territorio. Finalmente, éste envió sus tropas contra María, pero el Espíritu la transportó, junto con los apóstoles, hasta Jerusalén.

Al enterarse de su presencia en la ciudad santa, los judíos corrieron con leña para prender fuego a la casa en la que María y sus acompañantes se habían instalado. Pero, al acercarse, salió de ella una violenta llamarada que acabó con una buena parte de los asaltantes. Luego Cristo se apareció ante todos, rodeado de ángeles. María logró de Jesús que se concedieran en adelante gracias especiales a los que invocaran su nombre con fervor. Se produce luego el momento solemne del tránsito: María bendice a cada uno de los apóstoles y Dios extiende sus manos y recibe el alma de María, mientras su cuerpo queda en la tierra.

Durante el traslado del cadáver al huerto de Getsemaní, un judío intentó profanarlo, pero sus manos quedaron colgadas del féretro, separadas del cuerpo: por intercesión de los apóstoles fue curado posteriormente. El cuerpo de la Virgen fue depositado en un sepulcro, en torno al cual se oían voces de ángeles y se expandía un exquisito perfume. Al tercer día dejaron de oírse las voces y todos comprendieron que su inmaculado cuerpo había sido trasladado al paraíso.

Es evidente que los evangelios apócrifos están lejos de ser fuentes históricas sobre la vida de Jesús. Constituyen, eso sí, obras de ficción, de una riqueza narrativa extraordinaria y han ejercido una enorme influencia en la devoción cristiana posterior.



La llegada del Cristianismo a España


La religión católica es algo consustancial a España desde tiempo de los emperadores Constantino y Teodosio, en el siglo IV de nuestra era. Hispania parece tierra apropiada para que el cristianismo arraigue, con una clase media latinizada en las ciudades y un campo en el que no habían llegado a penetrar los ídolos romanos y su culto imperial, mientras seguían ciertas prácticas paganas ancestrales. Campo abonado, efectivamente, para una religión que se dirige al individuo y a la sociedad al margen del Estado, y que se ocupa más del espíritu que de lo material. Predica el amor, la sobriedad, lo sobrenatural, incluso el sacrificio y el martirio en defensa de la fe, algo que tan bien se presta a la tradicional devotio hispánica.

Pocas, casi nulas, las noticias sobre los inicios de la propagación del cristianismo en la Península. Entre la Historia y la leyenda, la venida del apóstol Santiago, la devoción itinerante de Europa, la tradición del Pilar y la visita a España que anunciaba san Pablo en su epístola a los Romanos.

Según Tertuliano, la nueva religión se extendió al norte peninsular con verdadero éxito entre cántabros y astures, que tanto habían resistido a las legiones romanas. En cambio, entre los vascones, que no se habían resistido, tardó mucho años en penetrar en sus valles pirenaicos, que siguieron largo tiempo hundidos en el paganismo y la brujería.

Contribuyeron a la expansión del cristianismo los llamados Varones Apostólicos: Torcuato, Tesifonte, Indalecio, Segundo… Este último nombrado obispo de Abula, probablemente Ávila. En conjunto puede decirse que había ya varias comunidades cristianas a fines del siglo II. También que las primeras persecuciones contra ellas fueron las de Decio y Diocleciano. En su tiempo, Roma seguía considerando a los cristianos como un peligro para el Imperio.


Recoger la riqueza que nos ofrece el pasado.

La toponimia y las devociones locales cubren la geografía española de nombres de mártires cristianos, víctimas de las persecuciones imperiales: san Fructuoso (Tarragona), san Marcelo (León), santas Justa y Rufina (Sevilla), santa Eulalia (Barcelona y Mérida), san Félix (Gerona), san Cucufate o Cugat (Barcelona), santos Justo y Pastor (Alcalá de Henares), san Emeterio y san Celedonio (Calahorra y Santander), santa Engracia y los innumerables mártires de Zaragoza…, citados por Prudencio casi todos, con verdadero sentimiento patrio, como el gran Osio, obispo de Córdoba.

Al lado de esa heróica entrega al martirio, también se da en España una notoria inclinación a la herejía: libeláticos, donatistas, arrianos, gnósticos, maniqueos, rigoristas y, sobre todo, ese singular personaje, Prisciliano, obispo de Ávila, hombre inteligente y atractivo que arrastró masas y extendió su herejía por Europa, muriendo degollado en Tréveris. A fines del siglo IV se celebraron importantes Concilios nacionales en Ilíberis (Granada) y en Toledo; el país se dividió en diócesis y parroquias que aún subsisten.

Nació en Lusitania, provincia romana peninsular, un Papa, san Dámaso; y Tertuliano, a principios del siglo III, podía afirmar que no había pulgada de tierra española a la que no hubiera llegado el cristianismo. La Península Ibérica estaba en condiciones para que la religión venida de Judea se convirtiera en la oficial de todo el Reino con la llegada de los visigodos, que son los que unifican las tierras peninsulares, con capital en Toledo.

Por todo lo anterior podemos ver y considerar que el cristianismo va unido al ser de España, a partir del momento en que ésta aparece en la Historia. Sin resistencia en el país, que por entonces era un solo Estado, Portugal, la Lusitania incluída, con general aceptación y muy pronto con tanta devoción y fervor que se convirtió para los siglos en la abanderada del catolicismo hasta tiempos bien recientes, con espíritu evangelizador hacia Ultramar. Y el poder temporal, el Reino, a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César, actuando al unísono con el poder espiritual, la Iglesia.

Yo aconsejaría a las nuevas generaciones que volvieran a vivir los tradicionales valores hispánicos, que asimilaran esa gran verdad histórica y que, fuera cual fuese su ideología política contemporánea, hagan como hacen todos los países occidentales: recoger todo lo que de positivo nos ofrece el pasado con un auténtico sentido patriótico enriquecedor, que consiste en querer lo mejor para nuestro país, y no como hacen los nacionalismos aldeanos sin sentido que quieren afirmar, no sus auténticos valores, sino una falsa historia basada en el odio contra la patria grande, es decir, contra sí mismos.



"La civilización occidental debe al Cristianismo sus mayores logros"


Jesús Saiz Luca de Tena, profesor de Historia del Arte, conferenciante infatigable, creador de la Sociedad Hispánica de Amigos del Arte, hablaba recientemente en la Asociación Zayas sobre el arte y la religión, entre otras cosas. Buen momento para subrayar algunas cosas que la cultura oficial se empeña en ignorar.

- ¿Es posible entrar en cualquier gran museo del mundo y entender algo si no se tiene un mínimo conocimiento de la religión cristiana? 

- Creo que es prácticamente imposible. Es obligado un conocimiento más que mínimo de la religión y del arte cristianos, de su iconografía y de su iconología. Naturalmente, en distinta medida, el conocimiento de otras religiones, cultos y mitologías, Grecia y Roma imprescindibles, se hace igualmente necesario. Pensemos por ejemplo en España, con ocho siglos de presencia musulmana, el conocimiento del Islam es muy importante. Lo mismo podemos decir del conocimiento del Judaísmo. Si nos referimos a museos en el ámbito de nuestra civilización, se podrá disfrutar más o menos por la pura contemplación de las imágenes pero lo que se dice entender, y entendiendo se disfruta mucho más, insisto en que me parece casi imposible. En el caso de museos de otras culturas el razonamiento sería el mismo traducido a la historia de sus creencias. Algo parecido ocurre en el campo de la música. En un concierto, por ejemplo, se disfruta mucho oyendo a Mozart, pero si además sabemos solfeo y conocemos la historia de la música, el placer es infinitamente mayor. Imagínate si a lo que asistimos es a una representación de Kabuki o a una lectura del Natya-sastra escenificada siguiendo el ritual Sakuntala. Con el arte ocurre lo mismo, conocer es entender y apreciar. Sobre todo porque la civilización occidental, que no en vano se llamó la Cristiandad hasta la Revolución Francesa, debe al cristianismo sus mayores logros en todas las manifestaciones del espíritu, música, arte, literatura, filosofía y también, por cierto, derechos humanos, algo tan obvio que tanto ignorante sectario no puede o no quiere acabar de digerir.

- La iconografía fue desde el primer momento una herramienta pedagógica fundamental para la fe, pero no siempre fue así: la Iglesia española antigua se declaró anicónica en el concilio de Elvira y durante siglos no hubo pintura religiosa. 


¿Cuáles fueron las razones y cuando se retornó a la iconografía?

- La pregunta es interesantísima y me referí ampliamente a este tema en mi reciente conferencia en Zayas. En los orígenes y bastante años más adelante, en el ámbito ecuménico, hay un claro sentimiento anicónico o contra las imágenes por el mal recuerdo de los ídolos paganos. A la vez, por la avalancha de conversiones y por la necesidad de instruir a un pueblo en su mayor parte no capaz de leer, mira que bien me cuido de llamarle ignorante, el potencial docente y edificante de las imágenes se hace también irrenunciable e imprescindible. El año 313, el Edicto de Milán promulgado por Constantino permitiendo el culto cristiano hasta entonces prohibido, separa profundamente la expresión artística clandestina del primer arte cristiano, el que llamamos Paleocristiano, de su pública y libre expresión a partir de esa fecha. Pasemos a la Hispania de comienzos del S.IV, es decir, a los confines occidentales del Imperio, considerable lejanía de sus centros rectores muy a tener en cuenta. También, momento histórico religioso de cambio radical que va de la cruel persecución de Diocleciano al citado edicto de tolerancia de Constantino. En el primer tercio del siglo, en fecha incierta, en Elvira, Iliberis, localidad próxima a la actual Granada, se celebra el primer concilio de la iglesia cristiana en la Hispania Bética. El canon 36, en el sentimiento anicónico tradicional, prohibe las imágenes en las iglesias. Si reparamos en los años mencionados vemos como este concilio y sus disposiciones se mueven sin ninguna precisión en torno a la fecha capital citada del año 313. ¿Podemos afirmar que la prohibición se cumplió o que pronto se retiró con el tiempo nuevo que trajo el Edicto de Milán? La respuesta sólo podemos encontrarla en las descripciones literarias o en los restos pictóricos y arquitectónicos conservados. Unos y otros son relativamente escasos, de carácter no siempre claramente definido y de muy desigual estado de conservación.


¿Hay ejemplos?

- La basílica cristiana de Santa María de Abajo, en Carranque, Toledo, es originariamente el espacio del “dominus” en una villa particular, la villa de Materno Cinegio, donde fue enterrado este supuesto y probable tío del emperador Teodosio I el Grande y, en último término, un lugar de culto. En este lugar se conserva el bellísimo mosaico de las Metamorfosis, de teselas de pasta vítrea, que fue el primero en aparecer al descubrirse esta villa. Está en el “cubiculum”, dormitorio del señor y ahí encontramos en muy buen estado de conservación profusión de figuras y escenas mitológicas como Diana , Neptuno, Hércules y Aquiles. Por el momento, me parece que no se han encontrado imágenes con motivos cristianos. Bueno es recordar aquí la relación artística de la Hispania cristiana con el África del Norte que no en vano, por su profusión, fue llamada “la tierra de los mosaicos”.

- Y habrá casos que combinan arte pagano y arte cristiano…
- Los restos conservados, pinturas y mosaicos en el caso de Centcelles, en Tarragona, tienen carácter mixto. En la cúpula del mausoleo, en el friso inferior, se reproducen temas profanos de caza y de actividades agrícolas. En el friso intermedio tenemos temas específicamente cristianos, dieciséis representaciones del Antiguo y del Nuevo Testamento con motivos tradicionales como el Buen Pastor, Daniel entre los leones, Jonás y la ballena. En cierto sentido podríamos relacionar Centcelles con la posterior decoración de los palacetes del desierto jordano, arte sirio-cristiano y omeya de los S.VII-VIII. La última propuesta de interpretación cronológica y funcional sobre este lugar la he conocido muy recientemente por el Prof. Dr. Don Pedro José Lavado Paradinas y es la elaborada y publicada por el Prof. Dr. Don Josep Antón Remolá y la Profa. Dra. Doña Meritxell Pérez Martínez que plantean datar e identificar Centcelles, en la primera mitad del S.V, como el área central del campamento base del “comes hispaniarum” Asterio, el “praetorium” o residencia donde vivía con su hija y el ejército que le acompañaba en su campaña en la Tarraconense. 

- ¿Cuándo se apostó por la imagen como maestra de la fe?
- A partir del S.V con los sarcófagos, relieves y mosaicos la situación cambia notablemente. No podemos extendernos más aquí. Sí podemos concluir diciendo que en Hispania, como en el resto del Imperio, en el de Occidente hasta su caída en 476 y en el de Oriente, Constantinopla, Imperio Bizantino, el sentimiento anicónico, por las necesidades de la predicación de la nueva fe, se fue atenuando con el tiempo. Ciertamente, con algunas excepciones muy en los comienzos, como la representación de la Virgen, inexistente, o de Cristo crucificado que por muy simbolizado resulta casi oculto. Y naturalmente, no nos olvidamos de la “Querella de las imágenes”, período iconoclasta en Bizancio que entre los siglos VII y IX se alargó durante 117 años. El culto y representación de las imágenes alcanzará en Oriente, en el Imperio Bizantino, mosaicos, pinturas, códices e iconos, un auge y un esplendor excepcionales con la natural repercusión en Occidente. En nuestro ámbito hispano, la ilustración de los códices de Beato constituyeen una cumbre rigurosamente original del arte figurativo alto medieval.  

- El protestantismo dejó grandes monumentos en forma de música, pero la pintura y la escultura son netamente católicas, romanas. ¿Por qué?
- A mi juicio, porque en Europa central y septentrional se ama profunda y muy especialmente la música. Se estudia desde la más tierna infancia, se canta y se baila, se aprende y se cultiva en los colegios y en familia. Nunca faltaba, no sé ahora, en las reuniones que ocupaban las largas veladas invernales en las que se leía la Biblia y se hacía música. Se “jugaba ” música.  Si te fijas en el lenguaje, “jouer la musique” “to play music”, “musik spielen”, la música era considerada como un divertimento. Además, la música iba unida indisolublemente a las celebraciones litúrgicas y políticas, las grandes misas que celebraban coronaciones u honras fúnebres, los oratorios, las cantatas, los “requiem”, las “pasiones” de J.S. Bach. Hoy en día, en Europa central y septentrional, sigue sin entenderse la vida sin música. Felizmente, en la más pequeña ciudad hay varios teatros de ópera, varios conservatorios y una docena de salas de concierto. Resulta innecesario declarar la misma excepcional importancia que tiene la música en Italia, Francia y  España. Simplemente quiero poner el acento en el  carácter más doméstico y cotidiano que encontramos musicalmente en la Europa que cambió el protestantismo.


- Pero el arte figurativo no tuvo tanta suerte en el ámbito religioso protestante.

- En materia de arte figurativo, la Reforma o mejor, el cisma protestante, tuvo consecuencias calamitosas. Vidrieras, esculturas y pinturas religiosas fueron destruidas por una auténtica vesania iconoclasta fruto de un fanatismo religioso teñido en gran medida de motivaciones políticas. La Reforma católica, mal llamada Contrarreforma, revivió el arte figurativo por su carácter docente y aleccionador. El barroco de inspiración católica produjo muchas de las obras más excepcionales del arte de todos los tiempos.

- Vayamos a nuestros días. ¿El arte contemporáneo -eso que se llama "las vanguardias"- es compatible con el arte sacro?

-No tendría por qué no serlo y sin embargo, si juzgamos por sus frutos, en mi opinión, lo es muy escasamente. Hay una doble razón poderosa de fondo y que lo explica. En nuestra sociedad, el inmensamente enriquecedor y formativo estudio de la religión cristiana, su contenido dogmático, sus instituciones, su historia y su arte, han desaparecido. La ignorancia al respecto es bochornosa. Como muestra, la reciente denuncia que hemos leído en “La cigüeña de la torre”, el blog de nuestro admirado amigo Francisco José Fernández de la Cigoña, de un artículo aparecido en el diario conservador, edición digital al menos, confundiendo sotanas con casullas y pontificando asnalmente sobre sus colores y sus significados litúrgicos. Sería raro que sin estos conocimientos cuyo abandono lamentamos se pudiera crear o recrear un arte religioso contemporáneo que fuera remotamente de calidad similar al que consideramos histórico. Pero hay algo más y más grave. A la ignorancia hay que añadir en muchos casos la deliberada y perversa intención de despojar al arte religioso cristiano de todo su sentido evangélico y transcendental dejándolo rebajado a imágenes de mercadeo propias de una ONG laicista y solidaria. En arquitectura, la búsqueda de originalidad a cualquier precio ha derivado en extravagancias formales. La frialdad del modelo iglesia-hangar no tiene nada que ver con la piedad y el recogimiento de la fe cristiana. Y conste que no es por el tamaño, ahí están las catedrales góticas donde la ascesis acoge y sobrecoge a los fieles. En pintura, el panorama es parecido. En escultura la vanguardia se ha defendido mejor, quizás porque el expresionismo, la geometría y el simbolismo que están presentes desde siempre en el arte, no se han olvidado.

La escultura religiosa contemporánea ha sabido en muchos casos conservar estos rasgos que vienen de los códices de Beato, los iconos bizantinos o los capiteles románicos. Lo que no se debe olvidar es que el arte religioso, al representar verdades eternas no puede formalmente depender de modas o caprichos. Perdón por la frivolidad del ejemplo, pero en arte religioso no hay lugar para colecciones de temporada de santos, vírgenes o cristos.

- Hace algunas semanas henos vivido esa explosión icónica que es la Semana Santa. España es el centro de ese big bang religioso y estético. ¿Es simple fruto de la Historia o ahí hay algo especifico, singular, que tiene que ver con nuestra identidad?

- Creo que hay que matizar. Una cosa es la conmemoración de la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor y otra la celebración de la Semana Santa. Obviamente, ambas realidades tienen mucho en común. La explosión icónica que mencionas tan acertadamente no es igual en toda España. Por ejemplo, en alguna capital de provincia vascongada creo recordar que no hay procesiones. El hecho social y religioso de las cofradías, hermandades y procesiones, como es bien sabido, varía mucho de una región a otra y dentro de ellas, de una localidad a otra. Es tan tópica como real la diferencia entre las celebraciones castellanas, austeras y silenciosas, y las celebraciones andaluzas, restallantes y bulliciosas. Y sin embargo, tampoco es totalmente exacto. Al llegar la noche, en Sevilla por ejemplo, la saeta y el olor a incienso y azahar transfiguran el ritual festivo en una hondura espiritual imposible de describir si no se ha tenido la suerte de haberlo vivido alguna vez. Creo sí, que nuestra Semana Santa es fruto de nuestra historia y por tanto, algo muy específico y singular que tiene mucho que ver con nuestra identidad o para ser exactos, con nuestras identidades. En esta gran manifestación de nuestra fe cristiana, subyacen muchas cosas comunes. A mi juicio, una devoción, por cierto y sorprendentemente, más mariana que cristológica, que estéticamente toma cuerpo en un arte multifacético único en el mundo. Escultura, orfebrería, tejidos e indumentaria, literatura y música ¡qué bellas la marchas procesionales! y sobre todo la arquitectura de nuestra viejas ciudades que son el escenario privilegiado que acogen nuestras Semanas Santas.



Catolicismo y cristianismo – Diferencias,


A lo largo de la vida nos encontramos que en ocasiones se nos plantean cuestiones que son temas algo más profundos y que si no te mueves o no tienes curiosidad por dicha materia ni tan siquiera nos paramos a pensar, pues pasan desapercibidos. A continuación, te planteamos una de esas cuestiones, las diferencias entre catolicismo y cristianismo, pues muchos podríais pensar que es lo mismo, pero no, existen diferencias, y nuestro objetivo será explicarlas.


¿Es lo mismo catolicismo y cristianismo?

Lo primero que hay que tener claro para no crear discrepancias es saber que el catolicismo viene a ser una fracción del cristianismo, es como decir que toda persona católica es cristiana, pero no todas las personas cristianas son católicas, pues cuando hacemos alusión a la palabra “cristiano” nos podemos estar refiriendo a evangélicos, anglicanos, agnósticos, protestantes, mormones, ortodoxos entre otros muchos más….

Son tantas las religiones existentes y cada una de ellas con dogmas tan similares y con tan pocas grandes diferencias que a menudo nos hace generar confusiones. También es cierto que son muchas más las similitudes que existen entre ambas más que diferencias, pues como hemos comentado anteriormente para ser católico es necesario ser cristiano, o lo que es lo mismo, creer en Cristo, es decir, tanto uno como otro creen y admiten a Jesús como el Salvador, así como en la Santísima Trinidad.
Los protestantes son otra de las ramas que salen del cristianismo.


Diferencias entre católicos y cristianos.

A continuación, te mostramos algunas de las diferencias entre catolicismo y cristianismo más sobresalientes que existen y que básicamente radican sobre todo en las formas de profesar. Son las siguientes:


La Iglesia y los Santos:

Los católicos creen en Dios a través de un organismo que es lo que conocemos como Iglesia, pero también creen en los Santos y la Virgen que hacen la función de intermediarios entre Dios y las personas y que adoran gracias a las múltiples representaciones de esculturas, en cambio los cristianos únicamente creen en Cristo, el único Dios verdadero.


Los siete sacramentos:

Para los católicos existen siete sacramentos, que son Bautismo, Eucaristía, Confirmación, Matrimonio, Orden Sacerdotal, Confesión y Unción de los enfermos; pero no todos los cristianos aceptan la existencia de los sietes sacramentos pues dependiente si eres ortodoxo, evangélico, protestantes algunos sí que se ajustan, pero otros no.


La Virgen María:

Otra de las diferencias entre catolicismo y cristianismo es que mientras los católicos creen en la Virgen María y en concebir a Jesús por obra del Espíritu Santo; los cristianos algunos creen en María como la madre de Jesús, pero no llegan al punto de haber concebido a Jesús por obra y gracia del Espíritu Santo.


El Papa de Roma:

Los católicos creen en el Papa como el único líder espiritual descendientes del mismísimo San Pedro Apóstol y en cambio algunos de los grupos de los cristianos, como los ortodoxos y protestantes rechazan esa autoridad.


El Purgatorio:

Tanto para los católicos como los cristianos después de la muerte dependiente del comportamiento que hayas tenido en la vida terrenal serás premiada con la salvación eterna, el paraíso, o con la condena eterna, el infierno, sin embargo, para los católicos existen un tercer lugar, el purgatorio, para todo aquel que busque el perdón de sus pecados, en cambio para los cristianos el purgatorio no existe.


A la hora de rezar:

Otra diferencia, aunque no muy importante es la dirección en la que se reza, pues mientras los católicos los hacen hacia el Sagrado Sacramento, para los cristianos no es necesario rezar hacia ninguna dirección específica.


Conclusiones acerca de las diferencias entre el catolicismo y cristianismo:

Tanto para los católicos como para los cristianos la finalidad es la misma: querer a Cristo, reconocer a Dios como nuestro Señor, son monoteístas pues a pesar de englobar a Padre, Hijo y Espíritu Santo, tan solo hay un solo Dios verdadero.

Por lo que la conclusión a este tema se fundamenta en el hecho de que, como hemos repetido ya en varias ocasiones, dentro de los cristianos existen varios grupos religiosos que entre ellos mismos hay discrepancias en temas relacionados con la Biblia, si Jesús es Dios o es su hijo…, es más, son más las diferencias que existen dentro del grupo de los cristianos que entre los cristianos y católicos en sí.

Por terminar poniendo otro ejemplo más, tanto para el catolicismo como el cristianismo tienen como referencias las sagradas escrituras, es decir, la Biblia, compuesta por una colección de 73 libros en total, 46 pertenecen al Antiguo Testamento y los 27 restantes al Nuevo Testamento. Dentro del grupo de los cristianos, los evangélicos por ejemplo utilizan igualmente la Biblia, pero también se guían por lo que leen en los libros o Evangelios Apócrifos.




El papel de la Iglesia en la Edad Media


La Edad Media es un periodo inabarcable por definición. Bajo el concepto "medieval" se cobijan más de los mil años de historia que comprenden el paso de la Antigüedad Tardía (313-800) a la Edad Moderna, cuyo arranque podemos fijar en el siglo XV. Como es de imaginar, el Medievo integra numerosos y trascendentes acontecimientos que contradicen la concepción de estos siglos como insignificantes y oscuros en contraposición al brillo renacentista.

En todos estos hitos de la Edad Media, la Iglesia tendrá un papel fundamental, ya sea la romana o su pars orientalis, es decir, Bizancio. La sociedad medieval se considera una proyección de la voluntad de Dios, por ello, resulta una tarea extremadamente ardua concebir la Edad Media sin la existencia de la Iglesia.


Los orígenes del Pontificado (ca. 67-ca.535)

Con independencia de las afirmaciones del origen del Papado que encuentran su fundamento en el texto de San Mateo en el que Cristo señala a Pedro como la piedra sobre la que construirá su Iglesia, históricamente, los primeros documentos que hablan de alguna forma de la primacía de los obispos de Roma nos lleva a finales del siglo I y, sobre todo, a finales del siglo II.

San Pablo visita a San Pedro en la Ciudad Eterna, a la que había llegado en torno el año 56, en el que será el Primer Concilio de la Historia. De entre los sucesores próximos a San Pedro tras su martirio hacia el 67, es Clemente quien empieza a dar una prueba de la primacía de Roma cuando los cristianos de Corinto se dirigen a él para que se pronuncie sobre una disputa. Ya durante el siglo II, San Ignacio de Antioquía afirma la superioridad de la Urbs frente a las demás iglesias cristianas. En el año 296 se utilizará por primera vez la palabra Papa (derivada del griego pappa=padre), como referida al obispo Marcelino. El Edicto de Tesalónica, en el año 380, dictado por Teodosio, convierte al Cristianismo en la religión oficial del Estado.


La formación de la Europa cristiana

Entre los siglos II-VII se configurará el pensamiento, la sociedad, la cultura y la moral cristiana con los axiomas de los Padres de la Iglesia. Su objeto de estudio radica en la fe y el conocimiento de Dios. Una excesiva búsqueda de conocimiento provocó el inicio de una de las mayores herejías del Cristianismo naciente: el gnosticismo. Entre las primeras herejías, cabe destacar el arrianismo, religión que asumirán los visigodos. Ilustres personalidades, como San Agustín o San Martín Dumio fijaron algunas líneas de actuación cara a las masas populares todavía dominadas por afinidades paganas. Parroquias de fundación episcopal e iglesias propias erigidas por los grandes propietarios se encargan de ir ejerciendo la labor pastoral.

El Edicto de Tolerancia dado en Milán por Constantino en el año 313 abre una nueva época para el Cristianismo y, en particular, para el Pontificado. La primacía romana es defendida ardorosamente por algunos de los pontífices más relevantes de los siglos IX y V, de entre los que destacan San Dámaso, San León I y Gelasio I. A este último se le atribuye la autoría de una carta que esclarece las relaciones que durante la Edad Media serían las relaciones entre el poder imperial y el pontifico mediante la teoría de las dos espadas: el Papa ostenta la espada espiritual frente a la temporal del emperador, estando llamadas a colaborar mutuamente por ser ambas de origen divino. Ya el emperador Valentiniano III, en 445, afirmó que el deber del emperador residía en la protección de la fe cristiana.

La desaparición del imperio romano de Occidente afectó profundamente al ejercicio del poder pontificio, que había conocido una gran expansión al amparo de los últimos emperadores. La fragmentación de Occidente bajo la influencia de distintos jefes bárbaros supuso la radical pérdida de autonomía de los papas, que fueron nombrados y depuestos al antojo del monarca ostrogodo de turno. Por si fuera poco, las relaciones políticas y eclesiásticas con Oriente se van complicando. En el Concilio de Calcedonia, 451, sin negar la primacía romana, se le da un gran reconocimiento al patriarca de Constantinopla.

Con la colaboración de los poderes políticos, la Iglesia va anexionando las poblaciones de una Europa cuyo mapa se va diseñando a la par de su estructura diocesana y parroquial. La conversión de los reyes godos -Recaredo, Clodoveo- conlleva el establecimiento de nuevos reinos cristianos. La vida social se liga a los sacramentos -el bautismo, por ejemplo, se empieza a convertir en una carta a la ciudadanía- y se van popularizando las vías de piedad.


El Papado y la dinastía carolingia

En el 739, el pontífice Gregorio III promueve las negociaciones para dar lugar a una alianza con Carlos Martel, un franco que une su suerte y la de sus descendientes al Pontificado durante más de un siglo cuando en el 732 derrote a los musulmanes en la Batalla de Poitiers. Esta victoria ha sido interpretada como el fin de la expansión islámica en Occidente.

Pipino, hijo de Carlos Martel, pacta una nueva coronación solemne con presencia pontificia que le legitime su ascenso al trono, a cambio de que los francos intervengan contra los lombardos, una amenaza que deja a Roma en tierra de nadie. La recuperación de los Estados Pontificios, que abarcaban desde el sur de Venecia al puerto de Ancona, se encarna con la entrega de las llaves de los territorios reconquistados y su colocación sobre la tumba de San Pedro en 756.

León III, como otros papas que se erigen como mentores morales tras la caída de la autoridad imperial romana desde el 476, desempeña un importante papel en el acontecimiento político más importante del Medievo: la coronación imperial de Carlo Magno, hijo de Pipino, en la Navidad del 800. El "Renacimiento Carolingio" supone el primer intento de unidad político-religiosa de la cristiandad occidental. La exaltación, rayando en la mitificación, de sus preocupaciones misionales y religiosas, sus virtudes personales y sus victorias guerreras, llega a ensombrecer la figura pontificia, cuya inmersión en asuntos temporales había creado circunstancias favorables a su descrédito.

El siglo X recibirá el nombre de Siglo de Hierro debido a que será la época más negativa del Pontificado. El solio apostólico se llena de personajes de escasa formación y peor catadura moral a pesar de la voluntad de Otón III (984-1002) de devolver a Roma el prestigio de tiempos ya remotos, deseo que se ve frustrado por su pronta muerte. Este declive durará hasta mediados del XI, cuando comiencen a producirse los primeros síntomas de voluntad reformadora.


La época de las Reformas

El fenómeno mediante el que el Pontificado alcanza su plenitud en el siglo XII es conocido como "Reforma gregoriana", ya que se identifica con la figura de Gregorio VII, un antiguo monje cluniacense, si bien se vio propiciada por monjes precedentes.

El papa reformador de la Iglesia, Gregorio VII  

Será este quien establezca un programa reformador -el Dictatus Papae- que se centra en la supremacía del poder espiritual frente al temporal. La vida eclesiástica, minada por vicios como la simonía o el nicolaísmo, experimentó un profundo saneamiento.

Las órdenes mendicantes (dominicos y franciscanos) serán la respuesta a los nuevos problemas y requisito de la Europa del momento, surgidas con el desarrollo urbano y el renacimiento cultural para combatir eficazmente le herejía, como los movimiento valdense y cátaro, alcanzando éste tal proyección que amenazaba con erigirse como una iglesia paralela a la romana. El montaje de un metódico aparato judicial, la Inquisición, consigue aplastar la herejía, pero no las ansias de Reforma.

La renovación experimentada por el monacato benedictino, a través del movimiento cluniacense, dotó a los pontífices de colaboradores procedentes de estas órdenes, que se caracterizarán por su eficacia y celo hacia sus obligaciones. De los medios monásticos surgieron los principales autores de tratados y escritos de espiritualidad, mística y moral o hagiográfica. Para ilustrar la inconmensurable trascendencia que tuvo el ideal cistercense, fundado por San Bernardo, basta señalar que a su muerte en 1153 tenía la Orden 343 abadías. A mediados del siglo XIII, en su movimiento de máxima expansión, contaba el Císter con unas 700 abadías masculinas y casi otros tantos establecimientos de diversa índole en su rama femenina.

Dentro de la ortodoxia, la voluntad de pureza origina entre la sociedad no eclesiástica una tendencia a imitar la vida monástica y el redescubrimiento del mensaje evangélico prístino y cercano a Cristo. La aparición de la Escolástica, con sus grandes figuras -Santo Tomás de Aquino o su tutor San Alberto Magno- se configura como la más sobresaliente expresión del renacimiento cultural de Europa, así como la recuperación del caudal cultural de la Antigüedad.

La Proclama de la Primera Cruzada en el Concilio de Clermont Ferrand por Urbano II en 1095, evidencia que el Papa había alcanzado un poder de convocatoria inaudito hasta entonces que hace que acudan a su llamada príncipes y barones de todas las procedencias para participar en la recuperación de los Santos Lugares. Este mismo ardor es el que mueve a los impulsores de la Reconquista, cuya aspiración es la de toda la Cristiandad. En el siglo XI, la mayor parte de Europa continental era católica: desde Rusia occidental y Bulgaria hasta España, norte de la movediza frontera islámica.


La pugna de los poderes

A lo largo del Medievo, los enfrentamientos entre el poder temporal y el espiritual adquirirán una gran virulencia. En principio será la Guerra de las Investiduras (1073 y 1122) la que opondrá a soberanos alemanes como Enrique IV y papas de la talla de Gregorio VII. El conflicto pasaría por múltiples episodios de los más impactantes, como la excomunión del emperador, la invasión de Italia, el nombramiento de un antipapa de designación imperial y la consiguiente huida de Gregorio VII al sur de la península. La solución llegará con el Concordato de Worms en 1122, por el que se estable la distinción entre investidura espiritual y temporal para los obispos alemanes.

En 1152, accede al trono imperial Federico I Barbarroja. El choque con Alejandro III, debido a sus aspiraciones subyugadoras del poder papal, no se hacen esperar. Con la ayuda de las ciudades que habían formado la Liga Lombarda, el Papado vence al soberano en la batalla de Legnano (1176).

Fue Inocencio III (1198-1216) quien consiguió que la autoridad pontificia fuera incuestionable. La deposición de Raimundo VI de Tolouse, protector de los herejes cátaros, o la rectificación del monarca inglés Juan Sin Tierra, que se reconoció como vasallo de Roma, dan muestra de la apoteosis de la teocracia pontificia que se había conseguido. En el 1215 se celebra el IV Concilio de Letrán, hito que se convierte en una referencia clave a la hora de establecer una solución canónica a problemas de la más variada índole.

El siglo XIII será la guerra abierta entre güelfos -partidarios de la preeminencia Papal- y gibelinos -defensores del Emperador-. Las luchas de Federico II de Alemania con una serie de papas marcaron el punto álgido de las hostilidades entre los dos poderes. El prestigio de la Iglesia quedó aún más dañado cuando este choque se produzca contra las monarquías emergentes, como ocurrió con Bonifacio VIII y el rey Felipe IV de Francia, que consideró inaceptable la pervivencia de determinados privilegios eclesiásticos. A la muerte del vilipendiado Papa, la influencia francesa en Roma quedó fortalecida.

Como resultado de esto, la más dramática quiebra de la teocracia pontificia ocurre del 1300: el desplazamiento de la sede pontificia de Roma a Aviñón -y la consiguiente supeditación de Clemente V al rey- durante buena parte del siglo XIV, el posterior Cisma de Occidente y, por último, la puesta en cuestión de la autoridad papal por los concilios del siglo XV, como el Concordato de Viena, fueron heridas que la sede romana difícilmente podrá sanar.

La Corte Pontificia se había convertido a finales del siglo XV en un lugar caracterizado por todos los excesos imaginables en cuanto a lujo y ostentación debido al compromiso que adquiere con las artes. Estos excesos, particularmente escandalosos con Alejandro VI e Inocencio VIII, unido a la incompetencia y corruptela que irradia la figura papal, darán origen a la división definitiva de la Iglesia. Las 95 tesis de Martín Lutero inician el camino de la Reforma Protestante.

(Autora del texto del artículo:
Mireia García Sanz)


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